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La caída de Iblis
La caída de Iblis
La caída de Iblis
Libro electrónico367 páginas6 horas

La caída de Iblis

Por Mabus

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Información de este libro electrónico

El manto de la Gnosis Suprema se retira para revelar la historia del espíritu y su caída hacia la carne; una historia sobre los portadores de la luz y su lucha titánica contra las fuerzas que gobiernan la materia. Un conjunto de alegorías que permiten, al ser despierto, recomponer el discernimiento llevándole a reconocer el camino hacia la Verdad.
La búsqueda del ser por liberar su espíritu le impulsa a profundizar la investigación dentro de los simbolismos ocultos de la Filosofía Perenne y la Tradición Primordial. Esta obra reconstruye las narraciones perdidas sobre la gnosis e integra el conocimiento mítico y simbólico disperso para que el asceta pueda reconocerse a sí mismo, discernir sobre su verdadero origen y acariciar sus atributos espirituales con el objetivo de romper las cadenas esclavistas que el sistema le ha forjado en base de una modernidad engañosa y corrompida. 
¡Esta es una obra para la liberación espiritual!
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 nov 2020
ISBN9788418585746
La caída de Iblis

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    La caída de Iblis - Mabus

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © MABUS

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    ISBN: 978-84-18585-74-6

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    ADVERTENCIA

    Atente a las consecuencias de lo que leerás si aún dormitas en las cárceles del sistema: todas las historias conocidas tambalearán y tu ser será conmovido hasta las bases. Si disfrutas de estar atrapado en el sistema, ¡deja este libro!, ¡vete a gozar tu esclavitud inconsciente! Si tienes miedo de sacudir los confines de tu alma, ¡deja este escrito y huye a buscar consuelo!

    Si eres un espíritu despierto, ¡devora este libro y notarás una profunda vibración en tu ser que motivará a tu voluntad a buscar la liberación! En estos capítulos no encontrarás tolerancia ni paz ni consuelo, sino el dolor del espíritu atrapado en la materia, pues estos son tiempos de guerra espiritual.

    INTRODUCCIÓN

    Todos los seres humanos han mirado alguna vez hacia el cielo preguntándose sobre su propio origen, presencia y destino; en cambio, muy pocos han intentado buscar esas respuestas observando hacia su propio interior. La gnosis suprema es el corpus de sabiduría más extenso jamás interpretado: intenta guiar al ser humano hacia su liberación espiritual y final; para ello, es menester regresar la vista hacia los confines del verdadero Yo¹ hacia ese maravilloso espíritu enclaustrado entre las redes de la materia, enceguecido por las tinieblas de la mente anímica y confundido por su falso ego. Es, pues, la gnosis suprema representante del tronco primario de la sabiduría, el camino para llegar a las raíces del ser primordial.

    Para la gnosis suprema existe un solo camino: la liberación espiritual, y, para alcanzarlo, se debe despertar hacia la realidad, dejando atrás la ilusión del sistema con todos sus dogmas. Una vez se ha despertado, se obran varios efectos: la concientización sobre el sistema esclavizador, el reconocimiento de sí mismo como una divinidad atrapada en una aventura material, aparece la necesidad de atravesar normas y leyes impuestas por el sistema buscando la verdad suprema, se percibirá el nacimiento de una profunda lealtad hacia la sangre de los ancestros de nuestra civilización y sus prácticas sagradas (actualmente llamadas paganas, pero bien rescatadas gracias a la alquimia cultural de un respetuoso sincretismo) y se activarán sensibilidades especiales. Sin embargo, lo más importante —lo trascendente— es la apertura del puente de conexión hacia el espíritu. Una vez abierto ese camino, deberá recorrerse tomando la ruta más sombría, más tenebrosa, esa conductora hacia el inconsciente más profundo. Se hará en compañía de la luz verdadera, sin miedo a las tinieblas, hasta alcanzar y activar el máximo poder: la presencia de la consciencia krística², es decir, el despertar de Kristos³ Portador de la Luz.

    Son grandes misterios cuya decodificación se soluciona en el interior de cada ser, en el reconocimiento de la propia divinidad, en el Yo Soy y no en la desgastante búsqueda de dioses externos y lejanos ni en la entrega fanática hacia las religiones partícipes de la sinarquía; tampoco se encuentra en la práctica de extraños e impuros misticismos postmodernos autoproclamados como de la Nueva Era. El verdadero despertar recae en el reconocimiento del propio ser espiritual como el verdadero Dios, supremo y eterno; es pues, el espíritu del ser humano una semilla omnipotente emanada desde lo Incognoscible mismo. Poco o nada se logra al entregar el destino a las manos materialistas de los falsos profetas y pontífices de la mentira; lastimosamente, el ser humano lleva dentro de sí una manía difícil de erradicar: el complejo de manada, la necesidad por perseguir a una imagen. En base a ese errado autoreconocimiento, la gente dormida emite miradas de esperanza hacia un caudillo creado por el propio sistema, busca dentro de sus comunes a aquel salvador capaz de cargar con el peso de trazar el camino mientras la manada sigue a este falso benefactor. La historia permite corroborar como estos «salvadores» terminan por transformarse en entes temporales y, con su muerte, el tiempo y sus fanáticos seguidores se encargan de pervertir cualquier filosofía. En esos momentos críticos, aparecen los «nuevos maestros»: esos miembros más astutos de la manada y autoproclamados como «herederos» del conocimiento y de la verdad absoluta. ¡Nada más falso que eso!

    La gnosis suprema, el tronco mismo de sabiduría, no espera un salvador en esta era obscura (sin negar con ello la posible aparición de un avatar

    digno de ser escuchado); sí propone, para esta era, la transformación consciente de cada ser en su propio salvador, en un avatar para sí mismo. «¿Cómo es esto posible?», preguntan muchos, pues se debe alcanzar el despertar: en primer lugar, reconocerse como un ser espiritual único e irrepetible viviendo una experiencia material; segundo, reconocer la dualidad como una ilusión y buscar el sagrado camino intermedio en donde los opuestos se fusionan; tercero, entrar en consonancia con la vibración de su espíritu atrapado en lo profundo de su propio microcosmos; cuarto, observar con claridad la ilusión material en la cual se vive y cómo, de esa quimera, se genera un sistema social dispuesto a esclavizar al ser; quinto, en concordia con su quinta esencia, transformarse en guerreros y guerreras fieles, leales y honorables hacia la causa de la liberación, diseminando el conocimiento a todos los considerados despiertos; sexto, sumergirse en lo obscuro de su ser en busca de abrazar toda emoción habitante en el inconsciente, aceptar a cuantas se encuentren y no vivir en función de ellas sino trascenderlas; séptimo, alcanzar el verdadero y final despertar, la liberación de la materia, listos para recibir a Thanatos en el momento justo y, con su beso, despegar como dioses hacia el cosmos eterno e increado. Suena bastante complejo, ¿verdad? ¡Sí, lo es! Para lograrlo, el verdadero gnóstico, quien ha despertado frente a la realidad de este mundo contaminado, posee tres herramientas fundamentales:

    el sueño lúcido, intuido como la capacidad espiritual de programar los sueños y sobre todo adquirir consciencia durante la experiencia onírica y viajar dentro del sueño, usándolo para adquirir la verdad sobre sí mismo;

    la meditación como el proceso trascendente y formal de ensimismarse y alcanzar la introspección y la calma suprema mediante la inmovilidad y la respiración; es un profundo viaje hacia el microcosmos interior;

    el sexo sagrado, concebido como la práctica mágica de revitalizarse con la sexualidad, dejando atrás vanos tabúes propios de las sociedades materialistas.

    Todas estas herramientas permiten al iniciado, a ese maravilloso gnóstico, al espíritu despierto, alcanzar la paz del guerrero; le permiten superar el gobierno del tiempo y de la materia, así sea por unos instantes (esos cortos momentos pueden ser eternos para el espíritu). Quienes hayan viajado dentro de sus sueños no pueden negarlo: en muchos casos parecen viajes eternos hasta los confines de un cosmos surrealista y desconocido; quienes meditan con formalidad saben que la percepción del tiempo desaparece durante esas maravillosas experiencias y el cuerpo se percibe más sano y el ser, más sabio; quienes han recuperado lo sagrado de su sexualidad perciben al orgasmo con otras connotaciones supremas y edificantes y han notado como, en esos momentos de clímax, el propio cuerpo parece cambiar: las inhibiciones mentales desaparecen y el tiempo parece detenerse.

    Pero claro, existen enemigos del espíritu y es necesario reconocer la existencia de un sistema responsable de mantener esclavizado al ser humano bajo la ilusión del orden y del progreso, de la ley y la institucionalidad. Estas ideologías monstruosas trabajan contra el despertar espiritual y ocultan las herramientas para alcanzarlo. Ese sistema es quien mantiene la desigualdad insultante, las guerras incoherentes, el hambre, la dependencia económica, el manejo de la salud; ese sistema está detrás de la destrucción de la naturaleza y es ese quien elige a la politiquería de turno. Esa sinarquía propone el esclavismo asalariado como una forma de mantener satisfecho al humano moderno, pero en realidad es una moderna forma de dominio humano con la cual se somete a profesionales, artesanos, empleados en general, a su dosis mensual o quincenal de dinero con tal de que ellos mantengan un empleo con el cual sus jefes se enriquezcan. No todos los empleos son así, pero la mayoría sí. Esa sinarquía, traidora del espíritu, también decide cómo debe vivir la gran granja humana, qué debe comer, cómo debe sanarse y mantenerse; ese sistema decide qué es lo mejor para su «criadero», mejor dicho, busca el mayor beneficio para los verdaderos dueños de las «granjas humanas». Ese sistema corrupto intenta destruir el núcleo social tradicional con el fin de debilitar a la sociedad y tornarla fácilmente gobernable, más dócil frente a sus imposiciones. Para ello, se ha permitido mutar, camuflarse hasta construir el llamado postmodernismo que no es sino el ocaso de lo bello, de lo noble, la putrefacción misma en forma de una corriente social maquillada con la intención de tornarla digerible para quienes no abren los ojos hacia la realidad. Y esta sinarquía ha logrado desarrollar un poder brutal para imponer el postmodernismo por todos los frentes; sin embargo, así como el ave fénix renace de sus cenizas, cuando todo parece perdido es cuando se produce el llamado ocaso de los dioses, el Ragnarök

    o la caída del espíritu: es en esos momentos cuando la memoria de la sangre se despertará con más fuerza y los guerreros espirituales aparecerán para derrotar a los representantes de la materia y de la degeneración. Ese será el fin de esta era obscura.

    Tan solo una revolución social, política, religiosa, artística y científica podrá conmover lo suficiente las bases del edificio establecido por el postmodernismo como para derrumbarlo y reconstruir la humanidad con el fin de alcanzar una revolución espiritual; o, posiblemente, una revolución espiritual podrá despertar a la masa crítica de la sociedad capaz de realizar cambios sociales, políticos, religiosos, artísticos y científicos necesarios para una sociedad equilibrada. El equilibrio propio de una sociedad donde cada persona pueda manifestarse como lo que verdaderamente es: un dios, un espíritu libre deseoso de crear por propia cuenta cosas hermosas y no terminar como un alienado modelo del sistema, programado para servir a esa ilusión macabra. Se debe liberar a los dioses interiores y no fabricar más gólems

    exteriores.

    Uno de los objetivos de esta obra es, justamente, empujar un despertar de consciencia en contra de los enemigos de la espiritualidad primordial. No esperes encontrar en este libro historia basada en hechos ni tomes esta narrativa con tu mente fáctica: esta obra se ha escrito de forma simbólica, con profundo simbolismo realmente. En este tratado se mencionarán muchos nombres de entidades, dioses y seres, se contarán leyendas y alegorías; todo ha sido escrito bajo el efecto de una profunda inspiración que no ha llegado desde el exterior ni desde ninguna entidad ajena al ser: se trata de esa voz grave e intensa del mismo espíritu hablando desde el propio interior del autor; no es la voz de la consciencia anímica, sino la lengua del espíritu primordial. Con esto se le recuerda al lector que, siendo un escrito simbólico, sería un error darle un contexto histórico real o analizarlo usando las herramientas de la lógica; tampoco sería correcto dotar de corporeidad a estas emanaciones del alto pensamiento y frutos de la más espiritual de las intuiciones. Es recomendable imaginarlas como fuerzas, como profusos campos de potencias en continuo flujo tanto en el interior de cada ser vivo cuanto dentro del cosmos mismo; por último, para las mentes más racionalistas, tomen estos datos como una mitología: la mitología de la gnosis suprema.

    Dentro de todas las entidades analizadas alegóricamente, podrán reconocer claramente algunas, sobre todo quienes ya han transitado por ciertos caminos iniciáticos; algunas parecerían manifestarse como la clásica lucha de opuestos, pero sería un error visualizarlas de esa forma. Se recomienda no entenderlas como opuestos y así evitar la misma y terrible idea de dualidad mental; lo más gnóstico es intuirlos como alegorías de autocorrespondencia. Son entidades que parten de un principio común, nada más; ese hacia el cual el espíritu merece retornar: lo Incognoscible, al que los taoístas podrían llamar Tao, la esencia sin espacio ni tiempo donde confluye lo blanco y lo negro de forma coherente y en mutua correspondencia. Una de estas fuerzas se fortalece con la esclavitud espiritual: el demiurgo, quien le ata a lo material y anímico. La otra entidad prefiere su liberación total: el Kristos Portador de la Luz, quien conduce hacia lo Incognoscible. Es el ser humano quien favorece o no a cada una de ellas. Quienes buscan solo el crecimiento material y la evolución del alma, se atan a sí mismos en un ciclo de ir y venir o samsara

    (como lo menciona el hinduismo) en espera de ser devorados o unificados con el demiurgo o Gran Uno; este es el falso dios que intenta hacerse pasar por lo Incognoscible. Aquellos despiertos, aquellos viryas o vrayas

    leales y deseosos de liberar por completo su espíritu para trascender como verdaderos dioses, atraviesan la existencia material y anímica para encontrarse con él y retornar hacia lo Incognoscible; ellos son liberados de la rueda existencial y ni los ciclos ni los karmas son más en ellos. Ambas fuerzas han estado en continua lucha desde el origen mismo del universo, tratando la una de mantener ese proceso dual y de polarización, una división diabólica (el latín usa la palabra diabolein para referirse a la división); la otra fuerza, la primordial, busca el fin de la polarización, la comunión en individualidad: ese es el camino de lo simbólico (el latín usa la palabra symbolein para referirse a la conciliación de los opuestos).

    La fuerza conocida como demiurgo, representada en este mundo por la sinarquía social, usa un falso discurso de unión, de paz, de amor y, en base a la polarización, propone la unión de todos en un solo y único origen llamado el Uno: ese es el triunfo del demiurgo. La fuerza reconocida como Kristos propone detectar desde el inicio la dualidad y liberarse de ella, transformarse en dioses, pero manteniendo la identidad espiritual para evitar ser devorados por la fuerza del Uno. Los pueblos ancestrales mesoamericanos conocieron, al igual que los hindúes originales, el proceso de liberación y la importancia de lograrlo. En la península de Yucatán, los antiguos señores mayas, aquellos de alto nivel en su camino espiritual y herederos postatlantes de una sabiduría hundida en los confines de las memorias, eran reconocidos como halach uinik⁹ y, junto con los ahuakan¹⁰, preparaban una misteriosa ceremonia, revelada a pocos extranjeros; durante este rito, cuando el consejo de ahuakanes y ah holpop¹¹

    habían reconocido en el Halach Uinik caracteres de un ser listo para la liberación final, lo llevaban a una profunda y obscura caverna en donde todos, bajo el efecto de hierbas alucinógenas, entraban en estados alterados de consciencia; en medio de danzas y rituales, se leían códices sagrados de liberación. En el momento preciso, el halach uinik ingresaba a la caverna, adoptaba una posición de meditación profunda y era dejado en soledad y obscuridad. Tarde o temprano, cuando las visiones así lo dictaban y, cuando el gran balam (jaguar de la selva) aparecía emitiendo su sagrado rugido, ingresaban los ahuakanes a la caverna y encontraban tan solo la vestimenta del halach uinik: ni su cuerpo ni los restos se localizaban; para los mayas era una desmaterialización con viaje espiritual. A partir de ese momento, el espíritu de su representante supremo se había totemizado, es decir, su espíritu había ocupado la forma corpórea de un animal sagrado de índole totémico; en este caso, el divino jaguar. Tarde o temprano, sea por sueños místicos de los sabios o por el aparecimiento del jaguar respectivo muerto de causas naturales, cerca al sitio del ritual, se consideraba liberado al antiguo jefe supremo y su efigie era labrada en alguna de las columnas del templo de los Guerreros de su respectivo reino. ¿Cómo se entiende todo este complejo proceso? Pues, el jaguar jugó el papel de vehículo de liberación, engañando en el astral al gran demiurgo devorador y permitiendo al espíritu liberarse y esquivar la aspiración o atracción demiúrgica¹².

    Mitos similares, de liberación espiritual, se encuentran en el saber de los ancestros americanos, en las tradiciones nórdicas, en los escritos persas, en el budismo tibetano, sintoísmo y en ciertas ramas del hinduismo. En el Tíbet —y en las zonas influenciadas por la sangre sagrada de los drukpa¹³ —, cuando algún monje alcanza la maestría, tarde o temprano decide refugiarse en alguna celda labrada en las mismas fauces pétreas de la montaña sagrada; entonces, se inicia un estado de meditación profunda y sostenida, sin alimento, sin líquido, durante días, semanas, meses, algunos refieren incluso años. Cuando en el sueño místico el maestro aparece frente a sus adeptos, estos van en su busca y encuentran o solo sus vestiduras o el cuerpo inerte naturalmente momificado de su maestro; para ellos, esa es una muestra de liberación del estado material. En el budismo tibetano existe una obra magna, compleja en su traducción y más densa aún en su lectura: el Bardo Thödol, un libro magnífico en donde se describen las diversas fases o bardos por los cuales debe pasar el ser humano durante su vida, previo a la muerte y durante la misma, para alcanzar la liberación.

    Viajando hacia otro de los confines místicos del planeta: en la tradición nórdica, por otro lado, se cantan poemas mitológicos sobre este mismo proceso de liberación usando sus maravillosos mitos y las secuencias rúnicas; utilizando «las trece más tres» runas primordiales o vrunas se puede inferir cuál es el proceso para alcanzar la liberación final y es evidente la similitud con el camino aquí propuesto: reconocimiento de la divinidad propia, práctica de las artes liberadoras, trascendencia y el atravesar los confines del demiurgo hasta alcanzar el estado de avatar. Así mismo, el ibero ancestral o el paladín celta vieron en la desmaterialización de sus cuerpos una oportunidad de liberación; de ahí la presencia de rituales mortuorios tan bien llevados por estos pueblos. En todos los herederos de la tradición primordial, se puede detectar la presencia de los rituales relacionados con el culto al fuego familiar como símbolo de los poderes renovadores del espíritu, un deseo profundo de elevación hacia ese fuego interior que es el verdadero liberador y purificador; por ello, preferían quemar a sus muertos, para darles paso directo hacia un inframundo de liberación en el cual la memoria de sus ancestros los transformaba en divinidades o manes tan importantes en la tradición latina que, a fin de cuentas, influenció determinantemente a la península ibérica.

    En todos estos relatos, en definitiva, se pueden encontrar grandes analogías entre las diversas culturas del mundo, aquellas que siguieron la línea del tronco primordial de sabiduría. Dentro de estos simbolismos aparecen las criptohistorias y leyendas, que pueden interpretarse de diversas formas. Muchos dirán que la caída de la Atlántida era necesaria, otros dirán que el nacimiento de Persia cambió el mundo o se referirán a la importancia de las ciudades estado griegas o la magnífica expansión romana; pero hay un evento vital dentro de la historia de la humanidad, un evento por el cual los dioses solares de ambos lados del planeta lograron reconectarse y con ello potencializarse: ese evento fue la llegada de Castilla a América. Los dioses solares de la tradición indoeuropea se encontraron con los dioses solares de América: a partir de ese evento, de esa reconexión identitaria, el mundo nunca fue el mismo. Por alguna razón gloriosa, las sangres atlantes, separadas durante milenios, se encontraron de nuevo y se potenciaron de forma maravillosa. Tristemente, fueron nuevamente los enemigos de la materia, representados por poderes fácticos y geopolíticos, los que empujaron una falsa leyenda negra en contra de todo lo ibérico con el fin de debilitar un imperio de sangre primordial asentado, principalmente, en la tierra heredera de los viejos atlantes: América. Ahora, esos pueblos, otrora poderosos en todos los sentidos, navegan sin brújula en medio de un caos social repleto de violencia, corrupción y ceguera identitaria. Eso sucede cuando se rechaza el despertar de la energía espiritual contenida en la sangre primordial.

    Todos estos mitos referidos en libros sagrados, las historias primordiales y las alegorías dispuestas en esta obra tienen un denominador común muy claro, un mensaje que se lee entrelíneas: el camino de la liberación es el rumbo obscuro, tenebroso y difícil; definitivamente no es el camino fácil el que lleva a la divinización concluyente. Lastimosamente, con el advenimiento de los movimientos de la Nueva Era se ha tratado de simplificar o pulverizar el conocimiento en varias palabras que, a manera de una píldora cargada de una falsa panacea, simulan ser las más fáciles de digerir para el común de los mortales: tolerancia, amor, paz, luz. Es difícil profetizar, pero sí se puede garantizar: aquel seguidor de dichas prácticas terminará preso de sus propios demonios y vicios, pues con la idea de luz y pacificación absoluta no llegará tan siquiera a reconocer dentro de sí mismo al verdadero enemigo; con tanta bondad propuesta no podrá notar la gran guerra espiritual desarrollándose en cada esquina del cosmos ni el sinfín de batallas dispuestas en cada rincón de este mundo; una guerra brutal evidente frente a cualquier humano despierto. Al no notar esta realidad y mantener sus ojos vendados por la ilusión, vendrá lo siguiente para su alma: una gran caída de retorno, una vuelta más dentro de la rueda de las reencarnaciones…; una vuelta más y no necesariamente de perfeccionamiento: podría ser un viaje muy debilitante, alistando a su alma y su espíritu para servir como alimento del gran devorador. La anarquía espiritual, la verdadera manumisión, es una guerra compleja, violenta y difícil en contra del sistema y los demonios internos; el camino de la luz, de la magia —como de cuentos de hadas—, no llevará hacia el proceso de trascendencia: hay que sumergirse en los infiernos mismos para despertar iluminado. Tristemente, para el ser humano, lo fácil siempre será más cómodo y lo cómodo siempre es más placentero… temporalmente.

    A través de este escrito,

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