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Una catástrofe sin precedente va a destruir a la Tierra
Ningún gobierno puede detener lo que se desatará en horas. Los líderes mundiales no comprenden a que se enfrentan. Corren contra el tiempo y ante lo inevitable se refugian para salvar a unos cuantos. Una científica norteamericana sabe la causa, pero la mantiene oculta.
Sin embargo, se ve forzada a revelar el secreto a dos asesores cercanos del presidente. Al enterarse deberán decidir si continuar con el plan de supervivencia o actuar por su cuenta. La desesperación invade a la humanidad ante los inexplicables acontecimientos que podrán fin a la civilización. La cuenta regresiva alcanza la hora cero. Ha llegado el momento más oscuro, el instante que más hemos temido. 
¿Estás listo mental y espiritualmente para encontrarte con tu destino?
Esta es una aventura donde se desata una lucha entre dos fuerzas. Una busca la destrucción y la otra perpetuar la especie.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 oct 2019
ISBN9788418090950
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    Revelación - Francisco Galdámez

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Francisco Antonio Galdámez Rodríguez

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    ISBN: 978-84-18090-95-0

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    Revelación

    La presente obra es un libro de ciencia ficción que es producto de la imaginación del autor y se refleja en cada elemento como ser, pero no limitado a: los personajes, las entidades, las organizaciones, los eventos o las situaciones.

    Francisco Galdámez R.

    Capítulo 1

    Una señal en el espacio

    De forma inexplicable, las comunicaciones en la Tierra han sido controladas por un sistema tecnológico desconocido y ha transmitido un mensaje sin precedente de varios segundos dejando alarmadas a millones de personas. Las naciones más poderosas han perdido el acceso a todos sus sistemas incluyendo las redes de satélites. El armamento nuclear ahora está en poder de una entidad enigmática. En el momento que finaliza la transmisión, las personas salen a contemplar el firmamento y ven algo inexplicable en el espacio. Ningún gobierno comprende su procedencia. Alrededor del mundo, se observan destellos similares a las auroras boreales. Los seres humanos comienzan a experimentar una sensación misteriosa en sus mentes y cuerpos. El día ha llegado.

    72 horas antes

    Capítulo 2

    Una llamada inesperada

    Virginia, ee. uu.

    03:13 a.m.

    El celular que está sobre la mesa, junto a la cama, comienza a vibrar y despierta a una mujer de un profundo sueño. Ella estira su brazo y palpa varias veces con su mano para alcanzarlo. Contesta la llamada, pero antes de mencionar una palabra, del otro lado se escucha una voz varonil.

    —Danielle, necesito hablar contigo.

    —¿Mike? ¿Qué sucede? —contesta vagamente, viendo el reloj que indica que son las tres de la mañana.

    —¡Es urgente, necesito que vengas al laboratorio, aquí te explicaré!

    Ella comprende que se trata de un asunto delicado y se sienta en la cama.

    —Dame unos minutos, llegaré lo antes posible.

    —Envié por ti.

    Ella finaliza la conversación. Danielle, una mujer soltera de treinta y cinco años, enciende las luces de su apartamento y se viste rápidamente. Toma unos pantalones de mezclilla que se ajustan a un cuerpo esbelto que es el resultado de un excelente régimen alimenticio y mucho ejercicio. Es graduada con honores en ingeniería y con un doctorado en astronomía y astrofísica. Remoja su rostro y se seca con una toalla que tiene un leve olor a rosas. Se ve durante unos segundos en el espejo. Sus ojos color miel, piel caucásica que contrasta con su larga cabellera negra, de un metro setenta y dos, y con unas hermosas facciones, no requiere maquillaje y menos en esta circunstancia. Su celular vuelve a vibrar y le comunican que la esperan en la planta baja del edificio. Se coloca una bufanda y un abrigo oscuro que le llega hasta la rodilla. Ella baja y se aproxima al vehículo donde la espera un agente que viste de traje que le abre la puerta trasera de una camioneta que tiene los cristales polarizados.

    —Buen día, doctora Lee —le saluda el conductor.

    —Buen día, Alfred.

    Se acomoda en el interior del vehículo. A medida que transitan por las calles, ella observa los árboles iluminados por lámparas que emiten una luz cálida. Imagina a esas familias descansando en la comodidad de sus hogares y a los niños soñando con un espléndido día de oportunidades. Todo es paz y serenidad. Los minutos transcurren. Se aproximan a un complejo de edificios adornados por jardines, los cuales fueron diseñados por un renombrado arquitecto paisajista. Llegan al acceso principal del laboratorio al que ella se dirige. Se identifican y continúan avanzando hasta el sótano. Ella se baja del vehículo y camina hasta la entrada donde hay dos oficiales en un puesto de seguridad que verifica su identidad en un lector biométrico. Este emite un leve sonido activando una señal color verde indicando que el reconocimiento es positivo. Seguidamente, sus pertenencias son revisadas.

    —Buen día, doctora Lee —comenta uno de los oficiales que custodia el acceso—, ¿trabajando temprano el día de hoy?

    —Buen día, Stuart. No pude conciliar el sueño así que decidí aprovechar el día.

    —Todo en orden doctora, puede pasar.

    Ella camina por los pasillos hasta llegar al ascensor. Coloca su mano sobre el dispositivo de acceso y presiona el botón para llegar al nivel indicado. Al salir, se dirige a una compuerta metálica e ingresa al sitio que está ordenado de forma impecable. Las paredes son de color blanco y combinan con un piso resplandeciente. Este laboratorio en particular fue acondicionado de manera diferente al estándar de otras edificaciones del Gobierno. Los equipos de comunicaciones, computadores y sistemas tienen configuraciones especiales desarrolladas por el equipo de trabajo de la doctora. Lograr estos cambios no hubiese sido posible si ella no contara con una fuerte capacidad de persuasión y liderazgo. Ella es del tipo de persona que en una situación problemática es capaz de ver los elementos que se necesitan para obtener una o varias soluciones. Sus competencias lógicas y analíticas son excepcionales. Cuando se formuló el proyecto que actualmente ella dirige, el reclutamiento y selección de personal fue un proceso exhaustivo. La doctora fue evaluada como la mejor candidata para desempeñar el puesto.

    Ella ingresa al laboratorio principal y camina hasta la sala donde se encuentra Mike que es una persona que lee libros de una manera impresionante. Ellos han establecido lazos de amistad, respeto y confianza. La doctora lo considera una mente brillante, con una enorme capacidad para sistemas abstractos y complejos. De un metro ochenta de estatura y de facciones agradables, viste de manera conservadora y sencilla. Él se ha transformado en el brazo derecho de la doctora.

    —Buen día, Mike —pregunta la doctora viéndole directamente—, ¿qué sucede?

    —Danielle, observa…

    Mike está muy concentrado que no le regresa la mirada y señala un grupo de pantallas que despliegan imágenes de un sistema de satélites ultra avanzado de defensa nacional. Algunas pantallas proyectan las mediciones que emiten lecturas y resultados de fórmulas complejas. Otras brindan hermosas vistas en las que se observa desde el espacio la circunferencia de la Tierra. Los tableros frente a ellos revelan un avance tecnológico que no existe en otras unidades del Gobierno. Algunos de estos aparatos fueron fabricados exclusivamente por contratistas bajo las especificaciones del equipo de trabajo de la doctora. Es impresionante, el nivel de automatización de este sistema que ejecuta operaciones clasificadas. Sus colaboradores forman parte de un grupo de élite de científicos norteamericanos que trabajan en un proyecto de ruptura tecnológica espacial. El Pentágono evaluó los resultados preliminares y han tomado la decisión de integrar está tecnología en las comunicaciones militares. En la actualidad, este equipo de trabajo es parte fundamental de una compleja estrategia de Seguridad Nacional. El líder principal del proyecto es el doctor Tyler Kendall.

    —Danielle, hace unas horas recibí una alarma. Realicé un rastreo y repentinamente accedí a una cantidad inusual de datos de un fenómeno inexplicable en el espacio. Sin embargo, el sistema se desactivó.

    —Esto nunca había sucedido —comenta la doctora.

    —Así es y no sé qué hacer.

    Ella analiza minuciosamente los datos y comprende lo delicado de la situación. Sin embargo, el rostro de Danielle no denota preocupación alguna y pregunta.

    —¿Estás seguro de que no se trata de un error?

    —Lo estoy. He revisado los sistemas antes de la falla y las lecturas indican que algo enorme está fuera de la atmósfera, pero no se puede ver.

    Mike la ve directamente y se desconcierta por su actitud tranquila.

    —Danielle, los análisis indican que se ha detectado algo gigantesco que está a unos cuatrocientos kilómetros sobre la superficie.

    —¿Sabes si las otras plataformas de inteligencia han detectado ese fenómeno? —pregunta la doctora.

    —Nadie ha informado nada. Tú sabes que sus sistemas no tienen la capacidad de detectar estas anormalidades. Te mostraré algo. Estos son los datos y las gráficas antes de que se detuviera la transmisión.

    La doctora analiza la información y confirma la gigantesca manifestación de energía. Todo indica que son testigos de un evento inédito y alarmante a la vez. Ni la nasa, ni otras agencias internacionales espaciales han detectado el fenómeno, al menos no en las últimas veinticuatro horas. Mike comprende lo delicado de la situación. Si ellos reportan el incidente en este instante deberán justificar cómo lo detectaron. Esto levantaría sospechas ya que han utilizado dispositivos tecnológicos que ellos han fabricado y que desconocen de su existencia el resto de las agencias de seguridad nacional. Eso, demandaría una explicación inmediata por no haber informado sobre esas capacidades tecnológicas que no están siendo utilizadas por el resto de las agencias de inteligencia del gobierno. Claramente, se trata de una violación a los términos de la seguridad de esta nación.

    —¿Llamamos al doctor Kendall? —comenta Mike en un tono de voz bajo.

    —No en este momento —le responde ella, de una manera fría, mientras finaliza algunas revisiones de comprobación. Mike se sorprende con la respuesta ya que si el doctor Kendall se entera que le han ocultado información, tendrán serios problemas.

    —¿Estás segura? ¿Cómo justificaremos estas lecturas? —expresa Mike al mantenerse pensativo durante unos segundos.

    —Esperaremos unas horas más y luego decidiremos qué hacer —le responde Danielle.

    Ella se pone de pie, da un par de pasos y medita sobre lo que acontece. Mike la observa desde su asiento y con mucha cautela le pregunta:

    —Necesito saber más sobre este otro sistema que está instalado. Creo que es hora de que me expliques de qué se trata.

    Ella se detiene y dirige la mirada a su asistente.

    —Debes confiar en mí y prometo que todo saldrá bien.

    Un silencio de varios segundos indica que él no está satisfecho con la respuesta.

    —Estamos hablando de la Agencia de Seguridad. Hemos ocultado que el laboratorio se conecta con otro sistema avanzado que ni yo sé dónde se encuentra. Solo tú sabes de su existencia. Eso es delicado.

    —Lo sé, pero no te preocupes, yo sé cómo manejar la situación —le responde la doctora con autoridad.

    —De cualquier manera, también tendré responsabilidad —menciona Mike.

    Ella le escucha, pero no comenta al respecto. La doctora ha conectado, sin autorización, los sistemas de defensa militares oficiales a otra plataforma paralela. Nadie, a excepción de ella, sabe dónde se localiza este poderoso sistema. Esta desconocida tecnología es lo que realmente les ha revelado la existencia de esta enigmática energía en el espacio. Ninguna otra plataforma, por avanzada que sea, ha logrado hasta el momento revelar nada. Ella comprende que improvisar o reaccionar de manera impulsiva es peligroso en estas circunstancias. La preocupación de Mike es válida debido a que el Pentágono vigila constantemente los sistemas. Ellos podrían ser acusados de ocultar información sensible y de espionaje. «Keon» es el nombre con el que la doctora llama a esa inteligencia, la cual se ha infiltrado en casi todas las redes de datos en las últimas cuarenta y ocho horas. Ese sistema oculto opera de forma paralela y está tomando sutilmente el control de la red de defensa de la nación. Realiza funciones complejas, con algoritmos poderosos que han sido estructurados de tal forma que ha penetrado las plataformas tecnológicas de seguridad sin ser descubierta hasta el momento comportándose como una entidad distribuida. Solamente la doctora tiene conocimiento de su origen y sobrepasa los niveles actuales imaginados de la inteligencia artificial. Mike lo sabe con claridad. Su curiosidad le ha llevado a experimentar estas capacidades y está fascinado de su poder. Él comprende que, aunque la tecnología actual de defensa de la nación es avanzada, no hay protección y comparación con esa entidad cibernética desconocida. El científico es consciente de que la diferencia entre ambos sistemas no es medible en años, es mucho más que décadas. Mike comenta que, de forma inexplicable hace algunas horas ese sistema se desconectó del laboratorio.

    —Lo sé y tengo algo que mostrarte —comenta la doctora.

    Ella despliega una serie de diagramas, fórmulas y panorámicas del espacio. Las imágenes tridimensionales son extraordinarias y se mezclan con datos complejos que han sido proporcionados por Keon. Para la doctora, las lecturas provienen de una anormalidad y Mike no puede interpretarlos indicando que se trata de un evento único en la época actual.

    —Sé que hay algo en la atmósfera —comenta Mike—, pero no logro descifrar de qué se trata.

    —Las lecturas están correctas —responde ella, en un tono moderado.

    La doctora realiza un nuevo análisis. Todo indica que el evento coincide con el instante cuando un satélite fue expulsado de su órbita con el momento en que se perdió la comunicación con Keon. Repentinamente, los sistemas revelan que una energía desconocida está girando alrededor del planeta en una trayectoria bien definida. Mike le ayuda a afinar la variación de los datos registrados y comenta.

    —Keon detectó niveles elevados de energía en esta sección específica del espacio. Ajustaré las variables de las lecturas y mediré los efectos gravitacionales que se producen. Esto me tomará unos segundos.

    Mike realiza los cambios y repentinamente aparece lo que busca. Él se asombra por lo que contempla y el mutismo se apodera del doctor. En el video se ve una gigantesca distribución de energía en forma de anillo que rodea a la Tierra. Las lecturas indican que es inmensa y aún no se puede ver a simple vista. Keon está alertando de un evento grave para la humanidad.

    —¿Qué es eso? —pregunta Mike asombrado—. ¿De dónde proviene?

    —Mike, es una zona de energía que está rodeando a la Tierra y siempre ha estado allí —responde la doctora, como si ella supiera que eso sucedería—. Verifica su órbita.

    Mike hace ciertos cálculos y al cabo de unos segundos comenta.

    —Estos son los resultados.

    —¿Ves algo peculiar en la trayectoria? —pregunta la doctora con cierta suspicacia.

    —¡Sí! Ahora lo puedo ver. La zona de energía aparece sobre ciertos lugares donde fueron abandonadas algunas ciudades hace miles de años.

    —Así es.

    Mike señala a una de las pantallas. La órbita de la zona de energía está sobre Nazca, en Ollantaytambo un sitio arqueológico, continúa por Mohenjo-Daro que fue una ciudad de la antigua cultura del valle del Indo en Pakistán. También cubre las pirámides de Egipto y aparece sobre otros lugares en una línea recta imaginaria.

    —¿Cuántas veces ha girado alrededor del planeta esa zona de energía? —consulta la doctora.

    —Cerca de una docena de veces y mantiene su trayectoria.

    —¿Puedes definir el desplazamiento exacto?

    —Sí, dame unos segundos.

    Hace el cálculo y se forma un anillo que corresponde a una alineación exacta de monumentos ancestrales. Los minutos transcurren y conversan de algunos detalles del evento que deben mantener de forma confidencial. Ambos están de acuerdo en las acciones a realizar y la doctora abandona las instalaciones del laboratorio. Una camioneta la espera para conducirla a su apartamento. El evento se ha reportado a las agencias de seguridad como una prueba rutinaria, nada fuera de lo normal. Al llegar a su apartamento, coloca el seguro a la puerta. Se aproxima a la ventana y da un vistazo hacia la calle. Se dirige hacia la sala y se sienta cómodamente. Ella toma entre sus dedos una perla que pende de un collar de oro que siempre porta. Pronuncia unas palabras desconocidas y cierra sus ojos para entrar en un estado de conciencia desconocido.

    Capítulo 3

    En algún lugar sobre el océano Pacífico

    11:18 p.m.

    El ruido en el interior del helicóptero militar mezclado con una fuerte tormenta sobre el océano Pacífico hacen que la aeronave se vea azotada por la terrible tempestad que inició hace horas. La vibración es fuerte y a medida que avanzan, los destellos de los relámpagos que se reflejan en las aguas dejan claro la turbulencia y la furia de las condiciones climáticas. Es un hecho que, si alguna embarcación pequeña estuviera navegando en ese lugar, naufragaría en cuestión de segundos, y no quedaría rastro alguno de su existencia. Solamente flotas de tamaños considerables y operados con mucha destreza podrían sortear esta situación. Los instrumentos indican que la temperatura en el exterior es baja. No son las condiciones ideales para realizar un paseo, pero el riesgo lo justifica ya que es necesario transportar a dos importantes pasajeros. El entrenamiento recibido por los pilotos durante años hace que sus reacciones sean automáticas. Ellos actúan con precisión al interpretar los instrumentos de navegación para alcanzar el destino final. La cabina está iluminada por el resplandor de las luces de los controles. Aunque el capitán está concentrado en el tablero, cuando un relámpago manifiesta sus efectos, él levanta su mirada para ver a través de los cristales un horizonte tenebroso. En esas amenazantes circunstancias lo que les mantiene con vida es confiar en que la nave se encuentre en las mejores condiciones de operación y que la destreza de los pilotos les permita alcanzar el objetivo. Antes de partir de la base norteamericana en tierra firme, se les entregó el plan de vuelo que revelaba el rumbo y la distancia a cubrir. Se les informó sobre la delicada situación atmosférica que mostraban las imágenes de los satélites de un fenómeno meteorológico. En el acto, los pilotos se percataron de que, por la distancia a cubrir y la capacidad máxima de los tanques, no sería posible bordear la tormenta y la única forma de llegar al objetivo sería atravesándola. Debido a esas condiciones, los motores consumen más combustible de lo usual para compensar la turbulencia. El destino final es un portaaviones en medio del océano. Han transcurrido varias horas desde que partieron y la tormenta no ha disminuido. Una alarma indica que el nivel del combustible es bajo. Se tomó la decisión de realizar el vuelo por la urgencia del caso. Como parte de la tripulación, los acompañan dos pilotos de reserva, listos para actuar ante cualquier eventualidad. Frente a ellos, se transportan dos asesores del presidente de la nación más poderosa del planeta. Los tripulantes están equipados con sus trajes y cascos respectivos los cuales tienen un sistema de intercomunicación integrado. Por instantes, las sacudidas son tan violentas que los cinturones de seguridad incomodan a los ocupantes al mantenerlos sujetos a sus asientos. Minutos más tarde, uno de los pasajeros pregunta.

    —Capitán, ¿cuánto falta para llegar al objetivo?

    —Estimo que un cuarto de hora señor.

    —Gracias.

    —A la orden, señor —le responde el piloto.

    Transcurre el tiempo y el radar despliega en la pantalla al portaaviones en dirección al punto de encuentro. Los pilotos se identifican de acuerdo con el protocolo e inician la aproximación siguiendo las instrucciones para el descenso. Si la aeronave golpea fuertemente la superficie podrían provocar un accidente que seguramente tendría consecuencias trágicas. Un destello intermitente permite ver las luces de aproximación sobre la pista. Las condiciones atmosféricas exceden los límites de las normas de seguridad autorizadas para un acercamiento que expone a los tripulantes y al resto del personal sobre la embarcación. Difícilmente se habría tomado la decisión de transportar a tan importantes pasajeros en una situación tan arriesgada, pero esta misión no se puede posponer. En silencio, uno de los pilotos se pregunta: «¿Qué estará sucediendo que amerita exponerse en esta peligrosa situación?». Él no lo sabe, pero se trata de una operación secreta para capturar a un objeto no identificado en medio del océano. Los pilotos informan a los tripulantes para que se preparen, ya que en unos instantes estarán descendiendo sobre el objetivo. La tensión en la cabina aumenta. A medida que la aeronave se aproxima, los pilotos observan al personal en la pista realizando las señales respectivas. Las interminables gotas de agua golpean los cristales de la aeronave. La lluvia, el viento y los relámpagos dejan en evidencia una caótica situación. El helicóptero se acerca lentamente. Se percibe la preocupación al escuchar las conversaciones a través de los sistemas de intercomunicación. Los oficiales indican la posición exacta donde debe posarse la aeronave. Una de las ruedas, impacta fuertemente sobre la pista y con mucha pericia la hace descender. Ha sido una maniobra obligada que sacude a los pasajeros, pero que era de esperar en estas circunstancias. En la cabina, los pilotos observan a los oficiales en el exterior sujetando las lámparas especiales que emiten señales luminosas. Uno de ellos indica que la aeronave se ha posado correctamente. En la cabina, ambos pilotos giran sus cabezas uno hacia el otro por un par de segundos, confirmando con sus miradas que la situación ha sido peligrosa. Sin embargo, ninguno de ellos comenta nada ya que las comunicaciones están abiertas y se escucha lo que sucede en el interior. Los comentarios quedarán pendientes para que algún día, al calor de las bebidas, recuerden lo comprometido que ha sido este viaje. Los pilotos de reserva retiran los cinturones de seguridad de los pasajeros y abren la compuerta de acceso.

    —Señores, favor manténgase junto a los oficiales que les indicarán la zona segura para caminar.

    —Entendido —responde uno de los pasajeros.

    La compuerta se abre. El viento y la intensa lluvia impactan en el interior. Los pasajeros pisan la pista y ayudados por los marinos son trasladados. Mientras se desplazan, agachan sus cabezas debido a que las aspas están girando. Ingresan a una sala muy iluminada. Un oficial médico les da la bienvenida y los auxilia. Desde la base, el almirante ha recibido la información respectiva de la misión. Proceden a quitarles los cascos, guantes y el vestuario que los ha protegido del frío. Les facilitan algunas toallas para secarse. En la sala, la temperatura y la iluminación son agradables.

    —General Thomas, doctor Kendall bienvenido al portaaviones Harry S. Truman —comenta el oficial médico—. Soy el doctor James Sheldom y estoy aquí para brindarles asistencia médica antes de pasar a la sala de reuniones. Lamentamos que el vuelo no haya sido agradable. Espero se encuentren bien.

    —Gracias —responde el general.

    Ambos visitantes cruzan sus miradas por un breve instante para identificar si en su compañero existe algún malestar que requiera atención médica. No obstante, las expresiones de sus rostros indican que todo está en orden. El general Thomas, un sujeto de un metro setenta y siete de altura, caucásico y con una personalidad fuerte es el asesor principal del Secretario de Defensa. También es amigo íntimo del presidente del Gobierno de los Estados Unidos de América, quien hace unas semanas acaba de asumir el mando de esta nación en unas circunstancias inusuales. Su piel no oculta las manchas que han aparecido en su rostro y brazos como resultado de rondar los sesenta y cinco años. Su cabellera gris le brinda un semblante de madurez y experiencia que es coherente con su comportamiento. La eficacia del general en cada misión se debe a una concentración extraordinaria. Por otro lado, su compañero, un científico muy cualificado que ronda los cuarenta y cinco años, ostenta varios doctorados y otros estudios avanzados. Su carácter es firme y con una integridad como pocos en el gobierno. De una altura de un metro ochenta y cuatro, cabello castaño, tez color canela y una mirada penetrante de ojos verdes, es considerado uno de los asesores más influyentes. Una extraordinaria capacidad de análisis, dirección y persuasión representan su marca personal. Actualmente tiene la responsabilidad de dirigir varias unidades tecnológicas avanzadas y secretas. Este sujeto es directo, asertivo y enérgico. Sin familia alguna por ser huérfano, le es difícil entablar relaciones interpersonales. Su pasión es su trabajo.

    —Gracias, oficial, pero nos encontramos bien —responde el doctor Kendall, quien utiliza una toalla para secarse las gotas de agua que han caído sobre su rostro al momento de quitarse el casco.

    —Oficial, informe al almirante de que estamos listos —comenta el general, al entregar un dispositivo especial donde están grabados los documentos que necesitan mostrar.

    —Sí, señor.

    Un par de minutos después, los asesores son escoltados a la sala de reuniones. La entrada es custodiada por dos marinos que les saludan y abren las puertas permitiendo el ingreso a un amplio recinto que da la sensación de encontrarse en una moderna sala de ejecutivos. En el centro, hay una mesa ovalada que tiene asientos para más de una docena de personas. En el fondo, se observan amplias pantallas de proyección conectadas con un sistema de comunicaciones.

    —Buenos días, general Thomas; buen día, doctor Kendall —saluda el almirante al ingresar acompañado de un oficial.

    —Buen día, almirante —le responden los asesores.

    —Permítanme presentarnos, él es el oficial Alec O´Connor y su servidor, Frederik Andrew, almirante del portaaviones Harry S. Truman. En unos minutos estaremos en contacto con el almirante del submarino balístico Nebraska, que se encuentra a unos kilómetros.

    El almirante tiene un semblante curtido por los años y que no oculta las profundas líneas de expresión de su rostro. Un cabello recortado, hace una combinación perfecta con unas facciones de un individuo nada amigable y de pocas palabras. Viste un uniforme que porta una insignia que indica su rango. En la sala, el protocolo desaparece y abordan el problema de forma inmediata.

    —General, tiene la palabra.

    —Gracias, almirante. El señor presidente requiere una acción urgente del hallazgo que han reportado. Sin embargo, es necesario que el doctor Kendall les explique sobre otro evento que se considera está relacionado.

    El salón está iluminado con una luz tenue. Las pantallas de alta resolución despliegan mapas señalando las coordenadas de la zona investigada. El doctor toma la palabra.

    —Producto de la guerra fría, nuestro gobierno desarrolló un proyecto secreto de satélites que en esa época eran los artefactos de espionaje más avanzados.

    En las pantallas se despliegan las imágenes de los satélites cuando eran ensamblados por los científicos e ingenieros en los años setenta. No obstante, por efecto del tiempo, muchas de las fotos escaneadas están descoloridas y amarillentas. En las fotografías se observa un satélite KH-9 Hexagon, que era un objeto de varios miles de kilogramos que lo que lo convertía en un artefacto muy pesado para la época. El doctor continúa con su explicación.

    —Más de una docena de ellos se enviaron al espacio y posteriormente fueron recuperados. Sin embargo, una misión resultó en fracaso debido a una falla inexplicable en los sistemas de propulsión y lo desplazó a una órbita superior a lo planificado.

    —¿El satélite fue recuperado? —pregunta el almirante.

    —No —responde el doctor—. Fue abandonado como basura espacial, pero hace como veinticuatro horas, nuestra oficina de inteligencia interceptó varias comunicaciones procedentes de una zona desértica al sur de Kazajstán. Los testigos oculares reportaron un objeto que cayó desde el espacio. Por suerte, algunos de nuestros agentes encubiertos se encontraban en otra misión cerca de la zona y se les ordenó investigar antes de que los rusos llegaran al lugar. Esto es lo que encontraron.

    El almirante ve en la filmación la sección dañada de un objeto cilíndrico y se escucha cuando los agentes norteamericanos hacen el reconocimiento respectivo. Se observa cuando uno de ellos señala la estampa de una pequeña bandera estadounidense impresa sobre la estructura, la cual tiene quemaduras por las temperaturas extremas provocadas en el momento que ingresó a la atmósfera.

    —Nuestros agentes evaluaron la situación y creyeron que se trataba de uno de nuestros satélites recientes. De acuerdo con el protocolo, era un peligro que nuestra tecnología cayera en manos de los rusos. Para evitarlo, colocaron explosivos y destruyeron el artefacto.

    —¿Lograron escapar?

    —Sí, pero con dificultad. Sin embargo, tuvieron tiempo suficiente para transmitir estos videos. Actualmente hay mucha actividad militar en la zona y se ha desatado una cacería contra ellos.

    —¿Cómo se salió el satélite de su órbita? —interrumpe el almirante.

    —Aún no lo sabemos y es la preocupación del señor presidente y del Pentágono. Si esto no se trata de un acto aislado, sería una amenaza contra nuestro sistema de defensa de satélites y nos colocaría en una situación de peligro para la seguridad nacional. Es por ello la urgencia de abordar este asunto en persona.

    —¿Algún otro país ha reportado algo similar? —pregunta el almirante, comprendiendo lo grave de la situación.

    —No, pero nuestros ingenieros están contra el tiempo investigando que expulsó al satélite y solo hay conjeturas, pero nada definitivo.

    —Almirante —comenta el general, quitándose los lentes y colocándolos sobre la mesa—, creemos que el objeto que ustedes encontraron en el océano está vinculado con la caída del satélite. La instrucción es de capturarlo a cualquier costo.

    —Por supuesto —es la respuesta que recibe del almirante y procede a explicar la situación del hallazgo en el mar.

    El sistema de exploración submarina detectó una serie de frecuencias fuera de lo normal. La alerta se activó ya que podría tratarse de un submarino enemigo con algún tipo nuevo de tecnología. El submarino Nebraska se encontraba en las proximidades y llegó al sitio desde donde se generaba dicha frecuencia. El área para analizar era extensa, pero lograron interceptar una transmisión de un buque pesquero desde el cual su capitán informaba sobre un objeto desconocido que habían grabado.

    La embarcación fue interceptada y se apropiaron de los videos. La filmación proyecta imágenes grabadas con dificultad cuando la cámara fue enfocada al firmamento. En la misma, se ve un punto luminoso a muchos kilómetros de distancia que atraviesa las nubes y que descendiente lentamente hasta sumergirse en el mar a cierta profundidad. Al fondo, se escuchan las voces de algunos pescadores orientales. Un traductor comenta que, entre ellos, se hacían muchas preguntas de la procedencia del objeto no identificado.

    —En ese instante, determinamos el punto exacto de la procedencia de los sonidos y concluimos que no se trataba de otro submarino. Es un objeto que descendió del espacio.

    —¿El objeto se ha desplazado? —pregunta el doctor.

    —No. Permanece inmóvil a varios metros bajo la superficie del agua y no se ha movido ni un centímetro de su posición inicial desde que fue localizado. —Señalando, menciona—: Esto… —Hace una pausa de unos segundos para finalizar su frase— es lo que encontramos.

    En la pantalla, se observa un objeto esférico de aspecto metálico que es iluminado por los reflectores de un robot sumergible que gira a su alrededor y es dirigido desde el interior del submarino.

    —¿Cómo es posible —comenta el general— que se mantenga estático si no tiene un mecanismo de propulsión?

    —No lo sabemos. Pero se mantiene inmóvil sin ninguna explicación. A esa profundidad, las fuertes corrientes submarinas deberían empujarlo.

    —¿Cuáles son sus dimensiones? —consulta el doctor.

    El almirante cambia su mirada al primer oficial que maneja los datos técnicos.

    —Los sistemas indican que tiene un diámetro no mayor a dos metros.

    —¿Emisiones de algún tipo? —pregunta el general.

    —Ninguna. No hemos detectado ondas electrónicas, ni magnéticas ni luminosas.

    —¿Tiene alguna idea de su composición?

    —Asumimos que debe ser metálico para soportar la gran presión. Hemos amplificado las imágenes y no se observan junturas que indiquen unión entre piezas. Realizamos un reconocimiento centímetro a centímetro de su superficie y no identificamos ningún componente para comprender cómo está construido.

    En la filmación, se contempla una superficie lisa y homogénea que da la impresión de estar fabricado de algún tipo de cristal, en lugar de metal. Por instantes, el operador disminuye la intensidad de las luces de los reflectores del minisubmarino ya que el reflejo distorsiona la imagen en los videos.

    —Se ha confirmado que ese artefacto no está sujeto a nada y no tiene dispositivos de navegación. A esa profundidad, es difícil determinar el color real debido a que se está utilizando luz artificial para filmarlo. Sin embargo, la percepción es que se trata de un color verde metálico cristalino.

    —¿Qué es eso? —interrumpe el doctor Kendall.

    El robot muestra una sección en la que se observa una mancha circular oscura con trazos radiales como si hubiese recibido un impacto.

    —Creo que recibió un fuerte golpe.

    —¿Cuánto tiempo llevará capturarlo? —pregunta el general, mientras se reclina en su asiento.

    —Iniciamos el procedimiento, sin embargo, la embarcación que cuenta con la maquinaria necesaria está en camino. Hemos calculado que llegará en unas veinticuatro horas, quizá dieciocho si las condiciones atmosféricas mejoran.

    —¿Estará la zona acordonada durante la operación?

    —Afirmativo, general, también nos escoltan tres destructores pero ellos no tendrán conocimiento de las comunicaciones ni de las decisiones y responderán a nuestras órdenes en caso de una emergencia.

    —¿Qué inconveniente podría presentarse?

    —¿Los rusos? Realizaremos la operación en el menor tiempo posible y para cuando ellos lleguen, ya habremos finalizado.

    El intercomunicador en el centro de la mesa emite una alarma.

    —Disculpen —interrumpe el almirante—, es una comunicación de emergencia.

    —Señor —comenta el oficial encargado en el puente de mando—, el radar ha detectado dos objetos no identificados que se aproximan a gran velocidad en una trayectoria tangencial al portaaviones. Las imágenes son intermitentes y los objetos se desplazan a baja altura, casi al límite de la capacidad del radar.

    —Lo siento, señores —expresa

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