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La economía de la literatura
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La economía de la literatura

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El autor sostiene que la economía y la literatura tienen puntos de contacto y para demostrarlo aborda los siguientes temas: el origen histórico de la filosofía y del dinero acuñado, así como la postulación bivalente que afirma que las palabras señalan cosas concretas y que el dinero implica la posibilidad de obtener bienes si aceptamos que la literatura es valorable.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2014
ISBN9786071624970
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    La economía de la literatura - Marc Shell

    ¹⁹⁷³).

    I. EL ANILLO DE GIGES

    EN La genealogía de la moral, Nietzsche afirma que la mente del hombre primitivo estaba tan preocupada con la evaluación… que se puede decir, en cierto sentido, que éste era propiamente su pensamiento.¹ Un cambio fundamental en la evaluación representa un cambio fundamental en el pensamiento. El desarrollo de la moneda fue un cambio de este tipo. Aunque la acuñación no fue una gran novedad tecnológica, la moneda sí dio lugar a una poderosa revolución en la comunicación económica y verbal.² La genealogía de la forma monetaria constituye el estudio de una nueva lógica que es la moneda de la mente. En este capítulo estudiaremos la relación de constitución entre el origen de la moneda y el origen mismo de la filosofía.

    Los griegos no tenían muy claro dónde y cuándo precisamente apareció la acuñación. Sus explicaciones genéticas de la acuñación no dependen, sin embargo, de la exactitud cronológica y geográfica. Más bien, concentran su atención en épocas hipotéticas o míticas en las cuales suponen que se originó la moneda. Para discutir los efectos producidos por la acuñación y la relación entre la moneda y la mente, los antiguos griegos escogieron como lugar de nacimiento muchos lugares, así como distintas épocas y hechos diferentes.³ La disputa sobre el origen de la acuñación, sin embargo, no representa una discusión sobre datos de anticuario, sino más bien sobre el significado ideológico de la moneda.

    Herodoto alegaba que la acuñación apareció en Lidia durante el reino de Giges o de su hijo.⁴ (Las modernas investigaciones han demostrado que Herotodo probablemente tenía razón.)⁵ El suponer a Lidia como el lugar de nacimiento de la acuñación determinó el pensamiento de muchos autores de la Antigüedad. Inventor o no de la acuñación de la moneda, Giges, o su descendiente, se hallaba asociado en la mente de los griegos a la acuñación. Como Midas, su vecino, que convertía todas las cosas en oro con sólo tocarlas, Giges convertía todas las cosas en oro gracias a la posibilidad que tenía de comprarlas con oro acuñado en monedas.

    Así como se asociaba la acuñación con los lidios, también se asociaba a ellos la tiranía política, fenómeno tan importante en la historia de la cultura como en el desarrollo de, Estado griego.⁶ La palabra misma tyrannos tiene un origen lidio.⁷ Muchos griegos creían que Giges había sido el primer tirano, y lo asociaban frecuentemente con la tiranía. Fue el arquetípico tirano de la misma manera que fue el acuñador arquetípico.⁸ Sin duda, la frecuente asociación de tiranía y acuñación con el mismo hombre deja entender que quizás ambas estuvieron en estrecha relación y que incluso se reforzaron mutuamente.⁹

    Para nosotros, que hemos usado la moneda acuñada por cerca de 25 siglos, no es fácil imaginar cuál fue la impresión que causó en la mente de aquellos que por primera vez la usaron en sus ciudades-estados. No poseemos muchas analogías reveladoras de la introducción de la moneda en Grecia.¹⁰ Los relatos sobre Giges lo asocian con la fundación de una tiranía en Lidia y con el poder de transformar lo visible en invisible y lo invisible en visible. Este poder, como veremos, está relacionado con la nuevas formas económicas y políticas que destruyeron la anterior forma de vida junto con su cultura.¹¹ La historia de Giges, por hipotética o mítica que haya sido, constituye una valiosa explicación de la génesis de una semiología política, económica y verbal.

    Aparentemente, a muchos hombres les desagradan la moneda y la tiranía. No obstante, la dorada tiranía parece ser el equivalente o la base de gran parte de lo que pretendemos amar. El mito de Giges es de gran ayuda para conocer el origen del pensamiento moderno y para cuestionar este mismo pensamiento. Como sucede con el estudio de otros orígenes aparentemente históricos (el del pecado, el del lenguaje, el de la desigualdad y el de la moral, por ejemplo), el estudio del origen de la moneda también se convierte en el estudio de las formas de la actividad humana.

    LAS HISTORIAS DE GIGES

    Herodoto

    La historia del ascenso al poder de un acuñador y tirano arquetípico desempeña un papel muy importante en el pensamiento de Herodoto y de Platón. Con la interpretación de sus versiones de esa historia, podremos empezar a entender una revolución económica y cultural que se encuentra en relación directa con el origen de la moneda y de la filosofía.¹²

    En el Libro primero de sus Historias, Herodoto narra cómo Giges despoja a Candaulos del poder real en Lidia, país rico en oro. Giges no se propone apoderarse del reino motu proprio, es más bien un peón, primero del rey y luego de la reina. En la primera parte de la historia, Giges obedece las órdenes del rey Candaulos, cuya necesidad de tener un testigo de la belleza de su esposa provoca toda la trama. Candaulos trata de persuadir a Giges (su confidente en la corte) de la belleza de la reina: "Candaulos se enamoró de tal manera de su propia esposa que la consideraba, sin lugar a dudas, la mujer más hermosa del mundo; y estaba tan convencido de ello, que hacía ostentación de su belleza (eidos) a Giges (Herodoto, 1.8). En esta narración de intriga erótica, el amo aparentemente sólo puede definir el valor de sí mismo y de sus propiedades con la apreciación de sus esclavos. Más aún, Candaulos no cree que el testimonio verbal que le ofrece a Giges baste para que éste aprecie su propiedad", y decide entonces proporcionarle una muestra ocular. Candaulos insiste en que Giges se vuelva un voyeur y que observe subrepticiamente a su esposa desnuda en la cámara nupcial: "Me parece, Giges, que tú no crees lo que yo te digo de la belleza (eidos) de mi esposa; los hombres confían menos en sus oídos que en sus ojos (Herodoto, 1.8). Candaulos opone las palabras pronunciadas a las cosas vistas. Parece estar de acuerdo con Heráclito en que los ojos son testigos más veraces que los oídos".13 La palabra de un hombre no basta: es necesario ver.

    La historia de Herodoto gira en torno al acto de ver: volver a algo perfectamente verosímil significa hacerlo visible o despojarlo de sus vestiduras. Un hecho significativo es que los lidios tenían prohibiciones muy estrictas contra la desnudez.¹⁴ Giges, por tanto, se aterroriza ante la sugerencia de Candaulos de que viole la ley: "¡Amo! Qué orden más repugnante me impones… que yo vea desnuda a quien es mi ama. Al despojarse de su túnica, una mujer se despoja del honor/vergüenza (aidōs) que se le debe" (Herodoto, 1.8). Que alguien vea, aparte del rey, la belleza (eidos) de la reina implica una violación del honor (aidōs, casi homónimo de eidos)¹⁵ de la reina. Giges trata de recordarle al rey que hace tiempo los hombres hicieron leyes sabias para que las aprendiéramos y una de ellas es que sólo nosotros, y nadie más, debemos ver lo que es nuestro (Herodoto, 1.8). La reina es propiedad no de cualquier hombre, sino del rey. El portavoz del poder político le está pidiendo a Giges que viole no una ley cualquiera, sino la ley misma. Se siente en peligro (y quizá también siente en peligro al inseguro y enamorado rey), y le suplica que no lo obligue a violar el antiguo mandamiento: "Yo verdaderamente creo que tu reina es la mujer más hermosa de todas las mujeres; te ruego que no me pidas que cometa actos ilegales (anomōn)" (Herodoto, 1.8). Giges fracasa en su recurso a la nomos. El mismo rey Candaulos elabora el plan para introducir al sirviente en la recámara de la reina:

    Haré todo de tal manera que la reina nunca sepa que tú la has visto. Te introduciré en la recámara (oikēma) donde ella y yo dormimos y te colocaré detrás de la puerta abierta. Después que yo entre, mi esposa también vendrá. Hay una silla cerca de la entrada del cuarto donde ella pone las prendas de su atuendo cuando se las va quitando, y tú podrás observarla sin dificultad. Entonces, cuando ella se dirija de la silla a la cama, dándote la espalda, ten cuidado de que ella no te vea salir del cuarto [Herodoto, 1.9].

    Esa noche se realiza el plan de Candaulos: Giges ve a la reina desnuda y viola de esa manera su aidōs.

    Si el plan de Candaulos de hacer a Giges invisible para la reina hubiera tenido éxito, entonces Giges hubiera tenido por una noche el mismo poder (sobre la reina de Candaulos) que el Giges platónico (quien, gracias a su anillo, podía ver sin ser visto). Desgraciadamente para el rey que ha violado la ley, el plan fracasa: la reina ve a Giges cuando éste se desliza fuera del cuarto (las reflexiones de la reina al ver a Giges fueron quizás el tema de varias obras antiguas;¹⁶ por su parte, Herodoto no pone ningún interés en las reflexiones de la reina, sino que se concentra en el desarrollo puro de la trama). La reina no dice que ha sorprendido a Giges saliendo del cuarto. A la mañana siguiente, sin embargo, se asegura de quiénes le son fieles en su casa (oiketeia) (Herodoto, 1.11) y manda llamar al confiado Giges. La reina exige que el violador (Giges) o aquel que permitió que se consumara esa violación (Candaulos) sea muerto: "O matas a Candaulos y me tomas como tuya y te apoderas del trono de Lidia o eres ejecutado en este mismo momento sin más ni más… Esto te impedirá ver (idēs) lo que no debes ver". (Herodoto, 1.11). Sólo un vidente de su desnudez (eidos) y su deshonra (aidōs) puede vivir, y esa persona debe ser rey. El amenazado Giges elige matar a Candaulos para así dejar de ser peón del rey y comenzar a serlo de la reina. Ahora la reina trama hacer a Giges invisible para el rey y así pueda matarlo en el mismo lugar (la recámara u oikema) donde Giges vio desnuda a la reina. Vendrás al mismo sitio donde me viste desnuda (Herodoto, 1.11). Así como Giges quería respetar la ley cuando el rey le ordenó que espiara a la reina, así también ahora desea respetar la ley cuando la reina le ordena matar al rey. No obstante, mata al rey porque no había forma de ser perdonado o de escapar; él o Candaulos, uno de los dos tenía que morir (Herodoto, 1.12).

    Al matar Giges a Candaulos, al casarse con la reina y al tomar el poder se efectúa un cambio en la nomos de la oikos reinante: una revolución económica. La tiranía de Giges es diferente de la de Candaulos. En los actos de Giges, violar el pudor de la reina y conocer su belleza, sólo participa la mirada. Él no buscará que otros le confirmen su belleza (como hizo el inseguro Candaulos), sino que, sirviente convertido en amo, gobernará como un tirano, haciéndose incluso él mismo invisible.

    La relación que hace Herodoto de la ascensión al poder de Giges pone el acento en los cambios de lo visible a lo invisible y viceversa. Una de las causas de este énfasis es la prohibición lidia de la desnudez: una forma extrema de ser visible. Ni un gobernante ni su reina pueden ser vistos. El emperador debe estar vestido. Un tirano conserva el pudor usando esta nomos contra la mirada de otros para castigar a los enemigos que ven y asegurándose de ser él mismo invisible cuando así le conviene. Giges, por ejemplo, usa la ley que prohíbe ver al gobernante para atrapar a uno de sus antiguos enemigos, Lixos, quien constituye una amenaza potencial contra su nuevo régimen. Según Xanthos, Giges le ordenó a Lixos que nunca lo mirara, jurando que lo enterraría en el lugar mismo en que lo hiciera.¹⁷ El sirviente Giges mató al rey Candaulos en el mismo lugar en que había visto a la reina desnuda; ahora el rey Giges desea matar a un enemigo que lo ha visto. Para poderlo hacer legalmente, Giges trama encontrarse con Lixos en un barrio poco respetable de la ciudad, donde Lixos nunca esperaría que se va a presentar el rey. Aquí el rey se encuentra, por decirlo así, desnudo o perfectamente visible. Giges sorprende a Lixos, quien, al no poder desviar su mirada, comete el delito de lesa majestad al ver al rey.

    Alguien que puede compararse a Giges en las Historias de Herodoto es Deioces, el meda, quien se volvió invisible para sus súbditos organizando una de las primeras grandes burocracias de la civilización occidental. En efecto, Deioces logró ser tan invisible como su vecino rey lidio. El desarrollo de una burocracia presupone dos condiciones sociales fundamentales: el desarrollo de las formas de simbolización, como la moneda y la escritura, y la relativa invisibilidad del gobernante. Max Weber afirma que la moneda, cuya invención Herodoto discute en el libro primero, es la base de cualquier burocracia.¹⁸ En la descripción que hace Herodoto de la política de los medas, una mano invisible (con la que muchas veces se asociaba la moneda) desempeña un papel de primera importancia.

    Según Herodoto, Deioces comenzó su carrera política como un juez común y corriente. Dando la impresión de juzgar bien, se creó una buena reputación entre los medas. Cuando se negó a seguir juzgando, el pueblo, que había comenzado a depender de sus sentencias, le rogó que fuera rey. Cuando llegó al trono, Deioces quiso ocultarle al pueblo sus intenciones injustas, y para ello construyó Ecbatana, la ciudad de siete murallas. Las murallas se levantaban en forma de círculos concéntricos, el último de los cuales era de oro, el medio de intercambio (Herodoto, 1.98). Detrás de esta muralla vivía y gobernaba Deioces.

    Desde esta muralla de oro Deioces estableció lo que Herodoto considera que son varios precedentes en la historia de la política: Y cuando se terminó de construir todo, Deioces fue el primero en decretar que nadie podía llegar en presencia del rey; que todo debería tratarse por medio de mensajeros; que ningún hombre podía ver al rey (Herodoto, 1.99). Deioces se constituyó a sí mismo en la fuente de la ley, en una relación con sus súbditos similar a la de la moneda (mal interpretada como medida) con las mercancías. Un investigador dice al interpretar este pasaje: En tanto fuente injusta de justicia, Deioces no podía ser visto; medía lo bueno y lo malo sin que lo bueno y lo malo lo pudieran medir a él.¹⁹ Herodoto explica la intención de elevarse por encima de los hombres comunes y corrientes:

    Tuvo mucho cuidado de protegerse con estas medidas para que los hombres de su edad (que habían crecido con él y que tenían por nacimiento la misma dignidad y lo igualaban en valor), en vez de verlo y de sentirse humillados e inclinados a conspirar contra él, pudieran pensar, por razón de que no lo veían, que había cambiado (o que era diferente de ellos) [Herodoto, 1.99].

    Este ser invisible (un antiguo Mago de Oz) instituyó las comunicaciones escritas para proteger su posición. Cuando se estableció en la tiranía, se volvió muy severo en la distribución de la justicia. Y las partes en disputa tenían que mandarle sus casos por escrito, y él, una vez que llegaba a una decisión en el caso que de esa manera se le sometía, la regresaba de igual forma (Herodoto, 1.100). No sólo Deioces se volvió invisible para los otros, sino que también convirtió a otros en visibles para él: Si le llegaba información de que algún hombre había atacado a otro, inmediatamente mandaba buscarlo, y castigarlo de acuerdo con su falta; y con este propósito tenía espías y soplones en todos sus dominios (Herodoto, 1.100).

    El uso de la moneda y de la escritura le permitió a Deioces instaurar tanto la burocracia como la tiranía. Las murallas concéntricas de Ecbatana eran murallas-anillos, cuyo propósito era distinguir lo invisible, el ámbito privado de la casa (oikos) u hogar (oikia), de lo visible, el ámbito públi co de la polis.²⁰ Los efectos perturbadores de los nuevos medios de intercambio —la escritura y la moneda— le ayudaron a instaurar el tipo de gobierno más temido por los griegos. Aristóteles dice que el verdadero tirano tiene espías (o soplones políticos) tan poderosos como Giges (el voyeur), que volvía a los otros visibles para él y que se volvía invisible para los otros. Deioces, como Giges, fue un verdadero tirano.

    Según las Historias de Herodoto, los descendientes de Giges deben pagar por su crimen.²¹ El oráculo declara que los Heráclidas deberán vengarse de la posteridad de Giges en la quinta generación (Herodoto, 1.13). Herodoto nos cuenta cómo Creso, quinto en la línea de descendencia de Giges, es derrocado por Ciro, el quinto en la línea de descendencia de Deioces (Herodoto, 1.80 y ss.).²² Después de la derrota de Creso, el oráculo dice: Ni dios mismo puede impedir los decretos del destino; y Creso ha expiado el crimen de su ancestro en la quinta generación, quien siendo uno de los guardias del Heráclida fue inducido por los ardides de una mujer a asesinar a su amo y a usurpar la dignidad a la que no tenía derecho (Herodoto, 1.91).

    La razón que da el oráculo para explicar el castigo de Creso es insuficiente. Como ya hemos visto, Giges no era sino un peón a quien no se puede hacer responsable de la violación de la nomos que cometió. Su ascenso al poder no se debió solamente a los ardides de una mujer, sino también a la capacidad de volverse invisible (como lo fue para el rey) y de ver cosas que para los otros eran invisibles. Es por poseer este temible poder, compartido por otros gobernantes de la época, que Creso, el hombre más rico del mundo, es

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