Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Educar es gobernar: orígenes, fulgor y fines del triestamentalismo: Un ensayoclip
Educar es gobernar: orígenes, fulgor y fines del triestamentalismo: Un ensayoclip
Educar es gobernar: orígenes, fulgor y fines del triestamentalismo: Un ensayoclip
Libro electrónico146 páginas1 hora

Educar es gobernar: orígenes, fulgor y fines del triestamentalismo: Un ensayoclip

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En este libro, Orellana Benado analiza las consecuencias últimas de la propuesta de cogobierno triestamental surgida al interior de la Universidad de Chile, evidenciando que sus implicancias traspasan el ámbito académico. Sin miedo a ser polémico ni a desafiar lo políticamente correcto, el autor nos recuerda que: “educar es gobernar. El mando en la tarea formativa, que es un asunto distinto de quién administra la universidad, corresponde a los que saben (es decir, quienes tienen conciencia de cuán poco saben) y no a quienes acuden con el propósito de educarse o bien de iniciar en ella su carrera política, ni a quienes colaboran con los profesores en otros asuntos, que no son ni docentes ni de investigación. El desafío de la hora presente es impedir que las universidades chilenas sucumban bajo el cogobierno universitario triestamental, que se intenta justificar como una exigencia democrática. Un entendimiento pluralista del propósito de la educación permitiría iniciar una conversación racional acerca de en qué términos morales, sociales y económicos (sí, en ese orden) es legítimo conducir la educación universitaria en Chile hoy”.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ago 2017
ISBN9789569058202
Educar es gobernar: orígenes, fulgor y fines del triestamentalismo: Un ensayoclip

Relacionado con Educar es gobernar

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Educar es gobernar

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Educar es gobernar - Miguel Orellana Benado

    (2010)

    Introducción

    Comencé a redactar el presente ensayo en abril de 2015. Al igual que muchos de mis colegas y por razones a las que llegaremos en un momento, me angustiaba el futuro que avizoraba para la Universidad de Chile. Estoy ligado a dicha antigua casa por partida doble (para evitar la majadería, en adelante, diré solo la Universidad). En ella recibí toda mi educación formal chilena (pre-escolar en 1960, primaria y media entre 1961 y 1972 y universitaria en 1973, cuando cursé sin distinción ni zozobra el primer año del programa conducente a la licenciatura en física). Esa formación, junto con lo mucho que recibí en mi casa de origen, me permitió seguir estudios superiores en varias universidades extranjeras hasta graduarme de doctor en una corporación antigua y prestigiosa.

    Un cuarto de siglo más tarde la Universidad me acogió por segunda vez, ahora como profesor e investigador asociado, cuando ingresé por concurso público a su Facultad de Derecho. Me correspondió ahí liderar el equipo que puso en operación el primer programa chileno conducente al grado de doctor en derecho y fundar la cátedra de filosofía de la moral en 2001. En la Universidad he desarrollado mi línea de investigación en filosofía de la diversidad humana, colaborando con colegas y con estudiantes talentosos, curiosos y diligentes. Varios de estos últimos me han apoyado desempeñándose como mis alumnos ayudantes ad honorem y llegando también, algunos de ellos (plural neutro que, en el habla castellana esmerada, incluye a hombres y mujeres por igual), a doctorarse también en universidades de calibre.

    Mi angustia y la de mis colegas por el futuro de la Universidad surgió de un acuerdo tomado por su Senado Universitario a fines de 2014 que, sin querer ofender a nadie, describiría como un fallido golpe blanco por las razones que expongo en el apéndice. Este cuerpo tripartito y participativo fue creado por el estatuto de 2006 y lo preside el Rector. Está integrado por dos funcionarios, siete estudiantes y veintisiete académicos. Todos sus integrantes (que pronto, aún sin sustento jurídico, se autoproclamaron senadores universitarios) son elegidos por sus pares, y todos tienen derecho a voz y voto (así como ese otro derecho, rara vez mencionado pero que, a mis luces, es igual de significativo, y al que denominaría derecho a oreja).

    El año de su instalación fui elegido como uno de nueve integrantes académicos transversales (es decir, los que surgen de la votación del claustro académico pleno). Los restantes dieciocho integrantes académicos, los senadores locales, son elegidos por los claustros de facultad y de institutos. En su sesión inaugural en 2006, el plenario de dicho cuerpo colegiado me honró al elegirme como su primer secretario, circunstancia en la que resultó elegido vicepresidente mi dilecto colega el profesor Ennio Vivaldi Véjar, el integrante académico transversal que tenía la primera mayoría entre sus pares, con quien me correspondió ponerlo en marcha. Junto con (la mayoría de) los demás integrantes, trabajamos duro los siguientes cuatro años para apoyar el florecimiento de la Universidad bajo el nuevo estatuto.

    Pero, solo ocho años después y ya con otros integrantes, el Senado Universitario aprobaba por un margen mínimo una radical modificación del estatuto que lo creó, acordando abrir un breve período de discusión y luego someter dicho cambio a la debida ratificación de la comunidad universitaria en un referendo. El órgano colegiado tripartito buscaba convertirse en la instancia universitaria suprema. No solo eso.

    Además, acordaba disminuir el poder de los profesores en dicha instancia, y aumentar el de los estudiantes y funcionarios. La meta no declarada, pero evidente, era avanzar hacia el cogobierno universitario triestamental. Esta fue la causa inicial de mi angustia y la de muchos de mis colegas. Luego de un año y medio de reflexión, lectura y conversaciones, mi visión del problema ha cambiado.

    El asunto es mucho más serio y muchísimo más peligroso de lo que entonces logré discernir. Para comenzar, no se trata de un fenómeno local, que esté confinado a la Universidad. La promoción del cogobierno universitario triestamental es la parte visible de un enorme iceberg, en cuya dirección, impulsado por diversos factores, Chile se desplaza veloz y confiado mientras todavía toca la orquesta, como lo hacía el Titanic en 1912. ¿Estamos a punto de repetir la triste experiencia histórico+política de fines del siglo 19? Por vez primera entonces, la que fue siempre la más pobre de las divisiones administrativas del imperio español en América, tuvo dinero. Pudimos haber invertido de manera juiciosa la riqueza generada por la exportación de salitre en mejorías reales y sustantivas tanto de la educación como del sector productivo. Si lo hubiéramos hecho, Chile podría haber sido un país desarrollado (siquiera) en términos económicos en el primer tercio del siglo 20.

    En cambio, el núcleo dirigente de la sociedad se fracturó. Y el pueblo se enfrentó en dos bandos armados, es decir, hubo una sangrienta guerra civil. Fue la Revolución de 1891. En términos proporcionales a la población entonces existente, murieron diez veces más personas que a raíz de la Revolución Neoliberal Militar+Civil de 1973 (sí, me refiero a la iniciada el 11 de septiembre de ese año). Corregido por el aumento de la población, en esta última crisis hubieran muerto 40.000 personas. Este antecedente histórico olvidado, el fracaso en llevar a Chile al desarrollo (siquiera) económico en el primer tercio del siglo 20, fue determinante del golpe de Estado de 1973. Es decir, de una herencia dolorosa, sangrienta y cruel que, como un espectro amenazante, vagará en pena por el Valle Central, con toda probabilidad, hasta que hayamos muerto todos quienes nacimos en el siglo pasado.

    En la segunda mitad del siglo 20, sumadas múltiples otras causas locales e internacionales, Chile era incapaz de ofrecer a su gente una expectativa razonable de bienestar que cimentara la lealtad de sus ciudadanos al sistema democrático. De ahí el campo fértil para la retórica revolucionaria en la década que corre entre 1964 y 1973, a la que puso fin la única revolución que, en sentido estricto, vivió el país en el siglo 20; es decir, el sangriento y descomunal terremoto tanto de las condiciones cotidianas de existencia como de las instituciones y que engendra realidades inéditas. ¿Estaremos a punto de repetir la experiencia del siglo 19? ¿Perderemos la oportunidad de alcanzar el desarrollo (siquiera) económico en la segunda mitad del siglo 21? ¿Será el desplome del crecimiento económico el terreno fértil en el que serán mañana sembradas las semillas de otro golpe de Estado?

    Eso y no otra cosa es lo que está en juego. Por lo menos esa es mi conclusión. Mi aprensión, por lo mismo, es muchísimo mayor de la que me causaba el futuro de la Universidad hace un año y medio. El asunto importa mucho más que cómo se administra una universidad, por antigua e importante que esta sea. En el presente ensayoclip intento explicar por qué, en mi concepto, la instalación del cogobierno universitario triestamental destruiría la esperanza del florecimiento de Chile en el siglo 21.

    En el anexo 2 explico diversos asuntos de estilo o formales que, junto con la documentación o información y con el rigor en las inferencias, son herramientas indispensables para disminuir la vaguedad y la ambigüedad: las exigencias mínimas de la argumentación racional; es decir, la única que correspondería cultivar en las universidades. En particular, aclaro ahí con qué propósito utilizo las comillas, la letra bastardilla o cursiva, las mayúsculas y las minúsculas así como, también, qué quiero decir con el neologismo ensayoclip.

    Agradezco a mis distinguidos colegas, mis promisorios estudiantes y antiguos estudiantes, que leyeron distintos borradores de este trabajo, por su tiempo así como por sus múltiples y fructíferos comentarios, observaciones, correcciones y préstamos bibliográficos: Agustín Barroilhet Diez, José Alberto Bravo de Goyeneche, Pablo Chiuminatto, J. Ignacio Concha, Francisco Contreras Peña, Óscar Cornejo Rideau, María Angélica Figueroa Quintero, Arturo Fontaine Talavera, Maricruz Gómez de la Torre Vargas, Davor Harasic Yaksic, Iván Jaksic, Cristóbal Joannon Ljubetic, Ernesto López Morales, Lucy Oporto Valencia, Raúl Orellana Ruiz, Cristóbal Orrego Sánchez, Miguel O’Ryan Gallardo, Carlos Peña González, David Quintana Hernández, Soledad Sairafi, Jakob Stagl, Adriana Stevenson Fernández de Castro, Rodrigo Valenzuela Cori y José Agustín Wilhelmy Lazo. Por motivos de tiempo, no pude incorporar varias de las estrategias que me fueron sugeridas. Para que este trabajo mantenga viva la esperanza de desviar a la sociedad chilena de su curso actual y contribuir a evitar que se estrelle con el iceberg cuya cúspide visible es el cogobierno universitario triestamental, tenía que estar disponible para la discusión a la brevedad.

    El Autor

    15 diciembre 2016 / 15 Kislev 5777

    Un espectro recorre Chile...

    Un espectro recorre Chile. Es el triestamentalismo, un leviatán de intimidante rostro y de credo jacobino, cuya lucha final está a punto de imponer una tesis inédita y de mortíferas repercusiones. Su respaldo proviene de antecedentes históricos y, en el presente, de una combinación de medidas de fuerza bajo un astuto camuflaje discursivo y de la simpatía soterrada de autoridades tanto políticas como educacionales. Según esta tesis, la universidad consistiría en la unión de tres estamentos (funcionario, estudiantil y académico), motivo por el que la fuente última de la autoridad –es decir, del poder con legitimidad y al que corresponde contar con medios para orientar, normar, evaluar, adjudicar, premiar y sancionar– al interior de la institución encargada de custodiar el saber y el conocimiento, de formar sobre esa base profesionales y académicos así como (cuando todo sale bien) de incrementar nuestro entendimiento y nuestro control del mundo en que vivimos, son las decisiones de una comunidad democrática. Es decir, en la que pesan lo mismo la opinión de sus funcionarios, sus estudiantes y sus profesores, los supuestos tres estamentos.

    Alcanzar el cogobierno triestamental de la educación es el objetivo último de las reiteradas y prolongadas ocupaciones de múltiples recintos universitarios estatales y privados (también de liceos y colegios), por sus propios estudiantes desde 2006. La mayoría de las veces estas penosas situaciones resultan

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1