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108 Perlas del Cristo
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108 Perlas del Cristo
Libro electrónico242 páginas6 horas

108 Perlas del Cristo

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Información de este libro electrónico

Las 108 perlas del Cristo..., así me ha parecido acertado titular la obra que tienes entre las manos.

Como sabemos, vivimos una época de profundo cuestionamiento. En un momento en que el replanteamiento de nuestros valores esenciales suscita incontables reguntas, y en que a nuestra alma le cuesta reconocer su propia naturaleza, se imponían las páginas que tejen este libro.

Oficialmente, lo único que sabemos de Cristo es lo que nos dicen de él los Evangelios clásicos. Sin embargo, bajo la Tradición y al margen de los dogmas, existe una Memoria que ha sabido preservar fielmente su enseñanza original: la contenida en el Akasha.

Durante más de 35 años, me he dedicado a investigar en ella para hacer aflorar en nuestra consciencia el mayor número posible de Enseñanzas que Cristo ha querido legar a nuestra humanidad.

Este libro, que presenta una selección de frases acompañada de comentarios destinados a actualizar su comprensión, resume la quintaesencia de esa investigación.

Destinado a ser una especie de libro de cabecera, una base de meditación o de reflexión, se puede abrir «al azar» a lo largo de las horas y los días, como una guía de viaje interior, un compañero.

Mi deseo es que os llegue a cada uno al Corazón y os ayude libre y concretamente en vuestra peregrinación por la Tierra...  
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2020
ISBN9788417230173
108 Perlas del Cristo

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    108 Perlas del Cristo - Daniel Meurois

    Daniel Meurois

    Querido Lector si este libro le ha ayudado, dispone de más obras de este autor y todo nuestro catálogo en:

    Ediciones Isthar Luna-Sol

    www.istharlunasol.com

    info@istharlunasol.com

    +34 696 575 444

    Titulo original: Les 108 Paroles du Christ

    © Autor: Daniel Meurois

    © Traducción: Teresa Sans

    Corrección: Ricardo de Pablo

    Maquetación: Antonio García Tomé

    Diseño cubierta: Ed. Isthar Luna Sol

    Maquetación e-pub: Ulzama Digital

    Primera edición: noviembre 2017

    © Éditions le Passe-Monde

    © Ediciones Isthar Luna-Sol 2017

    Calle Arganda, 29

    28005 - Madrid (España)

    ISBN: 978-84-17230-17-3

    Depósito legal: M-32050-2017

    Impreso en España

    Reservados todos los derechos. Este libro no puede ser reproducido, integra o parcialmente, por cualquier medio mecánico, electrónico o químico, ya existente o de futura introducción, incluidas fotocopias, adaptaciones para radio, televisión, internet o webTV, sin la autorización escrita del editor.

    A Marie-Dominique y a Dominique,

    dos viejos compañeros de viaje

    muy queridos por mi corazón

    Con mi especial agradecimiento a Francis, por su paciente trabajo de investigación

    Nota editorial

    Estas Perlas nos abren un camino fácil hacia la felicidad, nos invitan a actuar desde la autenticidad, a vivir con la alegría el día a día, despojándonos de todo lo que no nos proporcione experiencias positivas en nuestra vida.

    Con esta selección tan afortunada de frases de Jeshua, Daniel Meurois nos proporciona algo así como un timón que nos sirve para mantener el rumbo hacia una vida de Luz, Amor y Sabiduría Crística.

    Es también una invitación a sopesar la importancia de lo material, aceptar el reto de la humildad, esa energía tan característica de Jeshua, y abrirse a entender nuevos conceptos que nos pueden llevar a una comprensión mayor de las relaciones humanas.

    Daniel amplia y profundiza cada una de estas 108 perlas, aportando su gran saber y experiencia, sin duda es un valor añadido que llevará al lector hacía un sentir más elevado y sublime en el descubrimiento del propio camino interior.

    Por una serena fuerza

    Nuestra época se distingue por generar un mayor estruendo que ninguna otra anterior. Y no me refiero al estrépito provocado por su industrialización exacerbada, sino al alboroto que poco a poco ha ido invadiendo el espacio interior de una gran mayoría de nosotros.

    Ciertamente, existe una relación causa-efecto… El ruido de la actividad humana desbordante, con sus miles de estímulos, nos invita constantemente a distraernos de «lo que ocurre dentro de nosotros».

    Con frecuencia, su eco nos impide reencontrarnos tal como somos en nuestra intimidad; nos disocia de nuestra alma, a veces hasta el punto de hacernos negar su existencia.

    Pero esto no tiene vuelta atrás… El mundo se mueve y nos obliga a movernos con él. De hecho, la propia aceleración de sus movimientos constituye una iniciación en sí. Quizá sea incluso la más determinante de las iniciaciones, pues nos obliga a superar continuamente los valores y conceptos que considerábamos definitivos. Y también nos obliga a recapitular y expandir nuestra conciencia para mantener el equilibrio, buscar una verdadera armonía y, finalmente, un sentido a la vida. Dar sentido a la vida… es mostrarle, devolverle su corazón. En otras palabras, es manifestar lo Sagrado que hay en ella.

    Sí, lo Sagrado con mayúscula… un término demasiado infrecuente, un concepto que a veces incomoda, sencillamente porque nos remite a nuestra esencia, es decir, a nuestro espíritu.

    En realidad, el reencuentro con él es la primera razón de ser de esta obra.

    En efecto, qué mejor manera de recuperar lo Sagrado que descubrir o rememorar Palabras de Sabiduría, enseñanzas iluminadoras que nos sugieren la dirección de nuestra Fuente, donde se sitúa nuestro punto de centramiento.

    A la luz del trabajo de investigación que he llevado a cabo durante los últimos treinta y cinco años, a través de eso que llamamos la Memoria del Tiempo, recolectar esas Palabras en la propia Enseñanza original de Cristo me ha parecido de lo más natural. ¿Dónde podría haber encontrado nada más bello, más cierto, más rico?

    Como verás, su valor, su profundidad y la fuerza que desprenden son atemporales. No hacen referencia a ningún dogma puesto que, como es obvio y lo afirma concretamente una de ellas, «las verdaderas Escrituras están en nuestro corazón».

    Pero no bastaba con recopilarlas… Merecían ser comentadas, adaptadas a nuestra necesidad de comprensión de hoy —actualizadas, de alguna manera— para convertirlas en un soporte que responda a nuestra necesidad de crecimiento y serenidad.

    Que esta inspirada recopilación te acompañe igual que ha sido concebida: con libertad, alegría, confianza y, desde luego, amor.

    «Todas las heridas de vuestras vidas

    las conozco por haberlas sufrido

    en mi carne y en mi alma.

    »Mi labor es ensanchar el camino para vosotros. Descansad por tanto en mi corazón cuando la carga resulte demasiado pesada. Tiene cabida suficiente para recibiros a todos

    y para despertar la Remembranza

    en cada uno de vosotros».

    (Recuperando mi Autoestima)

    Tenemos que entender que en el camino que todos recorremos no hay elegidos, sino simplemente seres que aprenden a crecer por sí mismos. La vida es un aprendizaje constante, y el objetivo de cada dificultad es hacernos crecer, desde nuestras raíces hasta el alma.

    El propio Jeshua, Jesús habitado por el Cristo, es ejemplo perfecto de ello. Enseñaba a sus discípulos más cercanos que había atravesado todas las pruebas humanas a lo largo de los Tiempos, y que era eso lo que, una vez trascendido, hacía de él el Receptáculo de lo Divino. Ninguna realización se debe a una gracia invisible y arbitraria.

    También a nosotros se nos pide que nos construyamos con nuestros propios esfuerzos.

    Por el camino, el Principio Crístico universal constituye un remanso de paz, un espacio interior en el que se nos invita a refugiarnos cuando sentimos la necesidad o cuando arrecia la tormenta.

    Porque prefigura y anuncia la herencia luminosa a la que por nuestra propia esencia podemos aspirar todos, Cristo nos anima por tanto a descansar en Él, es decir, a abandonarnos a su Presencia permanente.

    Nos exhorta a una confianza sagrada, a aflojar nuestras tensiones incluso cuando estamos en el ojo del huracán.

    Tomemos conciencia de que Él es ese Principio de ascensión a la potencia ilimitada cuya semilla llevamos plantada en nosotros desde toda la eternidad. Jeshua ha venido a estimular la remembranza encerrada en lo más profundo de nuestra alma.

    Confiar en la huella amorosa que dejó la Tierra es conectar con su Espíritu para recobrar fuerza y aliento.

    «La purificación no persigue en modo alguno la mortificación, sino el esplendor del ser en su verdadera dimensión.

    »Purificarse no es castigarse,

    sino reconciliarse con la propia

    naturaleza original».

    (El Método del Maestro)

    Incluso cuando deseamos sinceramente crecer en conciencia y dedicar todos nuestros esfuerzos a ese empeño, muchas cosas siguen pareciendo confusas todavía. Los esquemas dogmáticos repetidos a lo largo de los siglos con frecuencia dan lugar a numerosas deformaciones e incluso contrasentidos. Eso es lo que ha ocurrido con la noción de purificación.

    Para muchos de nosotros, purificación rima casi con sanción. Esa percepción contribuye a convertir la búsqueda espiritual en una vía de tristeza y privaciones.

    Sin embargo, la visión de Cristo era otra… A su modo de ver, la purificación no era una expiación, sino una búsqueda sincera de transparencia, es decir, la voluntad de acercarse a la verdad.

    Todos llevamos máscaras, las de nuestras personalidades egóticas. Se nos pide que las reconozcamos, pero también que identifiquemos los condicionamientos y servilismos de que están hechas, pues son estos los que turban las aguas del alma.

    Purificarse es dedicarse con paciencia a sacar a la luz lo que no es verdaderamente nosotros, sino la ilusión de nosotros que alimentamos. Para encontrarnos a nosotros mismos, para restituir nuestra realidad original, tenemos que descontaminarnos de nuestras mentiras y de nuestros barnices. Esa es la tarea que tenemos que llevar a cabo.

    Nuestro cuerpo y nuestra alma son el templo que alberga nuestro espíritu. Carecer de respeto por ese templo, concentrarse en sus debilidades en lugar de en su perfectibilidad es seguir encerrándose en la ilusión del sufrimiento como instrumento de redención.

    La reconciliación con nuestra naturaleza original se celebra en el corazón mismo de la Alegría, pues es la Alegría la que ensancha el corazón. Es el Agente de Unificación… En ella se resuelven todos los contrarios.

    «Para quien ha perdido la memoria de

    su origen o reniega de ella,

    toda esclavitud se convierte en seguridad y, por tanto, en bienestar.

    Está infinitamente esclavizado aquel que ya no reconoce la Presencia pura de lo Divino en él, o quien la rechaza».

    (Las primeras enseñanzas del Cristo)

    Todos queremos ser libres. Asociamos la libertad con lo que consideramos necesidades fundamentales, de las que creemos que depende la Felicidad. Por ello, anhelamos poseer cada vez más, controlar más, que nos quieran más y, por tanto, existir.

    Pero ser es más que existir. La realidad de ser solo se descubre aprendiendo a mirar más allá del sutil juego de las apariencias, o dicho de otro modo, más allá del aspecto pasajero de las comodidades y la seguridad que la Vida nos presta momentáneamente.

    «¿Quién soy realmente? ¿Cuál es la naturaleza de mi ser profundo; de qué soy esclavo por mucho que me repita a mí mismo que soy libre?».

    Esas son las preguntas que todos deberíamos formularnos a diario. No para hacernos reproches, sino para acercarnos un poco más a nuestro Punto de Pacificación.

    ¿De qué huimos sistemáticamente en la búsqueda de seguridad y comodidades, hasta el punto de negar cualquier condicionamiento y de aceptar muchos compromisos?

    Huimos de la expresión de nuestros propios miedos, del temor a no ser bastante esto o aquello, a no sentirnos suficientemente queridos…

    Cristo, por su parte, enseñaba que todos esos temores esconden un miedo más primordial: el miedo a Despertar, a salir de la amnesia en que nos sumimos todos cuando descubrimos el libre albedrío y su consecuencia, el alejamiento de lo Divino.

    Por ello, el Despertar requiere valor y determinación. Son necesarios para afrontar al Sol y su poder de Calcinación, y de ese modo Recordar al fin. Es entonces cuando lo Divino aparece en nosotros y ya no fuera de nosotros.

    ¿De verdad queremos recuperar la Memoria? Esa es la cuestión.

    «Cuando la cuerda vibra,

    a veces hace daño…

    pero no olvidéis que una cuerda

    que descansa sin cantar nada

    es una cuerda que se seca…».

    (Las primeras enseñanzas del Cristo)

    «V ivid plenamente la vida que se os ofrece, sabed atreveros a pasar por las experiencias que os ofrece, e intentad comprender su significado».

    Así se podría resumir esta analogía con la cuerda, analogía que Jeshua manejaba con frecuencia.

    Su principio se basa en el hecho de que la Vida que circula a través de nuestras vidas es movimiento. Su esencia es la de la danza incesante de lo Divino en todo ser y toda cosa, una danza cuyo designio es el Crecimiento.

    Cortar con el Movimiento con Vida so cualquier pretexto equivale sencillamente a marchitarse.

    Atreverse a vivir plenamente supone sin duda asumir riesgos, afrontar peligros, equivocarse, incluso caer y hacerse daño… Pero, ante todo, es aprender… y aprender es crecer. ¿Hacia dónde? ¿Hacia qué? Hacia la expresión de nuestra realidad suprema.

    Si aspiramos a reencontrarnos con nosotros mismos en amor y sabiduría, en la dimensión de nuestro corazón y nuestro espíritu, debemos por tanto renunciar a la idea de escatimar fuerzas, de cuidarnos.

    Todos los Sabios y los Realizados son intrépidos, desbrozadores de caminos.

    Existe un Aliento que hace vibrar esas «cuerdas» que somos. Es el del Espíritu Santo, o dicho de otro modo, el de la Fuerza Divina que circula libremente por el universo. Ese es nuestro legado, por toda la eternidad.

    Emprender firme y concretamente

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