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Migración en Chile: Evidencia y mitos de una nueva realidad
Migración en Chile: Evidencia y mitos de una nueva realidad
Migración en Chile: Evidencia y mitos de una nueva realidad
Libro electrónico563 páginas9 horas

Migración en Chile: Evidencia y mitos de una nueva realidad

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Migración en Chile ofrece una mirada amplia y actualizada sobre la realidad migratoria en Chile. Son 23 autores provenientes de las más destacadas universidades, centros de estudios y fundaciones del país, que en trece capítulos profundizan en las temáticas más atingentes a la hora de abordar la migración, como el contexto regional, legislación, trabajo, salud, educación, vivienda, economía, convivencia, entre otros. Con evidencia internacional y nacional, cada capítulo ofrece propuestas para construir una sociedad de acogida e intercultural que convierta a Chile en un modelo de buenas prácticas. "Ojalá todos los países contaran con un libro como este, que presenta el fenómeno migratorio con datos y análisis bien fundamentados y desde las múltiples perspectivas necesarias. Es un gran aporte al debate emergente sobre migración en las Américas y cómo un manejo sensato de las políticas públicas frente a la migración puede conllevar a beneficios no solo para los migrantes, sino para las comunidades de acogida también".
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento12 nov 2019
ISBN9789560012296
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    Migración en Chile - Nicolás Rojas Pedemonte

    Chile

    Prólogo

    Helena Olea

    ¹

    Chile se ha convertido en un destino atractivo y sus habitantes han tenido que entender qué es la migracion, quiénes son las personas que migran a Chile y cómo es su proceso de integración. El cambio significativo en las cifras y los países de origen de los migrantes ha significado un reto importante para la sociedad chilena, poco habituada a la presencia de extranjeros. Y justamente este ha sido un terreno fértil para la gestación, desarrollo y reciclaje de ideas discriminatorias, racistas y xenófobas. Y también tristemente ha representado un contexto ideal para el aprovechamiento de casos aislados para generar una narrativa negativa sobre quiénes son las personas migrantes, para cuestionar a qué vienen al país, e interrogar si constituyen o no una carga o un aporte para la economía y para la sociedad.

    En este contexto, los chilenos y las chilenas intentan responder a la pregunta: ¿quién es ese otro u otra, y cómo va a cambiar mi vida con su presencia en mi país? Estas preguntas no son nuevas en Chile o en otros lugares del mundo, pero han emergido con fuerza dada la intensidad de la migracion en los últimos años. Los líderes políticos han aprovechado la migracion y las preguntas en torno al impacto de su presencia en el país para construir campañas, eslóganes y discursos basados en el nacionalismo, que culpan al otro, a las personas extranjeras, de la delincuencia, de la crisis económica y de las limitaciones del Estado. Este es el desafío que Chile enfrenta y que se asemeja a la situación de otras regiones del mundo. La diferencia radica en la visión política a partir de la cual los Estados y sus gobernantes se aproximan a las personas migrantes. La división es clara entre quienes consideran a las personas migrantes personas con derechos humanos o quienes las perciben como un otro, como inferiores con derechos restringidos, que pueden ser objeto de discriminación y que no tienen derecho a vivir con sus familias. Esta visión no es relevante sólo para la definición de la política migratoria de un país, sino que irradia otras esferas de la sociedad y tienen repercusiones esenciales para la construcción de la nación y en la conflictividad social.

    Este es el tamaño del desafío que Chile enfrenta, al igual que muchas otras sociedades. Frente al aumento en el número de personas migrantes y al discurso y narrativa política, a partir de preconcepciones y desinformación, se han construido mitos importantes en torno a las personas que migran al país y al impacto económico y social de su presencia. Habituados a códigos sociales marcados por el clasismo y el racismo, la sociedad chilena se ha encontrado con personas que no puede clasificar o entender, o que simplemente rechaza por temor a la diferencia. La presencia de personas afrodescendientes ha sido una novedad para la conciencia nacional. La imposibilidad de conocer la institución educativa donde el migrante estudió o el contexto social donde creció representan para una sociedad estratificada el reto de revisar y adaptar sus propios códigos sociales. Frente al desafío de entender y conocer a esa persona extranjera, y ante la constatación de las propias limitaciones de información sobre otros países y otras realidades, la sociedad chilena ha tenido que aceptar que no cuenta con las herramientas para entender quiénes son las personas migrantes y para saber cómo relacionarse con ellas. Esta incapacidad se transforma en frustración y también explica en parte que los mitos sobre las personas migrantes crezcan y se difundan dada su disponibilidad y simplicidad. Para contribuir a agravar el panorama, los líderes políticos han aprovechando este contexto para liderar un discurso antimigrantes, entendiendo que esa es parte de la agenda política contemporánea, apostando a que estas posiciones les den réditos políticos.

    Desde la perspectiva económica, la sociedad chilena busca entender en qué medida la llegada de población extranjera representa un beneficio o un perjuicio. En Chile, como se observa en la mayoría de los países, la población migrante participa proporcionalmente en el mercado laboral en tasas mayores que la población local. Las personas migrantes llegan a trabajar y terminan aceptando a la larga trabajos incluso inferiores a su nivel de calificación, porque no cuentan con las condiciones de tiempo y recursos para esperar aquella buena oportunidad que tarda en llegar. Luego de buscar empleos de calidad y bien remunerados, tienen que aprovechar cualquier empleo porque su supervivencia y algunas veces las de sus familiares que dejaron en su país de origen dependen de las remesas que puedan enviar. Esta realidad habría generado en algunos casos cierta competencia en el mercado laboral y en los programas de asistencia social. Las y los chilenos le temen a la irrupción de personas extranjeras con quienes tengan que competir por un empleo, un cupo escolar o un subsidio habitacional. Es importante reconocer que esta realidad comienza a expresarse en algunos ámbitos y territorios y que también es un ambiente fértil para generar información negativa sobre ese otro, contra quien se está compitiendo. Igualmente, y cómo se explica en el libro, la presencia de extranjeros en el mercado laboral o en el sistema educacional o de salud ofrece también oportunidades, al generar nuevos desafíos a los que deben responder las políticas públicas y que pueden contribuir a fortalecer y mejorar la calidad de los empleos y de la educación o la salud, por ejemplo.

    Los mitos forman parte de la forma en que tradicionalmente construimos nuestra visión del mundo. Cuando no tenemos otras fuentes de información, a través de los mitos nos explicamos y entendemos los fenómenos y hechos que nos rodean. Los mitos nos ayudan a llenar nuestros vacíos de conocimiento. La ventaja de acudir a los mitos es su fácil acceso y simplicidad; no se requiere de un intenso esfuerzo o de un análisis profundo para entenderlos, y siempre podemos negar cualquier responsabilidad sobre ellos. Esa es otra gran ventaja del mito, es apócrifo. Puede originarse en un ejemplo, una nota de prensa o una conversación, pero se magnifica y enuncia como una verdad, a veces incluso respaldada en evidencia anecdótica o casos particulares. Vivimos en sociedades nutridas de mitos que se riegan y multiplican en las redes sociales, donde sin mayor esfuerzo se propagan falsedades, que vamos aceptando como verdades. Frente a la comodidad del mito, tenemos la responsabilidad de cuestionarlos y de construir a partir de información seria, responsable y confiable nuestro entendimiento de la sociedad en la que vivimos y del planeta del cual formamos parte. Uno de los mayores desafíos que encaramos en la actualidad es mantener el debate público, no sólo el debate político, anclado en información veraz y confiable, que nos permita discutir políticas públicas y visiones del futuro con bases sólidas. A partir de mitos no vamos a construir la sociedad y el Estado que queremos, porque sus fundamentos tergiversados redundarán en ineficiencia, despilfarro y violaciones a los derechos humanos.

    Los mitos que se difunden disfrazados de información a veces son el resultado de prejuicios, o son simplemente información poco rigurosa o descuidada. Otras veces, los mitos son el producto de esfuerzos coordinados para hacer circular ideas falsas, construyendo opinión pública a favor o en contra de algo o de alguien. En estos casos, los mitos se propagan como resultado de esfuerzos deliberados de grupos o personas que buscan crear opinión pública, en cierto sentido, favorable a intereses económicos o políticos. Lo más preocupante es que las personas nos nutrimos de mitos, asumiéndolos como verdad, cambiando nuestras opiniones y percepciones; a menos que nos tomemos en serio la tarea de cuestionar, informarnos y aprender como parte de nuestras estrategias como seres humanos para vivir una vida libre, responsable y digna. Identificar los mitos, cuestionarlos y demolerlos con información seria, rigurosa y científica es parte de la tarea que todos tenemos, y es indispensable para construir una sociedad donde los derechos humanos de todas las personas sean protegidos y donde no dependan de la lotería del lugar y las condiciones de nacimiento.

    La lucha contra los mitos es esencial y es parte de la estrategia de programas de educación pública dirigidos a eliminar ideas falsas ancladas en el saber popular, traspasadas de una generación a la siguiente, creadas en las redes sociales y diseminadas vertiginosamente. La educación juega un papel clave en la lucha contra los mitos y es una prueba crucial de la calidad de la educación de una sociedad. No se trata sólo de acumular y retener información, sino de desarrollar las herramientas con las cuales podamos hacernos preguntas y seamos capaces de buscar la información que necesitamos, para entender la realidad que afrontamos. Por ello, es importante preguntarnos: ¿cómo buscamos información sobre lo que no conocemos o no entendemos? ¿Tenemos acceso a bibliotecas impresas o virtuales? ¿Cuáles son las fuentes de información que consultamos? ¿Cómo nos informamos y cómo procesamos la información que recibimos? ¿Cómo decidimos que una fuente es confiable?

    Los medios de comunicación juegan un papel central en la creación y difusión de información, y por ello tienen un rol en la difusión o demolición de los mitos. La calidad de la información que se difunde y la intencionalidad de la información son centrales para contribuir a educar a las personas o para sembrar en ellas desinformación y prejuicios. La libertad de expresión enfrenta en el contexto actual el desafío de ser ejercida responsablemente, tanto por quienes emiten información y opiniones como por quienes la reciben. Los medios de comunicaciones delimitan el debate público y contribuyen a alimentar los mitos cuando reproducen información falsa, cuando destacan la nacionalidad de la persona sospechosa de haber cometido un delito o cuando magnifican un hecho, o lo presentan como representativo de la situación o de la realidad de una región, de un grupo social o etario. Los medios de comunicación pueden informar o desinformar. Ese es uno de los desafíos mayores que enfrentamos como ciudadanos. Somos responsables de elegir nuestras fuentes de información, de cuestionar las narrativas y discursos, y de confirmar que la información a partir de la cual tomamos nuestras decisiones y conducimos nuestras vidas sea confiable y veraz. Elegimos también como consumidores de entretenimiento y podemos optar por música, televisión y películas que reafirman los estereotipos y nutren los mitos sobre los migrantes, o que, por el contrario, los cuestiona y nos educa e informa de manera responsable.

    La migracion está plagada de mitos. Estos mitos tienen diversos orígenes. Los mitos se originan a veces a partir de las historias de triunfo que los mismos migrantes comparten con sus familiares, para aliviar su preocupación y convencerlos a ellos, y a sí mismos, que tomaron la decisión correcta y, aunque esté resultando difícil, el esfuerzo y el reto de migrar valió la pena. Los mitos también se originan a partir de la relación que las personas del país de origen tienen con los migrantes. Basta un encuentro para definir el carácter de un pueblo. Millones de personas son como ese hombre o mujer con quien tuvimos un encuentro. Una experiencia define al otro y alimenta el mito. Las noticias contribuyen a nutrir esa idea sobre el otro. La noticia no es entonces que una persona cometió un delito, sino la nacionalidad de la persona acusada o condenada. La crónica roja está plagada de referencias a la nacionalidad de las personas procesadas por el sistema penal. Sin embargo, las referencias a nacionalidad de las personas resultan menos relevantes en otras noticias. Poco importa el lugar de nacimiento o el pasaporte de un científico, de un artista, de un trabajador competente o de un empresario exitoso. Pero la nacionalidad vuelve a ser relevante cuando se trata de políticas sociales, y por supuesto es central al momento de discutir políticas migratorias. Los mitos también se gestan como parte de estrategias políticas: sin evidencia alguna, se inventan historias, se presenta información que se difunde y genera raíces en la conciencia nacional.

    Los mitos se construyen a partir de un encuentro, se nutren de la información en los medios de comunicación y del discurso político, que con frecuencia utiliza a la migracion como chivo expiatorio, para alimentar el nacionalismo y generar la idea de que la amenaza es extranjera y la virtud es nacional. Derribar los mitos requiere de un esfuerzo consciente por confirmar la información, por preguntarse la relevancia de la nacionalidad, la certeza de las cifras presentadas y la intencionalidad del análisis. Se trata simplemente de cuestionar y de preguntar, de no aceptar pasivamente, sino de interrogar la información que recibimos y de interrogarnos sobre la forma como la interpretamos.

    La xenofobia se nutre de los mitos sobre los migrantes y la migracion, y por ello este libro constituye un aporte para luchar contra las ideas y prejuicios que nutren el rechazo al extranjero. En un país geográficamente aislado como Chile, el nacionalismo ha emergido como estrategia de unidad nacional en una sociedad políticamente dividida que aún no resuelve los crímenes del pasado. El nacionalismo utiliza la xenofobia para ganar apoyo, de allí que sea muy necesario contribuir a derribar los mitos en torno a las personas migrantes y al impacto en el empleo, la salud, la educación, los programas sociales y los programas de vivienda, entre otros. Este libro es el resultado del trabajo riguroso de investigadores que, bajo la coordinación de Nicolás Rojas Pedemonte y José Tomás Vicuña SJ, aceptaron el desafío de escribir sobre la migracion en Chile, derribando mitos con información que contribuye a aportar herramientas al debate sobre quiénes son los migrantes y cuál es su verdadero impacto en el país. Así vemos derribar los mitos más frecuentes en torno a las personas migrantes que se han atrevido a tratar de hacerse una vida en el sur de América, en un país pequeño, con una economía estable, que ha avanzado en indicadores sociales, convirtiéndose en un destino atractivo para ellos y donde están formando familias, permitiéndose soñar con un futuro.

    Por último, el esfuerzo por entender a ese otro migrante o extranjero también puede contribuir a una importante tarea pendiente en Chile, como lo es la relación con sus pueblos originarios, quienes, pese a ser nacionales, también son vistos como un otro. La interculturalidad apenas empieza a estar presente en las políticas públicas en Chile y es urgente en la educación y en la salud, como también nos lo recuerda este libro. La construcción de una sociedad diversa e inclusiva es una tarea de la nación y no sólo del Estado, y todos debemos aportar para ello.


    1 Abogada de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Especialización en Derecho Constitucional en la Universidad de los Andes. Maestría en Derecho del Center for Civil and Human Rights, Law School, University of Notre Dame, Indiana, Estados Unidos.

    Introducción.

    Los mitos y las realidades de la nueva migracion en Chile

    Nicolás Rojas Pedemonte

    ²

    José Tomás Vicuña SJ

    ³

    Hoy en Chile es cada vez menos probable tener un almuerzo familiar, ver el noticiario o escuchar a una candidatura electoral sin que se aborde la migracion. Sin duda, es un tema altamente recurrente y suele ser tratado como un «problema». Abundan cotidianamente las generalizaciones a partir de alguna evidencia anecdótica o basadas en información segmentada recogida de los medios de comunicación y de las redes sociales. Aquellos que ven la migracion como un problema o amenaza no suelen construir su opinión a partir de la convivencia directa con la población migrante ni menos basados en la evidencia científica, pero tampoco elaboran su opinión antojadizamente: tienen a disposición un cúmulo de mitos y caricaturas sociales sobre la migracion que se difunden ideológicamente con gran efectividad desde los líderes de opinión o medios de comunicación.

    Cuando recientemente desarrollamos, para un estudio, entrevistas en una junta de vecinos de Antofagasta, una dirigente recurrió a un bullado evento criminal ocurrido en la zona para ejemplificar «los peligros de la migracion». Paradojalmente, su preocupación no se basaba en una experiencia personal o cercana, sino –según reconoció– en una historia recogida del noticiario de un canal de televisión santiaguino que nosotros también conocíamos. Eso no le resta necesariamente credibilidad al crimen relatado, pero sí ilustra cuán sensible es la opinión sobre la migracion frente a los medios de comunicación, a sus procedimientos de selección de las noticias y al tratamiento que se les da. Sin duda, la opinión no sólo la definen los medios, sino también las ideologías nacionales/raciales, la historia oficial y las políticas migratorias que muchas veces se orientan más a construir comunicacionalmente el supuesto «problema» que a abordarlo. La difusión de cifras «fantasmas» sobre la migracion «ilegal» o la asociación entre inseguridad y migracion por parte de las autoridades también alcanzan gran impacto en las opiniones y actitudes sociales sobre la migracion. Este libro no pretende contrarrestar la influencia pública de los medios ni de los líderes de opinión, pero sí aportar miradas e información empírica al debate público y académico sobre la migracion, revisando críticamente los principales mitos que hoy se difunden en Chile al respecto.

    ¿Por qué gastar tiempo en un libro sobre migracion? Porque cotidianamente –e incluso cuando se toman decisiones de relevancia pública– hace falta información fundamentada sobre ella, mientras que los mitos y estigmas sociales suelen estar disponibles y «a toda plana». Como se presentará a lo largo de los capítulos, los mitos no se sostienen frente a la evidencia empírica y la realidad de los datos, y por tanto pueden ser refutados, cayendo como dominó uno tras otro. Nos animamos a publicar este libro justamente porque estos mitos están anclados transversalmente en nuestra sociedad y no nos permiten avanzar como comunidad política, y más bien nos fragmentan y oponen unos a otros. Esto no ocurre solo en la sociedad chilena, sino mundialmente en distintas magnitudes. No hay país donde alguno de los mitos que aborda este libro no haya sido utilizado, pero también en diversas latitudes han sido superados favorablemente. Pero para eso es necesario contrastar nuestras preconcepciones con las realidades, desde la experiencia y estudios de expertos y expertas en cada materia, para aproximarnos y relacionarnos con la migracion, no como un problema, sino como un desafío y una realidad constitutiva de la sociedad moderna.

    Esta publicación no pretende defender la migracion per se, sino reconocerla como un fenómeno histórico y develar con veracidad parte importante de la nueva realidad migratoria en Chile. Sólo en base a información fiable podremos formarnos una opinión fundamentada, desarrollar, como sociedad, políticas y leyes con altura de miras, y relacionarnos con una mirada más profunda, abierta y pertinente.

    En este libro abordamos aquellos mitos que repercuten negativamente en las actitudes frente a las personas migrantes y que se potencian cuando se conjugan con ideologías e intereses políticos y económicos particulares. Se analiza sucesivamente cada mito desde la experiencia de trabajo directo con población migrante y desde datos empíricos recabados. No obstante, reconociendo los límites metodológicos de la información recopilada, no siempre fue posible en los capítulos siguientes refutar terminantemente cada uno de los mitos acá analizados, pero sí fue posible problematizar y relativizar ciertas generalizaciones que se asumen como ciertas. El reconocimiento de estos límites metodológicos evidencia que ésta no se trata de una publicación con datos seleccionados «convenientemente». Ponemos a disposición del lector un trabajo académico con el propósito de aportar a la discusión desde la experiencia y la evidencia científica, identificando, por cierto, las transformaciones y desafíos que conlleva la migracion hoy en Chile.

    Nos proponemos, en un contexto donde la migracion está en agenda, ofrecer análisis de expertos y expertas de diversas disciplinas y escuelas, ampliando las perspectivas sobre un tema abordado cotidianamente desde lecturas reduccionistas y sensacionalistas. No se trata de defender o atacar la migracion. Hasta ahora ha sido un tema complejo, pues si bien hay países que han reconocido en la migracion una oportunidad, también otros han reaccionado amparados en muchos de los mitos que revisamos en esta publicación. Lo importante es reconocer que la migracion es una realidad en la historia de la humanidad, y frente a las desigualdades globales y ante crisis humanitarias en los contextos de origen, no hay muro –ya sea material, institucional o cultural– que detenga el proyecto migratorio de personas y familias. En esta perspectiva, los mitos y prejuicios no hacen más que empeorar las cosas, tanto para los países de acogida como para las personas que arriban.

    Los datos expuestos en este libro no sirven para sostener que nos conviene por ahora tener un país receptivo a la migracion, sino más bien aportan elementos de juicio para relacionarnos de manera realista y desprejuiciada con la migracion en Chile. Los mitos sobre migracion crean miedos y rechazos, y es necesario comprenderlos para desmontarlos. No se trata de priorizar a unos sobre otros, ni de desestimar las preocupaciones de ciertos sectores. Se trata de construir diálogo social y una discusión política informada y respetuosa de la diversidad. En un proceso migratorio como el que ha vivido Chile recientemente, sujeto al mercado y sin el Estado como garante en los procesos de inserción como en épocas previas, sería incluso sospechoso que no se desataran conflictos y tensiones. La pregunta clave es cómo abordar los nuevos desafíos de la migracion: ¿aceptando pasivamente la proliferación de mentiras o desde el debate y la discusión informada? Tanto el año 2017 como el año 2018, la migracion fue la temática emblemática de la posverdad en Chile, con numerosas noticias falsas a través de las redes sociales. Eso va, sin duda, cristalizando ideas y actitudes no favorables a la migracion y la convivencia.

    Efectivamente, durante los últimos 5 años se ha triplicado la cantidad de personas migrantes en Chile y, por cierto, ha sido inesperado. Sin embargo, esta transformación no es solo cuantitativa, sino también da cuenta de una creciente diversificación del patrón migratorio. Hemos presenciado distintas dinámicas en este flujo migratorio: principalmente, se han diversificado los países de origen y las personas se han radicado a lo largo de todo el país. Por un lado, se trata de una realidad heterogénea. Hoy ya no se limita a ciudadanos y ciudadanas de países vecinos, como lo era a principios del 2000, con colectivos mayoritarios de Argentina y Perú, sino que han aparecido nuevos países de origen como Colombia, Haití o Venezuela. Este último con un aumento considerable posterior al 2015, siendo hoy el principal colectivo con presencia en el país. Y por otro, se trata de una realidad territorialmente transversal. Aun cuando la Región Metropolitana concentra cerca del 60% de las personas migrantes en el país, a través del Censo 2017 es posible observar que en todas las comunas de Chile vive al menos una persona migrante. Ciertamente, no puede abordarse hoy la migracion simplemente atendiendo a su gran magnitud, sino también tomando en cuenta multidimensionalmente sus especificidades territoriales, históricas y culturales.

    El Estado chileno está ad portas de promulgar un proyecto de ley sobre migraciones. Esperamos que este libro aporte ciertas luces a este proceso y que ayude a pensar nuestra sociedad a futuro. Los miedos generan reacciones instantáneas, y los datos permiten tener una mirada más profunda y a largo plazo. Sin duda, en un contexto político global donde avanzan ciertos populismos nacionalistas y la instrumentalización electoral de la migracion, urge disponibilizar contenido e información fundada empíricamente sobre la migracion. Si bien nos interesa que esta publicación tenga impactos prácticos en la opinión pública y la institucionalidad migratoria, no proponemos criterios utilitaristas. Detrás de estos datos, hay relatos, hay personas y familias, a las cuales, en muchos casos la adversidad e injusticia que vivían en sus países les hizo tomar una maleta, sus pertenencias y dejar su casa, familiares, amistades, clima, geografía e historias. Más que migrantes, son personas, y es ahí donde el desafío es poder pensar a largo plazo y en conjunto. Esperamos que al leer este libro el lector pueda evaluar su propia experiencia con las personas migrantes con quienes cohabita o quizás comparte. Quisiéramos que haga el ejercicio de ponerle rostro a los gráficos, a los números y a las preguntas.

    Agradecemos a todas y todos los que escriben en cada uno de los capítulos. Lo hicieron con rigor y de manera voluntaria. Este es un libro escrito principalmente para personas chilenas, aun cuando la migracion es un proceso relacional. No se trata simplemente de que nosotros, como chilenos, nos adaptemos a las nuevas comunidades presentes en el país, sino de relacionarnos y vincularnos horizontalmente. Una sociedad se construye en conjunto, interactivamente. Las asimetrías de poder y la verticalidad no contribuyen al bienestar social y a la convivencia, como tampoco al fortalecimiento de la comunidad política, sino la participación y la inclusión. Quizás en un futuro resulte necesario publicar un libro para personas migrantes sobre la evidencia y mitos acerca de personas chilenas, y ciertamente ambas partes debemos superar nuestras barreras iniciales para derribar esos muros que nos instalan y que terminamos haciendo propios. Hoy es principalmente la sociedad chilena y el Estado quienes tienen la responsabilidad y la real capacidad de brindar acogida, y de velar por la convivencia, la inclusión y la cohesión social.

    Mediante un espejo nos vemos cada día. Siempre ha sido «el otro» quien nos ha mostrado quiénes somos, y seguirá siendo «el otro» aquel con quien construimos «el nosotros». Invitamos a construir este nuevo Chile desde una mirada profunda, integral y multidimensional, donde emerja la persona por sobre cada cifra. Con este libro apostamos por una sociedad informada, moderna y reflexiva, que supere sus limitaciones y precomprensiones, y que se reconozca a sí misma no como un «nosotros» claro y uniforme, sino como una comunidad política rica en diversidad.


    2 Director del Centro de Ética y Reflexión Social Fernando Vives de la Universidad Alberto Hurtado. Sociólogo por la Universidad de Chile, Master en Investigación y Doctor en Sociología por la Universitat de Barcelona.

    3 Director Nacional del Servicio Jesuita a Migrantes. Sacerdote jesuita. Ingeniero comercial y Bachiller en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Chile.

    Capítulo 1

    Chile: un destino más en el mapa migratorio intrarregional

    Carolina Stefoni

    Sebastián Brito

    Desde que Chile comenzó a experimentar un incremento en la migracion hacia finales de los noventa, comenzó también a crearse la idea de que el país era el destino preferido de todas aquellas personas de América del Sur que necesitaban o requerían emigrar. Esta idea no nos ha abandonado a lo largo de estos años; más bien se acrecienta conforme aumenta el porcentaje de personas migrantes en el país. Esta imagen no es inocente ni neutra o inofensiva. Puede ser que se construya sin una mala intención predeterminada, pero sus efectos son problemáticos en la medida que abre la puerta para un uso político y una construcción discursiva reticente a la migracion, o al menos a la llegada de determinados grupos nacionalistas. Cuando se instala la sensación de que llega una gran cantidad de personas y se usan términos como «invasión» o «masividad», la asociación con ideas de desborde, descontrol, peligro y amenaza no demoran en llegar. Estas imágenes forman parte de discursos políticos que circulan a través de los medios de comunicación y que van creando un estado de ánimo caracterizado por una disconformidad con la migracion, una asociación directa de estos colectivos con problemas sociales como la delincuencia, el narcotráfico y las deficiencias en los servicios sociales (Bauman 2016). De este modo se genera un estado de alerta frente a cualquier hecho negativo que pudiera producirse en la población migrante, es decir, cualquier error, conflicto o delito en el que pudiera estar involucrado una persona migrante comienza a ser utilizado para confirmar los prejuicios y estereotipos que se construyeron. Cuando se instala la idea de amenaza, las respuestas y medidas adoptadas por los Estados tenderán a articularse a partir de un relato que plantea la necesidad de reestablecer el orden perdido, terminar con el caos y con aquello que constituye la amenaza, de modo de retomar la tranquilidad que existía con anterioridad. El problema, sin embargo, no está en querer controlar el caos o reestablecer un orden, algo que estaría en las prioridades de cualquier gobierno; sino en cómo se define ese caos y qué se entiende, a partir de ello, con orden y normalidad.

    Cuando las medidas hacia la migracion se sostienen en un discurso que refiere a «ordenar la casa» estamos frente al primer uso político que se le da a la migracion y que se produce incluso antes de la búsqueda del voto por parte de candidatos presidenciales o parlamentarios. Este primer uso político refiere a la posibilidad que otorga la migracion (la distinción nacional/extranjero) para definir un orden social, un estado de normalidad construido por quienes viven dentro de dicho territorio. Este orden se sustenta a partir de la demarcación de una frontera –que es socialmente construida– y que define quienes quedan a un lado de esa demarcación y quienes quedan del otro lado. Esta frontera, en sus dimensiones geográfica, política y simbólica, introduce simultáneamente el primer elemento identitario del colectivo, esto es la idea de un «nosotros» atribuible a todos quienes quedan dentro de la demarcación (Balibar 2010; Kearney 1991; Mezzadra & Neilson 2013). Este «nosotros» se transforma en un referente común que permite definir la pertenencia individual a un grupo, así como el reconocimiento mutuo entre quienes pertenecen y quiénes no lo hacen. Es en virtud de este primer uso político que el Estado explica las expulsiones, el rechazo en fronteras o la devolución de aquellos que considera quedaron fuera de la distinción. La convicción de que los derechos humanos son consustanciales a todas las personas, independientemente de su origen nacional, étnico, de género, de edad o religión, brinda cierta protección a la arbitrariedad de esta distinción, y en esa medida permite incluir en el «nosotros» a personas provenientes de otros territorios y contextos utilizando para ello categorías jurídicas especiales, como residentes definitivos, refugiados o residentes temporales. Sin embargo, estas categorías encierran ciertas condicionalidades que recuerdan que el Estado sigue siendo la entidad que autoriza la permanencia, y en cuanto tal, puede desautorizarla si así lo decide. Esto fue lo que ocurrió en República Dominicana cuando la sentencia 168/13 (13 de septiembre de 2013) dictaminada por el Tribunal Constitucional estableció que solo eran dominicanos aquellos nacidos en el dicho territorio y de padres dominicanos o residentes legales, norma que se aplicó retroactivamente para todos aquellos nacidos entre 1929 y 2010. Con ello cientos de miles de hijos haitianos nacidos en República Dominicana fueron desnacionalizados por el Estado. Ocurrió también cuando el régimen nazi decidió que un grupo específico de ciudadanos, en este caso los judíos, ya no era parte de dicho Estado. Ocurre también a diario, cuando los Estados expulsan a extranjeros que teniendo la residencia, son obligados a abandonar el territorio debido, por ejemplo, a delitos o faltas cometidas.

    El segundo uso político que encontramos en la expresión de ordenar la casa, refiere precisamente al concepto de orden en su sentido más común: poner las cosas en su lugar, guardar, separar y organizar. Este objetivo, sin embargo, es más complejo porque requiere el uso de una serie de dispositivos que permitan no sólo garantizar dicho orden, sino también asegurar su reproducción en el tiempo. Este segundo nivel de orden nos plantea dos preguntas centrales: ¿cuál es la posición social que ocupa la migracion y los migrantes en la sociedad de acogida? y si ¿es posible que las políticas migratorias incidan y determinen la posición y por ende las posibilidades que tendrán los migrantes en una sociedad determinada? No nos detendremos en intentar responder estas preguntas, ya que no son el objetivo de este artículo, pero es importante plantearlas a la luz de las medidas y marcos normativos que comienzan a instalarse.

    Las políticas y medidas implementadas por el actual gobierno de Chile se articulan discursivamente a partir de la idea de orden, en los dos sentidos recién mencionados. Este discurso es reforzado a partir de la referencia permanente a los conceptos de migracion ordenada, segura y regular que instaló el Pacto Global para las migraciones, pese que Chile no lo suscribió a último momento. Pero qué sucede si el argumento inicial, el de un crecimiento desmedido de la migracion, no fuera realmente así, ¿qué pasaría si el porcentaje de población migrante, pese al crecimiento de los últimos años, estuviera por debajo de lo que presentan aquellos países considerados de inmigracion? ¿Dependen, los discursos restrictivos y contrarios a la migracion, de la cantidad de migrantes que viven en un determinado territorio? Estas preguntas nos confrontan con uno de los problemas en torno a las políticas migratorias impulsadas por los Estados: el compromiso de los Estados para defender los derechos humanos es mucho más débil cuando esos humanos son susceptibles de ser dejados al otro lado de la distinción nacional/extranjero, cuando es posible apelar a su condición de no nacional, para argumentar que el Estado no está en la obligación de asegurarles el principio de igualdad. La presencia ilegítima del extranjero a la que alude Sayad (Sayad 2010) adquiere todo su sentido en el discurso de los Estados, ya que independiente de su condición migratoria, el extranjero siempre podrá ser puesto bajo sospecha. La situación es más compleja cuando se trata de poblaciones expulsadas de sus territorios o personas desplazadas que solicitan refugio. Las respuestas que dan los Estados a propósito del contexto del mediterráneo y la situación de Siria y Libia, pero también frente al caso venezolano en América Latina, es de un cierre de fronteras en el primero, y una serie de medidas orientadas a dificultar la movilidad y el ingreso de venezolanos a algunos países de la región (todo ello bajo el argumento de la necesidad de orden). Todas estas personas que ven cómo se cierran las puertas de ayuda, terminan quedando fuera de la protección humanitaria que otorgan los Estados, configurando de este modo un espacio que se caracteriza por la imposibilidad de tener el derecho a tener derechos.

    Esto explica uno de los problemas de la política migratoria, por cuanto el sustento valórico y las medidas aplicadas están muy lejos de sustentarse en principios y derechos humanos. Sin duda que podría hacerlo, pero ello supondría renunciar a la posibilidad de juego que otorga el uso político en esta materia, y que permite activar la sospecha hacia el extranjero cuando las encuestas sobre popularidad van a la baja, cerrar las fronteras cuando se piensa que son muchos y abrirla cuando la economía así lo requiere. De este modo observamos que la política migratoria termina ajustándose en función de quién es el/la migrante, la cantidad de quienes llegan, y las condiciones bajo las cuales se movilizan y arriban a los países de destino.

    En este capítulo queremos precisar, por una parte, que Chile no es el centro de atracción de la migracion latinoamericana, y que su incremento en los últimos años obedece a una realidad que afecta a toda la región. Entender el contexto regional es clave para comprender lo que sucede al interior del país. En segundo lugar, analizaremos el discurso político en torno a la migracion intentando develar la forma como se ha venido construyendo en los últimos años la figura de la migracion, y de qué modo las medidas implementadas responden finalmente a esa construcción inicial. En el último apartado entregamos algunas de las conclusiones y reflexiones que surgen de este ejercicio.

    Explicando el crecimiento de la migracion

    En América Latina el país que tiene un mayor porcentaje de población migrante respecto de su población total de acuerdo con la ronda censal del 2010, es Costa Rica con cerca del 9% (CEPAL, Observatorio Demográfico, 2018). Le siguen bastante atrás Argentina, Chile, Venezuela y República Dominicana, todos ellos con un porcentaje levemente superior al 4%. Ahora bien, si esta fotografía la comparamos con la fotografía de la ronda censal del 2000, efectivamente Chile es el país en donde más ha aumentado ese porcentaje (pasó de representar el 1,3% de la población total en 2002 a 4,4% en 2017), seguido de República Dominicana y Panamá. Al observar la situación en la región, notamos que son varios los países donde el porcentaje de población migrante aumentó en el período intercensal, con excepción de Paraguay, Uruguay, Venezuela y Brasil (CEPAL, Observatorio Demográfico, 2018). Este aumento responde a lo que ha sido señalado en diversos informes globales y regionales: la migracion intrarregional ha aumentado considerablemente en los últimos años (32% de incremento en el período 2000-2010 de acuerdo con Martínez y Orrego (Martínez & Orrego 2016), cifra que se acentúa en América del Sur (Stefoni 2018).

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