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La transnacionalización del mundo social: Espacios sociales más allá de las sociedades nacionales
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Libro electrónico591 páginas8 horas

La transnacionalización del mundo social: Espacios sociales más allá de las sociedades nacionales

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Este libro brinda una visión panorámica sobre un paradigma de investigación que está cobrando significado de manera vertiginosa dentro de los debates académicos y políticos actuales: la transnacionalización. A diferencia de la discusión en torno a la globalización, cuando hablamos de transnacionalización no se trata de fenómenos abstractos como los
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 jul 2019
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    La transnacionalización del mundo social - Ludger Pries

    Traducción al español: Anja Corona Bähre y Lizeth Paula Mora.

    Primera edición electrónica, 2017

    D.R. © El Colegio de México, A.C.

    Carretera Picacho Ajusco No. 20

    Ampliación Fuentes del Pedregal

    Delegación Tlalpan

    C.P. 14110

    Ciudad de México, México.

    www.colmex.mx

    ISBN (versión electrónica) 978-607-628-382-0

    Libro electrónico realizado por Pixelee

    ÍNDICE

    PORTADA

    PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL

    PRÓLOGO A LA VERSIÓN EN ESPAÑOL

    PRÓLOGO

    1. INTRODUCCIÓN

    2. MÁS ALLÁ DE LA GLOBALIZACIÓN Y DEL ESTADO-NACIÓN

    Objeciones contra la tesis de la globalización

    La era de las sociedades nacionales clásicas ha terminado

    ¿El individuo perdido en el mundo globalizado?

    ¿El mundo en los tentáculos de los consorcios internacionales?

    La transnacionalización y otras formas de internacionalización

    3. LA TRANSNACIONALIZACIÓN DEL MUNDO SOCIAL EN LA PRÁCTICA

    Migración laboral transnacional y sus mundos cotidianos

    La familia de doña Rosa y otros mundos de vida transnacionales

    La transnacionalización de las organizaciones

    ¿El consorcio Volkswagen como organización transnacional?

    Organizaciones transnacionales con y sin fines de lucro

    4. SOBRE LA RELACIÓN ENTRE EL ESPACIO SOCIAL Y EL ESPACIO FÍSICO

    Los conceptos del espacio en las ciencias

    Lo social y el espacio

    Georg Simmel y la sociología del espacio

    La comunidad, la sociedad y otros espacios sociales

    ¿Des-territorialización de lo social en el espacio de los flujos?

    5. LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA SOCIALIZACIÓN

    La inter-nacionalización

    La supra-nacionalización

    La re-nacionalización

    La globalización

    La glocalización

    La internacionalización de tipo diáspora

    La transnacionalización

    6. EL TRANSNACIONALISMO EN DIFERENTES DISCIPLINAS CIENTÍFICAS

    Las relaciones transnacionales en las ciencias políticas

    Las empresas transnacionales en las ciencias económicas

    Espacios sociales transnacionales en la sociología

    La transnacionalización en las ciencias históricas y legales

    El transnacionalismo en las ciencias regionales y del espacio

    El transnacionalismo en otras ciencias sociales y las humanidades

    7. MODELO Y EVIDENCIA EMPÍRICA DE LA TRANSNACIONALIZACIÓN

    Tipos, aspectos, dimensiones y niveles de los espacios sociales

    Espacios sociales del mundo transnacional cotidiano

    Las organizaciones transnacionales como espacios sociales

    Instituciones transnacionales

    8. LA TRANSNACIONALIZACIÓN COMO RETO Y OPORTUNIDAD

    Límites de la metáfora global-local en el discurso científico

    ¿Trabajo internacional-regulación laboral nacional?

    Formas de internacionalización de la regulación laboral

    La transnacionalización como camino hacia una textura de red

    9. EPÍLOGO: ¿CÓMO NAVEGAR EN LAS NUEVAS COMPLEJIDADES?

    BIBLIOGRAFÍA

    SOBRE EL AUTOR

    COLOFÓN

    CONTRAPORTADA

    PRÓLOGO A LA VERSIÓN EN ESPAÑOL

    Este libro fue escrito y publicado en alemán ya hace varios años. Sin embargo, sus objetivos y mensajes principales siguen siendo de gran actualidad e importancia. En primera instancia, estudia la parte sociocultural de lo que frecuente e internacionalmente se conoce como globalización. Trata las relaciones sociales, los proyectos de vida y los imaginarios de actores sociales, y el peso de las organizaciones transnacionales y de los regímenes institucionales que estructuran la vida transnacional. Con este enfoque genuinamente sociológico, va más allá de los análisis económicos o técnicos de la globalización. Argumenta que no sólo el intercambio de mercancías, la producción de bienes y servicios, las cadenas de valor y los medios de comunicación como Internet transgreden cada vez más las fronteras de Estado-nación, sino que también la vida social de muchos individuos y grupos igual que de organizaciones se extiende cada vez más allá de los límites de las sociedades nacionales.

    En segundo lugar, el libro propone una tipología de formas de la internacionalización que sobrepasa el simple concepto de globalización. Dicha tipología se inscribe en la perspectiva del transnacionalismo y de la transnacionalización, que surgió desde los años noventa y que es una aproximación más profunda y detallada sobre los procesos de espacialización que estamos viviendo al inicio del siglo XXI. Como hemos podido constatar en los años recientes, la llamada globalización no lleva a la des-territorialización y la desaparición gradual de los Estados nacionales. Hoy en día vivimos fenómenos de re-nacionalización y regionalización significativos; como ejemplos de ello se observan fenómenos de tensiones regionales-étnicas dentro de la India, la búsqueda de proyectos nacionales nuevos en muchos países de América Latina, o los esfuerzos de Cataluña para independizarse de España, así como la decisión de Inglaterra de salirse de la Unión Europea. Para captar los cambios en las pautas de espacialización de la vida societal, se requieren reflexiones explícitas sobre los conceptos de espacio y tipos de internacionalización.

    En tercer lugar, el libro propone no entregarse a una moda —la de subsumir todos los cambios bajo el lema de la globalización— o a otra moda —la de caracterizar todos los cambios bajo el concepto de transnacionalización—. Los términos transnacional y transnacionalización se usan, sobre todo en inglés, frecuentemente en un sentido muy generalizado para describir cualquier tipo de relaciones transfronterizas. En vez de sustituir un concepto global, el de globalización, por otro concepto global, el de transnacionalización, el libro propone un total de siete tipos ideales para caracterizar los cambios en las relaciones transfronterizas. En este sentido, se entiende a la transnacionalización como una forma específica de intensificación de las relaciones sociales, culturales, políticas y económicas que trascienden los espacios nacionales: es una forma de estrechar relaciones transfronterizas sin que haya un centro de poder, de recursos o de referencia muy claro (como es el caso en la formación de diásporas). Con esto, en el libro se analiza la transnacionalización como una forma de integración y cohesión social-societal que va más allá de la socialización comúnmente entendida como la incorporación social-societal en contenedores del Estado-nación.

    A casi una década de su primera publicación, los objetivos y conclusiones del presente escrito siguen vigentes y relevantes. Por lo mismo, para la versión en español no se actualizaron casos empíricos ni se agregaron muchas fuentes. Sólo en algunos casos puntuales se pusieron al día datos cuantitativos. Gran parte del trabajo empírico y teórico en el que se basa este libro se realizó en contextos sociales y científicos transnacionales entre México, los Estados Unidos de América (del Norte)[1] y Europa. Por lo tanto, esta versión se acerca al contexto en el que se desarrolló la investigación inicial.

    Aprecio la oportunidad brindada por El Colegio de México para publicar esta versión en español. De la misma manera, agradezco el trabajo de Anja Corona Bähre por una primera traducción del alemán, y el de Lizeth Paula Mora, quien revisó y corrigió sustancialmente dicha versión y los términos científicos.

    Ciudad de México, julio de 2016

    NOTA AL PIE

    [1] En el libro se usa el término Estados Unidos para nombrar a los Estados Unidos de América del Norte, aceptando que está en el término dominante; queremos subrayar que de alguna forma refleja un reclamo monopolio, dado que, por ejemplo, México también son Estados Unidos.

    PRÓLOGO

    Toda teoría científica y de formación de conceptos lleva consigo la semilla —con sus riquezas e impurezas— de las experiencias biográficas del autor. Las siguientes reflexiones surgieron, desde mediados de los años noventa, como resultado de diversos trabajos de investigación y discusiones. En el marco de un gran proyecto de investigación sobre la migración laboral mexicana hacia Nueva York, conocí esta ciudad no sólo como europeo sino además desde la perspectiva de los migrantes mexicanos, indocumentados en su mayoría. En muchas circunstancias —fiestas, juegos de futbol, charreadas y visitas amistosas— tuve también la oportunidad de conocer, como citadino, los pueblos mexicanos de los cuales emigraron estas personas. Debido a que yo mismo pasé muchos años como investigador viajando entre los mundos, quizás era más sensible para una perspectiva transnacional de estos procesos migratorios —y también de mis experiencias personales—. Entretanto, la investigación del transnacionalismo es un campo aún por atender dentro de muchas disciplinas científicas en todos los continentes. En este libro se trata la transnacionalización de nuestro mundo social como un aspecto esencial de lo relativo a la vida de los seres humanos que de forma creciente traspasan fronteras. Esta transnacionalización ofrece, dentro de todas sus contradicciones, muchas nuevas oportunidades, y crea también retos para la socialización.

    Este libro no hubiera sido posible sin centenares de ilustrativas conversaciones y entrevistas con migrantes, empleados y gerentes de empresas internacionales, así como con representantes de asociaciones nacionales e internacionales y de organizaciones no gubernamentales. Agradezco a colegas de muchos países, especialmente de México (por ejemplo, Federico Besserer, Ilán Bizberg, Rodolfo Corona, Fernando Cortés, Agustín Escobar, Fernando Herrera, Gustavo López, Liliana Rivera, Rosa María Rubalcava, Gustavo Verduzco), de los Estados Unidos (por ejemplo, Nina Glick Schiller, Luis Guarnizo, Sanjeev Khagram, Peggy Levitt, Douglas Massey, Michel P. Smith, Robert Smith) y de Europa (por ejemplo, Klaus Bade, Michael Bommes, Thomas Faist, Adrian Favell, Krystyna Iglicka, Ulrike Schuerkens, Steven Vertovec, Anja Weiß), con quienes, de manera transnacional, pude intercambiar ideas sobre el transnacionalismo durante investigaciones de campo, talleres y congresos internacionales. También estoy agradecido con el equipo de mi cátedra (Lena Hilkermeier, Dorothea Radler, Barbara Laubenthal, Peter Ittermann y Markus Hertwig, por sus muchos consejos críticos, y, sobre todo, con Susanne Axt-Sokolowski, Sophie Rosenbohm, Julia Hirt y Patricia Pielage, por su ayuda editorial y de investigación). Además estoy en deuda con mi esposa y mis hijos (Karin, Johannes, Lisa y Kathi) por su comprensión y su paciencia.

    Bochum/Ciudad de México, primavera de 2007

    1. INTRODUCCIÓN

    Escena I: en febrero de 2007 se presentaron a la opinión pública internacional algunos extractos del cuarto reporte del estado actual del cambio climático mundial. En éste colaboraron miles de los más destacados científicos de diferentes partes del mundo. El reporte no deja lugar a dudas al afirmar que el actual y observable cambio climático ha sido causado por el ser humano. Un resumen de este reporte científico se había enviado previamente a los mandatarios con el fin de darles la oportunidad de presentar sus propuestas de cambio en el sumario final. Los representantes de diferentes gobiernos se oponen masivamente a la publicación de extractos del reporte. En el interior de la comunidad científica mundial no cabe la menor duda respecto a que el reporte resume de manera óptima el conocimiento actual disponible.

    Escena II: nunca antes otro gran acontecimiento social había reunido tanta gente alrededor del mundo como la Copa Mundial de Futbol en Alemania —más de mil millones de teleespectadores observaron la final en Berlín el 9 de julio de 2006—. Al terminar, un respiro de alivio recorrió las filas de los organizadores responsables, pero también entre la comunidad mundial de aficionados: no hubo lugar para grandes actos xenofóbicos ni tampoco ataques terroristas. Alemania y el Campeonato Mundial de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) 2006: cuatro semanas alegres, pacíficas y sin preocupaciones, un cuento de hadas de verano —así se puede resumir el evento—.[1] Lo que se recordará además de este campeonato mundial es el cabezazo de Zinedine Zidane contra el jugador italiano Materazzi. Aparentemente antes, éste le había gritado: Eres hijo de una puta terrorista. [2]

    Escena III: después del fallido atentado terrorista aéreo ocurrido en Inglaterra en agosto de 2006 en el que intentaron usar innovadoras bombas líquidas, un especialista antiterrorista explicó que Al-Qaeda, el grupo que opera internacionalmente, estaba fuertemente disminuido e imposibilitado en la actualidad para organizar actividades terroristas internacionales de gran alcance. No obstante, le ayudaba inspirar a una cantidad considerable de radicales locales en Occidente para realizar sus propias acciones. Aparentemente Al-Qaeda se encontraba en condiciones de llenar otra vez sus filas y, al mismo tiempo, confiar en las redes que han crecido en diferentes localidades.[3]

    Escena IV: en la contienda electoral legislativa de los Estados Unidos en otoño de 2006, el tema de la migración jugó un papel muy importante —igual que la contienda electoral mexicana para la presidencia del mismo año—. Se trataba sobre todo del control de los movimientos migratorios mexicanos y de la posible legalización de alrededor de 12 millones de personas que trabajan y viven en los Estados Unidos sin papeles válidos de residencia. En 2006 había aproximadamente la misma cantidad de mexicanos que trabajaban en los Estados Unidos que la totalidad que laboraba formalmente con seguro social en México (alrededor de 20 millones).[4] Es sorprendente que las transferencias de dinero de los migrantes mexicanos que trabajan en los Estados Unidos sumen más que 20 mil millones de dólares, cifra superior a los ingresos de toda la industria turística en México.

    Las cuatro escenas en los ejemplos anteriores tienen algo en común: muestran lo significativas y complejas que se han vuelto las relaciones transfronterizas entre los humanos y las naciones. Un antiguo sueño del Occidente moderno, pero también de los grandes reinos tradicionales asiáticos, de los pueblos africanos y de los latinoamericanos precoloniales, se ha disipado en las últimas dos décadas. Durante mucho tiempo los humanos en las regiones más variadas del mundo y en los sistemas sociales más diversos creyeron que podrían forjar los destinos de sus propios pueblos, de sus propias sociedades, dentro de las fronteras de un territorio definido, de modo autónomo y soberano, sin interferencias de otras fuerzas. Y cuanto más obstaculizados se sentían por poderes coloniales, reinos imperiales o consorcios todopoderosos, más se esforzaban por lograr la autodeterminación, la independencia nacional y la modernización social.

    A principios del siglo XXI ese viejo sueño de autodeterminar y mejorar progresivamente los destinos de los propios grupos étnicos o sociedades nacionales dentro de un territorio delimitado geográficamente quedó destruido en más de un sentido. La ilusión autocomplaciente del Occidente moderno de que el mundo podía ser estructurado mediante avances científicos a voluntad del hombre se derrumbó. La confianza en la planificación factible de un orden y un desarrollo social fue reconociéndose poco a poco como lo que es en realidad: una concepción de fe secularizada, el resultado de un intercambio de los dioses tradicionales y los dirigentes exógenos del mundo mediante la autoentronización del hombre como dirigente endógeno del mundo. Estas suposiciones fundamentales, no cuestionadas, sobre la posibilidad de explicar el mundo, su factibilidad y progreso no se diferencian en lo esencial de otras concepciones religiosas del mundo. Por ello, no sorprende que la fe en la modernización haya caído en crisis, así como la confianza que experimentaban las sociedades tradicionales al creer que aseguraban la ayuda de fuerzas sobrenaturales por medio de la realización de rituales.

    Aunado a este desencanto posmoderno de la ilusión de la posibilidad de explicar el mundo y su factibilidad, viene un segundo despertar del sueño. A lo largo de algunos milenios, se alimentó la idea de que llevar una vida sedentaria arraigada en un lugar, dentro de un grupo establecido, podría dominar los avatares de la vida. Las tribus se establecieron en asentamientos y regiones. Grandes reinos como China lograron gobernar con éxito por milenios un determinado territorio geográfico. El Estado moderno personifica de forma pura la idea de un soberano público que, de acuerdo con el sociólogo Max Weber, defiende de modo eficiente el monopolio de la violencia legítima dentro de sus límites territoriales. Finalmente, el concepto de sociedades nacionales surge de unidades de grupos humanos más o menos definibles que poseen significativamente más afinidades entre sí que con otros grupos humanos debido a su historia, su cultura y sus entramados funcionales, y a que han poblado un territorio común por un periodo de tiempo prolongado.

    Las dos caras del antiguo sueño de la humanidad —la fe en el control del mundo y la ilusión de su divisibilidad espacial y social— sufren una sacudida en el siglo XXI. El primer aspecto de esta desilusión tiene mucho que ver con el debate en torno a palabras clave como la posmodernidad y la transición a la segunda modernidad (Beck 1986). El segundo aspecto se refiere a fenómenos que con frecuencia están contenidos en el término genérico globalización. Los dos procesos de cambio —el del fin de la primera modernidad y el de la globalización— están estrechamente ligados. No obstante, lo esencial de las siguientes reflexiones está en el último problema: se trata de la interrelación entre los ámbitos sociales y geográficos en los cuales los hombres conducen sus vidas. Por siglos estas ideas acuñadas por los Estados nacionales y las sociedades nacionales originaron las fuerzas decisivas.

    Desde hace aproximadamente tres décadas se cuestionan de manera creciente en el contexto de la globalización los modos de vida con ataduras exclusivamente locales o nacionales. Hay quien habla incluso de la disolución de todas las estructuras estables de vida, tanto las de tipo social como las espaciales, en un pueblo global informativo-técnico (McLuhan/Powers 1992) o en corrientes de movimiento globales (Urry 2001). Si todos los hombres estuvieran conscientes de las limitaciones de pensamiento y sentimiento marcadas por criterios étnicos o nacionales, podría propagarse un cosmopolitismo cultural (Ohmae 1990) simultáneo a la globalización económica. De esta manera todavía podría hacerse realidad el viejo sueño de Immanuel Kant (1784) de una ciudadanía mundial, y todos los hombres serían hermanos, como lo formuló patéticamente Ludwig van Beethoven en su Novena Sinfonía.

    Sin embargo, las imágenes en los noticieros nos dicen otra cosa. Conflictos étnicos y enfrentamientos armados internos y entre diferentes Estados-nación tienden a aumentar, no a disminuir. Los forcejeos por intereses en conflicto debidos a las subvenciones económicas y las aduanas de importación conducen al fracaso de la liberalización del mercado mundial no obstante todas las conferencias internacionales convocadas en torno al tema. Las regulaciones para permisos de entrada y los controles migratorios de muchos países se endurecen, como lo demuestra el ejemplo citado previamente del permiso de ingreso a los Estados Unidos. Por un lado, la intolerancia religiosa y étnica-cultural ha disminuido quizá, pero por otro lado se manifiesta de modo ubicuo, como en el caso de Zinedine Zidane. La convivencia multicultural cada vez se sobrentiende más en las grandes capitales mundiales, y, al mismo tiempo, la amenaza del terrorismo fanático se torna omnipresente. Es evidente que la creciente globalización o cosmopolitización del mundo son insuficientes para describir los complejos procesos de cambio.

    Diversos autores se han manifestado contra la unilateralidad de las tendencias de la globalización. Roland Robertson (1992 y 1994) acuñó el término glocalización, en el cual retoma simultáneamente tendencias de la globalización y de la localización. Ulrich Beck (1999) se posicionó contra una metafísica del mercado mundial demasiado global (196 y s.), y aportó el universalismo contextual (141 y ss.) como propuesta contra el universalismo totalizador de una cultura unitaria mundial subordinante. El universalismo contextual acepta que, aunadas a la propia visión del mundo y los referentes propios, existen también otras culturas que se consideran a sí mismas universales, o, por lo menos, como el punto de referencia importante. Desde los años noventa se ha desarrollado en el interior de todas las ciencias sociales y las humanidades una línea de investigación que se compendia bajo los términos investigación de la transnacionalización y transnacionalismo. Las cuatro escenas introductorias citadas aportan buenos ejemplos del transnacionalismo. En el punto central están las relaciones y los entramados económicos, culturales, políticos y sociales que traspasan las fronteras de los Estados nacionales, pero que no se desarrollan en primera línea entre los Estados o gobiernos. Al mismo tiempo, se trata de relaciones sociales, redes o ámbitos sociales que no se presentan des-localizadamente, de modo global ni en todo el orbe, sino que se extienden entre localidades y sitios muy específicos, cruzando fronteras.

    En el plano micro, el transnacionalismo se refiere a los hogares de las familias migrantes que cultivan relaciones transfronterizas muy intensas por periodos más prolongados, por ejemplo, mediante transferencias de dinero regulares, llamadas telefónicas diarias o semanales, o por el ir y venir de miembros de la familia entre localidades en diferentes países. Por una parte, ahora como antes, la migración internacional está estructurada por regulaciones nacionales y estatales, ya sea por estatus migratorios como el Green Card, por el correspondiente derecho a la ciudadanía o por las políticas de nacionalización. Por otra parte, también se escapa al control estatal directo —por ejemplo, por medio de la migración indocumentada, las transferencias informales de dinero y las redes transnacionales sociales—. A la vez, esta migración internacional no es global ni des-localizada. La migración transnacional tiene lugar fuera de los planos globales y nacionales.

    En un nivel meso los entramados transnacionales se refieren primordialmente a organizaciones con y sin fines de lucro que están operando más allá de un país. Sobre todo, las grandes corporaciones multinacionales aumentaron su peso y significado frente a los Estados-nación: muchas veces administran más ventas anuales que el producto interno bruto de Estados nacionales. Sin embargo, estas organizaciones multinacionales con fines de lucro no están completamente desarraigados de sus contextos locales, regionales y nacionales. Dependen de reglas legales nacionales, de mercados de trabajo regionales o de culturas locales. Las organizaciones sin fines de lucro, sobre todo las organizaciones no gubernamentales (ONG), aunque frecuentemente desarrollan campañas en contra de ciertos Estados nacionales o gobiernos locales, dependen de grupos de activistas locales o regionales, y reciben recursos de gobiernos o fundaciones nacionales o regionales. De esta manera, las organizaciones transnacionales no están flotando en el aire, sino que se encuentran entramadas y sirven como puente entre los niveles global y nacional.

    Finalmente, en el plano macro también han surgido arreglos institucionales a largo plazo y más consolidados entre nuevas realidades transfronterizas, los cuales, por una parte, sacuden las creencias ya descritas sobre la posible divisibilidad social y espacial del mundo en naciones soberanas pulcramente separadas entre sí, pero, por otra, remiten también al significado —bajo determinadas circunstancias un creciente significado— de los Estados y sociedades nacionales. Así se establecieron ciertos parámetros mínimos en cuanto a los derechos humanos y las condiciones laborales y de empleo en el plano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ante los cuales los Estados-nación ya no pueden actuar de manera completamente independiente y soberana, a pesar de todas las debilidades políticas y organizativas de esta unión global. Esto se garantiza con la movilización de tropas de protección bajo el mandato de la ONU en determinados Estados de África o de Medio Oriente, aunque también por la imperiosa necesidad de justificarse, ya que todos los Estados representados en la ONU deben preservar los estándares mínimos en relación con el trabajo infantil o la libertad de los sindicatos. Por lo tanto, mientras que, por un lado, la soberanía de los Estados nacionales queda restringida, por otro, tienen un papel decisivo en el proceso de formación de normas y también en la puesta en marcha de muchas determinaciones.

    Tales procesos de transnacionalización son el punto focal de los siguientes capítulos. Con ello se aspira a una mejor comprensión del complicado rejuego entre la simultánea desaparición y la nueva aparición de fronteras. Se debe desarrollar una perspectiva de observación entre dos posiciones extremas. Por un lado, la afirmación de que una penetrante globalización semejante a un tornado derruirá los Estados-nación surgidos y las estructuras locales es considerada demasiado global y requiere complementarse. Por otro, la suposición de que existe algún lugar en el mundo que es autosuficiente y donde se pueden llevar a cabo las viejas ilusiones de la factibilidad humana y el control de lo social-espacial es rechazada por ser muy romántica y alejada de la realidad. Por tanto, la transnacionalización del mundo social se considera un reto y una oportunidad. El que comprenda los efectos de cambio de la globalización, la transnacionalización, la regionalización y otras formas de internacionalización puede desarrollar estrategias adecuadas para su vida cotidiana, para la habilidad en organizaciones y para el comportamiento en los espacios públicos y políticos.

    Por medio del turismo y viajes de trabajo, migración laboral y estudios en el extranjero surgen contactos, amistades y redes sociales transfronterizas. A través de miles de kilómetros, los migrantes mantienen un contacto estrecho con sus familias y lugares de origen mediante conversaciones telefónicas, transferencias de dinero y visitas. Las empresas, las ONG y los cuerpos diplomáticos envían a sus especialistas alrededor del mundo. Al interior de los grupos humanos que viven repartidos alrededor del mundo, en la así llamada diáspora, se forman patrones de conducta y orientación de valores fijos e institucionalizados que pueden trascender por generaciones. Esto es válido para grupos de creyentes judíos así como islámicos que se unen por medio de la referencia común a la Umma. Todos estos fenómenos se definen aquí como la transnacionalización de la socialización o la transnacionalización de los espacios sociales.

    La transnacionalización se diferencia de la globalización en que la primera es transfronteriza pero no global, en el sentido de que no es un fenómeno presente en todas partes. La transnacionalización se diferencia de la intensificación de las relaciones interestatales o intergubernamentales en que no se trata aquí de las relaciones entre gobiernos o Estados como actores corporativos, sino de entramados de relaciones institucionalizadas, cotidianas y ligadas a la organización entre actores individuales y colectivos. Observar la transnacionalización del mundo con más detalle puede conducir a una comprensión más profunda de las dinámicas de cambio al principio del siglo XXI. Aquel que desarrolle una comprensión de la dinámica efectiva de la transnacionalización del mundo se explicará más fácilmente los complejos efectos de cambio entre fenómenos económicos, políticos, sociales y culturales en los planos locales, microrregionales, nacionales, macrorregionales y globales.

    Los cambios sociales a principios del siglo XXI pueden ser mejor comprendidos diferenciando varias formas de internacionalización[5] de las relaciones de socialización. Con esto se especifica la palabra clave globalización, y se comprende sobre todo la transnacionalización del mundo social como un aspecto fundamental en las cambiantes relaciones espaciales de lo social. Mientras que la gran transformación de la sociedad industrial (Polanyi 1978) todavía era controlada o estructurada —al menos parcialmente— por los Estados-nación afianzados, actualmente la internacionalización del entramado de relaciones humanas se efectúa sin un soberano equiparable, único o efectivo. Los Estados Unidos, el único país restante como fuerza hegemónica, reconoce cada vez más su falta de poder y su indefensión tanto en Irak como en las costas del Misisipi y de Florida. China y la India, con más de mil millones de habitantes cada una, son en realidad antiguos imperios que fueron metidos por la fuerza en el estrecho corsé de los Estados-nación. En éstos, como también en otros países, el problema de la integración social se resuelve de manera regional por debajo del nivel de Estado-nación y, de manera transnacional, por encima del nivel de Estado-nación en una medida nada despreciable.

    Ante esta situación, es grande la tentación de caer en el derrotismo y el cinismo con un simple modelo llamativo de la globalización. Después de esto, la nave espacial Tierra tropieza cada vez más, es incontrolable y se dirige hacia la anarquía de un turbocapitalismo desatado.[6] Retomando esta interpretación, no nos queda más remedio que volcarnos a nuestro interior, a la reflexión espiritual, o lamentarnos con una buena botella de vino de la Toscana. En el otro extremo se abre la perspectiva de un optimismo de oficio que el político estabilizará en un muddling through y que permitirá al intelectual —del jet set— invocar enfáticamente la buena ciudadanía del mundo y un cosmopolitismo ligeramente eufórico. Pero tampoco se puede sostener tal optimismo calculado (alejado de la realidad). Para sopesar mejor los retos y las oportunidades, los peligros y también las esperanzas que implica el cambio actual, ayuda tener una profunda comprensión de las dinámicas de internacionalización de la socialización, y, sobre todo, de la transnacionalización del mundo social. La idea kantiana de una ciudadanía mundial y las reflexiones actuales en torno a un universalismo contextualizado sólo pueden conducir a un cosmopolitismo aterrizado, si consideramos el entramado real de las relaciones transnacionales en desarrollo en todas sus dimensiones sociales, culturales, políticas y económicas. Para ello, percibir la realidad transnacional se centra en los dos aspectos que puede tener este concepto: el de tener en cuenta en la acción sus entramados transnacionales como limitantes y el de aprovecharse de estos entramados transnacionales como oportunidades para la acción. Las bases y posibilidades para una ciudadanía transnacional ­—si bien no global, por lo menos transnacional— surgen precisamente en la transnacionalización del mundo social. Este libro describe diferentes aspectos de la transnacionalización del mundo social.

    En el capítulo 2 se plantean algunos ejemplos de cómo actualmente se pueden observar múltiples desarrollos más allá de la globalización y el Estado-nación. Es cierto que los fenómenos y relaciones transfronterizas van ganando importancia de un modo inevitable, pero la mayor parte de estas tendencias de cambio no crece hacia lo global en el sentido de abarcar la Tierra, sino más bien enlazando un sinfín de lugares diferentes. Esto pone fin a la era clásica donde los Estados-nación regían soberanamente la vida pública y colectiva. Sin embargo, los hombres no tienen que enfrentar individualmente al mundo globalizado ni tampoco quedan indefensos dentro de las fauces de los consorcios internacionales. En su actuar cotidiano, mediante nuevas formas de organización y el desarrollo de nuevas instituciones sociales, los seres humanos van tejiendo cada vez más redes de relaciones transnacionales que les otorgan solidez social y nuevas formas de orientación social. En el capítulo 3 se destaca esta transnacionalización del mundo social en la práctica por medio de diferentes ejemplos resultantes de investigaciones y experiencias propias. Las relaciones transnacionales se renuevan y estabilizan diariamente y de manera masiva mediante la migración laboral transfronteriza. Esto se muestra en el ejemplo de la familia transnacional de doña Rosa. La transnacionalización también tiene lugar dentro y por medio de las organizaciones. Los consorcios transfronterizos trabajan a veces de manera muy centralizada y fuertemente ligados a sus países de origen. No obstante, en ocasiones tienen vínculos laxos entre las unidades de producción distribuidas en distintos países. Otras empresas internacionales, aun estando fuertemente descentralizadas y adaptadas a las circunstancias nacionales correspondientes, tienden a trabajar en coordinación estrecha con las demás unidades a la vez. Estas organizaciones transnacionales no existen sólo en el ámbito lucrativo sino que incluso son más fuertes entre las organizaciones no lucrativas.

    De acuerdo con la presentación de estos ejemplos de procesos de transnacionalización, en el capítulo 4 se cuestiona en qué radica la novedad de este tipo de vínculos sociales. Esto lleva irremediablemente a reflexionar a fondo sobre la relación entre el espacio y lo social. En el debate sobre la globalización se ha defendido el enfoque, un tanto exagerado, de que las localidades concretas y las uniones espaciales de todas las relaciones sociales irían perdiendo significado gradualmente. La tesis de la transnacionalización afirma exactamente lo contrario: lo espacial no pierde significado sino que gana importancia dentro de la socialización. Para comprender mejor estos complejos cambios en las relaciones entre los espacios geográficos y sociales, vale la pena ocuparse con mayor profundidad de las representaciones espaciales de los hombres y los conceptos espaciales de las ciencias. La contraposición de las representaciones espaciales absolutas y relativas muestra ser de ayuda para diferenciar las formas de internacionalización de la socialización.

    En el capítulo 5 se desarrolla una diferenciación sistemática de siete tipos de internacionalización. (1) La inter-nacionalización se refiere principalmente a los planos interestatales y la intensificación de las relaciones entre naciones. (2) La supra-nacionalización es una forma de la internacionalización en la que se traspasan los derechos soberanos, nacionales y estatales a un plano geográfico-espacial mayor —como sucede en la Unión Europea—. Esto no tiene por qué conducir de modo alguno a la disolución de los Estados y las sociedades nacionales que los conforman. (3) En el presente tiene lugar una forma de re-nacionalización de lo político y lo social que se manifiesta sobre todo en la creación de muchos nuevos Estados nacionales en las últimas dos décadas. (4) Bajo el término globalización se conjugan fenómenos y relaciones que de hecho conciernen en gran medida a todo el mundo, como el cambio climático. (5) El último es justamente un ejemplo significativo de un fenómeno global con un origen local muy específico y efectos locales muy diferenciados. Estos aspectos de la internacionalización son agrupados bajo el concepto glocalización. (6) Otra forma de internacionalización se refiere a las estructuras de las redes de diáspora que se propagan por los países, pero que no son globales, y en las cuales existen claras constelaciones centro-periféricas. Muchas empresas funcionan de acuerdo con este patrón. Los servicios diplomáticos de los Estados-nación, por ejemplo, tampoco están globalizados, sino que se encuentran en una clara relación de internacionalización de la diáspora. (7) La transnacionalización de las relaciones sociales y la socialización no se destacan por una clara relación centro-periferia —como sí es el caso de la internacionalización de la diáspora—, sino por las unidades en diferentes países con poderes o derechos más o menos iguales, vinculadas entre sí de manera duradera y sólida.

    Después de discutir las diferentes formas de internacionalización y de haber dotado a los términos globalización y transnacionalización de un contenido específico y sistemático, en el capítulo 6 se dan ejemplos de investigaciones sobre transnacionalismo desde diferentes puntos de vista científicos. Queda demostrado que los primeros conceptos teóricos y empíricos se desarrollaron en los años sesenta, por lo que no se trata de un campo de investigación totalmente nuevo. Precisamente las ciencias históricas aportan muchas pruebas de que los fenómenos transnacionales son tan antiguos como los Estados y las sociedades nacionales. ¿Entonces qué es nuevo y especialmente significativo en este planteamiento? La respuesta está en este capítulo: las diferentes formas de desarrollo económico (por ejemplo, la intensificación del comercio y el flujo de capitales financieros), las innovaciones tecnológicas (por ejemplo, las posibilidades de comunicación y transporte rápidas y baratas), los retos sociales (por ejemplo, el incremento de la migración internacional por la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres) y los cambios culturales (por ejemplo, la presencia de ciertos productos culturales, películas y televisión, cambio de valores) marcan desde el siglo XX un cambio cualitativo repentino hacia una intensificación de los procesos de transnacionalización.

    Con este trasfondo, se reúnen en el capítulo 7 las reflexiones sobre conceptos espaciales (capítulo 4) y los distintos tipos de internacionalización (capítulo 5) a partir de experiencias de diversas disciplinas, en un modelo científico de transnacionalización más preciso. De esta manera, se presenta con más detalle el concepto de espacios sociales y se le delimita de conceptos tradicionales como comunidad y sociedad. Se distinguen tres tipos de espacios sociales: el mundo de la vida cotidiana en el plano micro, las organizaciones en el plano medio y las instituciones sociales en el plano macro. Para finalizar, se demuestra en este capítulo, con ejemplos extraídos de la investigación, cuán apropiados son estos tres tipos de espacios sociales para la comprensión y la explicación de los procesos de transnacionalización.

    A modo de conclusión, en el capítulo 8 se plantean algunas preguntas sobre las consecuencias prácticas derivadas de la comprensión del concepto de transnacionalización aquí presentado. Esto sucede, por ejemplo, dentro del ámbito que afecta de forma directa a todos los adultos: el trabajo para el sustento. Se hacen preguntas sobre las posibilidades que surgen de la regulación transfronteriza y transnacional del trabajo y la adquisición. Se echa un vistazo esperanzado sin caer en el optimismo ciego a las estructuras en desarrollo de las redes transnacionales de regulación laboral. Aun cuando no se distinguen soberanos superiores —como los Estados-nación del pasado—, se dejan ver numerosos cabos de un tejido de regulaciones duras y blandas, constelaciones de actores y movimientos sociales cada vez más fuertes. Estas texturas transnacionales resultantes de la regulación laboral, forman al mismo tiempo la red de captura en la cual está entretejida la internacionalización de las empresas y la economía.

    Este inventario conduce finalmente hacia la pregunta sobre las posibles consecuencias prácticas. De acuerdo con el proverbio chino es mejor encender una luz que enojarse por la oscuridad, se hacen algunas propuestas en el epílogo para saber cómo lidiar con esta nueva complejidad de la transnacionalización del mundo social.

    NOTAS AL PIE

    [1] Cfr., por ejemplo, ; cfr. también , y , consultado el 19 de julio de 2016.

    [2] Cfr., por ejemplo, , consultado el 15 de agosto de 2006.

    [3] The Wall Street Journal, viernes, 11 de agosto de 2006, p. A9.

    [4] Esta estimación incluye a los aproximadamente 10 millones de inmigrantes mexicanos indocumentados y los más de 10 millones legalizados que laboran en los Estados Unidos. El término migrante ilegal se evita siguiendo la consigna del movimiento de autoayuda de migrantes que dice Ningún ser humano es ilegal. Indocumentados (undocumented) son todos los humanos sin documentos laborales y de residencia válidos; acerca de estas cifras, cfr. y , en general ; acerca de las cifras mexicanas del IMSS: , consultado el 20 de julio de 2016.

    [5] El término internacionalización se utiliza aquí en el sentido más general y extenso, como lo definía, por ejemplo, B. Smelser (2003: 645), es decir como el aumento de relaciones más allá de las fronteras de Estados y sociedades nacionales que se propagan de alguna u otra manera, sin una referencia a fronteras nacionales o ajenas. Apenas después de la terminación de este manuscrito apareció publicado un libro muy digno de leerse de Mau (2007) que se ocupa ampliamente del tema total aquí tratado.

    [6] El término turbocapitalismo se remonta a Edward Luttwak, quien publicó en 1999 un libro con este título. Luttwak no es en principio un opositor del capitalismo, sino que más bien se inclina por un capitalismo controlado (Luttwak 1999: 63), en el cual el mercado libre está subordinado a ciertas restricciones. El término turbocapitalismo tambien es utilizado por autores críticos de la globalización como Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf (Altvater/Mahnkopf 1999).

    2. MÁS ALLÁ DE LA GLOBALIZACIÓN Y DEL ESTADO-NACIÓN

    El hombre es un ser social por naturaleza. Para su supervivencia física y espiritual depende de otros seres humanos. Al principio fueron sus semejantes dentro de las primeras comunidades o tribus, de tal manera que los entramados de las relaciones humanas (Norbert Elias 1986) se fueron diferenciando, y se expandieron cada vez más sus espacios en el transcurso de la historia de la humanidad. Las ataduras sociales del hombre en todo el mundo son cada vez más fuertes, sobre todo a partir del último siglo, el XX. La contaminación ambiental en un punto del planeta puede tener efectos devastadores en lugares a miles de kilómetros de distancia. De esta manera, las enormes emisiones de dióxido de carbono que se producen en los Estados Unidos están vinculadas con el calentamiento de la Tierra y son causa de las inundaciones y sequías en Indonesia o en África. Cuando las tecnologías extremadamente peligrosas, como la manipulación genética de plantas y animales o la energía nuclear, se salen de control (como sucedió en Chernóbil, Ucrania), todos los habitantes de la Tierra pueden verse afectados de alguna u otra forma.

    Los agentes patógenos peligrosos como el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) o la gripe aviar se propagan en el siglo XXI gracias a los millones de movimientos y cruces transfronterizos cotidianos de animales, personas y bienes que se dan a gran velocidad y sin oportunidad real de ser aislados. Los atentados terroristas de fundamentalistas islámicos en Nueva York, Madrid y Londres tienen un efecto mundial: caída de las acciones bursátiles, reducción de pasajeros en las aerolíneas, incremento en las medidas de seguridad o ausencia de turistas en países islámicos por sospechas sin fundamento que pueden desembocar en ataques de odio contra los asistentes a las mezquitas. Nunca antes los acontecimientos técnicos, económicos, culturales y sociales en algún lugar del mundo estuvieron tan estrechamente ligados a las condiciones sociales, los eventos y los efectos colaterales en otros lugares y regiones lejanas. Nunca en la historia de la humanidad tantos seres humanos estuvieron tan conscientes de la mutua dependencia recíproca y global. Nunca antes los habitantes de la Tierra tuvieron posibilidades tan reales de tener conocimientos sobre acontecimientos y formas de vida en cualquier otra región del mundo. La globalización tuvo lugar no sólo en el mundo material real, sino también en las formas de percibir el mundo.

    Esta creciente dependencia mutua presenta riesgos pero también grandes oportunidades. Con frecuencia se ven sólo los lados negativos y las nuevas amenazas, o bien, únicamente las posibilidades positivas y las nuevas promesas. Más de 100 millones de personas viven como migrantes laborales en un país ajeno al de su origen; la mayoría de ellas envía frecuentemente dinero a sus familiares en otros lugares del mundo. A menudo la migración laboral internacional representa una oportunidad para la estabilización de los ingresos domésticos y la economía de los países de origen, para el desarrollo personal de los migrantes así como para la cultura y la economía de los países receptores. La migración laboral puede representar una amenaza para los trabajadores y personas en busca de empleo en los países receptores, debido a la competencia de salarios bajos y a la presión ejercida sobre el nivel de los salarios —como sucede en Europa en relación con la prestación de servicios, o en otros países con el debate en torno al tema de un salario mínimo uniforme—.

    El turismo ecológico como el que existe

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