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Dios Es Mujer: La Saga De Un Viajero Religioso
Dios Es Mujer: La Saga De Un Viajero Religioso
Dios Es Mujer: La Saga De Un Viajero Religioso
Libro electrónico417 páginas6 horas

Dios Es Mujer: La Saga De Un Viajero Religioso

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Dios es mujer.
La saga de un viajero religioso
Enrique es el enigmtico autor de un misterioso diario. Es una persona que siente atraccin por la belleza femenina. No siente que esto sea algo malo en s mismo, pues las mujeres son bellas y l tiene un concepto de Dios como la belleza en s misma. No considera que, sentir atraccin hacia las mujeres sea algo malo. Si bien est casado con una mujer bella y que ama, siente tambin que puede compartir su amor. No obstante por tratarse l de una persona religiosa, fue instruido que esto es un pecado. En esta lucha interna, una presencia extraordinaria viene en su ayuda y por propia voluntad es abducido en reiteradas ocasiones trasladndolo hacia una saga en el tiempo y el espacio donde se encontrar con los arquetipos de aquellas mujeres que am. All aprende a valorar a su esposa y a sus hijas y tiene un encuentro con lo sobrenatural.
Enrique podra decidir quedarse con una de esas mujeres, aunque sin conocerse si en verdad podra retornar a su esposa.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 dic 2014
ISBN9781463397531
Dios Es Mujer: La Saga De Un Viajero Religioso
Autor

Enzo Pellini

Enzo Pellini, nacido en Argentina. Ministro y capellán hospitalario protestante. Licenciado en teología. Ha trabajado como pastor en congregaciones por más de veinte años y en distintos lugares: Argentina, Alemania y en Canadá, donde reside y continúa sirviendo en la actualidad.

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    Dios Es Mujer - Enzo Pellini

    Copyright © 2014 por Enzo Pellini.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014922137

    ISBN:   Tapa Dura                  978-1-4633-9752-4

                Tapa Blanda               978-1-4633-9754-8

                 Libro Electrónico       978-1-4633-9753-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.

    Fecha de revisión: 17/12/2014

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    ÍNDICE

    Prólogo

    Capítulo 1.   Génesis

    Pecados No Confesados

    La Nave

    La Partida

    Capítulo 2.   Mi Aventura Por Los Fiordos

    La Llegada A La Aldea

    Desazón

    Regreso

    Capítulo 3.   Perfume Celta

    Mi Encuentro En Galicia

    Adiós A Santiago

    Capítulo 4.   De Vuelta A Casa

    Reflexiones

    Sueño

    Capítulo 5.   Pax Hadriana

    Junto Al Muro

    En Las Casernas

    Un Romano Más

    Planes Con Shonna

    Escape

    La Vida En El Bosque

    Amor Primitivo

    Aventura De A Dos

    Un Nuevo Tiempo

    Vida De Hogar En Gran Bretaña

    En La Civilización

    Despedida De Shonna

    Capítulo 6.   Amores Presentes

    Espantoso Regreso Y Nueva Partida

    Múnich

    Katja

    Vino Italiano

    De Sobremesa

    Charla En La Noche

    Paseo Por El Englischer Garten

    Confesión

    La Vida Continúa

    Restaurante Mejicano

    Contactos

    Los Padres De Katja

    En La Hostería

    Confesión En La Iglesia

    Paseo Por El Bosque

    De Vuelta A Casa

    De Vuelta A La Realidad

    Aterrizaje

    Capítulo 7.   Esperanzas

    Elisabeth

    Decisión

    En La Nave

    Charlando

    En Tierra Firme

    En Su Rancho

    Mi Primer Gran Día

    Uno Más

    Salida

    El Ascenso

    Desvío

    El Ángel

    Capítulo 8.   Futuro Incierto

    Retorno

    En Casa

    En El Lago

    A Navegar

    Final

    A Esther, mi madre, quien me enseñó a amar la escritura.

    PRÓLOGO

    Recibí este manuscrito, o más bien diario, de un amigo de un amigo, como siempre sucede en estos casos. Tuve que leerlo y releerlo varias veces. Me aseguraron que todo esto podría ser verdad.

    La mujer y las hijas no volvieron a ver al tipo, por lo menos así me dijeron. Lo buscaron por todos lados, incluso con investigadores privados, pero nunca apareció. Lo tuvieron que dar por desaparecido.

    Cuando comencé a leer este diario me parecía una locura. Me aseveraron que estaba escrito de puño y letra del susodicho y me lo entregaron por mi condición de ministro de la fe, quizás porque vaya uno a saber, confiaban en mi juicio, de modo que pueda leerlo y juzgar qué hacer al respecto.

    Yo lo leí, y comprobé que se trataba de una verdad. Pasó bastante tiempo hasta que pude organizarme, disponerme a publicarlo y escribir un prólogo a esta historia de vida. Efectué algunas correcciones menores, para que la historia se entienda mejor.

    Un amigo al que no vale la pena mencionar su nombre, me dijo que este diario, de este afortunado o pobre infeliz —no sé cuál sería la mejor calificación— había llegado a su correo sin remitente y que el paquete provenía de Alemania.

    Si me preguntan, no sabría qué responder, pero me gustaría poder decir que ésta fue una historia con un final feliz tanto para la desesperada esposa, como también para el zamarreado hombre. Pero no lo sé, no puedo situarme en el corazón de ambos. Espero que los dos hayan encontrado la felicidad y que tanto el uno como la otra y en especial sus familias, hayan podido comprender que, hay cosas aún inexplicables y que estamos rodeados de seres sobrenaturales que van más allá de nuestra imaginación.

    No he tocado en absoluto el título de esta novela, ya estaba escrito así, aunque el subtítulo es mío. No entendí desde un principio la naturaleza del título, pero creo que ustedes podrán juzgarlo luego de haber leído el libro.

    Tengo que confesar que en un primer momento no creí que, todo esto pudiera ser real. Lo consideré más bien como una buena novela. Aunque una noche, mientras miraba las estrellas desde el balcón de mi casa, pude verlo. Quedé aterrado. El mismo objeto volador que se describe en las andanzas de este colega, había llegado a mi patio. Luego nunca más lo vi. No sé si llegó para que yo crea en lo que estaba escrito, o para avisarme que yo sería el próximo…

    Es por eso que lo publico, no quiero que me pase lo mismo. Y quiero que sepan que hay algo allá afuera que, no es malo pero que, allí está, más allá de nuestra comprensión y algo quiere de nosotros.

    El amigo del amigo.

    Dedicatoria hallada en el manuscrito:

    A mi amada…

    CAPÍTULO 1

    Génesis

    Pecados no confesados

    «Aquel de ustedes que esté sin pecado,

    que le arroje la primera piedra.»

    —Jesús— (Juan 8:7)

    Waterloo, Canadá.

    Son las 11:15 p.m., una noche de verano del 2012. Decidí comprar un par de cuadernos, para poner por escrito las cosas que me venían sucediendo.

    Estoy bastante estresado, mi presión sanguínea lo demuestra, no está normal, por lo menos es lo que los índices médicos apuntan. Así que entre otras cosas, para sanarme, decidí comenzar a hacer algo creativo, constructivo, algo que me recree, me eleve, satisfaga mi alma, haga que mi cuerpo segregue las tan famosas endorfinas, esas hormonas milagrosas que según dicen ‘sanan’ y por supuesto también a incrementar mi actividad física […]

    […] Mañana domingo, el servicio dominical me espera.

    Es necesario que ponga por escrito todo lo que me está sucediendo. A veces me da la impresión que, no estoy viviendo la realidad. Pero me imagino que aún en lo real del ser humano siempre hay algo de ficticio.

    Hay cosas muy importantes que tengo en mente narrar más adelante.

    Estos días templados, húmedos, con lluvias y lloviznas, ya del verano de Ontario, me ponen melancólico, un tanto depresivo. En los últimos inviernos no hizo tanto frío. En invierno a veces pasaba más frío en el hemisferio sur que aquí. Quizás las viviendas aquí estén mejor preparadas para conservar el calor interno. Si bien estamos ya a comienzos del verano, aquí siempre debo estar preparado para el próximo invierno. Pero bueno, todo esto es secundario, no son sólo estos asuntos los que necesito dejar por escrito.

    No es lo ideal escribir a altas horas de la noche, pero sólo puedo hacerlo en horas nocturnas, necesito estar sólo para escribir mi diario. De día no puedo concentrarme y no quiero que nadie me vea escribiendo estas cosas. Me gustaría poder dormirme para poder descansar más, pero es en verdad un problema. Es tal el estrés que comencé a sentir hace un tiempo que, resolví que debía aquietar mi mente y comenzar a caminar, esto por lo visto lograba calmarme […]

    […] En el día de hoy, fui a visitar a un anciano al hospital que fue operado y tiene cáncer, a propósito, olvidé decir que soy un ministro protestante, ese es mi trabajo, entre otras cosas. Espero que Dios pueda darle algunos años más de vida a este buen hombre […]

    Entra un aire agradable por la ventana. Hace varias semanas comenzó el verano. Hoy la temperatura es de 15ºC […]

    Espero poder escribir con fidelidad, todo lo que me está sucediendo.

    Deberé cambiar mis horarios… Acostarme más temprano, descansar mejor. Quizás hasta recupere mi salud física así. Mañana deberé predicar en la iglesia y así todos los domingos.

    […]

    En el día de hoy, aproveché a descansar, aunque estaba húmedo y caluroso, no muy apto para ello. Mi esposa Tatiana y mis tres hijas, Greta, Johanna y Federica se fueron a pasear por la tarde al parque Victoria, en la ciudad de Kitchener, cerca de aquí, a pasar el día al aire libre. […]

    […] Como narré, el verano ya ha comenzado aquí. Aunque hasta el momento no he sentido calor de verano. Espero seguir así, pues he pasado años sufriendo el calor. He vivido en zonas cálidas de Argentina por varios años y no me he sentido bien con el calor de allí. Sé que el invierno de Canadá no es muy popular, aunque no ha sido tal para mí. […]

    […] Una leve brisa veraniega, pero fresca se desliza entre las cortinas oscuras de nuestro dormitorio. Un respiro para la noche, aunque la cama no es de las más cómodas, y hasta de momentos tengo la sensación que hago contacto incluso con los resortes del colchón.

    Sólo los ruidos de los autos que, se aceleran de repente y a fondo sin reparos, son las únicas molestias que hay que aguantar por la noche en esta zona de la ciudad. En la quietud y la soledad de la noche, pienso con más serenidad y me pregunto: ¿Por qué me está sucediendo todo esto? ¿Será porque no soy feliz? o bien pienso: ¿Qué es ser feliz? ¿Definió alguien alguna vez qué es ser feliz? Veamos, me siento feliz cuando siento hambre y tengo la oportunidad de comer algo delicioso. Me siento feliz cuando puedo comprar algo que, me gusta o necesito y que, quizás nunca antes lo había podido tener. Me siento feliz cuando algo me hace reír a carcajadas (a propósito de ello, hace mucho que no lo hago). Me siento feliz ante una buena noticia; algo que ansiaba y se cumple. Me siento feliz de vivir en familia, con hijas sanas y hermosas…

    […]

    Otro día.

    Parece ser que, la noche es la hora de la inspiración. El tiempo está húmedo y caluroso, más caluroso que húmedo, al menos dentro de la casa. Hoy es martes. Está silencioso sin ruido de tránsito, es sorprendente; Waterloo duerme. Se puede decir que éste ha sido un día de calor y pesado para la gente del lugar. Mañana me espera la redacción de otro sermón. Para este domingo deberé hablar sobre el pecado y la congregación de los pecadores que, dicho sea de paso somos todos. A veces pienso que vivo en una pompa de jabón, pensando cosas diferentes a la mayoría del común de la gente. Tratando de encontrar inspiración para ver qué es lo que Dios quiere decirnos y expresarlo de la mejor manera en un lenguaje entendible.

    ¿Cómo se puede hablar sobre el pecado siendo uno pecador? ¿Cómo se puede hablar de parte de Dios, teniendo en cuenta que muchas veces uno por su propia naturaleza pecaminosa, no está siendo coherente con lo que predica? Aunque también sé que, a Dios le interesa sólo que se reconozca por cierto eso: que no se puede dejar de pecar nunca, por más que uno se lo proponga y que todos pecamos aún los líderes religiosos, como yo. Y el único que puede justificar nuestro comportamiento es Dios. El único que nos puede salvar de las hogueras del infierno, si es que así es la forma en que se manifiestan, es él. Y Dios pienso que, es un Dios celoso que quiere la exclusividad, es tan sólo por eso que, lo único que exige, es la devoción a él. Sólo que, muchas veces me pregunto: ¿qué sucedería si la gente de las iglesias asumieran los pecados de sus líderes como parte integral de los pecados de todos? Quizás, porque no somos tan buenos como Dios lo es, echarían a varios de su trabajo, pues todos somos hipócritas. No reconocerían que los ministros son seres humanos que pecan igual que ellos, o incluso pueden llegar a hacerlo peor. Leí hace poco, lo que escribió un predicador reconocido y decía así, sin querer citarlo textualmente: ‘Los predicadores deben predicar de manera que, la gente cambie su modo de vivir, apuntando hacia la perfección. Y tratar de vivir una vida diferente al promedio, haciendo todo lo posible para cumplir con lo que Dios ordena’. Esto es muy loable, pero es hipócrita, por desgracia, pues esas mismas personas (aunque sus pecados sean mínimos o no condenables frente a los ojos de la mayoría), están pecando a diario, imposibilitados de vivir una vida ‘santa’. Pero bueno, vivimos en una sociedad hipócrita que, necesita modelos de vida a imitar, ejemplos de gente que le inspire a ser diferente. Aunque el mejor ejemplo, comienza al admitirse las debilidades propias.

    Vivimos en una sociedad infructuosa de poder vivir feliz y que necesita de personas que, aparenten no ser personas, sino semidioses que, les brinden esperanza, ánimo, fe; que le expliquen cómo librarse de los problemas. Y pienso que a lo mejor el primer paso sería decirle a esa gente buena, pero puritana, como dijo una vez el monje Martín Lutero y parafraseo: ‘Si Satanás te dice: ¡Eres un pecador! Dile: -¡Sí!, lo sé, ¡pero hay alguien que también lo sabe y aún así me salvó, sólo por su gran amor, al yo tan sólo reconocerlo a él, como el único Dios y Señor!’.

    En estos años de servicio en las iglesias he aprendido que, hay una sola cosa bien egoísta que, Dios sí me puede estar pidiendo. Y es no fijarme en el pecado de los demás; sino más bien centrarme en su amor infinito. Reconocer que hay un ser que es Dios y amar a los demás, así como él dice que me ama a mí. Pero primero aprendiendo a amarme a mí mismo, es decir: reconocer que, a pesar de mis fallas, Dios me ama y eso es lo que más me debe importar, no lo que los demás digan de mí y eso es amarse a sí mismo. Si no me amo a mi mismo primero, no puedo luego amar a los demás. Y si no amo a los demás, no puedo amarlo a Dios y no puedo cumplir lo mínimo que él me está demandando.

    […]

    Pero bueno dejémonos de teología, hay algo trascendental que quiero narrar.

    La nave

    Cada noche me acuesto más tarde. Es un momento extraño para escribir, pero lo hago cuando nadie me ve y estoy más inspirado y tranquilo. Me gustaría poder dedicarle un momento más durante el día a todo lo que tengo para escribir. Es urgente que escriba, no sé cuánto tiempo más podré resistir. Además no sé de cuánto tiempo en verdad dispongo. Pero este momento, aparenta ser el tiempo más apacible, fresco y sereno para escribir. Tengo ganas de dormir, o más bien de poder aprovechar la oscuridad y la tranquilidad de la noche, esa es la razón por la cual quiero cambiar mis horarios, aunque tampoco quiero dejar de escribir todo lo que tengo para contar. Tengo cosas del presente para narrar, pero también del pasado. Cosas que me atormentan, pero que también me elevan en lo espiritual. Hace poco que, por vez primera, he comenzado a meditar acerca del límite de mi existencia y me pregunté: ¿Cuántos años viviré? Ansío que sean muchos, si así Dios lo permite. Pues parece que, he comenzado a vivir otra vez desde el inicio en muchos aspectos que, ya había creído dejar atrás. Y por eso necesitaré más tiempo de vida. En estas situaciones, uno aprende de forma forzada, a ser más paciente y perseverante, si no se tienen estas dos virtudes, uno comienza a enfermarse. Pero, claro, no es todo esto lo que me más me agobia y me paraliza en el último tiempo.

    Escribir cuando uno está a punto de dormirse, parece ser la única posibilidad. Es la hora más despejada y por lo visto la que más inspira. Mañana domingo, otra vez, otra semana de trabajo concluye. Ya he escrito mi sermón, he chequeado mi reflexión, todo está en orden. Creo que, es la hora más adecuada para completar este diario.

    Caminar me está haciendo bien, en cuerpo y mente, he llegado a caminar 7 Km por día, tengo que mantenerme saludable. Mi dieta es buena, sin exabruptos. Mi trabajo va bien; todo va bien. Sólo una cosa no está en orden y es lo que ya comenzaré a narrar […]

    Hoy tuvimos un hermoso servicio. Creo que también fue un buen sermón, aunque había poca gente, pues un gran grupo de la congregación había viajado a EE.UU. Luego con mi hija Greta miramos televisión, un programa sobre parques nacionales; no sé que hacía mirando tv, pero la pasamos bien […]

    Sí, tengo que contar lo que me sucedió. Fue una de esas noches cálidas como las de estos momentos. Así comenzó todo:

    De repente escuché un ruido. Parecían pasos de personas que venían caminando, hablando entre sí, quizás no más de dos. Hay muchos que aprovechaban el pasaje interno que cruza la manzana en forma de L entre las calles de mi zona. Esto es normal, pero me llamó la atención y decidí en medio de la noche levantarme y asomarme por la ventana. Al mirar, observé sobre la calle una especie de automóvil. No, más bien se trataba de una furgoneta o una Combi plateada. ¡Pero quién podía venir a estas horas y estacionarse allí!

    Para cuando mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, empecé a descubrir la verdadera forma del vehículo que, no era tal. Se trataba de una especie de esferoide plateado, más bien de forma oval, alargada, de color intensamente plateado y metalizado. Me asusté y pensé ¡Qué es eso! Intenté despertar a mi esposa. No, mejor era acostarme. Me vino de repente un temor aterrador. ¡No, no es posible, debo estar teniendo alucinaciones por primera vez en mi vida! ¿Se deberá al cúmulo de vitaminas y minerales que estuve ingiriendo en los últimos tiempos? Volví a la cama, tratando de calmarme. Comencé a… a rezar: ¡Señor qué es esto…! Sin terminar la idea, quizás a manera de fórmula mágica. Pero no era un sueño. Uno sabe, o por lo menos yo, cuándo se trata de un sueño o de otra cosa. Nunca tuve alucinaciones, ni sabía lo que eran, ni sabía tampoco el significado exacto de esa palabra. Mi corazón latía con rapidez.

    Me acerqué otra vez a la ventana, tratando de observar… Sin ser observado. (?) Allí estaba esa figura metálica, plateada, casi como sacada de alguna película de ciencia ficción. Lo que más me sorprendía era que, nadie se daba por enterado de su presencia. Por lo visto no llamaba la atención. Una luz blanquecina, brillante, violácea, rodeaba el contorno de ese ‘vehículo’, así lo deduje, pues se hallaba como ‘estacionado’ en ese acceso de autos y tenía las dimensiones como para entrar por esa calle. Tenía la medida de un vehículo carretero estándar, aunque mucho más elevado y como de forma esferoide.

    ¿Qué hacer? Lo típico de mí, ante tamaña inseguridad y ansiedad habría sido despertar a mi esposa e informarle, pero de repente, algo hizo que me tranquilizara, quizás la mismísima evidencia de que un acontecimiento real estaba teniendo lugar. Aunque mi cuerpo y mi mente bien alertas ya con gran segregación de adrenalina, seguían allí dispuestos a tomar alguna medida urgente.

    Prendí las luces. Comencé fuera del dormitorio. Continué con la luz de la escalera, luego la del pasillo, luego la de la cocina, luego con la de la galería. Con mi mirada buscaba algún objeto, palo, madera, o hierro; algún arma con la cual defenderme, protegerme. No lo encontré. Me dije: me llevo un buen cuchillo y allí en el cajón del mesón de la cocina encontré uno apropiado. Me lo escondí detrás del pantalón, :¡No vaya a ser que fuera una falsa alarma y luego alguien se riera de mí! Me cercioré que, nadie hubiera en la galería o más allá y armado con un valor irreconocible, salí a enfrentarme con lo que fuera.

    Al abrir la puerta de vidrio de la galería cerrada, vi ante mí la forma esferoide. La observé tan sólo una fracción de segundo y para mí bastó. Me interesaba ver si alrededor había algo más; nadie, silencio; nadie presenciaba la escena, ni siquiera desde dentro de mi casa.

    Comencé a acercarme y lo primero que me vino a la mente fue: es un ovni. Quizás luego de haber visto cientos de películas de Hollywood, se me autorizaba a ello. Aunque nunca en mi vida había visto un ovni, pero era la única conclusión posible. De inmediato pensé: ¿No será peligroso? ¿No tendrá radiación? ¿No me afectará si lo toco? ¿Estará caliente o congelado? Aunque si tendría radiación, de seguro ya estaría sintiendo algo. Pero no, debía tocarlo. Miré hacia arriba, hacia las dos ventanas de mi habitación, donde dormía mi esposa; todo estaba silencioso, era extraño. Llamaba la atención que ningún peatón, ningún auto, pasaba por la calle. Decidí extender mi mano y tocarlo. Al apoyar mis dedos y luego la palma de mi mano sobre aquella superficie en apariencia metálica, no sentí sensación térmica alguna, casi seguro tenía la misma temperatura que la de mi cuerpo; pero al tacto sentí una gran suavidad y como si la superficie estaría un tanto imantada; sentí algo así como un cosquilleo. Me agaché y al hacerlo observé con sorpresa que el objeto flotaba en el aire, no había patas o rueda alguna. Recorrí una vez más, ahora con mis dos manos, todo el contorno del aparato. Cuando llegué a lo que se suponía era uno de los extremos, comencé a escuchar un leve y casi imperceptible zumbido. Una línea como de luz láser, pero de color blanca recorrió en una fracción de segundo la forma circular de lo que me imaginé podría ser como una gran claraboya. Me equivoqué, se trataba de una puerta. Al instante comenzó a abrirse, desde arriba hacia abajo. Era como una especie de puerta o escotilla, a la manera de un avión, sólo que al llegar al suelo, el metal pareció desplegarse, desparramándose o adaptándose al suelo asfaltado de la entrada de autos. Cuando mis ojos comenzaron a observar el interior de la nave, de pronto una gran paz, un sentimiento de alegría y gran tranquilidad me invadió como nunca antes. Una sola vez había sentido algo similar, cuando era adolescente. Esta vez lo recordé y pensé: ¿Es que será eso, lo mismo otra vez aquí?

    Yo llevaba puesto un jean azul y mis zapatos de cuero negro, una camiseta de algodón. En ese momento cuando me percataba de mis ropas, algo me sugirió que debía entrar a la nave. Aunque alcancé a pensar: ¿No estaré siendo abducido por extraterrestres, como muchas historias cuentan? ¿Será seguro entrar? ¿No será esto una nave interplanetaria? ¿Qué sucedería si entrara y la puerta se cerrara y no se abriría más? No, no, debo entrar. En ese instante me vino un sentimiento de desesperación, aunque otra vez fue opacado por aquel de gran paz y de alegría. Algo me invitaba a ascender al vehículo.

    La partida

    Era una especie de rampa, no, más bien de escalinata la que me permitía ascender al aparato. Construida a la medida de un ser humano promedio. Sabía que si ascendía al aparato no habría peligro alguno, pero algo me decía que mi vida no volvería a ser la misma. No sé por qué, pero estaba seguro que de seguir, era muy probable que sufriera algún tipo de transformación. Entré. Al entrar a aquella habitación que, habría tenido para ponerle una dimensión asequible unos dos metros y medio de ancho por seis de largo, por dos de alto, una luz blanquecina fue iluminando poco a poco el lugar, aunque siempre a media luz. En el extremo contrario a la puerta de entrada, había una especie de butaca movible de espaldas a la puerta. A mi derecha, una suerte de panel de control, tal como el de aquellas naves interplanetarias que uno ve en las películas, dividido en cientos de botones cuadrados de color blanco, pero sin ningún tipo de inscripciones o letras. Dentro de la cápsula lucía todo de un color plateado, metalizado, pero de tono casi mate. El único brillo era el de la luz blanquecina que, estaba por todas partes pero que no se advertía su procedencia; no se veían lámparas o algo parecido. La luz parecía salir del mismo metal. La butaca era del mismo color que todo lo metálico. A mi izquierda había tres compartimientos, cuales puertas cerradas sin picaportes, ni nada. La temperatura y la humedad interior eran mucho más agradables que el aire del exterior, parecía ser un ambiente climatizado. Di unos pasos en dirección hacia la butaca y noté que el piso metálico se hundía bajo mis pisadas como si se tratara de una alfombra. Poco a poco, quizás luego de dar unos ocho pasos, mis manos tocaron el respaldo de esa butaca. Al tocar la butaca, sentí una voz que me habló y me dijo en perfecto castellano con acento argentino:

    -‘¿Estás listo para viajar?’

    Era una voz conocida que, de seguro alguna vez había escuchado, voz de mujer. Pero no pude darme cuenta de quién era. Era una voz hermosa, como si fuera una locutora profesional. Pero a la vez, tenía una dulzura como pocas. Giré la cabeza hacia atrás para ver quién era, pero no había nadie. Miré hacia mis costados, queriendo descubrir algún parlante, pero nada. Otra vez la misma voz preguntando lo mismo. Era una voz que inspiraba confianza. No provenía de ninguna parte en especial, creo que sólo yo podía escucharla. Era la primera vez en mi vida que, tenía esa sensación, de sentir que alguien me hablara. No estaba soñando, por supuesto, pero alguien me hablaba con claridad. Una tercera vez me habló esa voz agradable. No me atreví a abrir la boca y a contestar. Tan sólo pensé: ¿Adónde voy a querer viajar? Y para mi asombro esa voz me respondió:

    -‘Hacia donde provienen las respuestas’.

    Allí me asusté, pues una voz que no veía de dónde procedía, me hablaba y no necesitaba pronunciar sonidos para comunicarme; estaba leyendo mis pensamientos. Sin siquiera abrir la boca, contesté pensando:

    -Tengo miedo de dejar mi familia. Y esa voz me contestó:

    -‘Nada va a pasar, ellos ni se darán cuenta. Siéntate en la silla’.

    Fue tan cálida y persuasiva la voz que sentí deseos de obedecerle. Me senté en esa butaca y en una fracción de segundo me fui adormeciendo.

    Este último instante me recordó a las anestesias antes de una operación. Fue esa sensación de dormirse de forma forzada, aunque teniendo una especie de sentido consciente. Aunque confieso que dormí y con profundidad.

    CAPÍTULO 2

    Mi aventura por los fiordos

    La llegada a la aldea

    No sé cuantas horas dormí, pero dormí bien y con profundidad. Y al despertar, me sentí descansado por completo, como nunca antes. Puedo afirmar que todo agobio salió de mí, durante aquel sueño reparador.

    Supuse que era la mañana de aquel día. El resplandor de un sol asomándose por el este me despertó. Y pensé: ¿Es que estoy durmiendo en el campo? Estaba con las mismas ropas de la noche anterior, pero acostado sobre hierba verde, blanda. En los primeros alientos, sentí un aire purísimo como nunca antes, con un leve aroma a aire de mar. Un tanto dormido aún pensé en la hora. Por la posición del sol, sería una media hora después del amanecer y como donde me encontraba también parecía ser verano, podrían ser cerca de las seis de la mañana. Me senté y comencé a divisar un paisaje rural, aunque agreste y con varias salientes rocosas. Me di vuelta y vi otras prominencias pedregosas aún más cercanas. Hacia mi izquierda avisté un sendero que bajaba por una colina empinada. Me di cuenta que estaba sobre una gran elevación. Traté de buscar la nave con mi mirada, pero nada encontré. A la izquierda, a un metro y medio de mi brazo, vi para mi sorpresa mi mochila color bordó.

    La mochila no sé de donde salió. Yo no la había cargado. Allí dentro tenía mi linterna de bolsillo, mi cortaplumas suizo, una botella plástica con agua, pañuelos de papel, una muda de ropa, un pullover de lana de oveja que, era muy preciado por mí, pero que casi no había aún podido usar pues nunca había sentido demasiado frío, pero allí estaba. También había dos cuadernos de notas de mis preferidos, tres bolígrafos, mi cámara digital, pilas para la misma, un gorro de lana, fósforos. El inventario de mis cosas preferidas a la hora de viajar a algún lado o al hacer alguna excursión. ¡Pero yo no lo había preparado!, tampoco creí que lo hubiera hecho mi esposa, a quien suponía estaría todavía durmiendo allí en casa. No había nada para comer en la mochila, y ese aire fresco marino que soplaba y la terrible ansiedad que padecía en ese momento me habían abierto el apetito. Así que me incorporé y me dispuse a registrar el lugar. Me llamó la atención no escuchar ruidos, ruidos de fondo, tales como de tránsito, autopistas, etc. Era un hecho que me encontraba en el campo. Sin dudas en una zona de Canadá que, aún no conocía. A medida que me iba desplazando, ahora hacia abajo, comencé a divisar la costa del mar. A ese paisaje lo había visto alguna que otra vez, en alguna postal, o en internet o en alguna película. La mayoría de las costas son parecidas. Pero algo me decía que, esto podría tratarse de Nueva Escocia. Comencé a caminar por un sendero junto a un desfiladero. Allí vi unas grietas enormes de considerable altura. Más abajo se encontraba el mar, aunque se mostraba calmo entre las inmensas grietas. Estas hendiduras habrían tenido un ancho de entre cincuenta metros en la parte más angosta y hasta diría unos cien en las partes más amplias y los acantilados una altura de unos cincuenta metros. Además, estos grandes murallones de piedra se prolongaban algo así como a una extensión de trescientos metros. Era claro que se trataba de un fiordo. Luego de caminar un par de kilómetros, desde la altura donde me situaba, vi otro fiordo y más allá se divisaba aún otro más y de seguro más allá habría otro; me encontraba en una zona de fiordos. Esta geografía me hacía acordar más bien a los países escandinavos. Países que no conocía salvo por fotografías o películas. ¿Pero dónde estaba en realidad? Traté de avistar alguna especie de faro o de boya flotando en el mar, comunes en estos accidentes costeros, pero no vi nada. Agudicé mi vista hacia la mar tratando de encontrar alguna embarcación, pero fue inútil. En medio de esa calma, comencé a escuchar ladridos de perros. A lo lejos vi dos perros grises, como a unos cien metros de donde me encontraba, provenían de tierra adentro, ocultándose tras rocas cubiertas de arena y grandes pajonales secos. Pensé: lo que me faltaba, perros que me vengan a ladrar. Me ladraban a mí, era evidente. Por instinto, traté de localizar algún palo o rama, con lo cual ahuyentarlos, pero no había nada a mí alrededor. Los perros flacos y veloces, que me parecía extraño que fueran tan agresivos, se acercaban cada vez más, ahora a la carrera. Tomé del suelo tres piedras redondeadas. Cuando los perros notaron mi acción se detuvieron. Me trepé a una buena elevación para estar más a resguardo. Desde arriba los vi mejor. Eran una especie de perros parecidos a la raza husky o algo así, parecidos a los perros siberianos, aunque de colores grises parduscos y un poco más pequeños. Ambos de la misma raza. No podían ser

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