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No Espere Más Y... ¡Viaje!
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Libro electrónico238 páginas3 horas

No Espere Más Y... ¡Viaje!

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Teresa Ramayo Lanz nos invita a experimentar el goce de viajar. Conmina al lector a llevar a cabo -aunque sea una sola vez en la vida- un viaje a un lugar lejano. A travs de tres realizados bajo condiciones y tiempos diferentes de su vida, la autora nos invita a recorrer el mundo si es posible. Egipto como estudiante de Intercambio. China como turista. Y Colombia, en un encuentro de trabajo y placer con un amor ocasional. Reitera su invitacin ya que como ella misma nos dice: ...es lo mejor que me ha sucedido en la vida.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento22 ene 2014
ISBN9781463373115
No Espere Más Y... ¡Viaje!
Autor

Teresa Ramayo Lanz

Teresa Ramayo Lanz tiene estudios formales de Arqueología, Antropología Social, Historia, Bibliotecología y Letras. Ha sido profesora de cursos sobre Arqueología Maya y Mesoamericana. Ha enseñado metodología de investigación histórica y literaria, historia regional, económica y de la educación. Su trabajo de investigación histórica es sobre la Guerra de Castas de Yucatán en el siglo XIX y la Revolución mexicana y la producción chiclera en Quintana Roo. También se ha desempeñado como funcionaria en instituciones gubernamentales y culturales. Asimismo ha trabajado en difusión de la cultura mediante la impartición de charlas y conferencias sobre el patrimonio cultural y la memoria histórica, y en la promoción de artistas y manifestaciones culturales populares Fue la responsable del Museo La Casa del Teniente de Rey en Campeche y de la biblioteca Jesús Silva Herzog de la Facultad de Economía de Yucatán, logrando el reordenamiento y la automatización total de uno de los acervos bibliográficos de economía más rico del sur del país. Formó parte de un colectivo de creadores que ganó el premio nacional de radiodifusión cultural del año 2001 por el programa radiofónico Amigos, libros, arte y tradiciones. Ha escrito cuentos para revistas culturales. Una novela y un conjunto de tres novelas cortas. En diciembre de 2011 ganó el primer lugar en la categoría de Cuento de los Juegos Florales Nacionales de la Universidad Autónoma de Yucatán con el cuento titulado El Cinco de May

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    No Espere Más Y... ¡Viaje! - Teresa Ramayo Lanz

    No espere más y…

    ¡Viaje!

    Teresa Ramayo Lanz

    Copyright © 2014 por Teresa Ramayo Lanz.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:    2013920436

    ISBN:                     Tapa Dura                                                  978-1-4633-7309-2

                          Tapa Blanda                                               978-1-4633-7310-8

                                Libro Electrónico                                      978-1-4633-7311-5

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 07/01/2014

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    1663 Liberty Drive, Suite 200

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    505635

    ÍNDICE

    EGIPTO DE INTERCAMBIO

    TOUR CHINA BREVE

    COLOMBIA: TRABAJO Y PLACER

    Sostengo y sostendré que viajar es lo mejor que me ha pasado. Conocer unos cuantos pedazos de planeta, me ha hecho ver la vida y mi existencia dentro de ella. Entender la inmensidad de nuestro mundo, la diversidad y la unidad de la vida. De apreciar y gustar de otras costumbres. De crecer mental y emocionalmente. Se bien que hay personas que por varias razones han viajado mucho más de lo que yo anhelo y procuro hacerlo, más que otros o menos que otros, la cuestión es que ha sido, insisto, lo mejor que me ha sucedido.

    He hecho muchos viajes por mi tierra, mi país, pero dos fueron a lugares con cultura y lengua diferentes a la nuestra, a la mía. Cuando viaje a Buenos Aires, esa maravilla de ciudad, me sentí muy feliz, la estancia fue un sueño hermoso pero cuando lo hice a Egipto y China, la experiencia, tenía un ingrediente más, la diferencia del entorno. De hecho hasta hoy puedo recordar viajes que hice. Unos cortos, a lugares cercanos. Otros de mayor duración, más lejos. Todos son inolvidables. Con Reyna a Guatemala, entrando por Chiapas y saliendo por Belice. O el que hice al mismo país con mis tíos y sus compadres, entrando por Belice y saliendo por Comitán, Chiapas. O aquel que hicimos un grupo de estudiantes a Oaxaca durante la Semana Mayor. Que maravilla fue el viaje en tren de Mérida a la ciudad de México con mis padres, hermanos y tía. Ah y cuando fue toda la familia a Chichén Itzá, y mi abuela Sara escaló el Castillo. Los recorridos con Juan Manuel por los pueblos del Bajío, cañadas, ríos, pueblos pintorescos. Los volcanes y los bosques del Altiplano Central. En fin, que cuando los realice me sentí conociendo lo nunca antes visto pero a la par familiar, con gran similitud a lo de uno, pero cuando te enfrentas a la diferencia lingüística, cultural, social, etcétera, hay algo más. No sé si otras personas que hayan viajado hasta estos lugares sintieron este sentir, aunque redunde, de estar siempre detrás de la raya. No se cómo explicarlo. Lo que me sucedió fue ubicarme en mi cultura. Fue rápido. En cada situación que miraba, veía de inmediato a los mexicanos en circunstancias parecidas. El punto de referencia inmediato era lo mío, lo nuestro, ¿cómo lo hago yo?, ¿cómo lo hacemos en mi pueblo?

    Debemos también añadir que al hacer un viaje, las condiciones del mismo son muy importantes. Para algunas personas es muy importante tener un baño limpio y cierto confort, de lo contrario no emprenden un viaje o de plano es motivo para renegar del viaje. A otros no les importa dormir en hoteles modestos, compartir espacios, incluso dormir en parques. Viajar tiene costo. Además del material, de suma importancia, usted tendrá que poner en la balanza, cómo, cuándo, de qué manera y hasta dónde. Puede que no tenga tiempo para viajar dos o tres meses. O quizá sí pero tendría que abandonar el empleo, o disponer de una cantidad de dinero para solventar sus gastos y compromisos, si es que los tiene, mientras esté fuera. Puede ser que tenga la cantidad de dinero, pero usted quiere viajar cómodo, de lujo, sin compartir su habitación y el baño. Tener las reservaciones ya hechas, no hacer colas, mucho menos dormir a la intemperie o en hostales. Entonces quizá tendrá que hacer un viaje breve eso si un servicio completo de cinco estrellas. Si, tendrá usted oportunidad de ver digamos que lo más granado de la sociedad, la gastronomía, los atractivos turísticos más destacados, porque sabe para un turista que llega por primera vez a un lugar cualquiera, todo puede ser atractivo. Pero se perderá ver la vida cotidiana, otras fiestas, arquitectura, costumbres, lugares. De compenetrarse más con el mundo que usted mira como detrás de un cristal, que no por ello menos interesante, o menos real.

    Puede ser también que viajar a un lugar lejano le imponga hacer incluso cambios en su vida, como dejar a un amor o decidir entre un bien material anhelado, un coche por ejemplo, y el viaje. O puede que simplemente usted tenga la libertad para conocer el mundo y los recursos por lo menos para hacer un viaje largo a un lugar distante y diferente por lo menos una vez en la vida. No se lo pierda. Hágalo. Le aseguro que será crecimiento en todos los sentidos, aun si las cosas salieran mal o tuviera contratiempos, no los olvidará.

    Les digo que dos viajes fueron interesantes en particular. Egipto y China. Al primero fue en un Intercambio de esos que estaban a la orden del día a finales de los años 70. Me tocó en suerte, porque fue una suerte poder viajar a Egipto, para mí que había estudiado Arqueología y aún no sabía que el mundo antiguo sigue vivo en el presente.

    El intercambio no estaba bien definido. Un organismo a nivel nacional comenzaba a formalizar las relaciones culturales y educativas que podrían sostener nuestro país y la República Árabe de Egipto. Entre sus planes estaba el de enviar un profesor con conocimientos sobre la cultura maya de gran interés para los egipcios, pues los mayas son conocidos como los egipcios de América. En la formalidad institucional, yo viajaba a ese país para impartir conferencias o clases sobre el tema, ya se acordaría dónde y cuándo al llegar a Egipto. Y estudiaría sobre los faraones en la universidad de mi preferencia.

    Es increíble como estando inmerso dentro de tu cultura, nunca la conoces. Ni siquiera piensas en ello. En Egipto aprendí a apreciar y entender aquello de la diversidad cultural en carne propia no en libros. Me di cuenta de la cantidad de prejuicios que tenemos con respecto a países, lugares, idiomas, personas, nacionalidades, etc. Entendí aquello de la diversidad cultural. Vivimos y actuamos como si todo en nuestras existencias estuviera bien y fuera correcto, al igual que el resto de la sociedad en la que existimos. Tenemos ideas preconcebidas sobre nuestra cultura y la de los demás. No nos miramos en nuestro mundo hasta que el que es diferente nos cuestiona, nos pide porqués de nuestra conducta

    Y yo era la persona menos instruida para hacer un viaje al extranjero. Hice un viaje a los Estados Unidos con mis tías, pero era de esos en los que todo está perfectamente planeado. Pero viajar a un país tan lejano al nuestro, y sin saber el idioma, ni las costumbres, fue en realidad un acto temerario. Contribuyo mi juventud, ignorancia e inexperiencia en viajar a un mundo diferente. Me di cuenta que también nosotros consideramos a otros pueblos y culturas como atrasados. Caemos en el mismo equívoco de los que consideran a los mexicanos, a los latinos o llamados hispanos, como gente de segunda. Te das cuenta de que la mala imagen que tenemos de otros, es la misma que tienen de nosotros. Que hacemos lo mismo que les criticamos y a veces peor.

    Uno comienza a reparar sobre sus propias costumbres, como cuando me preguntaron porque los mexicanos lloran y gritan cuando cantan. O cuantos sirvientes tenían las familias mexicanas. Yo contestaba una chacha, y me respondían asombrados solamente uno, ¿que no es un país petrolero? No encontraba la relación entre el número de sirvientes y el petróleo, hasta ese momento. Espero que la memoria me traiga lo inolvidable y me acuerde de tantos detalles que lamento no haber escrito en su tiempo. En ese entonces no tenía claro el valor que tiene la escritura, como lo tengo hoy.

    Reúno en un solo volumen mis impresiones sobre estos viajes en conjunto con el relato breve de uno a Medellín, Colombia. Tres experiencias realizadas en diferentes condiciones y momentos de mi vida. China y Colombia los escribí inmediatamente después de realizarlos. Egipto lo escribí treinta años después.

    Viaje. Lejos o cerca. Si tiene la oportunidad dorada de poder viajar a un mundo lejano, no se la pierda por nada. Enriquecerá su vida en todos sentidos.

    EGIPTO DE INTERCAMBIO

    El 6 de enero de 1979, partí de Mérida en un viaje a Egipto, la tierra de los faraones. No me di buena cuenta de lo que hacía sino hasta mi llegada a la República Árabe de Egipto, nombre oficial de este país desértico con el río más grande del mundo concebido desde la Antigüedad como un Regalo- el Nilo. En cuyas orillas tuvo y tiene lugar la vida y la cultura de este país norafricano.

    La inexperiencia de viajar a muy larga distancia de México y a una tierra con cultura y lengua diferentes, me mantuvo en un ensueño mientras duró el vuelo. Me sentía una heroína de película rumbo a las milenarias ciudades faraónicas, ¡qué maravilla! En el aeropuerto de Frankfurt durante la espera para el vuelo a El Cairo todavía estaba en el espejismo, sintiendo que al llegar todo sería moverse como en casa. Inscribirse en la universidad, buscar alojamiento y a comenzar cursos y salidas al campo, etcétera ¿Qué sabía de Egipto? En realidad muy poco. Que tenía una extensión de poco más de un millón de kilómetros cuadrados en su mayoría cubiertos de dunas de arena que se extienden hasta el desierto de Libia, país vecino del Oeste. Hacia el Suroeste el terreno se eleva hasta los 2000 pies s.n.m. formando la Planicie de Gilf Kebir. En el Sureste, las montañas del Mar Rojo. Una extensión de las tierras altas de Etiopía que también se prolongan en Sudán, país con que colinda al sur. El Nilo atraviesa todo esta extensión, de sur a norte por cerca de 6,693 kilómetros, dividiéndola en dos partes casi de las mismas proporciones. al este del río el desierto se extiende hasta la orillas del Mar Rojo. Y al norte, el Mediterráneo y los puertos de Alejandría, en la desembocadura del Nilo. Y Port Said, en el Canal de Suez, construido por el hombre en 1869, para acelerar el flujo marítimo comercial de Europa con Asia. Que la lengua oficial era el árabe y los principales centros de población eran la capital El Cairo, con un poco más de 8 millones de habitantes por lo menos en 1979, y el puerto de Alejandría.

    Del arribo por la madrugada no recuerdo mucho, fue hace 30 años. Lo que si recuerdo fue el cambio dramático del aeropuerto de Frankfurt al de Al Qahirah. Cuando llegue al hotel aún estaba oscuro. El primer encuentro con el país fue a través del agregado cultural de nuestra embajada, quien fue por mí al aeropuerto. Una persona con desprecio hacia la cultura local. Nunca se expresó bien de los egipcios aunque para fortuna de él, y los egipcios, el individuo solamente hablaba español. De haber dicho en inglés o árabe lo que pensaba, muy probablemente hubiera perdido la cabeza, o por lo menos hubiera creado un conflicto diplomático. El y su esposa fueron por mí hasta el anochecer que fue cuando me desperté después de esta larga travesía. Cenamos, y según me enteré después el tipo de marras me llamo abusiva por aceptarle un coñac que él mismo me ofreció. Resultó que el ofrecimiento era totalmente diplomático. Hasta ese entonces entendí poco y no le dí importancia, sino hasta que conocí la moneda y sus fracciones, y sobre todo al saber que era más alta que la libra esterlina inglesa. Fue cuando entendí su enojo, pero bueno eso le pasó por ofrecido. Con las temperaturas de la noche egipcia invernal cualquiera le dice sí a un coñac, bueno cualquier extranjero cristiano. El alcohol es muy mal visto por los musulmanes.

    A la mañana siguiente me desperté por el sonar de los cláxones en la calle. Lo compare con la Mérida de mi infancia, en la que se prohibió el claxon instando a los conductores a no usarlo con el lema Frenos si, Claxon no, impreso en grandes letreros. Me llamó la atención el uso continuo de los claxon creo que por unos días, ya después se me hizo familiar, parte de la vida. Lo primero que hice fue dirigirme a las pirámides sin dilación. La primera vez aborde un taxi a la salida del hotel. Qué noticia. Gizah era y seguro sigue siéndolo, un área conurbada con Al Qahirah, nombre árabe de la capital egipcia. Me senté en la cafetería del área de servicios ubicada frente a la Esfinge, y ahí estuve horas admirándola, e intentando escribir mis impresiones pero la emoción era tal que no me salía más que apuntar los números; guajed, uno, etnin, dos, talata, tres, arbah, cuatro, hamsa, cinco, tamania, ocho, seta, seis. También anoté las decenas, talatasha era trece; arbatasha, catorce, y hamsim, cincuenta. Té tras té, refresco tras refresco, estuve sentada por horas. Al fin estaba allí, las tenía enfrente de mí. Anduve entre ellas. Volví a sentarme, y las miré hasta el atardecer, en que tuve el honor de conocer las temperaturas extremas del desierto. Mientras el sol estuvo iluminándonos la temperatura era deliciosa, no se sentía el sol brillante de un cielo sin una nube, pero cuando el sol se fue la temperatura bajó entre 10 y 15 grados en los siguientes quince minutos, cuando además comenzó a soplar intermitente un viento frío.

    Mientras no caía en cuenta bien a bien del valor de la moneda ni de las condiciones egipcias, estuve hospedada en un hotel de los años cuarenta. Era lujoso pero un poco viejo para mis gustos de aquel entonces. Estaba en una zona turística y justo enfrente del malecón egipcio, que es tan largo cómo es el Nilo en su travesía por la ciudad. Recuerdo que Solía caminarlo por horas. En invierno soplaba un viento frío que provocaba dolor en los oídos, así que caminaba con unos algodones para protegerme y pasar más tiempo viendo pasar las felucas de una orilla a otra, cargadas de mercancías, o con pasajeros de una y otra orilla. Las enormes plantas de hule, bueno conocidas por mí como hule. De esos árboles de cuyas ramas caen sus raíces al suelo para convertirse en otros troncos y así los árboles avanzan conformando hermosos enjambres de troncos y raíces flotantes. Caminaba entre ellos esquivando las raíces en las partes en las que el árbol le había ganado al asfalto.

    Saqara

    Después de Gizah, visité Saqara. En mi guía de viaje leí que era el lugar más antiguo del Egipto faraónico, poseedor de la pirámide escalonada más antigua del mundo. Una necrópolis para la realeza egipcia entre los años 2667 y 2648 A.C. La pirámide escalonada construida por el faraón Djoser es la que más destaca, aunque su estado de conservación es precario es la mejor conservada. Saqara es el lugar con las inscripciones más antiguas sobre la vida en el más allá. Textos que decoran el interior de las tumbas, y se les considera el antecedente inmediato del Libro de los Muertos. Es también el asiento de varias tumbas llamadas mastabas, y del célebre Serapeum. Una galería de tumbas cortada en la roca que sirvió de descanso eterno a los cuerpos momificados de los bueyes Apis que según la creencia personificaban al dios Ptah.

    El retorno al Cairo fue en una carreta. Para encontrar un taxi era necesario ir a la ciudad. Yo había tomado uno en la puerta del hotel pero no sabía que aunque te llevaran a la zona arqueológica, no era una ruta por donde transitaran. Un turista inglés que tampoco sabía cómo regresar, hablo con el dueño de la carreta en algo que según él era árabe, la cuestión es que capté que era común para los lugareños ver a turistas norteados. Yo pasaba por egipcia pero el inglés era más que notorio. Subidos en la carreta fuimos rodeados por una multitud de chiquillos pidiendo bakshis, limosna, caridad, que siguieron a la carreta. A mí ya me habían advertido no darles ni un centavo, pues si lo hacías pronto te verías rodeado de una multitud pidiéndote bakshis, bakshis, que aumentaría en la medida que siguieras dándoles. Creo que al inglés nadie le advirtió. Muy caritativo les lanzó unas monedas, aquello pareció romería. El carretero tuvo que acelerar el ritmo lo más posible para evadirlos. La carreta nos llevó hasta las inmediaciones de la ciudad en donde cada quien tomó su rumbo respectivo, después de habernos agradecido mutuamente la compañía y reído de nuestra experiencia. Tomé un taxi al hotel que tuve que abandonar diez días después de haber llegado.

    El dinero se me acabó de un pestañazo. Fue un aprendizaje duro tener siempre en mente las equivalencias de la moneda y sus fracciones. Aprendí también que para un extranjero las cosas tiene un precio más alto que para los locales, y la mera verdad cuándo te ven la cara de turista, todo va en aumento. Esto es internacional. Todo este aprendizaje sin la ayuda de los mexicanos destacados en la embajada. Me mudé a otro hotel más pequeño también en una zona del área central, solamente que sin estrellas, unos cuartos limpios pero pequeños y con poco mobiliario. El desayuno consistía en té, litros si querías, y pan tostado con mantequilla. La comida era una variedad de pastas porque los dueños eran un par de ancianos italianos, impecablemente vestidos que estaban siempre en el restaurante. El lugar era frecuentado por extranjeros que por alguna razón permanecían semanas en Egipto, y ya no podían pagar los precios tan altos de los hoteles de lujo.

    Ahí conocí a una mujer holandesa que trabajaba para una naviera alemana que tenía oficinas en Port Said. Se estaba tomando unas vacaciones y a la par estudiaba en la Universidad Americana del Cairo un curso breve sobre la historia de Egipto combinado con un poco de árabe coloquial y salidas a sitios antiguos. Hablaba bastante español y muy buen inglés. Una mañana decidimos ir a Gizah, pero en autobús. Ella sabía dónde tomarlo. Anduvimos por las calles del sector antiguo de la ciudad hasta que llegamos a la terminal y abordamos el que nos llevaría a Gizah. En el autobús todos nos miraban. Un par de extranjeras. Yo iba mirando hacia afuera para evitar tanta mirada, pero fue imposible cuando la dama saco de su bolso una lata de tabaco, un sobre de papeles para liar, hizo un cigarro y lo prendió ante la mirada atónita de todos los

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