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Militantes Clandestinos: Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC)
Militantes Clandestinos: Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC)
Militantes Clandestinos: Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC)
Libro electrónico546 páginas7 horas

Militantes Clandestinos: Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC)

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Militantes clandestinos expone la experiencia de la Comisión Militar (COMIL) como organización autónoma del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). La creación de dicha Comisión, en febrero de 1976, respondió a la exigencia de la militancia para impulsar la guerra revolucionaria popular. Su desarrollo político y militar generó contradicciones inter
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786074176476
Militantes Clandestinos: Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC)
Autor

Juan Carlos Vázquez Medeles

Juan Carlos Vázquez Medeles es doctor en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, grado obtenido con mención honorífica. Maestro en Historia por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Licenciado en Estudios Latinoamericanos por la FFYL de la UNAM, título obtenido con mención honorífica. Fue becario posdoctoral en el Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, donde ha impartido cursos en su licenciatura. Actualmente es becario posdoctoral en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM. Sus líneas de investigación están orientadas a la historia reciente de Guatemala, el género testimonial en Centroamérica y la interpretación de los discursos visuales generados durante conflictos armados.

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    Militantes Clandestinos - Juan Carlos Vázquez Medeles

    Militantes clandestinos

    Militantes clandestinos

    Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC)

    Juan Carlos Vázquez Medeles

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    [LC] JL 1489.5.O35 V39.2020                                              [Dewey] JL 1489.5.O35 V39.2020

    Vázquez Medeles, Juan Carlos

    Militantes clandestinos: historia del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC) / Juan Carlos Vázquez Medeles. –México: Universidad Iberoamericana Ciudad de México, 2020 – Publicación electrónica. – ISBN: 978-607-417-647-6

    1. Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista – Historia. 2. Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista – Principios políticos. I. Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Departamento de Ciencias Sociales y Políticas

    D.R.© 2020 Universidad Iberoamericana, A. C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Versión electrónica

    ISBN: 978-607-417-647-6

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    A mi hermosa Erika González León.

    A mis queridos padres, Raúl y Carmen.

    A mi hermano Omar.

    A cada uno de los chingamuceros.

    AGRADECIMIENTOS

    Con especial gratitud a mi tutor, doctor Arturo Taracena Arriola, por aceptar acompañarme en el proceso de investigación y compartirme su conocimiento; por las constantes sugerencias respecto de mi trabajo y por apretar la tuerca cuando era necesario. A la doctora Mónica Toussaint Ribot, que fue parte esencial en la configuración de este proyecto, del que en su momento fue la principal guía; por sus enseñanzas y su apoyo en diversos momentos difíciles. Al doctor Carlos Figueroa Ibarra, por su constante trabajo y dedicación al estudio del partido y por impulsarme a discernir sobre éste. Al doctor Mario Vázquez Olivera, por transmitir el conocimiento sobre Centroamérica y por ofrecer un espacio para discutir los temas polémicos que traspasan el aula. Al doctor Miguel Ángel Esquivel Bustamante, por mantener el espíritu latinoamericanista durante tantos años, por sus sugerencias y el incondicional respaldo que me ha brindado. A cada uno de ellos, por su tutoría y su fraternidad.

    A la doctora Julieta Rostica, quien me recibió y brindó todo el apoyo necesario durante mi estadia en la ciudad de Buenos Aires. Al doctor Manolo E. Vela Castañeda, por la confianza que depositó en mi trabajo, por cada uno de los apoyos que me ha brindado y por compartir la experiencia de trabajar a su lado. A ambos, por su amistad y su reconocimiento.

    Al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) por haberme otorgado la Beca Nacional 2011-2012, para obtener el grado de doctor; la Beca de Inversión en el Conocimiento 2014, la cual me permitió realizar una estancia de investigación en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, bajo la supervisión de la doctora Julieta Rostica, así como la Beca de Investigador Nivel III en el marco del proyecto de investigación 257830: Activismo de alto riesgo, las lógicas del terror estatal y la vida de los vivos sin los detenidos desaparecidos, Guatemala, 1983-2014, a cargo del doctor Manolo E. Vela Castañeda, de la Universidad Iberoamericana, México.

    A Gilberto Morales Trujillo, por tantas caminatas en la zona 1 de la Ciudad de Guatemala, por compartirme su conocimiento y su experiencia, por aguantar mis ausencias y por estar siempre presente. A Alberto Fuentes, por compartir sus vivencias y por ser una de tantas llaves que me permitieron abrir puertas en Guatemala. A Miltón René Ordoñez del Cid, por abrir la primera puerta y continuar con su marcha por el camino del servicio. A Edgar Barillas, por permitirme conocer parte del legado sancarlista a tráves de su archivo familiar. A Tania Palencia y a Elizabeth Osorio, por compartirme su experiencia y animarme a seguir adelante. A Víctor Mejía y a Marcel Arévalo, por acercarme al mundo de los tábanos. A Ricardo Rosales, por abrirme las puertas del último reducto. A Carlos Enrique López, por acercarme a Los Bravos. A Marco Antonio Flores y a Arnoldo Ramírez Amaya por su obra y por mostrarme el espíritu setentero.

    A quienes se convirtieron en compañeros de viaje. A Herbert Pineda, por las largas discusiones en los rincones bonaerenses. A José Luis Perdomo Orellana, por ser un gran Quijote. A Carlos Sebastián, por ofrecerme su casa y su apoyo tantas veces. A Lourdes Gallardo, por su amistad y su ayuda. A doña Alicia, Elvira, Alma, Adriana, Lidia y sus familias por el apoyo que me brindaron en tiempos difíciles. A la familia González León, por todo su apoyo. A la doctora Verónica Rueda Estrada, por las porras y las invitaciones a compartir el trabajo. A Hugo Martínez Acosta y Víctor Hugo Lozada Illescas, por el apoyo continuo. A Nelson, Vitus, Iraís, Lola y Tania, por su compañía en los días sevillanos.

    A mis padres, Raúl y Carmen, por estar siempre presentes, por aguantar tantas preocupaciones y por impulsarme todo el tiempo. A mi hermano Omar, por estar a cada momento. A Paola, mi prima, que aun en la distancia siempre estuvo conectada para tender su mano. A cada uno de los que me acompañaron y para los que siempre falta memoria y espacio para agradecer lo que hicieron por mí.

    Por último, que no es lo mismo que en último lugar, a quien fue un gran impulso y un apoyo incondicional en todo este proceso, además de que me acompañó en la dicha y en la desgracia y sus palabras amorosas fueron un aliciente día a día: Erika González León, por ser mi pareja y mi familia, quien muchas veces fue tanto lectora como editora y mi principal crítica.

    PRÓLOGO

    Militantes clandestinos cuenta la historia de un grupo de comunistas que quisieron —con afán— transformarse en una guerrilla.

    En la Latinoamérica de los años setenta, para aquellos jóvenes no había mañana: estaban decididos a enfrentar con las armas al Estado y hacer la revolución. Tenían la convicción de que el liderazgo del partido comunista era una traba para sus sueños de tomar el cielo por asalto. Creían en las palabras del Che, de que el guerrillero es un reformador social. El guerrillero empuña las armas como protesta airada del pueblo contra sus opresores, y lucha por cambiar el régimen social que mantiene a todos sus hermanos desarmados en el oprobio y en la miseria.

    Hacia 1978, el punto en la cronología que marca el surgimiento de esta nueva organización, ya habían pasado más de dos décadas desde que los comunistas guatemaltecos se hallaban bajo persecución.

    Para el partido comunista, para Guatemala, y para América Latina, todo cambió la noche del 28 de junio de 1954, cuando el presidente Árbenz, atenazado por un golpe de Estado apoyado por Estados Unidos, decidió presentar su renuncia. Con Árbenz y la reforma agraria el comunismo se hizo gobierno y penetró muy abajo: en los campesinos sin tierra de la costa sur. En la coalición del gobierno del presidente Árbenz los comunistas eran una parte minoritaria, pero muy activa. Pero a partir de 1954 las puertas de la política se cerraron y los anticomunistas se lanzaron a una cacería contra disidentes políticos, desde organizaciones gremiales hasta partidos políticos que no hacían explícita una profesión de fe anticomunista.

    Quizá podría afirmarse que en la historia de Guatemala el siglo XX empezó tarde, en 1944, con las protestas que derrocaron a Jorge Ubico, el último de una larga saga de dictadorzuelos. Esto abrió las puertas a la política, a la organización de los trabajadores, a los derechos sociales, a la organización de partidos que competían en elecciones, a la inversión pública en infraestructura. Pero aquello —como ya apuntábamos arriba— se atravesó con la Guerra Fría y así el experimento duró 10 años, con la caída de Árbenz en 1954. El fin de las dictaduras unipersonales, la instalación de un régimen de derechos sociales, la contrarreforma y la lucha contra el autoritarismo militar serían los puntos fundamentales que configuraron aquel tiempo histórico. El punto final de ese siglo XX guatemalteco lo sitúo a finales de 1996, con el fin de la guerra y la configuración de un nuevo orden social, económico y político.

    A partir de junio de 1954, acorralados, los comunistas guatemaltecos no tuvieron más remedio que volverse clandestinos. Aprendieron a operar bajo esta nueva realidad que los obligaba a ocultar sus estructuras organizativas y su liderazgo. La clandestinidad, ese otro mundo, implicó una transformación traumática en su estilo de trabajo y en su cultura. Así empezaría la historia de la compartimentación; del centralismo democrático y la línea; de la decisión que —con disciplina— debía ejecutarse; de las reuniones clandestinas, los contactos, los chequeos y los contrachequeos; del empleo de seudónimos; de los responsables como máximos líderes; de los métodos de reclutamiento; de la organización de comités de base; de la autocrítica; de la disidencia, esa manera de referirse a quienes habían tomado la decisión de abandonar el partido; de las recuperaciones, la organización de secuestros y asaltos a bancos para obtener recursos; de los agentes provocadores y la permanente búsqueda del infiltrado. Atrás iban a quedar cino años —desde septiembre de 1949, cuando se fundó— en que el partido había actuado, como otra fuerza política más, en las arenas de lo público. Después de una primera fase, en los años veinte, el partido comunista guatemalteco desapareció de la historia. Con el nombre de Partido Comunista de Guatemala volvería a refundarse en 1949. El segundo congreso, celebrado en 1952, decidió modificar el nombre, por el de Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) como sería conocido en adelante.

    Y así, desde 1954 los comunistas guatemaltecos se volvieron clandestinos, pero no guerrilleros. Ese reto vendría después, en 1960, cuando la Revolución cubana. Aquel evento sometió de nuevo al partido a fuertes presiones para que hiciera algo en el plano de las armas. Y así, la combinación entre un partido en la clandestinidad, un gobierno encabezado por militares y de formas autoritarias, el ejemplo de la Revolución cubana, un ciclo de movilización social liderado por jóvenes, y la fundación y la actividad de organizaciones guerrilleras guatemaltecas, iban a ser los factores que constantemente llegaban una y otra vez hasta el Comité Central del partido en forma de poderosos huracanes. En 1978, a 19 años de la Revolución cubana, el surgimiento de la organización de la que aquí se cuenta su historia es testimonio de un asunto que nunca llegó a resolverse. Y así iba a seguir, por mucho tiempo más, hasta 1996, cuando la guerra llegó a su fin, con la firma de los acuerdos de paz.

    El comunismo fue una de las corrientes políticas fundamentales del siglo XX. Dio forma a los anhelos de cambio de varias generaciones de estudiantes, intelectuales, trabajadores, capas medias y pequeñoburgueses, profesionales, campesinos, artistas, escritores. Dichos anhelos de cambio, al mismo tiempo que prometían una radical transformación de la realidad, creaban una identidad más amplia, a través de una serie de discursos y símbolos contrahegemónicos de poder. Más allá de los cánones del marxismo-leninismo-estalinismo, de los dogmas doctrinales del Partido Comunista de la Unión Soviética, o de la pertenencia a las estructuras del partido, se hallaba ese sentido —más amplio— de ser comunista. Durante la segunda mitad del siglo XX en Guatemala, caracterizado por el autoritarismo militar, el comunismo dio forma a una de las culturas políticas disidentes fundamentales. No es para menos: todas las nuevas organizaciones político-militares conservarían —por los orígenes de buena parte de sus dirigentes— una raíz comunista.

    En 1978, un grupo de mujeres y hombres que estaban en pugna con el Comité Central del Partido Comunista confiaba en que las cartas de la historia estaban a su favor: desde 1964, transformados en guerrillas, los comunistas colombianos habían dado forma al mito de Marquetalia; en septiembre de 1973 los militares chilenos aplastaron la vía pacífica al socialismo, el experimento de la Unidad Popular, y de su presidente, Salvador Allende; en Argentina, a partir de 1974, Montoneros se convirtió en la organización guerrillera urbana más grande de América Latina; entre 1974 y 1975, en África, Mozambique, Etiopía y Angola habían marcado el camino de la revolución; en abril de 1975 el mundo miraba cómo los últimos estadounidenses abandonaban Saigón, luego de que las guerrillas terminaran imponiéndose para unificar Vietnam; pero más cerca, en Centroamérica, hacia 1978 parecía que las guerrillas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) empezaban a ganar la batalla contra la Guardia Nacional de Anastasio Somoza, quien finalmente, en julio de 1979, terminó por caer.

    Ante ese contexto global, estos jóvenes comunistas terminaron viendo el liderazgo del Comité Central del Partido Comunista de Guatemala como una banda de burócratas estalinistas, a quienes no les importaba dejar al pueblo sin las armas para hacer la revolución, o mínimamente para defenderse y responder a la acción represiva estatal. En sentido contrario, para los comunistas los guerrilleros eran bandas de terroristas, aventureros, tiratiros, mesiánicos, foquistas, con ninguna idea de la estrategia de guerra, cuyo accionar iba llevar al país a un baño de sangre.

    El partido comunista mantuvo sus vínculos y su diplomacia con la Revolución cubana, pero lo que ellos detentaban como propio era su vínculo con la Unión Soviética y los países de Europa del Este. Era la dirigencia del partido la que designaba a sus embajadores en aquellos países y decidía quiénes eran los militantes que serían enviados a recibir cursos o a asistir a los grandes eventos que tenían lugar en los países del bloque socialista. En sus definiciones, el Partido Comunista afirmaba estar a favor de la lucha armada, y para ello adoptó muy pronto, en 1960, la tesis de la combinación de todas las formas de lucha, que nunca llegó a hacerse realidad. Hacia 1975, en el marco del encuentro de partidos comunistas de América Latina, los cubanos, alineando a los otros partidos del continente, alcanzaron un acuerdo con los soviéticos e hicieron las paces, pero ese hecho no alteró el orden existente, que era, básicamente, la indefinición y la ambivalencia de los partidos comunistas frente a la guerra de guerrillas. Los comunistas latinoamericanos quedaron anclados entre el ejemplo cubano de la guerra de guerrillas y la definición del frente popular que desde 1935 la Internacional había adoptado: Ampliar las alianzas de los partidos comunistas primero con los partidos de la clase obrera, luego con las clases medias y, al fin, incluso con la franja antifascista de la burguesía. (1)

    Y así fue como, en ese contexto global, a partir de octubre de 1978, este grupo de hombres y mujeres se lanzó a construir una organización que adoptó el nombre de su antigua casa: Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), agregándole las siglas del Partido Comunista (PC): PGT-PC. En su definición, disputarían al partido comunista el nombre, pero lo reencauzarían, hacia su verdadera transformación, como una organización armada, político-militar. También iba a ser conocido por el origen de una parte de su dirigencia: la Comisión Militar del Partido Comunista: PGT-COMIL o PGT-Comisión Militar. Hacia 1981 a esta nueva organización, PGT-PC, se sumó un grupo de disidentes de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), una de las organizaciones guerrilleras. El resultado no puede ser adelantado aquí, que para eso habrá que adentrarse a leer el libro.

    Con éste, que es su primer libro, Juan Carlos Vázquez Medeles se presenta como un investigador de primer nivel, que persigue los datos con pasión obsesiva, sin cansancios, y que sabe construir narrativas capaces de llevar al lector a sentir las esperanzas y el dolor de aquellos años.

    Ésta es una obra ejemplar para que los investigadores extraigan lecciones de método, tan útiles para saber cómo resolver esos problemas a los que nos enfrentamos cuando estamos haciendo fuentes. Militantes clandestinos está hecho de ese saber tejer fuentes testimoniales, de individuos que han vivido experiencias traumáticas, con archivos e información hemerográfica.

    El lector que quiera adentrarse a la Guerra Fría en América Latina desde un pequeño caso (una pequeña organización en un pequeño país) encontrará todo en Militantes clandestinos: desde la refundación del Partido Comunista, la génesis de la guerra de guerrillas, la primera etapa —en los años sesenta— de la guerra de guerrillas, Los Bravos y la Resistencia, las segundas FAR; el Documento de marzo; el IV Congreso del Partido Comunista; el pleno ampliado y la conformación de la Comisión Militar; la ejecución del coronel Rafael Arriaga Bosque; la masacre de Panzós y la operación Panzós Heroico; la fundación y el desarrollo organizativo del PGT-PC; el despliegue de sus medios de propaganda, Tábano y el Tecolote; la ejecución del coronel Máximo Zepeda; la respuesta del Estado; el Hombre Lobo; el secuestro de Pedro Julio García; la cevichería El Manaque, hasta la transformación de Carlos Humberto Quinteros García en agente reempleable de inteligencia militar.

    Al contar esta historia, Vázquez Medeles nos lleva al terreno de las memorias olvidadas de la guerra. Pareciera como que aquellos que no llegaron al final, que para el caso es la fotografía del acto de la firma de los acuerdos de paz, en diciembre de 1996, no merecen un lugar en la historia. Y eso abarca organizaciones, tanto como liderazgos y militantes, vidas de gente que, movidas por ideales, lucharon enfrentando al régimen militar. Militantes clandestinos nos recuerda que también haciendo historia puede hacerse un poco de justicia; para que la historia de estos militantes y luchadores sociales no quede sepultada en el olvido. Militantes clandestinos devuelve a estos hombres y a estas mujeres el lugar que tuvieron en esos años, cuando muchos apostaron por el cambio revolucionario.

    Pero en esta historia tampoco hay margen para idealizaciones: enfrentar al régimen militar de aquel entonces era de por sí un acto que no requiere barnices adicionales. Ésta es una historia de traiciones; de escaladas competitivas, a lo Donatella della Porta, entre organizaciones guerrilleras y entre éstas y los aparatos de represión del Estado; de acusaciones por mal manejo de recursos económicos, y de graves errores en la forma de llevar la vida clandestina, que fueron aprovechados —con disciplina milimétrica— por el ejército.

    En toda guerra hay batallas que se ganan y otras que se pierden. Quizá la gran lección que Militantes clandestinos nos deja es que nunca es suficiente estar del lado de la revolución, del cambio, de la justicia social, de los oprimidos. O, mejor dicho, estar del lado de los oprimidos también implica una responsabilidad muy grande. La guerra siempre es como el movimiento de los peones en el ajedrez, que ya nunca pueden hacerse para atrás, y eso propicia que cada movimiento conlleve una gran responsabilidad. Quizá esa idea era algo que —en aquellos años— nunca estuvo tan clara; o quizá nosotros, desde la comodidad de nuestras vidas, hoy podemos juzgarlo así. En aquellos años el tono emocional envolvía todo en la bruma de la guerra.

    Militantes clandestinos también es la memoria de un grupo de disidentes, aquellos que se atrevieron a desafiar al partido, lo cual, también, conllevaba una condena que pareciera continuar hasta el presente. Así, Vázquez Medeles nos cuenta la historia de un grupo de militantes doblemente condenados por la construcción de la memoria: por no llegar al final y por haber desafiado al partido.

    Militantes clandestinos es una comprobación de que la historia no es propiedad de nadie. En torno de la historia de los grupos armados de Guatemala pareciera pesar una especie de dictadura de los ex militantes, en el sentido de que ellos, y sólo ellos, como miembros de la comunidad heroica de la que habla Della Porta, son los autorizados para contar su historia, pues nadie más puede acceder a conocer lo que sucedió y todo lo que se produzca fuera de ese círculo carece de información y, por lo tanto, del estatuto de verdad. Y así, éste es el primer libro dedicado a abordar un hilo de la historia de los comunistas guatemaltecos, y con él Vazquez Medeles desafía a esa dictadura de los militantes.

    Es ésta, pues, una obra completa, de esas que se producen de la mezcla perfecta de un gran tema y un investigador obsesivo, que al mismo tiempo resulta ser un gran narrador.

    Manolo E. Vela Castañeda

    Julio de 2018

    1. Manuel Caballero, La Internacional comunista y la revolución latinoamericana, Caracas, Nueva Sociedad, 1987, p. 164.

    PREFACIO

    La primera vez que tuve conocimiento de la existencia de la Comisión Militar (COMIL) del Partido Guatemalteco del Trabajo, fue durante la entrevista que le hice a Milton René Ordoñez del Cid el 26 de mayo de 2006. A partir de ese momento, en cada visita a Guatemala indagaba sobre esa organización. La segunda persona que me habló al respecto fue Mario Alfonso Bravo, quien me contactó con Alberto Fuentes, ambos ex militantes del PGT, y fue con este último que inicié una relación cordial y amistosa. En 2010 realicé una estancia de investigación en Guatemala, donde conocí al artista plástico Arnoldo el Tecolote Ramírez Amaya, quien, entusiasmado, me habló sobre el grupo Tábano, y al enterarse de que tenía cierto interés en la llamada COMIL me presentó con Gilberto Morales Trujillo, ex miembro de esa organización. Por un largo tiempo conversamos en diferentes puntos de la Zona 1 de la capital, hasta que se convirtió en un gran amigo y las vicisitudes de la organización se volvieron recurrentes en nuestros encuentros.

    Empecé a recopilar información sin saber para qué la utilizaría; sin embargo, al conocer a ex militantes y a personas vinculadas con la historia de lo que fue el Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC) fui obteniendo piezas de ese rompecabezas sin armar, y cada estadía en la Ciudad de Guatemala me develaba el motivo de la recopilación de toda esa documentación y de todos esos testimonios: para historiar la experiencia de esa organización revolucionaria de filiación comunista. La faena resultó más complicada de lo que parecía. Si bien había quienes me hablaban de esos guerrilleros que se habían escindido del partido, parecía que no había rastro material de su existencia.

    Hurgué cuanto pude, hasta que se volvió obsesión. Hice cientos de llamadas telefónicas, algunas de las cuales eran contestadas de inmediato; otras, impulsadas por mi necedad, concluían en una cita, y otras más nunca fueron respondidas. En esas reuniones empezaron a aparecer los recuerdos, junto con los papeles que me permitieron reconstruir el trabajo que había emprendido. La otra parte estaba en los archivos, en los cuales escarbé hasta localizar remanentes del PGT-PC.

    De esta manera me di cuenta de que la existencia del Partido Guatemalteco del Trabajo es intrínseca al conflicto armado interno (2) del país centroamericano, en el cual asumió diferentes manifestaciones que en distintos momentos abrazaron la vía armada. De ellos conviene enunciar, por su importancia histórica y social: la conformación de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en 1962, (3) el IV Congreso, (4) celebrado en diciembre de 1969, en el cual optaron por la guerra revolucionaria popular, y, finalmente, la constitución de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARevolucionarias), que en 1976 derivaron en la Comisión Militar (COMIL). (5)

    Ya conformada la COMIL, el 14 de junio de 1978, ésta ejecutó una acción de castigo denominada Panzós Heroico, dirigida contra un grupo de Policías Militares Ambulantes (PMA) en represalia por la masacre de campesinos próximos al partido, suscitada días antes en el municipio de Panzós, Alta Verapaz. (6) No obstante, el secretario general del Comité Central (CC), Ricardo Rosales Román (Carlos González o Julián), negó haber dado la autorización para realizarla en nombre del PGT (7) y públicamente se desvinculó de la operación. (8) Estos hechos, más la crítica previa que existía hacia la actuación de los miembros del CC, por la postura que tomaron ante la exigencia de desarrollar la lucha armada por parte de un gran número de cuadros políticos, derivaron en el rompimiento de la COMIL y el PGT histórico, (9) en octubre de ese año.

    Tras la aprehensión de Carlos Humberto Quinteros García (Miguel o el Hombre Lobo), el 9 de octubre de 1983 en el restaurante y cevichería El Manaque, quien fue miembro de la dirección nacional del PGT-PC, ocurrió una cascada de detenciones y asesinatos de militantes, lo que significó el aniquilamiento sistemático de esa organización por parte de las fuerzas de seguridad del Estado guatemalteco. Con ello, se mostró el éxito de la estrategia contrainsurgente, la cual eliminó en esa coyuntura a diversas estructuras de las organizaciones político-militares guatemaltecas, disipando la importancia que tuvieron hasta entonces en el desarrollo del conflicto armado.

    Para la COMIL, la ruptura con el Comité Central y su papel como organización autónoma le significó quedarse al margen del proceso que llevó a la firma de los Acuerdos de Paz Firme y Duradera de diciembre de 1996, pese a la influencia que mantuvo a lo largo de su existencia en las organizaciones sindicales y estudiantiles, tanto de la capital como de las zonas de la costa sur y occidente del país.

    Paralelamente, en la historiografía del conflicto armado también su estudio ha sido relegado y es casi inexistente en la escritura histórica. Por eso considero pertinente abordar su caso, ya que la experiencia de esta comisión ofrece un punto de vista diferente al de los grupos insertos en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Por lo tanto, esta investigación persigue el discernimiento del desarrollo de las acciones de una organización que se movió políticamente en el campo y en la ciudad; además, trata de indagar en la posición crítica que mantuvo con respecto al Partido Guatemalteco del Trabajo. Observar su praxis política desde la clandestinidad, como historia de la disidencia, ayuda a considerar a su vez la materialización de la resistencia, la cual evidencia las relaciones de poder en las prácticas sociales. En primer lugar, para comprender al PGT-PC y las acciones de sus militantes es necesario prestar atención a su autoconfiguración colectiva, considerando que su experiencia ha resistido todas las formas de exclusión a las que ha sido sometida, desde su negación hasta su interpretación. En consecuencia, quiero apoyarme en su autorrepresentación para comprender el sentido que los militantes revolucionarios le otorgaron a la lucha colectiva que emprendieron.

    La problemática que pretendo examinar, como línea general de mi investigación, permitirá mostrar específicamente la experiencia de la Comisión Militar como grupo armado escindido del Comité Central del PGT. Entre ambos se registraron fricciones producidas por la autocrítica a las inconsecuencias del partido frente al desarrollo revolucionario de la lucha armada. Indagaré, por lo tanto, la génesis y la evolución de este grupo con el propósito de contribuir a responder interrogantes acerca de la dinámica de la lucha política en Guatemala, las vertientes ideológicas de las organizaciones armadas en la encrucijada política y la radicalización del grupo estudiado en un ambiente donde la violencia ascendía de manera paulatina. Por último, en lo concerniente a la dinámica interna, mi indagación documental permitirá desentrañar los mecanismos contrainsurgentes que derivaron en el aniquilamiento sistemático de la COMIL.

    Este estudio responderá, entonces, preguntas que se desprenden de la experiencia del PGT-PC. Por ejemplo, por qué ha permanecido al margen de la historia y de los líderes guerrilleros que aún continúan presentes en el panorama político de Guatemala, no obstante que su análisis es relevante para la construcción de la memoria histórica del país centroamericano, ya que los elementos que habían permanecido ausentes en el desarrollo de la narrativa histórica en la actualidad tienen la oportunidad de presentarse como sucedieron realmente. La importancia en la sociedad en que se proyecta su experiencia recae en la manifestación de su presencia como una cultura subsumida, en la cual se patentizan componentes de carácter tanto histórico-culturales como sociopolíticos, con nuevos códigos que se reestructuran y confieren nuevos significados a los símbolos socialmente aceptados, los cuales actúan como catalizadores en las prácticas sociales. De esta manera, estos componentes permiten el cuestionamiento a las formas en que se produce, regula y difunde el conocimiento sobre el pasado de Guatemala, formas que han configurado un discurso sistematizado que conformó una concepción del mundo excluyente pero que se les ha conferido validez, principalmente, a sus contenidos.

    Los aportes testimoniales, que rebasan la recopilación hemerográfica y documental que da base a la investigación, dan nuevas pistas sobre la lucha política guatemalteca durante el conflicto armado interno. Las entrevistas —las cuales me fue permitido utilizar para la investigación— son presentadas de manera que prepondera el sujeto enunciante, no sólo como constructor o protagonista de la historia guatemalteca por medio de su experiencia, sino también como partícipe de la escritura histórica a través de su narración, por lo cual intervienen en el proceso de análisis de las temáticas que se abordan a lo largo de este estudio.

    Aún más, la sistematización de la violencia y la entrada en escena de la Comisión Militar devela las contradicciones existentes en la concepción de la lucha y las prácticas del PGT, como parte de la URNG, y en la propia consistencia de la unidad guerrillera. Así, a la par del ocaso de la COMIL, el partido sufrió otra escisión conocida como PGT-6 de Enero, que también fue objeto de la estrategia de contrainsurgencia estatal y cuyos miembros aparecen en el Diario militar. (10)

    A pesar de su significativa participación durante la guerra, la historiografía proscribió a estas organizaciones, porque consideró que se mantuvieron al margen de la dinámica de la lucha armada. A lo anterior se sumó la ignorancia que rodeó la existencia y la extinción de éstas, lo que provocó el mutismo posconflicto que menospreció la participación militante de sus miembros. Todos esos fueron motivos para excluirlos del discurso histórico de la época.

    Si bien la experiencia del PGT-PC se construye a la par del conflicto armado interno, debemos preguntar: ¿cuál es el desarrollo histórico de la COMIL? ¿Cuál es el impacto de sus acciones en su contexto social? ¿Cuáles son sus características al plantearse como un nuevo Partido Comunista en Guatemala? ¿Qué símbolos cohesionaron a la organización? ¿Cuál es el impacto de la sistemática desaparición que sufrió? ¿Qué función tuvo dentro del conflicto? Al ser contestadas estas preguntas se pueden develar aspectos de la historia de esa organización y las implicaciones de su participación en la lucha y en el escenario político. Éste será uno de los aportes de la investigación para la construcción y el conocimiento de la historia reciente de Guatemala, el estudio de las organizaciones político-militares y las vertientes culturales que se depositan en él.

    La temática está enmarcada en la existencia de la COMIL como organización autónoma; es decir, del periodo específico que parte de la acción Panzós Heroico realizada en junio de 1978 hasta el ajusticiamiento de Carlos Humberto Quinteros García (Miguel o el Hombre Lobo), en marzo de 1987. Por supuesto, el estudio de la COMIL se inserta en la dinámica del conflicto armado interno guatemalteco. El conocimiento histórico sobre la experiencia y la participación de la organización que se enmarca en el espacio temporal mencionado es desconocido, por lo cual se requiere la reconstrucción histórica de ese periodo y reconocer el desarrollo, las estructuras y las funciones de sus prácticas sociales como irrupción de la acción colectiva.

    El análisis previo del proceso armado de este país centroamericano ofrece una base sólida necesaria para penetrar en la experiencia de la COMIL. El trabajo deriva de un corpus de información recopilada en torno de las temáticas estudiadas anteriormente, lo que implica una indagación hemerográfica, entrevistas a ex miembros de la organización, investigación referente a los militantes de la COMIL y de las obras testimoniales de Guatemala, todo lo cual permitirá un desenvolvimiento pleno y específico de la narrativa histórica propuesta.

    Considero que la importancia de la experiencia de la Comisión Militar es relevante para la documentación y el desarrollo de la historiografía de los movimientos armados en América Latina, vista como una historia de las disidencias. Su estudio ofrece referencias para comprender la lucha política de esa organización y de otros grupos relacionados con ella y para incrementar el conocimiento del objeto histórico revolucionario, así como de los grupos oficiales contrainsurgentes en el continente latinoamericano.

    Lo anterior lleva a plantear la interrogante acerca de si existe la posibilidad de historiar las acciones propias y el desenvolvimiento de la COMIL durante el conflicto armado. La respuesta colocaría la experiencia de la organización como una nueva cara de la historiografía con respecto a los grupos político-militares insertos en el conflicto armado interno guatemalteco.

    La línea política que planteó esta organización para enfrentar la lucha da lugar a preguntar: ¿cuál fue la concepción y la praxis de un nuevo Partido Comunista frente a uno asentado históricamente? ¿Cuáles fueron las características que identificaron a la COMIL? ¿Como grupo político logró asentar su identidad frente a las organizaciones ya existentes?

    La paulatina apertura de la información respecto del periodo que enmarca esta investigación también esboza cuestiones como las siguientes: ¿es posible realizar la escritura histórica de su sistemática desaparición a partir de la detención de Quinteros García (Miguel o el Hombre Lobo), ex miembro de la dirección nacional de la organización? ¿Qué recursos están disponibles para ese propósito? Las respuestas encuentran en el testimonio una expresión cultural configurada a través de un ejercicio memorístico, el cual permite ampliar el conocimiento de los procesos históricos; un conocimiento que debe ser contrastado con los documentos existentes. Por ello, será necesario rastrear información pertinente en el Diario militar y las posibilidades que ofrece el Archivo Histórico de la Policía Nacional (AHPN) de Guatemala y los archivos de los propios ex militantes del PGT-PC.

    La desaparición del PGT-PC responde a los errores cometidos por el propio grupo, así como a la estrategia que adoptó el Estado guatemalteco para combatir la subversión. En esta conjunción este estudio tenderá a mostrar los procesos y las dinámicas adyacentes para puntualizar: la importancia de los elementos antes mencionados, la construcción permanente de la memoria histórica y los replanteamientos de la escritura histórica desde el ámbito académico, con el vínculo constante de las fuentes documentales, hemerográficas y testimoniales, que son la base de este trabajo.

    Recapitulando. El objetivo central de esta investigación consiste en rescatar el desarrollo de las acciones de la organización para poder exponer las ideas con las cuales enfrentó la lucha política desatada en Guatemala, las cuales se sitúan en uno de los periodos más cruentos de la guerra de ese país. Asimismo, analizar los datos que derivan del Diario militar y de la información disponible en el AHPN, así como de los archivos personales de los ex militantes, sin minimizar las entrevistas realizadas a algunos miembros sobrevivientes de la escalada de la violencia, pues su voz es una fuente testimonial de gran importancia por su participación directa en los hechos inscritos en la temática que desarrollamos aquí.

    De ese modo, es factible aportar diversos elementos para la construcción de la historia del PGT-PC, en la que, aventajando la narración cronológica de su experiencia, se puntualicen las concepciones ideológicas que condujeron la lucha política con base en la reivindicación de un nuevo Partido Comunista frente a las diversas organizaciones insertas en el conflicto. (11)

    El uso del documento conocido como Diario militar pretende inquirir en el proceso de aniquilamiento de miembros de las organizaciones revolucionarias que suscitó la aprehensión de Miguel, apoyándome en la información del AHPN con el propósito de armar una nueva base documental con relación con la narrativa histórica disponible para su análisis e interpretación.

    La investigación de la experiencia del PGT-PC, así como sus acciones derivadas de la lucha y sus mecanismos de difusión para enunciar su concepción ideológica, vistos como manifestación de componentes histórico-culturales y sociopolíticos, implica analizar su producción cultural e ideológica para comprender su existencia y su ser.

    Los elementos que abordaremos aquí, además de guiar la escritura histórica, pretenden indagar en el poder de gestión del objeto de estudio, describiendo sus características y sus elementos identitarios, destacando el desarrollo de su hacer histórico para proporcionar un aporte significativo al conocimiento de la región centroamericana.

    Precisamente, la experiencia del PGT-PC brinda diversos elementos significativos que pueden sustraerse de su estudio. Por un lado, su ausencia casi absoluta en la historiografía guatemalteca plantea nuevos esbozos en la narrativa histórica, puesto que la escasa interpretación en torno suyo ha sido marginal y periférica frente a la historia de la cuatripartita unidad revolucionaria. Entre la precaria producción referente al PGT se cuenta con el texto de quien fue su secretario general de 1972 hasta su muerte, acaecida en diciembre de 1974, Huberto Alvarado Arellano (Miguel Rodríguez). Su escrito, Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo, (12) fue presentado para conmemorar el vigesimoquinto aniversario de la fundación del partido y, con ese pretexto, sistematizar su historia. Aunque retoma la existencia del primer Partido Comunista de Guatemala en la primera mitad del siglo XX, se ciñe a la experiencia del PGT. Recurriendo a documentos internos, explica el proceder del partido en situaciones concretas, sin escapar a la autocrítica como forma de enunciación e interpretación, pues cita constantemente los informes que registran su proceder en el proceso revolucionario. Este texto, que se publicó por primera vez en 1975, aporta vastamente al conocimiento de la organización, aunque no se debe de perder de vista que se trata de un documento político dirigido a la militancia partidaria. Cabe mencionar que este texto participó dialógicamente con obras posteriores. Si bien el periodista y ensayista guatemalteco tuvo la pretensión de ordenar la historia del partido, Carlos Cáceres intentó presentar la biografía de Huberto con el título Presencia y tiempo. Guatemala: ensayo biográfico sobre Huberto Alvarado, (13)

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