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Tirstezas de Agosto
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Libro electrónico247 páginas3 horas

Tirstezas de Agosto

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Tristezas de agosto es una obra que se interna en los cimientos de la sociedad actual y que, a través de un cóctel de pragmatismo, humor, intimidad y melancolía, refleja acertadamente el violento y opaco vivir de nuestros días. Sin embargo, el

autor no se deja cautivar por la violencia, él hace una narración interesante, llena de coherenci

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento12 feb 2021
ISBN9781640868106
Tirstezas de Agosto

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    Tirstezas de Agosto - Pablo Bustamante

    Tristezas_de_agosto_port_ebook.jpg

    TRISTEZAS DE AGOSTO

    Pablo Bustamante

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora. Todos los textos e imágenes fueron proporcionados por el autor, quien es el único responsable sobre los derechos de los mismos.

    Publicado por Ibukku

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Copyright © 2020 Pablo Bustamante

    ISBN Paperback: 978-1-64086-809-0

    ISBN e-book: 978-1-64086-810-6

    Índice

    Prólogo

    1 de agosto

    La vida en 10 minutos

    2 de agosto

    Por un cigarrillo

    3 de agosto

    Un suspiro de 6 años

    4 de agosto

    Limusina de barrio

    5 de agosto

    Micro indemnización

    6 de agosto

    Adiós, adiós, adiós

    7 de agosto

    Sin bolsas plásticas

    8 de agosto

    Lens frare

    9 de agosto

    Primer tiro

    10 de agosto

    El limpiador de autos

    11 de agosto

    Olvido

    12 de agosto

    Furgón funado

    13 de agosto

    Asilo de pasiones

    14 de agosto

    Operación Fuenteovejuna

    15 de agosto

    Falso mariachi

    16 de agosto

    Caída gemela

    17 de agosto

    Día libre y mala suerte

    18 de agosto

    Selfie delatora

    19 de agosto

    La rucia bacana

    20 de agosto

    Policías y vagabundos

    21 de agosto

    Deuda saldada

    22 de agosto

    Invisible

    23 de agosto

    Guardia guasap

    24 de agosto

    El peineta

    25 de agosto

    Error ortográfico

    26 de agosto

    Samaritanos de papel

    27 de agosto

    Imprudencia y resentimiento

    28 de agosto

    Sin novedad

    29 de agosto

    Cultivo de la traición

    30 de agosto

    Culpable de amor

    31 de agosto

    Esmerílemelo

    A la Flaca, al Jota y a todos

    los que me alentaron

    a terminar este nuevo desafío.

    Prólogo

    El autor de Tristezas de agosto hace unas cuantas semanas me llamó para pedirme de manera muy afable y sutil, dos palabras que por lo demás reflejan de buena manera la personalidad de este escritor-amigo, que le prologara su segunda obra literaria. Acepté encantando. Luego de que la voz al otro lado del teléfono dejó de escucharse para dar absoluta cabida al silencio, a ese hermoso silencio que precede siempre a la voz (aquel tránsito de la presencia a la ausencia), rápidamente comencé a deambular por los recuerdos de las sensaciones que me provocó la lectura temprana (año 2019) de esta obra, que recuerdo aquella vez fue una doble lectura, doble ya que por un lado estaba instalado el placer de leer y por el otro lado la labor no tan amigable de corregir y editar algunos detalles.

    Seré sincero. Llevo semanas intentando de darle forma, vida, estructura a este relato que introduce la futura lectura de los cuentos reunidos en este libro. Me sigo preguntando las diversas razones de por qué no he podido soltar palabra alguna. Quizás el título de esta obra me ayude a dar con las respuestas. Ha sido un año triste. Un 2020 que quedará en nuestro imaginario colectivo como un periodo donde nos encerramos y donde sobretodo se nos encerró el alma. Las almas repudian todo encierro cantaba Luis Alberto Spinetta en Artaud. Días, meses, donde las plazas acostumbradas al jadeo de los perros, a las travesuras de los niños, a los visitantes nocturnos en busca de aventuras y de uno que otro amor de banca, se quedaron solas, se quedaron sin historias que contar. La ciudad quedó vacía a merced del baile de hojas que caían con el ritmo del silencio para llenar las calles de otoño, los pájaros se vieron más que nunca, incluso, hasta algunos felinos de las montañas se atrevieron a salir de viaje por esta ciudad que de golpe quedó desierta, sin nosotros, almas encuarentenadas, habitando el encierro que sin darnos cuenta pasó a ser el cotidiano de un año plagado de múltiples tristezas.

    Me cuesta escribir. Disculpen mi desasosiego. Pero como dijo alguna vez un gran escritor argentino, Juan José Saer, la patria es la infancia y los amigos. Y así, a medida que gasto la noche, entre cigarrillos que se consumen y el baile de mis dedos buscando las teclas correctas para darle vida a este texto, ya no tan triste de hecho, escribo. Escribo para darle aire fresco y espero que algún ápice de libertad a estos cuentos que esperan pronto, salir de su propio encierro para ver la luz; luz que espero se refleje en una gran cantidad de lectores futuros de la segunda obra de este autor inquieto y sobretodo curioso.

    Pero vayamos a lo que realmente nos convoca, a Tristezas de agosto.

    Se puede leer en el prólogo de Vidas Imaginarias maravilloso libro de Marcel Schwob - El arte es lo contrario de las ideas generales, describe sólo lo individual, no desea sino lo único. No clasifica, desclasifica Pasa algo curioso con esta obra literaria, ya que a simple vista los 31 relatos que corresponden a los 31 días de un mes de agosto parecieran historias generales, de hecho, son titulares de diarios locales, porque lo que podrían categorizarse dentro del sensacionalismo típico de los medios de comunicación, donde lo que se nos da a saber, siempre tiene un sesgo o una fuerte carga ideológica. Decía George Perec en Lo Infraordinario —La prensa diaria habla de todo menos del día a día. La prensa me aburre, no me enseña nada; lo que cuenta no me concierne, no me interroga y ya no me responde a las preguntas que formulo o que querría formular En relación a la idea de Perec es que acá está el primer atisbo de lucidez del autor de esta obra, moldeó y estructuró su corpus a través de lo que le ofrecía la prensa, y contrario a Perec, a este escritor no le aburrió la prensa, sino que vio en ella la posibilidad de profundizar un titular para avanzar de lo general a lo único. Darle a lo común unas varias pinceladas de arte, para que luego de pasar por el laboratorio de la escritura, tuviéramos 31 relatos únicos, como diría Schwob.

    Para Schwob cualquier vida es narrable, es contable, bajo esa idea cualquier historia merece o vale la pena ser contada, y el autor de Tristezas de agosto lo entiende así, ya que nos cuenta historias nimias a simple vista, pero que al leer con detención nos arrastra con fuerza a ese plano de la vida cotidiana, a la vida del día a día ahí, donde la vida se vive y vale la pena vivirla, Perec así lo decía —Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás ¿Dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿Cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo? Nuestro querido autor da cuenta de lo habitual, de algún modo responde a punta de 31 historias breves las preguntas que se hizo Perec. Ya con esto, Tristezas de agosto es un libro delicado, pulcro en cierto sentido, ya que logra escindirse del manto de lo extraordinario del sensacionalismo de la prensa, para meterse al laberinto de lo cotidiano, de lo habitual, de lo que en general no es contado por nadie, ya que sólo se vive, y es tan común vivir, que no suele llamar la atención narrar la vida de alguien común y corriente.

    Me llama la atención la delicadeza del autor para haber puesto su sensibilidad en cada uno de los relatos que arman este libro, con su voz en tercera persona reconstruye vidas comunes y a esas vidas les da existencia propia, les da una narración, les da un giro de cierto sentido, ya que al ser narrados entran en los terrenos de la literatura, y ahí todo puede pasar, o pasar absolutamente nada.

    La gracia de esta obra, es que es muy fácil perderse entre la realidad y la ficción, ya que los recortes de prensa en muchos casos parecen sacados de un libro y no al revés, pero sí, la realidad como dicen supera a la ficción, y leemos titulares y quedamos perplejos, no entendiendo si nos quieren tomar al pelo, pero es así, las cosas suceden de manera increíble y más increíble son las historias que nos presenta este libro: Chofer despedido se fue llevándose la micro, segundo caso de adulto mayor que se suicida esta semana, o, A la cárcel falso mariachi que ocultaba rifle calibre 22. Sólo algunos memorables títulos del libro.

    Al darle rienda suelta a la lectura de Tristezas de agosto nos iremos metiendo a los cimientos de nuestra sociedad, de nuestra sociedad actual, en donde el autor nos desplegará un coctel de gran humor y picardía, pero además, en este libro se desprende y se deja ver el horror y la violencia de nuestros días, los asesinatos, los suicidios, los ajustes de cuenta, la desigualdad son ejes centrales de los relatos, y además, no es casual que en la mayoría de los recortes de prensa que nos presenta el autor, salga una imagen de un policía o de un PDI. No exagero, se darán ustedes cuenta. La realidad, mejor dicho, nuestra realidad, pareciera que siempre termina siendo contada por las fuerzas del orden, la policía, la represión. Acaso, ¿Será la represión quién nos construye nuestras tristezas?

    Pero insisto, la gracia del autor es no dejarse cautivar por la violencia, ya que de historias que podrían tener un exceso de ésta, él hace un relato hilarante, lleno de picardía y astucia, y así re-arma las historias que denomino microscópicas, pero que queramos o no, son éstas, las que nos constituyen como sociedad, ya que cada historia contada acá, arma el espejo de quiénes somos realmente como colectivo: una gran tristeza.

    A usted futuro lector, lea, lea esta notable e ingeniosa obra del autor de El Marciano de San Roque, el que da cuenta de no encasillarse en un solo estilo, sino que nos demuestra su inquietud por ir en búsqueda de cosas nuevas, de historias nuevas, de voces nuevas, pero sobretodo de voces únicas. Por último, usted lector del futuro se dará cuenta que no hay una historia igual a otra, pueden haber parecidos, similitudes, contextos compartidos, pero le aseguro, no encontrará una historia igual a la otra —Pero mírese una hoja de árbol, sus nervaduras caprichosas, sus tintes que varían con la sombra y el sol, la protuberancia que ha levantado en ella la caída de una gota de lluvia, la picadura que le dejó un insecto, el rastro plateado del pequeño caracol, el primer dorado mortal que le imprimió el otoño; búsquese una hoja exactamente igual en todos los grandes bosques de la tierra; lanzo el desafío dice Schwob. Les lanzo el desafío yo también, busquen, intenten dar con una historia igual a otra. Ahora, hagan el siguiente ejercicio, escarben en su vida, en la vida de sus más cercanos, y se darán cuenta que no hay vidas iguales, por tanto, como mencioné anteriormente, siempre vale la pena contar, ya que somos únicos y Pablo Bustamante parece haber entendido esto desde siempre. Toda vida puede ser contada.

    En su desesperación, marca repetidamente el número telefónico del Chelo para pedirle que lo ayude a salir de ese problema, pero un buzón de voz al otro lado de la línea, corta todo intento de comunicación se lee en relato del 31 de agosto.

    Ya no hay comunicación posible. Al parecer. Un buzón de voz al otro lado de la línea, corta todo intento de comunicación. Tristeza ¿Qué se puede hacer entonces? Escribir. Escribir. Leer. Vivir.

    José Antonio Astraín

    1 de agosto

    http://www.diarioatacama.cl/impresa/2017/08/01/full/cuerpo-principal/5/

    La vida en 10 minutos

    Sin duda, esos diez minutos fueron los diez minutos más largos de su vida. Estar atrapado en un camión de reparto, su vehículo de trabajo, era algo que nunca imaginó y menos ese día en que se despidió de su mujer como de costumbre, vio cómo su hijo hacía intentos vanos para levantarse y cómo su hija ocupaba el único baño de la casa para arreglarse, peinarse y maquillarse para ir al colegio.

    El accidente ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. La imprudencia de un tipo que le dio a su auto una velocidad excesiva en un barrio residencial, provocó que perdiera el control y al doblar la esquina, impactara la parte delantera de su vehículo con la trasera del camión que Renán manejaba. Ese choque, quizás no fue tan fuerte como para producir daños mayores en la coraza del camión, pero sí lo suficiente como para desestabilizarlo. Lentamente la máquina se fue hacia la acera, cayendo por un costado y precipitándose por el lado del conductor.

    En los instantes en que su vehículo se desplomaba, Renán no tuvo más opción que tomar la única decisión posible si después quería contar su historia. Raudo como felino, con sus 130 kilos a cuestas, de los cuales más de dos tercios estaban alojados en su barriga y alrededores, le hizo un quite al volante, movió sus piernas y en menos de un segundo desplazó su gorda humanidad hacia el puesto del copiloto, en un acto que solo podría explicarse por la desesperación del momento, pues en otras circunstancias habría tardado minutos en hacer esa maniobra, ya que el solo hecho de subirse al camión, para él no era una trivialidad.

    Cerró los ojos y los mantuvo así por largos segundos, no quería ver en qué estado estaba ni la gravedad de su situación. Cuando finalmente recobró la vista, constató que el panorama no era el ideal, sus piernas habían quedado atrapadas en los fierros, su abdomen había sido perforado por un perno que sobresalía del asiento y no tenía fuerza ni movilidad alguna como para gritar o intentar pedir auxilio. Estaba solo y desamparado.

    El reporte policial dice que fueron diez los minutos que estuvo atrapado, pero para Renán fue una eternidad. Esos momentos en su vehículo, Renán conservó la calma de forma inexplicable, no tuvo momentos ni de desesperación ni de histeria, ni siquiera de rabia o tristeza, lo suyo fue simplemente pensar y seguir pensando. Sus reflexiones se alborotaban en su cabeza, se le venían recuerdos de todas las etapas de su vida, ideas mezcladas con sueños, todo hacía que su cerebro estuviera trabajando a tope, quizás como nunca lo había hecho en su vida.

    Por algún motivo, los malos recuerdos predominaban por sobre los buenos, sus esperanzas se transformaban en dolorosas cuitas que provocaban que su estado de ánimo se tornara melancólico y triste. Todo lo que él había vivido, ahora le parecía vacío, los años y años arriba de un camión le habían arrebato tiempo para compartir con su familia, a la que poco veía y que al parecer, no conocía del todo. Sus remordimientos se centraban en su relación con sus hijos, un tanto distante a causa de su permanente ausencia y de su poco interés por mejorarla; pensaba que si tal vez no hubiese aceptado realizar tantos viajes extras y se hubiese concentrado en su familia, su vida sería más plena y feliz. Mientras miraba su corpulenta barriga, se acordaba de los excesos de comida y bebida que acostumbraba realizar de vez en cuando, y que le estaban provocando los múltiples

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