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Soy un ganador ¿Para qué?
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Libro electrónico447 páginas4 horas

Soy un ganador ¿Para qué?

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Información de este libro electrónico

En toda mi vida, el Licenciado Adolfo Loópez Mateos fue mi inspiracion. Con avidéz y satisfaccion seguí cada uno de sus actos republicanos, escuché con emoción los discursos que pronunciaba defendiendo la Soberania Nacional. Cuando falleció, tuve el arrojo de acercarme a su féretro y cargarlo con respeto para llevarlo hasta su ultima morada.



IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento1 jul 2015
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    Soy un ganador ¿Para qué? - José Antonio Cueto Citalán

    SOY UN GANADOR

    ¿PARA QUÉ?

    MEMORIAS Y RECUERDOS

    JOSÉ ANTONIO CUETO CITALÁN

    Con la colaboración de

    Sergio Ricardo Melesio Nolasco.

    Alma Rosa Demarest Herrerías.

    José Antonio Rodiles Conde.

    Víctor Manuel Conde Aguilar.

    Alfredo Conde Aguilar.

    Manuel Kinto Gonzalez.

    Manuel Ruiz Nettel.

    © JOSÉ ANTONIO CUETO CITALÁN

    Primera edición: 2015

    Todos los derechos conforme a la ley

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Milena Solot

    Ilustración de portada e interiores: Gonzalo Gabriel Muñoz Morales

    Caracteristicas tipográficas y de edición: © Grupo Rodrigo Porrúa Ediciones

    Rio Tiber N. 99, interior 103 C.P. 06500

    Col. Cuauhtémoc, Del. Cuauhtémoc

    México, Distrito Federal

    (55) 6638 6857

    5293 0170

    direccion@rodrigoporrua.com

    ISBN: 978-607-00376-2-7

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita

    del titular de los derechos patrimoniales.

    PRESENTACIÓN

    SOY UN GANADOR

    ¿PARA QUÉ?

    Al correr de los años van quedando grabados en la zona indeleble del recuerdo y del espíritu, sucesos, experiencias y personas que por su singular valía, quedan autorizados para instalarse en el cofre de los decantados y perennes afectos. Tal es el caso de mi buen amigo, el licenciado y maestro José Antonio Cueto Citalán.

    Digno de encomio es el hecho de que un destacado actor de la escena pública nacional se atreva a dejar testimonio escrito de sus memorias como ahora lo hace Toño Cueto en este libro que bajo el título de Soy un Ganador ¿Para qué? ahora nos obsequia a sus familiares, amigos, y en general a toda persona interesada en el devenir político de México.

    A lo largo de esta obra, dictada por su conciencia abierta y transparente, nos relata detalladamente en que se finca su calidad de ganador, calidad que comienza a fincarse con una sorprendente capacidad de lucha cuya luz genética es aportada por Doña Angelita a cuyo cargo estuvo la fabricación de los quesos y las empanadas que en compañía de su hermana Yolanda salía a vender, a su temprana edad, nuestro amigo el autor.

    Su vocación por el servicio, lo mismo adoctrinador en apartadas zonas rurales dispersas de su querido Chiapas natal, que como acólito fiel y puntual, da curso a su propensión por penetrar a las más profundas fibras humanas hasta convertirse en un compadre y por ende en un padrino de innúmeros afectos.

    La amalgama de esta virtud con una inteligencia notable, es sin duda, el resorte de su exitosa carrera Político-electoral y de su larga carrera docente tanto en la Facultad de Derecho de la UNAM, como en otras instituciones, que solo una ceguera como la que por esa terrible enfermedad la diabetes a su gran amigo Aristófanes Ávila impediría ver. Carrera que según nos narra, inicia a los trece años al triunfar como presidente de una planilla en la que tuvo el acierto de incluir como tesorero al hijo de quien tenía la capacidad para comprar y regalar paletas heladas en aquel su calurosísimo terruño.

    Montado en el que denomina su trípode vital: pensar, sentir y querer, y salvando retos de todo tipo, al llegar en 1959 a su memorable grupo tres de la Facultad de Derecho de la UNAM, tuvo el tino de relacionarse con personajes de la vida pública de México que concurrían a ella lo mismo como Maestros y Funcionarios, como Don Sergio Domínguez Vargas de quien llegara a ser Secretario Particular, que con brillantes alumnos que después llegarían a encumbrarse. Cantera de relaciones que bien supo aprovechar Cueto Citalán para beneficiar a sus paisanos. Así lo constata el hecho de lograr que se hiciera la luz en la Palma de Oro, comunidad chiapaneca que había sufrido ancestralmente la falta de energía eléctrica.

    Diversos son los triunfos que el autor nos relata en el ámbito electoral: San Juan Teotihuacán, Estado de México, Tehuacán, Baja California, Nayarit, Veracruz e incluso en Costa Rica; salpicando sus narrativas con singulares anécdotas, algunas de ellas jocosas como la que relata en el Municipio de Cuauhtémoc, en donde Aquileo Díaz Virgen le juegan una broma vengadora a Don Jesús Reyes Heroles.

    Como todo buen estratega conoce y estudia cuidadosamente hasta dominar el territorio de la reyerta. Incluye a los habitantes de Pavencul. Emulando a los de Francia escribe sus compromisos de campaña en los muros públicos convirtiendo a los electores en los verdaderos fedatarios del cumplimiento de las ofertas hechas. Traza y construye al andar, los caminos de sus tierras.

    Hombre de firmes convicciones, Marimbero y saxofonista que haciendo vibrar a las maderas que cantan, a las que embellecen al mundo y lo transforman, dialoga, convive y se familiariza con su gente pugnando por la unidad entre las familias divididas, primero por la vía del ferrocarril, después por la carretera Panamericana. Hombre de talento, sabedor que la unidad da grandeza y que las divisiones aniquilan, construye la unidad de los tapachultecos.

    Cantando la Llorona en zapoteco, viaja por las veredas en camión de redilas mientras sube a los pescadores al moderno helicóptero de quienes acuden a su llamado para hacerles la luz a sus paisanos.

    Es por ello que con enorme agrado atiendo la cariñosa petición de pergeñar estas líneas introductorias a sus memorias en las que se refleja Antonio Cueto Citalán como lo tenemos sus amigos y familiares: como un hombre de lucha, sensible e inteligente como servidor público, y como eje de una familia cuyos miembros han de ostentar el legítimo orgullo de tenerlo y disfrutarlo con la batuta en mano, entonando una de aquellas maravillosas estrofas del himno chiapaneco:

    Que se olvide la odiosa venganza; que termine por siempre el rencor; que una sea nuestra hermosa esperanza, y uno solo también nuestro amor.

    Así, entre el cántico sonoro y alegre de tan singular grupo conformado por su compañera amada Elsa Iliana, sus hijos Ángela Guadalupe Gelita, Luz María Lucita que dio parte de su vida a su hermano en un trasplante de su riñón a José Antonio, Margarita Maguito y Ramón Enrique Mon; Sasha y Ailyn Iliana y Jessica Anaily, bien podría aparecer emocionado Don José Emilio Grajales Moguel descendiendo de los celestes sitiales del honor, para decirle: Toño amigo, chiapaneco de corazón, vengo a hacer tuya esta estrofa por haber vivido y servido con pasión. Sellaría el acto, el aplauso encendido de todos nosotros sus amigos.

    Lic. Tristán Canales Nájjar.

    Vicepresidente de información y Asuntos públicos en Grupo Salinas;

    Diputado Federal Electo a la LXIII Legislatura del H. Congreso de la Unión.

    Noviembre del 2015.

    NOTA

    Hacer la edición de un libro no es tarea sencilla. Se tiene que conservar lo más posible de las palabras originales del autor, de su estilo, de su pensamiento. Se tiene uno que compenetrar en la forma de expresarse y de concebir su mundo; sus intereses; su visión; tarea especialmente difícil cuando se trata de transcribir desde el lenguaje legal, como es el caso, donde un punto, una coma, puede cambiar el significado y el resultado final en Jurisprudencia, pero en Literatura, las consecuencias no siempre son analogables.

    Para el caso de esta edición, se intentó, creo que con excelentes resultados, mediar entre ambos conceptos. Estilo, ordenamiento, rigurosidad, se logró gracias a que en primer lugar, el autor tiene excelentes dones de conversación y en segundo, porque muy amable y generosamente, el autor me permitió penetrar en su mundo de la fantástica Generación 59 de Abogados de la Facultad de Derecho de la UNAM, haciendo posible el completo entendimiento de los personajes, situaciones y demás componentes, de lo cual, personalmente me enriqueció mucho, no sólo en lo particular, sino en la cultura general, retenida hasta hoy en el mundo de la Literatura y de la Ciencia.

    Por otra parte, insistí en que permaneciera el título del libro como es, a pesar de la aparente sonoridad del mismo.

    Y este título cobra sentido sobre todo hacia el final, en el Epílogo, donde queda totalmente dimensionado lo que a lo largo de todas las páginas previas se va esbozando, en las palabras y conceptos propios del autor, más no lo que los textos de auto ayuda nos quieren hacer creer.

    Ser un Ganador y un ¿Para qué? dentro del pensamiento del autor, no dentro de lo que la psicología conductista nos quiere implementar.

    El lector avisado se percatará de inmediato, desde los primeros párrafos y podrá darme la razón.

    Agradezco por tanto al Licenciado y Maestro Don José Antonio Cueto Citalán por permitirme ese lujo, en la forma elegante y directa con la cual, sólo aquellos a los que se les puede calificar de Maestros, sabe hacerlo.

    Ciudad de México, D.F., a 23 de noviembre de 2015

    Sergio Ricardo Melesio-Nolasco

    goes11@gmail.com

    goes11@hotmail.com

    Portada:

    Mi gran amigo, Aristófanes Ávila Urrutia, Ingeniero Civil, Medalla de Oro Universitaria y un gran científico, me proporcionó esta foto de cuando yo tenía 18 años y había sido nombrado por el entonces Presidente del Comité Municipal del PRI, el Dr. Carlos Zebadúa Hernández, como primer orador y parte del comité de recepción municipal de Tapachula, Chiapas, del entonces Candidato Presidencial Licenciado Adolfo López Mateos, por los méritos y reconocimientos obtenidos en los concursos de oratoria del PRI y del periódico El Universal. Don Adolfo López Mateos fue orador del gran humanista José Vasconcelos; alumno del brillante diplomático y pensador Don Isidro Favela Alfaro y parte del Grupo Atlacomulco, al cual pertenece el actual Presidente de México Licenciado Enrique Peña Nieto. En la fotografía se puede ver, al centro, al Licenciado Don Adolfo López Mateos; atrás de él, Rosario Chayito Saavedra; a su izquierda al Dr. Carlos Zebadúa Hernández; a su derecha a mi persona, Antonio Cueto Citalán; atrás. Don Manuel Rosas Arteaga, Recaudador de Rentas y padre de Manuel Rosas Díaz, recibiendo al Candidato en Tapachula, Chiapas, en el inicio de su Campaña Presidencial.

    Foto: Inicio de la Campaña del Lic. Adolfo López Mateos en Tapachula, Chiapas. Foto otorgada por el Ing. Aristófanes Ávila Urrutia.

    Doña Angelita Citalán Becerra y el

    Licenciado José Antonio Cueto Citalán

    PRÓLOGO

    EL PRINCIPIO DEL FIN

    Ahora que he viajado en el recuerdo, me doy cuenta que cada uno de los personajes que me acompañan desde mi nacimiento, se van entrelazando en cada una de mis nuevas etapas de la vida. Así, mi madre, Doña Angelita Citalán Becerra, estará presente en mi nacimiento, infancia, pubertad, adolescencia, madurez y consolidación profesional.

    Mi madre me vio nacer, crecer, reproducirme y concluir mis estudios profesionales. Mi madre me vio crecer y prosperar en la actividad profesional y política; estuvo siempre a mi lado. Murió en mis brazos, cuando yo era un profesionista exitoso. Me dio la oportunidad de acompañarla en sus últimos momentos. Dicen los que conocen de memorias y recuerdos, que episodios de lo sucedido que se acercan a lo sobrenatural, no hay que publicarlos. Tal vez sea así. Quizás. Pero si yo lo viví y lo recuerdo, lo debo platicar y plasmar en este recorrido de mi vida.

    Así sucedió: El día que murió materialmente para todos espiritualmente vive para mí me habló a las 7 de la mañana. Me dijo que yo le pusiera su vestido blanco, porque mi papá estaba presente para casarse con ella. Estábamos en el Hospital del Seguro Social; yo me quedaba a velarla y a darle lo que necesitaba: agua y pañuelos desechables. Cuando me dijo que mi papá estaba a mi lado y que se venía a casar, la puerta del cuarto donde dormíamos se abrió y un frío me cubrió el cuerpo. Al voltear, vi al grupo de Doctores que venían a realizar la visita a los pacientes; la práctica o costumbre era que uno debería de salir del cuarto. Pocos momentos después, salió un joven Doctor y me dijo: Licenciado, su mamacita acaba de morir. Yo lo escribo ahora, porque así lo recuerdo; así lo viví a su lado, en sus últimos momentos de vida.

    Antes, años atrás, la disfruté plenamente. Bailábamos cuando la radio transmitía música de marimba en la estación de Guatemala. Fue una educadora y protectora; acudía a mi lado cuando la necesitaba; fui su chunco, su hijo único. Mi madre me amó; me ayudó; me perdonó y siempre me protegió. Mujer trabajadora que al amanecer empezaba a vender leche que llevaban de los ranchos de su papá; después, a preparar el desayuno; arreglarnos para enviarnos a la escuela. Cuando alguien moría, hacía coronas de flores y las vendía. Por la tarde hacía quesos y nos mandaba a venderlos; hacía empanadas de car-ne y de dulce, y salíamos a venderlos con mi hermana Yolanda, La Negrita.

    Mi madre era el soporte económico de mi familia. QUE DIOS LA TENGA A SU LADO. LA AMO y la recuerdo todos los días, las horas, los minutos y todo el tiempo.

    LA AMO

    Iba a cumplir 9 años y a partir de que hice la Primera Comunión, el Padre Manuel Urbina, que llegó a ser Monseñor, me envió a dar la Doctrina Católica Apostólica a varias Colonias y Pueblos. Conjunté un grupo de amigos de mi edad. A las seis de la mañana de cada sábado, salíamos de mi casa, con queso fresco que hacia mi mamá, y al principio con dinero para comprar pan francés, lo que le dicen bolillo. Cuando el panadero se enteró de nuestra encomienda, nos regalaba el pan. Por la vía del ferrocarril caminábamos desde Tapachula hasta la Colonia Álvaro Obregón. El tío Carmelino López, su esposa la tía María Citalán y la esposa de mi tío abuelo Joaquín Citalán, Doña Virginia, nos daban desayunos con huevos de rancho. Dábamos la doctrina y regresábamos a Tapachula entre las 4 y 5 de la tarde. Me acompañaron los hermanos Carlos, Arturo y José Pepín Benítez y Manuel que lo conocimos siempre como el Pijasucia y otros amigos del barrio de San Sebastián. Después de cada Primera Comunión, aumentaban mis ahijados y compadres, por eso nunca tuve problemas para integrar amigos a las casillas electorales.

    A la edad de 8 años, era acólito de la Iglesia de San Agustín de Hipona, en Tapachula, Chiapas. Ese año fui enviado al Seminario en San Cristóbal de las Casas donde estuve cuatro meses; mi papá me sacó porque quería que fuera militar y me envió al Colegio Militar.

    Fui Presidente de la A.C.J.M. (Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos) y algo que premonitoriamente me impulsó en el Distrito Federal, fui Masón, iniciándome como A.J.E.F. (Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad) a los 19 años y llegué a ser V:.M:. de la Logia Pitágoras 53, del Valle de México, que estaba en la calle de Sadi Carnot.

    A la edad de 10 años, estoy recibiendo un premio como ganador de las carreras de cintas que se realizaban cada año en Mazatán, Chiapas, en honor a la Virgen de la Concepción.

    Mi abuelo Don Agapito Citalán Coronado, me enseñó a montar caballo a puro pelo y me impulsaba a correr sus mejores yeguas y me decía a las yeguas apretarlas con las piernas y un buen jalón de la crin, así lo hacía y ganaba.

    CAPÍTULO I

    INFANCIA Y JUVENTUD

    Soy un ganador.

    Nací en Tapachula, Chiapas, de una familia integrada por mi padre, José Antonio Cueto Sánchez y mi madre, Ángela Citalán Becerra. Tuve la suerte de tener un extraordinario abuelo: Don Agapito Citalán Coronado. Soy ganador, porque ocupé el cuarto lugar entre los hijos que vivieron, después de los varios partos que mi madre tuvo. Los tres anteriores, mujeres: América Concepción; Marta Elena, Josefa Yolanda, y el Chunco, como dicen en mi tierra que soy yo, José Antonio Cueto Citalán.

    De mi abuelito, Don Agapito Citalán Coronado, en mi infancia aprendí a montar a caballo; a tirar con rifle; escopeta y pistola. Al acompañarlo a sacar el ganado a pastar y ordeñar a las vacas lecheras, tomaba leche bronca, saliendo de las tetas, pero con sendos litros de aguardiente que pasaba a recoger de un trapiche, propiedad del Señor Agustín Wong, de origen Chino. Don Agustín Wong llegó a ser muy reconocido por los transportes Wong. El chiste que sobre él decían los mazatecos era que, cuando Don Agustín Wong tuvo mucho dinero y fue a Europa, le decía a sus hijos que eran muy famosos, porque en todos lados habían W. C. (por sus apellidos: Wong Cigarroa).

    Esta forma de iniciar las mañanas de mi infancia me ayudaron a supervivir la vida agitada de trabajo duro. A mis 75 años, he continuado viviendo mejor y ayudando a mi entorno a ser vivible en el confort. A mi abuelito le permitió llegar hasta los 115 años.

    A mi abuelito le gustaba que participara en las carreras de cintas que durante las fiestas de la Virgen de la Concepción se organizaban en Mazatán, Chiapas, cerca de su rancho Buenavista, durante la primera quincena del mes de diciembre de cada año. Consistía en correr a pelo; cada jinete llevaba una vara delgada, de preferencia de árbol del papause, que en el Estado de Guerrero le llaman Ilama.

    Se ganaban las cintas al ensartar las argollas en cada carrera que se hacía. Yo ganaba, y mi abuelito cobraba los premios, que en manos de muchachas muy guapas se entregaban. Tengo entre mis fotos de joven constancia gráfica de eso.

    ¿Por qué soy ganador? Porque tuve todos los privilegios del Chunco, del último de los hijos y fundamentalmente varón; el varón que lleva el nombre de mi padre, el de mi abuelo y el de mi bisabuelo paternos.

    Esta circunstancia, desde niño, marcó mi vida como un ganador; lleno de afectos, de cariños, de respeto de toda la familia, tanto de mi padre como de mi madre.

    Como se acostumbraba, a los 6 años fui a aprender las primeras letras con las Señoritas Aurora y Elvira Meneses, que se dedicaban a enseñar a los pequeños tapachultecos, que tenían alguna posibilidad a pagar algo de dinero, no mucho. Para llegar a la Escuelita de las Meneses, corría entre los árboles frutales que se encontraban en los terrenos baldíos. Una mañana, como todos los días, me puse a comer las frutas que estaban en el suelo, pero comí en exceso zapotes y luego corrí a la escuelita. Cuando llegué, dicen que echaba espuma roja por la boca y me desmayé. Me había congestionado. Me llevaron medio muerto a mi casa, hasta donde llegó el Doctor Jaime Casanova y me puso Alcalé en el estómago. Mi mamá me platicó que le prendió fuego al Alcalé, reviviéndome de inmediato. Algo parecido me pasó años después en La Palma de Oro, del Municipio de Acapetahua, Chiapas. Soy un ganador porque sobreviví.

    Desde niño viví las Elecciones. Mi padre fue del PNR (Partido Nacional Revolucionario), fundado por el General Plutarco Elías Calles el 4 de marzo de 1929; fue del PRM (Partido de la Revolución Mexicana), fundado por el General Lázaro Cárdenas del Río el 30 de marzo de 1938, y también fue del PRI (Partido Revolucionario Institucional), fundado por Manuel Ávila Camacho en 1946. El primer presidente civil fue el Licenciado Miguel Alemán Valdés, de 1946 a 1952. Cuando nació el PRI, yo tenía 6 años de edad y ya montaba a caballo. Desde esa edad empecé a vivir las Elecciones Municipales, Estatales y Federales. Las casillas, de acuerdo con la ley electoral de aquel tiempo, se integraban con los ciudadanos que primero llegaban. En la estrategia de aquella época, los militantes de los partidos contendientes iban a posesionarse de las casillas ocho días antes y defendían su posición a toda costa, que ya habían previamente ganado a golpes y a garrotazos. Por ello mi mamá, el día de las elecciones, le mandaba tortas al medio día y debajo de estas, le ponía su pistola y una o dos cajas de balas calibre 38, para defender las urnas a balazos. En sus memorias, Don Gonzalo N. Santos, el Alazán Tostado,relata esta etapa de las elecciones de la incipiente Democracia Mexicana.

    Credencial de mi padre Don José Antonio Cueto Sánchez, que fue uno de los primeros militantes del Partido Nacional Revolucionario, fundado por el General Plutarco Elías Calles, en 1929.

    ESCUELA PRIMARIA, SECUNDARIA Y PREPARATORIA

    Inicié mis estudios en una escuela de pobres en el año de 1948. Tenía 8 años, en La Escuela Fronteriza Tipo A de Tapachula, Chiapas. Nunca me imaginé que al inscribirme mi padre en esa escuela, iba a ganar. Y gané.

    En el quinto año de la primaria, un Maestro de apellido Castillejos (que era gangoso, y años después me enteré que era primo hermano del director), tuvo la ocurrencia de pedir cinco centavos más en la cuota que dábamos todos los días los cuarenta niños que asistíamos. Teníamos que apoyarlo económicamente para comprar un garrafón de agua, que costaba un peso con veinte centavos. Éramos cuarenta alumnos y ganaba ochenta centavos todos los días. Se le ocurrió, con su voz gangosa decirnos un día: en lugar de cinco centavos, traigan diez centavos. Diez centavos que afectaban la economía de muchos de nuestros compañeros. Gané, porque tuve la ocurrencia de inconformarme y le dije al maestro que no era correcto pedir cinco centavos más, porque él ganaba todos los días ochenta centavos y quería incrementar su ganancia a costa de nosotros, que éramos hijos de obreros, de campesinos, de personas humildes, de pobres. El maestro se disgustó a tal grado, que me golpeó y me abrió la cabeza con un garrote que tenía a la mano. A partir de ese momento, mi vida política electoral se inició. ¿Por qué? Les voy a contar.

    Fui a mi casa bañado en sangre. Mi padre me vio y él era de armas tomar. Se fue con la pistola en la mano y obligó al maestro a pedirme perdón. Creo, no creo, estoy seguro de que lo golpeó. Eso generó un movimiento entre los padres de familia de los estudiantes de esa escuela (cuyo presidente era el Administrador de Correos de Tapachula, un puesto de suma importancia y era el papá del Coronel Alfredo Valdés, a quien después, encontraría como Jefe de ayudantes del Lic. Jesús Reyes Heroles), para tomar el acuerdo, como Sociedad de Padres de Familia, de que a partir de ese momento, no cobrarían los maestros ninguna cantidad de dinero y que los padres se harían cargo de todos los gastos que tendrían los alumnos en la Escuela. Cambiaron al maestro y llegó un extraordinario profesor, Artemio Neville, deportista y alegre. Nos llevaba al Río Coatán para enseñarnos a nadar y las artes marciales orientales.

    ¿Por qué gané? Porque el año siguiente, en 1953, el Director de la escuela me dijo que había obtenido el primer lugar por la elaboración de la biografía del Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, que me permitiría acudir a Pénjamo, Guanajuato, al Bicentenario de su natalicio. Nunca hice ese trabajo. Debió arrancarle la primera hoja al trabajo original. Debió haberlo elaborado algún gran maestro de la Logia Masónica de Tapachula. Era un verdadero tratado acerca de la vida de Don Miguel Hidalgo y Costilla, de más de trescientas cuartillas.

    Acepté y viajé durante varios días, desde Tapachula hasta el Puerto Veracruz; luego al Distrito Federal. Del Distrito Federal hasta Guanajuato; de la Ciudad de Guanajuato hasta Pénjamo. Fueron más de quince días de viaje. Conocí a muchos amigos y a varios maestros, pero el acontecimiento relevante fue que, al leer el trabajo que me hizo ganador, estando frente al Representante del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y el extraordinario artista Don Joaquín Pardavé, nacido en Pénjamo, sucedió lo insólito: cuando empecé a hablar de la infancia y de la juventud de Don Miguel Hidalgo, movieron la estatua del homenajeado, del Padre de la Patria. En ese momento, se me ocurrió decir ¡Como ya se va Don Miguel, acá terminó mi discurso! Cuando me bajé del podio, se acercó Don Joaquín Pardavé y me dijo: ¡Muchacho!, pensé que me ibas a hacer que oyera horas y horas tu discurso. ¡Qué ocurrente! y me abrazó atacado de la risa.

    Cuando regresé a Tapachula, me encontré que el director de la Escuela, Don Fermín Donato Mota Castillejos, había convocado a elecciones de la Sociedad de Alumnos y el elegido era Pablo Ortega Cortés, que incluso era mi vecino. Vivía a dos casas de donde vivíamos con mis padres. En el momento en que me enteré de esa noticia, convoqué a los muchachos, a los compañeros estudiantes, y nos declaramos en huelga hasta que se convocaron a nuevas elecciones.

    Es importante destacar la presencia en esta foto de Daniel García Albores, Locutor jubilado de la XEKQ. Y actual Maestro de Ceremonias del H. Ayuntamiento de Tapachula, Chiapas.

    Por nuestra presión, el director, Don Fermín Donato Mota Castillejos, tuvo que realizar nuevas elecciones y yo gané.

    ¿Cómo gané las elecciones? Eso es importante: cómo ganar, en lo que tengo cierta facultad innata. Escogí como Tesorero de la Sociedad de Alumnos a Carlos Bustos, de origen Yucateco. ¿Y por qué lo escogí? Porque todos los niños de la Escuela considerábamos que era el niño más poderoso de Tapachula, ya que su papá era el Gerente del único banco que había en Tapachula, el Banco de México. En el momento que aceptó ser Tesorero, le pedí que fuéramos a saludar a su papá.

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