Encuentros íntimos
Por Kathryn Ross
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Kathryn Ross
Kathryn Ross is a professional beauty therapist, but writing is her first love. At thirteen she was editor of her school magazine and wrote a play for a competition, and won. Ten years later she was accepted by Mills & Boon, who were the only publishers she ever approached with her work. Kathryn lives in Lancashire, is married and has inherited two delightful stepsons. She has written over twenty novels now and is still as much in love with writing as ever and never plans to stop.
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Encuentros íntimos - Kathryn Ross
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Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2000 Kathryn Ross
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Encuentros íntimos, n.º 1187- febrero 2021
Título original: Bride by Deception
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1375-127-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
CALLUM intentaba no mirar el reloj, pero sabía que llegaba tarde para tomar el tren.
—Francis, ¿vas a firmar el contrato o no? —preguntó con tono jovial, intentando no demostrar impaciencia.
El hombre levantó los ojos del papel.
—No tendrás prisa, ¿verdad? —canturreó con su acento irlandés—. Me gustaría volver a leer la letra pequeña.
—Si eso es lo que quieres…
Había mucho dinero en juego y podía tomar el siguiente tren, pensó Callum.
Francis sonrió, haciéndole un gesto a la camarera.
—Otro té, por favor.
—Ahora mismo —sonrió la joven, lanzando una mirada de admiración sobre Callum.
—No se puede hacer negocios sin una taza de té —murmuró Francis, volviendo a concentrarse en los papeles.
—Lo que tú digas —asintió Callum, haciendo un esfuerzo para no tamborilear sobre la mesa. ¿A qué estaba jugando Francis Bernard? El contrato no era diferente del que habían firmado el año anterior. Callum tuvo que contener un suspiro. Bernard era el propietario de una de las cadenas de supermercados más grandes del país y la granja necesitaba aquel lucrativo contrato, de modo que tendría que ser paciente.
Francis observó a la camarera mientras les servía el té. La joven no dejaba de mirar a Callum, pero él parecía no darse cuenta.
—¿Qué tal van las cosas en esa granja tuya? —preguntó, dejando el contrato a un lado.
—Bien… como siempre, ya sabes.
—¿Sigues solo?
Callum frunció el ceño.
—Ya sabes que no estoy solo, Francis. Tengo dos niños.
—Me refería a si te habías casado.
—No.
—No puede ser fácil llevar esa granja tan grande y cuidar de dos niños pequeños al mismo tiempo.
—Tengo un ama de llaves.
—¿Vive en la granja?
—No. Se marcha a casa por las noches.
—Entonces, te vendría bien tener una chica interna.
—Desde que murió mi mujer, mi madre me ayuda mucho —dijo Callum.
Pensar en su madre hizo que Callum mirase de nuevo el reloj. Su tren salía en una hora. Si lo tomaba, podría ir a buscar a los niños al colegio y le ahorraría un viaje a su madre. Últimamente, parecía cansada.
—Es una pena porque si quisieras contratar a alguien, alguien que yo te recomendase… doblaría la cantidad de este contrato —dijo Francis entonces.
Callum lo miró, sorprendido.
—¿De qué estás hablando?
—De mi hija —contestó el hombre—. Estoy intentando que siente la cabeza.
—Será una broma, ¿no? Estamos en el siglo XXI, Francis…
—Zoë siempre ha sido una chica muy rebelde. Tiene veintitrés años, es mi única hija y me rompe el corazón ver que comete tantos errores.
—Lamento oír eso. Pero no veo qué tiene que ver conmigo…
—Tengo que alejarla de Londres —lo interrumpió Francis—. Aunque solo sea durante unas semanas. Y esperaba que tú me ayudases.
—La verdad es que preferiría no involucrarme en líos familiares y nuestro contrato está bien como está.
—Bueno, entonces, tendré que pensármelo. Me gustaría que lo revisase mi abogado y tardará un par de días… o un par de semanas.
—¡Vamos, Francis! Es el mismo contrato del año pasado. ¿Qué es esto, un chantaje?
—¡Desde luego que no! —exclamó Francis Bernard, aparentemente indignado—. Lo que estoy diciendo es que si tú haces algo por mí, yo hago algo por ti.
Callum estudió al hombre que tenía enfrente. Se habían conocido unos años atrás en una conferencia sobre alimentos orgánicos y, a pesar de la diferencia de edad, la simpatía había sido inmediata. Aquel día charlaron largo rato sobre las ventajas y los inconvenientes de las granjas modernas y unos días después, Francis le había hecho el primer pedido para sus supermercados. A partir de entonces no había dejado de hacerlo y la granja de Callum empezó a prosperar.
Callum le debía mucho. Y también lo admiraba y lo respetaba. Francis era un hombre hecho a sí mismo que seguía controlando personalmente el imperio de supermercados como había controlado su primera tienda. Callum sabía que era un poco excéntrico, pero aquello era ridículo.
—¿Por qué va a trabajar la hija de un millonario como niñera en una granja?
—Ella no sabe que va a hacerlo… aún. Nunca lo admitiría, pero yo sé que está buscando algo en la vida… algo real y sólido. Algo más importante que las fiestas y las compras, que es a lo que se dedica.
Callum sonrió, irónico.
—¿Y tú crees que preferiría trabajar en una granja que irse al Caribe?
—Ya ha estado en el Caribe muchas veces.
—¿Toma drogas o algo así? No pensarás usar mi granja como un centro de rehabilitación, ¿verdad?
—No es eso. Aunque debo admitir que tengo mis razones para querer alejarla de Londres. Para ser más claro, tiene una relación con un hombre que no me gusta.
—Ya veo —murmuró Callum—. Pues lo siento, Francis, pero preferiría no meterme en esto.
—Matthew Devine es un ladrón y un estafador.
—Y tu hija tiene veintitrés años. Es suficientemente mayor como para tomar sus propias decisiones.
—Muy bien. Triplicaré la oferta —dijo Francis entonces.
Callum se quedó muy serio. El dinero le iría muy bien. Tenía empleados que pagar y el precio de las semillas y los piensos aumentaba cada día.
—¿Y por qué iba a querer trabajar como niñera la hija de un millonario? —insistió, incrédulo.
—Mi hija está pasando por una de sus fases rebeldes. No quiere vivir en el apartamento que le regalé, no acepta el dinero que le ofrezco… Ahora le ha dado por trabajar para una agencia de empleo temporal, sustituyendo a gente que está enferma o con permiso de maternidad. Pero el capricho solo le durará unas semanas.
—¿Cómo lo sabes?
—Ya te lo he dicho, está en una de sus fases rebeldes —contestó Francis—. Ahora mismo está trabajando como chef en un restaurante. Supongo que en el internado suizo al que la envié la enseñaron a cocinar, pero nunca me habría imaginado que acabaría en una cocina. Y antes de eso, estuvo trabajando como niñera en casa de una estrella de cine. Le gusta jugar y cuando se aburre, vuelve a casa. Y entonces yo le doy dinero para que se vaya de viaje a alguna parte —suspiró el hombre—. Pero esta vez es diferente. Esta vez, me parece que no va a volver hasta que cometa el mayor de los errores, casarse con ese impresentable. Y eso sería tremendo para ella.
—Yo la dejaría equivocarse. Ya se dará cuenta ella misma —dijo Callum.
—Pero es mi única hija. Y la quiero muchísimo. Además… —empezó a decir Francis, sin mirarlo— no quería contártelo, pero acabo de descubrir que no me queda mucho tiempo…
—¿Qué quieres decir?
—En pocas palabras, que no estoy bien de salud. ¿Imaginas lo que siento al pensar que voy a dejar a mi hija en las garras de ese estafador? Te lo ruego, Callum, no solo como socio, sino como amigo. De un padre a otro. Por favor, ayúdame a solucionar esta situación.
Callum lo miró, genuinamente sorprendido por la noticia de que estaba enfermo. Francis debía tener poco más de sesenta años, era un hombre joven.
—Te comprendo.
—¿Vas a ayudarme?
—Si tu hija está enamorada de ese hombre, no se irá de Londres, ¿no te parece?
Francis sonrió.
—El propietario de la agencia para la que trabaja me debe un favor. Y si mi hija quiere seguir trabajando, tendrá que aceptar el puesto en la