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Amazonas Ser Corrupto Si Aguanta, Procurador
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Libro electrónico325 páginas4 horas

Amazonas Ser Corrupto Si Aguanta, Procurador

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Elsi Angulo España, esta vez como protagonista de la historia, la exprocuradora regional del Amazonas, reclama justicia social para los indígenas, como si la reclamara para tantos colombianos que estamos sin saber qué hacer con el país corrupto que tenemos. La inmoralidad de los funcionarios públicos que se roban los recursos, los mismos que viendo amenazados sus intereses no tienen escrúpulos para deshacerse del que sea, en este caso de la Procuradora Regional del Amazonas, con la complicidad y el beneplácito del Procurador General de la Nación, Fernando Carrillo Flórez. No queda más que invitar a los lectores a encontrarse con Elsi en el Amazonas. Una mujer valiosa que denuncia y narra a través de estas páginas la corrupción que vive ese departamento y que de otra manera no habría sido posible conocer sin el arrojo de la entonces Procuradora que se atrevió a investigar a todas las entidades gubernamentales de esa región y así destapar un escándalo de proporciones mayores en el que está involucrado el Procurador General de la Nación, Fernando Carrillo Flórez.

IdiomaEspañol
EditorialElsi Angulo
Fecha de lanzamiento15 jul 2020
ISBN9781005720247
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    Amazonas Ser Corrupto Si Aguanta, Procurador - Elsi Angulo

    CAPÍTULO 1:

    Llegada de la Procuradora

    Regional que se negó

    a pagar impuesto aeroportuario

    Cuando aterrizó el avión en Leticia, capital del Departamento de Amazonas, el aeropuerto internacional Alfredo Vásquez Cobo se me pareció que no tenía nada de Internacional, me sorprendió que fuera tan pequeño y anticuado, y me recordó al de mi pueblo, Tumaco, pero después de unos meses iniciarían la obra de ampliación con inyección de capital del gobierno nacional. El calor era infernal, al menos 30 grados centígrados. Me sentí pegajosa y no era que aquella sensación me fuera desconocida, pues nací cerca al Ecuador en la Perla del Pacífico, pero esta vez la falta de confort debía obedecer a que venía de la fría capital, Bogotá.

    Recogía las maletas, cuando un funcionario de la Alcaldía me preguntó si era turista. Le contesté que no, mientras observaba que cobraban peaje y una premonición me hizo pensar que ese territorio era una isla. No pagué el impuesto aeroportuario porque dije que viviría en Leticia, pero desde mi entrada el cobro me pareció irregular. El taxista, hombre de muy baja estatura y características indígenas, estaba a unos pasos.

    –¿A dónde la llevo? –preguntó.

    Fue una bendición no tener que buscar hostal y que Sofy y su madre me recibieran en su casa, por recomendación de un familiar, la Procuradora judicial ambiental en Cartagena. Esta mujer, la Procuradora Mayerli, cuando se enteró de que iría a trabajar a Amazonas no dudó en decirme que su prima Sofía, una médica barranquillera, se había instalado hacía muchos años en Leticia y que con gusto me recibiría unos días en su casa hasta que yo ubicara un sitio seguro para vivir.

    Frente a la cancha de fútbol, al lado de un hotel, el taxista me desembarcó las maletas. La casa era de madera y fresca, me aliviané un poco de esa sensación de calor, ya debían ser las 6:00 pm de ese día, 4 de noviembre de 2017. Ese fin de semana festivo, previo al martes 7, día laboral, me resultaba bueno para buscar donde vivir, pero solo con darle una vuelta a Leticia supe que había déficit de vivienda digna y que la ciudad era un desorden.

    Caminé dos cuadras, ingresé a un restaurante y revisé la carta y me dijeron que muchos de los platos se habían terminado pero que me podían preparar a mi gusto o tostar unos gusanos mojojojoyes. Pensé en que esos animalitos por buenos que sean para llenar el estómago y su grasita orgánica pues solo comen palma, yo necesitaba prepararme mental y definitivamente, pues acaba de llegar al territorio. De pronto se acercó otra señora que vino desde la cocina, y me observó desde el turbante hasta los zapatos, como se mira a los turistas, con cierta curiosidad. Con sonrisa amplia me ofreció a cambio un pescado con fariña, el ingrediente que iría a encontrar en todas las mesas y restaurantes mientras estuviera en el Amazonas: la fariña proviene de la yuca brava tostada y seca. Tampoco me le medí, y pensé en el plato vegetariano que ya me habían ofrecido en casa de Sofi, entonces me disculpé prometiéndole a la mujer que volvería porque estaría un tiempo en Leticia pues llegaba a trabajar en una oficina del Estado. La señora asintió con la cabeza y me ofreció, que si lo deseaba, ser su comensal de manera mensual.

    –Lo pensaré –le dije.

    De regreso a casa, el ruido de la cantina o bar de música vallenata, es estilo abierto, quedaba diagonal a la casa de quienes bien me acogieron, me disgustó de tal manera que entendí por qué la madre de Sofy estaba tan aburrida. A ella, a pesar de ser una señora mayor que merecía su descanso nocturno, ese derecho le era negado.

    –¿Usted, como Procuradora Regional, podrá hacer algo para que nos ayude con el tema del ruido? –me preguntó la mamá de Sofy.

    –Seguro que sí, será de las primeras cosas que haré –le respondí.

    Claro, aún no imaginaba que allí todo estaba por hacer y que me involucraría en tantas cosas que el ruido pasaría a ser una cosa pequeña en un mundo caótico al que la ruleta de la vida y mis intereses profesionales me habían llevado para probarme, poner en cuestión mis ideales y ética profesional, y tomar decisiones que iban a tener un desenlace crucial para mi vida y para muchos habitantes de Leticia.

    CAPÍTULO 2:

    La bienvenida: Leticia y Tabatinga:

    una calle, una frontera

    La Procuradora Judicial Administrativa de Leticia, Nubia Stela Caicedo Díaz, hasta mi llegada estuvo encargada de la Procuraduría Regional por aproximadamente un año. Tuvimos conversaciones previas someramente sobre la entrega del Despacho. Ella fue una mujer agradable y delicada en el trato siempre y fue quien me dio la bienvenida ese domingo, llevándome a pasear y cenar en Tabatinga, la ciudad fronteriza con Brasil. Ir a Tabatinga es tan fácil como pasar de una calle a otra, allí la frontera es solo un decir y por tanto no te solicitan papeles, para unas cosas hay fronteras y para otras, no. ¿Debería haber frontera en esa mezcla de cultura amazónica cuando lo verdaderamente importante debería ser la hermandad y legalidad? Me pregunté y me seguí preguntando varios meses después de conocer la realidad macondiana de este lugar. En las dos ciudades, que funcionan con una sola calle, el vallenato se mezcla con la samba, el patacón se come con feijao, y los reales y los pesos circulan casi que a la par, y el portuñol es la lengua.

    El mototaxista era conocedor de los aspectos históricos y sabía a qué negocios llevarnos, como por ejemplo La Mansión (Mansao) del chocolate, pero también tuve la sensación de que era muy comunicativo, la versión pequeña de lo que ocurre en Leticia. Con razón, desde que llegué escuché la frase de que en Leticia no hay guerrilla pero sí lengüilla.

    Mientras nos desplazábamos por la calle que es Tabatinga y Leticia al tiempo, en otras palabras, Avenida Internacional, en Leticia y Avenida de la Amistad, en Brasil, el mototaxista me mostró la casa ya escombrosa de un narcotraficante que paseaba también en Leticia: Evaristo Porras.

    –¿Asumo que la doctora sabe quién es? –preguntó curioso, pero a mi silencio, continuó: –Fue nuestro narco más distinguido hasta que murió solo y sin nada, solo queda una propiedad expropiada y uno de los hijos, un don nadie que se cree gran cosa por ser el marido de una diputada que le consigue sus contratos en la administración departamental.

    –Uy, cambiemos de tema– dijo la Procuradora Judicial Administrativa, quien agregó:

    –Pasemos por el aeropuerto de Tabatinga pero no paramos porque vamos al show en la Comara– insistió.

    La caipiriña de la Comara es buena, debe ser por la cachaza, pues un par de este coctel que tomé antes en alguno de esos hoteles "todo incluido" en esas playas del mundo donde a veces voy, no le llegaban al tobillo.

    –Creo que la caipiriña es buena, señora Procuradora Regional, es por la forma como sacuden el licor –dijo el entusiasta mototaxista.

    No puedo negar que las garotas del show saben bailar, pero la advertencia de la Procuradora Judicial Administrativa me permitió aceptar que regresáramos temprano. Generalmente en la Comara se la pasa bien pero no es aconsejable para nosotras estar tarde en Tabatinga, pues somos funcionarias del Estado colombiano y ya se enterará usted como Procuradora Regional que hay muchas violaciones de derechos humanos de colombianos en el lado brasilero pero muchos de esos asuntos se entierran con silencio. Ya en el restaurante, la velada fue hermosa, la comida abundante, todo me mostró que los brasileños gustan de las porciones grandes; la elegancia del lugar me hizo pensar que eventualmente tendría que escapar con mi esposo a comer a ese lugar para combatir la soledad autoinducida que seguramente tendríamos en Leticia. Eso pensaba el primer día; luego, con los días calurosos, también llegaron otras inquietudes y los problemas.

    La frontera Colombia - Brasil.

    CAPÍTULO 3:

    La Oficina de la Procuraduría,

    una casa con avispas

    El martes siguiente llegué a la oficina en la carrera octava con calle once, me recibió un vigilante agradable, Pineda.

    –Pase, doctora –me dijo, como si me hubiera estado esperando.

    Eché un vistazo, lo vi todo en segundos. Era una casa esquinera el lugar donde funcionaba la Procuraduría Regional, no había que hacer mucho esfuerzo para saber que tuvo muy mal gusto quien la escogió como espacio para que allí funcionara la oficina del máximo órgano del Ministerio Público, tampoco me parecía un sitio seguro, pero me aliviaba saber que Leticia y el Amazonas son un "remanso de paz" e igual yo conocía como es el Estado en estos lugares apartados de la capital. El Coordinador Administrativo, Edwin, uno de los empleados de la PGN, recibió mis documentos, pues ya sabía que venía posesionada desde Bogotá e inmediatamente me mostró la que sería mi oficina ubicada allá en un hueco; pero bueno, pensé, tiene baño privado y aire acondicionado, aunque no soy amante de las máquinas climatizadoras.

    Me quedé a solas un rato, me sentí acalorada y puse el aire, miré desde mi silla los gabinetes de la biblioteca repletos de libros, en la oficina olía a viejo y se percibía el polvo de años. Me pregunté si así como esas vejeces de libros serían los expedientes disciplinarios, creo que me respondí a mí misma que sí. Nuevamente revisé toda la edificación hasta llegar a una especie de bodega donde había un poco de muebles viejos tirados; también eran evidentes la mugre y la humedad, y había una casa gigantesca de avispas dentro de la Procuraduría y muy cerca a la que sería mi oficina. ¡Qué peligro!

    Se realizó el empalme y la Procuradora Judicial Administrativa me hizo entrega oficial de la Procuraduría Regional. El día laboral terminó y me puse a pensar cómo resulté en el Amazonas, un lugar totalmente desconocido y fuera de mi interés, que alguna vez lo consideré entre mis opciones de viaje; pero, sin mayores deseos de experiencias selváticas, nunca se materializó el viaje porque las prioridades turísticas terminaban llevándome a cualquier otro lugar del mundo o a Tumaco, especialmente ahora que mi madre presenta dolencias de vejez y no dejo de sentir la culpa al ser aquella hija que no vive allí y no puede aplicarle algún ungüento que alivie las dolencias de la marca de los años.

    Días antes de mi llegada a Leticia, el Viceprocurador General, Juan Carlos Cortes González, le dijo al Procurador Delegado, Richard Moreno, quien era mi jefe en la Procuraduría Delegada para Asuntos Étnicos en Bogotá, que me preguntara si aceptaba ir a Leticia en calidad de Procuradora Regional del Amazonas. El Procurador Moreno consideraba que yo sería una baja importante en esa Procuraduría que apenas se estaba estructurando, pero entendía que era una decisión que yo debía tomar y cualquiera fuera, la entendería.

    –Pero, ¿por qué Amazonas? – le pregunté.

    –No lo sé –me respondió. Cuando se estaba retirando, pues el Delegado había venido a mi puesto de trabajo, insistió:

    –Creo que es un voto de confianza del Vice y el Procurador General, ellos necesitan a alguien que haga un buen trabajo allá.

    Pasaron unos días, al parecer todos daban por hecho que me iría, pero yo no dejaba de preguntarme a mí misma si en verdad había algo que yo debía probar o aprender en Amazonas. Los compañeros de la Delegada de manera generosa me despidieron dándome algunos libros que hablaban del Amazonas, para que tuviera que leer; estábamos lejos de saber que yo escribiría también la historia mientras muchos amigos y conocidos me acompañaron a la posesión.

    El mismo Vice, a quien no conocía y solo un accidente pasado nos puso un par de veces en el camino, ya me había enviado de Procuradora Regional a Cartagena, Bolívar, unos meses antes, y de repente decidió devolverme a Bogotá argumentando que me necesitaban en la Delegada para Asuntos Étnicos. ¿Por qué lo hacía y qué era lo que en realidad deseaba que yo aportara en la nueva administración del Procurador General, Fernando Carrillo Flórez? ¿Sería porque al Vice le gustó la propuesta que les hice, por escrito, para mejoramiento de la Procuraduría Delegada para Asuntos Étnicos de la que yo aspiraba que me dejaran dirigir, a pesar de no tener palanca con el PGN? ¿Acaso era yo solo una ficha de alguna estrategia o en verdad estaba convencido de que era la funcionaria excelente de la que ya se hablaba en la entidad?

    Llamé a alguien, conocido mutuo del Vice y mío, y ella me dijo:

    –Tú eres la única que hace esperar al Vice. ¿Sabes cuántas personas y especialmente políticos desean ese cargo que te han ofrecido?

    Entonces pensé: el Vice y Procuradores Delegados me han felicitado porque aunque no me eligieron Magistrada para el Tribunal para la Justicia Especial para la Paz (JEP), fueron muy pocos los juristas del país que llegaron a la final y el Vice me consoló diciendo que más oportunidades vendrían para mí en la Procuraduría General de la Nación. ¿Será que para aprovechar esa oportunidad, que yo deseaba fervientemente, en la Procuraduría General de la Nación necesitaba pagar mi cuota de sangre y lágrimas, algo como ir a territorios como el Amazonas, por mucho tiempo abandonados por el Estado, y desconocidos para mí?

    Por momentos pensé en lo positivo más que en las dificultades que supe que tendría por allá, me imaginé conociendo y aprendiendo de los indígenas, pues al fin y al cabo el tema étnico es de todo mi interés. No dejaba de ser atractivo, lo vi como una oportunidad. Llamé a quien estaba encargada de la Regional, la Judicial Administrativa, quien me contó de las dificultades administrativas y de sus gestiones y peticiones jamás escuchadas, me dio una idea parcial de a qué enfrentaría más allá del represamiento de expedientes y quizás un ambiente adverso si uno lo compara con las facilidades de la ciudad.

    Entonces escribí:

    –Vice, pensé en su ofrecimiento. Acepto. ¿Estamos hablando de la Regional de Amazonas, verdad? ¿Me voy con nombramiento y la idea es que arranque el primero de noviembre?

    –Así es, qué bueno. Procedemos –respondió el Vice.

    –¿Usted me permite hacer tres pedidos? Por la confianza y su deferencia, la cual siempre agradeceré –escribí.

    –Claro, los coordinamos –dijo el Vice.

    Los requerimientos son estos:

    1. Que no me deje sola allá, por tanto trasládeme a un escudero que sepa de disciplinario. Usted sabe que en Amazonas se ha perdido la confianza en la Procuraduría y la Fiscalía y seguramente hay que golpear a los corruptos y usted sabe las implicaciones.

    2. Usted supo, desde antes de ser Vice, que mi aspiración estuvo en la Delegada Étnica y que por fortuna está en buenas manos, pero pues cuando vaya a encargar a alguien... me considere a mí en primera instancia... Acérqueme a Bogotá en la medida que sea posible, por mi tema familiar.

    3. Si en algún momento se presenta una dificultad/situación de esa regional o que le vengan con cuentos, escuche mi versión primero. Y si me va a trasladar, que me enteré por usted primero. Yo sabré responder al compromiso y a su confianza...

    –Avancemos así. ¿A quién necesitas allá? Prelación en encargo y opciones de otros espacios. Y siempre en diálogo. Importante es la posición estratégica de esa regional y lo mucho que se puede hacer. Un abrazo –respondió el Vice.

    –Vice, yo pensaba radicarle un oficio a usted a primera hora, pero lo urgente es: 1. Oficinista, 2. Sustanciador, 3. Escribiente, 4. Conductor y carro, 5. Profesional Universitario G19 o Asesor G24 (lo que tenga pero que sepa de disciplinario). Una persona para el aseo (me dicen que allá entre todos hacen el aseo y la Procuradora Regional no se escapa) –anexé una cara de horror al chat.

    Lo que está en juego son los procesos por prescribir, los de los diputados, los de los concejales, el del alcantarillado, el del PAE, etc. –anexé tres caras de horror al chat.

    Siguieron otros chats...

    –En realidad allá no hay Regional, es solo un nombre porque solo tiene tres empleados. Qué desigualdad si se compara por ejemplo con Cartagena.

    Como a mi llegada a Leticia y debido a que exigí el recurso humano para hacer el trabajo encomendado, sabía que en poco tiempo me llegarían al menos dos abogadas y el conductor y que el carro algún día próximo también llegaría. Es indispensable que llegue el conductor primero, de lo contrario difícilmente asignarán vehículo, me explicaron en Recursos Humanos en Bogotá.

    Para ese momento había secretaria, María Teresa Valderrama (María T.), quien poco tiempo después encontró su forma de salir de Amazonas con ayuda del sindicato y resultó en Bogotá. Estoy de acuerdo en que el sindicato vele por los derechos de los empleados, pero también debería comprender que no se trata simplemente de que el funcionario sea trasladado por las situaciones administrativas o familiares que posea, también es imperativo que se pueda continuar prestando el servicio público para el que están dispuestas las diferentes dependencias y por tanto al sacar a un empleado debe ser al tiempo reemplazado. Para el caso del Amazonas, todo mundo parecía perjudicar a esta regional, y que el Procurador Regional se las arregle como pueda. María T. era muy juiciosa, pero estaba abatida por demasiado trabajo y por los problemas de salud de su esposo e hija, que a ratos su necedad la hacía poco simpática porque no comprendía la posición de la suscrita como jefe, es decir, la ecuanimidad implica no darle a un empleado lo que no se les puede conceder a todos por mucho que uno comprenda las situaciones personales. Ella desapareció varios días y yo no tuve más que solicitar la desvinculación por abandono del cargo, cosa que es incapaz de asumir Secretaría General, pero al menos, ese tipo de situaciones no quedan en mi conciencia porque no exijo nada que yo misma no sea capaz de dar.

    Lo grave del asunto es que como si no fuera suficiente con la carga laboral de un Procurador responsable, me tocó asumir durante meses muchas de las responsabilidades de María Teresa, y rogar a Olga, la asistente de la Procuradora Judicial Penal, para que me colaborara corriendo los términos. Qué Procuraduría General de la Nación tan abusiva y explotadora, que además, parece, discrimina a las Procuradurías dependiendo de donde estén ubicadas y la del Amazonas, por supuesto, era solo un nombre. En el Amazonas, por demás, no hay Procuradurías provinciales, razón por la que el trabajo es demandante pero mientras esto ocurre a las regionales, en Bogotá hay un poco de asesores de corbata haciendo oficios, y, ¿para hacer oficios basta con una secretaria y unas plantillas, verdad? La razón para esto: la politiquería y que por supuesto desean estar en Bogotá o en las grandes ciudades donde está el progreso.

    Empleados de la Procuraduría Regional – Diciembre de 2017.

    CAPÍTULO 4:

    Luis Fernando, un cordón

    con el pasado en Barbacoas

    Efectivamente, después llegó Luis Fernando Cortés Márquez, un hombre joven a quien recomendé para el cargo de conductor. A Luis Fernando lo conocí en Barbacoas, Nariño, cuando fui Fiscal Seccional en esa región del Pacífico sur. Me enteré de su pasado y de cómo un maleante asesinó a su padre y de que la guerra le arrebata la vida a los que quedan vivos cuando sus seres queridos son asesinados.

    En Barbacoas, a Luis Fernando lo adopté como a un sobrino por su persistencia y por la protección que me brindó mientras estuve en esa ciudad. Me custodiaba en las noches desde la oficina hasta la casa donde vivía. Yo le decía que tenía policía de acompañante; pero, para él, yo era su tía y tenía que asegurarse de que subíamos juntos a La Loma. Después de algunos años de salir de Barbacoas pude contactarme con él, a veces pude ayudar en sus requerimientos, otras no, pero me mantenía informada de la violencia en la tierra suya y mía, la misma que narré en las Revelaciones de una Fiscal Amenazada. De Telembí a Canadá.

    En todo caso, en el pasado lo había recomendado para un trabajo como conductor en la capital y cuando me preguntaron por un candidato para ser conductor de la Procuraduría en Leticia no dudé en dar su nombre, aunque dudaba en que llegara a tiempo.

    –Si te llaman de la PGN no pierdas ese chance y si no tienes la licencia de conducción pues la sacas en Bogotá pero no te vengas del Telembí sin tus certificados de estudios –le dije.

    Yo era testigo de su experiencia como conductor de vehículos y de motocicletas, estas últimas las utilizaba como mototaxista y para hacer piruetas que seguramente como empleado del Estado ya no podría siquiera intentar, pero creo que en realidad yo estaba también pensando en que él era la persona perfecta y de confianza para encargarse de mi seguridad en ese lugar desconocido. Yo andaba muy ocupada con lo que implicaba entregar mi cargo como asesora del Despacho del Procurador en Asuntos Étnicos y Derechos Humanos que no supe mucho de Luis Fernando, hasta que apareció en Bogotá pero yo ya tenía pasaje para partir a Leticia, así que al fin alcance a decirle al teléfono que allá lo esperaba y que no se preocupara que en Leticia yo lo posesionaba.

    –Muchas gracias, no sé cómo pagarle –me dijo, algo apresurado.

    –Es solo un acto de justicia social con alguien que como tú has sufrido tanto –pensé decirle, pero guardé silencio.

    Otra de mis recomendadas fue la abogada María Isabel Barrera Molina, quien llevaba más de 20 años en la Procuraduría y que siendo abogada no había recibido recompensa de parte de la entidad para la que honestamente había servido casi toda su vida. Aún yo estaba en Bogotá cuando supe que le quisieron hacer la jugada a María Isabel, pues iban a enviar otro empleado. A la persona que me atendió en la Oficina de Personal en la PGN le

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