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Las Herramientas Perdidas Del Aprendizaje
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Libro electrónico42 páginas44 minutos

Las Herramientas Perdidas Del Aprendizaje

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Que yo, cuya experiencia en enseñanza es extremadamente limitada, deba atreverme a discutir acerca de la educación es una cuestión, ciertamente, que no requiere de disculpas. Es un tipo de comportamiento al que el presente clima de opiniones es completamente favorable. Obispos expresan sus opiniones acerca de la economía; biólogos, acerca de metafísica; químicos inorgánicos, acerca de teología; A la gente más irrelevante se le asignan ministerios altamente técnicos; y gente simple y directa escriben a los periódicos para decir que Epstein y Picasso no saben dibujar. Hasta cierto punto, y teniendo en cuenta que los criticismos se hagan con razonable modestia, estas actividades son encomiables. Demasiada especialización no es buena. También hay una buena razón por la que grandes aficionados se sientan con derecho a tener una opinión acerca de la educación. Pues si no somos todos profesores profesionales, todos hemos, en algún momento, sido enseñados. Incluso si no aprendimos nada, quizá en particular si no aprendimos nada, nuestras contribuciones a la discusión pueden tener un valor potencial.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 nov 2018
ISBN9781547535354
Las Herramientas Perdidas Del Aprendizaje
Autor

Simon Winchester

Simon Winchester is the acclaimed author of many books, including The Professor and the Madman, The Men Who United the States, The Map That Changed the World, The Man Who Loved China, A Crack in the Edge of the World, and Krakatoa, all of which were New York Times bestsellers and appeared on numerous best and notable lists. In 2006, Winchester was made an officer of the Order of the British Empire (OBE) by Her Majesty the Queen. He resides in western Massachusetts.

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    Las Herramientas Perdidas Del Aprendizaje - Simon Winchester

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    Contenido

    Las Herramientas Perdidas del Aprendizaje

    Preguntas Inquietantes

    El Arte de Aprender

    El Plan De Estudio Medieval

    Ángeles en una Aguja

    Desarmado

    Las Tres Edades

    El Uso de la Memoria

    La Señora Ciencia

    Relación a la Dialéctica

    El mundo en Torno a Nosotros

    Criticismo de la Edad Impertinente

    La Imaginación

    El Estudio de la Retórica

    ¿La Universidad a los Dieciséis?

    Capital Educacional Mermado

    Raíces Olvidadas

    Las Herramientas Perdidas del Aprendizaje

    Simposio en Educación

    Que yo, cuya experiencia en enseñanza es extremadamente limitada, deba atreverme a discutir acerca de la educación es una cuestión, ciertamente, que no requiere de disculpas. Es un tipo de comportamiento al que el presente clima de opiniones es completamente favorable. Obispos expresan sus opiniones acerca de la economía; biólogos, acerca de metafísica; químicos inorgánicos, acerca de teología; A la gente más irrelevante se le asignan ministerios altamente técnicos; y gente simple y directa escriben a los periódicos para decir que Epstein y Picasso no saben dibujar. Hasta cierto punto, y teniendo en cuenta que los criticismos se hagan con razonable modestia, estas actividades son encomiables. Demasiada especialización no es buena. También hay una buena razón por la que grandes aficionados se sientan con derecho a tener una opinión acerca de la educación. Pues si no somos todos profesores profesionales, todos hemos, en algún momento, sido enseñados. Incluso si no aprendimos nada, quizá en particular si no aprendimos nada, nuestras contribuciones a la discusión pueden tener un valor potencial.

    Yo propongo lidiar con el tema de la enseñanza, propiamente así llamado. Es sumamente improbable que las reformas que propongo se lleven a cabo alguna vez. Ni los padres, ni el profesorado, ni el tribunal evaluador, ni la directiva, ni los ministros de educación los tolerarían por un momento. Porque ellos equivalen a esto: Que, si vamos a producir una sociedad educada, capaz de preservar su libertad intelectual a pesar de las complejas presiones de la sociedad moderna, debemos retroceder la rueda del progreso unos cuatro o cinco siglos atrás, hasta el punto en que la educación comenzó a perder de vista su verdadero objetivo, hacia el final de la Edad Media. 

    Antes de que me desestimes con la frase apropiada, reaccionaria, romántica, medievalista, laudator temporis acti, o cualquier otra etiqueta que primero venga en mano, te pediré considerar una o dos preguntas misceláneas que quedan guindando detrás, quizá, en nuestras mentes, y ocasionalmente emergen para preocuparnos.

    Preguntas Inquietantes

    Cuando pensamos en la notablemente corta edad a la que el hombre joven fue a la Universidad en, digamos, los tiempos de Tudor, y posteriormente ser capaces de asumir la responsabilidad por la conducta hacia sus propios asuntos ¿Estamos todos juntos cómodos con la prolongación artificial de la inteligencia infantil

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