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Poéticas del paisaje
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Poéticas del paisaje

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Más temprano que tarde, el adjetivo "rokhiano" será aceptado por la rae. O quizá no, pero existe y designa el desborde vital de un poeta que bien podría ser parte de la generación beat, salvo porque comenzó a escribir cuarenta años antes que Ginsberg. Su obra, compuesta por una treintena de libros, es descomunal e irregular, reiterativa e inclasificable: un capítulo aparte de la poesía chilena.

Pablo de Rokha apostó todas sus naves a pensar el arte como expresión política. Por eso pasaba su tiempo en pueblos diminutos vendiendo de mano en mano sus libros, tanto a alcaldes como a carniceros. Esa deriva era el material humano que destilaba en versos, la base de su raigambre popular afectada por la vanguardia. Libros como Los gemidos o Escritura de Raimundo Contreras rozan la fibra más íntima de las estéticas revolucionaras, pero, a diferencia de Huidobro, matizan la abstracción para enfocar las tensiones humanas.

Poéticas del paisaje reúne tres textos cruciales que se encontraban desperdigados en recopilaciones y antologías. Su temprana arte poética que defendió hasta la muerte –"Ecuación"–, un agudo ensayo sobre poesía y sociedad –"La intuición poética"– y su diccionario de culteranismos –"Vocabulario"–, último texto programático que escribió. A todos los atraviesa una pregunta: la relación entre escritura y territorio, cómo afecta el entorno al lenguaje que utilizan sus habitantes. Se trata entonces de una puerta de ingreso a las fibras íntimas de una poética sólida y torrencial, tanto como para transformar a De Rokha en un adjetivo.
"De Rokha aparece como la bestia negra que siempre fue, con una escritura densa, concentrada y con un alto vuelo estético y teórico". Álvaro Bisama
"Pablo de Rokha ha hecho de su poesía tanto su expresión vital como un arma de combate". Jorge Teillier
"De Rokha siempre ha sido el gran guerrillero de la poesía chilena, el luchador incansable cuya poesía vernacular y vanguardista, pantagruélica y proletaria constituye la mirada más genuina al Chile no arrasado por los coros de la modernidad". Óscar Barrientos
IdiomaEspañol
EditorialAlquimia
Fecha de lanzamiento1 ene 2016
ISBN9789569974069
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    Poéticas del paisaje - Pablo de Rokha

    Sagredo

    Pablo de Rokha:

    Estoy de pie, pero estoy muerto

    A LAS NUEVE DE LA MAÑANA TOMÓ CAFÉ, jugo de huesillos y tostadas. Habló largamente por teléfono con su hija Lukó y su yerno, el poeta Mahfúd Massís. Cruzó un par de palabras con una vecina y luego recordó que debía tomarse unos remedios. A eso de las diez, entró a su escritorio.

    Minutos después se escuchó un fuerte estallido. Yolanda, la persona que hacía aseo en la casa, le pegó un grito a su hija Sandra, que barría por ahí, acusándola de haber roto un espejo. La niña lo negó y se quedaron mirando. Ambas corrieron al escritorio.

    Lo encontraron sobre su silla, con la cabeza hacia atrás y los anteojos de montura negra colgándole de una oreja. En su boca, un hilo de sangre y empuñada en la mano derecha, una pistola.

    No había nota de suicidio ni nada que explicara la decisión. Sobre la mesa, solo el libro que estaba leyendo, papeles desordenados y las argollas de matrimonio: la de Winétt y la suya.

    El arma era un inmenso revólver de plata Smith & Wesson calibre 44, obsequio de David Siqueiros, luego de que recorrieran juntos la ruta que hizo Emiliano Zapata durante la Revolución mexicana. La pistola era la misma que usó su hijo menor, Pablo Díaz, cuatro meses antes, un 21 de mayo, cuando se tendió en la cama y se dio un tiro en la boca. Seis años antes, el hijo mayor del clan, Carlos, poeta vinculado al grupo surrealista La Mandrágora, moría de sobredosis por ingesta de barbitúricos y alcohol. En 1951, había muerto su esposa y musa Winétt de un feroz cáncer que se prolongó por cinco años.

    «Estoy de pie, pero estoy muerto», le dijo Pablo de Rokha a Lukó.

    Dos días después de su suicidio, el 10 de septiembre de 1968, el cuerpo fue enterrado en el Cementerio General. Salvador Allende fue uno de los que cargó el ataúd. Le dijo a una de sus hijas: «Valor, Lukó. Tu padre es demasiado grande para morir. Él vivirá por siempre». Carlos Droguett, escritor y amigo del poeta, señaló que la apología que De Rokha hizo de Máximo Gorki era aplicable a él mismo: «Eres

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