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La Hiena
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Libro electrónico158 páginas2 horas

La Hiena

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Información de este libro electrónico

Gonzalo Guillermo Rodrguez Balmori
Originario de Crdoba Veracruz donde vivi hasta su juventud, en esa edad ya escriba cuentos y novelas que an conserva como recuerdo, posteriormente se fue a vivir a la Ciudad de Mxico donde termin sus estudios e inici su carrera profesional sin perder su entusiasmo por la escritura, aos despus por su mismo trabajo se traslad a Guadalajara, sin embargo sus responsabilidades y los continuos viajes lo alejaron de su pasin durante mucho tiempo. Volvi a retomar el gusto por las letras cuando decidi jubilarse y vivir en Tequisquiapan, un tranquilo pueblo en el estado de Quertaro, donde en el ao 2013 public con gran satisfaccin su primera novela titulada La Directora.

Correo electrnico: gonzalo.guillermo@gmail.com
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 jul 2017
ISBN9781506521077
La Hiena
Autor

Gonzalo Guillermo Rodríguez Balmori

Gonzalo Guillermo Rodríguez Balmori Originario del Estado de Veracruz México, desde muy joven escribía cuentos y relatos en el poco tiempo que tenía libre y no fue hasta que se jubiló que pudo retomar el gusto por esta actividad que le apasiona. Al llegar a vivir a Tequisquiapan Querétaro, donde actualmente reside, escribió y publicó sus novelas, primero La Directora, después La Hiena y ahora nos presenta El Pantanal, tres Novelas, todas y cada una de ellas desarrollada en diferentes ambientes. La primera dentro del típico entorno empresarial, la segunda en el África salvaje y esta última en la selva Sudamericana. Considera que en la Novela como género literario escrita en prosa, se deben narrar acciones fingidas que parten de una realidad y de la imaginación y cuyo fin es causar placer o distracción en los lectores con el manejo de sucesos interesantes que involucran lugares, costumbres, tradiciones y personajes. El autor es un entusiasta de la escritura, aparte de sus Novelas, cuenta con una colección de Relatos Cortos que tiene en planes publicar en un futuro no muy lejano. Correo electrónico: gonzalo.guillermo@gmail.com

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    La Hiena - Gonzalo Guillermo Rodríguez Balmori

    Copyright © 2017 por Gonzalo Guillermo Rodríguez Balmori.

    Portada: Lucero Torres

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2017911254

    ISBN:         Tapa Dura                  978-1-5065-2109-1

    Tapa Blanda               978-1-5065-2108-4

                       Libro Electrónico       978-1-5065-2107-7

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 18/07/2017

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    753182

    ÍNDICE

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    XXII

    XXIII

    XXIV

    XXV

    XXVI

    XXVII

    XXVIII

    XXIX

    XXX

    XXXI

    XXXII

    XXXIII

    XXXIV

    XXXV

    XXXVI

    Epílogo

    Dedicatoria

    A Lucero mi esposa, que incondicional me

    acompaña en esta vida, me apoya

    y orienta en todo momento con

    su increíble entusiasmo.

    A Gonzalo y Diana mis hijos,

    el orgullo de mi vida.

    I

    MI PADRE CON frecuencia me enviaba a visitar aldeas para atender enfermos y curar heridas de algunos animales domésticos, al final de cada día y antes de regresar a casa acostumbraba sentarme a convivir con los nativos para mantener una buena relación con ellos… me encontraba alrededor de una hoguera con varios zulúes, mientras el olor de sus guisos despertaba mi apetito, estaba cansado, sudoroso y lleno de tierra después de una larga y calurosa jornada de trabajo, pero escuchaba con interés las aventuras que narraban del Kalahari.

    Acostumbraban hablar de sus incidentes con mucho orgullo y sus historias llegaban a cautivarme, pues eran contadas con mucha pasión, y esa vez no fue la excepción, el relato del guerrero me impresionó porque nunca había escuchado algo semejante:

    — "Una tarde casi al anochecer, nos internamos en los pantanos del lago Nyasa huyendo de una tribu enemiga, permanecimos ocultos esperando a que llegara la noche para poder escapar, teníamos agua y fango hasta la cintura, cuando de repente a poca distancia de nosotros se escucharon unos gritos terribles y empezaron a sonar disparos… podíamos ver el resplandor rojizo de los fogonazos que silbaban alrededor nuestro entre la espesura de árboles, plantas y raíces. Nos quedamos paralizados, ellos tenían armas de fuego, así que permanecimos quietos preparando en silencio nuestras lanzas para defendernos, ¡pero no veíamos nada! Después de un momento todo cesó, pero en su lugar empezaron a llegar unos sonidos extraños, como chapoteo en el agua, mezclados con extraños rugidos. De pronto atrás de nosotros gritos histéricos rasgaron el húmedo ambiente y el eco de las detonaciones rebotaba por todo el pantano, uno de los guerreros se desplomó de golpe sobre mí, traté de sostenerlo, pero al sentir su cuerpo pegajoso por la sangre, vi que había recibido un balazo en la frente.

    — El desconcierto fue total no sabíamos qué hacer, nos sentimos rodeados y cuando estábamos a punto de rendirnos notamos que lo que sucedía no tenía nada que ver con nosotros, comprendimos que otra batalla encarnizada estaba ocurriendo en el interior del pantano, una lucha mucho más terrible — el guerrero hizo una pausa mientras limpiaba con su mano el sudor que cubría su rostro — la zona que cruzábamos al avanzar era cada vez más profunda, el agua nos llegaba ahora hasta el pecho, vimos que unas sombras enormes se deslizaban hacia el agua desde lo alto de un pequeño islote, antes de poder hacer algo dos guerreros desaparecen y son engullidos hacia el fondo del fango, el pánico se apoderó de nosotros, nuestras lanzas eran inútiles, las clavábamos con furia hacia las sombras oscuras, pero no servían ante ese hábil enemigo. Huíamos despavoridos avanzando con mucha dificultad cuando vimos una zona más clara y alta que parecía tierra seca, con mucha dificultad tratábamos de ponernos a salvo, si conseguíamos llegar estaríamos fuera de peligro. Un guerrero se me adelanta estira su brazo para sujetarse de una liana, cuando unas enormes mandíbulas emergen del lodazal y con un crujido que no puedo olvidar, le arrancaron de cuajo el brazo. Observé por un momento al hombre y su mirada perdida, mientras un chorro de sangre brotaba a la altura de su hombro… lo sujeté fuertemente del otro brazo logrando llegar a una parte alta, donde finalmente vi que mi compañero moría desangrado por el bestial ataque, — nuevamente el guerrero hace una pausa y alguien le acerca una vasija con agua de la que bebe con avidez. — Desde el lugar donde nos pusimos a salvo y cuando la claridad del día nos alcanzó, vimos cadáveres y restos flotando por todos lados que iban desapareciendo en lo profundo del pantano. Los pocos que quedábamos corrimos como desesperados hasta que nos alejamos de ese infierno. ¡Nunca he regresado a ese lugar maldito!"

    Todos los reunidos nos quedamos en silencio tratando de asimilar la historia de esa carnicería, pregunté el tiempo que había transcurrido desde entonces; me explicaron que únicamente habían pasado seis lunas. En el momento de retirarme escuché un comentario claro y fuerte…

    — ¡En África vivimos rodeados de animales asesinos!

    En el camino a casa, pensando en la historia que había escuchado, recordé la frase y me prometí averiguar más sobre las especies que rondaban nuestra granja.

    II

    DÍAS DESPUÉS CUANDO tuve un tiempo libre, tomé un desgastado libro sobre la vida salvaje y la relación de los animales con el hombre, la estadística de ataques al ser humano era mayor a lo que creía.

    — Repasé mentalmente la lista de animales peligrosos, cocodrilos, serpientes, hienas, leopardos, leones, babuinos, todos representan una amenaza — vivimos rodeados de ellos y nuestra cercanía con el delta del Okavango y la zona pantanosa que cada año se forma hace que la granja quede en un lugar vulnerable.

    Muy pronto olvidé todo esto, tenía mucho que hacer, ya que la propiedad que se encontraba localizada muy retirada del pueblo de Gabane, siempre había mucho trabajo. Estaba protegida por un muro de piedra construido irónicamente no por temor a los animales, sino como resguardo de las tribus que en los tiempos de escasez, cuando llegaba la temporada de estiaje y la sequía azotaba la región se daban a la tarea de emprender cacerías nocturnas para robar animales domésticos de las rancherías cercanas, nosotros no éramos la excepción, en más de una ocasión fuimos su blanco y perdimos varias cabezas de ganado, por lo que se optó por ese tipo de protección.

    Debo decir que mi padre originario de Noruega trabajaba como médico en el Kalahari, esta región es un área muy grande, árida y arenosa, en el sur de África, ocupa la mayoría del territorio de Botsuana y partes de Zimbabwe, Namibia y Sudáfrica. El Kalahari tiene aspectos interesantes, está formado por vastas áreas cubiertas por arenas de tonos rojizos, pero sin ningún tipo de agua en su superficie. No está considerado como un auténtico desierto ya que extensas zonas reciben una gran cantidad del líquido en el año y tienen bastante vegetación cuando el rio Okavango se desborda sobre el territorio durante varios meses del año y se convierte en un maravilloso espectáculo.

    Tanto a mi padre como a mi madre les atraía mucho la fauna salvaje, eran verdaderos apasionados, su inclinación por ellos nos había llevado a permanecer en esa zona de África y a mantener la granja en ese sitio, donde se dedicaban a la crianza de animales domésticos y al cultivo de frutas y legumbres que servían para nuestra alimentación.

    La fama que tenía mi padre, se había extendido por toda la región, no era raro que fueran a verlo para que atendiera indistintamente a bosquimanos y animales que eran llevados de todas partes. Recibía visitas de las tribus himba, zulú, tutsi, hutu, masai, pero de entre todas, las que más llegaban a consultarlo eran los himba, que son una etnia que habita principalmente en el norte de Namibia y sur de Angola. Pero debido a la falta de alimentos y a los conflictos tribales, han vuelto a tomar sus costumbres nómadas para establecerse en otros lugares, llegando hasta el territorio de Botsuana. Han tenido fuertes rencillas con los bosquimanos, que tienen cientos de años de vivir en este territorio, pero con el tiempo han aprendido a tolerarse.

    Los himbas tienen una característica especial; para protegerse del sol, untan su cuerpo con una mezcla de arcilla roja, manteca y hierbas, que le da a su piel un color rojizo y hace que se distingan de las demás tribus con facilidad, son excelentes guerreros y llegan a ser muy temidos cuando toman las armas.

    Vivíamos sin ningún día de descanso, las actividades de la granja requerían de un esfuerzo continuo, cada uno de nosotros se dedicaba a cumplir con obligaciones que iniciaban a la salida del sol y terminaban ya entrada la noche.

    Por aquel entonces yo acudía en Gabane a la Universidad de Botsuana, en donde estudiaba el último año de Medicina, la misma carrera de mi padre y me sentía satisfecho de ello, sin embargo a diferencia de él, no sentía apego hacia los animales, prefería seguir mi instinto de conservación manteniéndome alejado, mientras que él confiaba en un raro sentimiento de unión y simpatía hacia ellos.

    En la granja contábamos con el apoyo de cuatro bosquimanos que eran muy hábiles en el manejo de la tierra y de los animales, en ellos recaía también el cuidado de la granja, y de estar pendientes de las visitas de los lugareños para evitar los robos; eran dirigidos por Majesh Gurú un hindú con muchos años en África y con conocimientos que se equiparaban a cualquier nativo originario de la región. Majesh era un individuo muy confiable y leal, llevábamos buena relación y continuamente salíamos juntos en expediciones por todo el Kalahari.

    III

    EN GENERAL TENÍAMOS una vida tranquila y sin contratiempos; sin embargo un día nos llegaron noticias de los lugareños que visitaban a mi padre, sobre una extraña conducta de los animales, hablaban de una agresividad fuera de lo normal. Escuchamos información sobre un ataque de perros salvajes a una aldea zulú durante

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