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Cervus
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Libro electrónico354 páginas4 horas

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Información de este libro electrónico

El ataque a una finca y el secuestro de dos mujeres en especial, dan inicio a una historia que se desarrolla en los tiempos de la conquista Romana, unos aos despus de la
muerte de Cristo.

Partiendo de la Provincia de Aquea (Grecia), y viajando a travs de una serie de escenarios por diferentes regiones. La desesperada bsqueda de estas mujeres, se convierte en una interminable agona para sus seres queridos, mezclando sentimientos humanos entre la traicin y el deseo de venganza, que arrasa con ellos.

Todos los personajes viven un sinfn de penalidades y amarguras, la vida los pone en la encrucijada de escoger siempre entre el bien y el mal. Encontrando en este tiempo, el amor humano y tambin el divino, al coincidir con un predicador de se Mesas perseguido, del Dios desconocido.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento24 mar 2011
ISBN9781617646577
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    Cervus - María del Carmen Ginori Lozano

    CERVUS

    María del Carmen

    Ginori Lozano

    Copyright © 2011 por María del Carmen Ginori Lozano.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso:                2011922224

    ISBN:                      Tapa Dura                                               978-1-6176-4656-0

                                    Tapa Blanda                                            978-1-6176-4658-4

                                    Libro Electrónico                                   978-1-6176-4657-7

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    338969

    Índice

    Capitulo I

    (Hoy, que el grito del metal me alerta . . .)

    Capitulo II

    (Que los pasos del traidor me acechan . . .)

    Capitulo III

    (Recuerdo como nunca, el verdor de su mirada.)

    Capitulo IV

    (Y el helado filo de su sonrisa.)

    Capitulo V

    (Cuál es la entraña que te alimenta . . .)

    Capitulo VI

    (De tus deseos las sombras se aprovechan . . .)

    Capitulo VII

    (Miserables tiemblan como llamarada.)

    Capitulo VIII

    (Con el girón de tu alma que cae, sin prisa.)

    Capitulo IX

    (Hoy que mis manos, atas con una cuerda . . .)

    Capitulo X

    (Dejando atrás tu fingida imagen . . .)

    Capitulo XI

    (Que por fin te muestras, asesino.)

    Capitulo XII

    (Hoy, también llegará el que te señale.)

    Capitulo XIII

    (Imploro que mi sacrificio no se pierda . . .)

    Capitulo XIV

    (Y que mi aliento y bendiciones viajen . . .)

    Capitulo XV

    (Logrando desvanecer el mal de su destino.)

    Capitulo XVI

    (Porque ante el cielo el coraje es lo que vale.)

    Capitulo XVII

    (Y llegará la esperanza, ilusionada . . .)

    Capitulo XVIII

    (Creando alianzas de voluntades . . .)

    Capitulo XIX

    (Y el débil se fortalecerá con el maestro.)

    Capitulo XX

    (Porque hoy el valiente se aproxima.)

    Capitulo XXI

    (Hoy que vivo perdida y abandonada . . .)

    Capitulo XXII

    (Rodeada de sensaciones por las tardes . . .)

    Capitulo XXIII

    (Presintiendo el aleteo siniestro.)

    Capitulo XXIV

    (Y al mismo tiempo el calor que se avecina.)

    Capitulo XXV

    (El secuestro alienta la esperanza . . .)

    Capitulo XXVI

    (De seguir juntos en un camino . . .)

    Capitulo XXVII

    (Estando todos presos, todos escapan.)

    Capitulo XXVIII

    (Y estando muertos, la vida los rescata.)

    Capitulo XXIX

    (Mi mirada te penetra como una lanza . . .)

    Capitulo XXX

    (De tu herida cayó un rojo vino . . .)

    Capitulo XXXI

    (Sumado al humo, las lágrimas te sacan.)

    Capitulo XXXII

    (Venciendo a la fiera, tu furia se desata.)

    Capitulo XXXIII

    (Cruzando los mensajes, cruzando las miradas.)

    Capitulo XXXIV

    (Te rescató del abismo, te acompañó con el alba.)

    Capitulo XXXV

    (Extraños tiempos, tenues llamadas.)

    Capitulo XXXVI

    (Un solo ojo te sigue, robándote la calma.)

    Capitulo XXXVII

    (Juntos como un presagio, de vidas destinadas.)

    Capitulo XXXVIII

    (Dicen que murió por ti, que su muerte te salva.)

    Capitulo XXXIX

    (Abrazándote, te llevará a sus moradas.)

    Capitulo XL

    (Devolviéndole a tu cuerpo, el alma.)

    Capitulo XLI

    (Regresando a recuperar el tiempo.)

    Capitulo XLII

    (Al fin te pone al alcance de mi mano.)

    Capitulo XLIII

    (Que hoy tu entraña yace muerta.)

    Capitulo XLIV

    (Sin embargo a una nueva vida llamo.)

    Capitulo XLV

    (Que llegue a mí, tal como la siento.)

    Acerca del Autor

    Para mis hijos… mi familia… y mis amigos.

    Capitulo I

     (Hoy, que el grito del metal me alerta . . .)

    Al suave vuelo de la paloma que desciende en busca de refugio, se le agrega el marco escarlata del sol que muere en la tarde, con apenas unas nubes qué resplandecen en contraste con el azul de fondo. El clima es tibio y sin aire.

    El Mar Mediterráneo luce hoy igual que ayer e igual que siempre, el tiempo por el no parece pasar.

    Corren los días de la conquista romana, las ciudades que han sido sometidas, aun con el nuevo yugo, se adaptan y prosiguen su vida. Poco a poco olvidan sus penas y recuperan el orgullo.

    Después de todo, las lágrimas jamás han levantado a los muertos. ¡Pero los muertos si siguen levantando voluntades!

    Sobre los inicios de esta nueva era que aun no se decretaba, se desarrollo una enredada historia de mortales.

    Partimos desde un pequeño poblado de la provincia de Aquea, (Grecia) que mira hacia el Mar Egeo, donde las fincas desafían los despeñaderos para adueñarse de los esplendidos paisajes de mar, cielo y tierra en maravillosa conjunción. Y siendo ya el atardecer, mejor iniciamos cuando de nuevo amanezca.

    El velo de la noche cae apacible, se desliza a trabes de las horas envolviendo los campos y dejando traviesas sombras que se mecen en el agua, todo es paz, aparentemente.

    La claridad en el horizonte anuncia el nuevo día, la brisa es fresca y suave, el mar ahora refleja la tenue luz.

    Ligeros pies atraviesan los pasillos en dirección a los jardines, al caminar la corta túnica roza los muslos delgados y fuertes. Al compás del movimiento, hace círculos con los brazos, respira profundo conteniendo el aire para luego soltarlo por la boca.

    Juvenil es la figura de Amara, que ya muestra los contornos de la feminidad, pero su aire infantil prevalece en su risa y en sus gestos.

    Hasta sus oídos llegaron los gritos de su padre, que como todas las mañanas daba la instrucción a sus discípulos.

    Por entre las ramas de los laureles que están al borde de la escalinata, y gracias a la poca luz de unas cuantas lámparas que aun ardían, alcanzo a ver al grupo ya en posición comenzando con los primeros ejercicios, así que bajo presurosa, corrió por la hierba húmeda, y llego hasta ellos saludando efusiva.

    Su padre, un hombre atlético y muy ágil a pesar de su edad, arqueo las cejas cuando la vio llegar, pero no pudo ocultar una tenue sonrisa al ver a la jovencita, que día con día se esforzaba en asistir a la instrucción, y muy a su pesar perdería la apuesta que contra ella había hecho.

    -Es muy lamentable que por tu falta de respeto hacia el grupo, tenga que pensar seriamente en suspenderte.

    Fueron las palabras de él como respuesta a su saludo.

    -No puedo entender, porque razón nunca llegas a tiempo. ¿Es así como pretendes competir algún día? ¿O es solo el capricho de ganar lo que te impulsa al sacrificio?

    -Vamos padre, no me trates así delante de todos, sabes bien que anoche me desvele estudiando los símbolos y las constelaciones con Jamal, que también es muy importante ¿No crees? Además solo me retrase un poco, pero ya estoy lista y a tus ordenes, ¡acaba conmigo!

    Todos los presentes, incluso su hermano mayor Ambros y Nikos su segundo hermano, rieron simuladamente.

    -¡Ponte inmediatamente en tu lugar!

    Grito Darius, y se dio la media vuelta dejando ver su musculosa y bronceada espalda que solo la cruzaba la cinta que amarraba a su faldón.

    Con graciosos movimientos mímicos, paso entre las líneas que formaban los jóvenes, simulando su pena y su aflicción, pero mostrando su enorme y hermosa sonrisa en todo momento.

    Los hermanos habían heredado la fuerza y destreza de su padre, y cultivaban el adecuado cuidado de sus cuerpos según la costumbre, además sus rostros eran gentiles y finos al igual que su madre, pero Amara parecía haber superado todo esto, su belleza era cautivante, y aunque aun era muy joven se podía apreciar lo que llegaría a ser como mujer.

    Su padre estaba muy orgulloso de ella, y la amaba tanto que la complacía en todo cuanto le pedía.

    De pronto quería estudiar esto o aquello y él se desvivía por complacerla, y aunque no fuera muy propio para una mujer a él no le importaba mucho saltarse algunas reglas.

    Ahora le daba instrucción para combatir, uno de sus más criticados caprichos, y llego a tal grado para salirse con la suya, que reto al padre, apostándole delante de todos, que le vencería a pesar de su fuerza.

    Por eso hacía casi un año y medio que, todos los días a la misma hora, se repetía la escena de su llegada tarde.

    Amara estudiaba todo, quería saberlo todo, era una desesperada sed de saber lo que la invadía.

    Su padre le había puesto un maestro, Jamal, proveniente de las cálidas tierras de Egipto. Un sabio y viejo hombre, que se había pasado la vida viajando, y en uno de esos viajes había conocido a Darius el médico.

    Estaban en guerra, el no era más que un simple observador ya que no se inclinaba a ninguno de los contendientes, ayudaba al que lo necesitaba fuera quien fuera.

    Un día llegaron a buscarlo con urgencia, ya que el médico del regimiento griego había bebido por descuido un poderoso veneno y nadie sabía cómo ayudarle, Jamal le salvo la vida con lo poco que sabía de brebajes y pócimas, y cuido de él hasta que se repuso totalmente.

    Así se gano el agradecimiento de este, y cuando al fin termino la guerra, Darius le invito a vivir con él en su hermosa Grecia.

    Venían tiempos difíciles, habían perdido la batalla y el dominio no se haría esperar, aunque siempre se encontraba la forma de negociar.

    Como le había platicado de esa hija tan especial que tenia, el anciano pensó que era una buena forma de acabar sus días, sin preocupación por el alimento o el techo, y con la sencilla tarea de cultivar a una pequeña.

    Por supuesto el nunca se imagino que sería la mayor odisea de su vida.

    Amara iniciaba sus movimientos para hacer la posición que marcaba su padre, cuando el sonido de los metales, atravesó sus oídos como si fuera una flecha.

    ¡No hubo ni un segundo de sorpresa! sabían que esto podía significar la diferencia ante la muerte. Darius se volvió bruscamente y señaló a Amara.

    -¡Corre con tu madre, ya sabes que hacer!

    Luego se dirigió a sus hijos y les urgió a que lo siguieran, los demás jóvenes se dividieron en seguida, cada uno corría hasta el lugar donde combatirían el peligro.

    La guardia entera se puso en alerta, dirigiéndose al último nivel que los separaba de la playa.

    Amara corría como enloquecida dando voces por toda la casa, despertando a todos, llego hasta el lecho de su madre cayendo de rodillas, extendió su mano hasta ella y le dijo sofocada.

    -¡Vamos madre, de prisa!

    Capitulo II

     (Que los pasos del traidor me acechan . . .)

    La filosa daga rasgo la yugular del centinela, los otros dos habían muerto envenenados y de sus bocas aun escurría la espuma, ¡sin duda que había sido su ultima cena!

    Ahora solo faltaba el que custodiaba la playa, y ese era un grave riesgo, ya que se trataba de uno de los soldados más leales y fieros de la guardia.

    Había que ser muy rápido y certero.

    No estuvo en la cena, y ahora pensar en acercarse por su espalda, no era la mejor opción.

    Así que caminando hasta el, de frente, riendo y con una copa de vino en la mano, fingió estar muy bebido y tambaleante.

    Sin ningún recelo, el soldado divertido se aproximo a ayudarle, y lo único que encontró fue una fría daga que entro en su cuerpo y unos alucinantes ojos verdes que lo miraron burlones.

    Quedo tirado en la playa donde las olas lamieron su sangre.

    Lo siguiente, era llegar hasta las rocas donde había escondido la lámpara. Aprovechando su oscura capa para que no lo vieran desde arriba, la encendió y comenzó a hacer señales hacia el mar.

    Poco a poco la silueta de un enorme barco se pudo vislumbrar entre las sombras, en la cubierta no se veía ninguna luz.

    Tres lanchas fueron lanzadas al mar y una turba de feroces hombres, armados con espadas, dagas y cuerdas, comenzaron a bajar hasta ellas, para luego remar silenciosos y rápidos hasta la playa.

    El capitán los miraba fascinado desde la proa, paladeando en sus pensamientos el placer de la victoria y del motín, su espíritu sanguinario y cruel no podía contenerse, pero tenía que ser muy cauteloso, apenas habían llegado a la playa, atravesar las murallas y llegar hasta la finca, era otra cosa.

    Cuando llegaron hasta tierra, arrastraron las lanchas para ocultarlas, entrarían al primer nivel fácilmente, el camino estaba libre, solo esperaban que el espía, fuera dando las señales de avanzar.

    La segunda puerta tampoco fue un problema para el audaz hombre que se movía con seguridad, todos los soldados le conocían y actuaban confiados en su presencia, así que el rápido giro de su daga ni siquiera se sentía. ¡La segunda señal fue dada!

    Pero había que apresurarse, el amanecer estaba cerca.

    Nunca contó con la resistencia y temeridad del soldado que había dado por muerto en la playa.

    El hombre sentía que la vida se le escapaba, pero cuando vio lo que en realidad estaba sucediendo, su terror fue mayor, los invasores habían atravesado la primera puerta, así que haciendo un esfuerzo sobrehumano, se arrastro por la arena, y esta, entraba por la herida aun cuando la cubría con la mano, el ardor era indescriptible.

    Su mirada no se apartaba de los dindéles de metal que estaban al lado de la entrada.

    Los embrutecidos hombres que asaltaban la casa, en su impaciencia por realizar sus deseos, y temiendo que los dejarían sin nada, no cumplieron la orden de custodiar la playa, y abandonaron el lugar.

    Con esto, le procuraron a la diosa de la fortuna su primer golpe.

    El joven soldado dejaba tras de sí la huella de su sangre que se absorbía lentamente en la arena, pero la fiereza que lo había caracterizado siempre, hacia presencia en él como nunca, antes de jalar la cuerda que haría el llamado de alerta, pidió a todos los Dioses de la guerra que le permitieran vivir, ¡vivir! ¡Para matar con sus propias manos al traidor!

    Capitulo III

     (Recuerdo como nunca, el verdor de su mirada.)

    Lejos quedaron aquellos días de paz y tranquilidad, cuando llego a la finca Uriel.

    Los hijos de Darius regresaron de su viaje, trayendo todos los encargos de la familia.

    En esta ocasión habían tardado más de lo debido.

    Conociéndolos nadie podía temer una conducta equivocada, pero la realidad era otra.

    Estando en la ciudad de Berea, en un día agobiante de calor, fueron alcanzados por Uriel, que se presento ante ellos ofreciéndoles una hermosísima perla.

    La personalidad de este joven era tan despreocupada y amena, que no tardo mucho en convencerlos, y para regatear el precio de la misma, los invito a un lugar donde les sirvieron vino maduro y les atendieron a cuerpo de rey, con aceitunas condimentadas y queso de cabra.

    La vieja casucha olía a vino, sudor y comida, no era muy grande la habitación donde estaban, sin embargo se encontraba bastante concurrida, y se oían las diferentes lenguas por todos lados, los arcos que daban hacia un patio proporcionaban al lugar la frescura necesaria.

    Los inexpertos jóvenes, a pesar de todo se mantuvieron cautelosos en su manera de beber, pero sus mentes ya no se encontraban muy lucidas cuando se presento el percance.

    Continuaron bebiendo y platicando de sus hazañas, de las mujeres que habían conocido y de mil cosas más, que no se percataron cuando llego al lugar un gigantesco hombre calvo con una arracada en la oreja izquierda, los pantalones bombachos los sujetaba con un espectacular cinto de cuero de camello con incrustaciones, su enorme pecho y barriga no lo cubría nada y su calzado era grueso y tosco como los hombres de mar.

    Decidieron retirarse al caer la tarde, poco después de que le pagaron a Uriel el precio pactado, pero este que se mostraba demasiado alegre y feliz por el trato y además por el exceso de vino, les pidió que solo le esperaran un poco en lo que orinaba y los acompañaría hasta donde se hospedaban para despedirlos, ya que al otro día partirían hasta su tierra.

    Se tambaleo un poco al caminar, pero aun con su buen humor volvió la cara hacia ellos y con señales les indico que estaba bien, rieron de su ocurrencia.

    Nadie supo cómo fue exactamente. De pronto al pasar por atrás de aquel inmenso hombre calvo, fue levantado por los aires por dos manazas que se prendieron de su cuello.

    -Que te ocurre, ¡infeliz malandrín!—Se escucho la brutal voz.

    -¿Quieres robarme, verdad?

    Los pies de Uriel se movían frenéticos, y luchaba tratando de zafarse, su rostro se ponía cada vez más oscuro.

    Al ver esto Nikos el hermano menor, y sin comprender bien que sucedía, corrió a auxiliar a su ocasional amigo; midió en seguida la fuerza de su oponente, y un solo golpe fue certero para derribar al gigante.

    Las lecciones de su padre en un viejo arte oriental, daban su primer fruto.

    Toda la concurrencia suspiro aliviada ya que se temió un gran pleito que acabaría con el lugar, o por lo menos con el joven.

    Arrastraron a Uriel hasta la cocina para echarle agua en la cara, ya que parecía desmayado, mientras Ambros el mayor, cuidaba la puerta viendo también como atendían al agresor.

    En eso entro un hombrecillo delgado y mugroso, que al ver a su amo tirado en el suelo, comenzó a dar chillidos de dolor y furia, preguntando quien se había atrevido a semejante cosa.

    Trataron en vano de calmarlo, al fin alguien señalo la cocina y le dijo que habían sido ellos, que trataron de robarlo y lo habían golpeado.

    Gritando como loco se abalanzo hasta el lugar.

    Para esto Uriel ya recobraba el conocimiento, y Ambros estaba en guardia esperando al nuevo agresor.

    Pero al entrar este, no fue necesario hacer nada porque solo se limito a maldecirlos y amenazarlos, diciéndoles que si no se largaban inmediatamente de ahí los mandaría matar.

    Cuando dijo esto, los jóvenes ayudados por el dueño del lugar, salieron huyendo por una puertecilla que daba hacia un callejón sucio y maloliente, y medio cargando a Uriel corrieron hasta encontrar el lugar donde se hospedaban.

    Exhaustos llegaron a sus habitaciones y llamaron a sus sirvientes, que irresponsablemente no les habían permitido acompañarlos como siempre, un error que caro pagarían los hermanos.

    Al verlos en ese estado los hombres se afligieron mucho, temiendo la furia del padre, pero los jóvenes los calmaron diciéndoles que ellos aclararían la situación en su momento, pero que ahora había que salir inmediatamente porque estaban amenazados, así que se movilizo todo y en menos de cuatro horas estaban listos para partir.

    Uriel se lamentaba de su poca fortuna, ahora que había por fin ganado algo de dinero para proseguir su viaje, se le iba de las manos, la bolsa de monedas no aparecía por ningún lado, y por si fuera poco tenía que quedarse en una ciudad donde lo matarían sin ninguna duda.

    -¡Los Dioses se han olvidado de mí!—gimió Uriel apretándose las sienes—¡Mi suerte ha sido echada!

    -Uriel—hablo entonces Ambros—No se me ocurre otra cosa para poder ayudarte, parte con nosotros y así salvaras tu vida, por otro lado mi padre es un buen hombre y ante esta situación, seguro aceptara que vivas en nuestra casa por algún tiempo, habrá algún trabajo que puedas hacer y así te recuperaras pronto.

    -No debes quedarte por ningún motivo—apoyo Nikos—Y si no deseas ir con nosotros, pues por lo menos aléjate de aquí, y con algo de moneda podremos ayudarte.

    Acongojado Uriel les contesto.

    -No tengo otra salida. Quedarme solo en estos momentos puede ser demasiado peligroso. Partiré con ustedes, ya que

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