Alétheia: Poemas de verdades

Por Maritza Mödinger Gutiérrez

Alétheia reúne confesiones íntimas, donde el hablante lírico le canta a sus objetos de adoración para expresarles aquello que considera verdadero. El amor en sus múltiples formas, desde el cariño fraterno hasta las relaciones pasionales y el incondicional afecto hacia los hijos, conforman el eje central de estas disertaciones, junto al afán de eternizar los momentos que transcurren junto al motivo de los afectos.

Este libro reúne una poesía limpia y bien trabajada, invita a adentrarse en su juego para descender los escalones de los versos y encontrarse con esa verdad escondida que intenta comunicarse con el lector, y hablarle de lo que en realidad importa.

• Idioma: Español
• Editorial: Aguja Literaria
• Fecha de lanzamiento: 22 jun 2021
• ISBN: 9789566039822

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Humanidad  

Navegamos todos,

ondulados

hacia vientos favorables,  

a veces…

Otras

jadeamos, contenemos nuestras transparencias,

nada dulcifica nuestros rictus.

Despavoridos ocultamos los ojos.

Sí, los ojos,  

voz de nuestra alma,  

        raíz de nuestras verdades...  

Savia de mi carne se lanza al vacío

ola enrarecida,

las ramas de mi pensamiento  

se desgajan,

inician vuelo autónomo…

No siempre voy conmigo a cuestas,

no siempre tengo demonios en mi reino…

Cada paso es curiosidad,

llévenme hasta la emboscada

o la resurrección.  

Cada paso es ultimátum.  

Hermano,

tu sangre de madre ajena

es mi sangre en este día,

día de la vida,

sempiterno.

Cae,

movimiento oscuro se arrodilla

gota incolora muere…

Desencanto de ser pájaro encarcelado,  

agua sin bendito reflejo.

Cuando el duende por la mente grita  

es demoledor,

          se rompen venas,

    se corona de espinas la sangre.

           Rojo,

puño rojo se desborda...  

Un caballero asustado se persigna,  

un niño asombrado se acerca  

devuelve vida…

Una niña a lo lejos se despide.  

Niña solitaria, me mira.

Niña adulta,

de milenarios años, se va…

Acaso mi ceguera no la ve,

esa serenidad en el rostro  

es lo único que me queda de ella.

Su ser se despide,

su callada palabra me bendice,  

sus manos blancas

hacen señas desde las tinieblas...  

Se ha ido,

cansada de esperar que se derrita mi escarcha  

solo ella era debilidad aceptada.  

Alimentó mi alma la niña,  

ingenuos cantos de paz

           utopías que eran solo utopías.

Ahora,  

me entrego