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Decídete Y Vive El Cambio: Vive Plenamente Tu Liderazgo Personal, Nutriendo Cada Día Tu Integridad, Creciendo Continuamente Hacia Tu Visión Y Fomentando Tu Equilibrio.
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Decídete Y Vive El Cambio: Vive Plenamente Tu Liderazgo Personal, Nutriendo Cada Día Tu Integridad, Creciendo Continuamente Hacia Tu Visión Y Fomentando Tu Equilibrio.
Libro electrónico384 páginas4 horas

Decídete Y Vive El Cambio: Vive Plenamente Tu Liderazgo Personal, Nutriendo Cada Día Tu Integridad, Creciendo Continuamente Hacia Tu Visión Y Fomentando Tu Equilibrio.

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Son las 6:29 de la maana en el radio reloj despertador. An me encuentro profundamente
dormido. En definitiva, sta ha sido otra noche de poco descanso. El reloj avanza un
minuto ms y se enciende la alarma del despertador. El radio est sintonizado en mi
estacin favorita, as que en el costado derecho de la recmara comienza a escucharse
una cancin de los Rolling Stones.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento14 jun 2013
ISBN9781463339777
Decídete Y Vive El Cambio: Vive Plenamente Tu Liderazgo Personal, Nutriendo Cada Día Tu Integridad, Creciendo Continuamente Hacia Tu Visión Y Fomentando Tu Equilibrio.

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    Vista previa del libro

    Decídete Y Vive El Cambio - Moisés Rizo

    Copyright © 2013 por Moisés Rizo.

    Diseño de portada: Jay Labra

    Diseño de dibujos del interior: Magdalena Valdés

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2013907814

    ISBN:              Tapa Dura                           978-1-4633-3976-0

                            Tapa Blanda                        978-1-4633-3978-4

                            Libro Electrónico               978-1-4633-3977-7

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 11/09/2013

    Para realizar pedidos de este libro, contacte con:

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    354725

    Índice

    Prólogo

    Agradecimientos

    1. Un día más

    2. Una luz al final del túnel

    3. La primer entrevista

    LIDERAZGO

    4. Confianza

    5. Actitud

    6. Conocimientos

    7. Comunicación

    8. Compromiso

    9. Servicio

    10. Cambio

    11. Liderazgo Personal

    INTEGRIDAD

    12. Principios y Valores

    13. Pensamientos

    14. Interacciones

    15. Acciones

    16. Emociones

    17. Integridad personal

    VISIÓN PERSONAL

    18. Visualización

    19. Autoreconocimiento

    20. Planeación

    21. Hábitos y Seguimiento

    22. Visión personal

    EQUILIBRIO

    23. Personal

    24. Profesional

    25. Social

    26. Espiritual

    27. Familiar

    28. Equilibrio personal

    DECÍDETE Y VIVE EL CAMBIO

    29. Decídete y VIVE el Cambio

    30. Tres años después

    Prólogo

    Los hábitos que desde niños adquirimos en base a la imitación o el aprendizaje, así como los que vamos forjando al paso de los años, son los que conforman nuestro comportamiento y las reacciones que tenemos ante lo que nos sucede.

    Gracias a ellos podemos ser fuertes o convertirnos en seres vulnerables y víctimas de las circunstancias.

    Los hábitos basados en la desorganización y en la ausencia de límites pueden consumir lentamente nuestra felicidad y la felicidad de la gente que nos rodea, incluyendo nuestra familia.

    Por querer hacer lo que creemos correcto olvidamos lo fundamental y trascendente. Por hacer lo urgente nos olvidamos de lo necesario.

    Decídete y vive el cambio es un libro que te ayudará a hacer consciente la cantidad de momentos en que por la inercia de la urgencia, nos hace olvidar lo que verdaderamente le da sentido a nuestra vida.

    Acompaña al protagonista de ésta historia, Nicolás, en su días de constante esfuerzo por re-encontrar el camino correcto para sobrellevar los cambios que se presentan en su vida.

    Estoy seguro que al leer éste libro que tienes en tus manos te ayudará a conocer o recordar los principales fundamentos en los que se basa un liderazgo asertivo y efectivo y su gran influencia en todos los ámbitos de nuestra vida.

    Te ayudará a analizar la tremenda repercusión que tienen los pensamientos y la actitud que decides tener para lograr el equilibro personal que tanto necesitamos para lograr nuestras metas profesionales y personales.

    Gran responsabilidad tenemos todos para hacer de nuestra vida algo digno de vivirse y disfrutarse por la gran diferencia que existe entre estar y vivir en plenitud, a través de la continuidad de los objetivos que nos hayamos trazado.

    El autor, Moisés Rizo, nos lleva de la mano a través de una historia que pudiera ser la de cualquiera de nosotros por la cantidad de veces que te podrás ver reflejado en éste argumento. Tus reacciones, tus hábitos o costumbres y, ¿por que no?, los vicios que pueden envenenar tu ser sin detectarlos.

    Existe un gran número de personas que no tienen bien definidos sus objetivos y su visión a futuro, y eso los hace presas fáciles de las circunstancias.

    Un deleite será para ti leer las recomendaciones que le hace su guía o coach de vida para mejorar su situación por la forma práctica y amena en la que expresa los principios de sabiduría y liderazgo personal.

    El libro te ayudará a identificar cuáles son los pilares fundamentales que nos sustentan, llamados valores y que muchas veces los tenemos en otro plano, así como también la importancia del amor a la familia.

    Decídete y vive el cambio te será de gran ayuda para aceptar el proceso de cambio como algo natural y al que nos enfrentamos en muchos momentos, y tu capacidad de adaptación será fundamental para evitar el miedo que conlleva, el cual, muchas veces está basado solamente en falsas suposiciones que dañan tu autoestima y disminuyen tu fuerza.

    Todos tomamos decisiones en nuestras vidas, buenas o malas, y decidir leer éste libro te ayudará a entender el cambio y tu capacidad de liderazgo. Leerlo será una excelente decisión.

    Deseo que éste libro te de las herramientas necesarias para tomar la decisión de ser una mejor persona que acepte los retos y nunca olvidando que al final de los días lo mas importante será qué tanto serviste, cuánto reíste y disfrutaste y de qué manera contribuiste a cambiar para bien la vida de los demás.

    ¡Decídete y vive el cambio!

    Dr. César Lozano

    Agradecimientos

    Toda obra, desde una pequeña construcción hasta una escultura, tiene siempre un autor, pero detrás de él están aquéllas personas que le brindan el enorme soporte para guiarlo, motivarlo y hasta corregirlo. Y este libro no es la excepción.

    En primer lugar, mi más profundo agradecimiento a Adriana Salas, mi esposa, porque siempre me has impulsado en todos mis proyectos. En particular este libro en el que me has apoyado aún desde antes de haberlo concebido.

    También están mis hijos, Moisés, Adriana y Luis, por haberme enseñando cosas maravillosas que me complementan como persona, mismas que inevitablemente han sido plasmadas en esta obra. Como bien dicen, nuestros hijos son los mejores maestros que tenemos.

    A Don Antonio Rizo (Q.E.P.D.), mi padre, y a Doña Emma Villeda, mi madre, por sus enseñanzas en casa, que son los cimientos que me han permitido llegar a este punto en mi vida. También, mamá, por tus comentarios durante el desarrollo del libro.

    A José Luis Rizo, mi hermano, por tu soporte durante mis estudios y por ser un gran amigo.

    A Emilio Garza, una de las maravillosas personas que me guió en este hermoso camino de la Mentoría en Productividad Personal, por tus útiles comentarios a lo largo del desarrollo del libro. Has sido más que un maestro para mí, gracias amigo mío.

    A Magdalena Valdés, mi primer contacto con el tema de mentoría, valiosa instructora y excelente amiga,. Tu participación con los dibujos interiores ha complementado la obra y el trabajo que hemos estado realizando alrededor de este fantástico proyecto aún tiene mucho por delante. Gracias porque estamos haciendo realidad un sueño.

    Al Dr. César Lozano, por tus valiosos comentarios y por haberme apoyado con el Prólogo de la presente obra. A Ivonne Montes y al resto del maravilloso equipo del Dr. Lozano, por sus atenciones y amabilidad.

    A Ana Alvarado por haber aceptado unirte a este proyecto. Con tus brillantes ideas y tu auxilio para moldear este libro hemos transformado maravillosamente esta obra.

    A Verónica Waegenmans, Eva Mendez, Christina Lazaro, Anna Lopez, Monica Montes y todos los miembros del equipo Palibrio, por sus excelentes servicios para el desarrollo de este libro.

    A Dolores Morton, amiga de la familia, por tus comentarios útiles en el desarrollo del libro.

    Al equipo de mentores y discípulos integrados en el grupo Conciencia ¡Sólo por Hoy!, todos excelentes amigos.

    ¡Gracias, de todo corazón!

    A Don Antonio Rizo (Q.E.P.D.), mi padre, y

    a Doña Emma Villeda, mi madre.

    Gracias por su amor y cuidados.

    Gracias por sus enseñanzas.

    Los amo.

    1. Un día más

    Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.

    San Agustín

    Son las 6:29 de la mañana en el radio reloj despertador. Aún me encuentro profundamente dormido. En definitiva, ésta ha sido otra noche de poco descanso. El reloj avanza un minuto más y se enciende la alarma del despertador. El radio está sintonizado en mi estación favorita, así que en el costado derecho de la recámara comienza a escucharse una canción de los Rolling Stones.

    〈〈Voy a seguir acostado un rato más〉〉 –pienso– al mismo tiempo que presiono el botón SLEEP del despertador. Esta vez siento que me jalan muy fuerte, como si mi peso fuese cien veces el actual. Transcurren otros mágicos nueve minutos y continúo profundamente sumergido en mi sueño.

    〈〈Caray, hoy sí estoy muy cansado〉〉 –me digo– al tiempo que estiro el brazo para silenciar el despertador. El cansancio invade mi cuerpo y soy incapaz de moverme.

    – Debo levantarme en este momento –susurro lentamente– pero me encuentro tan exhausto que nuevamente me quedo dormido.

    Avanza el tiempo –unos minutos más– y el reloj de Sofía, mi esposa, marca las 6:45 a. m., por lo que empieza a sonar su alarma. Ella, un poco más despejada, apaga el despertador y lentamente procede a levantarse de su cama. Nota que no me he puesto en pié, pero decide dejarme descansar; ella se dirige al baño para asearse la cara y los dientes.

    Continúo dormido, pero en mi mente aparecen los pendientes que me han estado acosando estas últimas semanas: el proyecto de expansión, la situación con Renato, y otros; todos estos pensamientos están captando mi atención y distrayéndome. En este caso, la distracción parece estar cobrando factura en mi tiempo de sueño.

    De pronto se escucha un pequeño ruido, es el sonido de la puerta del baño cerrándose, eso basta para que vuelva a la realidad. 〈〈Sigo acostado〉〉 –pienso– 〈〈lo bueno es que acabo de apagar el despertador, deben ser antes de las 7:00 de la mañana〉〉. Decido entonces verificar qué hora es, y me doy cuenta de que ya son las 7:14 a. m.

    –   ¡Dios mío, qué tarde es! –me digo.

    En ese momento me levanto súbitamente de la cama y me dirijo lentamente al baño. Mientras atiendo la urgencia matutina, pienso:

    〈〈¿Por qué no me despertó Soffie?, ¡caray!, ¡es tardísimo ya!〉〉. Termino y me contemplo en el espejo por un par de segundos. 〈〈¡Oh, Dios! Que cara traigo〉〉. Abro la llave del agua y decido lavarme la cara para cambiar mi aspecto un poco.

    Al momento de salir del baño, ya empiezo a tener un semblante de mal humor. Me encuentro bastante molesto porque se me ha hecho tarde y mi esposa no me ha despertado. 〈〈No tengo tiempo de bañarme ahorita, debo apurarme. Quedé de ver a Chava a las 8:00 de la mañana para la expansión y ya voy tardísimo. ¡Otra vez!〉〉 –pienso en ese instante–. A continuación, me dirijo a la recámara para cambiarme de ropa, ya son las 7:27 a. m.

    〈〈Y tampoco voy a desayunar〉〉, continúo con el monólogo mental. Apresuro mis movimientos para escoger la ropa y me cambio rápidamente. Tan pronto termino de vestirme, me dirijo nuevamente al baño y me peino lo mejor posible. Ya he terminado de arreglarme cuando, parado en la puerta del baño, percibo mi propio aliento. 〈〈¡Ah!…〉〉 –reflexiono– y decido dar media vuelta para lavarme los dientes. Una maniobra rápida de enjuague y un par de cepilladas en cada costado de la dentadura, unos enjuagues más y listo.

    Salgo del baño y cuando quiero consultar la hora, noto que he olvidado ponerme el reloj. 〈〈¿Dios, por qué a mí?〉〉 –pienso– al tiempo que en mi rostro se acentúa el gesto de enojo y angustia que hace unos minutos se asomó tímidamente. De inmediato me encamino a la recámara para recoger el reloj. 〈〈Qué bueno que regresé〉〉 –me digo en voz alta– tratando de ser complaciente y felicitándome porque me percaté de que también olvidé cargar las llaves y la cartera.

    Al ponerme el reloj observo que ya son las 7:43 a. m. 〈〈¡Rayos! Es tardísimo y estoy iniciando muy mal mi día. Esto no puede sucederme a mí. ¡Chin!〉〉 –confirmo con enfado−. Entonces, decido irme al trabajo, salgo de la recámara y bajo las escaleras. Escucho ruidos provenientes de la cocina y me dirijo hacia allá. Sofía y mis hijos están terminando de desayunar.

    –   ¡Soffie!, ya me tengo que ir. ¡Eh! ¡No me hablaste en la mañana! Te llamo más tarde, cariño –le digo brevemente a mi esposa, dejando una estela de ira en mi despedida.

    Digo adiós a mis hijos y rápidamente salgo de la cocina. En mi paso por el comedor me doy un último vistazo en el espejo que está en el costado sur y me corrijo un poco la camisa.

    〈〈Listo para otro día más, y ya voy tarde. Con lo importante que es este maldito proyecto, en fin, en el carro le hablo a Chava〉〉. Paso a la sala y ahí recojo el portafolio. De inmediato me encamino hacia el coche y lo abordo. En lo que acomodo el maletín de mano en el asiento de al lado, veo de reojo el reloj del carro, son las 7:51 a. m.

    Enciendo mi automóvil, salgo de la cochera, y me enfilo a un día más de trabajo. 〈〈Es demasiado tarde, debo irme rápido〉〉 –pienso–. Tomo la avenida principal de la colonia y, unas cuadras más delante, antes de llegar al entronque con la avenida periférica interior, encuentro una larga fila de vehículos. El tráfico ya está terrible.

    Ya ahí, envuelto en esa confusión, empiezo a ser presa de la desesperación. Siempre que estoy en estas situaciones quiero aprovechar cualquier hueco en el tráfico. Me siento tan hábil como el que más; de joven siempre soñé con manejar un Fórmula 1. 〈〈Tan excitante ambiente〉〉 –solía pensar cuando joven.

    Y apenas logro pasar la avenida periférica cuando veo un atoramiento en mi carril, de inmediato decido cambiar de fila, pero no logro ver en el retrovisor un carro que va en mi zona ciega. Intento el cambio de vía con una agilidad sin igual, cuando suena la bocina de un coche y al mismo tiempo se escucha un chirrido de frenada.

    Como acto reflejo, regreso mi auto al carril original. 〈〈¡Chin! ¡No lo vi! ¡Muévanse adelante!〉〉 –empiezo a hablar dentro del coche–. Dado que me falló esta maniobra, me quedo atorado en la misma fila por un rato más. Por fin logro cambiarme. Paso el punto de congestión en la avenida y observo que no es nada grave, sólo un vehículo que está varado.

    Prosigo hacia el trabajo y ya pasan de las ocho de la mañana. 〈〈Voy a hablarle a Chava, definitivamente no la voy a hacer〉〉. Procedo a buscar mi celular y, ¡sorpresa!, no lo traigo. Se quedó justamente donde lo dejé la noche anterior, cargando en el buró. 〈〈¡Caramba! No puede ser. Hoy no es mi día. No entiendo por qué me pasa siempre esto a mí. Todo inició desde ayer. ¡Maldición! El teléfono se descargó desde mediodía y ya no tuve conexión. ¡Qué pasa, Dios mío!〉〉.

    Y ante esta situación, solamente crece mi mal humor. Los embotellamientos no son exclusivos de un crucero en la ruta al trabajo y, después de enfrentar varios de estos eventos, con sus respectivas hazañas e incidencias, por fin llego al trabajo.

    Estaciono mi vehículo en el primer cajón disponible dentro del aparcamiento. Esta vez me ha tocado un cajón bastante lejano de la puerta de entrada. 〈〈¡Carajo! Pues, ¿qué hora es?〉〉 –me pregunto a la vez que observo el reloj–. 〈〈¡Las 8:57 de la mañana!, maldito tráfico; y luego el choque en la avenida Juárez, definitivamente este día va a ser muy malo〉〉.

    Tan pronto me bajo del carro, camino apresuradamente hacia el lobby de la entrada. 〈〈Apenas llego para la junta de las 9:00 a. m.〉〉 –me digo en voz baja– 〈〈lo bueno es que siempre llegan tarde Bolaños y Mendoza. ¡Ah!, y el jefe no vino ayer, espero que no haya junta hoy. Bueno, llego justo a tiempo para esta reunión y nadie va a notar que se me hizo tarde. Al rato hablo con Chava. Me lo llevo a comer y con eso ya no hay bronca〉〉.

    Tan pronto entro a mi oficina, ni oportunidad tengo de revisar los correos, saco la libreta de pendientes del portafolio y me enfilo a la sala de juntas principal. De camino, saludo rápidamente a un par de compañeros, quienes me observan curiosamente, ya que voy casi corriendo a la reunión.

    Ya en el exterior de la sala de juntas, saludo de lejos a Leticia, la secretaria del gerente. Ella amablemente devuelve el saludo y me hace una seña para que me aproxime.

    –   ¿Qué pasó con usted? –me pregunta Leticia con un tono altivo–. Desde ayer lo estoy buscando para pedirle el estudio de factibilidad de la expansión. Ramón pidió tenerlo listo para la junta de las 8:30 a. m. de hoy.

    –   ¡8:30! –exclamo con una clara sorpresa en el rostro.

    –   ¡Sí!, ¿no vio su correo? Ayer en la tarde mandé la solicitud de junta, ya que se adelantó. Le estoy marcando a su celular, pero no me contesta.

    En ese momento sufrí de todos los síntomas posibles de vergüenza, enfado y coraje. Acto seguido, le pido a Leticia el teléfono para llamar a Daniel, el ingeniero encargado del presupuesto de la etapa de diseño del proyecto de expansión.

    –   Buenos días, jefe –me saluda amablemente Daniel.

    –   Daniel, necesito el presupuesto total que te encargué para hoy a las 8:00 de la mañana –le pido con un cierto tono de prisa.

    –   De eso quería hablarle ayer, pero no pude localizarle en la tarde –me contesta–. Resulta que tengo problemas con el presupuesto de Uribe y Cía., aún no lo tengo a la mano.

    –   Pero, ¿cómo es posible? Si me dijiste la semana pasada que ya tenías todo listo.

    –   Sí, pero este proveedor no estaba listo aún. Le comenté esto.

    –   ¡Eso no es cierto! ¡Caramba! ¿Cómo puedes hacerme esto? Bien, ¿y qué es lo que tienes avanzado en este momento?

    –   En realidad estaba esperando para hablar con usted. Le llevo lo que tengo si quiere –contesta Daniel, tratando de componer lo inevitable.

    –   Tráelo enseguida –le solicito en un tono muy serio.

    Tan pronto colgué con Daniel, llamé a Sergio, el ingeniero a cargo del diseño.

    –   Qué onda, chief –me saluda Sergio al reconocer mi voz.

    –   Buenos días, Sergio –respondo sin ánimo–. Necesito que me traigas el diseño de la expansión a la sala de juntas.

    –   Sale para allá, sólo deme unos minutos –replica Sergio.

    –   ¡Lo ocupo ya! –contesto, ya desesperado en este punto.

    –   Chief, no tengo la impresión lista. Voy para allá en un par de minutos –me dice Sergio, al tiempo que cuelga el teléfono.

    Con estas dos pláticas solamente, conseguí incrementar mi mal humor. Observo a mi alrededor y decido pasar a la junta. Ingreso apenado a la sala y tan pronto Ramón me observa, me saluda cordialmente, así como el resto del equipo gerencial. Para variar, no faltan Tomás y Venancio que me cargan fuerte con sus bromas y las carcajadas del grupo se hacen sonar. Ramón solamente observa complaciente el ambiente y retoma el control de la reunión.

    Ramón solicita que me prepare para exponer el material, ya que llego justo a tiempo para hablar sobre ese tópico. Yo, apenado y lleno de rabia por lo mal que he iniciado el día, le respondo en tono seco que me espere un momento, ya que los materiales vienen en camino.

    Ramón se rasca la cabeza y me observa con detenimiento, mientras le solicita a Silvia que continúe con su esmerada exposición de mercado. Transcurren veinte minutos y la información que había solicitado finalmente llega a la puerta.

    Salgo de la junta y me reúno con Daniel y Sergio. Para mi sorpresa, el equipo de trabajo no me entrega lo que esperaba ver. Ante esta desagradable sorpresa, procedo a pedir explicaciones, pero solamente encuentro lo que, a mi criterio, son excusas y sin sentidos. Sencillamente no puedo manejar la situación y termino explotando con mis subalternos.

    Ya con el control de mí mismo comprometido, doy un respiro profundo y pienso rápidamente cómo enmendar la situación. Recibo la información de mi personal y me dirijo hacia la sala. La junta a la que me reincorporé resultó un desastre. Definitivamente las cosas no estaban bien para mí, ni para mi equipo de trabajo.

    Ya para las doce del día, terminada la reunión, estoy tratando de ver en qué ha fallado mi trabajo. Recuerdo que tengo pendiente hablar con Salvador y le marco a su teléfono.

    –   ¡Hola, Chava!, buen día –le saludo sin mucho ánimo.

    –   ¡Hola, Nick! –me responde Salvador–. Me quedaste mal en la mañana.

    –   Sí, hombre. Se me hizo tarde y tuve muchos problemas para llegar.

    –   No me digas que otra vez tienes problemas con tu familia.

    –   No, no es eso –le respondo con cierta pena–. Pero, por qué mejor no te invito a comer y ahí platicamos.

    –   Sale, pero te toca pagar a ti. O qué, ¿me vas a salir con que no traes lana?

    –   No, no. Déjame ver –replico al mismo tiempo que reviso mi cartera–. Sí traigo dinero. Ya está.

    –   ¿A dónde vamos a ir? ¿De qué traes antojo?, ¿comida china o mexicana?, o ¿sigues siendo fanático de la comida rápida? –me pregunta Salvador, tratando de animarme.

    –   ¡Eh!.. Bueno, vamos a la comida mexicana.

    –   Sale, paso por ti ahora mismo. Si no, no la vamos a hacer para la junta de las 2:00 de la tarde.

    –   Va, pues –finalizo y me despido apresurado.

    Para ir al restaurante, nos vamos en el carro de Salvador. Hablamos de cosas triviales, solamente pasando el rato para llegar a nuestro destino.

    Ya en el restaurante, el mesero nos acomoda y nos toma la orden. Salvador, que proviene del sur del país, pide un guisado de chiles rellenos y sopa aguada de fideos. Yo, más enfocado en cortes de carne, pido una arrachera término bien cocido, acompañada de unos frijoles charros. Ambos ordenamos un refresco. Y, una vez que el mesero se retira, se reinicia nuestra plática.

    –   Qué onda, mi Nick. Te veo muy decaído –dice Salvador, tratando de animarme un poco.

    –   ¿Tú crees? Se me hace que me estás viendo mal –respondo.

    –   No, en serio. De cuates te lo digo. Te veo distraído, preocupado. No sé cómo decírtelo.

    –   La verdad es que traigo mucho trabajo y me siento presionado.

    –   Pero, hace diez años cuando trabajamos juntos en la etapa 3 del proyecto de San Luis yo no te veía así. Creo que algo ha pasado –repone Salvador.

    –   ¡Claro que no!, son tus nervios.

    En ese momento llega el mesero con la orden.

    –   Con permiso –señala el mesero, al tiempo que se dispone a servir los alimentos.

    –   Gracias –dice Salvador al mesero.

    –   Mejor comamos, porque se enfría y luego se nos va a hacer más tarde –le comento, tratando de evadir el tema.

    –   Sí, tienes razón –replica Salvador.

    Durante el resto de la comida decido no hablar mucho. En cambio, me quedo pensando muchas cosas. Tal vez demasiadas. Tenía la mirada perdida, cuando Salvador me interrumpió.

    –   Pero casi no has comido nada. Apúrale o se nos va a hacer tarde –comenta Salvador.

    –   Ajá –contesto con un marcado tono de distracción.

    Y así, solamente termino de comer y, con la mente llena de interrogantes, reclamos e inconformidades, es que regreso con Salvador al trabajo.

    Ya en el carro, Salvador me dice:

    –   Mira, Nicolás, si requieres apoyo dímelo. Con gusto puedo ayudarte.

    Ante lo cual, solamente asiento y le digo:

    –   Gracias, pero estoy bien.

    Y para despedirse, Salvador me reitera:

    –   Estoy a tus órdenes. Que tengas un excelente día.

    Ya en la oficina, la tarde transcurre sin mayores cambios. La vorágine que he estado viviendo en casa y en el trabajo se ha repetido por varias semanas, con la misma tónica de tensión, con el mismo dinamismo de estira y afloja.

    2. Una luz al final del túnel

    La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones.

    Severo Catalina

    Hasta que un día me sentí muy enfermo, y tuve que pedir a Ramón la oportunidad de salir temprano, ya que definitivamente no

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