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Presencia de la FECH en la vida nacional
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Libro electrónico374 páginas4 horas

Presencia de la FECH en la vida nacional

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La historia del movimiento estudiantil chileno coincide en un largo periodo con la de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), es decir con la organización de los estudiantes de la Universidad de Chile.

La enorme expansión de la educación superior ha contribuido a universalizar las agrupaciones de estudiantes; también los estudiantes de enseñanza media han tomado una mayor participación asociativa. Pero, la FECH continua teniendo una gravitación central e importante entre todos los movimientos sociales chilenos.

En este libro se refieren hechos ocurridos en siete años en los cuales el autor fue testigo y actor. En su contexto están la vida universitaria, la cultura, la educación, la lucha social, la política chilena y la política internacional. Esta obra es producto del ejercicio de la libertad de crítica y de la convicción de haber pertenecido a una generación que tuvo un sueño, al cual la inmensa mayoría de sus integrantes permanecieron y permanecen fi­eles, desde sus particulares posiciones ideológicas y políticas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 oct 2019
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    Presencia de la FECH en la vida nacional - Marco Antonio Roca

    PRESENCIA DE LA FECH EN LA VIDA NACIONAL 1955-1961

    Autor: Marco Antonio Rocca Santelices

    marcorocca@entelchile.net

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Editorial Forja

    General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile.

    Fonos: +56224153230, 24153208.

    www.editorialforja.cl

    info@editorialforja.cl

    www.elatico.cl

    Primera Edición: julio, 2013.

    Prohibida su reproducción total o parcial.

    Derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

    Registro de Propiedad Intelectual: No. 221.438

    ISBN: Nº 978-956-338-122-1

    A mi esposa y colega María Antonieta Cañón

    sin la cual, ni este libro ni mi vida política

    habrían tenido lugar.

    A los y las que lucharon.

    A los y las que creyeron.

    A los y las que tuvieron esperanzas.

    A los y las que trabajaron por sus mismos ideales toda su vida.

    PRESENTACIÓN

    La historia del movimiento estudiantil chileno coincide en un largo periodo con la de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), es decir, con la organización de los estudiantes de la Universidad de Chile. Esto es perceptible durante todo el siglo XX. En sus inicios y hasta 1929 su estructura incluía también a asociaciones de estudiantes secundarios¹ y de establecimientos de instrucción especial. A partir de 1930 la Federación solo representó a los estudiantes de la Universidad del Estado

    En 1931 se unieron a la FECH los dirigentes estudiantiles de la Universidad Católica y de la Escuela de Artes y Oficios (hoy USACH) en la acción que precipitó la caída de la dictadura de Ibáñez. La Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC), por su parte, mantuvo una larga presencia desde la capital del Biobío.

    La enorme expansión de la educación superior ha contribuido a universalizar las agrupaciones de estudiantes; también los estudiantes de enseñanza media han tomado una mayor participación asociativa. Pero la FECH continúa teniendo una gravitación central e importante entre todos los movimientos sociales chilenos.

    En este libro se refieren hechos ocurridos en siete años en los cuales el autor fue testigo y actor. Es producto del ejercicio de la libertad de crítica y de la convicción de haber pertenecido a una generación que tuvo un sueño, al cual la inmensa mayoría de sus integrantes permanecieron y permanecen fieles, desde sus particulares posiciones ideológicas y políticas. Si hubo un signo común me parece que ese fue el luchar por construir una democracia real en nuestro país, ampliando la libertad y la participación, la igualdad, la justicia y la fraternidad, creyendo que ello era y es posible.

    Escribo estos recuerdos antes del olvido. No pretenden hacer historia política, lo que demandaría una especialidad de la que carezco. Comenzaron como notas escritas aquí y allá, impulsadas por el placer de rememorar un tiempo duro, pero feliz. Después, he sentido la necesidad de publicarlas como un tributo a tantas compañeras y compañeros que vertieron su generosidad, pasión e idealismo en la Federación, con los cuales estuve de acuerdo o discrepé, pero a los que aprecio en su valor.

    La importante presencia de la Federación de Estudiantes de hoy nos permitirá adentrarnos en los grandes problemas que enfrentan actualmente las personas en nuestro país y, como antes, opinar sobre ello.

    Santiago, junio de 2013.


    1 Federación de Estudiantes de Chile. Declaración de Principios y Organización aprobada en la 1ª. Convención Estudiantil Chilena, celebrada en Santiago en junio de 1920. Reproducida en edición facsimilar en los Anales de la Universidad de Chile Sexta Serie, No.17, diciembre de 2005, pp. 17-32.

    2 Moraga Valle, Fabio. En Anales de la Universidad de Chile Sexta Serie, No.17, diciembre de 2005, p. 166.

    La época

    Transcurrida la primera mitad del siglo XX, la mayoría de las personas pensaban —o querían creer— que el mundo se encaminaba a mejores tiempos que los recién transcurridos durante la segunda guerra mundial. El horror de la contienda que envolvió a cinco continentes no había llegado a Chile, sin embargo, los políticos, intelectuales y líderes sociales de las generaciones contemporáneas al conflicto iban a ser marcados por la profundidad de las hostilidades.

    La promoción universitaria que ingresó a las aulas en 1955 era parte de un país con ocho millones de habitantes, de los cuales casi dos millones vivían en la capital.¹ La Universidad de Chile, aparte de una pequeña cantidad exigida por matrícula, era gratuita. Había otras dos Universidades en Santiago, tres en Valparaíso, una en Concepción y otra en Valdivia. Solamente el 37% de los estudiantes de la Chile eran mujeres y la matrícula de toda la Universidad de Chile era de 11.149 alumnos.²

    El país había caminado cerca de siglo y medio desde la independencia con progresos y fracasos, estos últimos estaban configurados por los problemas importantes e identificados pero, sin resolver.

    La Universidad de Chile tuvo un papel fundamental. Si la Colonia se había terminado en lo político en Maipú y con la toma de Chiloé, en la cultura, la ciencia y el progreso económico y social, la creación de la Universidad fue un nuevo comienzo. Nació con cinco facultadesacademias: Humanidades y Filosofía, Leyes y Ciencias Políticas, Ciencias Matemáticas y Físicas, Medicina y Teología.³ Don Andrés Bello, el fundador, entendía la educación, especialmente la primaria, como la base de todo sólido progreso; como el cimiento indispensable de las instituciones republicanas. Es más, Bello percibió que el nuevo orden republicano postcolonial era posible asentarlo sobre bases intelectuales e institucionales sólidas; luchó por eso con firme determinación, por lo demás su lealtad no era para con líderes específicos, sino para con un sistema político y legal impersonal.⁴Apreció la ciencia y la vinculó directa e inmediatamente a la Universidad que iba a conducir. Trabajó por el establecimiento de Estados fuertes y centralizados, preparó legislación laica, y defendió una filosofía de la educación que, si bien no es antagónica con la religión, estaba orientada a cultivar la adhesión ciudadana al Estado laico.⁵

    La Universidad de Chile va a ser parte de la consolidación del Estado chileno y del crecimiento republicano y democrático. Proporcionará profesionales y será vanguardia de la incorporación de nuevas especialidades requeridas en cada momento histórico; va a proporcionar al país una capacidad de asimilar los desarrollos de la ciencia universal y progresivamente fortalecerá la capacidad científica de los chilenos; acogerá a las artes y las humanidades; incorporará las tecnologías; estimulará las nuevas ideas de cada generación; abrirá sus aulas a las mujeres, anticipándose por mucho tiempo a la obtención de sus derechos políticos; dará matrícula a estudiantes venidos de otras tierras, en esta universidad no hay extranjeros dirá el Rector Gómez Millas.

    El desarrollo en calidad y cantidad de la educación chilena se ligó en cada etapa a la tarea de la Universidad. La extensión hacia las provincias de su propia labor docente fue el germen de nuevas universidades. El interés por sus estudiantes permitió el acceso de jóvenes de escasos recursos, proceso democratizador que se consolidará con la ley de becas, préstamos y alimentación escolar, surgida de la acción de sus profesionales y dirigentes estudiantiles. La comunidad universitaria permaneció firme frente a dictaduras y arbitrariedades y prevaleció sobre ellas.


    1 1.907.378 habitantes según el XIII Censo Nacional de Población de abril de 1960. Se habían registrado 1.350.409 habitantes en el XII Censo Nacional de abril de 1952.

    2 Universidad de Chile. 1959 Memoria del Servicio de Bienestar Estudiantil. P.12. Las estadísticas son de 1957.

    3 El antecedente de la Universidad de Chile es la Real Universidad de San Felipe, fundada por Felipe II en 1738.

    4 Jaksic A. Iván. 2001. Andrés Bello: La pasión por el orden. Santiago de Chile: Editorial Universitaria. P. 263.

    5 Id. P. 264.

    La ciudad

    Santiago de la mitad del siglo XX fue la ciudad a la que llegué a los 14 años. Su alma la encontré en las tardes del invierno. Daría todo el oro del mundo por sentir de nuevo en mi camisa las frías monedas de la lluvia.¹ Viví en el área suburbana de La Higuera, en Macul y después en Seminario con Santa Isabel. Estudié en el Instituto Alonso de Ercilla que se encontraba al igual que ahora en Santo Domingo con Maturana. Los Maristas no nos iremos nunca con el colegio al Barrio Alto, y no se fueron.

    La ciudad era atractiva y muy querible. Estaba llena de gente de todas partes del país, también se encontraba marcada por agudos problemas sociales. El tamaño menor a dos millones nos parecía normal y todavía soportable. No se había introducido la televisión, pero estaban los rotativos, cines donde pasaban tres películas durante una función y se podía permanecer en la sala y verlas todas. Mi favorito era el cine Italia en Condell con Bilbao. En el Normandie, entonces en la primera cuadra de la Alameda, se veían muy buenas cintas y también en algunos del centro. El cine italiano y el francés tenían una presencia importante en la cartelera.

    La Orquesta Sinfónica de la Universidad de Chile sostenía una temporada bastante larga y los sábados en la mañana presentaba los conciertos de repetición, destinados a los estudiantes en el Teatro Windsor. Se llenaba. El precio era bajo con carnet universitario. Teníamos también un acceso posible a las funciones del Instituto del Teatro de la Universidad de Chile, el legendario ITUCH. Micros, tranvías, trolleys y liebres tejían la red de transporte de la ciudad. Las micros —microbuses les llamaba la prensa— iban por todas partes; cada línea estaba pintada en un determinado color: café las San Pablo, verde sobre blanco las Bilbao y así. En general eran antiguas, un poco lentas no por el tráfico pero si por la cantidad de paradas, en cada cuadra, donde una gran cantidad de pasajeros pugnaba por subir hasta quedar, a veces, colgando peligrosamente en las pisaderas de ambas puertas.

    Los trolleys, de la empresa estatal ETC constituían el lujo de la época. Al mismo precio que las micros, eran limpios, amplios, luminosos, tenían un suave movimiento de vaivén y los choferes no maltrataban a los estudiantes más grandes que pagaban tarifa escolar. Los tranvías, también de la empresa pública, corrían en sus últimos años y, aunque los carros ya estaban viejos, conservaban una cierta distinción proporcionada por su diseño interior y además por las figuras del cobrador en la parte trasera y del conductor adelante; la línea Matadero-Palma permitía ir cómodamente hasta la Plaza Chacabuco, donde se situaban contiguos los Estadios Santa Laura y el de la Católica. Las liebres eran vehículos de no más de doce asientos, más rápidos y más caros, sin tarifa escolar. Los primeros autorizados eran de una empresa que pintaba en sus costados una liebre, de ahí el nombre que se hizo genérico. Poco utilizados por los estudiantes. En primer año de Derecho éramos 400 alumnos, solo tres tenían automóvil.

    Hay quien sostiene que el color de la ciudad era más gris que ahora en el siglo XXI. Dicen que es también asunto de los materiales de construcción. Es probable que sea así. En todo caso me parece que el colorido de las urbes lo colocan los objetos, vivos o inanimados, pero también y mucho, la mirada interior del caminante. Así, hay la luz y el colorido de los veinte años y los de... después. La misma luna hace brillar los mismos árboles, pero nosotros los de entonces, ya no somos los mismos. De manera que el Santiago de abrigo, bufanda y sombrero, de las faldas de can-can y de la minifalda, de las callecitas y de las esquinas con buzones, de la cumbia y el rock and roll, de las fondas del parque Cousiño, de las fiestas de sábado y de los domingos al sol, de la Gran Avenida y de los suburbios, de la Plaza Artesanos y la Biblioteca Nacional, del Bim Bam Bum y de la Ópera en el Municipal, el Santiago de la Plaza Bulnes, del peso y la chaucha, del Quita-penas de los de Medicina, de las pizzas de Ravera y el casino de la Escuela de Leyes, de los viejos edificios de tribunales, de la Plaza de Armas al anochecer, de los trenes partiendo y llegando de Mapocho y Estación Central, de las películas francesas e italianas, de las discusiones apasionadas por el cambio total del orden existente en el café o en la asamblea, el Santiago de la cordillera todavía visible, blanca y magnífica, tornasol al atardecer, esa es la ciudad que permanece en una generación que vivió con intensidad, que la disfrutó paso a paso y la miró de a pie, desde una ilusión.

    Nascimento, la Librería Universitaria, la Librería del Pacífico y las librerías de viejo en la calle San Diego eran las favoritas de los estudiantes. Entre las revistas que contribuían a las discusiones políticas y de actualidad estaban Ercilla, Vea, Topaze, Política Económica; para el cine, la inolvidable Ecran y para los deportes, el Estadio.


    1 Jorge Teiller. Muertes y maravillas. Editorial Universitaria, 1971.

    Los provincianos

    En la vida de provincia se encuentra mucho del alma de Chile, ayer y hoy. Esa calidez y la sabia tranquilidad para ver pasar la vida se trasladaba a las aulas universitarias. Había del norte, de la costa y del sur; entre los que comenzamos la universidad el 55.

    Entre los activos en la FECH, Carlos González Márquez venía de Iquique, Carlos Toro y Manuel Fábrega de Antofagasta, Gilberto Cruz de Tocopilla, Eduardo Moraga de Freirina, Alfredo Salomón de Vallenar, Sonia Munizaga de La Serena, Eduardo Zúñiga de Quilpué, Antonio Corvalán de Villa Alemana, Octavio Cavada, Arturo Venegas y Guillermo Videla de Valparaíso, este servidor de Los Andes, Benjamín Mira de San Felipe, Enrique Dinstrans y Villalobos de Rancagua, Jaime Ahumada de Rengo, Luis Labra y Raimundo Valenzuela de Curicó, José Manuel Salcedo, Hernán Menanteau, los Lavados y Jaime Moraga de Talca, los Ortega del Maule, Mario Arzola y Arturo Pérez de Chillán, Patricio Otayza de Concepción, Armando Poblete de Los Ángeles, Luis Quiroz y Raúl Gallardo de Temuco, Milenko Mihovilovic de Punta Arenas, Mamerto Silva de Alto Jahuel.

    La Universidad de Chile ofrecía nueve Hogares, siendo el más requerido el Pensionado Belisario Torres, en Lastra con Avenida La Paz, en pleno barrio del Mercado. La Católica, el Pensionado Cardenal Caro en Dieciocho cerca de la Alameda. Muchos, la mayoría, se las arreglaban en las piezas de pensión, un cuarto único con muebles y costo mensual bajo, algunas francamente misérrimas.

    En 1959 el 30.4% del alumnado universitario procedía de provincias, el 67.6% de Santiago, y el 1.9% del extranjero.¹


    1 Burstein, Diana. 1960. Bienestar Estudiantil, sus limitaciones y posibilidades. En Boletín de la Universidad de Chile, No. 10, p12.

    Entre el ITUCH y el Parque Forestal

    Al ocuparse la Universidad de Chile de las artes escénicas, se produjeron una serie de resultados que marcaron época en el teatro nacional. En el pasado, los pioneros habían logrado estabilizar a sus Compañías con mucho esfuerzo y constancia. Todavía se encontraban activos Rafael Frontaura, Américo Vargas y Puri Durante, Alejandro Flores, Lucho Córdova y Olvido Leguía. Su calidad y éxito de público y las giras a provincia les permitían continuidad. Era muy difícil contar permanentemente con la mantención de un elenco numeroso, con una docencia sistemática o experimentar reiteradamente con nuevas formas y tendencias que corrieran el riesgo de atraer a solo un mínimo de espectadores.

    Si el Estado no hubiese intervenido con una política pública —en este caso ideada y ejecutada por la Universidad de Chile— para promover el teatro con una mirada amplia, no se habría llegado al apogeo que se vivió en los años 60’ y 70’ y con muchos desarrollos ulteriores.

    Pedro de la Barra impulsó y fue el primer director del Teatro Experimental de la Universidad de Chile (TEUCH) en junio de 1941 y que, en 1959 pasó a ser Instituto del Teatro de la Universidad de Chile (ITUCH). A partir de 1954 contó con sala propia, el Teatro Antonio Varas, situado en Morandé frente a la Plaza Bulnes en el recién inaugurado edificio del Banco del Estado. Desde 1948 funcionó la Escuela de Teatro. Se formaron actrices y actores, directores, escenógrafos, iluminadores y otros profesionales. El repertorio dio un gran salto. En nuestros años de estudiantes de derecho, debemos haber visto una treintena de obras, la mayoría de estreno en Chile. Recuerdo entre otras: Noche de Reyes de Shakespeare y León Felipe en 1955; Chañarcillo y La viuda de Apablaza de Antonio Acevedo Hernández en 1956; La visita de la vieja dama de Dürrenmatt; Esperando a Godot de Samuel Becket; La remolienda de Alejandro Sieveking; Fuenteovejuna de Lope de Vega; Doña Rosita la soltera de García Lorca (1955); Fuerte Bulnes de María Asunción Requena en 1955; Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello (1957); Las Pascualas de Isidora Aguirre (1957); Las Brujas de Salem de Arthur Miller (1957); Mama Rosa de Fernando Debesa (1957); El Diario de Ana Frank de Goodrich y Hackett (1958); Largo viaje hacia la noche de Eugene O’Neill (1958); La fierecilla domada y Macbeth de Shakespeare en 1958 y 1959; Discípulos del miedo de Egon Wolf (1958); La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón (1958); Los intereses creados de Jacinto Benavente (1959); El camino más largo de María Asunción Requena (1959); Parejas de trapo de Egon Wolf (1960); La casa de Bernarda Alba de García Lorca (1960); Bernardo O’Higgins de Fernando Debesa (1961); El círculo de tiza caucasiano de Bertolt Brecht y del mismo autor La ópera de tres centavos en 1959.

    En 1943 se funda el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. Entre las obras presentadas, por ese mismo tiempo, estuvieron: El soldado de chocolate de George Bernard Shaw; Martín Rivas de Blest Gana en 1954; las comedias musicales ¡Esta señorita Trini! de Luis Alberto Heiremans, y La Pérgola de las Flores de Francisco Flores del Campo en 1960. En este último género, la comedia musical, la Compañía de Lucho Córdoba y Olvido Leguía, puso en escena Perejil de Mario Rivas y Clara Solovera y bajo la dirección de Germán Becker se estrenaron las versiones chilenas de South Pacific y Oklahoma. Tuvieron mucho éxito.

    Un hecho significativo fue la presentación, por más de dos años seguidos, del monólogo El prestamista, de autoría del dramaturgo chileno Fernando Josseau y con la actuación del actor Raúl Montenegro; estrenada en junio de 1956, se dice que dentro y fuera del país llegó a tener más de diez mil representaciones.

    Notable fue la trayectoria de Enrique Noisvander con su teatro de mimos a partir de 1950. En 1960 comenzaron su trabajo Humberto y Héctor Duvauchelle y Orietta Escámez con la Compañía de los Cuatro. Venían del Teatro Universitario de Concepción, los vimos en Santiago y muchos, muchos años después en la Antigua Guatemala. El ICTUS de Nissim Sharim, Delfina Guzmán, Jaime Celedón y Jaime Vadell entre otros, inició sus actividades en 1955.

    Al cumplirse 20 años de la fundación del ITUCH, en junio de 1961, pensamos conmemorarlo con la entrega de medallas de homenaje de la FECH. El Rector Juan Gómez Millas, el Secretario General Álvaro Bunster y el Centro de Alumnos de la Escuela de Teatro se sumaron con entusiasmo. En el Salón de Honor de la Casa Central se efectuó el acto. Recibieron los reconocimientos Pedro de la Barra, María Maluenda, Roberto Parada, Domingo Piga, Bélgica Castro, Pedro Orthous, José Ricardo Morales, María Cánepa, Agustín Siré, Jorge Lillo, Óscar Navarro, Domingo Tessier, Rubén Sotoconil, Raúl Aliaga, entre otros.

    La Orquesta Sinfónica, también de la Universidad de Chile, se presentaba en su temporada oficial aproximadamente desde abril hasta octubre. Los sábados en la mañana se efectuaban los conciertos de repetición en el Teatro Astor con precios especiales para estudiantes que lo copábamos. Un delegado a la FECH de la Escuela de Construcción Civil, Gilberto Cruz, promovió las Juventudes Musicales que facilitaban aún más la asistencia a los conciertos. En el verano, la Sinfónica tocaba al aire libre en la noche en el parque Forestal, en la parte contigua a las escalinatas del hoy Museo de Arte Moderno que entonces acogía a la Escuela de Bellas Artes. Cirilo Vila, dirigente de la Federación, daba sus primeros pasos que lo llevarían al Premio Nacional de Artes Musicales en 2004.

    El ballet tenía un desarrollo sostenido bajo la conducción de Ernst Uthoff y Lola Botka. La Escuela de Danza había sido creada en 1941. En 1951 se fundó en la Universidad de Chile el Ballet Nacional Chileno. El estreno de La Mesa Verde fue todo un acontecimiento.

    En cuanto a las artes plásticas, existió un tiempo una pequeña sala de exposiciones temporales en el local de la FECH, pero la mayor actividad tenía lugar en los propios recintos de la Facultad. Francisco Brugnoli fue delegado del Centro de Alumnos de Bellas Artes a la Federación.

    La FECH de los años veinte con ... los veinte y tantos poetas mozos que pululaban en torno a la Federación,¹ dejaron muy alta la vara en cuanto a la creación literaria. Creo que la nuestra no fue un hogar de poetas que ya deambulaban por otros caminos. Sin embargo, esporádicamente había eventos importantes. En 1954 se otorgó el Premio Federación de Estudiantes de Chile a Jorge Teillier por el cuento Manzanas en la lluvia, con Manuel Rojas y José Santos González Vera en el jurado. El año 1959 se entregó el Premio de Poesía de la Federación de Estudiantes de Chile; fueron galardonados Oscar Hahn y Rolando Cárdenas Vera. El jurado estuvo compuesto por Julio Barrenechea, Enrique Lihn y Roberto Meza Fuentes.

    En la Federación de Estudiantes creó Pedro Chaskel el Cine Club Universitario, parte importante de su trabajo pionero. Fundador de los cursos de cine, tuvo por alumnos entre otros a Miguel Littín y Raúl Ruiz.


    1 González Vera op cit p. 325.

    Algunos caracteres de la FECH de los 50’

    A mediados del siglo XX la Federación de Estudiantes de Chile era a la vez símbolo del movimiento estudiantil y actor nacional importante en los asuntos públicos. ¿Cómo se llegó a esto? Entre los elementos que contribuyeron a este resultado, me parece que hay que mencionar a lo menos los siguientes:

    El prestigio de la Universidad de Chile con la cual se consustanciaba la FECH. La Universidad fundada por Andrés Bello en noviembre de 1842 e instalada solemnemente el 17 de septiembre de 1843 tuvo una enorme significación en la historia republicana de Chile. Formó a los profesionales que el país requería con urgencia, permitió acoger a los sabios que vinieron en los siglos XIX y XX, se hizo cargo del pasado y del futuro de las humanidades y de las artes, conectó a los estudiosos chilenos con sus pares latinoamericanos y con el pensamiento mundial, supervisó el desarrollo de la educación en todos sus niveles. Recibió las ideas nuevas y dio espacio para su discusión y divulgación. La libertad académica y el debate abierto fue su norma permanente: la polémica entre Bello y Lastarria prefiguró su carácter tolerante y pluralista nunca desmentido. Entrado el nuevo siglo, la Universidad de Chile había consolidado su carácter de institución nacional y acrecentó su prestigió en el resto de la centuria.

    El pasado de la Federación. La FECH desde su fundación tuvo una dedicación simultánea a los problemas sociales y a las cuestiones relativas a la educación universitaria. Como estilo mantuvo una cierta notoriedad de sus acciones de frente a la opinión pública. Esto es válido para las sucesivas generaciones que participaron en sus actividades. Hubo etapas quizá más memorables que otras, los sucesos alrededor del año veinte, la recepción de la reforma universitaria, el movimiento que terminó con la caída de Ibáñez el 31, la revolución de la chaucha, todo ello antes de 1955 en que comienza el periodo recordado en este libro. En todo caso, nunca la Federación dejó de estar en la consideración popular.

    El tratamiento en serio de las cuestiones públicas. Cuando

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