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Arenas cálidas en alta mar: Entrevistas a escritoras contemporáneas en Cuba
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Arenas cálidas en alta mar: Entrevistas a escritoras contemporáneas en Cuba

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Este libro sobresale por las auto/biografías y testimonios que permiten vislumbrar las vidas personales, casi íntimas, de algunas de las autoras y críticas destacadas de Cuba; por la información que ofrece sobre el proceso de escritura y la publicación de los escritos de mujeres y la producción literaria cubana; y, desde una perspectiva política e histórica, provee datos y anécdotas de uno de los periodos más intensivos y dramáticos de la Cuba contemporánea, los años 90.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento12 dic 2015
ISBN9789562603935
Arenas cálidas en alta mar: Entrevistas a escritoras contemporáneas en Cuba

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    Arenas cálidas en alta mar - María del Mar López-Cabrales

    2005.

    Capítulo 1

    Problemáticas del feminismo cubano:

    sus mujeres y sus realizaciones

    Poetisas dijeron/

    Serán tibias/ y falsas/ y pequeñas/

    Aunque seres livianos/ no tomarán altura porque son imperfectas/

    Pero si alguna toca en la palabra/ como el burro en la flauta/

    Postulemos que es mucho hombre esa mujer/

    y pensemos después como callarla

    (Marilyn Bobes, Triste oficio)

    Reflexionar sobre la labor y la influencia de la mujer cubana fuera y dentro de la Isla y, de esta manera, destacar el papel que distintas intelectuales cubanas han tenido en la historia del feminismo cubano es parte del propósito de este libro de entrevistas a mujeres cubanas.¹ Este texto espero abra interrogantes sobre la relación mujer, escritura, Revolución, exilio y feminismo en Cuba. Comenzaré esta parte haciendo un escueto análisis de la situación sociohistórica de la mujer en Cuba, para pasar a analizar algunas de las labores realizadas por las mujeres y su participación en la cultura de la Isla y en el feminismo en general.

    Mujeres y Revolución. Cuba

    En el número de noviembre de 1978 de la revista mexicana Plural, Iverna Codina, parafraseando las palabras del ensayista cubano Juan Marinello (Meditación americana, 1964), expresaba que las magnitudes sorprendentes de la Revolución cubana deberían, en un futuro, expresarse en una obra cubana también sorprendente. Codina comentaba que aún era temprano hacer balance de los resultados de la Revolución en el plano de las letras porque, como comentaba el Che en uno de sus escritos, "la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original:² no son auténticamente revolucionarios… Las nuevas generaciones vendrán libres de pecado original […] es un proceso que requiere tiempo" (380).³

    Más de cincuenta años después del ataque en julio de 1953 al cuartel Moncada por Fidel Castro y su grupo (entre quienes se encontraban dos mujeres: Haydée Santamaría y Melba Hernández) se hace necesario, si no hacer balance, por lo menos, emitir algunas opiniones sobre el papel que la mujer ha desempeñado en la historia contemporánea de Cuba.

    La historia cubana ha estado repleta de mujeres que han destacado en la lucha feminista. Rosa Betancourt se levanta en la Asamblea Constituyente para demandar la igualdad de los derechos de la mujer cubana en 1869 y Mariana Grajales ofrece a su familia por la independencia de su patria, convirtiéndose en una madre heroica, al igual que lo fue la madre de los País, Rosario García, dos de cuyos hijos murieron en la lucha contra Batista en 1959. Pero las mujeres cubanas no sólo fueron madres proveedoras de hijos e hijas que lucharon por la patria, también ellas engrosaron las filas guerreras mambisas y Rosa la Bayamesa, esclava que batalló en las dos guerras de independencia y fue capitana bajo el mando de Máximo Gómez, se convirtió en una leyenda viva para el feminismo latinoamericano y cubano. La mujer cubana no consigue el voto hasta que se derroca la dictadura de Machado (1933) y se instaura la Unión Nacional de Mujeres en 1934 y, sin embargo, las leyes son papel mojado porque la situación de miseria y opresión de la mujer (analfabetismo, falta de trabajo asalariado, machismo) no cambia por muchos años. Los años de Batista representan un retraso para el feminismo cubano. En 1953, las mujeres representaban solamente el 9.8% de la fuerza laboral total y entre éstas se encontraban setenta mil sirvientas que recibían sueldos extremadamente bajos (Randall 9-10). Para el triunfo de la Revolución cubana, Celia Sánchez fue fundamental en las preparaciones del desembarco del Granma, Vilma Espín lo fue en el levantamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, además de convertirse en coordinadora del movimiento 26 de julio en Oriente, en una de las pocas mujeres pertenecientes al Comité Central del Partido Comunista de Cuba después del triunfo de la Revolución y en la Presidenta de la Federación de Mujeres cubanas. Hubo muchas mujeres que dejaron su vida en la lucha armada y en los comités de defensa de la Revolución en las ciudades. Pero, ¿qué ganaron las mujeres con el triunfo de la Revolución cubana?

    Para emprender la tarea del análisis de la realidad de la mujer cubana, se me hicieron imprescindibles diferentes fuentes. Por un lado, los libros publicados en La Habana, desde los 70, sobre el tema de la mujer en Cuba, y las memorias de los congresos de la Federación de Mujeres Cubanas, editados por la Editorial de Ciencias Sociales en dicha ciudad;⁴ por otro, la labor realizada desde fuera de la Isla por mujeres cubanas y cubanoamericanas como Ruth Behar (Puentes a Cuba), Lourdes Casal (su revista Areíto), los trabajos de artistas plásticas como Ana Mendieta, María Pérez Bravo, Cirenaica Moreira, Sandra Ramos y los textos críticos de Luisa Campuzano, en concreto los artículos titulados La mujer en la narrativa de la Revolución: ponencia sobre una carencia (1988), Ser cubana y no morir en el intento (1996) y Literatura de mujeres y cambio social: narradoras cubanas de hoy (2003), así como la introducción escrita por Mirta Yáñez al libro panorámico Estatuas de Sal (1996), y de Nara Araújo Zonas de contacto: narrativa femenina de la diáspora y de la isla de Cuba (2003). Considero que un estudio de esta envergadura no quedaría completo sin tenerse en cuenta el impacto de las voces de las mujeres cubanas dentro y fuera del país, aunque en este libro se recopilen sólo las entrevistas de mujeres residentes en Cuba, ya que estas voces necesitan más apoyo para ser escuchadas fuera de la Isla.

    Uno de los estudios más contemporáneos y representativos sobre los aportes de la Revolución a la situación de la mujer cubana es el texto de Helen Safa, The Myth of the Male Breadwinner. Women and Industralization in the Caribbean (1995).⁵ Safa hace un análisis comparativo de la situación de la mujer en tres países: Puerto Rico, la República Dominicana y Cuba, y concluye que la falta de reconocimiento de las mujeres como proveedoras y trabajadoras no es exclusivamente culpa de ellas, sino de que las instituciones gubernamentales normalmente están regidas por hombres y que, aún en Cuba, que ha instituido las medidas más radicales a favor de la igualdad de género, se sigue enfatizando el papel doméstico o reproductivo de la mujer. Pero las mujeres se van haciendo más conscientes de la subordinación de género a medida que la contradicción entre sus aportes económicos cada vez mayores y su situación de subordinación en la familia, en el lugar de trabajo y en el sistema político se hace más evidente (250). Las distintas modalidades del patriarcado se benefician de la subordinación de la mujer y perpetúan el mito del proveedor masculino, sin embargo, en su estudio Safa demuestra que es la mujer la que abastece en los países analizados.

    En el caso de Cuba, el Estado, desde el principio de la victoria de la Revolución, se caracterizó por luchar sistemáticamente para integrar a la mujer cubana en el proceso revolucionario, ya que ésta había luchado codo con codo con el hombre en la sierra y en la clandestinidad urbana, perdiendo incluso la vida y convirtiéndose en heroína.⁶ La formación de la Federación de Mujeres Cubanas el 23 de agosto de 1960 tuvo como objetivo "la unificación de todos los sectores femeninos para construir una fuerza decisiva para la Revolución, según palabras de Fidel Castro, y de unir a la mayoría de las mujeres cubanas para contribuir a la superación cultural, técnica, política e ideológica, para lograr su plena incorporación al proceso revolucionario, a la vida en sociedad" (La mujer 5). Para ello, la Federación organizó cursos de primeros auxilios, trabajo voluntario y clases de corte y costura. Los objetivos de la Federación son, entre otros, enaltecer a la mujer ante sí misma y ante la sociedad, hacer consciente a la mujer de la importancia de su participación en la sociedad, elevar su nivel (ideológico, político y cultural), recoger problemas e inquietudes de la mujer y dar a la Revolución el aporte de ese 50% de la población que es femenino.⁷

    A la hora de analizar algunas de las contradicciones del discurso revolucionario marxista ‘feminista’, así como también las contribuciones positivas que dicho discurso y sus consecuentes programas de acción han tenido para las mujeres en Cuba surge una pregunta, ¿hay lucha feminista en Cuba cuando la mujer sólo es entendida como un ser revolucionario controlado por el Estado patriarcal?

    El final del informe del contenido de trabajo de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) incluido en el libro publicado en 1977 La mujer en Cuba socialista, se refiere al Instituto de la Infancia. El aumento de círculos infantiles, casi inexistentes antes de la Revolución, fue uno de los primeros logros realizados para solucionar el problema del cuidado de los hijos de las madres trabajadoras y posibilitar su educación y atención adecuada (La mujer 64-65). Estos círculos infantiles son gratuitos, reciben niños desde los cuarenta y cinco días hasta los seis años y su horario es de siete de la mañana a seis de la tarde.⁸ No obstante, terminar el informe de la FMC con este apartado sobre los niños y con la cita Si nos preguntan cómo queremos que sean nuestros hijos, diríamos sin ninguna vacilación: Queremos que sean como el Che (La mujer 72) expresa una ideología que indirectamente da prioridad al papel de madre de la mujer, lo cual la subordina a un doble horario: el estipulado por la Revolución, por el que la mujer ha de trabajar para levantar la patria, y el de ama de casa y educadora de hijos. La escritora Marilyn Bobes nos comentó en su entrevista que en la publicidad se cambió la imagen de la mujer como objeto sexual a la mujer como ama de casa, con los niños, cocinando y cuidando de la familia.

    En las memorias del Tercer Congreso de la FMC (1980), en el discurso de clausura ofrecido por Fidel Castro, éste enfatizó muchas de las labores de la mujer como educadora (desde la batalla por la alfabetización en 1961, las primeras escuelas para enseñar a campesinas, la elaboración de los uniformes que usan los estudiantes en Cuba, hasta el Movimiento de Madres Combatientes por la Educación y la participación de la mujer en el Destacamento Internacionalista Che Guevara que ha enseñado en Angola, Nicaragua, etc.). No obstante, en un momento de su discurso, Castro dijo que los objetivos de la Federación no son sólo trabajar para la Revolución, ayudar en la salud, en la educación, en la lucha contra la delincuencia, etc., sino que "es deber también de la Federación estar atenta a todas las cuestiones que preocupen a la mujer, que le interesen a la mujer, defender esos intereses en el seno del Partido, en el seno del Estado" (Memorias 229).⁹ Esta es, sin duda, una declaración de buena intención para las mujeres, pero la lucha por los derechos de la mujer ha de debatirse desde el partido para supeditar los intereses de las mujeres a los de la Revolución.¹⁰ En este discurso de clausura Fidel Castro enumera detalladamente las dificultades de la nación, las relaciones incómodas con su vecino del norte y los problemas económicos que el país tendrá que enfrentar a partir de 1980, año del comienzo de la implantación de un nuevo plan quinquenal que marcará la historia de las mujeres y los hombres de Cuba, entre otros casos, con el éxodo masivo del Mariel. Los años anteriores a la década de los 80 son años de esperanza para las mujeres cubanas, de ahí que aparezcan libros como el de Margaret Randall, Mujeres en la Revolución (1975),¹¹ en el que Randall presenta una serie de entrevistas con mujeres de distintos sectores de la sociedad cubana y dibuja a una mujer cubana integrada, luchadora y favorecida por una situación de igualdad, sobre todo después de la aprobación del nuevo Código de la Familia de 1975 que dispuso de manera específica que las parejas debían compartir el trabajo doméstico y la crianza de los hijos, así como el mantenimiento económico del hogar (Safa 41).¹² Además, a la mujer también se le aseguró la igualdad de salario, vacaciones pagadas y prestaciones por maternidad. Según Safa, la Federación de Mujeres Cubanas dejó de reclutar mujeres para realizar trabajos voluntarios (campañas de alfabetización) y se preocupó más por la integración de la mujer en el trabajo asalariado que en 1990 alcanzó el 35% (43). Este aumento de la participación laboral de la mujer cubana responde a los esfuerzos del gobierno revolucionario, así como a políticas salariales y de consumo implementadas en los años setenta y a comienzos de los ochenta que incrementaron los incentivos materiales de las mujeres (Safa 47). Algo que favoreció el aumento de puestos de trabajo asalariados ocupados por mujeres fue el hecho de que en el año 1968 en Cuba se adoptó una política similar a la acción afirmativa" estadounidense (Resolución 47 y luego 551), con la cual en cada centro de trabajo algunos puestos se declaraban puestos preferentes para mujeres" (Safa 1969). Las leyes cubanas garantizan a sus trabajadores treinta días de vacaciones, licencia de maternidad de doce semanas, y la opción de tomarse un año adicional sin salario, licencias médicas, seguro contra accidentes y pensiones para jubilados (Safa 202). El nivel educativo de la mujer cubana aumentó y las tasas de fecundidad llegaron a ser las más bajas de toda América Latina, gracias al acceso gratuito a los anticonceptivos y la legalización del aborto. La esperanza de vida de los cubanos en 1990 era la más alta de toda América Latina, sus niveles de analfabetismo y mortalidad infantil eran los más bajos (Safa 51).

    A pesar de este avance para la mujer y la sociedad cubanas, otros objetivos de la Revolución, como conseguir núcleos familiares sólidos y abolir la prostitución (según Randall el cambio más grande) no se consiguieron. En 1988, 43 de cada 100 matrimonios terminaban en divorcio (Safa 43), lo cual no favoreció a la mujer que tuvo que trabajar a doble jornada, ya que el Estado cubano no ofrece ningún apoyo especial a los hogares a cargo de mujeres y una de las consecuencias del divorcio es que la madre se queda con los hijos. Según Safa, la inestabilidad matrimonial cubana es resultado de diversos factores, entre ellos la mayor autonomía económica de las mujeres, la escasez de viviendas y la mayor libertad sexual de los jóvenes (225).¹³

    Con la crisis de los 90, el llamado periodo especial, después de la caída del bloque soviético, el fenómeno de las jineteras se hizo imparable, a pesar de las detenciones de la policía por conducta social inadecuada.¹⁴ El testimonio de dos prostitutas, Violeta y Charmé, recogido a principios de los 70 y publicado en 1984 por Tomás Fernández Robaina, Recuerdos secretos. Dos mujeres públicas, ha sido recientemente reeditado en La Habana por la Editorial Letras Cubanas en 1998 con el título de Historias de mujeres públicas. En este nuevo volumen, además de las historias de Violeta y Charmé que presentan la prostitución en Cuba antes de la Revolución del 59, mostrándonos el grado de explotación y degradación humana que padecieron las mujeres (Fernández 14), se ha añadido un "secondo tempo en el que otras voces hablan de sus existencias, no como recuerdos secretos, sino como vivencias actuales" (Fernández 119). Muchas mujeres que ejercían la prostitución en Cuba al comienzo de la Revolución se marcharon, pero otras se quedaron y el Estado se encargó de proporcionarles lo necesario para empezar una nueva vida. Las criadas comenzaron a participar en las Escuelas de Superación Doméstica en La Habana y demandaron:

    [...] diariamente su derecho a abandonar las casas de sus amas todas las noches a las 8 para asistir a estas escuelas [...]. Las criadas se convirtieron en empleadas bancarias, trabajadoras de la Reforma Urbana y choferes de taxi. Las prostitutas se hicieron obreras. Las camareras y empleadas de servicio perdieron el estigma vinculado a sus trabajos en la fase capitalista cuando la Revolución aumentó sus salarios y suprimió el humillante procedimiento de la propina y cuando la función de servicio dejó de considerarse como a sólo un paso de la prostitución […] masas de mujeres pasaron a ser socialmente útiles, y a constituirse en seres humanos respetados (Randall 15-17).

    Las mujeres cubanas aumentaron su nivel de educación junto con los hombres y, durante el fallido golpe contra la Revolución en Playa Girón (1961), dos mujeres dieron su vida en la lucha: Gira María García y Julieta Montano.

    Los años 90 han sido, sin duda, los más duros en la historia contemporánea de Cuba. Debido al hundimiento de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, el recrudecimiento del bloqueo de EEUU¹⁵ y la suspensión de la ayuda de los países del Este, se tuvieron que cerrar muchas fábricas. El denominado periodo especial en tiempo de guerra afectó fundamentalmente a las mujeres por la escasez de alimentos, agua, electricidad y transporte público, que también afecta su participación laboral. La participación femenina en la fuerza de trabajo disminuyó en los noventa, mientras que el absentismo y la rotación de empleos han aumentado, muchos trabajadores han tenido que ser reasignados al sector agrícola y a las industrias caseras (Safa 46).

    En cuanto al periodo especial, casi todas las mujeres entrevistadas tuvieron anécdotas que contarme. Con el paso de los años, esta época se ve como un momento extremadamente duro por el que la sociedad cubana tuvo que pasar. Los que se quedaron en la Isla, hablan de este momento a veces con cierto humor trágico, como es el caso de la escritora Adelaida Fernández de Juan que nos comentó lo siguiente:

    [...] Yo tengo un amigo muy querido del hospital, que es Carlos, el de Ay, Carlos y nos queremos mucho, como si fuéramos hermanos. No había nacido mi hijo más pequeño. Hacía un calor espantoso, era en pleno mes de agosto. Recuerdo que yo bañé al niño y era como el atardecer y el niño se me quedó dormido y me puse a buscar un lugar de la casa en donde estuviera fresco. Había una ventana, puse la cuna, y allí se quedó dormido. En ese momento me vino a buscar Carlos y me dijo –ya empezaba el dólar a circular– que había operado a una mujer que resultó ser una camarera de un restorán de dólar y que ella le había dicho que, si iba a comer esa noche, ella le podía resolver una mesa donde se pagara en moneda nacional. Además, recuerda, teníamos mucho dinero nacional, simplemente porque no había en qué gastar. Entonces, me vino a buscar para que yo fuera a comer con él. En ese momento estaba mi mamá aquí y le dije ‘quédate con el niño, haciendo así con un periódico de abanico, y yo voy a ir a traerme la comida para acá para que comamos todos juntos’. Me vestí corriendo y me monté en el carro con Carlos. Carro que a él le dieron porque hizo una misión en Nicaragua hace muchos años. De pronto nos montamos y el carro empezó como a brincar y yo le dije que qué le pasaba y me contestó ‘tú no esperarás que yo tenga gasolina, le puse luz brillante’. Imagínate, íbamos al restaurante superlujo y yo le dije ‘¿y con esta mierda tú piensas que vamos a llegar?’ A cada rato tenía que bajarme, empujar, una cosa espantosa. Llegamos con las manos negras, entramos a aquel lugar con aire acondicionado, con esas luces, aquellas copas, como si hubiéramos entrado en otro mundo. Entonces, pedimos mucha comida porque podíamos pagarlo con moneda nacional y echábamos comida para poder darle de comer también a su hijo... ¡ese día me sentí tan miserable! Yo trataba de mantener el optimismo. Además, me dio una vergüenza que yo estuviera en un lugar con aire acondicionado, con esas copas y luces y acordarme que mi bebé estaba en una sauna, todo sudado. Apenas pude terminar de comer y le dije que nos trajeran la cuenta. No pude comer ni nada y nos montamos de vuelta en aquella cosa que parecía un camello berreando espantoso y cuando llegué el niño estaba llorando porque se había despertado con el calor. Es decir, Carlos lo recuerda con humor ahora pero fue terrible, la verdad [...] (Entrevista con Fernández de Juan).

    No obstante, si se contrastan los resultados de los estudios realizados sobre las mujeres cubanas antes y después

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