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La encendida memoria: aproximación a Thomas Merton
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Libro electrónico529 páginas9 horas

La encendida memoria: aproximación a Thomas Merton

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Este volumen analiza la vida y obra de Thomas Merton a partir de la relación entre los conceptos de soledad y sociedad desde una memoria iluminada. Se establecen correspondencias entre aspectos cruciales que se abordan dentro de las categorías amplias de soledad y sociedad desde la perspectiva de los estudios norteamericanos. La estructura monástica sería transformada en un proceso religioso dinámico, al igual que un tiempo de silencio habría de acompañar una necesidad de anunciar las buenas noticias halladas en el corazón de la contemplación y de denunciar los males de su tiempo. El crecimiento de Merton ilustra cómo iluminación y compasión acompañan indisociablemente el sendero de descenso al deshacer la caída de Adán. Se exploran las consecuencias éticas y políticas de una reconstrucción de la propia identidad con Cristo en su contexto estadounidense.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 jul 2020
ISBN9788491346203
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    La encendida memoria - Fernando Beltrán Llavador

    CAPÍTULO I

    Breve semblanza de Thomas Merton

    En lo que sigue vamos a intentar una sencilla aproximación a la figura de Thomas Merton desde tres puntos de vista complementarios: en un primer acercamiento recogeremos los testimonios de algunas de las personas que estuvieron más cerca de él; no es extraño todavía hoy, y aún entre aquellos que no lo conocieron personalmente, escuchar declaraciones de sincera admiración desde los ámbitos más diversos, pues al presentar de una manera abierta su vida, sus reflexiones, sus preocupaciones más hondas, íntimas y universales, Merton enseguida despierta en los lectores resortes de identificación y empatía. A menudo el lector se siente increpado, en ocasiones puede irritarse y mostrar un manifiesto desacuerdo, pero siempre se sentirá aludido personalmente y en su totalidad. Mil nombres, casi de modo literal y desde la infancia,¹ intentaban vanamente esbozar su riqueza de rasgos personales y las múltiples facetas que tuvo ocasión de desplegar desde una opción de vida orientada a un sólo propósito. Debajo de los mil nombres, un sólo rostro, el de un hombre libre pugnaba por abrirse paso como un icono viviente dejando asomar tras algunos rasgos acusados una personalidad a la vez vacía y plena, o como un coro de voces que celebrara el silencio insondable desde el que emergen y con el que se funden. En una segunda aproximación, dejaremos hablar a Merton sobre sí mismo y especialmente sobre su propia noción de identidad. En el tercer acercamiento, presentaremos sucintamente y una vez más de manera obligadamente panorámica, la producción escrita de Thomas Merton, en realidad su expresión más genuina, una conversación permanente, apasionada y compasiva, consigo mismo y con sus semejantes, con su soledad y con su sociedad.

    I

    En su libro sobre Merton, Paul Wilkes² puede ayudarnos a entender las razones para tal grado de empatía entre un autor y sus lectores. En esa compilación de testimonios se recogen las impresiones de algunas de las personas que tuvieron oportunidad de conocerle personalmente y el material queda organizado en torno a cinco facetas: la de escritor, profeta, amigo, monje y peregrino.

    Respecto a la primera, en la entrevista con uno de sus editores, Robert Giroux, este lo considera a remarkable American, writer, poet, thinker and monk... he was very much a man of his own times,³ mientras que el escritor Lawrence Ferlinghetti agradece la contribución del poema de Merton, Chant to Be Used in Procession Around a Site with Furnaces, en la iniciativa editorial Journal for the Protection of All Beings, de 1961, en la que también colaboraron Norman Mailer, Albert Camus y Bertrand Russell.⁴

    Ernesto Cardenal, en otro valioso testimonio, recuerda su relación con Thomas Merton en su periodo de formación presacerdotal; al privilegio de poder ser acompañado por un gran maestro espiritual, le sucedía el desconcierto por el interés que Merton mostraba por Nicaragua, por la situación social del país y por los poetas y escritores latinoamericanos en el que parecía centrarse toda su dirección espiritual. Al principio Cardenal confiesa que sentía que estaba desaprovechando esos encuentros espirituales, pero Merton fue haciéndole ver en esas conversaciones que no tenía por qué renunciar a las realidades de su tiempo y circunstancias particulares, que no debiera haber conflicto alguno entre la vida contemplativa y una vida de acción. Cuando Cardenal fundó la comunidad de Solentiname, en Nicaragua, al pedir a su maestro espiritual unas directrices para su establecimiento, la respuesta de este fue que la primera regla consistiría en que no habría regla alguna. He wanted to establish a community where there were no habits, no rules, where the faithful could coexist with the communists —and this was before Vatican II.

    La cantante Joan Baez evoca con emoción haber adaptado una melodía para el poema que Merton escribió en recuerdo de su hermano John Paul, muerto en combate en la segunda guerra mundial.⁶ En otra evocación, James Forest, editor del Catholic Worker, destaca la tremenda energía que Merton desplegaba y la impresión que le produjo su explicación de la celebración de la Misa: Merton immediately started talking about the Mass as a kind of dance where in fact time does break into eternity and eternity breaks into time... This is a dance, we are doing a dance, and God is in this dance.⁷

    Robert Lax, poeta y amigo personal de Merton, con quien mantuvo correspondencia durante muchos años,⁸ hace una interesante observación que descubre la particular impronta católica de Merton al final de su vida: Whether he agreed with Teilhard or not in all things, he certainly agreed with him in the idea that all things that go up must converge, and he could feel that particularly those in all monastic traditions of the world were beginning to converge.⁹ Para W. H. Ferry, fundador del Centro para el Estudio de Instituciones Democráticas de Santa Bárbara, en California, Merton miraba el mundo con caridad en primer lugar, después con sabiduría, y por último con un maravilloso sentido de ironía. En su opinión, no fue sólo una figura religiosa sino ante todo un hombre íntegro, simplemente un ser humano sin ornamentación alguna.¹⁰

    La hermana Mary Luke Tobin, fundadora del Centro Thomas Merton en Denver, pone el acento en la voz de Merton en la lucha por la conquista de los derechos civiles: in fact he had been in correspondence with Martin Luther King, and King was coming to Gethsemani for a visit; y enseguida añade: Merton was always against the split, the dichotomy between spiritual and material, the political and the religious… He saw contemplation not as some abstract, otherworldly act but as reality, the real within the real.¹¹

    Para Flavian Burns, abad de Gethsemani en 1968 y el responsable de su viaje a Asia ese mismo año, la conciencia de Dios y de su propósito en el mundo impregnan la vida y la obra entera de Merton: I think this was why he was autobiographical in his nature. He realized himself to be a divine mystery; God created him, God had called him into being. He had divine meaning, and he was existential enough to grapple this in his own person and his own life.¹²

    Para John Eudes Bamberger, novicio bajo la dirección de Merton en 1950 y elegido abad de un monasterio dependiente de Gethsemani cercano a Nueva York en 1971, lo más destacable de la personalidad monástica de Merton procedía de su experiencia del perdón: somehow, he was able, because of the experience of God, to believe that God had recreated his innocence. God gave him compassion, and that made the difference.¹³ Bamberger sitúa el inicio de su vida espiritual en una experiencia que el propio Merton relata en su autobiografía, durante su estancia en Roma, poco después de morir su padre, cuando este se le hizo presente repentinamente en la habitación del hotel (SSM: 111). Su padre, que había sido pintor y que, debido al tumor cerebral, ya no podía hablar la última vez que Merton lo visitó en el hospital, seguía allí, sin embargo, trazando pequeñas figuras, santos bizantinos, diminutos símbolos de una profunda religiosidad. La presencia espiritual de su padre fue la catalizadora de una serie de definitivos cambios interiores. En cuanto a su convivencia cotidiana, los rasgos más destacados, a veces en un contraste difícil de asimilar, eran su sentido del humor a la vez que su carácter cortante, directo, en continua demanda del aprecio de los otros, accesible pero independiente: "I think part of his extroverted ways was an expression of that need to be appreciated, to be loved, as perhaps he never had been. That’s where he was complex. He also needed silence and solitude but when he was in a crowd he was very quickly the

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