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El capitalismo complejo: el efecto de comunicación
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Libro electrónico173 páginas2 horas

El capitalismo complejo: el efecto de comunicación

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El capitalismo sobrevenido de las ahora permanentes revoluciones técnicas, sociales y estéticas ha ganado complejidad. Cada nueva crisis que emerge en alguno de sus ámbitos parece anunciar el fin de una época que, en vez de partir, evidencia que el orden de las cosas posee una densidad tal que las incidencias de los actores sociales no logran perma
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
El capitalismo complejo: el efecto de comunicación
Autor

Jesús Becerra Villegas

Jesús Becerra Villegas Doctor en ciencias de la educación por la Universidad Iberoamericana, Noroeste. Obtuvo los grados de maestro en metodología de la ciencia por la Universidad Autónoma de Nuevo León y licenciado en ciencias de la comunicación por la Universidad Regiomontana. Actualmente se desempeña como profesor investigador en la Unidad Académica de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Zacatecas, México. Se encuentra adscrito a la línea de investigación Estado, regímenes políticos y conflictos sociales. Actualmente trabaja temas de complejidad en ciencias sociales y comunicación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt.

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    El capitalismo complejo - Jesús Becerra Villegas

    PRESENTACIÓN

    Uno de los rasgos que definen la complejidad de los tiempos que corren es la insuficiencia monodisciplinaria. Lo que antes alcanzaba para dar cuenta aceptable de la naturaleza de los objetos estudiados ha debido complejizarse también. Esto es particularmente cierto cuando se estudian propiedades que, por caer en dominios intermedios, no pertenecen de lleno a una disciplina. A medida que el objeto se legitima como pertinente, comparecen diversos esfuerzos a manera de inversiones traslapadas y no siempre armónicas, que cada tradición articula sobre sí misma. Eventualmente, se establece un espacio de confluencias o el camino se allana lo suficiente para conformar una ciencia que lleva en su nombre el del objeto emergente.

    Proponemos que lo anterior debe ser el caso de la relación compleja entre capitalismo y comunicación. A tal propósito declaramos un espacio largamente recorrido, mas —siéndolo con el predominio de una misma dirección— requiere el levantamiento de una contracartografía. La tradición comunicacional ha vuelto natural que un análisis, que tenga por doble objeto el arriba referido, decida atender las formas como el capitalismo define y aún subordina a la comunicación. Con esa perspectiva ha alcanzado para construir suficientes líneas de investigación que alimentan el campo de la disciplina. Después de todo, existen suficientes líneas de fuerza que avalan tomar el capitalismo como punto de articulación, en tanto desde él se definen prácticas importantes de comunicación. La Economía Política de la Comunicación recorre la vertiente atraída por el peso específico de la configuración sociotécnica capitalista. La presente obra procede aguas arriba para describir, sin negar otras relaciones, vectores contrarios básicos en los cuales el uno es efecto de la otra. A ello alude el subtítulo del libro.

    Antes, esta obra trata del capitalismo: uno que pudimos haber reflejado en el título como capitalismo efectuado. Asumimos como objeto de trabajo no un modo de producción, sino un modo de relación social circunstanciada en muchos niveles, que incluye lo económico, lo político y lo simbólico, por lo menos. No se trata, a pesar de su designación, de una obra de economía o de comunicación. Frente a lecturas que denominan nuestra época con diversas terminologías, el conjunto de textos que componen el presente documento, asume el capitalismo como una construcción y, por tanto, como un estado de cosas que se encuentra dominado por la lógica del capital. Lo que pone en circulación el capital así entendido es el poder. El juego a ejercerlo es a lo que esta obra llama capitalismo. Dada la menudencia de los desniveles que presenta lo cotidiano, no es que todas las formas de poder sean formas del capital, sino que las formas sociales donde existe en disputa un poder con mayor convertibilidad, incluso con la capacidad de definir cuánto y qué específicamente se pone en juego, son por origen y por resultado formas del capital. Existe, pues, un efecto de capital que moviliza las distintas fuerzas históricamente producidas y que en cada época las hace converger en países, sectores, instituciones, grupos e individuos como si fuesen desagregados que buscan un centro siempre en disputa. Quede claro que el empréstito léxico capital, del orden de la economía, o si se quiere de la economía política, supone el tributo de una centralidad importante a los procesos de producción e intercambio que allá se atienden. Asumir el capital como aquí se hace, lejos de pretender sepultar en alguna medida la dimensión desde la cual es mejor reconocida, la coloca como punto de articulación histórico espacial.

    Elegir por título de una obra propia El capitalismo complejo supone la decisión de incurrir en un pleonasmo si todo capitalismo es complejo. O bien obliga a proponer que alguno no lo es y que la obra se desentiende de él. He ahí un par de opciones iniciales y, sin embargo, el título no quiere ir por alguna de ellas, sino ocupar una posición intermedia. El libro, ante todo, renuncia a ser explicativo y se ofrece como una descripción orgánica, hasta donde resulta posible, del capitalismo como arreglo social que va ganando en complejidad. Ello supone observar la emergencia de propiedades que derivan del proceso de complejización y, en alguna medida, atender rasgos visibles de ese proceso. El reto consiste en dar forma a un conjunto de ideas más cercanas al paradigma de observaciones de la complejidad presente, de modo especial donde más han sido desarrolladas, esto es en la matemática, la física y la biología. A fin de dar cumplimiento al objetivo, existen dos opciones: partir de la lectura de ciertas propiedades que el capitalismo exhibe como formas propias de los tiempos que corren y llevarlas al paradigma de la complejidad o, en contraparte, retomar de éste —como tal— algunos problemas modelo para pensar desde ellos el capitalismo presente. La segunda alternativa parece aludir al método TRIZ, empleado en la resolución de problemas mediante la identificación para cada caso del problema tipo y la solución tipo. Siendo el libro que aquí comienza meramente descriptivo, no pretende siquiera insinuar que los conflictos sociales en el capitalismo tienen como contraparte observables matemáticos, físicos o biológicos. Aun así, existen diversas condiciones comunes tanto en los órdenes aquellos como en el social, particularmente, en el regido por el modo capitalista. Adelantemos a manera de enumeración inicial la estructura, la crisis y la emergencia.

    El adoptar la actitud de la complejidad frente a la de reducción supone, por otro lado, hacer los arreglos necesarios en el pensamiento para postular la conservación o protectorado de ciertas propiedades incluso al ascender de un orden a otro. También el pensamiento complejo opera ya dentro del plano social para reconocer que instituciones, mercado y Estado son entes cruzados por propiedades que les son comunes por provenir de la misma clase de abstracción, al tiempo que devienen específicos no solo por su origen, sino por las innumerables condiciones en que se hacen presentes.

    Ideas centrales que se desarrollan aquí es que no existen —como tales— instituciones, sino estados de instituciones y, otro tanto, estados del mercado y estados del Estado. Ellos, como el capitalismo, son modos cada vez más densos e inestables para la ocurrencia social. Así las cosas, la reducción está consolidada en la terminología con la que se construyen gnoseológicamente los objetos sociales en un par de formas: pierde de vista su carácter condicional a las relaciones y al tiempo, y de su denominación suele hacer objeto y categoría, esto es, entidad para pensar otras entidades. La recuperación desde la complejidad supone para el caso atender cuanto hay de ordenado en una entidad y llamar a eso sistema, junto a lo que el sistema tiene de despliegue para llamarlo proceso, y recuperar ambos con la noción de estructura como sistema en devenir y como proceso ordenado. He aquí la génesis de nuestro término efecto: resultante de una forma de articulación. En virtud de esta disposición, limitamos el uso de los términos sistema y estructura a las ocurrencias en las que casi se trata de nombres propios y, en su lugar, empleamos los términos arreglo social y configuración social. Bajo la misma consideración de los sistemas en devenir y los procesos ordenados, reconocemos aquellos productos o efectos del arreglo como estados de cosas: estado de las luchas (subsunción y apropiación destacadamente), de la cultura, del mercado, del Estado y, en última instancia, del capitalismo y todo lo que de ello deriva. Una última consecuencia de la validez de la estructura, como proceso sistémico y como sistema procesual, es la circularidad de las relaciones y la flotabilidad de los puntos de articulación (Becerra, 1993, p. 107), que habilitan propuestas como cultura de mercado, mercado de la cultura y mercado de los mercados.

    PANORÁMICA DE EL CAPITALISMO COMPLEJO:

    EL EFECTO DE COMUNICACIÓN

    Llamamos categoría al dispositivo de pensamiento que articula propiedades del objeto de modo tal que lo vuelve inteligible. Se trata de propiedades intrínsecas y relacionales, resultantes de interacciones cruzadas a lo largo del tiempo. Elevar un objeto o un concepto al estatuto de categoría tiene como propósito observar desde ésta otros objetos y conceptos. Así, la categoría comunicación permite atender los procesos, formas y estructuras comunicacionales, y también tratar como efectos de comunicación aquellos procesos, formas y estructuras que inicialmente no tienen como función el comunicar pero que, siendo leídos desde la categoría comunicación, revelan un sentido que sólo entonces es posible captar. Es por esto que la constitución de una disciplina requiere hacer de su objeto una categoría para pensar (Becerra, 2009), lo que no consiste en el mero acto de redesignación, sino en el esclarecimiento de las propiedades intrínsecas y relacionales antes referidas, para atreverse a leer los procesos propios y conexos como efectos de aquello que ha sido elevado al estatus de categoría. En el caso de los procesos de comunicación, las aportaciones hechas desde diversas ciencias han conducido a un cierto desarrollo de la disciplina, si bien con la designación en plural como Ciencias de la Comunicación, que no alude a una condición integral o de maduración multiacadémica. Por el contrario, el término referido exhibe un estado predisciplinario en el que apenas existe un campo de estudios sin disciplina propia aunque con diversas fuentes para su constitución (Galindo, 2011). El que lo sean obedece a que históricamente sus objetos se han entrecruzado con propiedades que también lo son de la comunicación como objeto. Así que la institución de la categoría comunicación beneficia no solo los estudios propios, sino que correspondientemente retribuye a las ciencias que inicialmente han jugado el papel de alimentadoras. Es esta nueva condición y no otra la evidencia de que la disciplina ha iniciado su proceso de maduración.

    Añadimos que existen categorías transcampales por su carácter más abstracto, útiles para postular y pensar también lo concreto. Un par de ellas, que requiere el análisis que aquí se introduce, está integrado por categorías que llamamos lo lógico y lo histórico. Se trata de dos órdenes opuestos e inseparables que dan cuenta de un énfasis o modo de articulación del pensamiento para efectos de lectura de lo social. Cada proceso y cada configuración se inscriben en un modo lógico que se ha construido históricamente y contra el cual no pueden ir, por lo que la historia de ellos es al tiempo una historia del curso seguido por distintos estados de las lógicas hasta devenir en la correspondiente al tiempo analizado. Esto es, en los espacios sociales, la lógica tiene una historia tanto como la historia tiene una lógica. Se trata de una dialéctica bidimensional en la que se inscriben los procesos y configuraciones de cada formación social. Denominamos las dimensiones como lo lógico y lo histórico: orden y devenir, respectivamente. Así, la categoría marxista modo de producción social, que se discute en el capítulo 1, se recorta frente a las anteriores y exhibe su carácter de orden devenido. Es esto lo que resuelve una aparente contradicción: la categoría lógica es base para la periodización, ya que la diferencia en modos instaura temporalidades y sucesiones, oposiciones y rupturas sobre una base comparable. No obstante su peso en la definición de lo histórico, un modo de producción es, pues, un dispositivo de lo lógico en tanto forma general que faculta los procesos concretos y los hilvana en un sentido. Dichos procesos son identificados por Marx (1986) en la dimensión que recoge la categoría formación social, que alude a las configuraciones específicas temporales y espaciales, donde ocurren los hechos de una sociedad dada.

    Ahora bien, el planteamiento de un modo de comunicación capitalista requiere partir de la caracterización del modo de producción capitalista como un arreglo lógico, históricamente situado en torno a un principio de acción social que es la voluntad de apropiación, como continúa el capítulo 1. El marxismo ha propuesto, como mecanismo base del desenvolvimiento del modo capitalista, la acumulación del capital. La apropiación funciona por encima de aquella y la subsume, al ser una lógica más general que abarca no solamente más modos históricos, sino que en cada uno de ellos opera como la propiedad protegida del sistema. En el pensamiento de la complejidad,

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