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El juego de los errores
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Libro electrónico200 páginas2 horas

El juego de los errores

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El juego de los errores es el cuarto libro que publica este autor y en él reúne los primeros cuentos, los primeros relatos, que ha escrito desde el año 1987 y no están relacionados entre sí ya que cada texto es independiente del otro. ¿De qué tratan? Son narrativas que nacen de experiencias de vida, donde el autor se aleja de la poesía, utiliza aspectos de la realidad propios del periodismo para llegar a la narrativa y ficcionaliza en una trama que pertenece a un mundo posible. Dice el autor “Yo tomé el título de uno de los relatos, para representar al libro. Es un título poco común, es decir que no se encuentra en otros libros a menudo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 oct 2020
ISBN9781005736392
El juego de los errores
Autor

Antonio Rolando Arenas

Nació en Mendoza (Argentina), en 1962.Obtuvo el título de Master of Arts with a Major in Modern Languages en Almeda University (USA, 2010), es Diplomado en Gestión Pública de la Provincia de Mendoza por la Escuela de Gobierno y Administración de la provincia de Mendoza – FCPyS, UN de Cuyo (Mendoza, 2012), es Profesor de Lengua y Literatura para el tercer ciclo de la EGB de la Educación Polimodal por el Instituto Superior del Profesorado PT-14 Escuela Italiana (Mendoza, 2013) y es Diplomado en Historia Argentina en Latinoamérica por la Escuela de Gobierno y Administración de la provincia de Mendoza-Instituto de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego (Mendoza, 2015).Recibió el diploma del Curso Profesional de Analista Químico. Neptunos Formación. España, 2018.Publicó el libro Interrogantes, el libro La página del buffet; una publicación literaria diferente y el libro Diálogos internos.

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    El juego de los errores - Antonio Rolando Arenas

    PRÓLOGO

    Este es mi cuarto libro y no lo es por una decisión unilateral de mi parte sino, también, por las vicisitudes editoriales experimentadas en el transcurrir de estos años en los que me tocó madurar como escritor para tomar decisiones acertadas de qué hacer con mis escritos. A quién escuchar. A quién aceptarle un consejo y con quien establecer un vínculo para que leyese o publicare algunos de mis textos.

    Seleccioné tres posibles títulos a la hora de definir el representativo del libro. Barajé, entonces, Nueva Ciudad que descarté porque la idea inicial del libro, el disparador (digamos), resultó ser "El diario de una villa" que presenté a un concurso en una editorial de España y como el texto le interesó, la editorial me solicitó que presentara un conjunto de relatos para examinar la posible publicación. Lo hice rápidamente, dejando para otro día tareas más urgentes y ese conjunto de relatos se conoció como Relatos anto-lógicos. Volviendo a Nueva Ciudad, lo descarté porque El diario de una villa lo escribí en la localidad de Penitentes, en Las Heras, y no en la localidad Nueva Ciudad, de Guaymallén. El otro título que descarté es De la serie Cortázar porque me pareció que utilizaba la imagen de un escritor para atraer al lector hacia un material distinto y con otra impronta. Finalmente preferí titular el libro El juego de los errores otorgando así la posibilidad de una interpretación más libre en el lector. O bien de ofrecerle una posible expectativa.

    Mientras esta tarea se imponía yo me dediqué a descartar o agregar textos según el propósito emprendido, a la vez que decidí ultimar los detalles de corrección ortográfica, justificación de texto, separación adecuada de párrafos y otras cuestiones necesarias antes de llegar al proceso de publicación.

    Relatos anto-lógicos no prosperó en la editorial de España porque el acuerdo se diluía en un embrollo financiero que yo no pude aceptar. Por este motivo tuve la libertad de mover hacia un lado y hacia otro los textos seleccionados, pensar tranquilamente el título del libro y buscar una editorial con un acuerdo que me permitiera llegar a la publicación sin un inconveniente financiero.

    Tranquilo, en Mendoza, puedo decir al lector que con El diario de una villa participé en otro concurso en el que obtuve el primer lugar en Premios Ana María Agüero Melnyczuk a la Investigación - 2014, y ese mérito me hizo concretar este libro. Por eso en las páginas siguientes podrá apreciar el resultado.

    2016 / t. 2020.

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    1987 a 2000

    UN ERROR EN BORGES

    En El oro de los tigres –de Borges- hallé una página con el título Azorín.

    Yo me interesé por esta página; pues, debía preparar una charla sobre el escritor de Alicante y mi ambición, por agradar al auditorio, me llevó a hurguetear en Borges algún etcétera literario.

    En dicha página, Borges, habla de una pluma que utilizó Azorín para esbozar sus escritos y que, en un viaje a Madrid, extravió.

    Azorín soportó varios meses sin escribir. Deprimido, viajó al pueblo de Yecla donde visitó un colegio; allí un joven tomaba apuntes con su pluma perdida.

    El escritor, asombradísimo por la casualidad, indagó al estudiante; éste argumentó haberla recibido como obsequio. Azorín explicó su extravío; pero no permitió la devolución.

    Al despedirse preguntó al joven su nombre.

    -Jorge Luis Borges –le respondió.

    Conté la anécdota en la charla, que varios escucharon admirados. Pero un hombre canoso y sostenido por un bastón –que dijo llamarse Ruiz Díaz- refutó, enojadísimo, lo dicho.

    Me atropelló con insultos literarios y exigió que me retractara.

    Yo, obligado por el episodio, dije al público:

    -Debo admitir un error; en Borges, no en mí. Porque él olvidó escribir esta página.

    1987.

    Publicado en: La página del buffet. Mendoza. 1987, posteriormente en La página del buffet. Una publicación literaria (1987-1991). Buenos Aires. Editorial Dunken. 2012.

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    CONVERSACIÓN COSMOPOLITA

    Otra vez aquí en el Buffet escuchando los rumores, las voces: conversaciones que oscilan, que se pierden entre risas envueltas en olas de humo... Ya entró Dornheim mi profesor de Alemana, de Goethe, de Werther, y mi recuerdo de Neruda, de su geografía, y el sabor de un café perdido en el fondo oscuro de mis conversaciones... Dornheim viene hacia mí con su té en la mano, gira delante de mi mesa y se sienta casi enfrente, revuelve su té y toma algunos sorbos mirando hacia el afuera, más allá de la ventana donde queda el Sur... Se queda mirando con sus ojos de sapo, de buitre lector con anteojos de botella... Y los rumores... Y yo y yo: mi saco de poeta buffetero, cantaclaro y ruiseñor, y el rumor: un eco lejano de Cartagena, imágenes de mares, de pescadores, de mujeres, de hombres, de amores insepultos, de chilenas, de empleadas ofendidas, ofuscadas, fastidiosas, vergonzosas... Dornheim se marchó, dejó la taza en la mesa junto a las migas olvidadas, extraviadas... Silencio! Entra más gente, gente que se suma, que habla, que conversa... Y yo, yo con mi religión de poeta, de asesino de finitudes, mi religión de provocaciones y un Hola!, Cómo te va! De alguien que se me acerca y se va a otra mesa, a otra isla, a otro continente, a otro tiempo y yo... Yo que quiero verte, hojearte en mis páginas, saborearte en algún increíble café y otra vez la música que viene y se va como una chilena orgullosa y más gente que viene, que llega, que conversa, que dialoga sobre mis hombros, a mis espaldas y que me atropella con las sillas en los espacios y más ruido y otro golpe y mi pluma rabiosa, nerviosa, que juega y escribe naturalmente mientras espero verte otra vez y una risa y un profesor que me observa a la vez que se pasea por uno de los pasillos y yo, yo con mi religiosidad de hombre sanguíneo, autóctono, posible, absorbente, enfermizo, cariñoso... y el ruido, más ruido, risas, músicas, voces, golpes, cucharitas que revolotean silbidos y un estudiante ajeno que se acerca, mira no sé qué, se vuelve, conversa, se va, y más gente que viene y esta alegría de escribir, de gente que se suma en una conversación cosmopolita y alguien que saluda y el recuerdo de un tirano y esta tarde de sol y el hola y vos y un beso que juegan a mis espaldas y un perrito que vagabundea tranquilo y el rojo de un sacón de una mujer que conversa con libros de pedagogía y yo, yo otra vez y vos, vos mujer infinita que vas y vienes, que me hurgas la memoria...

    1990.

    Publicado en: La página del buffet, N° 7, Mendoza, 1990, posteriormente en La página del buffet. Una publicación literaria (1987-1991). Buenos Aires. Editorial Dunken. 2012.

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    EL EXAMEN DE LITERATURA

    Si lo mío es historia no creo que pueda pedirle consejo a Echeverría aunque me pese el esfuerzo, no por imprudencia, no por mequetreque, tendré que decir ciertas cosas. Lo cierto es que corrían los días de noviembre de 198… Días menemistas y pinocheteados, de estrépitos financieros y de asaltos a mano armada.

    El asunto es que debía rendir un examen de Literatura, con doctores y otros eméritos en Letras. Yo me había preparado un arsenal de Lugones, Giusti, Jitrik, Leumann, Hernández, Moreau y otros -secretos y no tan secretos que había ocultado en un maletín negro.

    Luego de una espera de cuarenta y cinco minutos en el pasillo del tercer piso que da a la puerta del gabinete 312, apareció una esbirra diciendo que el examen sería en el gabinete 26 del segundo piso, pero lo extraño acaeció que la información no fue brindada a los alumnos ahí presentes sino a un palo blanco muy bien trajeado, oriundo de Tunuyán, y cuando yo vi que luego del secretito se retiraba me incorporé del asiento de espera y di unos pasos apresurados hacia él y le pregunté:

    -¿Qué pasó?

    -Nos vamos al segundo piso.

    -¿Es la mesa de Literatura Argentina I?

    -Sí.

    -¿Tenés que rendir libre?

    -Sí –contesté.

    -Ah! Es un escrito y un oral –me dijo mientras me cedió el paso para bajar la escalera.

    Al descender rápidamente hasta el segundo piso, sin darme cuenta no le di lugar para continuar hablando y apresuré mi paso hacia el gabinete 26. Allí tres alumnas se habían ubicado y los profesores estaban entregando el examen, entonces aproveché para ir al baño a echar una mirada y cuando volví encontré de nuevo al palo blanco en secretitos ahora con la profesora Sin Tesa Toti de Sosso, quien me invitó a pasar. Adentro el Doctor Son Tonadas me entregó dos hojas en las cuales se presentaba el examen: en una, seis preguntas sobre el siglo XIX y en otra, cinco temas sobre el siglo XX, modernista y febril.

    Tranquilamente me senté alejado del grupo de chicas a realizar mi prueba y lo curioso fue que el palo blanco, supuesto alumno trajeado, había desaparecido.

    Pasaron las horas… Una de las alumnas terminó y entregó, yo seguí su ejemplo y salí a caminar por el primer piso, luego volví y me puse a esperar.

    La esbirra Lina, profesora que pasó a la posteridad por su notable desempeño en llevar secretitos al palo blanco, me llevó a pasar al examen oral, noticia poco agradable porque significaba un extender en el tiempo la amarga espera de mi sufrimiento.

    Ingresé con mi maletín negro y de pie frente a tan destacado tribunal como un turista que con sus valijas recién baja del tren, me quedé mirando silenciosamente. Al verme la Doctora Amarga Lopresti me indicó que debía pasar por la oficina del doctor Son Tonadas, es decir tomar una silla y sentarme frente a él que estaba sentado junto a No sé Quién, ya que la profesora Falsarela tuvo que retirarse de improviso.

    A partir de ese momento comenzaron las aclaraciones e indagatorias sobre Lugones, Quiroga y no sé qué otros temas con los cuales insistía por debajo No sé Quién, quien había tenido una brillante actuación al preguntar si mi exposición sobre el iniciador del realismo con Payró a la cabeza era correcta.

    Luego de constatar el Doctor Son Tonadas que el temario al cual pretendían someterme no había sido desarrollado en clases, me pidió que pasara por la oficina de la doctora Amarga Lopresti, un escritorio de nerolite amarillo y patas metálicas.

    Allí me pidió gentilmente que volviera en el próximo turno ya que No sé Quién había elevado un informe negativo sobre mi persona. No tuve más remedio que levantarme de la silla con el maletín en la mano y salir caminando sin más suerte que la que me rasguñó en este mal momento.

    1990 (¿?)/t.2011/2020.

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    HACÍA CALOR

    Hacía calor en el crematorio del cementerio cuando los familiares del difunto lagrimearon junto al féretro del depósito 116.

    Su apellido no podía leerse por el polvo del zonda acumulado en la inscripción de aluminio. Pero alguno de los transeúntes de la ciudad sabía de sus noches de champagne Petit Blason, Extra Brut, sus desayunos con roquefort y sus viajes interminables por el Amazonas.

    Rodríguez J. fue su amigo de aventuras. El narró en una tertulia de café que cierta vez encontrándose en la selva caminaron durante dos noches en círculo y que a la tercera su terquedad le permitió usar la brújula, además que su carabina escupió 14 cápsulas antes de matar a una víbora para almorzar en aquel deshumanizado lugar.

    Un municipal se colocó una mascarilla en el rostro. Abrió una de las puertas de la hoguera. Los familiares se retiraron. El féretro avanzó hacia el infierno.

    Esa tarde una víbora ardió fácilmente.

    1992.

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    OTRA VEZ SANGRE

    El sol regaló una cuota de sangre en el horizonte cuando el hombre inquieto como un resorte descendió del colectivo con una breve carrerita.

    Su oficio de visitador médico lo acostumbró a una rutina acelerada, tediosa y a veces amarga, pues no había consultorio en la ciudad que no hubiese visitado y clínica sin conocer, además de algunos meses sin percibir remuneración por haber extraviado el maletín donde guardó los cheques del laboratorio Q.

    En la esquina observó el semáforo. Esperó que éste le permitiera cruzar antes de hacer a

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