Un apasionado acuerdo
Por Miranda Lee
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Para la trabajadora Ruby, el hecho de aceptar el puesto de ama de llaves para un misterioso magnate de la televisión que estaba ausente era fácil. Sin embargo, cuando él regresó, Ruby se dio cuenta rápidamente de que trabajar para el atractivo Sebastian iba a ser un desafío.
El fallecimiento de su esposa había dejado a Sebastian muy cauteloso en lo que se refería a sus sentimientos, pero no podía negar el fuego que sentía con su irresistible ama de llaves. Un tórrido encuentro debería aplacar sus deseos, pero Sebastian nunca había imaginado que la tímida Ruby encajaría en su lujoso mundo tan perfectamente…
Miranda Lee
After leaving her convent school, Miranda Lee briefly studied the cello before moving to Sydney, where she embraced the emerging world of computers. Her career as a programmer ended after she married, had three daughters and bought a small acreage in a semi-rural community. She yearned to find a creative career from which she could earn money. When her sister suggested writing romances, it seemed like a good idea. She could do it at home, and it might even be fun! She never looked back.
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Un apasionado acuerdo - Miranda Lee
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2021 Miranda Lee
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un apasionado acuerdo, n.º 2875 - septiembre 2021
Título original: The Billionaire’s Cinderella Housekeeper
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-917-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
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Capítulo 1
ENTONCES, ¿estás buscando un puesto de ama de llaves interna, Ruby? –le preguntó la señora.
Ruby notó el escepticismo en la voz de la mujer. Lo había oído también antes, en las otras agencias de empleo en las que había estado. Contuvo un suspiro. Si no podía conseguir un puesto de interna, tendría que aceptar la propuesta de Oliver o Liam, que se habían ofrecido a acomodarla. Sin embargo, Ruby no quería vivir con ninguno de sus hermanos. Los dos acababan de empezar a vivir con sus parejas y necesitaban su propio espacio. Igual que ella.
–Supongo que entenderás que Amas de casa de alquiler no tiene a menudo ese perfil de empleo. Nosotros nos especializamos más en amas de llaves externas, casi nunca internas. La mayoría de mis chicas son mujeres casadas que quieren ganar dinero mientras sus hijos están en el colegio.
–Entiendo –dijo Ruby con voz plana. Evidentemente, había sido un error regresar a Sídney para tratar de empezar una vida real.
En ese momento, el teléfono que había sobre el escritorio empezó a sonar. Barbara, la directora de Amas de casa de alquiler, levantó el auricular mientras murmuraba una disculpa.
Ruby no prestó mucha atención a la conversación. Desconectó y se puso a pensar en lo que iba a hacer. Había sido una estúpida al pensar que sería fácil conseguir un puesto de ama de llaves interna en Sídney.
Ya no le atraía retomar su estilo de vida nómada. Había servido para su propósito en los últimos cinco años y le había dado el tiempo que tan desesperadamente necesitaba. Sin embargo, cuando cumplió treinta años, había empezado a crecer un extraño anhelo dentro de ella, el anhelo de sentar la cabeza y hacer algo válido con su vida.
Por supuesto, el matrimonio no. Ruby se echó a temblar con solo pensarlo. Después de la decepción con Jason hacía algunos años, Ruby había decidido que el matrimonio nunca sería para ella. El matrimonio significaba amar y confiarle a un hombre su felicidad y aquello era algo que Ruby no podía ni siquiera imaginarse.
Con las experiencias vividas con Jason, su primer novio Bailey y su propio padre, resultaba inevitable que hubiera terminado tomando la decisión de fiarse solo de sí misma. Así, podía disfrutar de la libertad de las complicaciones emocionales que se asociaban con los novios y con el sexo.
Poco a poco, empezó a pensar que podría hacerse trabajadora social. Durante los años que había pasado viajando y trabajando por toda Queensland y el norte de Nueva Gales del Sur, se había encontrado con muchos desgraciados que podrían haber tenido una vida muy diferente si alguien les hubiera dado una oportunidad. El único problema con eso era que, en la actualidad, para trabajar de asistente social, había que tener un título universitario.
Por ello, a Ruby se le había ocurrido un plan. Sobre el papel, parecía muy sencillo. Regresaría a Sídney, encontraría un puesto de ama de llaves interna, porque, de esa manera, no tendría que pagar el alquiler. Además, así podría utilizar su tiempo libre para hacer un curso online con el que poder entrar en la universidad y así poder realizar los estudios para convertirse en asistente social.
Desgraciadamente, su plan parecía tener solo un fallo. Nadie la contrataba. Ruby sospechaba que su falta de experiencia era la principal razón para que siempre la rechazaran, aunque en una de las agencias le habían sugerido que su aspecto era demasiado sexy. Estaba empezando a aceptar que no le iba a quedar más remedio que vivir con uno de sus hermanos hasta que pudiera conseguir un trabajo de camarera, un empleo para el que tenía la preparación suficiente y en el que su aspecto sexy no sería una desventaja. Cuando tuviera suficiente dinero, alquilaría una habitación en otro lugar para poder estudiar en paz. Esa posibilidad no era tan buena como su plan original, pero tendría que conformarse.
–Entiendo –dijo Barbara lentamente–. Este puesto no será algo permanente, señor Marshall, porque su ama de llaves se reincorporará a su puesto de trabajo más adelante. Ese caso –prosiguió mientras miraba a Ruby–, tengo una candidata que podría encajar muy bien en lo que usted pide. Sí, tiene unas referencias impecables.
Ruby asintió con entusiasmo.
–Da la casualidad de que está aquí ahora mismo. ¿Le gustaría hablar con ella? Bien. Se llama Ruby. Se la paso.
Barbara le dio el teléfono a Ruby indicándole con la mirada que todo dependía de ella.
–¿Sí? –dijo después de tragar saliva. No era una persona nerviosa, pero necesitaba aquel trabajo.
–Hola, Ruby –respondió el señor Marshall con una voz muy profunda y masculina–. Lo primero que me gustaría preguntarte es si has trabajado en una casa antes.
–Profesionalmente, no, pero me ocupé de mi familia desde los dieciocho años hasta los veinticinco. Mi madre estaba enferma –respondió. Decidió seguir hablando para que él no pudiera preguntarle por qué. No quería explicar que su madre había muerto de cáncer de ovarios un año después de que ella terminara el instituto. Su padre le dejó a ella a cargo de sus hermanos, de los que tuvo que ocuparse hasta que consiguió que fueran a la universidad. El muy canalla los abandonó dos meses después del entierro de la madre para irse a vivir con su amante. Les dejó la casa familiar, sí, y les pagaba las facturas, pero ahí terminó todo su apoyo–. Me ocupaba de la cocina y de la limpieza –añadió.
–Tu madre debió de sentirse muy orgullosa de ti. ¿Se encuentra bien ahora?
–No –tuvo Ruby que admitir por fin, apretando los dientes–. Falleció. De cáncer.
–Maldito cáncer –murmuró el señor Marshall. Entonces, permaneció en silencio unos segundos–. Lo siento. Mi esposa murió de cáncer… Bueno, volvamos a lo que nos importa. ¿Cuántos años tienes, Ruby?
–Treinta.
–Entiendo. ¿Y qué has estado haciendo desde que tu madre murió?
Evidentemente, el señor Marshall pensaba que la madre de Ruby había muerto recientemente y no más de diez años atrás. Ruby decidió no corregirle al respecto para no tener que responder preguntas incómodas que, en realidad, no eran relevantes para la entrevista. Odiaba hablar de ese periodo de su vida. Lo odiaba.
–Bueno, yo siempre he trabajado a tiempo parcial en el mundo de la hostelería, incluso cuando estaba estudiando. Recorrí Queensland y el norte de Nueva Gales del Sur, trabajando en varios hoteles y clubes. He hecho muchas cosas, desde servir detrás de la barra, camarera e incluso he trabajado como recepcionista. Sin embargo, ya estoy un poco cansada de esa vida, por lo que he decidido regresar a Sídney para encontrar un trabajo adecuado que me permita estudiar en la universidad. Quiero graduarme en Ciencias Sociales.
–Eso está muy bien y pareces muy agradable, tal y como ocurre siempre con las mujeres que recomienda Barbara. No dudo de su buen criterio, por lo que estoy seguro de que serás adecuada para el trabajo. Desgraciadamente, yo ahora estoy en Londres y no regresaré a Sídney hasta dentro de una semana. No me gusta dejar mi casa vacía, así que esto será lo que haremos. Mi hermana vive en Sídney, en una zona cercana. Yo vivo en Mosman. Ella tiene las llaves de mi casa. Me pondré en contacto con ella y haré que se reúna contigo mañana por la mañana. Ella te podrá mostrar la casa y responder todas las preguntas que puedas tener sobre mí. Si lo quieres, el trabajo es tuyo, Ruby.
¿Que si lo quería? Claro que lo quería. ¡Estaba loca de contenta! El señor Marshall parecía un hombre muy agradable.
–Señor Marshall, eso es maravilloso. Le prometo que me esforzaré mucho en mi trabajo.
–Estoy seguro de ello. Ahora, ¿le puedes pasar el teléfono de nuevo a Barbara para que le pueda dar el teléfono y la dirección de mi hermana?
Ruby le dio el teléfono a Barbara y permaneció sentada, atónita y feliz, mientras Barbara hablaba con el señor Marshall y anotaba los datos en su ordenador. Cuando por fin colgó el teléfono, Barbara la miró sonriendo.
–Has tenido mucha suerte, Ruby. El señor Marshall es en realidad Sebastian Marshall, presidente de Harvest Productions. Tal vez hayas oído hablar de él.
Ruby negó con la cabeza.
–Producen varios programas de televisión de mucho éxito –añadió Barbara–. La joya de la corona es Battle en el estrado.
–Esa es una serie con mucha audiencia –afirmó Ruby a pesar de que solo la había visto en una ocasión. Sin embargo, había oído mucho al respecto y siempre había tenido la intención de verla.
–Siento que sea solo algo temporal –añadió Barbara–, pero es mejor que nada.
–Claro que sí.
–El trabajo no será muy duro. El señor Marshall es viudo y no tiene hijos.
–Entonces, ¿cuántos años tiene el señor Marshall? –preguntó. Le había sido imposible deducirlo por la voz, pero que fuera viudo sugería a alguien de cierta edad.
–Según lo que dice en Internet, cuarenta.
–Dios, ¡qué joven!
De repente, Ruby pensó en su padre, que tenía precisamente cuarenta años cuando empezó a tener una aventura. Le habían dicho que los cuarenta era una edad muy peligrosa.
Pensar en su padre siempre lograba enfurecer a Ruby.