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Salvajes ojos irlandeses: Serie La Caleta Mística. Libro 2, #2
Salvajes ojos irlandeses: Serie La Caleta Mística. Libro 2, #2
Salvajes ojos irlandeses: Serie La Caleta Mística. Libro 2, #2
Libro electrónico228 páginas2 horas

Salvajes ojos irlandeses: Serie La Caleta Mística. Libro 2, #2

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Oh, si pudiera callar las voces dentro de su cabeza.

En realidad, las voces de los demás. Como dueña de un pub con un don extra especial, todo lo que Cait anhelaba era un momento de silencio. Eso y ser la propietaria del edificio donde funciona el pub y del corazón del propietario del edificio: Shane MacAuliffe. Aunque siente una atracción irresistible por Shane, sus propias vulnerabilidades la obligan a mostrarse dura. Cuando esas dos cabezas chocan, vuelan más que chispas y Cait se encuentra temblando al borde del precipicio del amor.

Shane ha observado a Cait durante años. Obstinada, hermosa y atractiva; se muere por ponerle las manos encima. Cait es para él. Y, sin embargo, consigue enfurecerlo al escapar de sus besos. Todo el tiempo. Desesperado, Shane no sabe qué hacer para ganarse a Cait.

Sin remordimientos y con un orgullo vehemente, Cait debe conquistar sus inseguridades y mostrarse ante Shane tal cual es o enfrentarse a perderlo todo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 oct 2020
ISBN9781071567913
Salvajes ojos irlandeses: Serie La Caleta Mística. Libro 2, #2

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    Salvajes ojos irlandeses - Tricia O'Malley

    Capítulo uno

    Cait Gallagher tarareaba al son de la música tradicional irlandesa que se escuchaba suavemente a través de los altavoces ocultos en las esquinas del pub que poseía en Grace's Cove, un pequeño pueblo ubicado en las costas de Irlanda del Sur. Cait admiraba el brillo de la madera oscura que acentuaba toda su decoración caprichosamente irlandesa mientras limpiaba una mesa. Conforme y feliz de que la cena de ensayo para Keelin y Flynn hubiera salido tan bien, Cait bajó la guardia y se dispuso a divagar.

    «Apuesto a que es una diosa en la cama. Es tan pequeña que podría arrojarla sobre mi hombro y arrastrarla fuera de aquí».

    Cait se incorporó cuando la voz de Patrick atravesó su mente. Se obligó a mantener su cara libre de cualquier gesto de emoción, se inclinó para limpiar la mesa una vez más antes de girar hacia la barra donde Patrick, su nuevo cantinero, limpiaba los vasos en la nueva lavadora que acababa de comprar. Incluso si no pudiera leer las mentes, el hambre que veía en los ojos del joven Patrick era inconfundible. Se sonrojó cuando Cait lo miró y, bajando la cabeza, se concentró en la tarea que tenía entre manos. Cait dejó escapar un pequeño suspiro y se pasó una mano por el pelo corto y rizado. Con poco más de un metro cincuenta de altura, Cait era realmente pequeña. Un cuerpo delgado, cabello corto y ojos color verde dorado completaban el paquete y a menudo la confundían con una niña. Los que la conocían nunca cometían ese error. Como propietaria de un pub, Cait tenía una presencia dominante, la columna vertebral erguida y una saludable dosis de toma de riesgo. Era conocida por ganar más que una buena parte de las peleas. Por lo general, sin embargo, se necesitaba algo más que su voz en alto para detener una discusión.

    Cait vigilaba a Patrick mientras se movía por el pub. Recién contratado, tenía solo dieciocho años y testosterona y ansiedad de sobra. Con su cabello oscuro y sus ojos grises, Cait imaginaba que ya habría engatusado a más de una chica para llevarla a su cama. Sonriendo, sacudió la cabeza ante la urgencia de la juventud y se recordó a sí misma la necesidad de mantener sus escudos mentales activos; era probable que escuchara más de la cuenta si no tenía cuidado y se mantenía alejada de la mente de Patrick. Cait le dirigió una sonrisa amistosa mientras se agachaba para pasar por debajo de la larga barra de madera que enmarcaba hileras de estantes de vidrio colgados frente a un espejo dorado. Botellas de licor de todas las formas y tamaños llenaban los estantes. Cait se sentía orgullosa de contar con más que solo la selección promedio y disfrutaba de ofrecer una variada opción de tragos. Se agachó para guardar los artículos de limpieza debajo del mostrador. Al girar, se estrelló contra el pecho de Patrick y retrocedió involuntariamente mientras él la rodeaba con sus brazos.

    Cait respiró hondo y se le aceleró el pulso. Soltando el aliento, se encontró con los ojos de Patrick.

    ―Pienso en ti. Mucho. ―Las palabras de Patrick enviaron un estremecimiento involuntario a través de Cait y se dio cuenta de que tal vez debería haber escuchado un poco más de cerca los pensamientos de Patrick. Dejando caer sus escudos, Cait escaneó rápidamente la mente de Patrick. Suspiró aliviada al encontrar una dosis saludable de lujuria pero sin intención de dañar. Cait extendió la mano y acarició el brazo de Patrick.

    ―Patrick, soy casi diez años mayor que tú. Aunque me siento halagada, deberías buscar una mujer de tu edad para salir. ―Cait le sonrió con suavidad. Se vio obligada a contener el aliento cuando él la abrazó y presionó un apasionado beso en sus labios. Ella dejó escapar un chillido suave antes de contemplar cómo romper el beso sin dañar el frágil ego del muchacho.

    ―¿Qué está pasando aquí?

    Una voz cruzó el pub y Cait intentó no rebelarse cuando Patrick se apartó de ella apresuradamente. Cait conocía esa voz. El dueño de esa voz había sido el protagonista de más de una de sus fantasías más decadentes.

    ―¿Interrumpo algo? ―Shane MacAuliffe se acercó a la barra y se apoyó casualmente contra la barandilla mientras sus ojos marrones evaluaban fríamente la situación. Su cuerpo larguirucho desmentía la fortaleza que Cait lo había visto exhibir en varias ocasiones.

    ―No, para nada. ¿Verdad, Patrick? ―Cait se volvió y se cruzó de brazos, mirando al joven. Las mejillas de Patrick se pusieron rosadas y agachó la cabeza, asintiendo mientras miraba el suelo.

    ―¿Por qué no sacas el tacho de la basura de la cocina y terminas de limpiar allí? ―le sugirió Cait y Patrick asintió, sin mirarla a los ojos. Se agachó rápidamente para pasar por debajo de la barra y casi corrió hacia la cocina, la puerta se batió con violencia detrás de él. Cait soltó un suspiro y se volvió para mirar a Shane. Se moría por leer sus pensamientos, pero su propio código de honor le impedía hacerlo. Tendría que lidiar con el asunto como una persona normal.

    Cait permitió que sus ojos escanearan a Shane. Su atuendo casualmente apropiado era algo con lo que ella sabía que él se tomaba el tiempo, así como sabía que había ido a Dublín a cortarse el cabello. Ese cabello rubio y su tenaz mandíbula lo convertían en un hombre atractivo, o al menos interesante para contemplar. El alcalde no oficial de Grace's Cove. Shane poseía más de la mitad de los edificios de bienes raíces comerciales, incluido el que albergaba su pub. Aun así, eso no significaba que fuera correcto que él se presentara allí después de horas, pensó Cait. Decidida a tomar la ofensiva, lo fulminó con la mirada.

    ―¿Y qué haces entrando aquí después de horas?

    Shane levantó una ceja y Cait se sorprendió al ver la ira debajo de la superficie fría de su tranquila fachada.

    ―Soy dueño del lugar, ¿recuerdas?

    Cait dejó escapar el aliento y giró para terminar de limpiar los vasos. La tarea le permitió concentrarse en otra cosa y evitó que su boca pronunciara algo estúpido como «Tómame». Cait puso los ojos en blanco mentalmente. Se prometió a sí misma que algún día superaría ese enamoramiento insaciable que sentía por su arrendador.

    ―Sí, señor, lo recuerdo. ―Cait infundió sus palabras con un sarcasmo amargo. Él odiaba cuando ella lo llamaba señor.

    ―Basta ya. ¿Qué haces enredándote con ese chico? Es demasiado joven para ti ―dijo Shane con amargura mientras se agachaba detrás de la barra y se servía una Harp.

    ―Bien, siéntete como en casa―dijo Cait.

    ―Anótalo a mi cuenta. Ahora, responde la pregunta que te hice.

    Cait terminó de lavarse las manos y se las secó cuidadosamente sobre un trapo que colgaba frente a ella. Por un lado, se sentía feliz de que a Shane le importara y, por otro, se sentía furiosa de que él pensara que ella era demasiado vieja para Patrick.

    ―Mi vida amorosa es asunto mío. Sin embargo, gracias por preguntar.

    Cait se quedó sin aliento cuando Shane se adelantó y aprisionó su pequeño cuerpo contra la barra. Se permitió recorrer con la mirada el pecho de Shane y, más allá de su mandíbula apretada, hacia los profundos ojos marrones que parecían asesinos. Era tan raro que Shane expresara una emoción como esta que Cait se encontró temblando contra él.

    ―¿Tu vida amorosa? ¿Te acuestas con él? ¿Qué clase de jefe eres?

    Cait se sorprendió con el tono de sus palabras y una ardiente oleada de ira y vergüenza se disparó a través de ella.

    Le temblaba la voz y atravesó a Shane con una mirada fulminante.

    ―Soy la mejor clase de jefe. Una que sabe lo que quiere y lo consigue. Sin importar lo que sea. Y en este momento quiero que tú… abandones mi pub. Ahora.

    Shane respiró hondo y se apartó de ella. Cait se sintió extrañamente desconcertada ante la ausencia de su calor. Le sostuvo la mirada cuando él asintió con la cabeza y se agachó para pasar por debajo de la barra.

    ―Discúlpame, entonces. Te dejaré para que te ocupes de tus asuntos. Estoy seguro de que Patrick puede acompañarte a casa. ―Shane golpeó la puerta principal y Cait bajó la cabeza temblorosa hasta apoyarla en la barra, permitiendo que la madera suave enfriara el calor de su frente. ¿Qué había sucedido? Cait necesitaba un momento para respirar.

    ―Mmm, estaría feliz de acompañarte a casa.

    Cait se quedó donde estaba cuando escuchó la voz de Patrick desde el otro lado de la habitación. Si algo sabía era cómo se manejaba la gente del pueblo y ese sería el chisme en boca de todos durante el desayuno del día siguiente.

    ―No, gracias, Patrick. Ven aquí, tenemos que hablar.

    Patrick caminó hacia el otro lado de la barra y la miró a los ojos, el hambre desnuda que veía en sus ojos suavizó la postura de Cait. Aunque ella sintió que el placer de ser deseada la invadía, también sabía que Shane tenía razón. Patrick no solo era demasiado joven para ella, también era su empleado.

    Sacó dos vasos de chupito y los llenó con una medida de Tullamore Dew. Le pasó uno a Patrick.

    ―Aquí está el trato, Patrick. Me halaga que te sientas atraído por mí. Pero, a tu edad, encontrarás a alguien más en menos de una semana. Y tú deberías… tú deberías estar probando las aguas y viendo lo que te gusta y lo que no te gusta. No solo no soy la indicada para ti, sino que dormir con un empleado también va en contra de mis reglas y de mi ética. Haces un buen trabajo aquí y quiero mantenerte. Pero voy a tener que pedirte que nunca vuelvas a tirarte un lance conmigo. ¿Crees que podrás manejarlo? ―dijo Cait con firmeza, sus ojos nunca se apartaron de la cara del joven. Patrick respiró hondo y asintió una vez antes de sonreír.

    ―Entonces, ¿estamos bien?

    Cait le sonrió y levantó su vaso de chupito.

    Slàinte.

    Chocaron los vasos y ella permitió que el suave calor del whisky se deslizara por su garganta. El calor solo parecía alimentar su ira hacia Shane, pero mantuvo una actitud fría mientras ella y Patrick conversaban sobre la cena de ensayo que habían organizado en el pub para la siguiente noche. Cait dio la vuelta y apagó las luces e intentó no pensar en la razón por la que Shane habría ido al pub esa noche. En cambio, pensó en la boda de Keelin y Flynn al día siguiente. Cait iba a ir sola porque era dama de honor en la boda, pero eso no significaba que no fuera capaz de mezclarse con los invitados. Cait sabía que Flynn era propietario de restaurantes en toda Irlanda y eso la había llevado a Cait a soñar con conocer a un hombre nuevo, uno que no estuviera instalado en Grace's Cove. Uno… que no fuera Shane. Con un suspiro, apuró a Patrick fuera del pub y cerró la puerta detrás de ella, guardando las llaves en el bolsillo con suavidad.

    Su pequeño departamento estaba a solo unas cuadras de distancia lo que le facilitaba el traslado hasta el trabajo, aunque a menudo deseaba que no fuera tan accesible para todos sus empleados. Cait supuso que ese era el inconveniente de ser dueño de un negocio. Se rio de sí misma mientras caminaba tranquila por la calle hacia su edificio. Le encantaba tener un pub en Grace's Cove. Como se rumoreaba que era una ciudad mística, la caleta atraía a curiosos de todo el mundo. El turismo era una actividad muy rentable en Grace's Cove y Gallagher's Pub estaba en pleno centro. ¿Y qué si la gente pensaba que la caleta estaba encantada? No estarían muy equivocados, pensó Cait. Se rumoreaba que Grace O'Malley la protegía por ser el lugar de descanso eterno y que a muy pocos se les permitía entrar a la caleta sin ser perjudicados. Los rumores de poderes transmitidos a través de la línea de sangre de Grace potenciaban la reputación de la ciudad. Era bueno para la actividad y el negocio estaba en auge.

    «No lo cambiaría por nada en el mundo», pensó Cait y sonrió ante la vista del pueblo adormilado.

    Capítulo dos

    Los luces de faros de Shane cortaban a través de la espesa oscuridad que solo era posible porque vivía lejos de las luces de la ciudad. Se le revolvió el estómago mientras conducía por el camino del acantilado hacia su casa en las colinas. ¿Por qué había ido al pub esa noche? Ver a Patrick presionando sus labios contra los de Cait había despertado una bestia primitiva en él. Había tenido que recurrir a todas sus fuerzas para mantener la calma y no arrojar a Patrick por encima dela barra.

    Golpeó su puño contra el volante al detenerse en la entrada de su casa. Apagó el auto, permaneció sentado por un momento y respiró hondo. Cerrando los ojos, recordó la única vez que había probado el sabor de Cait.

    Ni siquiera sabía cómo había sucedido. Una conversación aparentemente inofensiva sobre el alquiler de propiedades se había convertido en una pelea acerca de dinero y la guerra de clases. Shane se había sentido tan frustrado con Cait que había hecho lo único en lo que podía pensar para callarla: la había besado.

    Gimió cuando su cuerpo se tensó en respuesta al recuerdo de los labios calientes y el cuerpo delgado de Cait. Se había perdido por un momento en su beso… su calor. Ella había sido como una puñalada en el estómago, toda pasión y resistencia. Los labios de Cait se habían manifestado ansiosos y ardientes contra los suyos y si Keelin no los hubiera interrumpido, Shane se preguntaba hasta dónde habrían llegado.

    Desde entonces, le daba la impresión de que Cait lo había estado evitando. Shane se preguntaba si había leído mal las señales durante el último año. Se había convencido de que ella estaba interesada en él. No podía recordar un momento en que Cait no hubiera estado a la vanguardia de sus pensamientos. Había visto cómo ella había superado una crianza difícil para lograr un éxito rotundo con su pub. Eso era en parte de lo que atrajo a Shane: Cait tenía tanto valor como corazón.

    Frente a ella se sentía inseguro y eso lo hacía sentir incómodo. Le gustaba saber dónde estaba parado con respecto a los demás. Esa actitud lo había convertido en un exitoso hombre de negocios, tanto en Grace's Cove como con sus emprendimientos inmobiliarios en Galway. Cait lo confundía. Ella lo rechazaba y lo atraía. Sacudiendo la cabeza, salió de su auto. Tal vez era hora de descubrir dónde estaba realmente su interés.

    Capítulo tres

    ―¿T ienes más corrector? ― preguntó Cait por encima del hombro mientras miraba por el espejo la casa de la abuela de Keelin en las colinas a las afueras de Grace's Cove. Tenía ojeras. Una noche de sueño intermitente y la emoción por la boda de su amiga habían dejado a Cait demacrada. La cabeza de Keelin apareció sobre su hombro en el espejo y Cait sintió que se le estrujaba el corazón.

    ―Oh… Oh, estás simplemente impactante. ―Cait jadeó y se volvió para abrazar a su amiga. Keelin llevaba su cabello color rubio fresa peinado hacia atrás en una intrincada trenza y luego caía sobre sus hombros. Sus penetrantes ojos marrones estaban sombreados de forma impecable y un rubor de emoción llenaba sus mejillas. Keelin atrajo a Cait hacia sí en un abrazo y, bajando su guardia mental, Cait permitió que la felicidad de Keelin la atravesara. Aquel verano, cuando Keelin llegó por primera vez a Irlanda desde Boston, habían abierto las puertas a la posibilidad de una amistad. Después de descubrir que ambas eran descendientes de la poderosa Grace O'Malley y que ambas compartían dones especiales, esa amistad se había consolidado para siempre. Aunque los dones de Keelin tenían más que ver con la curación y

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