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El Curandero Y La Evolución
El Curandero Y La Evolución
El Curandero Y La Evolución
Libro electrónico316 páginas5 horas

El Curandero Y La Evolución

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Información de este libro electrónico

En la aurora del nuevo milenio, Francisco Gonzlez se vio involucrado en una
aventura espiritual que cambara su vida. Despus de 20 aos cmo mayordomo
en una empresa de construccin, un grave problema de salud lo llev a interpretar
el simbolismo de cuatro sueos que se dieron durante esta crisis. Dicha bsqueda
culmin en su nueva ruta como sanador.
Este es el primer volumen de una triloga que narra los procesos personales, prcticos
y tericos, que transformaron a Francisco de constructor urbano en curandero
contemporneo.
El autor explica la diferencia entre las actitudes fragmentadas de la religin y de la
medicina que solo ataca los sntomas fsicos, de las limitaciones de la psicologa, y
la espiritualidad de las prcticas de sanacin integral que se encuentran en la raz
de culturas milenarias.
Con valor intelectual y claridad de cuentista, Francisco narra cmo camin por
los senderos de la hipnoterapia convencional hacia los retos de la realidad de
la espiritualidad de sus clientes, desarrollando as lo que vino a denominar la
hipnoterapia evolutiva.
Que no est enfocada nicamente en resolver algunos aspectos emocionales con objeto
de que las personas tengan una mejor vida, sino que el propsitos es guiarlas y ponerlas
bajo el quicio de la puerta, ah en donde se inicia la ruta de liberacin.
Fusionando la tradicin judeocristiana con la sabidura del Mxico antiguo, al
enfocar el signifi cado de los siete pecados capitales como la raz psicolgica de los
males fsicos, mentales y espirituales, el mtodo de Francisco Gonzlez a travs de
la terapia hipntica, permite al interesado transformar internamente, por si mismo,
su energa de negativa a positiva.
Por medio de relatos y parbolas originales, el lector se enterar de cmo el curandero
cre un espacio y un mtodo para conducir al individuo a la fuente interior.
El reino de Dios est dentro de vosotros. San Lucas, 17:21.
Guita Herman
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento24 abr 2014
ISBN9781463380960
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    El Curandero Y La Evolución - Francisco Gonzalez

    Copyright © 2014 por Francisco Gonzalez.

    Diseño de portada: Katya Isabella González

    Corrección: Cristina Barragán Hernández y Guita R. Herman

    E-mail:: hipnoterapiamx@yahoo.com

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    El texto Bíblico ha sido tomado de la Biblia Latinoamericana edición pastoral.

    Fecha de revisión: 13/05/2014

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    ventas@palibrio.com

    615536

    ÍNDICE

    Agradecimiento

    Introducción

    Capítulo I.    La búsqueda

    Capitulo II.    La transformación

    Capítulo III.    La programación y la herencia

    Capítulo IV.    La prueba

    Capitulo V.    El árbol

    Capítulo VI.    La segunda etapa

    Capítulo VII.    La energía

    Capítulo VIII.    Ángeles, guías, guardianes y maestros

    Capitulo IX.    Maestro/a interior

    Capitulo X.    Reencarnación y karma

    Capitulo XI.    Recuerdos de poder

    Capitulo XII.    Pérdida o posesión

    Capitulo XIII.    El éxodo – La evolución

    Capitulo XIV.    Un guerrero llamado Jesús

    La ira y el miedo pueden contaminarnos,

    son el corrosivo que daña el recipiente que lo contiene.

    21111.png

    A mis cuatro queridos hijos: Emmanuel, Ángel, Melissa y Katya

    Y a mis nietos: Giovanni y Zavier,

    para que nunca disminuyan el entusiasmo ni la curiosidad

    AGRADECIMIENTO

    P rimeramente quiero agradecer a mi querida esposa y compañera Silvia, por todo lo que hemos compartido y aprendido juntos, el tiempo y el espacio de nuestra convivencia que tuvo que sacrificar para la realización de este proyecto y por su sabiduría y amistad

    Agradezco a mis padres por haber sido mediadores para que yo viviera esta vida. A mi madre, que es modelo para mí, por haberme enseñado el coraje y la disciplina para salir siempre adelante. A mis hermanos, por su apoyo, sobre todo en los momentos más difíciles, los amo.

    Reconozco y agradezco también a mis dos grandes amigos y hermanos: don Jesús y Jacinto, por su amistad e invaluable solidaridad en todo momento, por su estímulo para que yo pudiera llevar a cabo este proyecto, y por todas las maravillosas y mágicas experiencias que hemos compartido.

    Reconozco y aprecio la invaluable oportunidad que todos mis clientes me brindaron al confiar en mi trabajo y permitirme aprender ayudándolos.

    Igualmente agradezco a mi buen amigo Edgardo Moctezuma porque fue quien me ilustró y me señaló los primeros pasos para poder ir construyendo este proyecto que finalmente he culminado.

    Y no puede faltar el agradecimiento a mi estimadísimo amigo y cuñado Ramón González y a su esposa Martha mi querida hermana que tanto se esforzó por que este libro se publicara.

    Le agradezco a Gaby Torres por el empeño y profesionalismo que puso al llevar a cabo la primera corrección de estilo de mi escrito.

    Finalmente le agradezco a Guita Herman por su estímulo y apoyo en este escrito y por el empeño puesto al hacer la última revisión editorial.

    INTRODUCCIÓN

    C uando me ini cié como hipnoterapeuta, no tenía la menor idea de la s sorpresas que me esperaban ni de lo asombroso que resultar ía este viaje, en el que y a llevo diez y ocho años. Las puertas de l saber se han abierto mágic amente al obtener respuesta s a algunas de las muchas p reguntas que como humano me hice y que, seguramente, usted es también se han hecho más de una vez: ¿quiénes somos? , ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿qué estamos haciendo aquí y cuál es nuestra misión? , ¿realmente hay una misión?

    La necesidad de escribir sobre estos temas me surgió casi desde el principio, conforme fui practicando y aprendiendo; sin embargo, he tenido que pasar todo este tiempo de estudio para que mi trabajo adquiriera la madurez para ser publicado y comprendido.

    Independientemente del medio en el que hayamos crecido, de alguna manera la conciencia colectiva que la humanidad ha desarrollado a lo largo de milenios nos ha atrapado, lo cual nos llevó a construir una isla personal como punto de seguridad, siendo ésta el factor que le da sentido a nuestra vida, sin importar cuán infelices seamos. Esta isla personal está construida con todos nuestros apegos: automóvil, casa, recuerdos, familia, amigos, trabajo, sentimientos, entre otras cosas. Al no haber suficientes contentos en este espacio, al alcanzar cierta etapa de nuestra vida se busca complementarla con la autosatisfacción a través de los sentidos: alcohol, comida, drogas, sexo y más, estas compensaciones artificiales terminan sumándose a nuestra isla personal.

    La cuestión es que sin darnos cuenta –ya que es parte de la programación colectiva de nuestra humanidad–, todo esto nos ha llevado a sentirnos poseedores de algo o de alguien, o a sentirnos poseídos por alguien o por algo. Es ahí donde anteponemos la palabra «mi». Este «mi» es el resultado de toda esa clase de apegos, que derivan en la necesidad de defender nuestras posesiones ante el temor de perderlas, o de que este pequeño mundo personal se salga de control. Estos apegos se desarrollan paralelamente con la existente necesidad de poseer más de lo que tenemos, ya sea algo material o artificial –incluyendo la necesidad de sentir afecto, algo que no necesariamente es insano–, lo que nos lleva a utilizar una gran cantidad de energía vital en nuestro día a día.

    Todo lo que nos llevó a pensar, sentir y vivir de la manera en que lo hacemos es resultado de una programación iniciada desde el momento en que sentimos la necesidad de poseer, es decir cuando tuvimos la certeza de ese falso «mi». No obstante esto se fue dando gradualmente, sobre todo una vez que fueron apareciendo y desarrollándose los primeros grandes defectos psicológicos como la avaricia, la soberbia, la ira y el miedo, entre otras emociones negativas. La cuestión es que todo esto nos ha llevado a dilapidar nuestra energía paulatinamente. Esta manera de vivir la vida es lo que ha ido desgastando nuestra salud y nuestro cuerpo en esa gran lucha de resistencia en el estira y afloja del diario vivir, en batallas vanas y estériles.

    La manera en que fuimos programados ha creado en nuestro interior un complicado laberinto de intereses y emociones, lo cual nos ha llevado a desarrollar una personalidad llena de conflictos, complicaciones, contradicciones y tropiezos, lo que finalmente termina guiándonos al patético juego de desgaste más terrible, perdiendo así una cantidad de energía variable de acuerdo con la naturaleza de cada individuo.

    Desde mi perspectiva, intentaré explicar qué interfiere en nuestra felicidad y cómo se relaciona nocivamente con nuestra salud y con la forma en que envejecemos, si es que llegamos a hacerlo. Es decir: el cómo y el porqué de la calidad de vida que tenemos. Igualmente, describiré la manera como he interpretado y desarrollado las posibles respuestas a todo este dilema existencial que tiene como factor principal el manejo de nuestra energía.

    Existen métodos milenarios de salud y liberación física, mental y espiritual que los pueblos antiguos conocieron a través de grandes maestros de luz. Dichos métodos nos fueron legados por medio de sus doctrinas, mitos, leyendas y filosofías; sin embargo, la cultura occidental a partir de los Romanos las confundió, distorsionó o exterminó. Del mismo modo, salvo excepciones, muchas de las culturas y de los pueblos contemporáneos que no fueron occidentalizados o no han acabado de occidentalizarse, terminaron siendo víctimas del tiempo, que se encargó de desgastar sus valores ancestrales, mismos que gradualmente fueron deformando y corrompiendo, en alguna medida, su cultura tradicional, lo cual terminó distanciándolos de las raíces de su saber primigenio al crear dogmas totalmente alejados de la fuente de quienes dieron luz a esas enseñanzas.

    Afortunadamente, el conocimiento de muchas de estas milenarias culturas no desapareció, simplemente se guareció al abrigo de pequeños clanes, quienes crearon linajes secretos cuya heredad prevalece viva hasta nuestros tiempos. Dice Jesús que las perlas no se les pueden dar a los cerdos porque éstos no las apreciarían: «No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos» (Mateo 7:6). Hábilmente el tiempo y el momento cósmico que estamos viviendo ha dispuesto que el Gran Espíritu decidiera liberar conocimiento antes vedado para los legos, dicha información puede ser readaptada como si fuera un método terapéutico, aunque con un manejo distinto y con un objetivo de mayor alcance al mero beneficio psicológico.

    A lo largo de este escrito transcribo la primera parte de lo que he podido rescatar a través de mi práctica y de fuentes inaccesibles para la masa, muchas de ellas ya desaparecidas, que sólo se preservan como leyendas o mitos y que, de manera sencilla, he podido adaptar al método de mi práctica terapéutica, perfectamente concordante con el humano contemporáneo. Ello me ha abierto la oportunidad de ayudar a muchas personas a conocerse y encontrarse a sí mismas, conforme han ido rompiendo los distintos niveles de ataduras que colectivamente nos han implantado y que en nuestra ignorancia hemos aceptado mansamente. Tales de Mileto, quien formó parte de los siete grandes sabios de Grecia, dice: «Lo más difícil para un hombre es el conocerse a sí mismo».

    Durante estos quince años de trabajo, mi currículo sobrepasa los mil quinientos clientes, lo que incluye miles de inducciones e invaluables lecciones recibidas en las que hay un buen porcentaje de regresiones a vidas pasadas. Al hablar de vidas pasadas no me refiero únicamente a vidas humanas, también me refiero al registro acumulado de trabajos realizados con un enfoque en vidas pasadas no humanas, que fueron recordadas por muchos de mis clientes, quienes pudieron revivir pasajes importantes experimentados en las diversas formas de vida de nuestro planeta, donde hemos ido evolucionando a lo largo de infinidad de vidas. A esto se le llama transmigración, tema que también trataré extensamente en los capítulos Reencarnación y karma y en El éxodo la evolución. Toda esta información me ha permitido ir atando cabos y, por ende, ir entendiendo cómo ha sido el desarrollo, la adaptación y evolución de nuestro espíritu a lo largo de muchos milenios y hasta de millones de años en nuestro amado planeta desde nuestro primer contacto físico en este plano tridimensional.

    Al hablar de reencarnación me refiero a trabajos realizados con algunos clientes, a quienes el estado alterado de conciencia hipnótico les llevó demasiado lejos en el tiempo, ya que pudieron recordar vidas experimentadas antes de haber llegado a nuestro planeta. Este tipo de trabajos me ha dado la afortunada oportunidad de aprender de estos asuntos que más parecen de ciencia ficción y que; sin embargo, se han manifestado claramente en algunas sesiones de trabajo con distintos pacientes de forma natural y lógica, lo que me permitió ayudarlos a estabilizarse emocionalmente.

    Aunque el espíritu de estas personas ha vivido en otros mundos, con otra clase de cuerpos físicos o con una clase de cuerpo más sutil que el nuestro y en condiciones distintas de naturaleza, su alma eterna o espíritu tiene el registro de esta clase de vidas, razón por la cual han podido recordarlas.

    En el libro de Génesis (6:15) se habla de estos encuentros. El libro de Enoch habla de cómo y porqué algunos seres se quedaron atrapados en nuestro planeta de tercera dimensión como castigo, incluso da el nombre y número de ellos. Este fascinante aunque controvertido tema lo trataré hasta donde lo entiendo de forma más extensa en un próximo libro.

    Al explicar cómo fue evolucionando nuestro espíritu a lo largo de infinidad de vidas en los distintos niveles en el plano terrestre, podré describir lo que ha resultado de innumerables sesiones en este sentido. La mayoría de los trabajos en los que he participado y que están relacionados con vidas humanas pasadas en este nuestro plano tridimensional, fueron guiados por mí, mientras que muchos de los demás trabajos de regresiones a vidas pasadas no humanas se dieron de manera totalmente espontánea sin yo haberlo dirigido previamente, aunque siempre estuvo protegida la integridad de la persona tratada. Obviamente, esto se dio durante sesiones en las que cada una de estas personas estaba inducida en un estado hipnótico con un propósito específico, y estando la experiencia de esa vida pasada relacionada con el propósito de resolver algo negativo de su vida y personalidad actual. Así, este libro sólo es la introducción de una reseña informativa sobre lo que me está siendo enseñado a través de mi oficio como terapeuta o curandero en relación con lo que realmente somos.

    El hecho de haber podido reconocer, recuperar y unir numerosos cabos sueltos que paulatinamente fui agregando a mi método de trabajo –en una muy particular forma de practicar la terapia hipnótica–, me ha permitido abrir muchas puertas de información y oportunidad, como lo que he mencionado con anterioridad, lo cual estaré describiendo a lo largo de este escrito. Las perlas rescatadas de la lectura y que me fueron dilucidadas con mayor claridad por una persona despierta con la que he caminado por muchos años, me han servido como una herramienta más en mi trabajo. Algunos de estos escritos nos hablan sobre personas libres y sabias que lograron conquistar la libertad, a esta clase de seres humanos se les denominó guerreros de luz, existieron en todas las latitudes del planeta, el mismo Jesús se define a sí mismo como un guerrero de luz. El camino que recorrieron estos antiguos maestros y que en silencio, como parte de herméticos y antiguos linajes, siguen recorriendo estos hombres y mujeres libres no es sólo uno, existen múltiples caminos y no son solamente para unos cuantos, ya que todos estamos invitados a lograrlo. Y aunque es sumamente difícil distinguirlos de los falsos caminos, quien así lo haga encontrará el mejor método humano que lo guíe a la verdadera liberación, ya que es ahí donde se da el más claro entendimiento de la razón, del cómo y del porqué de tantos problemas y la forma de resolverlos.

    Estos seres humanos libres y sabios nos dejaron su legado, grabado en piedra, en papiro, o simplemente como mera tradición oral. El hecho es que ellos nos heredaron el modo de liberarnos de todo este galimatías emocional, resultante del sueño colectivo en el que nos encontramos inmersos. Ellos supieron que, como parte del programa de evolución, inevitablemente todos hemos sido poseídos por siete entidades negativas primarias, las detectaron, las reconocieron y las estudiaron, encontrando la manera de desprenderse de ellas. Legaron el alcance del conocimiento que obtuvieron, pero lo escondieron tras siete velos protegidos tras siete puertas, así, dicho conocimiento terminó finalmente por distorsionarse, esconderse y confundirse en el tiempo y la distancia. El mismo maestro Jesús les llamó pecados a estas siete criaturas o defectos psicológicos.

    El propósito de este escrito es mostrarles cómo el ser humano actual puede recurrir a un conocimiento tan antiguo sin involucrarse en aspectos religiosos, filosóficos o de la corriente new age para reencontrarse consigo mismo, con nuestro verdadero yo. La manera de lograrlo es sencilla, lógica y accesible, se adapta perfectamente a las mentes contemporáneas, aunque requiere coraje y voluntad.

    Al final, podremos reencontrarnos con ese niño que se separó de nosotros cuando perdimos la inocencia, pues este reencuentro –y todo lo que representa– es necesario, ya que nos permitirá recuperar el valor, la osadía y sencillez, sin todas las complicaciones endilgadas, de modo que podamos aceptarnos con lo que somos y tenemos, alejándonos de los juicios y apegos de la mayoría de las personas. Alcanzar ese punto nos dará la individualidad, lo que nos permitirá dejar de dilapidar el único capital que sí vale: nuestra esencia o energía divina, lo cual nos dará la capacidad de iniciar proyectos nuevos que en la condición del humano ordinario nos resultaría impensable y que, como colofón, nos permitirá encender la lámpara que nos faculte para encontrar la llave que abra las puertas del tesoro que se encuentra oculto en el corazón de cada uno de nosotros.

    Si todo es evolutivo y ascendente, ¿por qué nos resistimos a seguir evolucionando cuando esa es nuestra verdadera condición? ¿Por qué no dejar de ser mediocres y sumisos y así, con responsabilidad, aceptar el compromiso cósmico y divino que tenemos? ¿Por qué seguir actuando como si todo este desorden fuese normal? ¿Por qué seguir evadiendo con pequeñas compensaciones?

    Hacer descripciones psicológicas, después de estudiar el comportamiento humano, es válido y se agradece, pero no es suficiente. Mientras no se estudie y aplique un método que incluya la curación del cuerpo, de la mente y del espíritu como una unidad, todo resultado estará inacabado.

    A lo largo de casi todos los capítulos narraré historias relacionadas con mis clientes. El hacerlo así me permitirá comunicarme con ustedes de forma más sencilla y amena, lo que les facilitará la comprensión de lo que estoy intentando transmitirles.

    CAPÍTULO I

    La búsqueda

    E l hecho de haber alcanzado el punto del camino en el que ahora me encuentro, y el haber tenido la oportunidad de privilegiarme con un a gama increíble de conocimiento procedente del mundo inconsciente, tuvo un inicio incierto. El modo y el objetivo de la hipnoterapia que practico han sido como cru zar un umbral mágico, per o para llegar a este punt o cósmico he tenido que recorrer desde l a misma infancia un largo y azaroso camino de maduración, lleno de pruebas, dific ultades, regalos y enseñanzas.

    Desde niño me inquietaban sobremanera los problemas existenciales: el origen de la vida, la muerte, el cielo, Dios, el universo e infinidad de cosas más. En asuntos del pensamiento era un tanto precoz, como lo son muchos niños. Disfrutaba de jugar a solas, privilegio que mi madre me permitía, no obstante tener tantos hermanos. A mi corta edad, solía sentarme durante largo tiempo dejando divagar la mente en los más diversos temas. Tendría tal vez seis o siete años cuando supe de la muerte de un niño del vecindario que era aún más pequeño que yo. Caminé con mis amigos por la acera cuesta arriba, hasta llegar a la casa donde se velaba al niño, una vieja puerta de madera de dos hojas estaba abierta de par en par y, con curiosidad un tanto mórbida, echamos una mirada al interior de la casa. En la primera estancia se encontraba expuesto el cuerpecito del pequeño que el día anterior había sido alcanzado por un rayo que le arrebató de tajo la existencia mientras jugaba alegremente bajo la lluvia. Despreocupadamente, aunque en silencio, cruzamos la puerta, ya que para nosotros, o por lo menos para mí hasta ese momento, la muerte no tenía ningún significado. Cuando sólo habíamos dado unos cuantos pasos, nos vimos de pronto y, con cierta sorpresa, parados frente al pequeño difunto. Inesperadamente me vi poseído de una nueva y extraña sensación. Su rostro y sus manos estaban ennegrecidos, como los muñecos hechos de palma o de ixtle que con el tiempo y la humedad se oscurecen, es lo que en ese momento me vino a la mente. Vestía un ropón de satín blanco, con una bella y multicolor corona de pequeñas flores que ceñían su cabeza. El cuerpo yacía inerte sobre el centro rectangular de una mesa de cocina cubierta con un mantel o una sábana blanca, enmarcada por cuatro cirios encendidos. Unas cuantas mujeres vestidas de luto se encontraban del lado opuesto de la mesa mortuoria e hincadas rezaban devotamente un rosario. Una de ellas lloraba sin consuelo: era la madre.

    Al salir de aquel lugar había olvidado el sentimiento que me había impelido al principio, el morbo infantil se había diluido. Mi mente estaba invadida por un hecho contundente: ocasionalmente y de forma casi indiferente yo había visto correr y reír al niño más de una vez; sin embargo ahora yacía sin vida, ennegrecido por el rayo. Se había ido para siempre, pero ¿a dónde si su cuerpo seguía estando allí? Una de las mujeres que rezaba, a modo de explicación, nos dijo que se había ido al cielo porque era un angelito sin mancha, pero no me satisfizo la respuesta ya que me resultaba demasiado vago el concepto del cielo ante lo contundente de la muerte. ¿Qué sucedería con mi yo si moría como le había sucedido a ese niño? El yo que pensaba, que reía o lloraba, ¿seguiría teniendo pensamientos? ¿Seguiría teniendo conciencia de existir sin mi cuerpo? ¿Me apagaría como una vela sin saber más de mí? ¿Dejaría de existir para siempre? Fue tan abrumadora esta divagación que a partir de ese día aprendí a temer a la muerte y, por mucho tiempo, algunas noches, me fui a la cama con el miedo de no despertar más, mi mente fue invadida por un aluvión de preguntas sin respuesta, todas relacionadas con la muerte.

    Asimismo, me resultaban sumamente inquietantes las dimensiones del universo, ya que en mi inocencia me consolaba el considerar que en alguna parte se encontraba eso que me dijeron es Dios. Un día sentí la necesidad de encontrarlo para que resolviera mis dudas y mis miedos nacientes. Más de una vez me imaginé e increíblemente me vi y me sentí viajando por el espacio infinito, inmerso en esas dimensiones increíbles. Mientras me desplazaba a lo largo de éste, iba dejando atrás estrellas y planetas, una inmensidad de luces, lo que en un momento dado, invariablemente, hacía palpitar mi corazón ante la idea de que al ir viajando me invadía la imposibilidad de abarcarlo todo para encontrarlo, la reacción a esto me obligaba a retornar abruptamente a mi conciencia ordinaria ante el temor de perderme en aquel espacio infinito y no encontrar el camino de regreso a donde se encontraba mi cuerpo. Resultaba frustrante la imposibilidad de llegar hasta la morada de Dios. Invariablemente una punzada en la cabeza me obligaba a abrir los ojos, haciéndome desistir de aquel irrealizable proyecto (ahora sé que ese universo infinito en el que temía perderme está en mi propio interior).

    Me cuestionaba qué era realmente la vida o la muerte, o qué era Dios.

    ¿Existían realmente los ángeles y los demonios? ¿Cuál era la verdad respecto al cielo y al infierno? Y al igual que me inquietaban las dimensiones del universo, me inquietaba la eternidad. Y como me enseñaron que Dios castiga a los que se portan mal negándoles el derecho al cielo que, al igual que el infierno, es eterno, me causaba un gran temor fallar en esa diaria lucha. Por ello me enfrascaba en una guerra contra el pecado, pero algo me hacía flaquear y terminaba vencido, lleno de remordimientos y de culpas, resultado de todas las enseñanzas y miedos aprendidos hasta entonces.

    Recuerdo un viernes primero de mes, el indicado por la iglesia para la confesión. Después de rezar los Padrenuestros y Avemarías que me dejara el cura confesor como penitencia por mis pecadillos, me levanté y me dirigí a la salida del majestuoso templo, atestado de feligreses y totalmente iluminado en aquella hora de la tarde, aunque ya había oscurecido. Mientras caminaba lentamente entre las viejas y austeras bancas de madera, me sentía saturado por aquel murmullo como de enjambre de avispas que a esa hora se generaba con tantos rezos y lamentos. Al cruzar el enorme pórtico sentí un relajamiento al dejar atrás el acre olor a antiguo, a ceras encendidas e inciensos que lastimaban mi nariz. Me fundí en la noche cuesta abajo, rumbo a mi casa, mientras me hacía acompañar del ladrido de algún perro callejero y de las risas y gritos de los niños que aún jugaban en la calle. En mi pausado andar por el empedrado de la acera, me sentía incendiado por dentro, invadido por la presencia de Dios que inundaba todo mi ser. La divina presencia creaba una energía que irradiaba mi cuerpo, haciéndome sentir tal dicha y felicidad que me resultan, todavía ahora, indescriptibles; de hecho veía y sentía mi cuerpo iluminado como si un neón encendido me atravesara por dentro. Era un fuego santo que me abrasaba en ese momento de mi vida. Todo en mi andar y en mi sentir era mágico: los niños que con algarabía jugaban fuera de sus casas, los transeúntes, el cielo que como un manto lleno de estrellas, en aquella noche sin luna, vigilaba mis pasos. Todo en mí, por fuera y por dentro, era parte de ese Dios que me inundaba de felicidad, durante aquellos cada vez más cortos lapsos en que me sentía libre de culpa.

    Los años me fueron llegando y cambiando, conforme iba caminando por la vida, sembrando en mí un deseo de llegar a la edad adulta, porque los mayores tienen más derecho a ser libres, según el concepto de libertad en el que creía. De tanto aprender e imitar a los adultos, terminé siendo como ellos. La maravillosa presencia de aquel Dios mágico y magnánimo que me inundaba en mi inocencia de felicidad, durante la infancia, se fue evaporando. Un día ya no pude sentir dentro de mí a ese Dios de mis primeros años: se me había ido la inocencia, había dejado de ser un niño. De a poco me fui convirtiendo en un rebelde lleno de preguntas y ansioso de respuestas. Y así me inauguré como un joven adulto pleno de vibrante energía, un tanto fascinado por los tiempos que me tocó vivir, durante los revolucionarios años del cabello largo de los sesenta y setenta, tan cambiantes e innovadores;

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