Del corazón, la boca
Por Karla Marholz
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Del corazón, la boca - Karla Marholz
Del corazón,
la boca
Autora: Karla Marholz L.
Editorial Forja
General Bari 234,
Providencia, Santiago-Chile.
Fonos: +56224153230, 24153208.
www.editorialforja.cl
info@editorialforja.cl
www.elatico.cl
Diseño y diagramación: Sergio Cruz
Ilustración de portada: Cuadro Bésame
de Bororo
Edición electrónica: Sergio Cruz
Primera edición: junio, 2016.
Prohibida su reproducción total o parcial.
Derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
Registro de Propiedad Intelectual: N° 263378
ISBN: Nº 978-956-338-239-6
Dedico esto —lo que soy— a mis hijos Luciano y Nahuel,
por instalarse en mi vida y transformarse
en el más bello motivo para respirar
(o para no dejar de hacerlo).
A mi padre, por apoyar y soportar esta existencia siempre.
A mi madre, por todas las noches en vela, por creer en que en mis delirios había verdad.
A Tomicic, a mi prima Maca, a Pula, Pau Leiva y Durruty, a Gaby, a Boro, a Pato, a Maquita Minguell.
A todos los que han estado cerca siempre
y también a otros que han partido.
A Pablo D, a mi madrina Amparo y a mi padrino Jorge, solo por quererme.
Y a Domingo, el Chuma, el Cole, por ser de los primeros
que me hizo sentir que mi poesía era algo más que mi vómito,
por hacerme sentir que valía la pena.
A todos agradezco permitirme esta publicación
y creer en el eco de esta palabra.
La espera se acumula y la muerte aguarda desde todos los rincones
Comenzar con una despedida, una de esas lentas despedidas que caen poco a poco dentro de la boca para corromper el silencio por tanto tiempo dormido.
No decir nada, que bastara la distancia para explicarlo todo, pues cuando no hay suficientes razones, cuando solo hay terror acumulado, cuando sobran los silencios (porque de eso ha estado hecho el día), palabras desnudando palabras son mi único escape.
Pensé escribir paso a paso, permitiendo que la espera también se hiciera presente, llenando las líneas de un no decir inundado de preguntas. Sin embargo, todo ha resultado reventar ante mi rostro y comienzo huyendo de la partida. Son tantas las causas, que se traducen en visiones innombrables, en pensamientos que no caben en una sola cabeza, menos aún cuando esta se turba ante la más mínima realidad desmentida.
No suena razonable, ni siquiera se entiende; las letras y las palabras no son suficientes. No espero comprensión ni compañía.
Los ojos ven siempre antes de que amanezca, casi tanto como cuando amenaza el crepúsculo, casi tanto como la incomprensión que tiñe mi cuerpo y luego se aleja.
Dentro de poco todo será pasado. Mi presente me acusa de irreverencia, pero en esta soledad que me gobierna nada alcanza, nada sobra, todo teme, todo duele. Es tanto menos cuando hay lejanía.
La espera se acumula como esas ganas de orinar que terminan con cualquier acto, que no permiten otro pensamiento, que descubren su fin en algún lecho placentero. La espera se acumula y la muerte aguarda desde todos los rincones.
¿Por qué el homicidio no ha sido nombrado derecho de todos? Ni siquiera hay necesidad de clausurar otro cuerpo, solo sería necesario matar la extrañeza que mirarnos nos provoca.
¿Es acaso un anhelo de desconocimiento lo que se anuncia cada mañana o cuando apenas termina el día, la jornada risible, la aclamada inconstancia absoluta? ¿Es acaso un castigo el que cuelga tristemente de mis noches?
Nada ha sido suficiente, ni siquiera los pocos años que se acumulan en mi espalda ni la muerte que cierra con nocturno placer mis párpados y mis sonrisas.