El Astrólogo del Presidente
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Esta no es la historia de un héroe, más bien es la de Cuasimodo Fiestero, un villano, conocido como el astrólogo del Presidente.
En un futuro no muy lejano, Cuasimodo Fiestero, perseguido político del norte y nacionalizado en un país del sur, aficionado a la astrología y practicante de las ciencias ocultas, quien comparece ante el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia para evitar la prohibición de la astrología, sorprende por sus conocimientos astrológicos e increíbles predicciones, siendo el consultor estrella del Presidente, asesorándolo en diversos ámbitos, incluyendo el plan económico de la nación, las estrategias comerciales y la decisión de declararle la guerra a otro país.
El audaz Cuasimodo Fiestero, calificado como farsante y cuestionado por la Iglesia y los sectores de la derecha, tras ser despedido por el Presidente, pronostica la reelección de ese mandatario y su pronta destitución.
Sin embargo, a pesar que es el artífice de la victoria electoral de una nueva Presidente y es reconocido como el astrólogo de dos Presidentes, es víctima de una conspiración que lo obliga a pasar a la clandestinidad.
Parece que el astrólogo del Presidente, amado y admirado por muchos ciudadanos, y a la vez, odiado y despreciado por otros, no es una leyenda...
Rolando José Olivo
RolandoJOlivo@gmail.com Instagram: @rolandojolivo Systems Engineer with 3 postgraduate degrees: Master's Degree in Applied Economics, Diploma in General Management and Specialization in Management of Social Programs (Summa Cum Laude). Work experience in companies in the oil sector, occupying these positions: Planning and Logistics Manager, Project Coordinator, Financial Advisor and Consultant. Consultant in the economic and financial area. Writer of books on economics, management, self-help, novels and Christianity, among others.
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El Astrólogo del Presidente - Rolando José Olivo
1. La Interpretación de la Guerra Sideral
"En un tiempo cercano, la humanidad colonizó varios planetas de la galaxia, pero manteniendo la soberanía de cada nación. Las grandes potencias del siglo XXI ampliaron considerablemente sus territorios y recursos naturales al anexarse los mundos de la Vía Láctea que poseían más minerales y elementos preciados. Mientras que la mayoría de los pequeños países, llamados tercermundistas, solo pudo llegar a lunas, asteroides y planetas desolados con muy pocos recursos energéticos.
Por otro lado, las naciones poderosas establecieron áreas para el cobro de aranceles, indicando que el libre comercio, fuera de los límites terrestres, era una falacia y perjudicaba notablemente la generación y distribución de las riquezas.
El principal puerto espacial para cobrar los impuestos a las materias primas y productos, e incluso a las transmisiones que provenían de otros planetas, estaba ubicado en el cinturón de asteroides ente Marte y Júpiter. No obstante, los contrabandistas, denominados piratas por los gobiernos, casi siempre se las ingeniaban para eludir los controles de seguridad y llevar clandestinamente sus mercancías a los países menos avanzados.
Esta situación se prolongó por varios siglos, ya que en la práctica las grandes potencias no tenían la capacidad ni suficientes recursos para detener el comercio ilegal.
A medida que fueron transcurriendo los años, el equilibrio de poderes y de riquezas fue cambiando progresivamente. Muchas naciones que eran pobres, conocidas como emergentes y beneficiarias de las evasiones de impuestos comerciales y de algunas actividades ilegales, desarrollaron nuevas tecnologías y se establecieron en planetas con abundantes recursos naturales.
Sin embargo, estos niveles de bienestar y prosperidad no eran suficientes para sus gobernantes y ciudadanos, quienes anhelaban alcanzar y superar los extraordinarios estándares de progreso y desarrollo de las grandes potencias. Incluso, en muchas oportunidades se habían presentado intentos de sublevación y conatos de guerra, los cuales eran detenidos por las acciones de los organismos universales, sucesores de las instituciones internacionales del siglo XX, que se encontraban dominados por políticas diplomáticas de doble moral, dirigidas en principio por las grandes potencias.
Como el malestar, descontento y resentimiento de los ciudadanos del tercer mundo era tan grande, los poderosos gobiernos universales optaron por darles mayores concesiones a los países pobres y emergentes, condonarles deudas, flexibilizar y reducir los impuestos a los bienes extraterrestres, y eliminar los aranceles a las transmisiones galácticas.
También aplicaron un célebre fundamento económico: Dejar hacer, dejar pasar
, proveniente de una escuela francesa del siglo XVIII, mostrando cierta tolerancia selectiva a la evasión fiscal, los contrabandos, la piratería y las frecuentes violaciones a la propiedad intelectual.
Paradójicamente, los pequeños países, que colaboraban con las grandes potencias, sí recibían estas exoneraciones (que no eran legales) y podían pasar sus materias primas y productos por el cinturón de asteroides de Marte-Júpiter, sin pagar impuestos, mientras que los clasificados como no colaboradores, antidemocráticos, forajidos o cómplices de prácticas desleales no contaban con estos privilegios.
Estas medidas crearon inequidades entre los países en desarrollo y fueron insuficientes para evitar conflictos. Todavía las grandes potencias eran las principales propietarias de los planetas que contenían oro, plata, cobre, hierro y tierras raras, y al mismo tiempo, persistían inmensas diferencias entre los niveles de vida de los ciudadanos del norte y los del sur. En promedio, los ingresos de los primeros eran equivalentes a cien veces los de los segundos.
Aunado a esto, la pérdida de los principios y los valores morales, la decadencia de las religiones y el predominio del ateísmo propiciaron nuevas maneras racionales de pensar y actuar, caracterizadas por la determinación de acabar con las injusticias y dominar totalmente la Tierra, en aras de dar fin a la hegemonía de las grandes potencias.
En un punto crítico de la historia, algunos países pobres y emergentes, comprometidos a controlar a sus radicales, obtuvieron una representación mayoritaria en los organismos universales, logrando aprobar tres leyes globales (de estricto cumplimiento en la Tierra y todas las colonias de la Vía Láctea):
1. La ley de ciudanía universal que establece igualdad de derechos y oportunidades para todos los ciudadanos del universo (independientemente de su planeta o país de origen). En ese sentido, se eliminan todas las nacionalidades y las restricciones para ir de un mundo a otro, fijando una nacionalidad universal para todos los seres humanos.
2. La ley del uso de la tecnología que elimina los derechos de propiedad sobre los inventos y la tecnología estratégica. Por esto, cualquier invento relevante o tecnología, clasificada como estratégica, que sea de gran beneficio para el desarrollo universal, pasará a ser del dominio público y puede ser utilizada por cualquier estado soberano sin restricciones.
3. La ley de derechos universales que ratifica: la libertad e igualdad en dignidad y derechos, el derecho a la vida, la prohibición de servidumbre, las prohibiciones de torturas, el derecho a la defensa, las prohibiciones de destierros y detenciones arbitrarias, el derecho a la presunción de inocencia, el derecho a la protección contra ataques a la reputación, vida privada, familia y domicilio, el derecho de libre circulación y establecer residencia, el derecho al asilo, el derecho a la propiedad individual y colectiva, el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, el derecho a la libertad de opinión y expresión, el derecho a la libertad de reunión y asociación pacífica, el derecho a participar en el gobierno universal, el derecho a la seguridad social, el derecho al trabajo, el derecho a un nivel de vida adecuado, salud y bienestar, el derecho a la educación, el derecho a participar en la vida cultural y el progreso científico, y la prohibición a los organismos universales o a cualquier gobierno de suprimir estos derechos.
Las grandes potencias, que se sintieron traicionadas por sus más cercanos colaboradores, decidieron desconocer estas leyes, anunciaron su retiro de los organismos universales y reactivaron sus puertos de cobro de impuestos en el área Marte-Júpiter. Igualmente, desplegaron sus naves espaciales militares alrededor del cinturón de asteroides, en sus propios países y en las colonias extraterrestres.
Aunque los principales fabricantes de armas y los radicales, de diversos países pobres y emergentes, habían constituido una alianza secreta para acabar con la dictadura de las grandes potencias.
Efectivamente, el desconocimiento de las novedosas leyes universales fue el detonante de la tercera guerra mundial o primera guerra sideral (los frentes de batalla se extendieron en varios planetas).
En los próximos años, la Tierra se volvió un caos. Varios grupos anárquicos, apoyados por científicos y militares, disidentes de las ex grandes potencias, tomaron el control de todos los gobiernos. Al principio, el movimiento de rebelión estuvo muy unido, pero después que los bandos se repartieron países y colonias, resurgieron las rivalidades y conflictos bélicos entre distintas facciones.
En fin, la guerra sideral, concebida para acabar con la autoridad de las grandes potencias, se transformó en una guerra de todos contra todos, y ya no existían los gobiernos universales.
Más aún, inesperadamente, todas las colonias planetarias que contaban con inmensos recursos y fuerzas militares se sublevaron, desconocieron a los nuevos gobiernos de la Tierra y lograron fácilmente su independencia.
Las historias de traiciones se repetían, una y otra vez. Así como los jefes militares de las ex grandes potencias fueron sobornados por los rebeldes, a cambio de riquezas y el control de algunas colonias, los líderes de la conspiración y sus colaboradores militares también fueron comprados por los gobernantes de las colonias espaciales.
Tristemente, la humanidad, que había ocupado más de 500 planetas de la galaxia, estaba cerca de su propia autodestrucción, mientras que la guerra sideral parecía no terminar nunca…"
Habiendo cumplido veintiún años, Cuasimodo Fiestero terminó de leer el penúltimo capítulo del primer libro de la saga La Guerra Sideral. A pesar que era un fanático de la ciencia ficción, no le gustaba leer y solo revisó algunas partes de esta novela, omitiendo los diálogos entre los personajes y las escenas de acción y violencia. Más bien, estaba cumpliendo con una lectura obligatoria del profesor de futurología y debía concentrarse en los mensajes de esta obra literaria.
A la mañana siguiente, sin haber leído el final de esta novela, asistió a la clase del profesor Luis Ohlive, quien expresó:
-Afortunadamente, vivimos en un mundo donde hay derechos humanos e instituciones internacionales.
-Este camino es el resultado de la evolución del pensamiento filosófico durante más de dos mil años.
-Es cierto que hay gobiernos autoritarios que son una triste escoria.
-También es innegable que los gobiernos democráticos constituyen una amplia mayoría, y se preocupan por preservar la democracia, la justicia y los derechos humanos.
-Si no existieran las instituciones internacionales volveríamos a una época de barbarie, similar a la vislumbrada en La Guerra Sideral.
-Por esto, nuestro deber como ciudadanos es apoyar a los gobiernos y velar por los derechos humanos.
-Así nunca entraremos en la senda de la autodestrucción, concebida por Sábato Fauntleroy.
-Estimados estudiantes, aquí termina mi exposición.
-Ya activé el dispositivo de la verdad.
-Les recuerdo que si alguien miente intencionalmente, las radiaciones del li-fi harán colapsar su red neuronal, causándole una muerte muy dolorosa.
-Vamos primero con el repitiente.
-Estudiante Cuasimodo Fiestero, ¿Cuántas veces ha reprobado esta asignatura?
El estudiante de ingeniería computacional Cuasimodo Fiestero replicó:
-Dos veces.
De una manera cínica, el profesor Luis Ohlive expresó:
-¡Muy bien!
-Ud. es sincero al reconocer esta verdad.
-¡Proceda con su defensa!
Cuasimodo Fiestero, acostumbrado a estos procesos inquisitorios, tomó la palabra y expuso:
-Profesor y alumnos, ¡Yo siempre digo la verdad!
-¡No me importa el maldito aparato!
-De todas maneras, siempre diré lo mismo.
-¡No voy a renunciar a mis creencias!
No obstante, como Cuasimodo Fiestero no fue totalmente sincero con sus primeras expresiones (por supuesto, él se sentía incómodo con el dispositivo de la verdad), ya sentía un fuerte dolor en la cabeza.
Advertido por este dolor interno que no podía mentir, no le quedó más remedio que exponer su verdadera posición:
-¡No me gusta esta novela!
-¡Esta es decepcionante!
-¡Lo único que tiene a su favor es que reconoce que vivimos en una dictadura, disfrazada de democracia, y que la raza humana se dirige a su eminente fin!
-Si los países industrializados que manejan la Organización de las Naciones Unidas y el Fondo Monetario a su conveniencia siguen actuando así: ¡Vamos a terminar mal!
-¡Por supuesto, este mundo es perverso, injusto e inhumano!
-¡Ningún país ayuda a los demás!
-¡Nadie lucha contra las hambrunas y las epidemias!
-¡Nadie acaba con el narcotráfico y el terrorismo!
-¡Los ricos y poderosos tienen sus fortunas en paraísos fiscales, mientras los asalariados pagan más y más impuestos!
El profesor Ohlive interrumpió a Fiestero y dijo:
-Estimados estudiantes, les pedí que leyeran la novela para que comprendieran su interpretación correcta.
-Como se habrán percatado, Fiestero jamás aprobará esta asignatura, a menos que cambie de opinión.
-¿Cómo vamos a graduar a un ingeniero computacional, quien considerará justo apoyar una rebelión, alentado por sus extrañas creencias?
-¡Él no entiende que superamos la senda de la autodestrucción!
-Ciudadano Cuasimodo Fiestero, retírese de la sala.
-¡Ud. nunca obtendrá el título de ingeniero!
-¡Debe agradecerle al gobierno que su vida y demás derechos humanos son respetados!
Este fue el último día que Cuasimodo Fiestero visitó la universidad de ética y formación profesional, dirigida por el gobierno de una gran potencia. En el próximo día, recibió una carta de expulsión del director.
Él imaginaba muy bien cómo se estaba desenvolviendo el mundo. Todo funcionaba al revés. Desde hace mucho tiempo atrás, los países