Destilando la Cultura Política
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obra que el lector tiene en sus manos plantea una cuestión clave, los
estudiantes como un sector de la juventud mexicana configuran una categoría
social, por derecho propio, lleno de aporías y desafíos para la inclusión, la organización
y la p
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Destilando la Cultura Política - Bonifacio Vuelvas Salazar
Capítulo I El cultivo de la cultura política y cultura cívica de los jóvenes en el contexto de la diversidad y la inclusión
María Eugenia Hernández Baltazar¹
Sahara Mejía Bricaire²
eugeniahernandezg0@aragon.unam.mx
sahara.mejia.bricaire.92@gmail.com
Nota preliminar introductoria
Frente al caos de la contingencia contemporánea, los sujetos se desdibujan en el acontecer histórico; la coyuntura política actual nos presenta un Estado que se redefine frente a las sociedades y en sus formas de gobiernos hegemónicos neoliberales; ante las cada vez mayores brechas de la desigualdad y vulnerabilidad exacerbante, más explícitas en las regiones latinoamericanas, pero sin regiones en excepción dada la mundialización de los mercados económicos y el entramado de medios y redes digitales.
En cuanto al sistema educativo, éste arrastra un déficit que nos cobró factura en el contexto actual… un 60% de los jóvenes que aspiran a integrarse no tienen acceso a la educación superior
(Casanova, 2020) y atrás hay muchos otros que ni siquiera aspiran a integrarse, lo que muestra la fragilidad de nuestras instituciones y los altos riesgos presentes y futuros. Los grupos de riesgo aún se ven más afectados, entre estos, las juventudes son altamente susceptibles a las condiciones no sólo económicas y de falta de políticas públicas, sino además de salud, tecnológicas y culturales, que minan sus posibilidades de participación para su ejercicio cívico y ciudadano.
En este contexto, en México, las y los jóvenes no sólo constituyen el grupo etario más numeroso, con proyecciones que alcanzan los 39 millones de personas, sino que, además, son uno de los más diversos, identificados bajo un mosaico de identidades y condiciones económicas, políticas, lingüísticas, laborales, sociales y culturales que orientan y dotan de sentido individual y colectivo a este extenso grupo de población; ellos y ellas, tienen dudas y miedos frente a la incertidumbre. Según INEGI (2020) se estima que en México "hay 30.6 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años, quienes representan el 25.7% de la población total en nuestro país…". De ellos, sólo el 30% tiene estudios de licenciatura, el 70% trabajan en empleos formales ganado menos de 6000 pesos mensuales y el otro 30% en el empleo informal y a nivel internacional, uno de cada seis jóvenes se encuentran sin trabajo de acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo. Tienen una vida sexual temprana y con riesgos, el 64% es solteros-as y aunque son considerados ciudadanos digitales no necesariamente se han alfabetizado en estos entornos y sólo son consumidores pasivos principalmente con el uso de teléfonos y de redes sociales como Facebook. Sin embargo, se han constituido en buscadores de visibilidad que, con creatividad y valor, se asumen aisladamente en protagonistas de su tiempo, dejando claro que mientras no haya justicia social, no puede haber democracia.
Sin embargo, estos protagonismos son muy heterogéneos y con complejos sentidos y significaciones. Por lo anterior, en este escrito, cuya intención es analizar la relación entre la cultura cívica y los jóvenes que se establece en el ámbito de las interacciones entre pares, para comprender las diversas formas de convivencia en los espacios escolares, familiares, institucionales, desde las fronteras estatales y de la sociedad civil bajo la influencia de contextos culturales diversos ante la necesidad de mayor equidad e inclusión. Para abordar este propósito, en un sentido transversal, se parte de algunas premisas que se señalan a continuación:
• Premisa A. Hoy no hay un Estado ni políticas públicas homogéneas, ya que afrontamos una diversidad de entramados de fuerzas, grupos, medios y gobiernos hibridizados, donde confluyen posturas, antes irreconciliables, donde se desdibujan con mayor profundidad las fronteras de los intereses económicos diversos legales o ilegales pero legitimados, los políticos gubernamentales de fracciones en alianzas inimaginables, culturas heterogéneas amalgamadas o forzadas por las culturas globalizantes, por los avances tecnológicos y las mercadotecnias digitales.
• Premisa B. El trabajo de la interpretación de la participación política y ciudadana de las juventudes requiere de un desplazamiento de las perspectivas de la política comparada, de estudios que sobrevaloraron el orden político y el estado tradicional de la política desde una lectura empirista y positivista; y que dejaron de lado la particularidad de las expresiones cotidianas de las diversas audiencias y los partícipes de lo político propio que se requiere. Por ello se apuesta por un posicionamiento interpretativo y problematizador de la realidad, de forma crítica y dialéctica. Lechner (1987: 54) ya proponía trabajar en las realidades latinoamericanas sui generis, para entramar las formas de democratización posibles articuladas a los problemas históricos y sus múltiples representaciones heterogéneas, diversas y plurales, sobre todo pensando en la complejidad contemporánea.
1.• Premisa C. Para este análisis reflexivo y parafraseando a Weber (1987) es necesario diferenciar la acción política gubernamental o burocrática y lo político como espacio de concreción diferenciado. La acción política bajo un espíritu burocrático, ahogado en sus mecanismos y reglas preestablecidas, sin capacidad de crear nuevas condiciones de existencia. Y lo político, definido por los juegos de poder auténticos y responsables basados en la pasión sincera de quien lucha en un contexto concreto y en un marco cultural donde el conflicto no es invisibilizado, sino se reconoce como parte de las diferencias para que el individuo actúe con sentido de responsabilidad y bajo el compromiso y la pasión de sus convicciones. De esta manera, para dar lectura a la cultura de la participación política y ciudadana de las juventudes, tendríamos que diferenciar ambos sentidos, desplazándonos de la mirada tradicional de encajonar su participación bajo una mirada adulto céntrica, en los esquemas burocráticos de participación, es necesario pensarlo desde su posibilidad epistémica de creación de sentidos y significados auténticamente alternativos. En este entramado juegan un papel relevante la ética y la violencia, con sus concomitantes lógicas del poder y la fuerza; así como la legitimidad, la obediencia y los juegos de intereses concretos o simbólicos donde se da esa acción social-política y pedagógica.
Partiendo de estas premisas, a continuación, se abordará primero, el tema de la cultura política y la cultura político-cívica de los jóvenes, para hacer un primer acercamiento a estas nociones, que son base de los estudios interpretativos de las expresiones de las juventudes y su formación cívica en los contextos específicos del bachillerato.
Posteriormente, se analizarán algunas aproximaciones teórico-conceptuales hacia las juventudes y sus tensiones contemporáneas. Para cerrar con los temas de dos procesos entramados al significado que hoy cobra la participación cívica y social de esta población etaria, las culturas digitales y el denominado Estado Híbrido, como fronteras emergentes de la inclusión y exclusión frente a su vulnerabilidad. Así, el cierre enfoca la reflexión de la revisión de las culturas de la digitalización como procesos de alfabetización excluyente de las juventudes pero a la par como principio de legitimidad fáctica de la diversidad de formas de participación política más allá de las fronteras de las acciones tradicionales, para pensar en la posibilidad ejercida de interpelación ante las formas dominantes y la creación y resignificado de sus expresiones y representaciones de y en la realidad social cotidiana, desde las juventudes como actores-autores de su memoria histórica y su corresponsabilidad social.
1. La cultura política y la cultura cívica de los jóvenes
El concepto de cultura política
se viene desarrollando desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, para tratar este concepto sumamente importante, debe tratarse primeramente el concepto de cultura cívica (1963) que se encuentra entre el inicio y fin de importantes acontecimientos históricos en diversas naciones incluyendo México con el movimiento social estudiantil de 1968 su condición modernizadora de la política a partir del cambio social y de la violencia como respuesta política que evidenciaría un régimen de gobierno que agotó la política, la negociación y la necesidad del consenso social. Italia, en ese mismo año, enfrentó huelgas estudiantiles en demanda de reformas en el sistema educativo, los trabajadores convocaron huelgas generales para pedir la reforma a la seguridad social y años más tarde, las demandas feministas llevaron a la aprobación de la ley del divorcio y la legalización del aborto.
Asimismo, Alemania con el movimiento de protesta estudiantil se oponía al manejo de su pasado nacionalista exigiendo un cambio social. En Inglaterra, los estudiantes, ansiosos de acción, se unirían a los obreros de las fábricas convencidos de constituir también ellos una nueva clase social en cuyas manos era posible la revolución. Asimismo,en Estados Unidos con la guerra en Vietnam y la lucha por los derechos civiles y la libertad de expresión que encabezó Luther King, surge la participación de jóvenes que deseaban cambios en las condiciones sociales y en los asuntos de una agenda política de los años 70´s y 80´s en pro de los derechos sociales y políticos de todos, incluyendo personas de color, trabajadores y mujeres, que hasta esos años fueron reconocidos, producto de movilizaciones sangrientas que anteriormente eran censurados, sometidos a la marginación y condenados a la negación del sistema de gobierno, imperante hasta ese momento.
Así como señala Gilda Waldman respecto a las juventudes de los 60´s:
Los jóvenes compartieron el anhelo de libertad frente a sociedades rígidas y autoritarias, el cuestionamiento de anquilosadas estructuras de poder, la critica a democracias que demostraban su insuficiencia, y la valoración de la responsabilidad solidaria frente al individualismo y la competencia (...) dirigió sus críticas contra un mundo donde continentes enteros vivían en la miseria física y moral, contra gobiernos que ejercían el poder justificándose ante la amenaza de un enemigo externo
y contra modelos políticos de eterna permanencia en el poder (2000: p. 279).
Es así, como los acontecimientos estudiantiles desembocaron en una transformación contracultural que dio paso a nuevos planteamientos conceptuales nacientes de fenómenos sociales antes descritos, como lo es La cultura cívica. Almond y Verba (1963) fueron pioneros bajo un planteamiento teórico apoyado por sus resultados empíricos al sugerir tres tipos de cultura política
: la participante, la subjetiva y la parroquial, de los que se hablarán más adelante.
Estos autores, en su obra magistral La cultura cívica dieron paso al entendimiento de las creencias, actitudes y comportamientos de los jóvenes ante los sistemas políticos imperantes en cinco países (Inglaterra, Italia, Alemania, Estados Unidos y México) en donde se presentaron los principales movimientos de emancipación ideológica y social sobre todo después de la segunda guerra mundial. La obra mencionada dio una contribución excepcional en el área de las ciencias políticas; este fue el concepto de cultura política el cual es definido como un conjunto de orientaciones políticas y actitudes o posturas de las personas hacia su sistema político y sus diferentes elementos, así como actitudes relacionadas con la función de uno mismo dentro de dicho sistema
(Almond y Verba, 1970: 179)
Sin embargo, actualmente el contexto en que se desarrollan los procesos políticos latinoamericanos está marcado por la influencia de la globalización cultural y comunicativa, el papel central de la televisión, los medios masivos, los circuitos del consumo, la publicidad y las industrias culturales en la producción de ideologías livianas y de estilos de vida especialmente perceptibles en los jóvenes, en un contexto de repliegue de las formas de organización y participación asociadas con los idearios de izquierda (M68, M71Halconazo, #YoSoy132 y el movimiento de Ayotzinapa) son movilización de masas y crítica del statu quo y es otro de los factores que en esta última década han estimulado el interés académico hacia la cultura política y, en general, de las interrelaciones entre la cultura cívica y la cultura política de los jóvenes.
Esto nos obliga a buscar nuevos referentes analíticos y reflexivos para pensar a las juventudes. Definitivamente como lo indica Lechner, se requieren otros mapas cognitivos para interpretar la política y sus manifestaciones, cotidianas, pues (…) este aparente desvanecimiento de toda alternativa al estado de cosas existente representa no sólo un problema de gobernabilidad, sino y sobre todo una claudicación de la política
. (Lechner, 2015: 34)
Por otra parte, la cultura política, en general, refiere a dos procesos sustanciales el poder y la cultura. Como sabemos cada colectividad expresa sus realidades a través de sus creencias, hábitos y comportamientos cotidianos donde se cruza la organización y ordenamiento de sus estructuras macroestructurales y microestructurales, relativas al Estado, los liderazgos y las organizaciones sociales lo expresa Peschard (2001, en Gaviria: p. 2) pero también de la ciudadanía en general, donde el poder da cuerpo al equilibrio o inequidad de los campos de fuerza e intereses que develan el sentido y alcances de dicha ciudadanía y del Estado y sus normas y ejercicios del poder. La cultura se relaciona con las creencias, comportamientos, expectativas, discursos, ceremonias, rituales, simbologías, e incluso las actuaciones sociales
(Gaviria: p. 2).
Cabe mencionar que el poder político, basado en la posibilidad de ejercer la coacción, de usar la fuerza legal, lo cual equivale a la aplicación de la ley misma, pues ese poder político está juridificado
(UNAM, s/d: p.6), e implica diversas formas de legitimación. Desde el enfoque jurídico el poder se entiende como la facultad reconocida por el orden jurídico para que determinados individuos actualicen sobre otros los mandatos contenidos en las normas jurídicas bajo amenazas de coacción; y habiendo establecido la necesidad de que inclusive una vez regulado por las normas sea objeto de control, procederemos a señalar su ámbito de acción, mismo que se encuentra determinado en la norma suprema
(p. 12)
Es importante resaltar que, los estudiosos más destacados en el tema de la cultura política como son Almond y Verba no buscaron inferir las características de una cultura política de instituciones políticas o condiciones sociales. Ellos trabajaron sobre la especificación de los contenidos a través del seguimiento de las actitudes, respecto a "sistemas democráticos en funcionamiento (Almond, 1970: p. 28 en Heras, 2002: p. 280).
Estos autores, bajo una perspectiva de política comparada, estudiaron de forma importante los cambios socio-políticos de las sociedades contemporáneas, desde distintas regiones y autores como señala Heras (2002, p. 281). Pero, esta perspectiva tuvo sus límites para comprender el terreno político, ya que su lectura se circunscribía a las acciones políticas en el nivel superficial o externo, pero no daba cuenta del sentido previo, aquel que se va adquiriendo a partir de los usos y costumbres de la comunidad, como señala Schutz, desde la atribución de significado y forma de la experiencia humana. Es el caso de las comunidades escolares de la educación media superior, que representa un espacio particular de sentido de orden, significado y representación de la acción política, como expresión y posicionamiento de los jóvenes frente a su realidad.
Cabe precisar con Ortiz (2016) que, desde la perspectiva propuesta por Almond y Verba (1992), la noción de cultura política representa un conjunto de interrelaciones que favorecen la incidencia en la política, pero esta condición queda sujeta a la capacidad de los individuos de poseer un capital cultural apropiado para favorecer su participación en el espacio político
y en nuestro país, la cultura ciudadana de los mexicanos se inscribió en la ‘parroquial’ con diferentes matices y expresiones, y refiere que los individuos no participan en política, no tienen muchas expectativas del sistema, están poco enterados de la política y son suspicaces de las actividades políticas y de los políticos.
Por otra parte, destacó en el pasado la perspectiva de la elección racional (rationale voice) como otra lectura de la cultura política, cuestionada por Almond, por su escasa utilidad para buscar significados sobre lo político. Pero dada la consideración de lo político como bien público -y agregaríamos-, como bien de mercado:
Es importante mencionar dicha aproximación teórica, porque el impacto del mercado en la dinámica social contemporánea es tal que ha removido el ámbito político en amplia medida. Si bien, es evidente, que en ella se consideraría lo político como un bien público, susceptible de ser intercambiado, en términos del mercado y que los individuos al elegir determinada oferta política, lo hacen en principio eligiendo la mejor del mercado. Pero ello de entrada implica (…) escasas consideraciones históricas o ideológicas, de espacio o tiempo. Una imagen de individuo calculador y frío al momento de elegir políticamente (p. 5).
Esto, aunque lejano de las culturas políticas de las juventudes en nuestro país, nos delimita dos grandes enfoques sobre el estudio de la cultura política: la comparada y la interpretativa. Ésta última, con bases antropológicas, sociológicas, y metodológicas coincidentes con las del interaccionismo simbólico y la fenomenología. Max Weber, pero sobre todo Clifford Geertz, constituyen la mayor influencia en el interpretativismo político-cultural. Según esta corriente: "dentro de la investigación de la cultura política, el rasgo que define la interpretación es un concepto de cultura política como ‘significado’ de la vida política, o el aspecto significativo de la política. (Welch, 1993 en Heras: p. 284)
Así, el trabajo interpretativista se ha basado en dos instrumentos de análisis fundamentales como son el sentido y el significado de la acción social, desde los cuales se da lectura a las orientaciones que subyacen a las acciones, a su racionalidad en el sentido weberiano. Se considera que las acciones no son casuales o accidentales, sino surgen de una intencionalidad en contextos específicos; sentidos adquiridos a partir de los usos y costumbres de la comunidad. De esta forma, las prácticas políticas se originan justamente en esos "hábitos, patrones, tipificaciones e instituciones de las que se derivan, por lo que el origen de la acción social se da en la intersubjetividad, bajo los postulados fenomenológicos. Ya que, las personas desarrollan y usan ‘tipificaciones’ en el mundo social (…) En cualquier situación que se da en el mundo de la vida cotidiana, una acción viene determinada por un tipo constituido de experiencias anteriores. (Véase Ritzer, 1993: pp. 268-269 en Heras: pp. 284-285). Esas tipificaciones, resultado de los hábitos y patrones construidos previamente, las utiliza el individuo en su acción social cotidiana y se convierten en