Un paso atrás
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Un paso atrás - Enrique García-Máiquez López
Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Lo que no pasa
No somos nada
Poder contarlo
Pájaros y flores
Artículos de temporada
Entrelíneas
Autoayuda para acabar
Aguafiestas
Créditos
A nuestro tercer hijo,
que se quedó atrás,
o sea, encima.
Lo que no pasa
De los maestros me enternece, incluso más que su generosidad, su indefensión. El último mono puede llegar declarándose discípulo suyo, y con el tributo de esa admiración sobrevenida han de cargar ellos. No habría que descartar que sea ese el sentido más auténtico de la célebre frase «Somos enanos en hombros de gigantes». Yo, encima, iré más lejos y pediré a mis maestros que me escriban el prólogo de este libro.
Karl Kraus lo clavó: «Quien tenga algo que decir, que dé un paso atrás», y, nada más leerlo, hace ya años, supe que era una verdad muy honda, con la que habría estado de acuerdo mi querido Kierkegaard; y soñé que sería el título de un libro mío y el criterio de selección último de mis artículos de prensa, más allá del de la calidad, siempre tan resbaladizo. He escogido, pues, los que dan ese paso atrás, y he rechazado esos cuantos que dieron un paso al frente (que es movimiento gallardo, pero más para la vida que para la literatura) y sobre todo dejo en la cuneta, desfondados, con las manos en los riñones, los demasiados que corrieron atropelladamente para aguantarle el paso a la actualidad, el resuello —tenían que hablar (que no es lo mismo que decir) a la vez que corrían— perdido.
Luego me entró cargo de conciencia. ¿No sería el paso atrás una huída? Pero he visto con sorpresa, y ya verá el lector, que en absoluto. A lo que parece, llevo en el subconsciente o en la masa de la sangre el consejo de don José María Pemán, autor que no sé si he leído o recibido en herencia: «Pero que no se crea que un artículo queda hecho con sólo reproducir bien ‘lo que pasa’; cuando precisamente lo que hay que procurar es inyectar en lo que pasa el suero y la vacuna de los valores más altos del ser humano: o sea, ‘lo que no pasa’». Y así, dando mi pasito atrás, para que no me arrollasen las ruidosas carreras de la rabiosa actualidad, vine a dar con esos escandalosos «valores más altos del ser humano». ¿Suena anacrónico, verdad? ¡Bien! De Un paso atrás se podrá decir lo que el respetable juzgue conveniente según su leal saber y entender, pero no que es una escapatoria a los vaporosos valles de la prosa poética, de la neutralidad ética o del esteticismo indolente, que tanto me tientan, dicho sea de paso.
Otra sorpresa ha sido ver que, cuando más desde dentro hablo, menos mías resultan mis opiniones. Estos artículos están llenos de citas, de referencias, de fragmentos de poemas y hasta de dogmas de fe. No debería haberme sorprendido porque José Mateos ya lo había cantado: «También las palabras tienen / sus pasadizos secretos: / al llegar a lo profundo / toda voz se vuelve eco». La clave consiste en la calidad del eco y, aunque me queda la duda (desasosegante) de si transmití limpio el sonido, sé que las voces originales, empezando por Qohelet y llegando hasta Nicolás Gómez Dávila, no podían ser más claras. Es probable que el lector no las comparta: ese lector siempre podría leer el título a modo de captatio benevolentiae, como un humilde reconocimiento de mi retraso con respecto al reloj de la historia, aunque en el fondo yo estoy con Gilbert K. Chesterton: «En el borde de un precipicio solo hay una manera de ir para adelante: dar un paso atrás». Y además, a la literatura qué le importa que el paso sea adelante, atrás, a un lado, al otro o que se quede uno petrificado, con tal de que lo que sea —incluso la caída por el precipicio— se nos cuente con gracia.
Pero ya puestos a exprimir todo lo posible la polisemia del título, precisemos que hay también un paso atrás temporal, perceptible aquí y allá, en relación a algunas noticias del momento que dieron pie a estos artículos, y que se han quedado antiguas. Como en un tablero de ajedrez, si cuando se publicaron estos textos en la prensa se veía la actualidad de fondo negro sobre el que se posaban los cuadrados blancos de unas concepciones más generales y cierta voluntad de estilo, ahora en este libro, volviendo del revés la perspectiva, se debería ver el fondo blanco, cruzado a saltos por unos irremediables cuadrados negros.
Querría haberme traído a escribir este prólogo a todos los maestros, pero hay que ir acabando y ya los cito bastante a lo largo y ancho de las páginas que siguen. Pero qué pena me habría dado irme de aquí sin mentar a Julio Camba. Por suerte, le rindo un personal y quizá imperceptible homenaje del que me hace mucha ilusión presumir. No resultará demasiado vanidoso por mi parte porque el homenaje, en principio, fue involuntario y, al final, supuso un fracaso. Como las bases de un premio al que me presenté, confiado y feliz, limitaban el número de folios, me resigné a poner, dentro de cada capítulo, mis artículos seguidos, sin salto de página, tal y como había leído y releído los de Camba en aquellas iniciáticas, viejas, baratas e impagables ediciones de Austral. Enseguida vi que de esa forma recalcaba la unidad del libro, que nunca quise que fuese sólo una mera recopilación de textos sueltos. Como sucede a menudo, un pequeño paso atrás había sido un salto adelante. No gané el premio y, nuevamente, gracias a eso, Un paso atrás sale en esta editorial admirada, que acoge a tantos de mis maestros mayores. Qué cosas.
NO SOMOS NADA
SE MUERE DE VERAS
Yo quisiera cuajar un artículo bueno tanto como a usted, ya puesto a ello, le gustaría leerlo. Quisiera que tratase, además, de algún asunto de trascendencia. Lo procuro siempre y en todos los terrenos, en la forma y en el