Manual de periodismo científico: Navegando entre dos aguas
Por René Anaya
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In this manual, RenÉ shares tricks to help readers understand scientific facts and journalism in an interesting and simplistic way. He seeks to strengthen the readers ability to think critically within today's society.
René Anaya
René Anaya es médico cirujano por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Desde 1979 ha ejercido el periodismo científico en publicaciones de circulación nacional. Es autor de los libros La farmacia humana, El enigma de los virus y ¿Cómo funciona mi cuerpo?, todos por editorial Terracota y del ensayo "La función democrática del periodismo científico", incluido en la obra Antología de la divulgación de la ciencia en México, (DGDC, UNAM, 2002). Fue coordinador y profesor del primer Diplomado de Divulgación y Periodismo Científico que se realizó en México, en la Universidad del Claustro de Sor Juana, en 1994. Ha impartido cursos y talleres de divulgación y periodismo científico en las universidades Autónoma del Estado de México y Autónoma del Estado de Hidalgo, en la Agencia Espacial Mexicana y en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México, entre otras instituciones. Desde 1994 es responsable de la sección Ciencia en la revista Siempre! Es Miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.
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Manual de periodismo científico - René Anaya
Manual de periodismo científico
Navegando entre dos aguas
Manual de periodismo científico
Navegando entre dos aguas
René Anaya
Manual de periodismo científico
Primera edición: noviembre de 2020 Portada: Julieta Bracho.estudio Jamaica
© 2020, René Anaya
© 2020, José Gordon, por el prólogo
© 2020, Editorial Terracota
Las marcas y MÉXICO son propiedad de Editorial Terracota, SA de CV.
ISBN: 978-607-713-254-7
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento.
DR © 2020, Editorial Terracota, SA de CV
Av. Cuauhtémoc 1430
Col. Santa Cruz Atoyac
03310 Ciudad de México Tel. 55 5335 0090
www.editorialpax.com
Índice
Los detectives de la ciencia y el periodismo 13
José Gordón
Presentación 17
Navegando entre dos aguas 21
Los mitos de la ciencia 23
Divulgación científica 28
Periodismo científico 30
Las máximas de la comunicación verdadera 34
El contexto noticioso 41
La narración como núcleo informativo 47
Funciones 57
Compartir el conocimiento 57
Informar de los acontecimientos en su debido
contexto 58
Alentar una actitud crítica 58
Combatir la pseudociencia 60
Colaborar en la tarea de elevar el nivel educativo
y cultural de la población 63
Destacar la importancia de la ciencia
y la tecnología para el desarrollo del país 64
Contribuir a fortalecer una infraestructura
de comunicación de la ciencia 66
Una historia que falta por contar 69
Del dato a la nota informativa científica 77
Las opiniones en la noticia 82
Orientaciones para la búsqueda de noticias 84
Elementos que conforman la noticia o noticiabilidad 89
Actualidad 89
Proximidad 89
Prominencia 90
Curiosidad 90
Conflicto o drama 90
Suspenso 92
Emoción o interés humano 92
Consecuencias 93
Noticiabilidad 93
La pirámide invertida 94
La nota informativa en la red 97
Estructura de la noticia 100
Cabeza o titular y sumario o secundaria 100
Entrada 101
Ventana 106
Recomendaciones 111
El encuentro crucial de periodistas y científicos 113
El entrevistado 119
El entrevistador 121
El cortejo 123
Los preparativos 125
Las expectativas de la reunión 131
Las preguntas 135
Las clasificaciones 142
El salto mortal 145
Uno entre muchos métodos 146
El estilo de la entrevista 149
Los últimos obstáculos 151
La gesta científica y sus cantares 157
Las características del reportero 161
Clasificaciones del reportaje 166
La preparación del reportaje 171
Un buen principio 176
Desarrollo y remate 177
Bibliografía 181
Acerca del autor 191
In memoriam
Manuel Calvo Hernando
Promotor del periodismo científico en Iberoamérica.
Juan José Morales Barbosa
Pionero del periodismo científico de México en el siglo xx.
Para Priscila por su tenacidad, sugerencias, comprensión
y apoyo total en la consecución de esta obra.
Para Carlos por su inspiradora manera de enseñar
que la vida es un continuo desarrollo y aprendizaje.
Para Héctor por ser cómplice fraterno
de mis andanzas en el oficio.
Los detectives de la ciencia y el periodismo
¿Por qué hemos fracasado en comunicar la aventura de la ciencia?, se preguntaba Isidor Rabi, premio Nobel de Física en 1994. En esta interrogante está implícita la idea de que la ciencia es una interesante narración del mundo, un relato que trata de descifrar lo que nos rodea, que se interna en avenidas inesperadas, que despierta la curiosidad y nos impulsa a una lectura que nos permite ver más allá de las apariencias. Este rasgo es compartido por la buena literatura: Amos Oz decía que las novelas nos permiten ver el lado invisible de lo visible. Eso es justamente también lo que genera el buen periodismo como nos señala René Anaya, en este libro, al citar a Thomas E. Patterson: Los periodistas se dedican al trabajo diario de hacer visible lo invisible, de conectarnos con el mundo que trasciende nuestra experiencia directa
.
Lo que empieza a perfilarse es que, aunque las metodologías de la ciencia y el periodismo son distintas, hay rigores que tienen en común: uno de ellos es la calidad y pertinencia de las preguntas. En este manual de periodismo científico, René Anaya subraya el punto, al abordar el tema del arte de la entrevista desde la perspectiva de grandes maestros del oficio periodístico como Vicente Leñero y Gabriel García Márquez. Esto no está muy lejos de una historia que contaba el ya mencionado físico Isidor Rabi. Señalaba que su vocación científica fue impulsada por una madre que le enseñaba a ver otros ángulos de la realidad, sin que ella se lo propusiera. Cuando los niños regresaban de la escuela en el barrio de Brooklyn, las madres les solían preguntar a sus hijos: ¿Qué aprendiste el día de hoy?
Ese no era el caso de la madre de Rabi, quien le decía algo distinto: ¿Hiciste una buena pregunta el día de hoy?
Comenta el premio Nobel: La diferencia de enfatizar la necesidad de las buenas preguntas es lo que me hizo ser científico
.
Tanto en el periodismo como en la ciencia hay un compromiso con la verdad, con las preguntas relevantes, con tratar de desentrañar fenómenos y hechos que deben ubicarse en el contexto adecuado. Se tiene que pasar del dato que explora la ciencia, al dato esencializado que comparte el periodismo y descubrir que el buen periodismo puede ser gran literatura como nos han enseñado Ryszard Kapu ci ski y Gabriel García Márquez. Aquí es donde empiezan las presiones de dos aguas distintas, a las que hace alusión René Anaya: ¿Cómo comunicar los hallazgos de la ciencia sin ser reduccionistas? ¿Cómo extraer lo más valioso de la información del relato científico sin perder rigor? ¿Cómo narrar con destreza literaria sin que esto se preste a confusión? ¿Cómo contar lo asombroso de las cosas obvias
a las que aludía Aldous Huxley, sin perder la brújula de lo que se tiene que transmitir?
Esto se vuelve delicado porque —sin pasarse de la raya— una de las reglas del buen periodismo, como dice García Márquez, es procurar que no se aburra el lector. De acuerdo con el novelista Isaac Bashevis Singer, ese también es uno de los mandamientos de la buena literatura: ¡No aburrirás!
La ventaja es que los relatos de la ciencia son fascinantes por sí mismos. La clave es saber narrarlos y es así como, en este manual de periodismo científico, René Anaya nos adentra en las técnicas y criterios para enfrentar esta tarea en donde deben coexistir tanto la precisión como la premura que exige el oficio periodístico. Un gran aliciente en esta difícil labor, nos dice el autor de este libro, es que los divulgadores de la ciencia y los periodistas tienen una pasión común: comparten el interés por narrar un hecho, comparten la capacidad de asombrar al público, de transmitir la emoción, el placer que sintieron al descubrir las maravillas de la ciencia y la tecnología; el deseo irrefrenable de compartir con otros la experiencia del descubrimiento, el momento en que se desvelan algunos de los misterios universales ante los ojos y el cerebro del comunicador
.
Esta tarea se vuelve esencial para enfrentar los retos que tenemos en el siglo xxi en que el pensamiento crítico de la ciencia es clave para buscar soluciones audaces e inesperadas ante las crisis que vivimos. Sam Pitroda, el fundador de las telecomunicaciones en India, señalaba que el problema es que tenemos una mentalidad del siglo xix, procesos del siglo xx y necesidades del siglo xxi. En este contexto subraya que lejos de lo que se piensa, la información no tiene poder organizativo. ¡Compartir información es lo que tiene poder organizativo! De ahí la importancia de este manual de periodismo científico con el cual René Anaya comparte generosamente su amplia y documentada experiencia como maestro y divulgador de la ciencia, en el afán de democratizar la información en nuestra conciencia colectiva para poner su granito de arena en la creación de sociedades de imaginación y conocimiento.
José Gordon
Presentación
Hubo un tiempo en que se consideró que la apertura de los medios de comunicación masiva a la información científica y tecnológica conllevaría per se a un mejor entendimiento de su importancia para el desarrollo social, económico y político del país y, por lo tanto, contribuiría a que se creara una política científica de Estado.
La realidad ha impedido demostrar si ese supuesto es acertado o no, ya que en términos generales los medios de comunicación siguen cerrados a la ciencia y la tecnología, y los pocos espacios que se abren y se mantienen más de un año —lo cual es una larga supervivencia— no han logrado influir en la política científica del país.
Entonces, el planteamiento de que más espacio para ciencia y tecnología conduciría a una mayor conciencia de su importancia no ha podido ser probado. Pero en realidad es fallido, porque parte de un supuesto casi mágico, ya que difundir el conocimiento científico y tecnológico no puede por sí mismo cambiar la percepción que tienen tanto el ciudadano común y sonriente, como el político feliz y corriente, sobre la investigación científica y tecnológica.
Considerar que a mayor conocimiento de la investigación científica y tecnológica habrá una mayor comprensión de la necesidad de invertir más en ciencia y desarrollo tecnológico es tan utópico como pensar que las artes, la literatura y la cultura en general cambian al ser humano como por arte de magia. Eso ya lo demostraron los cultos y bestiales nazis que por las noches disfrutaban de la música, la pintura y otras bellas artes, después de torturar y exterminar a miles de personas.
Planteado así, parecería que no habría esperanza ni razón de ser de la comunicación social de la ciencia, pero si se considera que la comunicación científica y tecnológica no debe limitarse a divulgar el dato curioso o el avance espectacular de las investigaciones, entonces adquiere sentido la necesidad de discutir sobre las tendencias actuales en este campo.
En los últimos años, varios especialistas e investigadores han referido que se requiere un nuevo contrato social para la ciencia y la tecnología, en el que las comunidades se incorporen como interlocutores y actores principales de los programas de desarrollo social y tecnológico que estén sustentados en el aparato científico y tecnológico. En ese nuevo contrato deberá realizarse una verdadera comunicación, es decir que el mensaje vaya en las dos direcciones, en una realimentación productiva, y no solo del científico y el comunicador hacia la sociedad.
En esas condiciones, podría considerarse que la comunicación social de la ciencia, además de dar cuenta del acontecimiento científico y tecnológico, debe proporcionar el contexto sociocultural, económico y político en el que sucede, así como las repercusiones que podrá tener tanto en el ámbito privado como en el público. De esa forma podrá presentarse una visión más completa de la trascendencia de la investigación científica y tecnológica, pues no se considerará como un fenómeno aislado del entorno ni será el dato curioso del ¿Sabía usted que…?
, como pretenden relegar a la comunicación científica en ciertos diarios, revistas, programas radiofónicos, televisivos y páginas de internet.
Abordar las noticias de ciencia y tecnología con este otro enfoque podrá contribuir a que la ciencia deje de ser la convidada de piedra en los espacios de comunicación, en los que —salvo contadas excepciones— se presenta como un cúmulo de datos, muchas veces explicados de una manera sencilla, clara, precisa y hasta divertida, pero desligada de las cuestiones cotidianas, de las preocupaciones diarias y mucho más alejada de la agenda política nacional.
Deberá procurarse que, si la política educativa y la situación económica aleja a niños y jóvenes del conocimiento científico y de las aulas, la comunicación social de la ciencia los acerque a los avances científicos y tecnológicos, ya que las manifestaciones y repercusiones de la ciencia y la tecnología siempre están presentes en nuestra vida cotidiana. Todos los días utilizamos productos y servicios derivados de la ciencia y la tecnología, que en términos generales nos hacen la vida más amable, aunque no a toda la población, porque el corto brazo del progreso no llega a todos los rincones del territorio nacional.
Por esa razón, en una tarea informativa que pudiera parecer subversiva, el periodismo científico está obligado a comunicar y procurar que los productos y servicios generados por la investigación científica y tecnológica puedan ser usados y disfrutados por toda la población. En la medida en que se informe sobre los beneficios y también los perjuicios que ha producido la ciencia, así como de sus aportaciones para lograr la comprensión de los fenómenos naturales y sociales, se entenderá mejor la importancia de cultivarla y de orientar o redefinir líneas de investigación que tarde o temprano nos podrán afectar.
Asimismo, un mejor conocimiento del contexto sociopolítico, económico y cultural en que se produce la investigación científica y tecnológica permitirá ahuyentar los temores injustificados a los avances de las diferentes disciplinas, al tiempo que contribuirá a formar un juicio crítico y objetivo de las repercusiones del mundo científico y tecnológico en la marcha de la humanidad.
Si logra insertarse la actividad científica y tecnológica en las preocupaciones cotidianas de la sociedad y la clase gobernante, entonces podrán tenerse más oportunidades de contribuir a crear un pensamiento científico que aliente la conciencia crítica de la población para que influya en la política científica, con el propósito de lograr el desarrollo integral del país. Esto solo será posible si se conforma una política científica de Estado en la que se considere, indudablemente, una política de comunicación social de la ciencia.
Debe reiterarse que no se trata únicamente de comunicar el nuevo conocimiento y señalar las repercusiones que pueda tener, sino también de propiciar la participación de la población en el planteamiento de los problemas y posibles soluciones. Pero esa participación en la política científica del país no puede lograrse solo con la comunicación social de la ciencia, se requiere que cada sector haga su tarea.
Las autoridades educativas lo deberán hacer en las aulas; en tanto que el comunicador social de la ciencia deberá hacerlo en su medio, donde deberá reforzar ese pensamiento científico, vale decir crítico, con el propósito de que cada niño, joven y adulto analice la información que se le proporciona, sea capaz de formarse un juicio crítico y decida con conocimiento de causa sobre las situaciones que le atañen directamente en el ámbito cercano, y que los jóvenes y adultos, en el ámbito público, influyan en la toma de decisiones sobre política científica y sobre otros aspectos de la vida democrática del país.
Probablemente de esa manera podrá lograrse la democratización del conocimiento y quizá, solo entonces, el conocimiento científico y tecnológico, así como la apreciación del arte y otras expresiones culturales, modifiquen a la sociedad.
Con la intención de contribuir a esa tarea, en este Manual, en su acepción de Libro o cuaderno que sirve para hacer apuntamientos
(Diccionario de la Real Academia Española), se reúne lo más relevante de las técnicas periodísticas y la experiencia adquirida tanto en el ejercicio del periodismo como en la docencia y coordinación del primer Diplomado en Periodismo Científico que se impartió en el país, bajo el patrocinio de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Se revisan brevemente las técnicas periodísticas de nota informativa, entrevista y reportaje, pero fundamentalmente se transmite la experiencia, las mañas
o trucos
adquiridos en el oficio de periodista y divulgador de la ciencia. También se han querido aportar algunos apuntes sobre la historia del periodismo y la divulgación científica en México desde la época colonial hasta la actualidad así como antecedentes de la formación de comunicadores de la ciencia en México en las últimas décadas.
Navegando entre dos aguas
Entre dos aguas, en medio de la nada o como una actividad cómoda en la que no se le puede exigir la precisión que se le pide a un científico ni la claridad que se espera de un periodista o relator, la divulgación y el periodismo científicos parecen estar condenados a recibir críticas y burlas de la comunidad científica y hasta de profesionales de la comunicación que consideran el periodismo científico como una especialización menor y la divulgación científica como un híbrido de géneros literarios.
De los divulgadores con formación científica se dice que lo hacen porque no pudieron ser investigadores, aunque muchos de los buenos divulgadores han sido científicos de reconocido prestigio, como fue el caso de Carl Sagan, a quien se le impidió su ingreso a la Academia de las Ciencias de Estados Unidos, no obstante que tenía más de cien artículos publicados en revistas arbitradas, así como aportaciones significativas en astronomía. Pero precisamente su vocación divulgadora se consideró sintomática de su incapacidad para hacer ciencia
, según denunció R. Olson (citado en Llácer y Ballesteros, 2012: 57). Lee Hotz, del diario Los Angeles Times argumentó que se negó el ingreso de Sagan a la Academia porque era indecoroso ser tan popular, tan aplaudido y obtener tan jugosos contratos editoriales
(Hartz y Chappell, 2001: 88). Por su parte, Gould (1993: 9), prestigiado paleontólogo y divulgador de la ciencia, ha señalado diferencias en la percepción social del divulgador científico:
En Francia (y en toda Europa), la vulgarisation cuenta entre las más altas tradiciones del humanismo y goza asimismo de un antiguo pedigrí: desde San Francisco, que conversaba con los animales, hasta Galileo, que eligió escribir sus dos grandes obras en italiano, en forma de diálogos entre profesor y estudiante, y no en el latín formal de iglesias y universidades. En los Estados Unidos, por razones que no comprendo (y que son realmente perversas), esto de escribir para los no científicos se encuentra emparedado por vituperios.
En los últimos años ha cambiado poco a poco esa situación, pero el estereotipo del científico alejado de la realidad se modifica lentamente; por ejemplo, algunos funcionarios conminan a los científicos a divulgar sus trabajos, como Daniel S. Goldin, administrador de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (nasa, por sus siglas en inglés) de 1992 a 2001 (citado en Hartz y Chappell, 2001: 83), quien consideraba: "si ellos pueden hacer las maravillas que hacen con la ciencia, también pueden tomarse el tiempo de explicarla en lenguaje