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Para una comprensión de las creencias
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Libro electrónico151 páginas2 horas

Para una comprensión de las creencias

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Para una comprensión de las creencias ofrece una evaluación del impacto que tienen las creencias en el modo de vivir de las personas, así como de sus repercusiones físicas y mentales, a la vez que destaca el importante papel que tienen las creencias en la toma de nuestras decisiones cotidianas. A diferencia de las posturas epistemológicas que distinguen el conocimiento de las creencias, para el autor éstas sí constituyen conocimiento, además, poseen un alto valor ético, ya que moldean y dirigen toda acción. Nilsson propone el razonamiento deliberativo y analítico, denominado comúnmente como el método científico, como el modo de evaluación de las creencias más eficiente. El autor ofrece una perspectiva epistemológica de las creencias derivada de su campo de especialidad, la inteligencia artificial, la cual toma en cuenta el carácter emocional de éstas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 dic 2019
ISBN9786071664587
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    Para una comprensión de las creencias - Nils J. Nilsson

    AUDEN²

    PREFACIO

    Me interesé en el tema de cómo las personas llegan a saber cosas por mi trabajo en inteligencia artificial y robótica. Para que los robots puedan funcionar aceptablemente, deben conocer algo de los mundos que habitan. Sabemos que los robots saben porque nosotros los construimos. Parte del conocimiento que poseen viene preinstalado por sus diseñadores y constructores. Algo más procede más o menos directamente de su aparato perceptual: lo que ven, leen, tocan y oyen. Pero los robots son capaces, también, de manufacturar conocimiento adicional en la forma de explicaciones y conclusiones a partir del conocimiento que ya poseen. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Quizá nuestro ADN codifica algún conocimiento como predisposiciones conformadas por nuestra evolución. Pero el resto se construye con base en nuestras percepciones, así como en nuestras habilidades para razonar y construir teorías.

    La ciencia del cerebro no ha progresado lo suficiente como para contar con una imagen detallada de cómo los humanos conocemos cosas. Con todo, los psicólogos cognitivos y los filósofos han tenido mucho que decir acerca del conocimiento. Los psicólogos hablan de distintos tipos de conocimientos, de dos clases en particular: el saber cómo, que denominan procesal, y el saber que, que llaman conocimiento declarativo. Saber cómo andar en bicicleta es conocimiento procesal: se halla instalado en un programa en el cerebro que posibilita andar en bicicleta. Saber que la bicicleta tiene dos ruedas es conocimiento declarativo: puede formularse como una oración declarativa.

    La rama de la filosofía que se ocupa del estudio del conocimiento se denomina epistemología. Los filósofos distinguen también el conocimiento del cómo del conocimiento del que. La epistemología se interesa principalmente en el conocimiento del que: la clase que puede ser representada mediante oraciones declarativas (que los filósofos a menudo llaman proposiciones). Por ejemplo, la oración (o proposición): El Sol se alimenta de reacciones termonucleares constituye un fragmento de conocimiento científico.

    Pero ¿qué decir de las creencias? ¿Constituyen conocimiento nuestras creencias, expresadas como oraciones declarativas? Aun cuando algunas de nuestras creencias son asumidas con menos firmeza que otras, considero que la suma total de ellas constituye en verdad el conocimiento que posee una persona sobre el mundo. Es todo lo que él o ella tiene. (En inteligencia artificial es común referirse con la expresión base del conocimiento a un conjunto de proposiciones, aun cuando algunas de ellas sean inciertas.)

    Algunos epistemólogos intentan distinguir creencia de conocimiento. Después de todo, afirman, las creencias pueden no representar fielmente la realidad, mientras que el conocimiento debe hacerlo. Debido a que no pienso que sea posible determinar si una oración (o conjunto de éstas) representa fielmente o no la realidad (lo que sea que eso signifique), no considero que sea posible distinguir conocimiento de creencia de una manera cualitativamente significativa. Sin embargo, muchas personas hablan como si hubiera diferencias entre creer algo y conocer algo. Por ejemplo, a menudo he discutido con uno de mis colegas —lo llamaré Carlos— por cualquier cosa. Estas discusiones a menudo concluían con estas palabras mías: "Entiendo que creas eso, Carlos. A lo que él había de responder, picándome en el esternón: No lo creo, lo ". Mientras que Carlos pensaba que existía una diferencia real entre creer y saber, para mí el pinchazo al esternón indicaba simplemente la fuerza de su creencia.

    Cuando alguien afirma que conoce a ciencia cierta aquello que formula en alguna proposición, lo interpreto como que lo cree muy, muy firmemente… aun cuando yo mismo pueda no creerlo en absoluto. Tal persona podría decir de manera equivalente que una proposición sostenida con firmeza es verdadera. El mismo caso ocurre conmigo. Tiendo a decir que cosas en las que creo bastante firmemente, y las etiqueto como verdaderas. Debido a que las personas emplean la palabra saber para sus creencias sólidas, pueden pensar (como Carlos) que la diferencia entre saber algo y creer en algo involucra algo más que la sola fuerza de una creencia. No pienso que exista una forma de describir qué pueda ser ese algo. El capítulo VI de este libro explorará más minuciosamente el acto de conocer y la verdad.

    Muchas de nuestras creencias median entre la creencia firme y la incredulidad. Debido a que influyen en nuestras acciones, y en virtud de que algunas pueden revestir profundas consecuencias, considero que es importante evaluar cuidadosamente nuestras creencias. El capítulo IV está dedicado a los métodos para evaluarlas. Considero que el conjunto de prácticas que ha dado en denominarse el método científico (explorado en el capítulo VII) constituye la manera más útil de evaluar las creencias de todo tipo. Como las teorías científicas, todas nuestras creencias están (o deberían estar) sujetas al cambio.

    Este libro describe mis creencias respecto de las creencias. Está escrito para quienes, como yo, están interesados en formar sus propias creencias acerca de las creencias. Muchas de las mías son bastante controvertidas, y usted podría estar en desacuerdo con ellas. Pero, después de todo, ¡podrá considerarlas simplemente como mis creencias!

    RECONOCIMIENTOS

    Varias personas leyeron muchos borradores de este libro (incluyendo a su temprano predecesor, no publicado, intitulado ¿Cómo hemos de saber?). Todas hicieron comentarios, sugerencias o correcciones útiles. Estoy seguro de que pocos concordaron con todo o incluso con gran parte de lo que leyeron en los preliminares. Espero no haber dejado a demasiados fuera de esta lista: Dave Berwyn, Ike Burke, Daniel Curtis, Oscar Firschein, Michael Genesereth, Ned Hall, Peter Hart, Hugh Haskell, John Iwuc, Mykel y Mary Anne Kochenderfer, Sidney Liebes, Alan Marer, Andy Neher, Walter Nilsson, Bill Rowe, George Slinn, David Stork, Robert Voss, Yin Wang y Andrew Waterman. Mary Bagg realizó un excelente trabajo de corrección de estilo. Asimismo, estoy agradecido por las sugerencias de seis revisores anónimos. ¡Muchas gracias a todos! Muy especialmente, deseo agradecer a mi esposa, Grace McConnell Abbott, quien leyó los innumerables borradores y sugirió modificaciones importantes.

    I. CREENCIAS, CONOCIMIENTO Y MODELOS

    Nuestras creencias constituyen una buena parte del conocimiento que tenemos del mundo. Por ejemplo, creo que existo en un planeta llamado Tierra, que comparto con otros miles de millones de personas. Tengo creencias respecto de objetos, como automóviles, aviones, computadoras, así como diversas herramientas, y (con diverso grado de detalle) acerca de cómo funcionan. Tengo creencias relativas a la cultura del siglo XXI en que vivo: acerca de la democracia y el imperio de la ley, respecto de internet, así como respecto de la ciencia y las humanidades, entre otras cosas. Poseo creencias acerca de muchas otras personas, lo que incluye a la familia, los amigos, los socios e incluso otros que no he conocido aún. Y creo que tales personas deben de tener creencias también. Sería imposible hacer explícita la lista de todas mis creencias. Sin embargo, todas están ahí, en alguna parte y de alguna manera representadas en mi cerebro: están cambiando, creciendo, disminuyendo y, en su mayoría, listas para ser utilizadas cuando las necesite.

    Si debiera hacer el intento de enlistar mis creencias, lo haría empleando oraciones en español, por ejemplo: El universo tiene alrededor de 14 000 millones de años, Salem es la capital de Oregón, Juan Pérez a menudo hace lo que dice que hará, y así por el estilo. Puedo igualmente establecer aquello en lo que no creo. Por ejemplo: No creo en la percepción extrasensorial. Y puedo declarar que no sé algo. Verbigracia: No conozco la población de Sri Lanka.

    A menudo nos referimos a nuestras creencias (o a conjuntos de ellas) como teorías. Construimos teorías acerca de la experiencia de todos los días —tanto en lo social como en lo personal—. ¿Por qué están descendiendo los índices de criminalidad en la ciudad de Nueva York? ¿Por qué Booth asesinó a Lincoln? ¿Por qué mi hijo no está sacando mejores sino peores calificaciones en la escuela? ¿Por qué el desempleo es tan alto (o tan bajo)?

    Los científicos proponen y debaten teorías científicas. Existen teorías para explicar los fósiles hallados en las rocas, para la energía casi ilimitada del Sol, para los terremotos y volcanes, para la diversidad de formas de vida, para el comportamiento mental, para el nacimiento y la muerte de las estrellas, y para esencialmente cualquier cosa que podamos percibir acerca del universo. A menudo las teorías científicas están descritas mediante muchas oraciones… y están repletas de matemáticas. Se exponen en artículos y libros que sirven de suplemento a lo que está almacenado en los cerebros de los científicos. Cuando éstos dicen que creen en la mecánica cuántica, por ejemplo, están aceptando teorías contenidas en ciertos artículos y libros acerca de la mecánica cuántica. Usualmente, las teorías científicas tienen que pasar pruebas más estrictas que las teorías personales que todos tenemos respecto de la mayoría de las cosas.

    Además de la bibliografía científica, los libros de no ficción, como historias, análisis políticos, biografías y narrativa, pretenden exponer las creencias de sus autores sobre algo. Tanto usted como yo podríamos adoptar algunas de estas creencias como propias. Por ejemplo, podría usted decir que cree en la historia de Stephen Ambrose acerca de la expedición de Lewis y Clark, tal como la relata en su libro Undaunted Courage. Aun los libros de ficción contienen descripciones del mundo que podríamos incorporar a nuestras creencias.

    Una de las cosas más importantes que se pueden decir respecto de las creencias es que son (o al menos deberían ser) tentativas y modificables. Por ejemplo, mi creencia de que mañana será un día soleado (basada en el pronóstico del tiempo que consulté) podría cambiar en la medida en que dispusiera de nueva información climatológica. Puedo modificar también algunas de mis creencias más fundamentales, como las relativas a la educación en la primera infancia. La ciencia y la medicina avanzan con nuevos experimentos y nuevas explicaciones teóricas, y éstas

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