Cerca de la Cordillera: Serie Montaña Millonaria, #1
Por Lexy Timms
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Al final, todo lo que aprendí fue cómo ser fuerte. Solo.
Lincoln es un ex marino SEAL, recluido en las montañas de Oregon. Quiere vivir lejos de los demás. Es feliz por su cuenta, prefiriendo la paz y la tranquilidad. Aun así, los fantasmas de su pasado vuelven a atormentarlo…
Un día se cruza en su camino Perla: una joven mujer que se encuentra en un viaje de senderismo solitario, quien resulta herida de gravedad y necesita de su ayuda. Su herida y una tormenta de nieve la obligan a quedarse atrapada junto a él en su diminuta cabaña.
Su relación sube de tono, pero él nunca le revela quién es en realidad y por qué vive por su cuenta.
¿Podrá Lincoln ser capaz de controlar su deseo, o permitirá que los fantasmas de su pasado lo venzan?
Lexy Timms
"Love should be something that lasts forever, not is lost forever." Visit USA TODAY BESTSELLING AUTHOR, LEXY TIMMS https://www.facebook.com/SavingForever *Please feel free to connect with me and share your comments. I love connecting with my readers.* Sign up for news and updates and freebies - I like spoiling my readers! http://eepurl.com/9i0vD website: www.lexytimms.com Dealing in Antique Jewelry and hanging out with her awesome hubby and three kids, Lexy Timms loves writing in her free time. MANAGING THE BOSSES is a bestselling 10-part series dipping into the lives of Alex Reid and Jamie Connors. Can a secretary really fall for her billionaire boss?
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Cerca de la Cordillera - Lexy Timms
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––––––––
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Cerca de la Cordillera
Serie Montaña Millonaria #1
Copyright 2020 por Lexy Timms
Portada: Book Cover by Design
Serie Montaña Millonaria
Cerca de la Cordillera
Cruzando el Engaño
Escalando el Monte
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Cerca de la Cordillera
Al final, todo lo que aprendí fue cómo ser fuerte. Solo.
Lincoln es un ex marino SEAL, recluido en las montañas de Oregon. Quiere vivir lejos de los demás. Es feliz por su cuenta, prefiriendo la paz y la tranquilidad. Aun así, los fantasmas de su pasado vuelven a atormentarlo...
Un día se cruza en su camino Perla: una joven mujer que se encuentra en un viaje de senderismo solitario, quien resulta herida de gravedad y necesita de su ayuda. Su herida y una tormenta de nieve la obligan a quedarse atrapada junto a él en su diminuta cabaña.
Su relación sube de tono, pero él nunca le revela quién es en realidad y por qué vive por su cuenta.
¿Podrá Lincoln ser capaz de controlar su deseo, o permitirá que los fantasmas de su pasado lo venzan?
Índice
Serie Montaña Millonaria
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Cerca de la Cordillera
Capítulo Uno
Perla
Capítulo Dos
Lincoln
Capítulo Tres
Perla
Capítulo Cuatro
Lincoln
Capítulo Cinco
Perla
Capítulo Seis
Lincoln
Capítulo Siete
Perla
Capítulo Ocho
Lincoln
Capítulo Nueve
Perla
Capítulo Diez
Lincoln
Capítulo Once
Perla
Capítulo Doce
Lincoln
Capítulo Trece
Perla
Capítulo Catorce
Lincoln
Capítulo Quince
Perla
Capítulo Dieciséis
Lincoln
Capítulo Diecisiete
Perla
Capítulo Dieciocho
Lincoln
Capítulo Diecinueve
Perla
Capítulo Veinte
Lincoln
Capítulo Veintiuno
Perla
Capítulo Veintidós
Lincoln
Capítulo Veintitrés
Perla
Capítulo Veinticuatro
Lincoln
Capítulo Veinticinco
Perla
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Capítulo Uno
Perla
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Tomé mi mochila de senderismo del fondo del armario y la puse sobre la cama. La mochila roja era de una de las marcas más caras y una de mis pertenencias favoritas. Esa y mi Nikon. Abrí el cierre de la mochila e introduje mi ropa interior larga antes de agregar un par de pantalones que estaban diseñados supuestamente para dejar pasar el aire y al mismo tiempo ser resistentes. Luego, agregué los paquetes de comida congelada. Estaba plenamente consciente de lo que elegía empacar porque cada libra cuenta.
Me encanta el senderismo. Adoro estar sola con los árboles y pájaros por única compañía. Rara vez derrocho en cosas de alta gama; pero cuando se trata de mis cámaras y mi equipo de senderismo, suelo hacerlo. Mi cámara era mi vida y, dependiendo de la situación, mi equipo de senderismo podía salvarme la vida, así que se trataba de una digna inversión.
—Gracias, papá —dije con una pequeña sonrisa mientras echaba dentro las barras luminosas.
Mi padre. Querido papá. Lo extrañaba demasiado. La pequeña herencia que recibí tras su muerte no me convirtió en una mujer rica, pero me dio la capacidad de tomarme un día libre de vez en cuando. Y el lujo de derrochar en cosas decentes. Sabía que le hubiera gustado que me comprara equipo de la más alta calidad. Él mismo era un hombre de exteriores, y quien me inspiró a salir tan seguido como me fuera posible.
Él me enseñó todo lo que sé sobre acampar y senderismo. Como a cómo encender una fogata en diferentes situaciones, y a nunca tomar agua que no haya purificado yo misma.
—Te extraño, papá —susurré, sintiendo ese familiar dolor en mi corazón.
Me hizo bien salir de la ciudad de vez en cuando. Me ayudó a aclarar mi cabeza y a darme una oportunidad de pensar claro. Amaba estar en la naturaleza y encontrar mi centro. No muchos apreciaban hacer el esfuerzo, por lo que iba sola. Y aun estando sola en el bosque, nunca estaba por mi cuenta. Oregon poseía unos de los más bellos y transitados caminos de senderismo en el país. Los senderistas eran una raza diferente. Hablaban un idioma diferente y se cuidaban entre ellos mismos. Yo podía ir en un viaje en solitario y nunca sentirme verdaderamente sola. Alguien siempre estaba cerca.
Eché unas cuantas cosas más antes de tomar mi cámara para asegurarme de que tenía una tarjeta SD extra y pila. Mi trabajo como fotógrafa independiente me mantiene ocupada, pero esta semana la tenía libre por completo. Me llevaba mi cámara porque siempre la llevaba y esperaba conseguir buenas tomas que podría vender a los medios locales o tal vez a un bloguero de viajes.
Cuando escuché sonar a mi teléfono, no tuve que adivinar de quién se trataba. Se trataba de Kristi, hablando para tratar de convencerme de abandonar mi más reciente aventura. Mi mejor amiga tenía buenas intenciones. Ella estaba muy en contra de la naturaleza, prefiriendo caminos pavimentados, tiendas de café en cada esquina y montones de luces y ruido.
—Voy de salida —contesté.
Ella gruñó.
—Perla Thomas —me regañó—. ¿Sabes lo peligroso que es?
—¿Bromeas? Manejar por la I-5 en hora pico es mil veces más peligroso que ir a una caminata en el bosque.
—No tienes que preocuparte de que un oso te devore en hora pico.
—No, pero tengo que preocuparme de que una idiota clavada en su teléfono me choque.
—Una vez. Una sola vez alguien chocó contigo y no puedes dejarlo ir.
Me reí ante su injusta descripción del accidente que había destruido mi coche.
—Tienes que disculparme. Estaré bien. Tengo mi spray anti osos y, en esta época del año, hay bastantes senderistas en los caminos. No estaré sola.
—¿Por qué no puedes quedarte en un hotel? Ve a la montaña durante el día y quédate en una cama calientita por la noche.
—Porque no es lo mismo, Kristi.
Ella dejó escapar un suspiro exagerado.
—Está helando allá. Nevando literalmente.
—Es por eso que llevo mi ropa térmica, además, tendré fuego —respondí—. Este no es mi primer rodeo.
—Pero ya no eres tan joven como antes —dijo ella, dándome otro argumento.
—Tengo veintidós y aún no necesito bastón, gracias. Estaré bien. Hago esto varias veces al año. ¿Sabes que pasará?
—Vas a ir de todos modos.
—Exacto.
—Pero es invierno por allá —dijo ella, intentado otra táctica.
—Es primavera.
—Hace frío por la noche.
—Y estaré bien.
Era el mismo guion que interpretábamos cada vez que me preparaba para uno de mis viajes. A ella le encantaba preocuparse.
—Tienes que decirnos en dónde estás. Exactamente, no un área general. Nadie va a estar tanteando por toda la montaña tratando de encontrarte en caso de que te pierdas. Necesitamos saber tus coordenadas exactas.
—¿Y por qué no me instalas un chip GPS en el trasero? —pregunté con sarcasmo.
—Es una buena idea —contestó Kristi.
Puse los ojos en blanco, acomodando el teléfono contra mi oreja mientras cerraba el cierre de mi mochila.
—Estaré bien. Me registraré cuando tenga señal. Si no hablo, no entres en pánico. Si no sabes nada de mí en cinco días, entonces podrás entrar en pánico.
—Eso no me hace sentir mejor.
—Tengo que irme. Tengo que llegar ahí y subir la montaña antes de que anochezca.
—No olvides el spray anti osos —dijo ella.
—Empacado y listo para usarse.
Colgué y tomé rápidamente todas mis cosas antes de dirigirme a mi pequeña Rav4. No podía esperar a estar en las montañas. Ya podía oler su aroma. La zona del Monte Thielsen a donde iba se encontraba a unas cuantas horas de mi departamento en las afueras de Portland. Quería vivir más cerca de las montañas, y me repetía a mí misma que algún día lo haría. Quería una pequeña cabaña en el bosque con venados en mi patio delantero. Quería el olor a pinos y ese maravilloso aroma de hojas y agujas de pino mientras se descomponían. Era una peste para algunos, pero yo amaba el aroma a tierra del bosque que terminaba y comenzaba ciclos de manera continua.
Mientras estacionaba mi coche al inicio del sendero, la emoción corría por mis venas. Inmediatamente salí del coche e inspiré.
—Maravilloso —susurré.
Guardando mis llaves en el bolsillo lateral de mi mochila, me puse mi gorro para luchar contra el frío en el aire y me acomodé la mochila en mi espalda. Abroché la hebilla de la correa inferior antes de sacudirme hasta sentirla cómoda en mi cadera.
Me puse en camino, mirando al cielo y analizando el clima. Era un hermoso día, lo que no presagiaba nada bueno para mi noche. Haría frío. Estaba preparada. Pisé el camino, que estaba suave y acolchonado por las espinas de pino cubriéndolo, y me dirigí a los árboles bajo cuya sombra la temperatura descendía mínimo diez grados.
Siguiendo el sendero, disfruté saludar a los paseantes matutinos que regresaban de su caminata, compartiendo sonrisas e inclinaciones de cabeza. El verlos con las mejillas sonrojadas y el escuchar sus jadeos me hizo recordar aquellos días en los que mi padre me llevaba a esos paseos matutinos.
A mi madre nunca le gustó acompañarnos. Ella era una chica citadina hecha y derecha; mientras que mi padre prefería acampar, el senderismo o estar afuera en el agua. Él vivía para estar afuera y me enseñó todo lo que sé sobre supervivencia en el exterior. Me sentía bastante calificada y confiaba en mis habilidades. Tampoco es como si estuviera lista para ese tipo de programas en donde te dejan en un área desolada y esperan que sobrevivas con el equipo en tus manos. No ese tipo de calificada, pero al menos podía defenderme en este ambiente.
Dando una zancada por encima de una gruesa rama, me recordé que debía mantener un ojo en el piso. Lo último que necesitaba era torcerme un tobillo. Al llegar a un pequeño claro, me detuve para agarrar mi botella de agua y me di un tiempo para mirar alrededor, degustando la belleza del bosque al mismo tiempo que bebía el agua. Los pájaros cantaban en lo alto, acompañados en su conversación por ardillas grises y rayadas. El bosque podía ser bastante ruidoso si te detenías a escuchar.
Avisté un ciervo a aproximadamente cuarenta pies frente a mí, masticando tranquilamente una pequeña área de pasto. Existen millones de imágenes de ciervos haciendo exactamente eso, por lo que no consideré la situación digna de sacar mi cámara. Era algo hermoso, pero era algo exclusivo para mí. Me quedé inmóvil, no quería espantar al ciervo.
Una vez que se percató de mí, desapareció rápidamente tras unos arbustos. Suspiré mientras acomodaba de vuelta la botella en el bolsillo lateral de mi mochila y comenzaba a caminar de nuevo. Amaba ver los ciervos y todo tipo de fauna salvaje y estaba agradecida de que mi padre no fuera un cazador.
Casi enseguida, comencé a reírme a carcajadas, estando sola en el sendero, al recordar la única vez que mi padre fue de caza con un par de sus amigos. Le prohibieron ir de por vida. Mi padre estaba escondido junto a ellos cuando una presa de buen tamaño salió a la vista. Se suponía que era el turno de papá. Se acomodó, apuntó y estornudó, alertando a la presa de su presencia. Fue unos meses más tarde cuando finalmente confesó lo que había pasado de verdad.
Me dijo que había pretendido estornudar. Vio al animal y no pudo dispararle. No le importaba cazar pavos y otros animales pequeños, pero él consideraba que los ciervos, alces e incluso los wapití eran demasiado majestuosos. Sin embargo, el hecho de que no pudiera dispararles no quería decir que no pudiera comerlos. Mi padre era un carnívoro hasta la médula.
Lo extrañaba. Tanto que a veces me era imposible respirar. No era justo que se hubiera ido. Era demasiado joven para morir, y yo era demasiado joven como para no tener a mi papá. La mayoría de las chicas adoraba a sus padres, pero yo lo admiraba genuinamente. Él era bueno. Era cariñoso, y me enseñó a ser paciente. Me enseñó a lidiar con las miradas que recibíamos cuando estábamos juntos.
Mi padre era negro, y mi madre era de un blanco pastoso. Yo salí de un color que estaba entre esos dos, tendiendo más a un tono oliváceo acompañado de un rizado cabello café. Cuando la gente nos veía en las montañas acampando juntos, asumían cosas desagradables. Nunca entendí el por qué la gente nos miraba raro hasta que un día él se vio obligado a explicarme después de que a una mujer se le ocurriera rescatarme del hombre que me había secuestrado. Recalco que mi padre se manejaba con mucha elegancia y mantuvo siempre su dignidad sin perder los estribos. Él incluso le agradeció por cuidar de los niños. Apenada, la mujer se alejó rápidamente, su rostro colorado como un tomate.
Siempre sentí que salí mal parada porque él murió cuando yo tenía quince. Demasiado joven para que una chica perdiera a su padre. Aún había mucho que aprender de él. Sé que había saberes de la vida que me hacían falta. Y Dios sabe que mi madre no era capaz de enseñarme esos saberes. Ella se marchitó por completo cuando mi padre murió.