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Con las bases llenas. Beisbol, historia y Revolución
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Libro electrónico598 páginas7 horas

Con las bases llenas. Beisbol, historia y Revolución

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Jugar con una pelota y un bate es algo que comenzó en Cuba casi al mismo tiempo que nuestras luchas por la independencia en el siglo XIX. Por esa razón ha devenido hecho cultural de larga duración, que ha penetrado hondo en el tejido social y conformado un imaginario colectivo de enorme importancia en la vida de millones de personas. Nombres legend
IdiomaEspañol
EditorialNuevo Milenio
Fecha de lanzamiento24 jul 2019
Con las bases llenas. Beisbol, historia y Revolución
Autor

Felix Julio Alfonso López

Félix Julio Alfonso López (Santa Clara, 1972). Licenciado en Historia, Diplomado en Antropología Social y Máster en Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, el Caribe y Cuba. Investigador, ensayista y profesor universitario. Es autor de cuatro libros de ensayos sobre historia cultural del béisbol e historia de Cuba: Béisbol y estilo. Las narrativas del béisbol en la cultura cubana (Letras Cubanas, 2004), La letra en el diamante (Editorial Capiro, 2005), Siete ensayos sobre historia y cultura en Cuba (Editorial Capiro, 2005) y La esfera y el tiempo (Editorial Unicornio, 2007). Prologó la primera antología de cuentos cubanos de béisbol Los escribas en el estadio (Editorial Unicornio, 2007).

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    Con las bases llenas. Beisbol, historia y Revolución - Felix Julio Alfonso López

    Félix Julio Alfonso López (Santa Clara, 1972). Licenciado en Historia, Diplomado en Antropología Social y Master en Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, el Caribe y Cuba. Investigador, ensayista y profesor universitario. Es autor de cuatro libros de ensayos sobre historia cultural del béisbol e historia de Cuba: Béisbol y estilo. Las narrativas del béisbol en la cultura cubana (Letras Cubanas, 2004), La letra en el diamante (Editorial Capiro, 2005), Siete ensayos sobre historia y cultura en Cuba (Editorial Capiro, 2005) y La esfera y el tiempo (Editorial Unicornio, 2007). Prologó la primera antología de cuentos cubanos de béisbol Los escribas en el estadio (Editorial Unicornio, 2007).

    [Edición y composición]

    Pilar Sa Leal

    [Corrección]

    Yahima Leyva Collazo

    [Diseño del perfil de la colección]

    Mónica Cammarano Casteleiro

    Axel Rodríguez García

    [Diseño de cubierta]

    Deguis Fernández sobre foto de Liborio Noval

    [Fotografías]

    Archivo de Bohemia, del INDER, archivos personales de Liborio Noval, José Martínez de Osaba y Goenaga, Rolando Sánchez, Fernando Rodríguez Álvarez y Peter Bjarkman

    © Félix Julio Alfonso López, 2008

    © Sobre la presente edición

    Editorial Científico-Técnica, 2014

    ISBN: 978-959-05-0773-1

    Colección 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución

    Instituto Cubano del Libro

    Editorial Científico-Técnica

    Calle 14 no. 4104 e/41 y 43, Playa

    Ciudad de La Habana, Cuba

    Historia y revolución

    en los diamantes

    No se conoce con certeza cuándo y dónde se celebró el primer partido de béisbol en Cuba.1 Pero sí sabemos que el primer juego en un campeonato organizado se celebró el 29 de diciembre de 1878 en los terrenos de Tulipán, en la capital cubana, entre dos equipos llamados Habana y Almendares, con victoria para el primero con estrecho marcador de 21 carreras a 20. El segundo desafío, el 1 de enero de 1879, enfrentó a matanceros y habaneros, y concluyó con empate a 17 carreras.2 Aquellos pioneros del béisbol cubano eran todos jugadores aficionados, hijos en su mayoría de familias acomodadas o de clase media, y no pocos lucharían con las armas en la mano contra el colonialismo español. Emilio Sabourín, Carlos Maciá, Alfredo Arango, Ricardo Cabaleiro, los hermanos José Dolores y Manuel Amieva, Juan Manuel Pastoriza, son algunos de aquellos nombres épicos. Ninguno podía imaginar que exactamente ochenta años después del inicio de la pelota organizada en la Isla, en 1959, triunfaría una profunda revolución popular, entre cuyos desafíos de cambio social estaría también transformar las prácticas beisboleras, tal y como se habían conocido hasta ese momento.

    11 Arqueología del béisbol cubano, en Félix Julio Alfonso López: La esfera y el tiempo, Editorial Unicornio, San Antonio de los Baños, 2007, pp. 9-34.

    22 Severo Nieto: Béisbol en Cuba hispánica, Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2007, p. 4.

    A finales de la década de los años cincuenta, el béisbol cubano contaba con una larga tradición competitiva y era reconocido

    1

    y respetado a nivel continental por la calidad de sus equipos y jugadores. Estos se desempeñaban en múltiples circuitos instituidos, de carácter profesional, semiprofesional y amateur. Además militaban en equipos de las Grandes Ligas de Estados Unidos, en las Ligas Menores y en el campeonato de las Ligas de Color hasta su desaparición. En el área latinoamericana, los beisbolistas cubanos eran sen­sación en México, Puerto Rico, República Dominicana y ­Venezuela, las otras grandes potencias de la región. Pero el juego de pelota en Cuba era más que campeonatos, series y estadísticas. Constituía algo mucho más importante y trascendente en la vida de millones de cubanos, pues había devenido parte esencial de la cultura nacional de raíz popular, como la música, el baile, la transculturación religiosa y también las rebeldías populares. Sus narrativas y discursos habían entroncado con los del surgimiento y consolidación de la nacionalidad cubana, y eso lo había vuelto inseparable de la identidad cultural y convertido en uno de sus símbolos más preciados.

    Con su peculiar estilo irónico, el cronista deportivo Eladio Secades diría en 1947, en pleno descrédito del gobierno de Grau San Martín:

    El baseball tiene la culpa de que no acabe de cumplirse la sentencia de que Cuba es el país del choteo. Lo sería si no tomásemos el baseball tan en serio. Se desploman las ilusiones. Se malogran los apóstoles. Cada chalet que se levanta es un prestigio político que se cae. Pero todo no estará perdido mientras sigamos teniendo fe en la chaqueta de Amado Maestri. Aquí se le da más importancia a un out en home que a la caída de un Ministro. Afortunadamente.1

    13 Eladio Secades: El cubano y el base ball, en Víctor Muñoz: Base Ball. Fundamentos, técnica, estrategia, Editorial Martí, Habana, 1947, p. 6.

    Se le podría reprochar a Secades cierto tono de evasión en su reflexión frente a los males de la República, pero la invocación de Maestri como símbolo perdurable de eticidad y decencia en los diamantes de pelota, era un mensaje que trascendía los límites beisboleros y enlazaba con la raigal eticidad cubana, y la necesidad de poner fin al latrocinio, la corrupción y la ausencia de valores morales en la Cuba de los años cuarenta. Maestri, en la semblanza de Secades, podía ser considerado el Chibás de los estadios, pero como el líder ortodoxo, su prédica no bastaba para que la pelota ni el país cambiaran.

    El béisbol patrocinado por la elitista Unión Atlética Amateur de Cuba (UAAC) tuvo su época dorada entre 1939 y 1953, cuando el equipo cubano se erigió en el gran triunfador de las llamadas Series Mundiales de Base Ball Amateur, que tuvieron su sede habanera en el Stadium Cerveza Tropical. Conrado El guajiro Marrero, Pedro Natilla Jiménez, Isidoro León, Julio Jiquí Moreno, Sandalio Potrerillo Consuegra, Rogelio Limonar Martínez, Francisco Chito Quicutis, Narciso Picazo y Antonio Quilla Valdés, muchos de ellos de origen campesino, como revelan sus simpáticos apodos, eran verdaderos héroes de la nación en tiempos inciertos para el país. Sin embargo, desde 1946, con la inaugu­ración del Stadium del Cerro, el circuito aficionado enfrentó la dura competencia de la pelota profesional, convirtiéndose de hecho en proveedor de talentos para los cuatro equipos profesionales: Almendares, Habana, Marianao y Cienfuegos. En 1956 la Federación Internacional de Béisbol Aficionado (FIBA) fue reconocida por el COI y convocó un campeonato del mundo por áreas geográficas, al que Cuba no pudo asistir por razones económicas y el torneo fracasó. No habría otro evento de ese nivel hasta Costa Rica, en 1961, después del triunfo revolucionario, ganado nuevamente por una novena de la mayor isla del Caribe.

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    Los equipos profesionales eran de gran nivel y tenían una entusiasta y parcializada afición, al tiempo que también formaban parte del negocio industrial de la burguesía cubana, y eran respaldados por las grandes marcas comerciales y firmas patrocinadoras. Arturo Armando Bengochea González, presidente de la Liga Profesional de Béisbol, era un millonario propietario de dos compañías urbanizadoras, dos contratistas, dos transportistas urbanas, una industria de pienso y una aerolínea.1 Uno de los clubes más antiguos y prestigiosos, el Almendares, tuvo entre sus presidentes decimonónicos a Juan Pedro Baró, descendiente de una acaudalada familia de hacendados azucareros, y en la segunda mitad del siglo xx era propiedad de Mario G. Mendoza Freyre de Andrade, uno de los integrantes del grupo Sucesores de Arellano y Mendoza, Contratistas S. A. y copropietario de la Constructora Mendoza. Un equipo más reciente, el Marianao, pertenecía a un Representante a la Cámara, Alfredo Pequeño, y le había sido obsequiado por un político con pésimos antecedentes en su ejecutoria pública durante el Autenticismo, José Manuel Alemán, ex ministro de Educación y jefe del BAGA.2 Los peloteros rentados cobraban elevados sueldos en comparación con otros sectores asalariados, y reforzados con jugadores estadounidenses fueron los grandes vencedores en las Series del Caribe que se celebraron entre 1949 y 1960.

    14 Guillermo Jiménez Soler: Los propietarios de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp. 77-78.

    25 Guillermo Jiménez Soler Las empresas de Cuba. 1958, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 198-199.

    Fue precisamente uno de los juegos del campeonato invernal cubano, el escenario escogido por un grupo de jóvenes revolucionarios de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) para expresar su protesta contra el régimen de Batista. La acción se llevó a cabo el domingo 4 de diciembre de 1955, en el tercer inning de un juego entre Habana y Almenda­res en el Stadium del Cerro. Los estudiantes se lanzaron al ­terreno con una tela que demandaba libertad para sus compañeros presos, y fueron bárbaramente reprimidos por la policía, ante un público enardecido que les gritaba salvajes y esbirros. La transmisión del juego por televisión propició que, tanto el acto de desobediencia como la represión policial, fueran presenciados más allá de las fronteras del estadio, mostrando la faz canallesca de la dictadura. El árbitro Maestri, consecuente con la actitud vertical que acompañó su vida, se puso al lado de los estudiantes.

    Apenas tres años y un mes más tarde, el primer día de enero de 1959, las tropas rebeldes entraban en Santiago de Cuba y las columnas guerrilleras de Che y Camilo avanzaban sobre la capital. La Revolución había triunfado y el júbilo popular era indescriptible. Ese fue un año grande también para el béisbol cubano, iniciado con el éxito sensacional del campeón Almendares en la XI Serie del Caribe, celebrada en el Estadio Universitario de Caracas entre el 10 y el 15 de febrero, a escasas semanas del triunfo. Las medidas del Gobierno Revolucionario se radicalizaron con la Primera Ley de Reforma Agraria, y en su apoyo, se celebró el simbólico juego entre los Barbudos y la Policía Nacional Revolucionaria, el 24 de julio, con Fidel y Camilo en la batería de los Barbudos. Ambos carismáticos líderes ya habían cumplido similar función de lanzador-receptor el 14 de abril en la inauguración del campeonato de la Liga Internacional, pero ahora quedaría la ingeniosa y leal respuesta de Camilo a los periodistas: Yo no estoy contra Fidel ni en la pelota. La concurrencia de más de 33 mil personas dejaba atrás los anteriores récords de audiencia para un partido en el Stadium del Cerro.

    Pero la atención beisbolera del país aquel año se centraba en la actuación del equipo Cuban Sugar Kings, perteneciente a la categoría Triple A de la Liga Internacional. Esta liga estaba integrada además por equipos estadounidenses y canadienses, y jugaba un número de partidos similar al de las Mayores. Sin duda, representaba un salto de calidad con relación a su predecesor, los Havana Cubans, que había pertenecido a una organización de clase C. Durante el campeonato, en un juego entre los Sugar Kings y Rochester celebrado el 26 de julio de 1959 en La Habana, la explosión de algunos petardos en las gradas y disparos aislados, atribuibles a la propia pasión del juego y a la celebración de la fecha patriótica, provocó la irritación de George Sisler, gerente general del Rochester, quien anunció que no jugaría más en la capital cubana, a pesar de las disculpas ofrecidas por el Director General de ­Deportes, capitán Felipe Guerra Matos y de las explicaciones ofrecidas por Bobby Maduro, dueño del equipo azucarero. Aun así, el campeonato siguió su curso, terminando con la espectacular victoria de los Sugar Kings en la llamada Pequeña Serie Mundial frente al campeón de la Asociación Americana, el Minneapolis. Las enormes concurrencias obligaron a celebrar los dos últimos partidos en La Habana, y el último juego, el 6 de octubre, se decidió por una carrera en el noveno inning. Fotografías de la época muestran a Fidel, Camilo y Guerra Matos felicitando al jugador cubano Daniel Morejón, autor del jit decisivo.

    Sin embargo, a pesar de los éxitos del béisbol cubano y del apoyo brindado por la joven Revolución a la pasión nacional, pronto las agresiones estadounidenses se trasladarían también al ámbito deportivo. Su objetivo principal era el de despojar a Cuba de sus mejores jugadores, dañar el espectáculo deportivo y eliminar cualquier tipo de intercambio con el béisbol organizado de Estados Unidos. Una de las primeras medidas tomadas por el Departamento de Estado fue privar a la Isla de la franquicia del equipo Cuban Sugar Kings, como quedó sancionado en el verano de 1960 durante la convención anual de propietarios de los equipos en la Liga Internacional.

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    Esta maniobra ya se venía fraguando desde los meses iniciales de la Revolución, según se desprende de una pregunta hecha por un periodista a Fidel durante su visita a la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas, el 22 de abril de 1959:

    —Se ha dicho que usted afirmó que primero pitchearía por los Cuban Sugar Kings antes que permitir que el equipo sea trasladado para Jersey City. Díganos, ¿cuál es su average en carreras limpias?

    —Bueno, los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba. Nosotros queremos que se queden en Cuba y lo que es más, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas. Le voy a decir algo más. Tenemos interés en los deportes, por el deporte mismo, y porque es una forma de atraer al turismo, ya que tenemos uno de los lugares más maravillosos del mundo y esperamos convertir nuestra maravillosa isla en un paraíso del turismo internacional, y eso será una forma de ayudar a resolver las pequeñas dificultades económicas. (…) Esta es una de las razones por las cuales estamos interesados en los Sugar Kings y además, estamos empeñados en demostrar que contamos con buenos jugadores de pelota. También vamos a incrementar todo tipo de deportes. Quiero que ustedes sepan que en tres meses hemos distribuido más clases de equipos para diferentes deportes, que lo que se había distribuido antes en veinte años de gobierno. Y esperamos tener uno de los mejores equipos de pelota de Cuba.

    Sobre lo de cuál es mi average, les diré. Nunca fuimos un Babe Ruth cubano, pero muchas veces hemos colgado los nueve ceros en la pizarra… (risas y aplausos).1

    16 Resumen de un viaje, Editorial Lex, La Habana, 1960, pp. 112-113.

    El pretexto utilizado fue proteger a los peloteros rentados norteamericanos de posibles ataques en sus visitas a Cuba. La sede de la franquicia fue otorgada entonces a ­Jersey City, New Jersey, y se produjo al mismo tiempo que la administración de Eisenhower despojaba a la Isla de su cuota azucarera en el mercado norteamericano, y la Revolución respondí con la nacionalización de los centrales azucareros y monopolios de propiedad estadounidense. Otras medidas represivas fueron las de prohibir a jugadores estadounidenses participar en los campeonatos invernales cubanos o jugar en Cuba como miembros de otros equipos. Incluso, se habló de prohibirle jugar en su patria a los beisbolistas que se desempeñaban en equipos del béisbol organizado norteamericano. Semejante despropósito no encontró ningún respaldo, y por esa razón el último campeonato profesional se celebró entre el 15 de noviembre de 1960 y el 15 de febrero de 1961 solo con jugadores cubanos.

    En febrero de 1960, la XII Serie del Caribe había tenido como sede a Ciudad de Panamá, y allí se impuso el equipo campeón cubano Cienfuegos, con impecable resultado de 6 ganados y ninguno perdido. La sede rotativa del año 1961 le correspondía a La Habana y un equipo de la isla era el defensor del título, pero ello no impidió que el comisionado de las Grandes Ligas, Ford Fricks, decidiera otorgar la competencia a Caracas y excluir al conjunto antillano. El resultado fue la renuncia de Venezuela a organizar un campeonato espurio y las Series del Caribe fueron suspendidas, dejando a Cuba como la gran ganadora en la justa durante sus doce participaciones, con siete títulos ganados, incluyendo los últimos cinco de manera consecutiva.

    En este convulso escenario, la Revolución tomó la determinación de hacer masivas y democráticas las prácticas atléticas en el país, en función de convertir al deporte en una esfera priorizada del desarrollo social del pueblo. Bajo tales presupuestos, las actividades lucrativas y comerciales asociadas

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    al profesionalismo no tenían cabida, por lo que se declaró la eliminación de las competencias profesionales mediante la resolución 82-A del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) en 1962. Pero ya desde antes, la Dirección General de Deportes había dado pasos en función de organizar campeonatos de varios deportes de carácter verdaderamente nacional, entre los cuales se destacó el torneo beisbolero celebrado entre marzo y octubre de 1960, ganado por el equipo Mulos de Nicaro, campeón oriental. Este fue, al decir del investigador Carlos Reig, en el texto que abre el presente libro, el Primer inning del béisbol revolucionario, que tomaría luego forma definitiva con las series nacionales inauguradas el 14 de enero de 1962.

    Desde entonces, los campeonatos nacionales y sus diferentes estructuras y equipos1 han coloreado el panorama beisbolero de la isla, dado inmensas alegrías a su noble y conocedora afición, desarrollado talentos desde las categorías inferiores hasta las de mayores, y sobre todo han mostrado béisbol de calidad desde los más apartados rincones del país hasta los torneos oficiales de mayor nivel internacio­nal, sean juegos centroamericanos, panamericanos, campeonatos del mundo, copas intercontinentales, olimpiadas o clásicos mundiales, como el celebrado en varios países en marzo de 2006.

    17 En la etapa revolucionaria han participado en torneos de béisbol de primera categoría: series nacionales, selectivas, copas Revolución y superligas, equipos con los siguientes nombres (en cursivas los actuales 16 conjuntos): Agricultores, Agropecuarios, Arroceros, Azucareros, Cafetaleros, Camagüey, Camagüeyanos, Centrales, Ciego de Ávila, Cienfuegos, Citricultores, Ciudad Habana, Constructores, Forestales, Ganaderos, Granjeros, Granma, Guantánamo, Habana, Habaneros, Henequeneros, Holguín, Industriales, Isla de la Juventud, La Habana, Las Tunas, Las Villas, Matanzas, Metropolitanos, Mineros, Occidentales, Orientales, Pinar del Río, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba, Serranos, Vegueros y Villa Clara.

    De esta historia, la de la pelota revolucionaria, olvidada o menospreciada en algunos libros sobre historia de béisbol cubano publicados fuera de Cuba,1 o aún por escribir dentro de la propia isla, se ocupan los textos que conforman el presente volumen. Se trata de un recorrido amplio por cinco décadas de béisbol, y obviamente no se mencionan todas las figuras destacadas de este pasatiempo, quienes merecerían un lugar en el Salón de la Fama de la pelota cubana, cuando este santuario deportivo sea revitalizado. No obstante, sí aparecen recogidos momentos y procesos decisivos en la conformación del nuevo mapa y de los imaginarios actuales de la pelota insular, junto a biografías de jugadores, árbitros, cronistas y periodistas destacados.

    18 Un ejemplo de esta subvaloración del béisbol pos 1959 en el enjundioso libro de Roberto González Echevarría, La Gloria de Cuba. Historia del béisbol en la Isla, Editorial Colibrí, Madrid, 2004. Un serio esfuerzo de superar este desconocimiento en Peter C. Bjarkman, A History of Cuban Baseball. 1864-2006, McFarland & Company, Inc., Publishers, Jefferson, NC, y Londres, 2007.

    Un rápido viaje por las páginas del libro nos permite apreciar su diversidad de enfoques y criterios, como disímiles son también los autores. Hemos preferido que este homenaje al deporte nacional no fuera de dominio exclusivo de especialistas en el tema, sino invitar también a compartir sus saberes a novelistas, cuentistas, ensayistas, dramaturgos e historiadores, para que dieran su visión desde posturas donde la calidad estética y el rigor analítico de los textos, pudieran resultar una agradable sorpresa.

    Periodistas deportivos de larga y fecunda trayectoria como Elio Menéndez, Jorge Alfonso y Víctor Joaquín Ortega, abordan

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    asuntos relativos a las trayectorias de los equipos que han participado en las Series Nacionales, al tiempo que rinden tributo a los inmarcesibles Amado Maestri, Eddy Martin y Bobby Salamanca. Verdaderos ídolos de la década mítica de los años sesenta, como Manuel Alarcón, Agustín Marquetti, Wilfredo Sánchez, Félix Isasi, Rigoberto Rosique, Santiago Mederos y José Antonio Huelga, son interrogados por los investigadores Martín Socarrás, Juan A. Martínez de Osaba, Arturo Pedroso y por el narrador y dramaturgo Miguel Terry; este último con una preciosa fábula donde mezcla las vidas dispares y fatales de esos dos colosos del box: Changa y ­Huelga.

    Equipos imprescindibles de la pelota cubana, desde los siempre amados y odiados Industriales, el único conjunto que ha mantenido su franquicia durante más de cuarenta años, hasta los increíbles Azucareros de Servio Borges, y los consistentes equipos pinareños de los setenta y ochenta, son analizados desde el prisma personal del escritor Leonardo Padura, la investigación minuciosa de Fernando Rodríguez y la prosa auto­rizada del ex pelotero y profesor Martínez de Osaba. En algunos de estos equipos brillaron también los Antonio Muñoz, Pedro José Cheíto Rodríguez, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, Lourdes Gourriel, Alfonso Urquiola, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, Julio Romero, Rogelio García, Omar Ajete y Pedro Luis Lazo, nombres legendarios que se repiten entre los primeros en casi todos los departamentos ofensivos y de pitcheo de estos torneos, y cuyo brillo fue también notabilísimo en los diamantes internacionales. A ellos se unen en la reflexión y la memoria de Víctor Fowler, Yamil Díaz y Alberto Luberta, los inolvidables y espectaculares Rey Vicente Anglada, Víctor y Germán Mesa, quizás tres de los peloteros con mayor grandeza y carácter que hayan pisado jamás un terreno cubano.

    Por último, la literatura, esa compañera inseparable del béisbol desde que Wenceslao Gálvez y del Monte escribió su prístina historia de la pelota insular, en el ya remoto 1889, nos devuelve páginas memorables en los textos híbridos de Arturo Arango, Norberto Codina, Rafael Grillo, Francisco García González, Rodolfo Zamora y Omar Valiño; en sus fábulas, crónicas y obsesiones culturales, nos reiteran una y otra vez aquello que el imaginario popular ha consagrado: la pelota es redonda y viene en caja cuadrada y, para suerte nuestra, el juego no se acaba hasta que se acaba.

    Por todo ello, no nos queda sino invitar —con el poeta Roberto Fernández Retamar en su épico Pío tai,1 uno de los mayores homenajes líricos rendidos al béisbol cubano—: y ahora, pasen la bola.

    19 Roberto Fernández Retamar: Pío tai, en RFR, Versos, Letras ­Cubanas, La Habana, 2005, pp. 91-92.

    Félix Julio Alfonso López

    La Habana, octubre de 2008

    El Latino… la catedral del béisbol cubano.

    Glosario

    Ofensiva

    JJ Juegos jugados

    H Jits

    HR Jonrones

    CR Cogido robando

    BR Base robada

    AVE Promedio de bateo

    TB Total de bases recorridas

    CI Carreras impulsadas

    C Carreras anotadas

    BB Bases por bolas

    BI Bases por bolas intencionales

    SO Ponches

    DB Golpeado por lanzamiento

    FS Fly de sacrificio

    SH Jit de sacrificio

    VB Veces oficiales al bate

    CB Comparecencias al bate

    SLG Slugging1

    1 Slugging: promedio resultante de multiplicar el total de bases por mil y dividirlas por las veces oficiales al bate. Es un indicador de bateadores sluggers o de fuerza al bate.

    Defensa

    E Errores

    TP Triples jugadas o triple play

    DP Dobles jugadas o doble play

    INN Entradas o innings jugados

    TL Total de lances

    PB Passed balls.

    O Outs

    AVE Promedio de fildeo

    2B Segunda base

    CF Jardinero central

    RF Jardinero derecho

    LF Jardinero izquierdo

    R Receptor

    1B Primera base

    3B Tercera base

    SS Torpedero

    BD Bateador designado

    Pitcheo

    JL Juegos lanzados

    JG Juegos ganados

    JP Juegos perdidos

    JI Juegos iniciados

    JC Juegos completos

    INN Entradas lanzadas

    AVE Promedio para el que le batean

    PRO Promedio de ganados y perdidos

    CL Carreras limpias permitidas.

    C Carreras permitidas

    PCL Promedio de carreras limpias permitidas por nueve

    entradas de actuación

    L1 Lechadas propinadas

    Primer inning del béisbol revolucionario

    Carlos E. Reig Romero

    A Felipe Guerra Matos

    El 13 de enero de 1959, cinco días después del apoteósico recibimiento brindado por el pueblo capitalino al líder de la Revolución cubana, el capitán del Ejército Rebelde Felipe Guerra Matos1 fue elegido por el Comandante en Jefe Fidel Castro2 para conducir las riendas de la Dirección General de Deportes (DGD).3 Este nombramiento fue ratificado en la Ley No. 72 del 13 de febrero de 1959,4 que disolvió la anterior Comisión Nacional de Deporte y lo designó Delegado Director para la DGD.

    1 Felipe Guerra Matos. Natural de Manzanillo. Participante en la lucha contra el dictador Batista, tanto en la clandestinidad urbana como en la guerrilla en la Sierra Maestra. Hombre de confianza de Celia Sánchez Manduley. Al terminar la guerra alcanza los grados de Capitán. Asesor de la Presidencia del INDER.

    2 Carlos E. Reig: Entrevista con Felipe Guerra Matos, Miramar, 6 de agosto de 2008.

    3 La Dirección de Deporte, como organismo del gobierno cubano, se crea en 1938, por el capitán Jaime Mariné, con el nombre de Dirección General Nacional de Deportes (DGND). Posteriormente cambia su nombre por Dirección General de Deporte (DGD). Entre sus directores están Jaime Mariné, Luis Orlando Rodríguez y Roberto Fernández Miranda, cuñado del dictador Fulgencio Batista.

    4 Gaceta Oficial, La Habana, febrero de 1959.

    Guerra Matos tiene ante sí la tarea titánica de poner en orden y echar andar el existente entramado organizativo, participativo y competitivo del deporte nacional y, simultáneamente, hacer realidad las ideas e intenciones de la dirección de la Revolución en esta esfera de la cultura, resumidas en el lema de la DGD: más deporte y menos vicio, que exige llevar el deporte a todos los rincones del país, facilitar a todo el pueblo —sin exclusiones de razas o estatus económico y social—, el desarrollo de sus condiciones físicas, la sana práctica y competición deportiva y el disfrute del espectáculo que ofrecen las lides de los diferentes deportes.

    Los derroteros inmediatos para lograr estas aspiraciones son: la construcción de instalaciones y terrenos; distribución de implementos deportivos; organización y ejecución de competencias en todas las provincias, fundamentalmente en las zonas más atrasadas y aisladas de la isla, en las que estas acciones son inusitadas; creación de academias en los diferentes deportes; imprescindible ayuda voluntaria de la comunidad a través de la creación de los patronatos, antecedente del posterior Consejo Voluntario Deportivo (CVD) instaurado, a partir de 1961, por el INDER; apoyo institucional a los deportistas carentes de recursos y la correspondiente atención médica; preparación de técnicos y entrenadores.

    Para la DGD este quehacer fundacional del deporte revolucionario —que no ha sido estudiado todavía como amerita, a pesar de haber transcurrido casi cincuenta años—, se torna complejo y no falto de dificultades objetivas e incomprensiones de personas dedicadas a esta actividad e instituciones y sociedades deportivas establecidas, algunas de ellas constituidas desde la centuria decimonónica, pertenecientes en su mayoría a las diferentes capas de la burguesía nacional, controladoras de casi todo el calendario competitivo anual nacional y de un gran número de las instalaciones deportivas.

    La DGD no puede, en los primeros momentos, sustituir abruptamente las estructuras deportivas existentes por las nuevas acorde al proyecto revolucionario, y tiene que aplazar su realización; por tanto, su punto de partida es laborar con las establecidas como le ocurre también a la dirección de la Revolución en las esferas económica, política y social de la sociedad cubana y, paralela y pacientemente —teniendo en cuenta los recursos financieros, materiales y humanos disponibles—, desbrozar el camino que posibilitará hacer ­realidad las ideas revolucionarias en el campo del deporte. Este proceso, descrito sucintamente, ocurre aparejado con los cambios que va imprimiendo el Gobierno Revolucionario en los primeros años, para crear una nueva sociedad. En la medida que la Revolución se radicaliza, lo hará el deporte. Imposible separar un proceso del otro.

    Desde enero y hasta el mes de octubre de 1959, la DGD construye diecinueve campos deportivos con el apoyo de los patronatos; distribuye implementos por todos los rincones del país; logra que 3% de la población practique deportes, de menos de 1% en 1958; organiza y realiza con el apoyo de otras ligas, sociedades y clubes, cuarenta y ochos competencias de ciclismo, tres campeonatos nacionales de handball, el campeonato nacional juvenil de béisbol y el de gimnástica, un campeonato nacional de baloncesto, dieciocho regatas de ­kayacks, seis competencias de natación, un carnaval atlético de campo y pista (femenino y masculino), competencias de balompié ínter barrios, veintidós lides de tiro, series internacionales de voleibol, baloncesto y softball. Además, torneos de pesas, motociclismo, voleibol, tenis, softball, ajedrez, caza submarina, regatas de velas y botes con motor y envía al ­extranjero equipos de ajedrez, caza submarina, pelota infantil (los Cubanitos) y de balompié.5

    5 Periódico Revolución, La Habana, noviembre de 1959.

    El mundo beisbolero cubano no sufre cambios sustanciales en 1959. Los acostumbrados espacios públicos los ocupan, principalmente, los tradicionales torneos organizados por las diferentes ligas y sociedades como lo vienen haciendo desde hace muchos años.

    La pelota profesional cuenta con un calendario amplio, desde abril y hasta febrero del próximo año, cuenta con la presencia en las diferentes novenas de peloteros del área, norteamericanos y nativos. Tiene una amplia cobertura divulgativa, al disponer de las trasmisiones de dos estaciones televisivas,6 ­varias radiales y toda la prensa plana, que hace del béisbol profesional el espectáculo con la mayor difusión en Cuba. La temporada veraniega (abril-octubre) corresponde a La Liga Internacional de Triple A,7 integrada por equipos de Estados Unidos, Canadá y la franquicia de La Habana, representada por los Cuban Sugar Kings. El 14 de abril de 1959, el comandante Fidel Castro inaugura este certamen al lanzar la primera bola, que recibe el legendario comandante Camilo Cienfuegos. En esta temporada los Cuban Sugar Kings, por primera vez, se titulan campeones de la llamada Pequeña Serie Mundial, también inaugurada por Fidel el 1 de octubre de 1959, éxito que enaltece el sentimiento nacional, apoyado con la presencia de las principales figuras de la Revolución. La temporada invernal, 1959-1960, de la Liga Cubana8 (octubre-febrero) con la tradicional porfía, de casi ochenta años, entre el Almendares y el Habana, es ganada por el equipo Cienfuegos que alcanza para Cuba, entre el 10 y el 15 de febrero de 1960, el título de la XII Serie del Caribe, para ser el quinto consecutivo de las siete ocasiones que lo obtiene. En esta temporada a petición de la DGD, se efectúan, por primera vez, partidos fuera de la capital, lo que permite a la población de esas regiones ver, en vivo, a peloteros de su simpatía y a otros que integraban la leyenda del béisbol cubano. Se escogen los terrenos de Morón, Cienfuegos, Palma Soriano y Santiago de Cuba. Se mantiene la tendencia de las cuatro temporadas anteriores a la disminución de la cifra de asistentes a los juegos, por lo que es económicamente un desastre, con las mayores pérdidas de todos los tiempos —15 000 dólares—, para los dueños de cada club.9

    6 El 30 de octubre de 1950 se toman escenas aisladas del juego entre los equipos Cienfuegos y Marianao. Al día siguiente, se trasmite el primer juego completo.

    7 La Liga Internacional se funda en 1949, integrada por siete equipos de Estados Unidos, Canadá y Cuba, representada por los Cuban Sugar Kings, creado por Bobby Maduro e insertado en 1954. En la temporada de 1959, los Reyes del Azúcar ganan por primera vez la pequeña Serie Mundial de la Liga Internacional. Después de varias amenazas, durante el primer semestre de 1960, por parte del comisionado de las Grandes Ligas, Ford Frick, y del comisionado de la Liga Internacional, Frank Shaughnessy, se le quita la franquicia a La Habana de los Cuban Sugar Kings el 8 de julio de 1960, dos días después que el presidente de Estados Unidos ha rebajado 700 mil toneladas de azúcar de nuestra cuota azucarera, y a siete días de la intervención de las empresas petroleras Shell y Esso, al negarse a refinar el petróleo soviético que debía entregarle el Instituto Cubano del Petróleo. El pretexto utilizado por Shaughnessy es … para proteger a nuestros jugadores. Tenemos que protegerlos y la única forma de hacerlo es sacarlos de allí… La situación de Cuba me ha obligado a adoptar esta decisión. De ahora en adelante la franquicia se pasa a la ciudad de Jersey City y los Cuban Sugar Kings jugarán con otro nombre.

    8 La Liga cubana de béisbol profesional es constituida a finales del si­glo xix. Durante muchos años hay inestabilidad en los equipos que la integraban, hasta que en la temporada 1943-1944 quedan fijos los ­cuatro teams que la conforman: Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao, hasta su disolución en 1961. La mayor atracción es la rivalidad, desde los primeros torneos del siglo xix, entre el Almendares y el Habana. En 1947, las Ligas profesionales de Panamá, Puerto Rico, Venezuela y Cuba constituyen la Confederación del Caribe, que acuerda celebrar anualmente la Serie del Caribe, en la que participan los equipos campeones de los países que la integran, en sus respectivas temporadas invernales. Se rota la sede cada año. La primera Serie se efectúa en 1949. Se adjudica a La Habana la sede de la Serie correspondiente a la temporada 1960-1961, para iniciarla a partir del 10 de febrero de 1961, pero por presiones del comisionado de las Grandes Ligas, Ford Frick, que prohíbe a los peloteros norteamericanos que juegan en equipos de la Confederación del Caribe venir a La Habana, y, por otro lado, la decisión del gobierno de Cuba de que si se le quitaba la sede a La Habana, no autorizaría a ningún equipo, en representación de Cuba, a jugar en otro país, se suspende la competencia. Como alternativa se organiza una serie especial entre los otros tres miembros de la Confederación del Caribe.

    9 Fausto Miranda: Fin de temporada, en periódico Revolución, La Habana, 8 de octubre de 1959, p. 9.

    En la rama amateur, como es tradicional, la Unión Atlética Amateur de Cuba (UAAC)10 realiza su torneo titulado Liga nacional de béisbol amateur (abril-octubre) con la participación de más de quince equipos, en el antigua provincia habanera; en el período invernal y en distintas regiones de la parte occidental de Cuba se efectúan los torneos de la Liga de Pedro Betancourt11 y la Liga intermunicipal de béisbol amateur libre de Quivicán.12Otras ligas que integran el tejido del béisbol amateur son: la Liga de Jovellanos, Liga azucarera, y Liga azucarera de las Villas, Unión Atlética Amateur de Oriente y Liga popular.

    10 La Unión Atlética Amateur de Cuba se constituye el 28 de marzo de 1922. La directiva de la Liga Nacional de Béisbol Amateur, creada en 1914, transfiere esta organización a la comisión de béisbol de la Unión Atlética Amateur de Cuba. A partir de ese momento controla la Federación Cubana de Béisbol hasta que se independiza, después del triunfo de la Revolución cubana.

    11 La Liga municipal de baseball amateur de Pedro Betancourt aglutina un grupo de equipos de la parte occidental (Matanzas y La Habana) y del centro de la isla, fundamentalmente las novenas pertenecientes a distintos centrales de la región. Por ejemplo, Julio Lobo sufraga los gastos de los cuatro equipos representantes de igual número de sus centrales. Fundada en 1944, desde ese año realiza de manera ininterrumpida, en la temporada invernal, su torneo anual hasta el correspondiente a 1959-1960, que gana el equipo del central Cuba. En agosto de 1960 da a conocer que tiene una situación crítica para organizar la temporada 1960-1961 debido, fundamentalmente, a que los dueños de un grupo de equipos representantes de centrales, no han reportado su interés en participar en el nuevo torneo. Al poco tiempo se disuelve.

    12 La Liga intermunicipal de béisbol amateur libre de Quivicán está integrada por más de dieciocho equipos, casi todos de la antigua provincia de La Habana. El campeonato 1959-1960 lo gana el equipo del Cotorro, el segundo lugar lo ocupa la novena del Rafael Conte. El 16 de octubre se inaugura su último torneo, que se extiende hasta el mes de marzo de 1961. Participan veinte equipos. Finaliza el 2 de abril de 1961 con la victoria del equipo Rayonitas de Matanzas.

    Aunque la DGD no se inserta en el calendario competitivo beisbolero de 1959, descrito anteriormente, al no contar con el tiempo y los recursos necesarios, ha acumulado experiencias y preparado las condiciones para convocar públicamente, el 18 de enero de 1960, al Campeonato Nacional de Béisbol Amateur de la DGD, con un plazo de inscripción hasta el 15 de febrero.

    Este campeonato tiene la importancia histórica de ser el pionero del béisbol revolucionario, relevancia, hasta donde sepa el autor de este trabajo, no reconocida por la prensa deportiva, ni por los historiadores del deporte, a lo cual se suma la Comisión nacional de béisbol y la Cátedra de béisbol del Instituto Superior de Cultura Física Comandante Manuel Fajardo. Torneo inusual, que materializa el anhelo popular, de muchos años, de convocar, sin exclusión alguna, a peloteros de todo el país, y la posibilidad de defender su provincia en una final nacional. La DGD no persigue con esta contienda afectar los intereses de las Ligas existentes, ni ser su adversario. En fraternal emulación pretende realizar o complementar lo que ellas y las anteriores directivas gubernamentales del deporte no han hecho por falta de interés, iniciativa o recursos. Es una lid libre, a la que pueden inscribirse los equipos de cualquier región de la isla, oportunidad para los que no participan en otras ligas, de llegar a la serie nacional final.

    La organización recae en Juan Ealo, Bebo Izquierdo y Juan García.13 La acogida por los diferentes estratos del pueblo se demuestra en la inscripción de doscientos cuarenta equipos, integrados por cinco mil ochenta y cinco peloteros.14 Solamente en la provincia de La Habana se inscriben setenta novenas, lo que obliga a los organizadores a crear cuatro zonas: Vitico Muñoz, Camilo Cienfuegos, Pincho Gutiérrez y Noelio Capote. No se ha encontrado información de cómo las restantes provincias se dividieron en zonas, al igual que los ­nombres de los correspondientes equipos y sus integrantes. La prensa de aquellos días reporta poco las incidencias de este campeonato, a lo que se suma el no haberse localizado la ­compilación de las estadísticas, si es que se hicieron, lo que hace complejo el intento de escribir sus memorias, ausencia lamen­table para la historiografía deportiva del período revolucionario. Al leerse los nombres de algunos de los equipos inscritos, se nota su composición por campesinos, obreros, trabajadores y estudiantes (Universidad de La Habana, Reparto Naranjo, Asociación de Dependientes del Comercio de La Ha­bana, Escuela de Comercio, Plantas Eléctricas, Terminal del Diezmero, Cooperativa Expreso, Impresos Lermo, Acueducto de Matanzas, Mulos de la Nicaro, Central Vertientes, Sindicato del Comercio, Sociedad Victoria, cooperativa René Almanza y Central Narcisa). Hay casos de clubes o sociedades que participan en las contiendas de la UAAC (Universidad) o en la Liga Quivicán (Parque Martí y Rafael Conte) y, sin embargo, asisten con el mismo team u organizan otro equipo para participar en el torneo de la DGD. Por su parte, peloteros que han jugado anteriormente en algunas de las Ligas establecidas, deciden inscribirse en esta popular convocatoria. Para realizar este campeonato en las distintas provincias, la DGD se apoya en los patronatos y en los comisionados municipales.15 El 27 de marzo de 1960, en el Stadium Universitario, se inaugura el torneo al lanzar la primera pelota el presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), Rolando Cubela; ocupa la receptoría el capitán Felipe Guerra Matos. Hasta los últimos días de septiembre se realiza, en muchos municipios del territorio nacional, la etapa eliminatoria para sacar al campeón de cada provincia, que coincide con la temporada de la Liga nacional de béisbol ­amateur

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