Teoría de cuerdas
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El primer libro de Angélica Quiñonez, (Ciudad de Guatemala, 1990) es una revelación: poesía sutil y milimétrica, íntima y desnuda, conjurada con referencias literarias, y una voz propia. La poeta exclama: «La rareza empapada en estos días malditos /es mi rudimentaria mecánica para viajar /por el sinuoso tiempo-espacial / a la casualidad existencial de tus brazos». Un poemario que presenta una faceta hasta ahora desconocida de Quiñonez y que sorprenderá por su frescura, honestidad y versatilidad.
Angélica Quiñonez
Angélica Quiñonez (ciudad de Guatemala, 1990). Literata, comunicadora, feminista, presentadora de noticias y autora pasional guatemalteca. Dedicó sus estudios de tesis a la observación de la autoría femenina en la narrativa breve de su país durante los primeros años del siglo XXI. Escribe relatos cortos y esporádicamente se presenta como cantante aficionada y comediante de stand-up. Figura como presentadora del web show La ciudad de los libros. En (Casi) literal es autora de la columna quincenal «Tinta blanca». Columnista de revistamandragora.com
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5I wrote it. I also hope you enjoy it. Thanks for reading!
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Teoría de cuerdas - Angélica Quiñonez
ESCRIBÍ UNA CARTA DE AMOR PARA PERCY BYSSHE SHELLEY
Nunca he terminado de entender por qué escribo.
El lenguaje,
magno invento de la humanidad,
eterniza los dones de ciencia y lenguas,
las sabidurías antiguas y cada hermoso nombre.
¿Qué demonios hago yo,
con lo poco que sé, lo infinito que ignoro,
tanto que sospecho y tan escaso que acierto?
Mis ideas, selladas para el infinito en tinta o píxeles,
se forman breve y paulatinamente.
Mis palabras se tuercen en metáforas,
símbolos de arena, atisbos de dimensiones aún desconocidas.
Pero muy a pesar de esta especie de eternidad, no creo en el alma.
Imagino un impulso más primitivo que guía mis manos.
Reconozco sus palpitaciones desde mis entrañas.
Cierro los ojos y veo rojo.
Siento entonces la gravedad del aire en que estás vos.
Vos, tan extraño y cercano a la vez.
Tan parecido a mi reflejo, tan soñado en el fondo de mis deseos.
Vos, tan breve y elocuente, mi poeta.
Autoproclamado legislador de mi universo:
desconocido por toda mi razón, aunque no por mis apetitos de inmortalidad.
Escribís la ley para que la violente yo.
En una discreta fantasía me imagino desnuda,
encerrándote en mi abrazo,
penetrándote con palabras inventadas,
con mi lenguaje de sinsonidos.
Te veo, desde el reverso de la página,
desde el reflejo en