Los abrazaré en el cielo, Mamá y Papá

Por Alizée Aaliyah

Su hijo acaba de morir, y se encuentra luchando con un duelo tan profundo, tan hondo, que no sabe cómo su corazón sigue palpitando en medio de tanto dolor. 

Se siente culpable, desdichado, enojado...Desearía tanto cambiar la realidad. No existe una fórmula mágica para enfrentar a ese enemigo inplacable, pero sí hay consuelo. 

Usted se doblegará y hundirá ante la angustia, derramará galones de lágrimas, se sentirá abandonado por sus seres más queridos, pero cobre ánimo. 

Usted sobrellevará esa pérdida, momento con momento, segundo por segundo. Hay personas que jamás se despegarán de su lado, y Dios siempre estará para consolarlo. Hay esperanza. Nunca, nunca lo olvide. 

• Idioma: Español
• Editorial: Alizée Aaliyah
• Fecha de lanzamiento: 14 ene 2019
• ISBN: 9781386185680

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Prólogo

No tuve el privilegio de tenerla en mi vientre, pero la tuve en mis brazos. Mi cuerpo no sintió sus primeras patadas, pero mis manos sí. Mi matriz no la protegió durante nueve meses, pero nuestros corazones se entrelazaron desde el día que la cargué, a las pocas horas de nacer, y cuando me apretó el dedo con su pequeño puño por primera vez, aprendí que me tenía atrapada por siempre.

Dios nos dio dos años y seis días de felicidad inmensa, intensa y completa al lado de ese angelito. Dormíamos juntas todas las noches, mis padres y yo nos desvelábamos cuando estaba enferma, y nuestras manos y corazones siempre estaban allí para consolarla, cargarla cuando sus piernitas se cansaban, y besarla cuando se caía o raspaba las rodillas.

Jackie era muy especial. Tenía un amor asombros por la gente de todas las edades, a pesar de su tierna edad. Estaba aprendiendo a hablar Chino, Japonés, Español, Inglés, Italiano y Francés. Era un rayo de sol, una mariposita que posaba sus delicadas alas sobre cada flor, cada rostro, dejando un aroma divino a su paso.

Era una niña diferente. Si hubiera vivido, no dudo que hubiera llegado a ser otra Malala Yousafzai o una Madre Teresa. Era una rosa que Dios plantó en el jardín de nuestras vidas, que regó y cuidó durante dos años.

El día que salió de nuestras vidas, el 2 de Mayo del 2011, de manera totalmente inesperada, los cielos se abrieron y lloraron con nosotros. Era el final. Pero, ¿habrá sido el comienzo? El comienzo de una vida perfecta en brazos del dulce Pastor que dijo, Dejen que los niños vengan a Mí, y no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. (Lucas 18:16)

Querido lector/querida lectora, usted sostiene este libro con lágrimas en los ojos, esperando que de las hojas salga un milagro que le hará sentir mejor. Usted ha sufrido una pérdida tan impactante que piensa que jamás se repondrá. La pérdida de un hijo es tan traumatizante que es imposible olvidar al que se marchó, pero sí podemos superarlo.

Usted se encuentra en medio de una tempestad en que las aguas rugen, el viento gime y las hojas lloran. Su voz ha quedado ronca de tanto gritar, sus ojos siguen busquando a su adorado hijo, su adorada hija, en las fotos de un álbum, en las cuerdas de un arpa, bajo la