Por un lado, estamos deseando disponer de nuevo en exclusiva de nuestro cuerpo y mente (aunque sea solamente un rato) pero, por otro, hay una zona de nuestro cerebro (la que se activó cuando vimos por primera vez la carita de nuestro hijo) que se resiste a apagarse y nos recuerda que no se puede dejar de ser madre. Es algo así como saltarse una clase en el instituto: te sientes libre y lo necesitabas, pero algo dentro de ti no deja de recordarte que no estás donde tendrías que estar.
Mamá siempre vuelve
La ansiedad que sentimos al separarnos es el mejor indicador de que hay un vínculo sólido con el bebé. Lascachorros, que hace que nos resulte bien difícil disfrutar de cualquier cosa que nos propongamos lejos de ellos. “Todo era perfecto esa noche (el restaurante, la cena…), pero yo no podía dejar de pensar qué estaría haciendo Sonia a cada segundo. Para más inri, a la hora a la que habitualmente me meto con ella en la cama para darle el pecho y dormirla, me entró un sueño terrible. Adoro a mi marido, pero me di cuenta de que no era tan fácil estar lejos ni de ella ni de sus rutinas”, confiesa Ana, madre de una pequeñina de cuatro meses.