Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Dark Purple - El beso de la rosa: «Historias mágicas»,  «Cómo convertirme en la señora de Grey en 50 días»
Dark Purple - El beso de la rosa: «Historias mágicas»,  «Cómo convertirme en la señora de Grey en 50 días»
Dark Purple - El beso de la rosa: «Historias mágicas»,  «Cómo convertirme en la señora de Grey en 50 días»
Libro electrónico132 páginas1 hora

Dark Purple - El beso de la rosa: «Historias mágicas», «Cómo convertirme en la señora de Grey en 50 días»

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Una historia de amor romántica y llena de humor sobre una mujer que confunde su equipaje con el de un extraño.

Rose ha tenido una boda horrible porque el papel de novia ya lo había ocupado su propia hermana. Cuando llega a casa, cargada, desde el aeropuerto de Londres, lo único que quiere es tranquilidad. Sin embargo, cuando abre su equipaje, en vez de sujetadores y vestidos de noche, se encuentra ante bóxers y camisas de hombre. Además, descubre una entrada VIP exclusiva para la inauguración de la discoteca nueva «Dark Purple». En vez de cambiar el equipaje, decide ir, sin más, a la fiesta.

Lo que se había planteado como destrucción para su caos sentimental, finalmente acaba provocando más turbulencias, ya que, Neal Burton, el inteligente dueño de la discoteca de los ojos azul marino, no solo quiere recuperar su maleta...

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento2 mar 2020
ISBN9781071533901
Dark Purple - El beso de la rosa: «Historias mágicas»,  «Cómo convertirme en la señora de Grey en 50 días»

Relacionado con Dark Purple - El beso de la rosa

Libros electrónicos relacionados

Romance para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Dark Purple - El beso de la rosa

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Dark Purple - El beso de la rosa - Anna Winter

    Dedicatoria

    Para Eva:

    Es bonito que nos hayamos encontrado.

    Eres una amiga fabulosa.

    Te mando un abrazo

    y te deseo lo mejor

    por tu inminente boda.

    Prólogo

    —Así que tú debes ser mi novia —escuché que me decía un hombre a mi lado con un marcado acento londinense.

    Justo estaba ocupada concentrándome en averiguar si veía doble la aceituna de mi vaso de Martini, o si solo tenía la visión borrosa, cuando oí esa frase tan peculiar. Su voz resultaba intensa, sensual y, sobre todo, desconocida. Sin duda, no conocía a ese tipo y mucho menos era la novia de nadie.

    ¿Sería aquella la forma de ligar más estúpida de todos los tiempos?

    Me encogí de hombros para mis adentros. Sí, debía de ser eso.

    Parpadeé para aclararme la vista y bruscamente me centré en examinar al extraño que se había sentado en el taburete de al lado. Era un poco más alto que yo y llevaba el pelo corto, apenas más largo que su barba de tres días. Logré distinguir que tenía el cabello de color arena. Además, sus ojos eran de un muy seductor color azul marino. ¡Jesús! Casi le perdono el vulgar piropo. Algo conocido sí que me resultaba. ¿Lo habría visto alguna vez en las fotos de una revista?

    Le dediqué una sonrisa compasiva.

    —¿Estás tan solo que te haces novio de completas desconocidas, o te crees que he bebido tanto que no me daría cuenta de que no somos pareja?

    A la vez se me escapó un pequeño hipo y aparté el Martini. De ningún modo podía acabar tan achispada como para ver doble o, incluso, caerme de la silla. Me había dejado seducir un pelín por la barra libre de la zona VIP.

    El hombre me sonrió.

    —Sé perfectamente cómo has entrado aquí —susurró, y pasó su dedo índice por el dorso de mi mano. Se me erizó el vello que recorría mi columna vertebral—. Por lo que o eres mi novia, o bien una caradura que se ha colado en la sala de mi discoteca. Claro que también puedo hacer que te echen mis seguratas. ¿Qué te parece? ¿Te gusta más?

    Sobre todo, me parecía que en ese momento recordé de qué lo conocía...

    Capítulo 1

    Un día antes...

    —Y ¿quieres tú, Megan Young, casarte con Simon Wetherby, aquí presente? En ese caso, responde «Sí, quiero».

    —Ay, ¡sí, quiero! —suspiró feliz mi hermana.

    Me habría encantado poner los ojos en blanco, pero, como dama de honor situada en primera fila, el gesto habría sido tan inapropiado como hurgarse la nariz.

    Así que ahí estaba, viendo cómo mi hermana, dos años menor que yo, se casaba con mi exnovio. Para ser justos, empezaron a salir después de que Simon y yo hubiésemos roto. Sin embargo, tras año y medio de relación, me dejó solamente porque se había enamorado de Meggie.

    Y ahora se estaban casando, cosa que al parecer le encantaba a todo el mundo, excepto a mí.

    Genial.

    Siendo sincera, me dejaría de serpentinas de colores y fanfarrias.

    Claro que no había estado completamente sola desde que nos separamos hacía más de seis años. Me había distraído con algún que otro rollete: unos más largos, otros más cortos... Pero no había tenido una relación seria desde entonces y echaba de menos sentir mariposas en el estómago por un chico.

    El amor. Hacía mucho tiempo que no llamaba a mi puerta. Menos mal que ya no estaba enamorada de Simon. De eso se había encargado el impacto de enterarme de que sus sentimientos por mí se habían convertido en sentimientos por mi hermana. Y así fue cómo empecé a fantasear con crueles castraciones.

    Lo que sí recuerdo con exactitud es el cosquilleo que sentí antes de nuestro primer beso. Los nervios y el éxtasis antes de la primera vez que nos acostamos. La sensación de que nos podíamos comer el mundo entero porque nos queríamos y estábamos juntos. Así que sí, extrañaba tener una relación, de esas que una cree que son indestructibles y que durarán para siempre, en lo bueno y en lo malo.

    ¿Pero con veinticinco años se puede querer a alguien de la misma manera que siendo adolescente? De alguna manera, me parecía que el mundo de baldosas amarillas se quedó atrás junto con las hormonas de la pubertad.

    Meggie y Simon se abrazaron rebosantes de alegría y sellaron su matrimonio con un besazo sin pudor frente a la multitud. Evidentemente, el amor que yo extrañaba a ellos les sobraba a raudales. Unos tanto, y otros tan poco. Simon se había llevado las mariposas y los cosquilleos al marcharse, y ahora parecían ser propiedad de Meggie.

    No tenía celos de mi hermana porque ella se hubiese quedado con Simon, sino por lo feliz que era. Para colmo, ya estaba casada a pesar de ser la hermana menor. La boda me hizo sentirme una fracasada total. Y eso que debía alegrarme por Meggie.

    Así son las cosas con los sentimientos. Unos se anhelan, pero no se tienen; y otros no se quieren y, aun así, se sienten.

    —¡Qué buena pareja hacen! —gritaron mis padres de alegría, y mamá se secó una lágrima de la mejilla. Meggie era su orgullo y, como la más pequeña, la niña de sus ojos, su princesita eterna.

    Mi padre había pagado un dineral para comprarle el vestido. Mi hermana parecía un elegante cisne blanco con el ajustado corsé, bordado de perlas con mucho arte; y la cola del vestido, fabricada de finísimo encaje, se desplegaba holgada y llena de volumen. De verdad que Meggie estaba preciosa. Mis padres, por suerte, no eran pobres y en los últimos años habían estado ahorrando algo por si acaso una de nosotras se casaba. A la vista de la ceremonia, dudaba de que quedase mucho del presupuesto.

    Eso tampoco significaba que en mi eventual boda solo pudiese haber arroz inflado y tul de segunda mano. Aun así, o bien mi celebración sería considerablemente más pequeña, o bien ni siquiera entraba en los cálculos de mis padres que me pudiera casar pronto.

    Yo estaba soltera. Desde hace seis años, de hecho. Pero hoy, aquí y ahora, sentía una especie de espina clavada en mis entrañas. Quería volver a casa de una vez y dejar atrás toda la boda.

    —¡Fotos! —canturreó la mejor amiga de Meggie, haciéndonos señas para que saliéramos afuera, donde nos esperaba un pequeño parque con un jardín de rosas delante de la casa de campo escocesa. En junio florecían unas rosas preciosas en el lugar. La verdad es que era un fondo ideal para las fotos de mi propia boda, porque, al fin y al cabo, me llamo Rose.

    —Voy rápido a retocarme el maquillaje —expliqué, ya que igualmente tardarían un rato hasta reunirse todos afuera.

    —Pero no te retrases, Rose. Las fotos de familia son importantes. —Mamá era muy quisquillosa y no permitiría que algo perturbase el día más bonito de Meggie, meticulosamente planeado.

    Asentí con la cabeza y me retiré para tener un breve descanso en el baño de mujeres. Agotada, me refresqué los antebrazos con agua fría. Simon y Meggie tuvieron con la boda todo un maratón, que ya había comenzado días antes de la ceremonia. No tenía muy claro cuántas celebraciones se podían organizar antes de una boda, pero, gracias al curso de baile en grupo, el karaoke con canciones de amor, la comida de bienvenida y la despedida de soltero, los más de cien invitados ya se habían conocido todos antes de pisar el lugar. Decenas de nombres y conversaciones me recorrían la cabeza.

    Me examiné con ayuda del espejo. Gracias al colorete y los polvos bronceadores, no tenía un aspecto tan apagado como me sentía. Tenía el pelo castaño a la altura de los hombros y me había moldeado un recogido. Solo unas pocas mechas sueltas me caían por la cara. El vestido verde lima sin tirantes que debíamos llevar las cinco damas de honor era un delito contra la moda. Y nadie mejor que yo para afirmarlo, ya que estudiaba diseño.

    En el pequeño taller de mi apartamento londinense, había intentado mejorar la prenda. Por desgracia, no pude cambiarlo demasiado, pues Meggie no habría querido que me desviase mucho del aspecto clonado de las demás damas de honor. Era un verdadero misterio para mí por qué todas debíamos ir iguales. En concreto, igual de feas. Suspirando puse los ojos en blanco. El conjunto era exasperante.

    Me dirigí al césped inglés perfectamente cortado delante del edificio. Incluso la luz del

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1