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La hechicera de Reinkar
La hechicera de Reinkar
La hechicera de Reinkar
Libro electrónico336 páginas5 horas

La hechicera de Reinkar

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El libro comprende tres novelas "La hechicera de la luna", "El espejo del silencio" y "El rival".

Las tres novelas están conectadas, ya que tienen los mismos personajes y se ubican en el mismo contexto, pero cada una tiene su propio final.

El personaje principal es Selene, la hechicera del título, que crece en el tranquilo Bosque Esmeralda, en el Reino de Asterus, y aprende magia de su mentor Adamante. Pero hay un misterio en su pasado. Para descubrirlo, viajará al reino de Reinkar. Este será solo el comienzo de un camino que la llevará entre muchas aventuras, reuniéndose con amigos y enemigos, luchando y viajando en un mundo hecho de magia oscura y brillante, amistad y crueldad.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento2 feb 2019
ISBN9781547569151
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    La hechicera de Reinkar - Alessia Francone

    Para mi hermana,

    Mi primera lectora

    Prefacio

    de Elisabetta Ossimoro

    Conozco a Alessia - y con ella también a sus protagonistas Selene y Arne – por cerca de diez años con gran emoción vengo dando a ella y ellos la bienvenida a la luz del sol, finalmente fuera del cajón y a la prueba de los lectores.

    De fantasía medieval se ha escrito mucho en los últimos años, primero en el extranjero y luego en Italia a partir de 2001, especialmente después del éxito de la adaptación cinematográfica de El Señor de los Anillos, firmado por Peter Jackson, hemos sido testigos de la creación de extensiones de mundos imaginarios, más o menos alejados de la fantasía de Tolkien, formados de vez en cuando según la visión personal del autor.

    Dentro de un panorama tan vasto y variado, uno podría preguntarse qué hace que el período medieval de fantasía descrito por Alessia sea especial y valioso, y las respuestas son variadas.

    En primer lugar, la meticulosa atención que se presta a la construcción de un universo nítido, dibujado con precisión, que es una de las lecciones narratológicas que nos dio Calvino en sus Lecciones Americanas; una precisión que se encuentra en la geografía de los reinos en los que tiene lugar la acción, como en las descripciones de la atmósferas, la ropas, los contextos e incluso del aparato impositivo - la particular luminosidad en la que emerge la Alessia medievalista y archivista.

    Todo esto se ve compensado en gran medida por una ligereza de la narrativa que lleva al lector a un torbellino de aventuras emocionantes, en un viaje de descubrimiento de los protagonistas que procede de un diálogo continuo entre el crecimiento del alma humana y el espíritu prodigioso e indomable de la magia, en su vínculo indisoluble con la naturaleza, que revive las atmósferas de los mitos nórdicos, entre bosques encantados y animales fantásticos, quimeras, unicornios, dragones e hijas crueles de los elfos.

    Los muchos aspectos que conviven en este espacio romántico unen diferentes géneros: por un lado encontramos la fantasía medieval en su inclinación clásica y teutónicamente rigurosa, por el otro la aventura apasionante, que a veces recuerda las novelas exóticas y aventureras de Salgari, y el conjunto se enriquece con paisajes fascinantes y sombríos característico de las historias góticas del siglo XIX; entonces no faltan, las incursiones en el misterio y algunos ambientes típicos de las películas del oeste, especialmente al tratar con problemas como la soledad, la venganza y la insignificancia humana enfrente  de una naturaleza hostil y aparentemente invencible.

    La elección de la forma narrativa - una larga historia, porque cada historia se compone de un centenar de páginas - es valiente y contraria a la tendencia para un género de preferencia amplio como la fantasía, que tiende a preferir las narrativas densas y tomos de volumen considerable. Una feliz elección que permite al lector a penetrar poco a poco en el mundo creado por la autora, amando a los personajes como los amigos, siguiendo su progreso y su ritmo en el espacio y el tiempo poco a poco encontrando nuevos obstáculos a superar, nuevos enemigos, nuevos aliados, nuevas responsabilidades para la vida.

    Otra opción audaz se centra en una serie de personajes bastante limitada, lo que permite al lector en buscar la profundidad psicológica, por así decirlo, verticalmente en los múltiples aspectos de su personalidad; también debe tenerse en cuenta que las figuras secundarias se representan con gran cuidado y atención.

    Los protagonistas, la hechicera Selene y el caballero Arne, encarnan modelos milenarios sin caer en los estereotipos que a menudo infectan este género: Selene no es una chica para ser salvada, pero tampoco una princesa guerrera, no es un ángel del hogar, ni una dama oscura. Es una hechicera, una mujer educada que está reforzada por la experiencia y aprende de sus errores, en una dialéctica constante entre sus sentimientos muy humanos y sus grandes poderes metafísicos. Del mismo modo, Arne es un caballero valiente, pero lejos de ser de brillante armadura, lucha contra sus defectos y la aceptación a menudo difícil del yo. Cómo auténtica amistad en la vida real, el diálogo entre Selene y Arne escribe los mejores momentos de la saga, aquellos en los que, también de la confrontación viene la evolución y el enriquecimiento mutuo.

    En La hechicera de la luna encontramos la aventura de fantasía más arquetípica, que ve a la joven hechicera Selene inmersa en la búsqueda de sus orígenes, en un viaje físico e interior a la tierra de la que fue arrancada de niña: una ruta que tomará entre montañas escarpadas y pantanos invadidos por las criaturas más temibles, desiertos infestados de espejismos y lugares encantados de rara belleza. Las reuniones y las interacciones con amigos y enemigos son seguidas por un crescendo de giros de la trama que promete un final crepitante.

    Más íntimo y psicológico, El Espejo del Silencio sitúa a Selene y Arne un par de años más tarde, se enfrentan a un enemigo poderoso que los deja sin salida: una bruja que convierte en hielo todo lo que toca y quita la música y el sonido de la tierra qué conquista; para derrotarlo, los dos protagonistas tendrán que luchar primero contra sus límites humanos y su orgullo, abriendo el camino a un viaje compartido y consciente para encontrar su lugar en el mundo.

    De misterio y con un humor muy fuerte es en cambio El Rival: una visita de cortesía a la corte de un reino se convierte en la escena de un crimen atroz, delo cual Arne se verá acusado sin posibilidad de apelación. ¿Nuestros protagonistas sobrevivirán incluso esta densa red de intrigas?

    La hechicera de la luna

    Prólogo

    La rebelión fue terrible e imparable como un río inundado. La muchedumbre enfurecida, ya no contenida por ningún terraplén, inundó las calles y plazas, arrastrando con ella, en su furia, todo lo que encontró.

    Durante siglos no hubo ningún levantamiento violento en el reinado de Reinkar, pero ahora la situación se había vuelto insostenible. El rey Hunibald von Königsburg había aumentado los impuestos a un nivel imposible, ordenando la requisición forzosa de bienes de aquellos que no podían pagarlos. Agricultores e innumerables artesanos, que vivían solamente de su tierra y de su trabajo, que habían perdido todo lo que tenían y ahora, pobres e infelices, vagaban por la ciudad, pidiendo o robando para ganarse la vida. El reino, una vez floreciente y pacífico, se había empobrecido y el descontento general había desembocado en tensiones y disturbios peligrosos. El rey había emitido, en consecuencia, una serie de edictos que establecían la detención inmediata de quienes se resistieran a los cobradores de deudas y a los guardias, se aumentaron las sanciones, se amplió el ámbito del delito contra su majestad y se aumentó el uso de la tortura y la pena capital. Al hacerlo, el soberano se había vuelto impopular no solo hacia la gente, sino también hacia muchos oficiales y soldados, que a menudo se habían negado a obedecer sus órdenes. En algún momento, las guarniciones de Reinkar habían sido reemplazadas por guardias mercenarios despiadados y sin escrúpulos, que actuaban solamente por dinero; los soldados que se habían rebelado contra las órdenes del rey también fueron acusados de alta traición y arrojados a la cárcel. El mismo destino fue para todos aquellos que se habían opuesto firmemente a la nueva línea de gobierno de Hunibald, incluyendo algunos exponentes de distinguidas familias nobles y varios funcionarios reales.

    Sin embargo, muchos recordaban que el soberano en el principio de su reinado no actuaba de manera tan impopular, si bien no era particularmente popular; solo en los últimos años su dominio se había vuelto realmente despótico, desde que el mago había llegado.

    *

    En el castillo de Druner, la capital del reino, el rey Hunibald y su consorte Clivia se hallaban sentados en la sala del trono, rodeados por sus asesores y gastaldos que administraban los diferentes disttritos del reino, reunidos de emergencia para hacer frente a la situación.

    El rey, un hombre alto, pálido, con una mirada severa y la actitud distante, habló con frialdad y casi sin tono, dirigiéndose a uno de los funcionarios: - Conde von Rohr, ¿qué noticias nos trajo de su región?

    - Nada bueno, mi señor. - el encuestado respondió: - En la ciudad de Rohr la guardia todavía está en control de la situación, pero en los pueblos y ciudades más pequeñas se fragua la revuelta. La gente se ha entregado al saqueo y varios jueces y recaudadores de impuestos han sido atacados o asesinados; en Mond, el mismo castellano ha escapado con dificultad a una emboscada.

    - ¡Bribones miserables! - dijo el rey bruscamente: - Pero pagarán caro. Después de todo, solo son mendigos armados con algunas horcas.

    - Con todo respeto a Su Majestad, creo que es un grave error subestimar a los rebeldes. - Von Rohr respondió: - Por lo que me han contado y por lo que he visto personalmente, son muchos y no están mal armados.

    - El Conde está en lo cierto. - Otro gastaldo intervino: -

    Incluso en el marquesado del sur, la situación era la misma. En Alenstadt, además, los rebeldes habían conquistado las cárceles y habian liberado a quienes estaban encerrados.

    - ¿Qué? - el soberano estaba irritado: - ¿Cómo puede permitir que tal cosa suceda, Marqués? Entonces, además de los rebeldes, ¡también tendremos que lidiar con un número considerable de bandidos! -

    -Depende de usted que esas cárceles estén tan llenas, señor. - interpuso un tercer gastaldo, con sarcasmo: - Sin embargo, no se preocupe mucho. La mayoría de los prisioneros que escaparon eran inocentes, detenidos simplemente porque ya no podían pagar impuestos.

    - ¡Modere el tono, Duque Hofheim! - replicó el rey, furioso: - ¿También defiende a esa chusma? Eran criminales y bandidos, en prisión por sus fechorías, ¡y entre ellos ciertamente había traidores del reino!

    - Algunos de los que ha definido con este término solo han expresado abiertamente una opinión contraria a la suya, señor. - el gastaldo respondió audazmente: - Y si los hubiera escuchado, tal vez no habríamos llegado a este punto. -

    - ¿Habla de gente como su hermano, Duque Hofheim?- protestó una voz con un tono oscuro detrás de él. -

    El gastaldose sobresaltó e, imitado por el rey y por los acompañantes, se dio la vuelta hacia el umbral de la habitación, en la que acababa de aparecer Eubetius, el mago de la corte. Era un hombre alto y delgado, con una cara larga y afilada, enmarcada por espesos cabellos plateados. Sus ojos azul hielo, penetrantes como cuchillas, notaron todo e hicieron incomodar a los que se atrevían a mirarlos por mucho tiempo. La lengua de Eubetius era tan aguda como su ojo y su autoridad en el palacio era igual, si no superior, a la del rey: nadie en el castillo Druner, habría osado discutir sus órdenes. El mago usualmente permanecía en sus habitaciones subterráneas, ocupado en hechizos misteriosos, pero era posible encontrarse con él en los corredores del palacio real. Cuando Eubetius navegó a través de una habitación, una atmósfera oscura y pesada se movió con él; el hecho de que el hechicero usara siempre largas túnicas oscuras no mejoró el efecto.

    Había ido a Druner unos años antes y había sido recibido por el rey como un mago de la corte, gracias a sus notables habilidades y su capacidad de persuasión. Desde entonces muchas cosas habían cambiado en Reinkar: Hunibald no tomaba ninguna decisión sin antes consultar a Eubetius, que por lo tanto gozaba de gran prestigio. Los consejeros del soberano y la misma princesa consorte ya no tenían voz en los asuntos del gobierno, y sus propuestas eran aceptadas solo si el hechicero también las aprobaba, algo que sucedía con bastante poca frecuencia.

    Eubetius, además de ser astuto y calculador, era sobre todo un poderoso mago, capaz de gobernar los elementos y lanzar hechizos terribles. Muy pocos eran los secretos desconocidos para él; conocía los idiomas de los antiguos, era el amo de las fuerzas siniestras, y podía obtener obediencia de las oscuras criaturas de la Sombra. Todo esto lo convertía en un personaje peligroso y temido incluso por los más atrevidos.

    La aparición de Eubetius dejó helado a los presentes; el primero en romper el silencio fue el rey:  -Bienvenido, Eubetius. Me alegra que hayas llegado. Como puedes ver, la insubordinación ahora serpentea entre mis propios gastaldos.

    - Quien defiende a los rebeldes y los traidores del reino es de la misma calaña. - sentenció el mago: - Si recuerda, le aconsejé que retirara al Duque Hofheim de su puesto. Es inaceptable que el hermano de un hombre en prisión por alta traición y rebelarse a Su Majestad siga siendo un gastaldo. -

    Muchos se estremecieron cuando Hofheim palideció visiblemente.

    - ¡Mi hermano no es un traidor! - protestó, volviéndose hacia Hunibald: - ¡Él solo intentó abrir sus ojos, Señor, para hacerle comprender quién es el verdadero enemigo del reino! -

    - Nos estamos volviendo arrogantes. -Comentó calmadamente Eubetius: - El enemigo del reino, en mi opinión, es cualquiera que se rebela contra la ley del rey. Tu hermano lo ha hecho, y me parece que estás en el mismo camino. -

    -Bueno, no exageremos ahora, Eubetius. - intervino Hunibald, incierto: - El Duque Hofheim es insolente, pero no ha cometido ninguna acción que justifique una acusación de traición.

    -Si puedo darle un consejo humilde, Señor, debería ser más cauteloso. - Eubetius comentó: - Honras tu confianza y tu amistad a muchos que no se lo merecen en absoluto, y que se aprovechan de tu magnanimidad para tejer intrigas sobre tus hombros.

    - ¡Es una calumnia, Majestad! - Se opuso Hofheim, lanzando al mago una mirada llena de resentimiento.

    - Piénselo, señor. - insistió Eubetius, implacable: - Estos alborotadores están organizados y bien armados. No son perros sueltos, tienen jefes detrás de ellos. -

    - ¿Estás insinuando que uno de mis gastaldos está realmente detrás de la rebelión, Eubetius? El rey preguntó severamente: -Es una acusación muy seria. -

    - Solo digo que esta madeja tiene algo de hilo, Majestad, que debe ser encontrado. - afirmó el mago con calma: - En cualquier caso, estos tontos no pueden ayudarte. Escóndelos y escucha la solución que me gustaría ofrecerte. -

    El rey arrugó las cejas, luego asintió y se volvió hacia la audiencia: - Vayan por ahora. Les llamaré en el momento apropiado. En cuanto a ti, Duque Hofheim, vendrás a verme más tarde para una entrevista privada. Ahora eres completamente libre de irte.

    Los concejales y los gastaldos se levantaron y salieron de la habitación en silencio. El Duque Hofheim se inclinó rígidamente ante el rey y, después de lanzar una última mirada de fuego a Eubetius, siguió a sus compañeros.

    Cuando estuvieron solos, la esposa del rey habló por primera vez, dirigiéndose al hechicero: -¿No has sido demasiado duro, Eubetius? Las insinuaciones que has hecho sobre el Duque Hofheim son muy pesadas. -

    El mago la miró con desprecio disimulado:—Solo he advertido a Su Majestad de la gente traicionera que lo rodea, Princesa Clivia, y Hofheim es uno de ellos. Y ahora, si lo permite, me gustaría hablar en privado con su esposo. -

    - Haz lo que él dice, Clivia. Déjanos en paz - Hunibald agregó de inmediato.

    - Pero ... - protestó la mujer, incrédula.

    - ¡Te dije que te fueras! - interrumpió el rey, enojado.

    La princesa salió sin decir una palabra, furiosa, y corrió al jardín del castillo, donde comenzó a caminar nerviosamente. ¡Expulsada de la sala del trono como un sirviente común! Esto es más de lo que podía tolerar. Eubetius nunca había sido especialmente bienvenido, pero ahora había excedido todos los límites. Clivia maldijo el día que le dieron la bienvenida a la corte: desde entonces, Hunibald se había convertido en una mera marioneta en manos del hechicero, y la situación del reino había comenzado a empeorar. El levantamiento no habría sucedido si Eubetius no hubiera empujado al rey a aumentar los impuestos y hacer leyes y sanciones más severas. Clivia había intentado oponerse a ellas, pero no podía razonar con su marido.

    Mientras estaba inmersa en estos pensamientos, escuchó una conmoción y gritos en el patio del castillo. La mujer regresó y vio a algunos guardias, recién llegados, que rápidamente desmontaron de sus caballos y se dirigieron corriendo hacia las habitaciones de los soldados y hacia la fortaleza.

    - ¿Qué pasa? - preguntó la princesa, volviéndose hacia un escudero en evidente estado de agitación.

    - ¡Alteza, los alborotadores de Druner se han reunido en la ciudad y vienen hacia aquí! - exclamó el hombre: - Con ellos también hay muchos rebeldes rurales. ¡Ahora que ya no tienen frenos, gritan que van a matar al rey y a su familia! ¡Debe salvarse! -

    Clivia lo miró aterrorizada: - ¡Debemos advertir al jefe de los guardias y decirle que reúna la guarnición! -

    -Los soldados que dieron la alarma ya están pensando en eso, mi señora. Algunos de ellos fueron a advertir al rey y al mago de la corte. - respondió el escudero: - Usted y sus hijos deben huir... No es seguro quedarse aquí, no parece que los guardias puedan detenerlos. -

    La mujer asintió y se apresuró a regresar al castillo. Primero fue a los apartamentos reales y a las habitaciones reservadas para sus hijos. Los encontró plácidamente dormidos, vigilados por su enfermera: el pequeño Emerich tenía solo un año, mientras que la hija mayor Aelchmea tenía tres años. La princesa se volvió hacia la enfermera, una joven que la había atendido durante años, y explicó brevemente lo que estaba sucediendo: - Los alborotadores vienen aquí, Margarete, y temo por la seguridad de mis hijos. Quizás tengamos que huir del castillo rápidamente. Prepare un equipaje con lo mínimo indispensable. -

    La enfermera asintió y se preparó para ejecutar la orden. Clivia la detuvo: - Margarete, siempre has sido una fiel amiga para mí. Un oscuro presentimiento me atormenta ... Prométeme una cosa: si algo me sucede a mí, protege a mis hijos. ¿Me entendiste? -

    La joven, que estaba muda, asintió llorando. La princesa le sonrió para alentarla, luego se acercó a su hija y se quitó el medallón, colgándoselo en el cuello a la niña : -Mi madre solía decirme que esta joya ha pasado de madre a hija por generaciones. No me trajo suerte, pero tal vez sea diferente para ti. -

    Luego, después de darle un par de provisiones a la enfermera, la princesa salió de las habitaciones reales en busca de su esposo. Cuando Clivia llegó a la sala del trono, los soldados ya habían informado las últimas noticias al rey, que ahora estaba solo.

    - Hice convocar nuevamente los gastaldos y los funcionarios de la corte. - dijo Hunibald, visiblemente tenso: - Eubetius ha ido personalmente a dar las instrucciones necesarias al jefe de los guardias. Espero que podamos expulsar a esos malditos rebeldes, pero no puedo arriesgarme. Debes escapar del edificio con nuestros hijos.

    - ¿Y tú? -Preguntó la mujer.

    - Me mantendré a la cabeza de mis hombres, como corresponde a un soberano. - el rey respondió.

    - Entonces me quedaré contigo! - respondió Clivia, resuelta.

    - ¡No, tienes el deber de salvarte a ti misma con Aelchmea y Emerich! - Hunibald declaró: - Es tu responsabilidad protegerlos. Son el futuro de Reinkar, ¡no lo olvides! -

    - Pero tú ... - protestó la mujer.

    Su esposo la tomó por los hombros y la miró a los ojos: -Prométeme que huirás y te mantendrás a salvo con ellos hasta que todo esto termine. ¡Prométemelo! -

    Clivia vaciló, luego asintió: - Lo ... lo prometo. -

    El rey sonrió débilmente: -Bien. Y no te preocupes demasiado ... Las paredes del castillo son fuertes y la guarnición está bien armada. Además, Eubetius me dijo que tiene un plan para llegar al fondo de este levantamiento.

    Antes de que la princesa pudiera responder, la puerta se abrió y el mago de la corte reapareció, acompañado por cuatro guardias: - Di todas las disposiciones necesarias. - dijo: - Los rebeldes tendrán su merecido. -

    - Gracias, Eubetius. Ahora tengo que confiarte una tarea nueva y mucho más importante. - respondió el rey: - Quiero que mi esposa e hijos sean puestos a salvo: los encomiendo a tu protección directa. Tú y una docena de los mejores guardias los escoltarán a través del pasaje secreto que conduce desde las habitaciones reales al sótano de la fortaleza y luego a la cueva del lago Druner. Desde allí, llegarán a la fortaleza de Rotenberg y se quedarán allí hasta que el peligro haya pasado. ¿Está claro?

    - Como el sol, Majestad. - respondió el mago, doblando los labios en una sonrisa burlona, y luego asintió con la cabeza a los soldados, que llegaron de repente e inmovilizaron al rey y a su esposa. Los ojos de Clivia se abrieron de par en par, aterrados; Hunibald intentó zafarse, horrorizado y enojado: - ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo te atreves a poner las manos sobre tu rey? -

    Eubetius estalló en una risa siniestra: - ¡Qué ingenuo eres! Estos hombres solo tienen un rey, el dinero ... Y lo obtienen de mí. -

    - ¿Qué significa, Eubetius? ¡Quiero explicaciones! - espetó Hunibald, furioso y asustado al mismo tiempo, luego se volvió hacia la puerta, llamando: - ¡Guardias! Guardias, ¡a mí! -

    Nadie, sin embargo, respondió a su llamado. Eubetius sonrió ominosamente: -Es inútil, Su Majestad ... Ningún soldado de este palacio lo obedecerá más. Soy su señor ahora. -

    El rey lo miró, estupefacto por el desconcierto.

    - ¡Es un golpe de estado, Hunibald! - exclamó Clivia: - Cría cuervos y te sacarán los ojos, ¿no te das cuenta? ¡Te dije que tengas cuidado con él! ¿Por qué no me escuchaste? -

    - ¿Tú, Eubetius? ¿Tú, un traidor? - murmuró el rey, petrificado.

    - Se lo dije, Su Majestad ... Su mayor defecto es confiar en su vecino en exceso. - respondió el mago, con un tono burlón.

    - El Duque Hofheim tenía razón ... ¡eres tú el verdadero enemigo del reino! -la princesa estalló furiosa.

    - Él y muchos otros también lo son, a su manera. - Eubetius respondió: - Esta revuelta tiene algunos líderes, repito, pero te aseguro que todos morirán. Después de ti, sin embargo. -

    Diciendo esto, el mago se volvió hacia Clivia y, tendiendo la mano hacia ella, pronunció una palabra de sonido oscuro. La mujer se puso rígida y lanzó un largo grito de dolor, su cuerpo se deslizó de los guardias y se hundió en el suelo sin vida.

    - ¡Clivia! ¡No! - Gritó Hunibald, sorprendido, tratando desesperadamente de liberarse de las garras de los soldados que lo habían inmovilizado: - ¡Clivia! ¡Clivia! -

    - No puede oírte ahora. - Eubetius declaró: - Podría haberla hecho atravesar por uno de estos hombres, pero ¿por qué renunciar al placer de matarla personalmente, ante tus propios ojos? -

    - ¡Maldito asesino! gritó el rey: -La pagarás cara ... -

    - No lo creo, ya que pronto estarás siguiendo a tu amable consorte a la tumba. - Respondió el mago.

    - ¿Por qué, Eubetius? - preguntó Hunibald, desesperado: - Mi hijo siempre confió ciegamente en ti, ¡te he concedido honores, prestigio, riquezas! ¿Por qué ahora me traicionas? -

    - Es cierto, Sire, gracias a ti conseguí un gran poder. - aceptó Eubetius: - Sin embargo, con tu partida, tendré mucho más. Reconozco que es una pena hacerte morir, ahora que tuve éxito en convertirte en mi siervo devoto ... Con todo el poder en mis manos, sin embargo, podré perseguir mis planes con mayor facilidad. Para empezar, mi desharé de aquellos nobles que se han opuesto a mí desde que llegué a Reinkar, que hasta ahora disfrutaban de tu amistad y protección: no me hubieras permitido nunca actuar en contra de ellos. -

    - ¡Eres una serpiente, Eubetius! - arremetió el rey: - Si hubiera escuchado a mi esposa y a los que intentaron advertirme de ti ... -

    - Sí, pero incluso me has confiado la vida de la princesa y la de tus herederos. Una confianza que me conmueve, Su Majestad. - el mago sonrió, en un tono falsamente servil.

    - ¿Cómo planeas obtener el poder y mantenerlo cuando se descubra nuestro asesinato? - preguntó Hunibald: - ¡Nadie aceptará obedecer un regicida! -

    - Verás, la revuelta es una excelente oportunidad para resolver este problema y llevar a término un proyecto que tengo en mente desde hace un tiempo. - Eubetius respondió: - En este momento, mis guardias se están llevando a los gastaldos y funcionarios judiciales que están en este castillo. Ninguno de ellos sobrevivirá, ya que siempre me han sido hostiles y en el pasado han hecho todo lo posible para interponerse en mi camino. Cuando lleguen los rebeldes de Druner, encontrarán la puerta abierta y un castillo lleno de cadáveres. -

    Hunibald abrió los ojos, horrorizado.

    - Los alborotadores, al ver la puerta abierta y la mansión aparentemente abandonada, primero pensarán que sus habitantes y soldados han escapado con miedo y ciertamente entrarán para saquear algo. Los guardias permanecerán escondidos en las paredes, en algunas habitaciones del castillo, en la caseta de vigilancia y detrás de las aspilleras de las torres. Cuando el último de los rebeldes haya entrado, cerrarán la puerta y los matarán a todos sin dejar ninguno escape. - explicó Eubetius, con una sonrisa maliciosa: - En ese momento, los soldados atribuirán la responsabilidad de su muerte y la de los habitantes del palacio a los insurgentes, que en cualquier caso serán asesinados y por lo tanto ya no podrán negar las acusaciones. -

    - ¿Qué pasará con mis hijos? ¿Quieres asesinarlos también? Preguntó el rey.

    - Emerich vivirá, si puede consolarte. - Eubetius declaró: - Yo mismo lo educaré y le aconsejaré lo mejor, asumiendo la regencia por para él hasta que alcance la mayoría de edad. Será una legitimidad que dará una base más sólida a mi poder, porque me presentaré como el salvador y protector del último vástago de la Von Königsburg, así como el vengador de la muerte de sus padres y su hermana. Emerich me estará agradecido y hará todo lo que le diga. -

    - ¿Por qué quieres matar a Aelchmea? ¡También puedes tomar la regencia por ella! - protestó Hunibald: - ¡Te lo ruego, perdónala! Es solo una niña, ¿qué peligro puede representar para ti? -

    -Eso es lo que siempre me he

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