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El cañaveral
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Libro electrónico162 páginas9 horas

El cañaveral

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El cañaveral Es una novela fantástica e histórica, de ficción creativa acerca de la esclavitud y del producto de la caña de azúcar en el Mar Caribe. Los sucesos contados trascienden las épocas y los elementos narratológicos de la existencia humana. Esta novela es una fabulación creativa entre los sucesos reales y los ficticios. Los personajes imagi
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2019
El cañaveral
Autor

Iván Segarra Báez

Iván Segarra Báez. (Puerto Rico 1967). Catedrático Auxiliar del Departamento de Estudios Hispánicos de Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, escritor, poeta, novelista y ensayista. Ha publicado varios libros de poesía: Candela (1997), Entre tu cuerpo y mi alma (2000), Hay veces que llora el mar (2001), El huerto de los salmos (2003), Ante la luz de un amor prohibido (2005), El libro de la Yoruba (2016), Los hijos del desastre (2017) Poemas a tibia voz (2018) y Marinero del viento y la ceniza (2018). Las novelas: El guardián de la lujuria (2002), La república del generalísimo (2004), Puerto Esperanza (2012, 2019) y El cañaveral (2018, 2019). Ha publicado el libro El lenguaje bicameral de la palabra (2008) y el libro La isla y otros cuentos (2012) con la Editorial Balam de México. Su novela El guardián de la lujuria obtuvo Libro de oro por la Editorial Univerzon de Italia en 2003. Finalista del Primer Concurso de Poesía y Cuento en Perú (2012) por su poema ″Viejo y solo Walt Whitman″. Finalista de la 4ta. Convocatoria de la Editorial Editnovel por su novela Puerto Esperanza en Barcelona, España. Ganador del Premio Internacional Contribución para la Literatura, las Artes y las Ciencias de la Academia Internacional Orient-Occident de Bucarest, Rumania (2018) en el 22th Festival Internacional Poetry Night de Curtea de Arges. Actualmente trabaja en la preparación de varios libros inéditos.

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    El cañaveral - Iván Segarra Báez

    autor.

    Palabras preliminares ante la lectura de la novela de El cañaveral

    La novela El cañaveral (2018) del escritor Iván Segarra Báez inicia describiendo el paisaje de la costa de Puerto Rico, luego hace alusión al valle hasta llegar a la montaña. La narrativa que hace el lector recorre la misma trayectoria que muchos esclavos tuvieron que pasar al venir del extranjero en barcos, para luego trabajar en los valles de la zona costera en el monocultivo de la caña. Un sector de estos, en algún momento, se remontara a las montañas para escapar de los abusos y excesos del sistema esclavista. Por lo mismo, ese primer párrafo provee el escenario en donde se gestarán todas las historias de sus personajes dándoles resonancia, exposición, denuncia, y visibilidad. También en este capítulo se pone de manifiesto que se abordaran tres generaciones patriarcales que cubren alrededor de 219 años que transcurren entre el 1520 al 1739.

    El personaje principal de la obra, Raúl, es la voz que narra las historias familiares. Raúl se asemeja a Tom Hanks en la película Forrest Gump. En el caso de la película, Hanks vive prácticamente todos los eventos más significativos de la historia moderna de los Estados Unidos. En el caso de Raúl, pasa algo similar. En la experiencia de sus ancestros, entiéndase abuelo y padre, o mediante su propia experiencia, Raúl expone acontecimientos históricos significativos en la historia del coloniaje español en Puerto Rico.

    Sin embargo, como bien ya ha puntualizado Segarra Báez la trama se desarrolla entre los datos históricos y la ficción. Por lo tanto, la novela le facilita al lector datos significativos históricamente, que este muy bien puede ampliar y profundizar. Se puede decir que el texto funge como una herramienta amena para aprender historia de Puerto Rico en un contexto donde la memoria colectiva de la Isla, con el devenir del tiempo, pierde interés por los sucesos que le vinculan con el sistema colonial español. Entre los datos históricos contenidos en la obra se encuentran: la llegada de Cristóbal Colón a Puerto Rico, el ataque del cacique Agueybana II al fuerte Caparra, los ataques de Francis Drake a la isla, el Censo de Francisco Manuel de Landa de 1530, el perdón que otorgara Carlos V a los cimarrones en 1540, la invasión francesa del siglo XVII, la lucha de corsarios y piratas, las posturas de Fray Bartolomé de la Casas y Fray Bernardino de Manzanedo en torno a la defensa o castigo de los esclavos, Fray Bernaldo de Balbuena y la quema de su biblioteca, producto de un ataque holandés, entre otros.

    El resto de la narrativa se relaciona con los personajes y sus respectivas vidas, cosmovisión y roles dentro del sistema esclavista. Se habla de la venta de esclavos, el trabajo en la hacienda, el castigo físico, la ardua jornada de trabajo, el uso de comadronas, los bailes criollos, se aborda el fenómeno de la evangelización católica y se contrasta con las creencias y prácticas religiosas afrocriollizadas.

    En el aspecto religioso se resalta el hecho de que los esclavos no eran bestias que debían domarse o morir ante el látigo imponente de su amo (p. 56), se recalca que los mismos tenían almas (p. 58) y que comprar negros sin bautizar era un pecado mortal porque los malos espíritus rondarían la casa y el negocio no prosperaría (p. 104). Ello resulta interesante porque la estructura económica del sistema esclavista en el Caribe se sustentó en una ideología racista sistemática que identificaba al esclavo… con atributos no humanos y antinaturales (Giovannetti 2001: 30). En ese sentido el autor de cosifica al esclavo y lo humaniza.

    En otros puntos controvertibles de la obra, Segarra Báez sugiere la homosexualidad de su personaje principal, Raúl. En la página 11 habla de que los negros serían su tormento y su pasión. En la página 127 recalca que el esclavo llamado Andrés, lo miró como un hombre y un deseo extraño se interpuso entre ellos. En la página 128 añade que Andrés le provocó una excitación que no había sentido nunca, por lo que le abandonó para perderse en la maleza del monte y calmar aquella sensación que se había apoderado de su cuerpo (p. 163). En lo sucesivo Andrés salva a Raúl de morir ahogado, luego empiezan a jugar en el río a la lucha libre. Son descubiertos por el padre y el abuelo de Raúl, de esa escena deciden vender al esclavo y en el texto se plasma que los temas tabúes y de sexualidad no se hablaban en esa familia. Finalmente, el personaje principal de la obra argumenta que aunque él estaba seguro de su sexualidad amaba en el fondo a su compañero de juegos Andrés.

    Para concluir la novela, Segarra Báez trabaja el tema de las creencias religiosas africanas. El escritor brasileño Danilo Rabelo ha puntualizado que las creencias populares de origen africano han sido consideradas fruto de la superstición y el oscurantismo (2007: 444). Sin embargo, Segarra Báez culmina su obra sumergiéndola en un halo místico de confabulación entre divinidades africanas. Por un lado, Olodumare, el creador omnisciente del panteón orisha. Por otro lado Eyú. En Eyú entra la ficción creativa del autor. No obstante, el calificativo se acerca al nombre de la deidad Eshú, que es la manifestación del mal de Eleggua o el que abre los caminos en el panteón orisha. Esta deidad se dice representa 201 caminos.

    Cuando el autor plantea que El mejor secreto guardado por la Corona Española, por mi abuelo, mi padre y yo es que a través de esta historia de nuestro mundo se cuentan otras historias y otros mundos da a entender que cada capítulo de la novela podría ser un camino de Eyú, los caminos son etapas de la vida en la concepción orisha. Por tanto, la obra en sí misma es un gran Patakkí u historia subdividido en fragmentos de patakkíes o historias menores.

    Finalmente, la novela culmina atribuyéndole a las deidades africanas la abolición de la esclavitud en Puerto Rico en el 1873 y en consecuencia la liberación de los esclavos. Y aunque la historia oficial en Puerto Rico no vincula los poderes de las deidades y su influencia en torno a la emancipación de esclavos, en Jamaica, por ejemplo, tal atribución si se llega a documentar en la literatura que aborda el tema sobre el Myalismo (magia blanca) y el Obeah (magia negra). De hecho algunos han propuesto ambas como fuerzas inspiradoras de rebeliones o levantamientos de esclavos (Concepción Márquez 2007; Alvarado Luna 2017). Por tanto, El cañaveral se pudiera calificar como una contranarrativa de la historia oficial divulgada e internalizada en grados de enseñanza primarios.

    Dra. Madeliz Gutiérrez Ortiz, Universidad de Puerto Rico,

    Recinto de Rio Piedras

    Referencias

    Alvarado Luna, A. 2017. Historia de la Pocomía en Limón (Costa Rica) y Bocas del Toro (Panamá). De finales del siglo XIX a la actualidad. Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña, 8 (2): 195-221. Recopilado de http://www.scielo.sa.cr/pdf/rehmlac/v8n2/1659-4223-rehmlac-8-02-00195.pdf

    Concepción Márquez, F. J. (2012-2013). Myalismo y Obeah: sincretismo y poder. Revista Electrónica Kálathos, 6 (2), 1-13.

    Giovannetti, J. 2001. Sonidos de Condena: Sociabilidad, historia y política en la música reggae de Jamaica. Distrito Federal, México: Siglo XXI.

    Rabelo, D. 2007. Obeah e Myalismo: religiosidade feiticaria e magia afro-jamaicanas, Revista Brasileira Do Caribe, VII (14): 443-469.

    Un sol candente rozaba las montañas de la hacienda. El agua ya no era tan fresca como antes. El dólar había sustituido la moneda nacional de nuestro mundo. El gobierno militar había pasado a otras manos extranjera —frente a nuestros ojos— como un cometa roto, hueco, frío, sordo, corrupto y apagado por todos los lados; desequilibrado. A penas —sensitiva— se observaba la vieja casona de mi padre. Quebrada de tanto azote de un mayoral inexistente y extraño. Ahora el valle del Toa lucía extraño en su propia tierra. Vacilón y tocino, carne vieja en cuerpo de agua. En fin, un escándalo azucarero en pleno siglo XXII de quién sabe cuánto tiempo. Jamás el tiempo se me había correspondido en esta historia.

    Isbáez

    PRIMERA PARTE

    Si el amor no te está brindando libertad, entonces no es amor.

    Bhagwan Shi Rashnísh

    La libertad significa responsabilidad; por eso, la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo.

    George Bernard Shaw

    I

    La costa

    La costa es uniformemente plana. La vegetación es asombrosa. Después de la primera hilera de dunas marinas aparecían las otras. Luego el pequeño valle fronterizo con algunos yerbajos que se aproximaban a las primeras montañas sin importancia. Más adelante, era lo interesante comenzaban a surgir las montañas con los diversos frutos menores. Algunos caídos fermentando el suelo. Otros —de alturas más elevadas— permitían el disfrute de las avecillas del paraíso y la vegetación de la isla se observaba más impresionante e imponente.

    Esta es la historia de tres generaciones de mi familia. Desde la llegada de mi abuelo para aquellos años de 1520 a estas tierras hasta los accidentados sucesos de mi vida en 1739 con el ataque a la oreja de Jenkins. Muchas veces las historias se contraponen o se trasponen dependiendo de quién cuenta la historia y cómo la cuenta. Ninguna historia es cierta. Solo la mía. Porque la mía es la verdadera y no la de los otros. A mí, me toca contar la verdad… Solo la verdad, contaré de esta historia.

    Ya habían pasado algunos siglos desde que un intrépido navegante, Cristóbal Colón, había llegado por estas tierras conquistándolas, colonizándolas y reclamándolas bajo un imperio español desconocido por los aborígenes.

    La rebelión de 1511 había quedado atrás con todo intento de escapatoria. Ahora, las tres razas se reunían bajo el látigo, la caña y la obediencia reinante. El indio había muerto ya. Solo quedaban algunos vestigios suyos en las rocas, en las piedras del interior de la isla y en los rostros de los criollos arrejuntados con los españoles dominadores y los negros africanos que trabajaban, de sol a sol, en el cañaveral, después de las montañas.

    Mi padre lo dominaba todo. Absolutamente todo. Él era como un dios en su oráculo, como un Zeus omnisciente, omnipotente y omnipresente. Nada se movía sin su mirada agónica y mandataria. Los hombres estaban hechos para servir. Las bestias para cargar sus caprichos más efímeros y casi feudales en aquellas tierras. El cañaveral le pertenecía como una extensión de su mano poderosa. Él era la ley y el orden. Él era el que más sabía, y yo bajo su yugo, como un esclavo cualquiera entre tantos hombres.

    Los negros —el otro día— salieron del cañaveral; descamisados, azotados, marcados por el látigo y el hambre. Entonces fue cuando los vi, semidesnudos, con aquellas espaldas que brillaban bajo el sol del mediodía. Unos más formados —más equipados en su parte delantera—, otros menos, otros en proceso, y los últimos —tísicamente débiles— como una hoja de papel cuando se quema y solo quedan las cenizas. Ellos cantaban una extraña canción por mí desconocida. Un canto agónico, una letanía o melodía que yo no había conocido en mi vida. Me había quedado impresionado con aquellos hombres y con aquel cántico. Papá me había echado hacia adelante para que los viera porque todos ellos serían mis esclavos y me lo dijo:

    —Raúl, todos ellos te pertenecen en esta hacienda.

    —Todos ellos, le dije yo —con la inocencia de un niño—, sin saber que serían mi tormento y mi pasión.

    No siempre en las islas se cumple la voluntad de los amos. Algunas veces, la voluntad nace desde adentro y aprisiona a su amo. El hombre es un enredo por naturaleza humana de altos vuelos. La razón enferma al corazón, y los proyectos —algunas veces—, no se cumplen como uno espera, sino que la vida misma se encarga de boicotearlos a su manera y antojo.

    El cañaveral para aquellos días era un manojo de dátiles frutales en ebullición embrionaria. La paz duraría poco tiempo. Las cañas se mercadeaban hacia todos sus destinos sin problema —Norte, Sur, Este y Oeste— como una hortaliza bien cuidada por el puño fuerte de mi padre. A cada salida de aquellas cuadrillas de negros, otras entraban a sustituirlas. La caña era nuestro tesoro nacional en la hacienda azucarera.

    Ingenio y trapiche —primero de mi abuelo— que por mandato había

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