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Amazonia en varios tiempos.
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Libro electrónico144 páginas1 hora

Amazonia en varios tiempos.

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La obra contiene tanta riqueza anecdotaria, que nos motiva para conocer los lugares visitados y sus características, vistas de una manera rapsódica, pero no por ello menos profunda, observadas con los ojos de águila de la autora.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 ene 2022
ISBN9786078535934
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    Amazonia en varios tiempos. - Manú Dornbierer

    manudorn-1.jpg

    D.R. © Manu Dornbiere, 2019

    ISBN: 978-607-8535-93-4

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2019.

    +52 (55) 52 54 38 52

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    Todos los derechos reservados. Esta publicación no podrá ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o retransmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin contar con el permiso previo por escrito del autor.

    ÍNDICE

    Prólogo

    I. 1992. DESCUBRIENDO LA AMAZONIA

    II. DE MANAOS A RIO DE JANEIRO

    III. LA MAGIA DE IGUAZÚ

    IV. CARNAVAL DE RÍO Y REGRESO A AMAZONIA

    V. 2005 – EL GRAN RÍO AMAZONAS

    VI. JACQUES-YVES COUSTEAU EN AMAZONIA.

    VII. EL BRASIL QUE LEVANTÓ CABEZA

    VIII. 2019 - ¿LA AMAZONIA SE LLAMA PRINFA?

    Prólogo

    AMAZONIA EN VARIOS TIEMPOS

    Simplemente sorprendente la lectura del libro que tiene en sus manos, exigente lector, producto de la pluma sagaz, inteligente, profunda, amena, brillante y muy versátil, de la gran escritora y no menos calificada periodista Manou Dornbierer.

    Esta obra, de su más reciente creación es, además de abiertamente autobiográfica, un compendio de temas importantes en donde se trata de viajes, de Historia universal, de precisiones de diversos importantes momentos y especiales acontecimientos en el tiempo , de experiencias personales relatadas con la sagacidad periodística , profundidad y filosofía características de la autora. Todo ello sin perjuicio de la minuciosidad con que trata los viajes en diversos sitios y momentos de Amazonia (así nos lo hace sentir, palmo a palmo) esa gran maravilla que la naturaleza nos obsequió a los seres humanos y relatado con gracia, con una gran riqueza narrativa, que nos impulsa a no dejar de leerla hasta su total terminación, dejándonos la sensación de haber participado personalmente, en su compañía, en tan especiales viajes .

    Como es su estilo, nos hace un relato explicito de episodios históricos por ejemplo de la vida de la princesa británica que bautizó el crucero Royal Princess , cuyo último viaje como tal se dio en el Río Amazonas.

    La obra contiene tanta riqueza anecdotaria, que nos motiva para conocer los lugares visitados y sus características, vistas de una manera rapsódica, pero no por ello menos profunda, observadas con los ojos de águila de la autora.

    Rodrigo Juárez Ortiz , Otoño de 2019

    1992. DESCUBRIENDO LA AMAZONIA

    Ella se reía. ¡Cómo se reía! Era una risa total sin la menor sombra, esa que la transforma en una niña feliz. Se reía de esa manera cuando sí era niña ... y no era tan feliz. Al verla reír con una película de Whoopy Goldberg en la pantalla de un avión de Varig , sentí por mi hija un gran amor y por mí un gran alivio . Se suavizó mi culpable sensación de ser la bruja que la separaba por primera vez de sus propios hijos, Bruno de cuatro años , Ian de dos, para dejarlos al cuidado de su padre, y llevármela, una vez más, contagiada del virus familiar de los viajes, en ese fausto 1992 al mágico Brasil al que nos conducía su propio hermano Enrique con el tranquilizante pretexto de ver una fábrica que cerraba y era como la nuestra de Santiago Tianguistenco . También él dejaba a su recién nacido y ansiado Patricio y venía con Cami a nuestro gran encuentro con Brasil . ¿Había posibilidad de utilizar lo que los brasileños vendían? Era pues un viaje de negocios, plausible en la familia de nuestro industrial padre y abuelo.

    Como en mente de todo latinoamericano, Brasil brillaba en la nuestra con sus mil gemas multicolores. De los cuatro mosqueteros en que nos habíamos convertido cuando nos divorciamos, sólo Rodrigo conocía ese país . Había pasado sus quince años en San Salvador Bahía, primera capital y sede de la administración colonial de Brasil hasta 1763. Fue con la familia de Ricardo, su compañero de clase del Liceo, y no regresaba, ni escribía , ni telefoneaba, por lo que una tarde fui a consultar a mi vieja amiga poeta, Laura Palavicini , que leía el café .

    -No te preocupes, está bien. Lo veo regresar pronto, pero se irá de inmediato...

    En efecto , Rodrigo apareció feliz y dijo:

    - Me sobró dinero y quiero ir a Texas. Hay un concierto.

    Como nunca pude decir no a un viaje, se volvió a ir como previó mi amiga que había perdido la vista física, pero no la otra.

    Por su parte Enrique, que había quedado a la cabeza de la fábrica, decidió que había que ir a Brasil. El y Cami volarían a Buenos Aires y luego a Río por una línea argentina, pero yo me empeñé en ver primero Manaos con Diana, y por eso nos encontrábamos en ese práctico y excelente avión brasileño.

    Llegamos a la una de la mañana a la capital del estado de Amazonas, a dos grados bajo el Ecuador y a sólo seis horas de vuelo de la Ciudad de México. Era la primera vez que viajábamos juntas mi hija y yo al extranjero desde que se casó en 1985. Y nada me hacía tan feliz como la libertad de tránsito con ella por el planeta... Valía la pena empezar por el puerto de Manaos, sobre el Río Negro, el principal afluente del Amazonas, a 3664 km del Océano Atlántico, un río cambiante como pocos, cuyas crecidas pueden ser de diez o veinte metros por la estación del año. La primera grata sorpresa fue su cercanía de México y nos prometimos tomar muchas veces dicho vuelo en el futuro. No sabíamos que el neoliberalismo lo desaparecería y que en el porvenir para viajar al Sur, habría primero que ir al Norte, a Miami, of course. En esos años, Varig era muy buena línea. Sus aviones eran los únicos en que los asientos de clase económica eran más amplios de lo acostumbrado , el servicio más fino y las rutas estupendas . Hoy se reirían de mí sus mismos operadores ... pues la línea ya no existe.

    Manaos, casi en la contingencia mágica del Río Negro y del Solimoes , de los que nace el gran Amazonas , fue construído en el siglo XIX gracias al boom del caucho y en cierto momento fue la ciudad más rica del mundo . Me había fascinado desde que me enteré de su existencia y de su Teatro de la Ópera, entre ríos y lianas, entre jaguares y cocodrilos, entre papagayos y delfines, entre orquídeas y de cientos de especies vegetales y animales poco conocidas.

    Desembarcamos a la una de la madrugada en el aeropuerto de la capital del estado de Amazonas. Sólo descendimos cuatro de los muchos pasajeros de ese vuelo a Río, tres mexicanos y un gringo. El tercer mexicano resultó ser un amigo de infancia, Ricardo Hess, conocido peletero, que iba en busca de pieles a otra lejana ciudad de Brasil y se quedaría el resto de la noche en Manaos en espera de conexión. Ricardo Hess, su hermano y yo habíamos pasado nuestra primera infancia juntos en larguísimas mañanas de los clubes de tenis de la ciudad de México, mientras nuestras respectivas madres, francesa la mía, alemana la suya, se batían amigablemente en las canchas de arcilla, en un armisticio curioso y personal pues la II Guerra en Europa no finalizaría sino hasta 1945. Caminando por el fresco y salvaje pasto amazónico, mi amigo y yo,nos prometimos vernos pronto, pero no lo hicimos. En cambio, reencontré a su hermano Roberto en Acapulco-en donde vivo desde el año 2000- construyendo una cancha de tenis, en donde juego con el gusto de siempre.

    Tras un poco de sueño y un suculento desayuno, emprendimos Diana y yo un primer día al corazón de la Amazonia. Los barcos de colores se amontonaban listos para salir al recorrido y en todos la música, la rica samba y la bossa nova alborotaban a los turistas, casi todos brasileños. Nuestro barco enfiló antes que otros hacia la salida y pasamos pronto frente a las gasolineras, plantadas en el agua, que vendían las más diversas gasolinas desde Shell hasta la italiana Agip. Brasil vivía ya el liberalismo económico del que en el momento de iniciar estas memorias, abril de 2005, se avergüenza y arrepiente más de un brasileño especialmente desde que el presidente Fernando Enrique Cardoso vendió tantas riquezas nacionales al imperialismo de las transnacionales, igual que Menem en Argentina, igual que Salinas y sus títeres en México, etcétera.

    Dejamos atrás la fábrica de hielo con su pozo perforado en pleno río. Vimos las típicas casas ribereñas montadas sobre pilotes para salvarse de las crecidas del rio y nos fuimos a navegar por el majestuoso Río Negro hacia el Encontro das Aguas con el Río Solimoes -color beige, aunque con mi daltonismo, me supo a verde jade-. Se juntan los ríos, pero no se casan hasta engendrar más adelante al Amazonas. Es ese uno de los lugares más maravillosos del planeta Tierra como muestran las fotos, una división perfecta entre ambas aguas. Luego el barco se detuvo en la boca de otro río menor, a su vez afluente del Negro. Ahí nos subieron en piraguas para pasear y detenernos en un mercado flotante donde enloquecimos con las artesanías amazónicas, antes de desembarcar de plano en la selva. Qué bueno que compré entonces un machete enfundado en una extraña piel, adornado con vértebras misteriosas y amenizado con un puñal más pequeño también enfundado, porque con el terrorismo de estado que abrumaría al planeta se prohibieron semejantes souvenirs.

    A la entrada se encontraban niños cargando los más raros animales entre puestos de objetos fascinantes,

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