El mundo árabe: raíces y complejidades de la crisis
Por Samir Amin
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El mundo árabe - Samir Amin
Título original: El mundo árabe: raíces y complejidades de la crisis
Primera edición, Ruth Casa Editorial/Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011.
Edición y correción: Ana Molina González
Diseño de cubierta: Claudia Méndez Romero
Diseño interior y ajuste de cubierta para e-book: Yadyra Rodríguez Gómez
Diagramación electrónica: Idalmis Valdés Herrera
© Ruth Casa Editorial
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2011
ISBN 978-9962-645-81-8
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.
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Editorial
Cada época genera sus urgencias críticas. El siglo XX finalizó con la frustración rotunda de las esperanzas que había creado la Revolución de Octubre y con el encumbramiento del imperialismo bajo el liderazgo más absoluto de los Estados Unidos. Estos hechos resumen las complejidades, la irracionalidad, los peligros y los desafíos de nuestro tiempo. Desafíos para el pensamiento crítico y para la praxis.
Bajo el sello Ruth Casa Editorial se funda RUTH. CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO, que se reconoce precisamente así, de pensamiento crítico. Internacional por la naturaleza de la problemática que aborda, por la determinación de las alternativas y por una obligada vocación de universalidad. Tan universal debe aspirar a ser el proyecto como ha llegado a ser el mundo del capital que luchamos por subvertir. Nada de lo que ocurre en el tiempo que nos ha tocado vivir puede sernos ajeno. Nada debe escapar al rasero de la reflexión comprometida.
Por tal motivo nos reconocemos, como publicación, bajo el signo de la radicalidad revolucionaria, que diferenciamos de la radicalidad doctrinal. Rechazamos cualquier exclusión dogmática que margine el ingenio y el espíritu de búsqueda en el camino hacia el socialismo. Del mismo modo que no podemos ceder a propuesta de tipo alguno que nos distancie de la ruta hacia un mundo signado por la seguridad, la justicia, la libertad y la equidad para todos los pueblos.
RUTH CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO
Introducción
El siglo xx fue testigo de la propagación, a gran escala, de la primera ola de despertar de los pueblos asiáticos y africanos. Sus voluntades de liberarse de la dominación imperialista, combinadas con la necesidad de reformas sociales progresistas, dio lugar a la gran transformación del mundo moderno, que fue en lo adelante irreversible. Las luchas de los pueblos afectados muestran que el conflicto Norte-Sur —es decir, el conflicto entre los centros imperialistas dominantes y las naciones en las áreas periféricas dominadas— y la batalla por el socialismo son inseparables. Durante el siglo pasado, sin embargo, los logros alcanzados por esos pueblos fueron desiguales. Las grandes revoluciones de la centuria (China, Vietnam y Cuba) combinaron la liberación con proyectos «de construcción socialista»; los otros movimientos antiimperialistas de liberalización fueron más o menos radicales, en diversos grados. Además, todos esos logros tuvieron sus propias limitaciones, las cuales, debido a que no fueron correctamente superadas, condujeron al desvío de los sistemas de poder, a la mala gestión del progreso económico y social, poniéndole fin, en última instancia, a este primer momento de «despertar del Sur».
Las señales de una segunda ola de este despertar ya se observan en la forma en que los llamados «países emergentes» están extendiendo sus alas. No obstante, la línea estratégica para el desarrollo de esta segunda ola es todavía vaga y llena de contradicciones. ¿Podrán los países «emergentes» estar de acuerdo en permanecer atrapados en el concepto de «mercados emergentes», enmarcando su crecimiento dentro de los parámetros de «la globalización capitalista imperialista»? ¿O impondrán ellos su propio concepto de «países emergentes», que necesariamente les llevará a entrar en conflicto con las potencias imperialistas?
En la actualidad, estamos en transición de una fase de esta importante transformación mundial hacia otra. Y, como decía Gramsci, «los monstruos» toman forma en la «media luz» que separa el pasado (la muerte) y el futuro (lo que está por venir).
El mundo árabe lideró la primera propagación del despertar del Sur, en la época de Bandung, durante los años cincuenta, sesenta y setenta. En ese momento, había condiciones favorables para la cristalización de un proyecto que reuniera a la modernización, al desarrollo económico (basado en la industrialización), al logro de la autonomía frente al sistema mundial, al progreso social, junto con posibles elementos de la evolución democrática que implicaba tomar cierta distancia de los legados religiosos y el principio de la laicidad.
Las contradicciones y limitaciones del proyecto, que finalmente provocaron su derrota, dieron paso al ascenso del viejo sueño representado por el islam político. Y el mundo árabe contemporáneo está todavía inmerso en esta «media luz».
Bajo estas condiciones, la importancia primordial de la «cuestión religiosa» no se puede pasar por alto en el análisis, ni puede ser artificialmente separada de la problemática planteada por el desafío económico, político y social. Por consiguiente, proponemos una reflexión sobre esta cuestión, la cual, en mi opinión, no puede ser descartada si queremos, más allá de las propuestas resultantes de la política inmediata, contribuir a la cristalización de un proyecto alternativo coherente, capaz de permitirle al mundo árabe dejar atrás su estancamiento. En este sentido, debemos recordar la historia —o la prehistoria— del proyecto de Bandung y la contribución de las fuerzas árabes progresistas de la época a su concreción.
La cultura política que aún reina sobre el mundo contemporáneo árabe e islámico surgió en el siglo xiii de la era cristiana, mientras que el legado dejado por los tres primeros siglos brillantes de la era islámica ha comenzado a declinar. Las estructuras autocráticas de este poder —reorganizado en el marco del Imperio otomano y del Imperio safávida— no habían sido realmente abolidas por el proceso de modernización llevado a cabo por las clases dominantes con el fin de hacer frente al desafío externo impuesto por la Europa imperialista. En estas condiciones, el deterioro de la legitimidad y la eficacia de este sistema de poder allanaron el camino para el surgimiento de un nuevo sueño: el de las alternativas representadas por el islam político, que en realidad retiene a las sociedades de la región en un punto muerto. Recordando las limitaciones y contradicciones de la experiencia nasseriana —el modelo radical del pueblo por excelencia durante los años cincuenta y sesenta— damos expresión concreta a nuestra introducción crítica a la crisis actual del sistema de poder en la región.
Los nueve estudios reunidos en este volumen abordan las principales cuestiones planteadas hoy día a los pueblos de la región, mientras comienza el posible declive del sistema en crisis de globalización capitalista/imperialista:
1. El efecto combinado de las insuficiencias que caracterizaron a las respuestas de las sociedades árabes (poderes y pueblos) en el doble reto que plantea la modernidad y la difusión del capitalismo globalizado y el imperialismo, por una parte, y, por otra, el despliegue del proyecto del imperialismo colectivo de la tríada dirigido a establecer un sistema para el control militar del planeta, dio lugar a que los logros alcanzados durante la era de Bandung perdieran terreno. Lejos de representar una alternativa a la altura de los desafíos, el islam político constituye, por el contrario, un aliado potencial de reserva para el imperialismo.
2. La difícil cuestión de la existencia de una «nación árabe», o un sistema de naciones árabes, no se abordará en los presentes ensayos. Remitimos al lector al trabajo de Samir Amin, La nation arabe.¹ Por su parte, la cuestión de la «unidad árabe» se abordará desde el punto de vista de las críticas de la Liga Árabe y de la articulación de las posiciones adoptadas por los Estados árabes en relación con Palestina.
¹ Samir Amin: La nation arabe: nationalisme et luttes de classes, Editions de minuit, París, 1976.
3. ¿Es concebible la idea de un posible acercamiento entre Europa y el mundo árabe? A la luz de lo que hemos sostenido sobre el proyecto euromediterráneo, la respuesta es negativa. Por lo tanto, replanteamos esta cuestión aquí, al mismo tiempo que diversificamos las condiciones de esa alternativa, aun cuando todavía hoy no es totalmente visible.
4. Los movimientos sociales en el mundo árabe no son menos importantes ni diferentes que los encontrados en otras regiones del mundo. Como en otros lugares, están fragmentados, a la defensiva y carecen de un proyecto político que le dé consistencia global y eficiencia en la definición de objetivos políticos. Probablemente, la densa capa que forma el islam político oculta estas realidades. Pero, en realidad, el islam político está muy desvinculado, más que eso es un adversario, de todos los movimientos democráticos y de aquellos con demandas sociales. El ejemplo de la posición adoptada por la Hermandad Musulmana en Egipto, que se opuso a las huelgas de los trabajadores y las demandas de los campesinos, es una demostración de este hecho. La posición del Estado respecto a estos movimientos proviene de una conclusión evidente: el papel clave desempeñado por la cuestión democrática.
5. Las luchas en curso que aquí se analizan, a la luz de los desafíos del siglo xxi, serán enfrentadas, por supuesto, por el actual despliegue del proyecto geopolítico del imperialismo contemporáneo, a saber, el proyecto del sistema de liderazgo de los Estados Unidos (control militar de la región); los métodos del proyecto europeo subordinado, conocido como «euromediterráneo»; y por las acciones emprendidas en este contexto por el Estado de Israel.
Precisamente, los últimos disturbios en varios países árabes, incluyendo los procesos que ocurren en Egipto y Túnez con el derrocamiento de los regímenes de Ben Alí y de Mubarak, confirman las tesis planteadas con anterioridad.
Los acontecimientos de Túnez deben interpretarse como el levantamiento de un movimiento popular muy poderoso, es decir, un levantamiento general. En muchas áreas, incluyendo la capital, alrededor del 80 % de la población del país estuvo en las calles durante cuarenta y cinco días, y continuaron por mucho más tiempo en ellas. Llevaron a cabo sus protestas a pesar de la represión y no se rindieron. Este movimiento tiene dimensiones políticas, sociales y económicas. El régimen de Ben Alí era uno de los más represivos y policiales del mundo. Miles de personas en Túnez fueron asesinadas, detenidas y torturadas, pero sus mejores amigos, las potencias occidentales, nunca permitieron que estos hechos se conocieran. El pueblo tunecino quiere democracia y respeto de los derechos.
Los factores económicos y sociales también influyeron en el levantamiento del pueblo. El país experimenta un rápido ascenso del desempleo, especialmente de los jóvenes, incluidos los profesionales. El nivel de vida de la mayoría de la población está disminuyendo, a pesar del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) elogiado por el Banco Mundial (BM) y los organismos internacionales. La creciente desigualdad lo explica. La influencia del tipo de organización mafiosa constituye también otro importante factor. El sistema era administrado para el casi exclusivo beneficio de la familia de Ben Alí y su organización.
Hay otro aspecto del movimiento que es muy interesante. La influencia islámica no fue eficaz en el levantamiento. Túnez es realmente un país laico. Las personas logran mantener la religión y la política por separado. Esto es muy importante y positivo. Se decía que Ben Alí protegía al país de los fundamentalistas musulmanes. Él utilizó este argumento de manera muy eficaz durante muchos años. En realidad no era Ben Alí, sino el pueblo quien protegía al país de los fundamentalistas.
El hecho de que el ejército no estuviese en contra del pueblo le dio fuerzas a este último en las calles. Fue el gobierno de Ben Alí, y no el ejército, quien dio su apoyo y ayuda financiera a la policía. Esta es la razón por la que policía desempeñó un papel tan importante en la supresión de disturbios en el pasado.
Este movimiento en Túnez no pertenece a un grupo determinado de personas. Es un movimiento popular en general. No hay otros países o grupos detrás de ellos. Es de esencia social. Sin embargo, hay que decir que las potencias occidentales intentarán crear una alternativa islámica y apoyar un movimiento de este tipo a fin de evitar una alternativa realmente democrática. Ellas ya han empezado a hacerlo, al volver a introducir en el país el lenguaje de la «Arabia Saudita», como algunos comentaristas del pueblo de Túnez ya han dicho.
Es muy difícil tratar de adivinar lo que deparará el futuro para el país. Lo cierto es que el establecimiento de un régimen democrático y secular no es sencillo. Suponiendo el mejor escenario —que es un gobierno democrático con el apoyo del pueblo (y de eso no hay en lo absoluto garantías)—, dicho gobierno tendría que enfrentar el reto económico y social: ¿cómo asociar esta democratización de la gestión política con el progreso social? Eso no es fácil. El «éxito» de Túnez durante cierto tiempo se basó en tres fuentes: la deslocalización de algunas industrias ligeras de Europa, el turismo, la emigración masiva a Libia y a Europa. Ahora los tres canales han llegado a su límite y ya comienzan a revertirse. ¿Con qué política macro se podría remplazar esto? No es fácil de imaginar para un país pequeño, vulnerable y con pocos recursos (¡sin petróleo!). La solidaridad y la cooperación Sur-Sur podrían volverse vitales como alternativa. Las potencias occidentales van a hacer todo lo posible para que el régimen democrático no tenga éxito en este sentido, y, por tanto, crearán condiciones favorables para una falsa «alternativa islámica», calificada de «moderada».
Por su parte, el caso de Egipto muestra con claridad que el neoliberalismo nunca ha sido muy convincente ni popular en los suburbios del mundo, porque no ha traído otra cosa que desolación, miseria y empobrecimiento acelerado. Pero parecía que no había otra alternativa, pues el sistema se mostró muy poderoso, no solo económicamente, sino también en términos militares y policíacos, mediante sus regímenes represivos y violentos. Este sistema solo se perpetuó a través del miedo.
El Egipto de Nasser tenía un sistema económico-social ciertamente cuestionable, pero coherente. Nasser optó por la industrialización para superar la especialización internacional colonial, lo que obligó al país a la exportación de algodón. Este sistema fue capaz de garantizar una buena distribución de la renta en favor de las clases medias, pero sin empobrecer a las clases trabajadoras. Esta página de la historia egipcia concluyó como resultado de la agresión militar de 1956 y de 1967. Sadat y Mubarak trabajaron en realidad en favor del desmantelamiento del sistema de producción egipcio, sustituyéndolo por otro totalmente incoherente, basado solo en la búsqueda de rentabilidad. Las tasas de crecimiento de Egipto, supuestamente altas y elogiadas de forma invariable durante treinta años por el BM, carecen por completo de sentido. El crecimiento de Egipto es muy vulnerable, dependiente de los mercados extranjeros y los flujos de capital de los países petroleros del Golfo. Con la crisis en el sistema global, esta vulnerabilidad ha sido expresada con un estancamiento brutal. Ese crecimiento estuvo acompañado por un increíble incremento de la desigualdad y un horrible desempleo que castiga a la mayoría de los jóvenes. Sin duda, una situación explosiva que finalmente estalló. Lo que suceda a partir de ahora, y más allá de los reclamos iniciales a favor del fin del régimen y del establecimiento de las libertades públicas, constituirá una batalla política.
El movimiento de la población egipcia tiene cuatro componentes básicos muy politizados. En primer lugar, los jóvenes urbanos, en particular los titulares de diplomas sin empleo. Ellos dominan las tecnologías modernas, Internet, Twitter, etc., no solo para mantener la comunicación entre ellos, sino también para seguir discusiones políticas y debates. Muchos de estos jóvenes provienen de familias con una tradición comunista. Son sinceros demócratas, que rechazan la dictadura policial y desean un verdadero cambio social en favor de las clases populares. Ellos son anticapitalistas en el sentido de que consideran a este sistema inaceptable, asimismo son nacionalistas en el sentido de que piensan que Egipto no puede ni debe estar sometido a la voluntad de otros en su papel en la región y globalmente, con el fin de servir a los objetivos estratégicos de los Estados Unidos. Este sentimiento nacional es muy fuerte. En todos los discursos en las calles y plazas se afirma esta independencia y la oposición a permitirle a Israel el exterminio de los palestinos. Para ellos, el fin de derrocar el régimen no es solo quitar a Mubarak, sino también alcanzar la independencia nacional y las reformas sociales en beneficio de las masas. Esto ha provocado que los sindicatos, que crecieron en la última década, se incorporen al movimiento revolucionario.
En segundo lugar está la izquierda radical. En particular, los comunistas, que siempre han existido en Egipto. Ellos gozan, en mayor o menor medida, de respeto general y popular. La diferencia, en comparación con hace cincuenta años, es que los jóvenes, aunque, naturalmente, simpaticen con los comunistas, son reacios a afiliarse a partidos organizados.
El tercer componente está representado por los segmentos de la democracia de clase media. Algunos sectores de la clase media que están sufriendo los efectos del sistema. Aunque moderadamente nacionalistas, no le asignan mucha importancia a la política internacional. El Baradei es un representante de esta tendencia. Esta clase media es bastante mixta. Hay muchos elementos de las profesiones liberales: médicos, abogados, ingenieros, las capas superiores de la clase obrera, los funcionarios públicos, pero también muchos son los representantes de las pequeñas y medianas empresas, que sufren la competencia desleal de los monopolios. Y este grupo quiere la democracia.
Por último, el cuarto componente es la Hermandad Musulmana. En un principio boicotearon el movimiento porque pensaban que sería derrotado por la policía, pero, cuando vieron que esto no ocurría, el liderazgo pensó que no podían mantenerse al margen y se incorporaron a dicho movimiento.
La Hermandad Musulmana trata de aparecer como moderador cuando, de hecho, nunca lo ha sido. Este grupo no es un movimiento religioso, sino un movimiento político que utiliza la religión. La Hermandad Musulmana es una organización no democrática. Se trata de una organización militar de arriba hacia abajo y un partido casi fascista, y tiene diferentes sectores en su membresía. Los líderes son multimillonarios, los cuadros representan segmentos retrasados de la pequeña burguesía, sobre todo religiosa. Las masas son los pobres, reclutados a través de actividades sociales financiadas por Arabia Saudita. Desde su fundación en 1920 por los británicos y la monarquía, el movimiento ha desempeñado un papel activo como anticomunista, agente antiprogresista y antidemocrático. Es la razón de ser de la Hermandad Musulmana, y están orgullosos de ella. Ellos afirman abiertamente que si ganan las elecciones, serán las últimas, porque el sistema electoral sería un sistema de importación occidental, en contra de la naturaleza islámica. En este sentido, no han cambiado nada. De hecho, el islam político ha sido siempre apoyado por los Estados Unidos. Bajo esta estrategia, el régimen de Mubarak nunca luchó contra el islam político. Por el contrario: lo que hizo fue integrarlo en su sistema político.
Mubarak confió a la Hermandad Musulmana tres instituciones fundamentales: la educación, la justicia y la televisión. Pero el régimen militar quería conservar para sí mismo la dirección, también reivindicada por la Hermandad Musulmana. Los Estados Unidos han usado este conflicto menor entre la alianza militar e islamista para asegurar la docilidad de los demás. Es esencial que todo el mundo acepte el capitalismo tal como es. La Hermandad Musulmana nunca ha pensado seriamente en cambiar las cosas. Por su parte, durante las grandes huelgas sindicales de 2007-2008, sus parlamentarios votaron con el gobierno contra los huelguistas. Frente a las luchas de los campesinos expulsados de sus tierras por grandes terratenientes rentistas inquilinos, la Hermandad Musulmana tomó partido en contra del movimiento campesino. Para ellos, la propiedad privada, la libre empresa y el beneficio son cosas sagradas.
La estrategia imperialista de los Estados Unidos en Egipto es cambiar todo para no cambiar nada. Se basa en dar todo el poder al ejército para eliminar los aspectos de la dictadura brutal y permitir las elecciones. La Casa Blanca quizás podría establecer una alianza estratégica con la Hermandad Musulmana para aislar a los jóvenes. Mubarak quería llevar este proceso, pero no tuvo éxito.
Egipto es una piedra angular en el plan estratégico de los Estados Unidos para controlar el planeta. Washington no tolerará ningún intento de Egipto por salir de su total sumisión. Este es el principal objetivo de Washington en su «participación» en la organización de una «transición suave». Mubarak fue sacrificado pragmáticamente por los Estados Unidos, pero no renunciará a salvar lo esencial: el sistema militar y policíaco, y podría imaginar su salvación en una alianza con la Hermandad Musulmana.
De hecho, los líderes de los Estados Unidos tienen en mente el modelo de Pakistán, que no es un modelo democrático, sino una combinación de un supuesto poder islámico y una dictadura militar. La Hermandad Musulmana y los militares en Egipto, y las fuerzas políticas moderadas de otras naciones árabes son elementos funcionales de la estrategia de Washington. Ellos aceptan la hegemonía de los Estados Unidos en la región y la paz con Israel en los términos actuales, por lo que permitirán a Tel Aviv continuar con la colonización de lo que queda de Palestina.
Sin embargo, en el caso de Egipto, las fuerzas populares movilizadas están bien conscientes de ello. El pueblo egipcio está muy politizado. La historia de Egipto es la de un país que intenta salir de principios del siglo xix, que ha sido derrotado por sus propios defectos, pero sobre todo por las agresiones externas sufridas en varias ocasiones.
Los cuatro componentes del movimiento egipcio antes mencionados se han puesto de acuerdo para coordinar una conferencia permanente que tiene como objetivo redactar una nueva constitución. Y lo que se espera no es una transición breve, sino, por el contrario, muy larga. Por lo menos uno o dos años, con el fin de permitir que la izquierda y la juventud adquieran los medios para darse a conocer e informar al país de su programa. Celebrar elecciones dentro de unos días no tiene sentido, eso es lo que quieren los estadounidenses: una transición breve.
Los últimos acontecimientos en el mundo árabe son los levantamientos sociales que potencialmente llevarán a la cristalización de las alternativas que podrían llegar a una perspectiva socialista a largo plazo. Sin embargo, cada país tiene condiciones muy diferentes. Túnez tiene un mayor nivel de educación y de vida, pero es un país pequeño y vulnerable en la economía global. Bahrein también es un país pequeño, pero, siendo la mayoría de su población chií y la monarquía suní, siempre han existido tensiones. La demanda popular es solo para la democracia constitucional y la igualdad entre los chiíes y los suníes en el reino. En Yemen, los movimientos en el norte y en el sur son diferentes: el norte es relativamente moderado, mientras que el sur es mucho más radical, pues los sindicatos y el partido comunista son más fuertes. Las condiciones actuales son muy diferentes de un país a otro. Pero esto es un cambio cualitativo. Lo que veremos en los próximos meses y años es el despliegue de movimientos como el egipcio, en muchos lugares, con avances, retrocesos y derrotas, como siempre ocurre en la historia.
Es por eso que el sistema capitalista, el capital de los monopolios dominantes a escala mundial, no puede tolerar el desarrollo de estos movimientos. Ellos movilizarán todos los medios posibles de desestabilización, las presiones económicas y financieras, así como la amenaza militar. Asimismo, apoyarán, de acuerdo con las circunstancias, alternativas tanto fascistas como falsas, o el establecimiento de dictaduras militares.
Samir Amin*
* (Egipto, 1931). Ha coordinado, junto a la Redacción de
Ruth. Cuadernos de Pensamiento Crítico
, el dosier «El mundo árabe: raíces y complejidades de la crisis». Economista, director del Instituto Africano para Desarrollo Económico y la Planificación en las décadas de los setenta y los ochenta. Director del Foro del Tercer Mundo (FTM) y Miembro Presidente del Foro Mundial de Alternativas (FMA). Autor de numerosos libros, entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Obsolescent capitalism (2003), The liberal virus (2004), Beyond US hegemony (2006), A life looking forward, Memoirs of an independent marxist (2006), The world we wish to see: revolutionary objectives for the 21 st. Century (2008), From Capitalism to civilisation, reconstructing the socialist perspective (2010).
Contenido
Trípode
Presentación
Ali El Kenz
Las relaciones euromediterráneas
Ivan Ivekovic
La etnocracia israelí y la bantustanización de Palestina
Michael Warszawski
Israel
Samir Amin
Hacia un frente unido árabe-africano: la alternativa deseable en términos de regionalización
Samir Amin
Conflictos políticos y luchas sociales en los países árabes. Avances revolucionarios a partir de derrotas dramáticas
Zohdi El Chami
La cuestión de la agricultura en Egipto: raíces, ramificaciones y el futuro de la alternativa democrática
Samir Amin
El mundo árabe fosilizado en su impotencia
El Dios de todos los nombres
Samir Amin
Religión, democracia y modernidad
Visiones
Shahida El-Baz
Globalización, mujeres árabes y equidad de género
Glosario de siglas
Cuadernos publicados
Trípode
El mundo árabe:
raíces y complejidades de la crisis
Ali El Kenz* /
Las relaciones euromediterráneas**
* Sociólogo y escritor argelino. Profesor de Sociología en la Universidad de Argel y la Universidad de Nantes (Francia).
** Publicado originalmente bajo el título «Euro-mediterranean relationships», en Samir Amin y Ali El Kenz: Europe and the Arab world: patterns and prospects for the new relationship, Zed Books Limited, Londres, Nueva York, 2005. [Todos los ensayos que aparecen en el presente volumen fueron traducidos del inglés por Oscar Ochoa González].
Amén del interés económico relativamente escaso que la UE tiene en los países del sur del Mediterráneo, estos últimos se encuentran en una posición más estratégica para el futuro de esa institución, al menos en la actual configuración regional y global. Esto se debe a la importancia que los europeos dan a la cuestión de la inmigración, así como al conflicto árabe-israelí. Esta es la posición que los convierte en «socios» obligatorios de los Estados europeos y que, de acuerdo con nuestro criterio, justifica en gran medida la construcción laboriosa del proceso de Barcelona y el interés que la UE está tomando en las naciones sureñas del Mediterráneo.
1. Globalización y regionalización
Introducción
Interpelamos a Eric Hobsbawm cuando nos cuestionamos, a la luz de los acontecimientos más recientes, acerca del destino del mundo. Con su excelente y denso trabajo The Short Twentieth Century,¹ que comienza con la Primera Guerra Mundial y termina con la caída del muro de Berlín en 1989, él ha sido quien mejor ha descrito las turbulentas, además de trágicas, actividades del capitalismo. Pero también recurrimos a Samir Amin quien, como analista de nuestro mundo contemporáneo, critica inexorablemente las ilusiones promovidas por el capitalismo y nos advierte acerca de las últimas ilusiones, las relacionadas con la «globalización» —la nueva era en la que haremos de nuestro planeta una «aldea global»—.
² Estos intelectuales de ninguna forma son «libre pensadores» que actúan dentro de la superestructura cultural, motivados fundamentalmente por el desarrollo de sus ideas. Como Keith Dixon ha mostrado en su corto pero incisivo estudio histórico, los «tanques pensantes» han sido formados y educados en instituciones creadas para estos propósitos por grupos de capitalistas de Occidente. Son apoyados en sus tareas por prestigiosos centros de formación y sus ideas se transmiten por los medios internacionales de comunicación. Todo esto parece ser por completo un sistema coherente de producción y distribución del «futuro glorioso», llamado, bajo la actual etapa del capitalismo, «globalización». Ver: Keith Dixon: Les Évangélistes du marché, Liber. Raison d’Agir, París, 1998. Ver también un excelente número de la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociaux: «Les ruses de la raison impérialiste», Seuil, París, marzo de 1998.
Las personas a menudo se burlan de la ingenuidad de la propaganda socialista cuando esta proclama la «radiante caída» del futuro, pero olvidan que esta creencia en el «progreso», típica de los tiempos modernos, subyace también en el corazón de la aventura capitalista. Asimismo