Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:: representaciones e identidades
Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:: representaciones e identidades
Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:: representaciones e identidades
Libro electrónico283 páginas4 horas

Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:: representaciones e identidades

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Los autores de este libro observan que, en los primeros años del siglo XX, en el imaginario de las elites, los jóvenes en la Ciudad de México eran considerados, salvo excepciones, dependientes, sin capacidad de decisión individual y política. Por lo tanto, las instituciones creadas para su atención, pretendían modelar y fijar determinados parámetros de conducta, predominado así una visión externa. Sin embargo, no obstante, ciertas continuidades, desde la segunda mitad de ese siglo, los jóvenes cuestionan el orden establecido, se agrupan en organizaciones políticas y culturales encaminadas a repensar el país a partir del fortalecimiento de sus identidades individuales y colectivas. En este contexto, las instituciones educativas se han convertido en lugares propios de expresión, resistencia y socialización.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2022
ISBN9786078840564
Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:: representaciones e identidades

Relacionado con Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:

Libros electrónicos relacionados

Ciencias sociales para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México:

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México: - María del Carmen Díaz Vázquez

    UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

    DIFUSIÓN CULTURAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

    RECTORA

    Tania Hogla Rodríguez Mora

    COORDINADOR DE DIFUSIÓN CULTURAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

    Fernando Félix y Valenzuela

    RESPONSABLE DE PUBLICACIONES

    José Ángel Leyva

    Entre siglos, jóvenes en la Ciudad de México: representaciones e identidades

    Primera edición electrónica, 2022

    D.R. © María del Carmen Díaz e Hilda Margarita Sánchez Santoyo

             © Universidad Autónoma de la Ciudad de México

    Dr. García Diego, 168,

    colonia Doctores, alcaldía Cuauhtémoc,

    06720, Ciudad de México

    ISBN 978-607-8840-56-4 (ePub)

    Imagen de portada: Daniel Ramos Garduño

    publicaciones.uacm.edu.mx

    Esta obra se sometió al sistema de evaluación por pares doble ciego y fue aprobada para su publicación por el Consejo Editorial de la UACM.

    Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, archivada o transmitida, en cualquier sistema —electrónico, mecánico, de fotorreproducción, de almacenamiento en memoria o cualquier otro—, sin hacerse acreedor a las sanciones establecidas en las leyes, salvo con el permiso expreso del titular del copyright. Las características tipográficas, de composición, diseño, formato y corrección son propiedad del editor.

    Hecho en México

    Índice

    Introducción

    Primera parte

    Los jóvenes en el imaginario de las elites

    Representaciones sociales sobre la juventud de las clases media y alta durante el Porfiriat

    Luis Gilberto Tello

    Corrección y modernidad, imaginarios disciplinarios hacia los jóvenes en México

    Hilda Margarita Sánchez Santoyo

    El reacomodo de las elites culturales: del positivismo al Ateneo de la juventud

    Martín Vázquez Sandoval

    Segunda parte

    Jóvenes, memoria e identidad

    Memoria, historia e identidad desde la perspectiva de los jóvenes. Un acercamiento a partir del relato autobiográfic

    María del Carmen Díaz Vázquez

    Los jóvenes estudiantes de bachillerato: entre la formación académica y las expectativas personales

    Dulce María Sánchez Rodríguez

    El trabajo sexual y la construcción identitaria de mujeres jóvenes en la Merced

    José Luis Ferreyra Morales

    Notas al pie

    Introducción

    A mediados del siglo XX, con el avance de los sistemas masivos de educación y la ampliación de los medios de comunicación, los jóvenes iniciaron un proceso de participación política y cultural que, como señala José Manuel Valenzuela, expresa las grandes diferencias en las formas de participación social de las y los jóvenes en el largo tiempo de la historia.¹ Así, han cuestionado el orden establecido, se han sumado a los proyectos de transformación o han generado propuestas particulares en torno a la nación posible.

    El proceso de construcción identitaria de los jóvenes ha seguido un camino complicado y azaroso. A principios del siglo XIX, eran considerados dependientes en todos los órdenes, sin capacidad de decisión propia, obligados a obedecer; todo intento por actuar de manera independiente causaba sospecha, por eso, se pretendía mantenerlos disciplinados y obedientes; para aquellos que no entraban en los cánones del control parental se estructuraron espacios disciplinarios, los cuales fundamentaron con sus prácticas a las instituciones correccionales actuales como los Consejos Tutelares. Estos siguen considerando a los jóvenes, situados entre los 15 y 18 años, como sujetos incapaces de decisión propia, inacabados e infractores por su rebeldía ante la familia y la sociedad, sometiéndolos al encierro y tratamiento semipoliciaco.

    Hacia finales del siglo XIX y en la primera parte del siglo XX, se generó un fuerte movimiento social y político de carácter urbano en el que participaron los jóvenes, específicamente de los sectores medios, de la Ciudad de México, formando organizaciones alternativas en las que expresaron abiertamente sus puntos de vista sobre temas relacionados con la educación, el trabajo y la igualdad social. Se trató de una generación de jóvenes fogueados por los retos que impuso la dictadura porfirista y la revolución de 1910. Estos jóvenes, reunidos en grupos que mantenían intercambio cultural con intelectuales de diversos países, participaron en la creación de las universidades populares y la consecución de la autonomía universitaria. Ellos propiciaron una vigorosa polémica que abrió un nuevo horizonte intelectual donde se reinventaban los imaginarios, entendidos como las representaciones, imágenes y conjuntos mentales teórico interpretativos, desde los cuales se debatía lo juvenil, en algunos casos, desde antiguas tradiciones y en otros desde perspectivas innovadoras. El punto máximo de la participación juvenil llegaría con el movimiento estudiantil y el proceso contracultural de los años sesenta. Posteriormente, construyeron cogobiernos y autogobiernos en las instituciones educativas, así como espacios propios de vida y negociación de sus necesidades y expresiones culturales.

    De esta manera, en el siglo XX, los jóvenes se hicieron cada vez más activos, asistieron a las universidades, reinventaron sus expectativas y reformularon sus imágenes ante un mundo cambiante. Se convirtieron en científicos y revolucionarios que lideraron movimientos sociales, proyectos artísticos y culturales de vanguardia, así como partícipes de corrientes igualitarias y libertarias que modifica on sus espacios de expresión.

    Así, los jóvenes propiciaron la renovación de los imaginarios en torno al papel social de las juventudes en el marco de la construcción del Estado nación; con su acción retroalimentaron diferentes enfoques sobre los roles dominantes del ser joven y estimularon la investigación sobre la juventud y sus problemas en México. El punto de partida fue el análisis de la contención y disciplina, proliferando, a principios del siglo XX, los estudios acerca de los orígenes y consecuencias de la transgresión juvenil, tal como se muestra en los trabajos de Manuel Velázquez Andrade, La delincuencia juvenil², de Mariano Funes, La criminalidad de los menores³, y de Luis Rodríguez Manzanera, Criminalidad de menores.⁴

    A principios del siglo XXI, otros investigadores como Irma Leticia Pérez-Rodríguez, amplían su mirada hacia la percepción de los jóvenes en torno a la identidad nacional. La autora señala que si bien la construcción de la identidad nacional forjó sentimientos de pertenencia y apuntaló el sentido de identidad y unidad nacional, también erosionó el nacionalismo oficial como mito e ideología estatal, principalmente a partir de 1982, bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, y en forma más acentuada en el régimen de Salinas de Gortari (1988-1994) cuando el discurso nacionalista fue sustituido por la retórica neoliberal de la modernización, el progreso, la productividad y la eficiencia⁵ En esos años, la globalización y el Tratado de Libre Comercio sugirieron a los jóvenes mirar e identificarse con Norteamérica y renunciar a su tradición cultural vinculada con América Latina. Tal situación, transformó sus principios, valores, concepciones e ideologías sobre la identidad nacional, inducidas por el Estado a través de la escuela, pero pronto fue trocada por la incertidumbre. Entonces los jóvenes articularon nacientes aspectos culturales y políticos, nuevos sentimientos morales y de pertenencia con los cuales construyeron juicios sobre su momento histórico. En este contexto, cobraron significado la defensa de los derechos humanos, de las mujeres, de los indígenas y homosexuales, así, el reconocimiento a la diversidad cultural fomentó nuevas formas de organización social, las cuales atrajeron la mirada de nuevas investigaciones que, desde diferentes enfoques, han buscado ampliar el análisis de este diverso grupo social.

    Elena Azaola, en su texto La institución correccional en México⁶, integra la visión de los propios jóvenes en situación de reclusión; por su parte Maritza Urteaga en Imágenes juveniles del México moderno⁷ y Formas de agregación juvenil⁸, explora la formación de grupos juveniles y las distintas manifestaciones de su cultura, e incursiona, en otro trabajo denominado Identidad, cultura y afectividad en los jóvenes punks mexicanos⁹ en las características de las bandas juveniles en el mundo contemporáneo.

    Por su parte, Rossana Reguillo, en su texto Los espacios y los tiempos de las culturas juveniles¹⁰, estudia la construcción de una identidad adolescente mediática, desde la lógica del consumo masivo. En esa preocupación, Carles Feixa, en trabajos como La ciudad en la antropología mexicana, Los espacios y los tiempos de las culturas juveniles, y De jóvenes, bandas y tribus, antropología de la juventud¹¹, ha explorado y comparado las distintas manifestaciones contemporáneas de las organizaciones juveniles. En esta misma perspectiva, se han realizado trabajos como el de Hugo Sánchez Gudiño, Delincuencia juvenil en el México bárbaro: de los pistoleros y pandilleros a los grupos de choque estudiantiles en la UNAM¹², y el de José María Valenzuela, Culturas juveniles, identidades transitorias, en los que se abordan las características y objetivos de las denominadas bandas.

    Rogelio Marcial estudia, en su texto Jóvenes y presencia colectiva¹³, también a los adolescentes marginales. Por su parte Francisco Gomezjara, en su trabajo Aproximación sociológica a los movimientos juveniles y al pandillerismo en México, analiza el surgimiento de pandillas juveniles en la Ciudad de México entre los años cincuenta y sesenta, distinguiendo sus características territoriales y simbólicas.¹⁴

    También existe una serie de estudios que revisan las estructuras educativas y sostienen la necesidad de una renovación en sus procesos; por ejemplo, mencionemos las obras de Ana María Cerda y Jenny Assael: Joven y alumno, ¿Conflicto de identidad? El de Silvia Duschatzky, La escuela como frontera, y el de Elsa Guerrero Salinas La escuela como espacio de vida juvenil, dimensiones de un espacio de formación, participación y expresión de los jóvenes.¹⁵

    Como se puede observar, las investigaciones mencionadas han analizado las conductas y el imaginario de los jóvenes quienes, como afirma Rossana Reguillo, son una invención de la posguerra, la cual se relaciona con tres procesos: el acelerado desarrollo industrial y científico, la oferta y el consumo cultural, y el discurso jurídico¹⁶. Estos resultaron significati os ante el crecimiento del sector juvenil en el siglo XX, tal como lo consignan los censos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI). La población, entre 15 y 29 años, que es la considerada por distintas instancias como la población joven, creció de manera exponencial, en 1910 habían 2.5 millones de una población total de 15 160 369; en 1921, eran 4 millones de 14 334 780; en 1950 sumaban casi 7 millones de una población total de 25 millones.

    El mayor crecimiento de población joven, se dio a fines del siglo XX; para 1990, se calculó en 23 millones en el país y 2.6 millones en la Ciudad de México. Con el advenimiento del siglo XXI, en el año 2000, ya era un total de 27 millones, para el 2010, 29.7 millones de jóvenes, entre 15 y 29 años de edad, de los cuales habitaban en la Ciudad de México 2 203 472.¹⁷

    El crecimiento cuantitativo se acompaña de la transformación general de la sociedad, la cual experimentó una importante ampliación de la esperanza de vida. Ésta, a principios del siglo XX oscilaba entre los 30 y 40 años. Más tarde, en 1940 registró un ligero avance, 60 mil individuos de una población de 19 millones y medio, tenía 50 años. A partir de 1950 empieza a crecer el número de personas que alcanza no sólo esta edad sino que había alcanzado los 80 años; para 1990 más de 400 mil individuos llegaron a esta edad y en 2010 la población de más de 80 años casi se duplicó alcanzando los 798 936 individuos.¹⁸ En general, la población se incrementó, especialmente, el sector juvenil, cuya masificación catalizó la emergencia del mundo de lo juvenil en todas esferas de la vida social.

    Por primera vez en nuestra historia, se amplió la perspectiva de sobrevivencia de los jóvenes de las clases populares y con ello surgió la posibilidad de generar proyectos de vida alternativos. La muerte prematura que los asolaba en etapas anteriores debido a la falta de medicamentos, condiciones de higiene y alimentación, retrocedió con las revoluciones científicas y tecnológicas del siglo XX, permitiendo, por tanto, en la actualidad, que no sólo vivan más sino que se interconecten con otras experiencias nacionales e internacionales emergiendo como sector social heterogéneo.

    El sector juvenil ha optado por una vida activa dando importancia a demandas relacionadas con las necesidades de su edad, en el campo de la política y las artes; su composición social es heterogénea, pertenecen a clases sociales distintas, son poseedores de mentalidades y posturas ideológicas encontradas, pero con un punto en común: la juventud. Esto los lleva a conjugar intereses que los diferencia de los adultos, construyendo espacialidades y temporalidades que definen territorios e imaginarios específico.

    Sin embargo, las oportunidades laborales y académicas no han crecido al mismo ritmo que el sector juvenil; de acuerdo a las cifras oficiales sobre educación, a pesar de existir en el 2010 más de 11 millones de jóvenes entre 15 y 19 años, etapa en la que se cursa el ciclo de educación media superior, solo existían en el país, hacia 2013, 15 990 escuelas de este tipo, con capacidad para 4 millones de estudiantes, lo que deja fuera a 7 millones de jóvenes. A nivel superior, sólo se reportan 6796 escuelas con capacidad para 3 millones de jóvenes, mientras que el censo del 2010 señalaba la existencia de 9.8 millones de jóvenes entre 20 y 24 años, que es la edad propia para los estudios universitarios, y 8.7 millones entre 25 y 29 años, edad de término de estudios de licenciatura e inicio de los posgrados. Sin embargo, como se puede apreciar, la oferta educativa es insuficiente, además, a nivel superior, de las 6796 mil escuelas mencionadas, solo 3 mil son públicas, lo cual reduce las posibilidades de los jóvenes de los sectores populares para acceder a los estudios universitarios.¹⁹ Por otro lado, se reporta un nivel del 70% de desempleo en los jóvenes entre 15 y 29 años y hay, al menos, 7 millones de jóvenes que no acceden a escuelas ni a trabajo alguno, que sufren agresiones psicológicas y físicas de diverso tipo.²⁰

    Actualmente, en la Ciudad de México, conviven, se atraen o se repelen, múltiples formas de vivir la juventud, las cuales plantean importantes retos al espacio urbano. Por tanto, la complejidad que ha adquirido el mundo juvenil exige un análisis profundo de los fundamentos ideológicos de las instituciones que los consideran como centro de su accionar, así como de los procesos de construcción de las identidades juveniles desde la voz de los actores. La gama de posibilidades de acercamiento a este sector de la población es múltiple, por eso se requieren mayores investigaciones relacionados con la juventud como etapa importante en la vida de los individuos.

    En la presente investigación pretendemos establecer un diálogo entre el presente y el pasado con la intención de evitar la fugacidad y la aparente espontaneidad de la participación cultural y política de los jóvenes. De esta manera, a partir del análisis de diversas fuentes, esperamos contribuir al entendimiento de una historia social de los jóvenes, en el sentido que propone George Rudé²¹, que haga inteligibles los problemas en el proceso de construcción del mundo juvenil.

    Por lo anterior, en este libro, exploramos, en la primera parte, las representaciones, prácticas sociales y políticas dirigidas desde el Estado hacia los jóvenes en las primeras décadas del siglo XX; en la segunda parte, recuperamos aspectos de la memoria individual y colectiva de los jóvenes a principios del siglo XXI. Consideramos que un estudio de este tipo es necesario porque, como se ha señalado en líneas anteriores, en años recientes ha crecido la investigación referida a los jóvenes en México, pero aún son pocos los trabajos que consideran lo juvenil como un mundo de vida cultural de larga duración. Por tanto, es necesario seguir trabajando en la comprensión de sus imaginarios a través de la recuperación de su memoria, de su participación política y cultural (desde visiones inter y transdisciplinarias) para valorar las experiencias acumuladas a lo largo de la historia en la Ciudad de México y su área conurbada. Esto permitirá proponer alternativas encaminadas a la participación democrática de los jóvenes en la toma de decisiones relacionadas con la educación, el desarrollo y la cultura.

    Así, los problemas de los jóvenes, no han sido resueltos por el limitado impacto de las políticas públicas, sobre todo, considerando el viraje neoliberal del Estado a partir de los años ochenta del siglo XX. Tal situación ha planteado nuevos retos, por ejemplo, la reducción del presupuesto para educación, cultura y desarrollo social han minimizado sus oportunidades de ascenso social y hasta de sobrevivencia. Si bien la educación se ha mostrado como una importante alternativa para los jóvenes, las políticas públicas del Estado actual, en los hechos, las ha contraído marginándolos, sobre todo, a los más pobres. Según cifras recientes, más del 50%, se encuentran fuera de los espacios de la formación académica, tal como lo muestra el hecho de que existen un poco más de 3000 universidades para 29 millones de jóvenes, los cuales al no tener forma de insertarse en actividades productivas acumulan frustraciones y buscan otras alternativas al margen de la legalidad.

    Como contrapartida a lo señalado, los jóvenes de la Ciudad de México, durante el siglo XX y lo que va del XXI, han adquirido conciencia social, se organizan, defienden sus espacios, muestran conciencia de grupo y expresan, mediante el arte y la cultura, una posición crítica, en momentos revolucionaria, frente a las estructuras sociales. Con su acción han ido modificando las escuelas, que se han convertido para ellos en lugares propios de expresión, resistencia y socialización.

    Así, considerando la perspectiva esbozada, el presente libro inicia con el trabajo de Gilberto Tello, Representaciones sociales sobre la juventud de las clases media y alta durante el Porfiriat, quien analiza cómo en los discursos de ese periodo de la historia mexicana, se definie on, en términos simbólicos y culturales, los modos dominantes de ser joven.²² En un primer momento, el autor se acerca a los significados de la categoría social juventud, posteriormente, examina cómo se representó la identidad de las y los jóvenes de los sectores acomodados, concluyendo que dichas representaciones no conforman un todo homogéneo, ni tampoco son esencias universales, al contrario, son entidades históricas que se construyen conflicti amente en el devenir. En la conformación histórica del sector de estudio, se destaca una visión tradicional, que separa a los jóvenes de las jóvenes como punto de partida de la relación dominante que se proyecta en estereotipos superficiales y sexistas.

    Por su parte, Hilda Sánchez, en Corrección y modernidad, imaginarios disciplinarios hacia los jóvenes en México, señala que la transición que vivió México del mundo colonial al mundo capitalista moderno, generó nuevos imaginarios disciplinarios que conformaron instituciones, saberes y prácticas dirigidas a la modificación de las conductas juveniles. Estas prácticas dieron origen y fundamento a las políticas disciplinarias del Estado mexicano hacia los menores de 18 años, en las cuales se revela el papel que se asignó a los jóvenes en la construcción de las lógicas culturales emergidas en el proceso de conformación del Estado nación. Además, se establecieron los principios que conducirían el deber ser juvenil, el cual dejaba de lado el contexto particular de los jóvenes citadinos de los sectores populares, limitándose a criminalizarlos sin ofrecer alternativas de educación y vida familiar armónica.

    Posteriormente, Martín Vázquez, en El reacomodo de las elites culturales: del positivismo al Ateneo de la juventud, analiza la praxis de los jóvenes de la elite porfirista y los jóvenes de El Ateneo de la Juventud, los primeros convencidos del alcance del progreso económico mediante el aprendizaje científico o conocimiento positivo, desarrollaron una ideología basada en la selección natural en la sociedad, traducida como darwinismo social y evidenciada por la riqueza acumulada, que autorizaba el control político, la falacia de una supuesta superioridad racial y el sometimiento del criollo sobre el indio, aspectos que políticamente los llevó a avalar la dictadura porfirista. Por su parte, los jóvenes de El Ateneo, una nueva elite de intelectuales, para contrarrestar la influencia cultural del positivismo, criticó sus posturas y renovó el pensamiento de la primera década del siglo XX, contribuyendo a la transición revolucionaria que el fin del porfiriat representaba. Sus integrantes justifica on su misión para contrarrestar el sentido mercantil y materialista de la cultura norteamericana. Como hidalgos del espíritu manifestaron su preocupación por la ignorancia de las masas, se observaron más allá de éstas, en fraternidad con Justo Sierra y José Rodó, argumentaron su superioridad intelectual y dieron por válido el consentimiento de las multitudes para liberarlas de su atraso.

    De esta manera, la primera parte del libro muestra cómo los jóvenes eran pensados desde las estructuras de poder y los contrastes existentes entre las elites y los sectores

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1