Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La hora de la Re-Constitución: Una guía para la Convención
La hora de la Re-Constitución: Una guía para la Convención
La hora de la Re-Constitución: Una guía para la Convención
Libro electrónico422 páginas4 horas

La hora de la Re-Constitución: Una guía para la Convención

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Cuántos principios soporta una constitución? ¿Cómo debe organizarse el poder? ¿Se deben o no incluir los llamados derechos sociales? ¿Cuál es el futuro del Tribunal Constitucional? ¿Por qué los mecanismos de democracia directa pueden ser riesgosos? ¿Debe el Banco Central ser autónomo? ¿Cuánta descentralización es conveniente? ¿Está en riesgo el derecho de propiedad? ¿Qué discusiones habrá respecto al Poder Judicial, el Congreso Nacional y tantos otros órganos reconocidos hoy en la Constitución?

Este libro se hace cargo de los principales temas que estarán presentes en la discusión pública de la Convención Constitucional que redactará el texto de la nueva Constitución. Escrito con pluma ágil, el texto aborda nuestra historia constitucional y algunos de los principales debates constitucionales en el mundo. También ofrece una estimulante interpretación de lo ocurrido en Chile en las últimas décadas, con especial atención al contexto político-social producido a partir de octubre de 2019 que gatilló el proceso que hoy enfrentamos. La Hora de la Re-Constitución es una guía fundamental para seguir y comprender el actual debate constitucional en el entendido que no será más un tema solo de expertos, sino de todos los ciudadanos. La crítica a la Constitución se transformó en el instrumento para discutir sobre nuestra transición y, en especial, sobre el modelo económico del país en las últimas décadas. Hace bien este texto en recordarnos que las constituciones no son programas de gobierno. Lucía Santa Cruz en el Prólogo
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento1 ene 2020
ISBN9789561427396
La hora de la Re-Constitución: Una guía para la Convención

Relacionado con La hora de la Re-Constitución

Libros electrónicos relacionados

Negocios para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La hora de la Re-Constitución

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La hora de la Re-Constitución - Sebastián Soto Velasco

    EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

    Vicerrectoría de Comunicaciones

    Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

    editorialedicionesuc@uc.cl

    www.ediciones.uc.cl

    LA HORA DE LA RE-CONSTITUCIÓN:

    UNA GUÍA PARA LA CONVENCIÓN

    Sebastián Soto Velasco

    © Inscripción Nº 2020-A-9781

    Derechos reservados

    Noviembre 2020

    ISBN Nº 978-956-14-2738-9

    ISBN digital Nº 978-956-14-2739-6

    Diseño: Francisca Galilea R.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

    Soto Velasco, Sebastián, autor.

    La hora de la Re-Constitución: una guía para la convención / Sebastián Soto Velasco.

    Incluye notas bibliográficas.

    1. Chile. Constitución.

    2. Convenciones Constitucionales - Chile.

    3. Chile - Política y gobierno.

    I. t.

    2020 342.83 + 23 RDA

    CONTENIDO

    PRÓLOGO

    Lucía Santa Cruz

    INTRODUCCIÓN

    ¿CÓMO LLEGAMOS A ESTO?

    1. Primer acto. Orígenes. 1973-1980

    2. Segundo acto. De la resignación al acuerdo constitucional de 1989

    3. Tercer acto. Gobernando con la Constitución. 1990-2009

    4. Cuarto acto. Una nueva Constitución para unir a la izquierda. 2009-2019

    5. Entreacto. Las críticas a la Constitución

    6. Primer interludio. La centroderecha y el cambio constitucional

    7. Segundo interludio. ¿Qué debió haber hecho la centroderecha en materia constitucional?

    8. Quinto acto. El 18 de octubre de 2019

    9. ¿Fue acertado jugar esa carta?

    ¿CÓMO SALIMOS DE ESTO?

    1. La importancia del problema

    2. El problema hoy

    3. La política

    4. ¿Qué debiera ser y hacer la política hoy?

    5. El segundo y tercer nivel: la estructura y la convivencia

    LA PRIMERA DECISIÓN

    1. El reglamento de la Convención

    2. ¿Qué tan transparente debe ser el trabajo de la Comisión?

    3. Participación. ¿Qué significa escribir juntos la Constitución?

    4. Organización y funcionamiento

    5. Dos temas sensibles del procedimiento. Hoja en blanco y votación final

    6. Quórum de votación

    7. Otros temas que debe definir la Convención

    LOS DEBATES MÁS INTENSOS

    Derechos I. El riesgo de la inflación de derechos

    1. ¿De qué hablamos cuando decimos derechos fundamentales?

    2. La política y el lenguaje de los derechos

    3. El riesgo de los catálogos agobiantes

    4. Una forma de inflación: la incorporación del derecho internacional

    Derechos II. Derechos sociales y propiedad

    1. Derechos en los que hay menos discusión

    2. ¿Qué hacer con los derechos sociales?

    3. Derecho de propiedad

    Régimen de Gobierno

    1. La discusión. Presidencialistas vs semipresidencialistas

    2. Los defectos del presidencialismo...

    3. Y las virtudes del semipresidencialismo

    4. ¿Soluciona el semipresidencialismo los problemas del presidencialismo? Desequilibrio y gobernabilidad

    5. Otros problemas del semipresidencialismo

    6. Hacia un presidencialismo de coalición

    Tribunal Constitucional

    1. El control judicial de constitucionalidad en el mundo

    2. El Tribunal Constitucional chileno: su historia y su presente

    3. Sus atribuciones más polémicas

    4. Integración

    5. Epílogo. Pese a todo… siempre habrá críticas

    Quórum especiales y mecanismos de democracia directa

    1. Leyes con quórum supramayoritarios. Presente

    2. Leyes con quórum supramayoritarios. Futuro

    3. Democracia representativa y mecanismos de democracia directa

    4. ¿Qué mecanismos incorporar?

    Los principios en las constituciones

    1. Evolución

    2. Los principios en la Constitución de 1980

    3. ¿Por qué no llenar de principios la Constitución?

    4. ¿Qué hacer con la subsidiariedad? La subsidiariedad ayer

    5. ¿Qué hacer con la subsidiariedad? La subsidiariedad hoy

    6. ¿Qué hacer con la subsidiariedad? La subsidiariedad mañana

    DEBATES MENOS INTENSOS… PERO IMPORTANTES

    ¿Cuál es el futuro de los órganos constitucionalmente autónomos?

    1. Los órganos establecidos hoy en la Constitución

    2. Debates futuros

    El Poder Judicial y el rol de los jueces

    1. El rol de los jueces. Una primera reflexión

    2. La Constitución y el Poder Judicial. Materias pacíficas

    3. Nombramientos

    4. Gobierno Judicial

    El Congreso Nacional. La importancia de una política en serio

    1. La imagen del Congreso y la importancia de una política en serio

    2. ¿Bicameral o unicameral?

    3. Número de parlamentarios y sistema electoral

    4. Atribuciones de la Cámara y del Senado

    5. Acusación constitucional

    6. Reglas de formación de la ley

    7. Estatuto parlamentario

    8. Parlamentarios querellantes

    9. Reelección y reemplazo parlamentario

    La constitución fiscal

    1. Orígenes en Chile

    2. Iniciativa exclusiva del Presidente de la República

    3. Otras reglas de la Constitución fiscal: 2%, ley de presupuestos y endeudamiento

    4. Futuros debates

    ¿Hasta dónde descentralizar?

    1. El problema

    2. ¿Qué hacer?

    Pueblos indígenas

    1. Trabajo de la Convención y consulta indígena

    2. Nueva constitución y pueblos indígenas

    ¿Cómo soportar la presión por constitucionalizar las demandas sociales?

    EPÍLOGO

    PRÓLOGO

    A partir de los violentos sucesos del 18 de octubre de 2019 y los días siguientes, los dirigentes políticos de los partidos democráticos, sin el Partido Comunista ni el Frente Amplio, suscribieron el 15 de noviembre un Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución. Once meses más tarde y por una inmensa mayoría, los ciudadanos optaron por la idea de redactar una nueva carta magna y que esta tarea la cumpliera una Convención Constituyente electa sin participación de miembros del actual Congreso. Por los próximos dos años, o tal vez más, el tema central del quehacer político será entonces definir las instituciones y las normas que regularán nuestra convivencia nacional.

    La Hora de la Re-Constitución de Sebastián Soto, viene a hacer un aporte insustituible para esta discusión constitucional, pues desmitifica muchos prejuicios y desmonta lugares comunes que se han venido transformando en verdades incuestionables. Es un libro que tiene todo el rigor y el pensamiento preciso de un académico, pero su pluma ágil y su claridad conceptual nos aseguran un texto accesible a cualquier lector con interés en la materia. Es un aporte que debería iluminar las reflexiones de todas las personas de buena voluntad que aspiran a construir instituciones que refuercen la democracia y permitan un desarrollo económico y social armónico.

    El autor comienza por recordar que las reformas a la Constitución de 1989 fueron ratificadas por más del 85% de los votantes y, como afirmara en ese entonces Francisco Cumplido, el futuro ministro de Justicia del primer Gobierno del presidente Patricio Aylwin, ello significa el éxito de una transición a la democracia gradual, pacífica y moderada. En 2005 fueron eliminados los contrapesos no democráticos, como los senadores designados, el Consejo de Seguridad Nacional y la inamovilidad de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, dejando a estas instituciones finalmente sometidas al poder civil. En esa ocasión el presidente Ricardo Lagos, al firmar el nuevo texto constitucional, pudo señalar que Chile cuenta desde hoy con una Constitución que ya no nos divide… para un Chile nuevo, libre y próspero, lo cual consolida el patrimonio de lo que hemos avanzado en lo económico, en lo social y también en lo cultural. En ese entonces únicamente el candidato del Partido Comunista sostenía que cualquier cambio debía ser hecho por una asamblea constituyente. Hasta este 2020, para la centroderecha la idea de una asamblea constituyente era anatema y su relato constitucional era el reformismo institucional. Para la mayoría de tal sector político, como bien se señala en este libro, la asamblea constituyente era un salto al vacío, un cuestionamiento a la institucionalidad actual, un momento refundacional que bien puede estar para los espíritus revolucionarios, pero que no fue parte del relato de centroderecha antes del 18 de octubre. Al contrario de lo que hoy se sostiene con liviandad, la centroderecha había demostrado su disposición reformista aprobando todas y cada una de las reformas introducidas desde 1989 en adelante: Nadie estuvo atado al texto original ni atrincherado en una posición. Hubo permanente apertura al cambio. El único requisito es que ese cambio debía llevarse a cabo en el Congreso Nacional y bajo las reglas actuales; sin trampa alguna, porque el Estado de derecho regía en plenitud y las instituciones representativas lo seguían siendo. De hecho, el presidente Sebastián Piñera tenía un plan en materia constituyente. En su programa contemplaba diversas reformas, principalmente la del Tribunal Constitucional, el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas y la reforma a la Contraloría General de la República.

    Según Sebastián Soto, en 2011, solo seis años después, tras las primeras manifestaciones masivas por distintas demandas sociales, nadie desde la izquierda se atrevió a inyectar sensatez a los gritos de la calle y con eso se derrumbó la Concertación, el orgullo por la transición, la política de los acuerdos, la defensa del modelo y también la Constitución y sus reformas. Y surgió la Nueva Mayoría, la retroexcavadora, el igualitarismo chato y el grito por una Asamblea Constituyente (AC). Su veredicto es concluyente: Es en este momento que la Constitución empezó su despedida. No hay forma en que una norma tan fundamental se mantenga en pie cuando la mitad de la política le da la espalda. Sin embargo, con mucho acierto recuerda que las interrogantes fundamentales permanecieron pendientes: ¿De qué estaba enferma la Constitución? ¿Por qué se necesitaba una nueva constitución y no solo reformas? ¿Por qué no era el Congreso el lugar para hacerla y se requería un órgano que reclamaba una pureza especial, como la Asamblea Constituyente?. En suma, la crítica a la Constitución se transformó en el instrumento para discutir sobre nuestra transición y, en especial, sobre el modelo económico del país en las últimas décadas.

    El debate constitucional que se avecina indudablemente tendrá muchas dimensiones y el libro adelanta casi todos los temas que serán centrales en la discusión. Tal vez el principal se referirá a la naturaleza misma del ser de las constituciones, pues la historia del constitucionalismo occidental moderno nos indica que estas son, por sobre todo, mecanismos de control del poder de las mayorías para asegurar los derechos de los individuos y de los grupos minoritarios, garantizando esferas de autonomía personal no sometidas a la soberanía popular, por mayoritaria que haya sido la expresión de esta, y en general para asegurar el mayor grado de libertad compatible con la vida en sociedad. El autor teme, no sin razones, que esa visión se enfrentará a enfoques que son más bien tributarios de otras formas de constitucionalismo radical o revolucionario, que ven en las constituciones un reflejo de la acción de las masas. Y, por ello, otro instrumento para enfrentar a las élites y hacer la revolución.

    Los eventos del último año son una manifestación clara de la crisis institucional que vive el país, no solo por el grave desprestigio del Congreso, de los políticos y sus partidos, sino también por el populismo que moviliza transversalmente de derecha a izquierda, por el uso de la violencia como instrumento para lograr objetivos políticos y por la complicidad activa o pasiva frente a ella. Una contribución muy principal de esta obra es la diferenciación que introduce entre los que son problemas políticos y los propiamente constitucionales. No se trata solamente de que por definición las constituciones no puedan resolver los problemas económicos y sociales, los cuales son materia de políticas públicas, sino también de que muchos de los problemas institucionales tampoco pueden ser resueltos por el mero expediente de escribir una nueva Constitución. Como afirma el profesor Soto: más allá de su ratificación mayoritaria en el plebiscito reciente, el Acuerdo del 15 de noviembre de 2019 no puso fin a la política como campo de batalla y solo cinco días después se presentó una acusación constitucional para destituir al Presidente de la República, confirmando que los sucesos anteriores ciertamente tenían un objetivo político central. Lo grave es que esta acusación fue apoyada prácticamente por toda la centroizquierda, sometida a las estrategias del Frente Amplio y del Partido Comunista. En suma, concluye que la política es el principal problema que padece el país; es el estado actual de la política como institución mediadora y demuestra prácticas que, no hay que olvidarlo, no necesariamente son efecto directo de la Constitución. Digámoslo de otra forma: lo que está en crisis es la forma de hacer política y ella depende tanto de reglas escritas como de muchas no escritas que guían el actuar de los políticos. El liderazgo, la amistad cívica, los acuerdos, la importancia de la responsabilidad y el cumplimiento del deber, la misión y el servicio, y tantas otras máximas que, con altos y bajos, han guiado la política, hoy parecen encontrarse en su nivel más bajo. Abundan el desprestigio y la desconfianza respecto a su rol; también la atraviesa una cierta incapacidad e indolencia; y, por último, padece una creciente farandulización. Lo anterior también demuestra que el problema actual no deriva tanto de las reglas constitucionales, sino más bien de la cultura política que se ha generado bajo el actual Congreso y de actos y políticas que han sobrepasado los límites constitucionales de las funciones de los miembros de la Cámara de Diputados y del Senado. Ninguna institucionalidad es viable cuando los principales encargados de respetarla dejan de hacerlo.

    Tampoco es viable el sistema democrático cuando se desprecian los acuerdos, se ensalza la polarización y se establecen dinámicas de relación más propias de amigos-enemigos que de legítimos adversarios, unidos al menos por el propósito común de defender la democracia y sus instituciones.

    Otro gran tema que también dividirá la Constitución se refiere a qué derechos deben ser incluidos en ella: si solo los derechos liberales clásicos o si hay que agregar derechos sociales y económicos, pero sobre todo si es que estos deben o no ser susceptibles de ser reclamados y determinados por el Poder judicial. El libro arroja importantes clarificaciones respecto a los que son, por una parte, los derechos negativos de abstención, que exigen que el poder político simplemente se abstenga de intervenir en campos como el derecho a la vida, la igualdad ante la ley, el debido proceso, la privacidad, la inviolabilidad de las comunicaciones y del hogar, la libertad de conciencia, reunión, religión, pensamiento, opinión y expresión, la libertad de enseñanza y todos los otros clásicos derechos individuales —aquellos que Bobbio llamaba el territorio inviolable— que son atributos de la persona cuya protección se debe reclamar al Estado. Por la otra parte están los derechos positivos económicos y sociales que implican una prestación del Estado y que, por definición, no pueden ser absolutos pues son contingentes a las posibilidades materiales de un país y difíciles de definir, y si bien constituyen aspiraciones loables del mundo civilizado, su definición y alcances, que no pueden ser estáticos, deben quedar librados a la deliberación democrática y deben ser alcanzados por medio de políticas públicas. De más está señalar cuántas constituciones en el mundo garantizan toda suerte de derechos que en la práctica no valen la tinta con que fueron escritas. En efecto, la Constitución actual garantiza el derecho a la salud, a la educación y al medio ambiente libre de contaminación. ¿Alguien podría sostener que los avances en la eliminación de la desnutrición infantil, la reducción de la mortalidad de los niños, el aumento de las expectativas de vida, el incremento del número de años de escolaridad o el aumento vertiginoso de estudiantes en la educación superior, son atribuibles a que hay derechos constitucionales en estos ámbitos? ¿O bien son definitivamente el resultado del crecimiento económico y de las políticas públicas adoptadas?

    Será objeto de controversia también el derecho de propiedad, el cual, aunque se suele ignorar, en la Constitución actual ya está condicionado por las exigencias de su función social, de modo que no será el derecho de propiedad mismo el objeto de discusión, sino cómo entendemos la función social y, más precisamente, las formas de indemnizar eventuales expropiaciones exigidas por el bien colectivo.

    Posiblemente habrá una pugna entre la democracia representativa y la democracia directa, o sea, se decidirá si tendremos un sistema político que por medio de la representación logre una síntesis y priorización de los legítimos intereses múltiples existentes en cualquiera sociedad plural, o bien si existirá un enfrentamiento crudo entre los grupos de interés que se dirimirá en razón del poder de presión de cada uno de ellos, sin posibilidad de una deliberación compleja, o de negociar y de generar soluciones que no signifiquen un juego de suma cero. Finalmente, en la discusión, algo bizantina para algunos, entre los cuales me cuento, entre el Estado subsidiario o el Estado solidario el debate versará sobre el rol del Estado, pero por sobre todo sobre el derecho de la sociedad civil de participar, como lo ha hecho desde los inicios de la República, en la solución de los problemas públicos, como los atingentes a la educación y la salud. En todo caso, como bien señala el autor, el principio de subsidariedad de ninguna manera elimina la acción del Estado; prueba de ello es que bajo el imperio de esta Constitución (que en ninguna parte menciona el principio de subsidariedad) tenemos que el 87% de la educación escolar es financiada por el Estado y el 80% del sistema de salud es público. Es por eso que Soto argumenta que la adhesión de los gobiernos de la Concertación a ciertos principios o procedimientos característicos del orden liberal y de la economía de mercado, como las concesiones o privatizaciones, no fueron por imposición de la Constitución sino por la creación de un consenso respecto a los beneficios que el sistema estaba produciendo. Dice el autor: Si la Concertación creyó en el Estado mínimo, no se debía a la camisa de fuerza que imponía la Constitución, sino a la convicción que inundaba a sus políticos. Las privatizaciones de los noventa, la alianza público-privada que sirvió de base al crecimiento de Chile no era un mandato constitucional; fue una decisión política.

    Hace bien este texto en recordarnos que las constituciones no son programas de gobierno ni deben consistir en una serie de demandas o aspiraciones agregadas; por el contrario, deberían ser documentos más bien neutros con vocación de permanencia, pues el rol que pueden jugar es acotado y que es la política regular la llamada a resolver estos temas.

    Finalmente, no podemos sino hacer nuestros los deseos del autor: Confiamos en que quienes deliberarán en torno a la futura Constitución serán capaces de construir una cultura política nueva, más responsable y colectiva, menos polarizada, que inunde nuevamente de dignidad a la política y al servicio. Si eso ocurre, si la Convención construye confianzas y sana el odio y el desprecio de los que añoran la refundación, habrá valido la pena.

    Lucía Santa Cruz

    INTRODUCCIÓN

    Hace casi dos siglos, El Mercurio promovía el inicio del proceso de codificación recordando unas palabras atribuidas a Napoleón: Mientras se marcha, solo se piensa en llegar; en llegando, se acomodan todas las cosas¹. Hoy la frase parece cobrar nueva fuerza. Ya no pretende motivar el nacimiento de un código, sino que la redacción de una nueva constitución; o mejor, de un momento de reconstitución institucional y política. Quienes empezaron a promover la marcha hacia una nueva constitución hace algo más de una década y quienes nos negamos a ello, por más o menos tiempo, enfrentamos hoy una nueva etapa: aquella en que ha llegado el momento de acomodar las cosas que permitirán reconstituir nuestro pacto fundamental.

    Las páginas que siguen dan cuenta de algunos de los debates constitucionales que estarán presentes en la Convención Constitucional que comenzará a sesionar en mayo de 2021. Sin caer en profundidades académicas, cada capítulo aborda con fluidez la evolución del texto constitucional y propone algunos caminos en los futuros debates, a fin de mantener las bases de un orden constitucional moderno.

    Para eso plantea al inicio una breve historia de la Constitución de 1980, que permite entender por qué llegamos a discutir nuevamente sobre nuestro pacto fundamental. Luego se enfoca en el problema al que debe buscarse una solución para que llegue a buen puerto el camino que empezamos a recorrer. Ese problema está íntimamente anclado a la exigencia por reconstituir no solo instituciones y reglas constitucionales, sino también la política e incluso nuestra propia convivencia.

    Los capítulos siguientes abordan los debates que posiblemente se instalarán una vez que la Convención entre en funciones. El primero se relaciona con su funcionamiento y el reglamento de votación. Los que siguen se vinculan con el probable contenido de la nueva constitución: la discusión sobre los derechos, el derecho de propiedad y los derechos sociales, la cuestión de los principios constitucionales, el futuro de la subsidiariedad, entre otros temas. También se abordan materias vinculadas con el nuevo diseño institucional. Se examinan las discusiones sobre el presidencialismo y el semipresidencialismo, el Tribunal Constitucional, los quórums supramayoritarios, los mecanismos de democracia directa, así como otras materias. Por último, el libro revisa temas menos presentes en el debate público, aunque igualmente relevantes en cualquier texto constitucional. Entre ellos están el Poder Judicial y el Congreso Nacional, el futuro de los órganos constitucionalmente autónomos, como el Banco Central o la Contraloría General de la República, y las discusiones sobre descentralización.

    Todo esto busca promover un debate más informado, que esté consciente de la historia de nuestro texto constitucional y de su evolución. También, intenta promover una reconstitución de nuestra Carta Fundamental que, proyectando hacia el futuro reglas y normas constitucionales, evite recorrer caminos que pueden alejarnos de la senda del progreso y el bien común.

    No puedo dejar de agradecer a muchas personas que han contribuido a este libro. La Directora de Ediciones UC, María Angélica Zegers, lo motivó hace varios meses tras una conversación. El Decano de la Facultad de Derecho de la P. Universidad Católica de Chile, Gabriel Bocksang, y la vicedecana, Carmen E. Domínguez, han sido siempre un apoyo incondicional en este y múltiples otros proyectos. E igualmente Lucía Santa-Cruz y Juan Luis Ossa Bulnes, quienes revisaron el texto y aportaron valiosas perspectivas. Por último, Sebastián Valenzuela me permitió usar en la portada una de sus obras que reflejan lo que intuyo debiera ser un proceso virtuoso: participación e institucionalidad.

    También agradezco por sus consejos y aportes a Claudio Alvarado, Isabel Aninat, Andrés Sotomayor, Felipe Hübner, Gonzalo Blumel, Cristián Larroulet, Arturo Matte, José Miguel Aldunate, Juan Luis Goldenberg y Magdalena Ortega. Asimismo, mis ayudantes de investigación Trinidad Burrows, Camila Allende, Benjamín Viveros, Samuel Guzmán, Christian Yepsen y Anais Ayazi aportaron importante información. Y, por sobre todos los anteriores, quiero agradecer a mi señora, Rosario Willumsen, y a mis hijos e hijas por su apoyo incondicional e infinita paciencia durante los meses de encierro dedicados a la escritura.

    Dedico este libro a mi madre, Sylvia Velasco Montt, en quien descansa el poder constituyente de la familia que me hizo crecer.

    ¿CÓMO LLEGAMOS A ESTO?

    Breve historia de la Constitución vigente en cinco actos

    Así como el colapso del sistema imperial fue imperceptible, el surgimiento de un orden nuevo fue equívoco. Ambos se enmarañaron en una nebulosa jurídica constitucional que ocultó el sentido y alcance de lo que en realidad estaba ocurriendo. Alfredo Jocelyn Holt².

    1. Primer acto.

    Orígenes. 1973-1980.

    El lunes 24 de septiembre de 1973, sin que hubieran pasado ni dos semanas desde el martes 11, se reunió por primera vez la comisión a cargo de redactar una nueva constitución. La Junta de Gobierno que había llegado al poder tuvo entre sus primeros objetivos reemplazar la Constitución de 1925 que, a ojos de muchos, había sido una de las causantes de la ruptura institucional³.

    A esa primera sesión asistieron Enrique Ortúzar, quien fue elegido presidente. También Sergio Diez, Jaime Guzmán y Jorge Ovalle. Actuaría de secretario Rafael Eyzaguirre. Algunas semanas después, el 9 de octubre, se sumarían Alejandro Silva, Gustavo Lorca y Enrique Evans. Y, al año siguiente, Alicia Romo.

    Todos eran abogados comprometidos políticamente. Ortúzar y Guzmán tenían clara cercanía con Jorge Alessandri. Sergio Diez y Gustavo Lorca eran entonces parlamentarios; el primero, senador recientemente electo por el Partido Nacional, y el segundo, diputado por el Partido Liberal desde 1964. Alejandro Silva y Enrique Evans eran dos destacados juristas democratacristianos. Sin duda Silva Bascuñán era, por esos años, el constitucionalista más importante del país. Había publicado en 1963 un contundente tratado sobre la Constitución de 1925 y era entonces presidente del Colegio de Abogados. Jorge Ovalle había sido radical y luego candidato al parlamento por la Democracia Radical, facción escindida del PR y contraria a la Unidad Popular. Solo Alicia Romo, la única mujer en los primeros años de funcionamiento de la Comisión, carecía de vínculos directos con la política.

    Esa fue la integración que se mantuvo hasta 1977, cuando tres de sus integrantes abandonaron la Comisión. En marzo partieron Evans y Silva Bascuñán. Este último explica que el decreto de disolución de los partidos políticos dictado ese mes motivó su partida. Luego, en mayo, fue el turno de Jorge Ovalle, quien debió renunciar por su cercanía con el general Gustavo Leigh. Y en junio ingresaron tres nuevos integrantes: los constitucionalistas Luz Bulnes y Raúl Bertelsen, y Juan de Dios Carmona, quien había sido ministro de Eduardo Frei Montalva y senador DC hasta 1973.

    Tras cinco años de trabajo y 417 sesiones, la Comisión Ortúzar entregó la propuesta de una nueva constitución. El texto luego fue revisado por el Consejo de Estado, institución presidida por el expresidente Jorge Alessandri y que integraban también Gabriel González Videla y un grupo de personalidades designadas por la Junta de Gobierno. El Consejo de Estado revisó nuevamente todo el texto y propuso diversos cambios, algunos de ellos sustantivos. En las actas de su discusión se aprecia la influencia de Jorge Alessandri y muchas de las modificaciones tenían en él su principal inspirador.

    Finalmente fue el turno de la Junta Militar, que comparó ambos textos y tomó las definiciones más relevantes. Primero, un grupo liderado por el ministro Sergio Fernández revisó cada una de las discrepancias, que luego fueron siendo definidas con los integrantes de la Junta de Gobierno y otros invitados de confianza. Según narra Sergio Carrasco, en el articulado permanente se hicieron 175 modificaciones, de las cuales 59 fueron fundamentales. También cambió el articulado transitorio que había propuesto el Consejo de Estado, extendiendo el proceso para el retorno a la democracia⁴.

    El 11 de agosto de 1980 se convocó a un plebiscito para treinta días después, el 11 de septiembre. Ese día la ciudadanía debía aprobar o rechazar el nuevo texto constitucional. Como es sabido, el acto careció de garantías mínimas: sin registros electorales, sin plena libertad de expresión, con un período de campaña excesivamente breve y con un acto eleccionario organizado por los propios alcaldes designados. Para votar, cada persona concurría a las urnas con su carnet de identidad, al que se le cortaba una de sus esquinas⁵. Estas y otras irregularidades no debieran sorprendernos demasiado. Después de todo, nunca una constitución chilena había nacido en épocas de plena normalidad democrática —no, al menos, como la entendemos hoy— y la de 1980, dictada en el marco de un régimen autoritario, no fue la excepción.

    En estas circunstancias el triunfo del apruebo era esperable. Recibió el 67,04% de los votos mientras que el rechazo 30,19%. El resto fueron votos nulos. Finalmente, las cláusulas transitorias de la Constitución, que eran entonces lo relevante, entraron en vigencia el 11 de marzo de 1981.

    2. Segundo acto.

    De la resignación al acuerdo constitucional de 1989.

    La pregunta sobre qué hacer con la Constitución rondaba una y otra vez en las mentes de los opositores al régimen de Augusto Pinochet. Era evidente, decían muchos, que no podían validarla, que tenía defectos insaneables. Pero muy temprano la visión de algunos líderes empezó a cambiar. Las violentas protestas de 1982 no hicieron caer al Gobierno, como algunos esperaban, y promover la violencia solo traería más violencia. Por eso, Patricio Aylwin en 1984 fue el primero en dar el paso y reconocer que el tránsito a la democracia debía hacerse siguiendo las reglas de la Constitución de 1980.

    Dejemos que sea el mismo Aylwin quien narre su posición: "Tanto el Grupo de los 24 como la Alianza Democrática sostuvimos sistemáticamente que no reconocíamos la Constitución como legítima. Hasta que se efectuó un seminario en 1984 en el Hotel Tupahue, organizado por el Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, cuyo Director Ejecutivo era Gutenberg Martínez. Participamos Pancho Bulnes, por su sector, Carlos Briones, por el mundo socialista, Enrique Silva Cimma, por el mundo radical y yo por el democratacristiano. Lo que se debatía era cómo salía Chile, desde el punto de vista constitucional, del problema en que estaba. Ahí sostuve que debíamos abandonar la tesis de la ilegitimidad de la Constitución del 80. Textualmente dije: ‘(…) lo que debemos estudiar es, sin entrar a discutir la legitimidad de la Constitución, qué reformas

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1