Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Sanar con los ancestros: Las voces de nuestros antepasados
Sanar con los ancestros: Las voces de nuestros antepasados
Sanar con los ancestros: Las voces de nuestros antepasados
Libro electrónico199 páginas2 horas

Sanar con los ancestros: Las voces de nuestros antepasados

Calificación: 4 de 5 estrellas

4/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En 1986 Gloria Liberman tuvo la oportunidad de viajar a África y vivir en Mozambique por ocho años. Lo que le sucedió en ese país cambió totalmente su vida y la perspectiva para asumirla. Allí comenzó un proceso de autodescubrimiento que nunca terminó.

Rescatar la sabiduría ancestral e incorporarla a lo actual no es tarea fácil, requiere entender el valor de lo antiguo y también de lo nuevo. Cuando salimos del pensamiento lineal, de la noción cerrada del bien y del mal, nos damos cuenta que todo puede ser y no ser al mismo tiempo, ya no hay más pre–juicios, se abre un espacio infinito, de lo uni–versal a lo multi–versal. Esa amplitud de pensamiento permite recibir y ver los milagros, aceptar el amor, vivir en todas las dimensiones posibles e imposibles, superar los programas limitantes.

Las voces de los ancestros nos ayudan a recordar quiénes somos, de dónde venimos. Nos regalan la oportunidad de conocer y re–significar lo que ellos vivieron, para darle un nuevo rumbo a nuestra vida. Para ello es importante liberarse de todas las creencias y prejuicios que nos limitan, y usar el poder infinito de nuestra mente en la creación de realidades.

La autora de este libro es una de las principales estudiosas de la ancestrología, disciplina que ha divulgado junto con Pedro Engel, quien en el prólogo dice: Conozco a Gloria desde nuestra juventud y fui testigo de su proceso en África, una experiencia que significó una gran transformación para ella, esa transformación como persona está plasmada aquí. Un gran aporte que Gloria narra poéticamente y a medida que vamos avanzando en el texto, nuestro corazón vibra y se emociona. Una experiencia bella que seguro va a tocar muchas almas que buscan sanación y respuestas.

ACERCA DE LA AUTORA:

GLORIA LIBERMAN Ancestróloga, consteladora familiar, terapeuta, maestra de Reiki, tarotista, investigadora y escritora.Vivió en África catorce años (Kenya y Mozambique), aprendió con chamanes y trabajó en proyectos del área género y mujer en el desarrollo rural. Viajando por el mundo, ha desarrollado técnicas de sanación que recogen el conocimiento ancestral y lo más moderno de la Nueva Era. En la década de 1970 comenzó sus estudios universitarios en el área de las Ciencias Sociales (cursos de Antropología y Pedagogía en Historia y Geografía, Licenciatura en estudios Humanísticos). En Estados Unidos estudió EMF Balancing, TFT (Thought Field Therapy), y Terapia de vidas pasadas. Junto con Pedro Engel ha desarrollado la Ancestrología. Entre sus libros están: Magia y chamanismo en la vida cotidiana; Los sueños, interpretación y experiencia. Y en coautoría con Pedro Engel: Caminos alternativos de sanación; La sabiduría del zodíaco; Ancestrología en la empresa; Medicina alternativa.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jul 2017
ISBN9789563245035
Sanar con los ancestros: Las voces de nuestros antepasados

Relacionado con Sanar con los ancestros

Libros electrónicos relacionados

Cuerpo, mente y espíritu para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Sanar con los ancestros

Calificación: 4.214285714285714 de 5 estrellas
4/5

14 clasificaciones1 comentario

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Excelente complemento, después de leer este dolor no es MÍO,,
    LA

Vista previa del libro

Sanar con los ancestros - Gloria Liberman

BIBLIOGRAFÍA

SANAR CON LOS ANCESTROS:

LAS VOCES DE NUESTROS ANTEPASADOS

Gloria Liberman

Con gratitud a todos mis ancestros, familia, amigos, maestros y maestras que me han ayudado a buscar mi mejor versión.

Este libro se basa en hechos reales.

Las voces de los ancestros:

Y ellos hablaron y contaron cómo había sido su vida y las muchas experiencias que tuvieron. Yo los escuché con curiosidad y les pedí que por favor me transmitieran lo aprendido para poder entregarlo a mi generación y así lo hicieron. Me arrodillé ante todos ellos con gratitud y feliz por ser parte de esta tribu.

Prólogo

Conozco a Gloria desde nuestra juventud y fui testigo de su proceso en África, una experiencia que significó una gran transformación para ella. Esa transformación como persona está plasmada en este libro.

Estas páginas son el testimonio de una gran mujer cuyo trabajo ha sido incesante para llegar a su mejor versión.

Es un gran aporte esta experiencia de Gloria, que narra poéticamente en este libro, ya que a medida que vamos avanzando en el texto nuestro corazón también vibra y se emociona.

Dejo con ustedes esta experiencia bella que seguro va a tocar muchas almas que buscan sanación y respuestas.

Con todo el cariño y amor escribo estas palabras a forma de prólogo para presentarles una obra extraordinaria.

Sin tus antepasados no eres nadie; si no los pones en tu vida y en tu corazón, no tendrás cuerpo ni alma, no te podrás ver a ti misma y nadie te podrá ver (GL).

Pedro Engel

PRIMERA PARTE

VOCES DE ÁFRICA

UBUNTU: YO SOY PORQUE NOSOTROS SOMOS

Una persona se hace humana a través de las otras personas:

Una persona con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y son buenos en algo, porque está seguro de sí mismo, ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos (Desmond Tutu).

Me remonto hacia el año 1986, en el que tuve la oportunidad de viajar a Mozambique (África) y quedarme a vivir allá por ocho años.

Lo que sucedió en ese lugar fue una experiencia que cambió totalmente mi vida y la perspectiva desde la cual veía las cosas.

Después de dar muchos recovecos y saltos en mi vida, llegué a África dividida en dos partes: una con el corazón ilusionado por encontrar el amor y la otra con el corazón herido por dejar a quienes amaba. Me era difícil ponerme de acuerdo con mi propia vida, parecía que no pertenecía a ningún lado y me sentí muy identificada con esta tierra africana que me alojó durante varios años.

Tenía treinta y tres años, una historia larga en la que se entrelazaban los estudios, idealismos y desilusiones y la sensación interna de que siempre había algo más en la vida que no había encontrado, que algo muy clave me faltaba.

Cargada de abismos insalvables en lo más profundo de mi ser, dejaba a mis tres hijos al otro lado del mundo y me movía hacia algo verdaderamente desconocido y misterioso.

Estaba ansiosa por lo nuevo, abría mis ojos intentando absorber la huella de cada color, de cada olor y de cada palabra. Todo silencio era para mí una revelación tan importante como aquello que se hablaba.

Puse atención en lo que se decía y lo que se hacía, tanto como en lo que se dejaba de decir o hacer. La gente, sus costumbres, el aire cálido y el colorido retrataban a cada instante un cuadro mágico que me atraía con su fuerza oculta y me hacía desear estar más ahí y conocer todo con detalles, minuciosamente, hasta la forma como pensaban y sentían, el ritmo que llevaban cuando sus caderas bailaban, los dientes albos estallando en sus oscuras caras; todo era nuevo, fantástico y atractivo. Pensé que nunca había estado en África, sin embargo, mi cuerpo y mi alma se regocijaron en ese lugar y fui aceptada por la gente como quien abraza el regreso de una hermana. Allí comencé el proceso de autodescubrimiento que nunca terminó y hoy estoy agradecida de que mi curiosidad por el continente negro fue más grande que mis miedos.

UNO

Desde las ropas coloridas, las caras oscuras, las palmeras y el sol brillante, me asombré de estar caminando sobre calles heridas, de pavimento quebrado y arena, y sentir la música danzando en mis oídos.

Nada había allí que yo pudiera reconocer como mío, sin embargo, la sensación de pertenecer a ese lugar era tan poderosa que me atrapaba en un presente mágico, fuera del tiempo y el espacio; todo mi ser vibraba al compás de lo inimaginable, de la poesía vivida en el mes de noviembre de 1986, que jamás olvidaría.

Varios niños descalzos y a medio vestir me seguían por la calle; adiviné que querían tocar mi pelo liso, así como yo quería pasar mis manos por esas cabecitas acolchadas y crespas. Sonreí. Algo de la inocencia infantil palpitaba en mis venas.

Sus cuerpos se movían y mostraban un bailoteo de colas y nalgas muy divertido. Estaban mostrándome lo contentos que se sentían. Esas imágenes sustituían a las palabras, en una comunicación fluida y alegre.

Continué caminando bajo el calor hasta llegar al mercado, donde había una gran congestión de personas, unas comprando y otras vendiendo.

Cada mujer sentada en un rústico piso de madera me llamaba para mostrarme su mercancía. Ahí se disparaban los olores más exóticos, las guayabas, los mangos, las papayas, mezclados con hojas verdes, coco rallado.

En sus cabezas llevaban pañuelos de colores y sobre la blusa medio abierta unos géneros estampados con motivos africanos. Sus dientes blancos sobresalían más allá de sus rostros.

Una se limpiaba los dientes con una raíz amarilla que teñía su boca de un rojo violento.

A un costado había una jaula con gallinas emplumadas protagonizando una comedia de picoteos y cacareos ruidoso.

Todos hablaban en voz alta, unos oían la radio, con música local, otros bebían agua de coco y acarreaban grandes canastos.

Me detuve en un puesto donde se vendían unas hojas grandes y verdes de alguna planta que yo desconocía y pregunté cuánto costaban. La dueña me dijo: Yo no le puedo vender esa hoja, porque usted no sabe cocinarla. Mi rostro de sorpresa fue notorio, a lo que ella agregó: Si encuentra a una persona que le explique cómo se cocina, se la vendo.

Era extremadamente barata y mi deseo curioso me mantuvo unos minutos frente a la hoja. Apareció otra señora que aparentemente había escuchado nuestra conversación y me dijo: Yo le explico, y comenzó con una descripción larguísima de todos los pasos a seguir, que prácticamente no logré recordar. Se lo agradecí y me fui con mi hoja verde mirando si encontraba a quién regalársela y que le fuera útil para preparar su comida.

Así, con ayuda me fui con mi canasto de lecciones por ese día.

« • »

Buscar una conexión que nos permita unir todos los puntos dispersos en nuestra historia, como átomos fluctuantes que dan origen a las formas. Iniciar el viaje hacia el autodescubrimiento, ir tras el hilo integrador de la secuencia vital para entender, aprender, compartir... quizás también para completar algún vacío de fondo que brillaba en el olvido.

DOS

Por primera vez fui a casa de Vovó Caterina, una tarde de ese mismo mes, invitada por Pablo, amigo fotógrafo que conocí a mi llegada.

Vovó Caterina es una curandera y chamán famosa de un barrio a las afueras de la ciudad de Maputo, capital de Mozambique.

El lugar donde ella vive es un salpicadero de casas de cemento y paja, en medio de calles arenosas y callejuelas de paredes de bambú que serpentean como laberintos hirvientes y brillantes por el sol. Los niños de piel oscura, descalzos, juegan con los deshechos, construyen autitos de alambre con ruedas, de latas vacías de refrescos, y las mujeres con sus vestimentas coloridas caminan cargando baldes de agua y atados de leña en la cabeza.

Cuando llegamos, ella estaba sentada fuera de su casa. Su cuerpo grueso y macizo, de piel oscura y cabellos rizados y canosos. Tenía un vestido claro, un pedazo de tela que llaman localmente como capulana que le envolvía parte del cuerpo, amarrada a la cintura, y un pañuelo en la cabeza; estaba vestida y sentada sobre una estera de paja, con las piernas extendidas, a la manera tradicional africana.

Nos saludamos como lo hacen los chamanes o maestros, invocando a los espíritus protectores (chikuembos), con una inclinación del cuerpo hasta el suelo y el chasquido de los dedos de las manos, en forma de reverencia.

Después de este pequeño saludo ritual, accedió a verme la suerte. Para ello nos dirigimos a una habitación contigua a la casa, especialmente destinada para esos efectos.

Es una habitación sagrada. No se puede entrar con zapatos, por lo tanto, los dejamos fuera y entramos descalzos. Dentro de la habitación no había muebles, solo pieles de cabritos esparcidas por el suelo, unas esteras y canastos.

Nos acompaña una mujer joven, llamada Nené. Vovó se sienta en el suelo en una estera de paja. Frente a ella tiene una capulana especial, es blanca con dibujos. Saca de un saquito de paja sus amuletos y objetos (tilholo) con los cuales leerá mi suerte. Los pone en sus manos. Me pregunta mi nombre. Canta, evoca, dice Savoo. Todos repetimos la palabra. Repite mi nombre junto a otras palabras que no entiendo y que forman parte de su lengua africana changano, xhosa, de origen bantu. Tira los objetos al suelo sobre la capulana. Entre los objetos hay conchas, huesos, escamas de cocodrilo, cáscaras de nueces y semillas. Habla en changano, la mujer al lado nos traduce. Dijo que yo tenía mala suerte, que veía un árbol quemado.

Nené me explicó lo del árbol quemado y me dijo que, en el saber popular, una persona sin sus ancestros no es nadie. Las personas no te ven porque no tienes consistencia, tus ancestros no te habitan, pareces un cuerpo vacío, un árbol quemado.

Para que me fuera bien, había que realizar un ritual. Mis espíritus protectores de los antepasados estaban lejos y era necesario traerlos con llamados de tambores, para que vinieran y se quedaran conmigo.

Le pregunté qué estaba haciendo yo ahí, en África. Tiró al suelo seis escamas de cocodrilo, pensó unos instantes y luego me respondió que había venido por un hombre.

Después le pregunté si los espíritus estarían de acuerdo en que yo aprendiera lo que ella hace, o sea, transformarme en curandera (chaman). Volvió a tomar las escamas de cocodrilo entre sus manos y las lanzó al suelo. Respondió: Sí, están de acuerdo, pero aún faltan señales. Primero necesitas protección y para ello es necesario traer a tus espíritus ancestrales hacia aquí, con una ceremonia ritual, porque están muy lejos, además realizar una ceremonia de purificación y tomar medicinas.

Nené me cuenta que una curandera o chamán —con mayor razón que cualquier otra persona— necesita siempre tener a los espíritus de sus ancestros cerca, ya que son sus protectores; su trabajo es demasiado arriesgado para andar desprotegida.

Podría marcar ese día como un hito importante, pues da inicio a otra etapa del gran viaje hacia mi interior, integrando psiquis, alma y corazón.

Mientras me hablaba, me di cuenta de que nada es casualidad y, si estamos abiertos a recibir, pueden ocurrir milagros en nuestra vida.

Acepté el desafío. Un cosquilleo hizo su aparición en mi estómago, pero mi corazón latía entusiasmado, quizás África con su sabiduría milenaria me podría ayudar a unir las partes de mí que no se ponían de acuerdo.

« • »

Todo inicio es indicación de nuevos comienzos; aunque posiblemente llevamos cientos de años viviendo, nos parece siempre que es la primera vez, sentimos un estremecimiento frente a lo que creemos desconocer, o quizás es el miedo a la oscuridad lo que nos hace titubear, el vértigo de ir reencontrándonos lentamente con nosotros mismos en lo intangible, en aquello preciosamente escondido en el misterio de nuestra propia vida.

TRES

Hablar de nuestros

¿Disfrutas la vista previa?
Página 1 de 1