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Memorias de los mexicos contemporáneos
Memorias de los mexicos contemporáneos
Memorias de los mexicos contemporáneos
Libro electrónico316 páginas4 horas

Memorias de los mexicos contemporáneos

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Una demanda del contexto mexicano actual es preguntarse cómo se acuña la memoria social en contextos de violencia sostenida dada la profundidad de los estragos que ha producido en la sociedad mexicana. Este libro expresa diferentes formas para observar cómo se definen la memoria social, cómo pueden relacionarse los procesos que afectan la memoria.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786078563067
Memorias de los mexicos contemporáneos

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    Memorias de los mexicos contemporáneos - Monica Elivier Sánchez González

    PRIMERA PARTE

    MARCOS DE LAS MEMORIAS

    Las bases operativas de la memoria social como soporte para el patrimonio de la sociedad moderna

    MÓNICA ELIVIER SÁNCHEZ GONZÁLEZ

    Profesora-investigadora

    Departamento de Gestión Pública y Desarrollo

    División de Ciencias Sociales y Humanidades

    Universidad de Guanajuato Campus León

    LUIS FERNANDO MACÍAS GARCÍA

    Profesor-investigador

    Departamento de Filosofía

    División de Ciencias Sociales y Humanidades

    Universidad de Guanajuato Campus Guanajuato

    Resumen

    El proceso de estabilización de la sociedad moderna tiene como punto de distinción un salto emergente, cuyo logro principal está en conseguir que el sentido y la comunicación constituyan un plano de reproducción que es propio de la sociedad moderna. En este plano que identifica a la modernidad también emerge un mecanismo auxiliar que se encarga de ordenar el tiempo de la sociedad, separarlo entre antes y después y que identifica las condiciones de los enlaces de la comunicación. Este mecanismo es la memoria social, la cual aligera la carga a la que la sociedad se expone, como resultado de la complejidad que implica su propia reproducción. Esto significa que la sociedad puede mantenerse sin hacer un alto para controlar las distinciones que genera en su autorreproducción. La sociedad moderna puede operar y observar en el presente, sin poner en riesgo su consistencia. La memoria de la sociedad moderna es comunicativa específica a las condiciones que definen el plano emergente de la modernidad.

    En este contexto, la memoria de la sociedad responde a los dos aspecto de la forma en que se reproduce la comunicación —que es la operación propia de la sociedad—: opera y observa. La memoria de la comunicación acontece en la reproducción del presente de la comunicación; es decir, en su operación. Ésta es la memoria social del presente de la sociedad, a diferencia de la memoria que se reproduce en la observación —la memoria de la reflexividad— que es memoria cultural y memoria histórica. Una condición para que la reflexividad emerja y se reproduzca es la condensación del tiempo: la memoria cultural y la memoria histórica requieren que el tiempo de la modernidad se haya reproducido, para que desde sus condiciones se produzcan los procesos de reflexividad propios. En esta dirección, el patrimonio es el resultado de la significación de la sociedad al que reconoce como propias unidades de sentido que acompañan el proceso de definición de la identidad.

    Palabras clave: memoria social, sociedad moderna, distinción, identidad y patrimonio.

    Introducción

    El lugar que tiene la memoria en la sociedad moderna es central para la reproducción de la modernidad. La función que cumple es ordenar el tiempo; diferenciar entre antes y después; liberar al sistema del peso del tiempo que genera y reconocer las comunicaciones que ha enlazado previamente sin volver sobre la historia operativa del sistema. La memoria corre en las estructuras de la sociedad, pero no es estructura: la estructura se encarga de enlazar las operaciones, por medio de las expectativas que orientan a las operaciones. La orientación de la operación da lugar a un proceso y en este proceso interviene la memoria, desde el momento en que el sistema reconoce sólo una operación como propia; posteriormente, la memoria atraviesa el camino del acontecimiento, el de la selección y el de la afirmación de la selección. De tal manera que la memoria hace posible que la selección sea la que es propia del sistema, garantizando la consistencia. La memoria tiene a su cargo la posibilidad de que la sociedad se reproduzca en el presente, porque olvida las grandes cantidades de distinciones que resultan de la reproducción de la sociedad.

    La memoria de la sociedad moderna olvida y recuerda al mismo tiempo. El recuerdo permite que la sociedad trabaje a partir de scripts para que el recuerdo se produzca automáticamente; los scripts son generalizaciones que resultan de la recursividad de la comunicación. Esto significa que la memoria recuerda y olvida desde aquello que se generaliza; desde ahí separa en el sistema lo que recuerda como propio, así como al sistema mismo, en el antes y después.

    La sociedad moderna es un sistema de distinciones que se reproducen en mayor cantidad que aquellas que son reconocidas y afirmadas; a esto se le llama complejidad. Los sistemas sólo pueden afirmar una sola distinción, pero su proceso de autorreproducción siempre genera más distinciones de las que puede afirmar positivamente. La memoria interviene directamente para que la sociedad pueda continuar, ya que recuerda en función de las condiciones últimas de reproducción, de tal manera que el olvido es mayor que el recuerdo, pues son más las distinciones que se olvidan frente a las que se recuerdan. La continuidad de la sociedad moderna también depende de que el olvido pase desapercibido. El olvido es olvido para el sistema que no repara en aquella cantidad de distinciones que le pasan desapercibidas, permitiendo su reproducción; a ello se debe que suceda simultáneamente al recuerdo.

    Las consideraciones generales sobre la memoria llevan a preguntarse por la especificidad de la memoria de la sociedad moderna, así como por los elementos que la definen y que la relacionan directamente con ella. Cómo es posible la memoria social de la modernidad es la pregunta que guía la exposición que a continuación se presenta, cuyo objetivo principal es exponer cuáles son las condiciones generales para definir a la memoria de la sociedad moderna. A partir de estas anotaciones, el camino hacia unas primeras conclusiones lleva a enunciar las condiciones en que puede pensarse el patrimonio de la sociedad moderna. Esto, por una parte, se deriva de la propia diferencia entre la memoria social y otras formas de memoria que se vinculan con los procesos de reflexividad de la propia sociedad moderna. La bastedad de la problemática aquí expuesta lleva a delinear posibles derroteros de reflexión que contribuyan a replantear elementos como el patrimonio y la identidad de la sociedad moderna. El énfasis está en los soportes que definen a la memoria social.

    La memoria social de la modernidad

    El objetivo es enunciar las bases que apuntan a la construcción de la definición de memoria social para vislumbrar en un contexto general aquellos planos, momentos operativos, elementos y mecanismos sistémicos donde se encuentra. El eje articulador es la memoria social de acuerdo con el interés principal de esta investigación; de manera secundaria, se recuperarán elementos que definan las memorias no sociales: aquellos que no pueden ignorarse porque son los entornos de la memoria social a los que no tiene acceso de manera directa, pero que por el hecho de trabajar como su entorno presuponen acoplamientos o elementos que producen roces: relaciones de las que no puede prescindir. Sobre esta relación también se abordan elementos y momentos, en particular para intentar dilucidar la configuración del entorno de lo social desde la memoria. Si se quiere concebir un lugar para esta exposición, éste corresponde a la presentación permanente de afirmaciones que se sustentan en los elementos y el montaje de la propia teoría de la memoria luhmanniana. Por lo tanto, son una invitación permanente al lector para continuar con el desarrollo y exposición operativa que propone esta investigación. Los textos en los que se estructura son el parágrafo Memoria, del capítulo III de La sociedad de la sociedad (Luhmann, 2007, 455-468); las menciones a los usos de la memoria en los diferentes momentos de la sociedad, en el capítulo IV de La sociedad de la sociedad, y el artículo Tiempo y memoria (Luhmann, 1996, pp. 319-325). En estas páginas, Luhmann expone cómo es la memoria social y en qué consiste la diferencia con la memoria.

    Los apuntes preliminares conceden formular precisiones al planteamiento general en torno a los tipos de memoria y de memoria social a los que se refiere la teoría de sistemas sociales de Niklas Luhmann. Estos apuntes aspiran a trazar un marco de referencia desde el cual pueda pensarse a la memoria y, con mayor énfasis, a la memoria social. Una de las primeras consideraciones debe exaltar que las memorias (de sentido y no) no son conceptualizadas como una entidad metafísica que es aprehendida por los sistemas, tanto de los sociales como de aquellos que no lo son. Por el contrario, la memoria y la memoria social sustentan su emergencia, funcionamiento y permanencia en la urdimbre operativa de cada sistema al que se refiera, incluso si éstos no son sistemas de sentido, de tal manera que, la memoria no es una prestación del entorno que se posa sobre ellos, sino una ganancia propia que emerge a partir de ellos. La teoría luhmanniana la concibe como una ganancia evolutiva, un mecanismo auxiliar sistémico, de tal manera que memoria y sistema se corresponden mutuamente en términos de su existencia, pues son simultáneos (Luhmann, 1998).

    El principio de simultaneidad abre paso a la siguiente consideración, que afirma entonces que la memoria presupone líneas específicas de los sistemas, tales como la autopoiesis, la clausura operativa y la autorreferencia. Esto puede considerarse como una generalización válida para los distintos sistemas involucrados, tanto para los de sentido como para aquellos que no lo son. En este espectro general es que la memoria y la memoria social adquieren anclaje en los soportes que demandan su ejecución operativa sistémica, al tiempo que toman distancia de los presupuestos metafísicos.

    Las bases operativas de la memoria de acuerdo con los sistemas de sentido; puntualmente, la comunicación

    Los requisitos generales de la memoria yacen en los sistemas que definen y preservan su autonomía en torno a la clausura operativa, a la autopoiesis y a la autorreferencia/heterorreferencia. En tal dirección, las memorias sistémicas son específicas a los sistemas, no las comparten; por el contrario, apelando a la clausura operativa las acoplan estructuralmente, asumiendo desde un primer momento que la diferencia entre ellos es lo que los lleva a proceder de esta manera. De ahí que se afirme que la memoria trabaja enfatizando la diferencia operativa entre los sistemas a los que se acoplan. Esto incluye a los diferentes planos: societal, organizacional e interaccional; de tal forma que pueda afirmarse que la memoria es una memoria de distinciones que apela a la unidad sólo como referencia, pero que en el operar sistémico enfatiza las diferencias propias del sistema por medio de la distinción que es ella misma.

    El doble proceder de la memoria conlleva que los sistemas constaten permanentemente su identidad, al satisfacer afirmativamente su autorreferencia operativa siempre en presente. A partir de esta especificidad de la reproducción de los sistemas es que establecen una relación circular entre el tiempo y la memoria, debido a que los sistemas acontecen siempre en el presente y es en el presente cuando afirman su identidad. De hecho, es en el tiempo sobre el que la memoria afirma su identidad y esto sucede en el presente sin excepción. La pregunta por el tipo de relación que establece la memoria con el tiempo se convierte en el eje articulador para la definición del tipo de memoria que es la memoria de los sistemas y, con mayor puntualidad, de los sistemas de sentido. El principio de la autopoiesis indica que el sistema es el condicionante único de la memoria, de él depende su reproducción. Si el sistema cesa, cesa la memoria.

    La autopoiesis del sistema es la autopoiesis de la memoria, si bien es cierto que una no es el equivalente de la otra, ambas presuponen la existencia del funcionamiento de la otra. La primera es la condición operativa para la existencia y permanencia de la memoria, mientras que la segunda garantiza la identidad del sistema y, en esta medida, funciona como un sello que afirma la autopoiesis; en consecuencia, ambas sostienen una relación indisociable. Por otro lado, una no puede subordinarse a la otra, pues son mecanismos diferenciados que desde dicha posición garantizan la permanencia sistémica. La afirmación del vínculo entre la autopoiesis del sistema, con la presencia de la memoria como el garante de su identidad operativa, lleva implícitas diferentes consideraciones; las más inmediatas remiten a la autorreferencia y a la clausura operativa, pero en torno a ellas y a la autopoiesis se articulan requisitos operativos que distinguen a los sistemas observados por la teoría de Niklas Luhmann. Sólo por ellos puede comprenderse que el comienzo de las operaciones se encuentra siempre preparado de antemano.

    La preparación siempre previa del sistema para su acontecer conlleva a observar un elemento que trabaja simultáneamente a la autopoiesis: la autoorganización. Una de las frases a recuperar es aquella que afirma que la autopoiesis corre sobre la autoorganización del sistema, pero que la autopoiesis no es la autoorganización del sistema. El principio de autoorganización se debe a la clausura operativa y significa que los sistemas se proveen a sí mismos los recursos articuladores de su función.

    A partir de lo anterior, se afirma que el sistema no requiere intervención externa para definir y reforzar su diseño interno. Recuperar la autoconstrucción de los dispositivos internos del sistema contribuye a diferenciar entre su presentación unitaria y los distintos planos internos. Él se estructura en torno a una función, pero no se agolpa de manera compacta sino que se diferencia a partir de ella, así es como puede explicarse que la memoria contribuye a la reducción y construcción de nueva complejidad en los sistemas, durante los microprocesos que los definen. Simultáneamente, en dichos microprocesos de información queda expuesto por qué la memoria trabaja a partir de distinciones, pues porque es desde el presupuesto general de los sistemas —que apunta que la reproducción se torna en diferencias sobre las cuales articulan su unidad de referencia— que la propia memoria constata y construye la diferencia interna del sistema; de hecho, la afirma como disposición general de operación. Por otra parte, si se remite al espectro general de la autoorganización de los sistemas, el dispositivo auxiliar de la memoria define el recurso de la construcción por medio del recuerdo de los diferentes planos. Esto significa que el sistema vuelve a apelar a los diferentes recursos y planos internos de sí mismo, al mismo tiempo que los construye. En un plano de generalización, se puede afirmar que si se observa este doble juego de la ejecución de la memoria, como mecanismo que al recordar construye, entonces se puede vislumbrar con claridad que aquí también está el cambio de estado que produce el sistema sobre sí mismo con su propia reproducción. En este momento, la afirmación de la unidad como referencia de producción de distinciones es válida para la memoria, misma que se presenta como una unidad de referencia que al ejecutar su función produce diferencias.

    La autoorganización pende de la estructura del sistema y es una de las dos operaciones del autocondicionamiento de éste; la otra es la autopoiesis. La autoorganización se refiere a la construcción de estructuras propias dentro del sistema, así como a la construcción de los límites que se actualizan con la reproducción continua; de modo que la autoorganización estructural está en renovación constante en tanto los sistemas permanezcan. El permanecer de las estructuras responde a la afirmación que avala que ellas son el proceso de su autoconstrucción, que si bien es cierto se orquesta de acuerdo con la función, también es cierto que requiere de mecanismos que construyan certeza al preservar la función.

    La solidez de las estructuras del sistema, de la autoorganización siempre enfrenta incertidumbre. La propia autopoiesis que corre sobre la autoorganización, las pone a prueba permanentemente y ellas encuentran en la memoria un recurso sistémico para reproducirse sin interpelar cada presupuesto operativo. La memoria confirma la identidad de los procesos al tiempo que los construye. La autoorganización de las estructuras también afirma su identidad, puesto que ellas también cambian, como cambia el sistema. De ahí que la memoria confirma la flexibilidad de las estructuras, porque ellas siempre deben recordar cómo se autoorganizan y autoorganizarse con el reordenamiento de cada acontecimiento comunicativo.

    El recuerdo de la memoria afecta, en este sentido, la forma en que la autoorganización se autoorganiza, pues ella es puesta a prueba en la autopoiesis del sistema. Ella recuerda la manera en que se estructura, de ahí que se regenere permanentemente, dicha regeneración tiene lugar en los límites del sistema y en ella recae la orientación interna del sistema en torno a la cual estructura su función. Consecuentemente, el acontecimiento comunicativo también pone a prueba los planos y órdenes internos sistémicos, en los que como caja de resonancia la autoorganización interna es puesta a prueba y enfrenta la incertidumbre que abre para sí mismo el sistema. El recuerdo y el olvido de las condiciones son ejecutadas en cada uno de los procesos que implica la reproducción interna. Nuevamente se encuentran en estas explicaciones elementos que sustentan la afirmación en torno a la memoria, aquellos que apuntan a la reducción de complejidad, la gran cantidad de información y microprocesos de los que da cuenta. Lo anterior tiene siempre dos direcciones, una, la identidad operativa del sistema; dos, su autoconstrucción.

    El siguiente aspecto tiene que ver con las relaciones intersistémicas, mismas que están condicionadas por la estructuración general y su disposición interna. A partir de aquí se distingue entre estructura y proceso¹. La estructura acontece como estructura en el presente; es en el presente que la estructura es relevante porque es en el tiempo que ocurre el sistema. A partir de esto, se determina su utilidad en el presente para el sistema, ya que la estructura se da sólo con relación a él. En el presente sistémico, la complejidad se ordena y orienta de acuerdo con la estructura, lo que representa es el pool de posibilidad presente que enfrenta la autopoiesis permanente; en otras palabras, es su capacidad de operación, porque aquí yace el repertorio de la selección actualizable. Por dichos requisitos es que las estructuras son la autoorganización sistémica. A ellos se agrega que la estructura orienta el acontecer de las operaciones, orientación que se remite a una preparación previa por parte del sistema que denomina pasado inmediato.

    ¿Cómo aproximarse a la relación entre autoorganización, estructura, tiempo y memoria?² Uno de los elementos presentes es que la disposición entre el pasado inmediato del sistema y su autopoiesis está a cargo de la memoria. En general, la memoria prepara y construye el pasado inmediatamente previo a la actualización inmediata sistémica. Esto se debe a que cuando afirma y garantiza la identidad y las grandes cantidades de microprocesos de información, la memoria también participa en el nuevo estado. Las expectativas dan cuenta de esta preparación para su autopoiesis por medio de la orientación de la comunicación. Con esto consiguen el enlace de la comunicación. Este par de condiciones de la estructura exponen en qué términos puede comprenderse el pasado inmediato, la preparación del sistema para autorreproducirse. El tiempo de suceso es siempre el presente. En el presente se acopla la memoria y la expectativa, con mayor puntualidad entre lo que se designa en la memoria y la proyección o secuencia de la expectativa.

    Desde la perspectiva de la autorreferencia del sistema que garantiza la reproducción continua en torno a una sola operación, la memoria reproduce la identidad del sistema a partir de ese tipo de operación. Si seguimos esta referencia, es posible observar dos pautas generales de la función de la memoria desde el marco de la autorreferencia. El primero es la unidad del sistema que se separa del entorno; el segundo es la identidad y diferencia de cada mecanismo que define al sistema de manera interna, que hace posible ver los diferentes planos que lo definen. Internamente, el sistema es un sistema de diferencias que para sostener su funcionamiento separa y reproduce dicha separación. La puntualidad de dichas identidades queda a cargo de la propia memoria; aun cuando la teoría no diseña para ésta una forma que incluya una disposición identidad/diferencia, porque por sí mismas no tienen el peso para que en ella recaiga la afirmación.

    Los sistemas operativamente constatan su identidad por medio de la rectificación de la memoria, mientras que aquello que permite que el sistema conserve su identidad operativa es la función de la memoria, ejecutada a partir de la forma olvido/recuerdo; de modo que la memoria, apelando a la función de sí misma, trabaja a partir de su propia identidad: recuerda de acuerdo con la realización de las operaciones del sistema y olvida tanto aquello que el sistema no actualiza más, como las operaciones que han acontecido. Si se pensara en enunciar autológicamente la función de la memoria, entonces puede afirmarse que recuerda lo que tiene que recordar. El recuerdo del recuerdo refiere a la función en torno a la que se estructuran los sistemas, sin dejar atrás que la condición de posibilidad del recuerdo también es el olvido: para recordar hay que tener presente que se olvida. El recuerdo es el recuerdo que afirma que ella misma es producto de esa función y, que la función, no puede renunciar a ella. Desde este nivel de abstracción, la memoria es autorreferente a sí misma, pues no puede hacer otra cosa que recordar/olvidar.

    El acoplamiento entre memoria y expectativa implica garantizar en la autopoiesis del sistema la orientación del acontecimiento comunicativo. La manera en que esto sucede se debe a que en el momento en el que se acoplan memoria y expectativa, la comunicación es reconocida por el sistema; debido a que la expectativa orienta la selección del acontecimiento de acuerdo con la función presupuesta. Mientras que lo presupuesto remite al pasado inmediato del sistema, la memoria, cuando recuerda lo que puede ser elegido, construye la selección sistémica propia. Recuerda, pero el recordar es producir una nueva distinción; por lo tanto, la memoria no es un pasivo de los sistemas que se petrifica en la constatación, sino que por el contario es histórica y cambiante, de acuerdo con la autopoiesis. Sólo por esto es considerada como prueba de consistencia de la estructura que corre en el presente; puntualmente, en el acoplamiento expectativa memoria. En este sentido, se afirma que la memoria corre en la estructura; sin embargo, no es la estructura y tampoco desempeña sus funciones. Una de las afirmaciones más importantes habla sobre la desarticulación entre el pasado, el presente y el futuro, a los que sólo se tiene acceso en el presente, aunque esto sólo se presenta en el instante del acontecimiento comunicativo. Lo anterior aplica, por lo menos, en términos operativos, es decir, durante la autopoiesis sistémica. El pasado y futuro son abiertos: el primero es la preparación operativa; el segundo, la resolución en el presente de la actualización operativa del sistema.³

    El último de los conceptos límite de los sistemas es la clausura operativa que distingue a este tipo de sistemas. La contundencia de este requisito sistémico también lo es para la memoria, ya que la memoria es producto de la clausura operativa. Ésta sella el límite y un producto de ese sello es la memoria, debido a que sólo porque los sistemas están contenidos en sí mismos pueden recordar qué y cómo⁴ hay que recordar. Si la clausura operativa cierra el sistema, la memoria le recuerda operativamente que ellos no pueden salir de sí mismos: enfatiza la pertenencia única de la memoria a cada sistema; la memoria recuerda/olvida siempre respondiendo a la función del sistema. La clausura encierra la memoria en sí misma y por este cierre contribuye a la reproducción, pues tiene a su cargo grandes cantidades de microprocesos sistémicos. La posibilidad está en su cierre operativo. Tanto la memoria como el cierre operativo se presentan como una ganancia evolutiva, de los sistemas. ¿En qué dirección se apunta dicha afirmación? Si se observan los sistemas de sentido, tanto psíquico como social, la clausura operativa y la memoria pueden presentarse como ganancias evolutivas cuya eficacia consiste en que logran ordenar en torno a límites específicos el sentido, ya sea a cargo de la conciencia o de la comunicación. El cierre operativo amarra la relación operación-sentido, mientras que la memoria la confirma.

    La contundencia de esta dupla de elementos apela a la diferencia en los órdenes emergentes de los sistemas que se acoplan con los sistemas de sentido. Por lo tanto, la memoria apunta

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