Comencemos este artículo realizando un ejercicio: imagina un objeto, una manzana, por ejemplo, y muévela en tu mente. Fíjate en detalles como su color, su forma, la textura de su piel… Imaginar manzanas o cualquier otro tipo de imagen mental es una tarea sencilla para la mayoría de la población, pero hay un pequeño porcentaje de la población al que este ejercicio le resulta muy difícil o incluso imposible.
Como gran parte de nuestras capacidades de abstracción, imaginar es algo que damos por sentado. Sin embargo, se puede perder, es lo que se conoce como «afantasía adquirida», o directamente nacer sin esta habilidad, «afantasía congénita» —que son la gran mayoría de los casos—. Este año se ha publicado un trabajo que calcula que el 3,9 % de la población padece afantasía, dificultad para imaginar, y dentro de este grupo hay gente totalmente incapaz de generar ninguna imagen mental —0,8 % de la población—. Así que una de cada ciento veinticinco personas de las que estén leyendo este artículo no habrá podido imaginar una manzana y, más o menos, una de cada veintiséis habrá tenido dificultades para hacerlo.
La imaginación juega un papel importante en la memoria —en especial la memoria autobiográfica, aquella que