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Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar (II)
Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar (II)
Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar (II)
Libro electrónico485 páginas7 horas

Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar (II)

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Después de la muerte del Libertador Simón Bolívar aparecieron en América y en Europa diversos escritos acerca de su vida. Algunos de estos plagados de la inexactitud propia de la escasa investigación científica del tema. Entretanto, Memoria de la vida del General Simón Bolívar, Libertador de la Gran Colombia, Perú y Bolivia, escrito por el general colombiano Tomás Cipriano de Mosquera, se diferencia de esos escritos porque el autor de la obra, fue su ayudante de campo, su Secretario personal y su Jefe de Estado Mayor General, por lo tanto lo conoció y lo observó mucho más de cerca que otros autores de esa época.

Con creces, esta es una de las biografías políticas y militares mejor escritas acerca de la vida y la obra de Simón Bolívar el hombre más grande que haya nacido en el hemisferio americano.

Con base en documentos auténticos y testimonios de primera mano de quienes fueron actores de primer orden en la guerra de independencia contra España y en la formación de las repúblicas surgidas de su espada y visión geopolítica, el general Tomás Cipriano de Mosquera condensó los episodios biográficos más trascendentales del Libertador, y dejó para la historia un libro lleno de datos, fechas, y episodios que gravitan entre lo épico, lo lírico y lo lógico.

El lenguaje claro y directo para describir los sucesos, hacen de este libro un documento agradable de leer y fácil de comprender, a la vez un referente claro de muchas características y perfiles de los primeros años de la vida republicana en gran parte del continente.

En ese orden de ideas, Memoria de la vida del General Simón Bolívar, Libertador de la Gran Colombia, Perú y Bolivia, es un libro que no puede faltar en la biblioteca de los lectores hispanoparlantes interesados en conocer y asimilar los orígenes de los sistemas políticos de Iberoamérica y desde luego la vida cada día mas paradigmática, quien en tan solo cuarenta y siete años de vida, transformó la historia de Latinoamérica.

La segunda parte de esta obra abarca desde 1822 hasta 1830, es decir los últimos ocho años de vida del Libertador, en los cuales soportó las peores traiciones, deslealtades y persecuciones de los contradictories políticos que le adeudaban haberlos libertado de España.

Libro recomendado 100%. Cinco estrellas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 feb 2018
ISBN9781370103157
Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar (II)
Autor

Tomas Cipriano de Mosquera

Tomás Cipriano Mosquera 1798-1880, fue un político y militar colombiano que combatió desde muy joven en las filas patriotas contra las huestes realistas que defendían la corona española. Por su inteligencia y habilidades especiales pronto ganó la confianza y cercanía del Libertador Simón Bolívar quien lo tuvo entre sus más cercanos colaboradores, razón por la que conoció mejor que muchos de sus contemporáneos, la mayor parte de los perfiles y rasgos característicos de la vida del Libertador.Tomás Cipriano de Mosquera fue seis veces presidente de Colombia y sin duda el personaje político más famoso del siglo XIX en Colombia. Fue un hombre de temperamento fuerte, intrigante, desconfiado y hasta despiadado con los enemigos vencidos.En el campo intelectual fue muy inquieto, lector voraz, intelectual refinado y autor de varias piezas de orden político liberal, que por la controversial época de guerras civiles que le correspondió vivir después de sellada la independencia de España, son textos de obligatoria consulta para historiadores y personas interesadas en conocer los hechos que articulan la construcción de la república colombiana.

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    Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar (II) - Tomas Cipriano de Mosquera

    Capitulo XXI

    SUMARIO

    El Libertador a su regreso de Cartagena propone un armisticio al general Morillo para tratar de la paz.-Fuerza del ejército del norte a órdenes de Urdaneta, y movimiento que emprende sobre los españoles.-Ocupación de Mérida por el Libertador.-Retirada de Tello y su persecución. Libertad de Mérida y Trujillo.-El general San Martín ocupa, el 12 de septiembre de 1820, el puerto de Pisco en el Perú.-La corbeta Rosa. aparece sobre las costas de Colombia.-Revolución de Guayaquil en favor de la independencia.-Marcha del teniente coronel Muñoz a Chile en solicitud de armas y buques.-El virrey del Perú invita a San Martín a suspender las hostilidades y entrar en arreglos de paz que no pudieron acordarse.-Se rompen las hostilidades.-Marcha el general Arenales a lea, y San Martín hacia el norte.-El almirante Cochrane bloquea el Callao y toma la fragata Esmeralda.-San Martín manda dos agentes a Guayaquil.-Patriotismo de algunos peruanos.-El batallón Numancia y la historia de su marcha al ejército republicano.-El general Arenales ocupó el 5 de diciembre el cerro de Paseo, derrotando al general O'Reillys.-El gobierno de Guayaquil hace emprender operaciones sobre Quito.-Derrota de la división republicana en Guachi. El Libertador se pone en relaciones con San Martín.-El coronel Montilla se traslada a Soledad.-Llegada de las fragatas Diana y Atrevida a Cartagena y Santa Marta con auxilios de Venezuela para los españoles.-El coronel Carreño marcha contra Sánchez Lima y le bate en La Fundación.-Batalla de Pueblo Viejo y libertad de Santa Marta. Operaciones al oriente de Venezuela y libertad de la provincia de Barcelona.-Se unen muchos oficiales y tropa españoles a los republicanos. Se presenta Reyes Vargas al Libertador en Trujillo, con la fuerza que regía.-Morillo recibe en San Carlos la invitación del Libertador para entrar en conferencias y le escribió nuevamente de Trujillo sobre el mismo asunto.-Movimientos del general Morillo.-Marcha de Sucre y Plaza al cuartel general de Morillo, y su regreso.-Comunicaciones preliminares para un armisticio.-Reunión de los comisionados de ambos ejércitos en Trujillo.-Celebración del armisticio, convenio de regularización de la guerra.-Entrevista del Libertador con el general Morillo.-El Libertador regresó a Barinas.-Ordenes comunicadas a Valdés para obrar sobre Pasto antes de la celebración del armisticio.-Llegada de la corbeta Alejandro y otros buques con el teniente coronel Muñoz, trayendo elementos de guerra.-Combate de la fragata Prueba con la corbeta Rosa de los Andes.-Pérdida de ésta por la cobardía de la tripulación, que la hizo encallar en un caño y quedó Illingworth con su gente en la costa de Buenaventura sirviendo a Colombia.-Marcha del general Valdés hacia Pasto.-Organización y acantonamiento del ejército a virtud del armisticio.-Marcha del Libertador a Bogotá con dirección a Popayán, para donde seguían el coronel Morales, de parte del Libertador, y el teniente coronel Moles, de la de Morillo, a notificar el armisticio.-El coronel Justo Briceño y el capitán español Manuel Landa siguieron al Magdalena con el mismo objeto.-Objeto de la marcha del Libertador al Sur y motivos porque la suspendió e hizo seguir al general Sucre.-Nombró el Libertador los comisionados que debían partir para España, según los deseos que manifestaron los comisionados del gobierno español.-Sucre en Popayán con los jefes que debían notificar el armisticio en el Sur.-Acción de guerra en Genoy, que pierde Valdés.-Popayán, amenazada, se salva.-El coronel García imprueba la conducta de Muñoz y toma servicio en Colombia.-El general Sucre marchó a Guayaquil con alguna fuerza auxiliar.-Excita el Libertador a los diputados al congreso Constituyente para que sigan al Rosario, lugar designado para capital provisional de Colombia.-Maracaibo, independiente.-El Libertador anuncia al general La Torre que las hostilidades continuarán, cumplido el término del armisticio.-Antes de los cuarenta días de término para comenzar las hostilidades lo hicieron los españoles en Cartagena, y fueron batidos.-El presidente de Quito pretende que se varíe la línea divisoria del territorio señalado a los beligerantes, y se niega el general Torres.-El coronel García abre operaciones sobre Popayán y se retira sin batirse.-El Libertador se trasladó a Barinas y dio principio a las operaciones militares contra el ejército español.-El general Bermúdez marchó sobre Caracas, y después de un combate poco importante ocupó la ciudad y llamó al vicepresidente de Venezuela para que arreglase el Departamento.-Combate con Morales, y es derrotado, teniendo que abandonar a Caracas.-El brigadier Pereira marcha contra Bermúdez, y lo derrota el 23 de mayo de 1821.-El Libertador ocupó a San Carlos y se reunió al ejército de Apure.-El general La Torre divide sus fuerzas, en vez de centralizarlas.-Fuerzas de los dos ejércitos en 1821y su posición.-Falta de unidad de plan en el ejército español.-Muerte de los Vicepresidentes Roscio y Azuola: nombramiento del general Nariño.-Reunión del congreso Constituyente.-El general La Torre obra contra los principios del arte de la guerra y se prepara para recibir una batalla en Carabobo.-El Libertador se aprovechó de la mala dirección que daba La Torre y ocupó el 24 de junio el desfiladero de Buenavista, ataca en seguida a La Torre y lo vence completamente. Descripción de la batalla.-Heroicidad y muerte de los generales Cedeño y Plaza.-Distinguido comportamiento del coronel García y el batallón Valencey.-La retirada a Puerto Cabello.-El coronel Pereira, vencedor de Bermúdez, recibe la noticia de la pérdida del ejército real en Carabobo y se retira para La Guaira.-El Libertador intima rendición: sus respuestas, capitulación.-Conducta del almirante francés en La Guaira.-El Libertador llama al vicepresidente Soublette a Caracas: le nombra Director de la guerra y divide el Departamento de Venezuela en tres distritos militares.-Ordena el Libertador la suspensión de las operaciones en el Sur.-Terminados los arreglos en Venezuela, el Libertador marcha al occidente y prepara el plan de operaciones para la libertad del Departamento de Quito y auxiliar al Perú.

    El Libertador, corno dejamos dicho en el capítulo anterior, marchó el 30 de agosto de 1820 para Cúcuta, dejando instrucciones a Montilla para estrechar el sitio y atacar a Santa Marta, operación muy importante para tranquilizar aquella provincia y abrir operaciones sobre Maracaibo, atravesando La Goajira, país habitado por indios salvajes.

    Hizo el viaje en veintiún días hasta San Cristóbal, que en aquella época, sin buques de vapor en el Magdalena, era una marcha rápida. Recibió la noticia del desgraciado acontecimiento que tuvo lugar en Turbaco, en el tránsito; consideró que era necesario suspender las hostilidades por medio de un armisticio, y dirigió el 21 de septiembre de 1820 una comunicación al general Morillo proponiéndole la celebración de un armisticio, entrando en conferencias, para allanar las dificultades, advirtiéndole que no por eso se suspendían las operaciones, y que él seguiría a San Fernando de Apure para estar más inmediato a su cuartel general.

    El ejército del norte, mandado por el general Urdaneta, se había elevado a 5.000 hombres. No podía moverse todo al mismo tiempo por escasez de víveres y transportes en el tránsito del Táchira a Mérida, y dispuso el Libertador que la primera brigada de infantería de la guardia, que constaba de más de 2.000 hombres a órdenes del coronel Plaza, se moviese sobre la división española que ocupaba a Mérida a órdenes del coronel Tello, y por escalones marchó el resto de los cuerpos.

    El enemigo se retiró a Mérida y esta ciudad fue ocupada por Plaza; el 2 de octubre entró a ella el Libertador, poco después de la ocupación, y ordenó la persecución de los españoles; un cuerpo de caballería a cuya cabeza iban los coroneles Gómez e Infante, alcanzaron la retaguardia en el páramo de Mucuchíes y tomaron el parque, bagajes, equipajes y víveres y alguna fuerza que cubría la retaguardia.

    El coronel Tello continuó su retirada; el Libertador, con toda la fuerza reunida del ejército del Norte, continuó sus movimientos, y el 17 de octubre ocupó a Trujillo, quedando libres las dos provincias de Mérida y Trujillo. Al mismo tiempo que se ejecutaban en Colombia estas operaciones, el general San Martín, con la escuadra mandada por Lord Cochrane, ocupaba el puerto de Pisco, del Perú, el 12 de septiembre de 1820.

    Esta noticia y la aparición de la corbeta Rosa de los Andes en las costas del territorio de las provincias de Guayaquil, Quito y Popayán, que cruzaba desde 2° latitud sur hasta 40 latitud norte, y que había ocupado el 6 de septiembre la población de Guapi y en seguida el puerto de Buenaventura, produjeron la revolución de Guayaquil del 9 de octubre, en que depusieron al gobernador, don Pascual Vivero, y se encargó del mando el capitán Escobedo, uno de los revolucionarios, apoyado en dos compañías de Numancia que mandaban los capitanes Luis Urdaneta y León de Febres Cordero, a órdenes del capitán Mayor don Miguel Letamendi.

    Los expresados oficiales y don José Villamil, don José Indaburo, don Manuel A. Luzarraga, don Leocadio Llona, José Peña y un Noguera, hombres influyentes en la gente de color, a que pertenecían, fueron los promovedores de esta revolución y dieron parte al Libertador, mandando las comunicaciones en un buque de mucho andar a Buenaventura, y remitiendo presos algunos españoles.

    El coronel Illingworth proporcionó un buque de vela para que siguiese a Chile el comandante Muñoz, en solicitud de armas y municiones, llevando comunicaciones del vicepresidente de Cundinamarca, general Santander. En Cali se encontraba el general Valdés, que se había retirado de Popayán desde agosto, cuando recibió las noticias del desembarque del ejército aliado de Buenos Aires y Chile a órdenes del general San Martín, y mandó un extraordinario a Bogotá con pliegos para el Libertador y para el general Santander.

    El general San Martín ocupó luego a Pisco y los pueblos de Alto y Bajo Chinchá, entre los días 13 y 22; el 26 se reunieron en Miraflores, cerca de Lima, comisionados del general San Martín y del virrey del Perú, suspendiendo las hostilidades por ocho días para acordar las bases de una reconciliación y hacer la paz. No accedieron los comisionados del virrey a las proposiciones de los de San Martín, y fueron rotas de nuevo las hostilidades.

    El 5 de octubre marchó el general Arenales a la, ciudad que ocupó el 6, de donde siguió al interior. El general San Martín se reembarcó y fue a ocupar el puerto de Ancón, al norte del Callao, bloqueando el puerto e impidiendo que saliesen los buques de guerra españoles. El 5 de noviembre en la noche dio el mismo almirante Lord Cochrane un asalto a la fragata Esmeralda, anclada bajo los fuegos del castillo del Callao; la tomó y la sacó fuera del alcance de la artillería de las baterías de dicho castillo.

    Acción heroica y muy distinguida. San Martín trasladó entonces su ejército más al norte y fue a desembarcarlo en el puerto de Huacho, que está a 28 leguas al norte de Lima, el 9 de noviembre. El 14 siguieron para Guayaquillos Coroneles Guido y Luzarraga a cumplimentar al nuevo gobierno de Guayaquil y establecer relaciones con él y el ejército libertador.

    El patriotismo de hombres distinguidos del Perú se mostraba de un modo significativo en favor de la causa de la independencia. Los señores López Aldana (don Fernando), Mariátegui (don Francisco Javier), Pérez y otros daban informes a San Martín y se entendieron con los oficiales colombianos destinados como soldados al batallón Numancia, Cuervo, Montero, Bustamante, Sornoza, Geraldino y otros, y con el capitán Lucena y los Tenientes Guaz e Izquierdo para que el batallón que, como hemos dicho atrás, se componía de caucanos y algunos venezolanos prisioneros del ejército republicano, se pasara al general San Martín.

    El capitán don Tomás Heres descubrió el complot e iba a dar cuenta al virrey cuando se vio con el doctor Pérez, de quien era amigo; le refirió lo que iba a hacer. Este distinguido peruano le improbó el hecho y le manifestó que él era el que debía tomar la dirección e irse al ejército republicano; además, le dijo que sus íntimos amigos López Aldana y Mariátegui eran los que dirigían a los oficiales nombrados. Heres, después de entenderse con López Aldana, se comprometió y resolvió llevar al ejército de San Martín al batallón primero de Numancia, lo que se verificó el 3 de diciembre de 1820.

    Este batallón cubría la retaguardia de la división que había salido a reconocer al enemigo y se retiraba de Palta para Lima. Hizo alto el batallón y contramarchó hacia Chancay a unirse al general San Martín, que estaba ya impuesto por López Aldana y Mariátegui de lo que iba a suceder. Tenía el cuerpo entonces 650 plazas. Una compañía estaba en Piura y dos en Guayaquil, de las ocho de que constaba el cuerpo, con 130 hombres de tropa cada compañía y 5 oficiales. La disciplina de este batallón era igual al primer regimiento europeo de Francia o España.

    Solamente el coronel don Ruperto Delgado y dos oficiales españoles no quisieron entrar en la revolución, y fueron conducidos en calidad de prisioneros. Los capitanes Heres y Herrera, que no fueron los promovedores de este hecho, tuvieron la habilidad de ser los que, alegando la antigüedad de su empleo, tomaron el mando y presentaron el cuerpo a San Martín. Este acontecimiento fue de gran trascendencia política y desconcertó completamente a los españoles en el Perú.

    El 6 había ocupado el general Arenales el cerro de Paseo, después de un combate en que fue prisionero el general O'Reilly; el teniente coronel Santa Cruz, natural de Bolivia, de la ciudad de La Paz, se entregó prisionero al sargento mayor Lavalle y tomó servicio en las tropas republicanas. Laserna, Canterac, Valdés y Loriga tenían a sus órdenes 8.000 hombres, y no sabemos por qué se aturdieron tánta para no obrar contra un ejército de 4.000 hombres.

    La ocupación de Pasco y prisión de O'Reilly, la pasada del Numancia, la toma de la Esmeralda, la revolución de Guayaquil y el restablecimiento del régimen constitucional en España fueron sin duda las causas que influyeron sobre el ánimo de La Serna y sus tenientes.

    El nuevo gobierno de Guayaquil, sabiendo que Aymerich había seguido a Pasto a resistir a los vencedores de Pitayó, resolvió libertar a Quito y Cuenca y mandó una expedición de 300 hombres a órdenes de los capitanes Luis Urdaneta y León: Cordero, elevados a Tenientes Coroneles. luego que Aymerich supo los sucesos de Guayaquil, se puso en marcha para Quito Con 300 hombres escogidos de infantería y caballería, a órdenes del teniente coronel don Francisco González. Urdaneta y Cordero obtuvieron algunas ventajas, y en Guachi, cerca de la ciudad de Ambato, se encontraron con González.

    En un combate no muy reñido fueron derrotados completamente y se salvaron, pudiendo regresar a Guayaquil; y no encontrando en el mando a Escobedo, se fueron al Perú. Este acontecimiento no hizo desmayar a los habitantes de Guayaquil; su gobierno tomó medidas para resistir y recibió auxilios del Cauca, de armas y algunos oficiales con una compañía del regimiento de guías, a órdenes del general José Mires, que se trasladaba para tomar el mando de las fuerzas que obraban contra los españoles; le acompañaba como ayudante de campo el teniente Trinidad Morán, que andando los tiempos ilustró su nombre en las campañas del Ecuador y el Perú, mandando un batallón en Ayacucho.

    El Libertador se puso en relaciones con el general San Martín y le ofreció una activa cooperación para libertar al Perú, quedando el batallón Numancia como fuerza auxiliar colombiana. El coronel Montilla en el Magdalena, después de la sorpresa que dieron los españoles al general Ayala en Turbaco, reorganizó la línea de sitio sobre Cartagena y regresó a Soledad para activar las operaciones sobre Santa Marta, paralizadas por la llegada de la fragata Ceres a Cartagena, el 3 de septiembre con auxilios de

    La Habana, y luego que esta fragata partió para Cuba a traer más víveres para la plaza, se presentaron las fragatas Diana y Atrevida, conduciendo un bergantín mercante cargado de víveres para la fuerza sitiada, y la escuadrilla colombiana se refugió en Sabanilla, porque no se creía capaz de combatir con las mencionadas fragatas.

    A bordo de dichos buques vino una fuerza de 200 hombres de auxilio a Santa Marta y con ellos reforzó el mariscal de campo don Pedro Ruiz de Porras la columna que mandaba Sánchez Lima, para que atacase la fuerza que mantenía Lara en El Piñón.

    El coronel Carreño tomó el mando por enfermedad de Lara y marchó a encontrar al enemigo que venía sobre él por Pivijay. Este se retiró al saber el movimiento de Carreño y fue alcanzado en Fundación, donde lo derrotó, y se escapó por La Goajira hacia Maracaibo, acompañado del teniente coronel Val cárcel.

    Libre ya Carreño de esta atención, convino con el coronel Padilla el ataque del campo atrincherado de Pueblo Viejo, Carreño por tierra y Padilla por el lago de la Ciénaga. Tanto en las baterías como en la misma villa de la Ciénaga el combate fue reñido, pero vencieron los republicanos. Esta batalla costó a los realistas más de 600 hombres muertos y la pérdida de todo el armamento y municiones que tenían.

    El mariscal de campo, Porras, propuso un armisticio para capitular. Le fue concedido; pero faltando a su promesa, se pudo escapar de la vigilancia de la flotilla que bloqueaba el pueblo de Santa Marta, el 11 de noviembre, y con tres vecinos más de Santa Marta fue a dar a Chagres.

    Así terminó la campaña sobre Santa Marta, tan recomendada por el Libertador para llamar la atención de Morillo por Maracaibo. Hemos dado ya una rápida ojeada a los acontecimientos del sur de Colombia, del Perú y de la campaña del Magdalena, y tenemos que referir los acontecimientos que en la misma época ocurrieron en Venezuela.

    La revolución de Cádiz y los convenios iniciados por los españoles con los jefes independientes y el gobierno de Colombia desengañaron a muchos ilusos americanos, que comenzaron a tomar partido en las filas republicanas. El comandante Silva, que obraba sobre Barinas, el comandante Fernando Torralba y el capitán Ampudia se presentaron a servir a la república. Obtuvo Saint Just pequeñas ventajas en la provincia de Barcelona, pero él y Arana tuvieron que abandonar las posiciones que ocupaban para replegarse sobre el centro en busca del ejército de MorillO.

    El general Monagas atrajo al padre Arbelais Lenaz, defensor del rey, y éste atrajo al teniente coronel Hilario Torralba, con 300 hombres que regía, y se unieron al general Monagas. Los pueblos de San Pablo, San Lorenzo, San Francisco, San Miguel, Clarines y Piritu, que eran adictos a los españoles, tornaron a ser republicanos y juraron la independencia.

    Otro tanto hicieron jefes y oficiales naturales de la provincia de Barcelona, y en agosto y septiembre quedó libre toda la provincia. Fueron derrotados Saint Just y el guerrillero Guzmán, muerto éste y aquél reducido al morro de Barcelona, el 22 de octubre. En Cumaná no fueron más felices los españoles. La guarnición de Carúpano se sublevó contra el gobierno español, los oficiales y algunos sargentos que no tomaron parte en la revolución, se apoderaron de la fortaleza, en donde se refugiaron muchos españoles para resistir a los sublevados; pero éstos se embarcaron en la fragata dinamarquesa Circe y se trasladaron a Margarita.

    El general Bermúdez obtuvo iguales ventajas, y se le pasaban diariamente soldados y oficiales de los españoles. Avanzó sobre los llanos de Caracas hasta los límites orientales de la provincia. El Libertador permaneció en Trujillo esperando la reunión de sus cuerpos, y el 20 de octubre se le sometió voluntariamente el coronel Reyes Vargas, que mandaba en Carora, con la fuerza que regía; fue de gran importancia su ayuda al ejército republicano, auxiliándolo con víveres, ganados y bagajes.

    Este jefe había sido acérrimo defensor de los españoles, pero persuadiéndose de la justicia de la causa americana se unió a las banderas republicanas. Recibió el general Morillo en San Carlos la comunicación que le dirigiera desde San Cristóbal, el 21 de septiembre, el Libertador, proponiéndole abrir de nuevo las negociaciones.

    El general Morillo remitió aquella carta oficial a la Junta de Pacificación, diciéndole que debían nombrar de comisionados al brigadier Correa, a don Juan Rodríguez del Toro y a don Francisco González de Lineros. Se pusieron en marcha hacia el cuartel general del Libertador, que suponían en San Fernando de Apure; pero no había llegado aún el general Bolívar, porque tuvo que ponerse al frente del ejército por enfermedad del general Urdaneta.

    Como no había recibido el general Bolívar respuesta del general Morillo, escribióle nuevamente manifestándole los motivos que le habían impedido seguir a San Fernando. El Libertador dijo a Morillo:

    V. E. debe conocer que para obtener la tranquilidad y entendernos, necesitamos suspender las armas sin experimentar los grandes perjuicios que se han seguido a la causa de la nación desde que envié a V. E. mis primeros comisionados; perjuicios de mucha trascendencia que pesan sobre mi responsabilidad. Entre tanto que lleguen los comisionados que vienen de Calabozo continuaremos nuestras operaciones.

    El general Morillo se había movido con 2.000 infantes y 200 jinetes de Barquisimeto sobre Garache, adonde llegaban los puntos avanzados del ejército republicano. el general Sucre y el coronel Plaza fueron comisionados para ir a tratar sobre el armisticio con los del general Morillo, y llegaron hasta Humúcaro Bajo, en donde tenía su cuartel general el expresado Jefe; pero no habiendo aún llegado de Calabozo los comisionados Correa, Toro y González de Lineros, regresaron a Trujillo los del Libertador.

    Las hostilidades continuaron, y al acercarse el ejército español a Carache, la vanguardia del republicano se replegó a Trujillo. El coronel Juan Gómez y Mellao cubrían la retirada con un escuadrón: mandóle cargar Morillo, y viendo la bizarría con que se batían en retirada, él mismo se puso al frente de los húsares de Fernando VII y los cargó: muerto el caballo de un soldado patriota, le intimaron la rendición; le niega, y defendiéndose, mató a dos húsares.

    El general Morillo mandó que no lo mataran y lo mandó a curarse al hospital de su ejército. El Libertador propuso desde el 3 de noviembre no solamente el ocuparse del armisticio sino un tratado de regularización de la guerra. Las comunicaciones entre los dos generales en jefe fueron frecuentes y de un carácter franco.

    El Libertador exigió que Morillo hiciese alto en los puntos que ocupaba. Desde Trujillo, con fecha 26 de octubre, le manifestó el Libertador que debía suspender sus operaciones. Este procedimiento de reconocer como beligerante al ejército republicano y como magistrado al Libertador merece que a estas Memorias se acompañen las piezas más importantes, para que se vean, al leerlas, los precisos términos en que se entendían el Libertador y Morillo. Llegaron a Carache los comisionados españoles .v siguieron a Trujillo.

    Allí se entendieron con los que nombró el Libertador, a saber: general Sucre, coronel Briceño Méndez y teniente coronel Pérez. Los documentos que hemos citado dicen más que lo que pudiéramos referir nosotros, y en ellos se verá cuán importantes fueron para Colombia el armisticio y la regularización de la guerra.

    El 25 y 26 de noviembre se firmaron el armisticio y el tratado de regularización de la guerra, propuestos por Bolívar para dar fin a esa inmoral guerra a muerte, que no tuvo más resultado que desolar el país y encender odios y venganzas entre españoles y colombianos y entre realistas y patriotas. Ya hemos hablado sobre el particular en otro capítulo de estas Memorias. Concluido el armisticio, tuvo lugar en Santana una entrevista entre el Libertador y el general Morillo, a indicación de éste.

    El 27 de noviembre llegó primeramente Morillo a la parroquia de Santana y mandó cuatro jefes al encuentro de Bolívar, y él mismo salió, al acercarse el Libertador, a su encuentro.

    Al verse, echaron pie a tierra y se saludaron marcial y cordialmente y siguieron de brazo a la casa en que Morillo había mandado preparar una comida militar y delicada. Preguntó Morillo al Libertador en dónde estaba su guardia de honor, y le respondió:

    -Yo confío en la hidalguía española y no me acompañan sino mis ayudantes de campo y algunos jefes que han querido conocer a usted. Entonces exclamó Morillo: -¡General, me ha confundido usted! Tiene usted razón: un caballero español no falta a su palabra, y el modo como se ha conducido usted prueba bien que corre en sus venas sangre castellana. ¡Gracias, general! Llamó un ayudante y mandó que se retirase la guardia de honor.

    Esta fue la introducción a la más cordial conferencia y al contento que reinó entre el Libertador y Morillo, y entre todos los generales y jefes de ambos ejércitos y los negociadores del armisticio y tratado de regularización de la guerra. Reinó no solamente armonía en esta entrevista sino cordialidad y franqueza.

    No parecía una reunión de jefes de diverso bando: el trato era de camaradas, y así fue que al sentarse a la mesa se notaba contento y satisfacción. Los brindis, propios del día, contribuyeron a hacer más grata esta entrevista; vamos a repetir en este lugar los más notables. El Libertador: "A la heroica firmeza de los combatientes de uno y otro ejército; a su constancia, sufrimiento y valor sin ejemplo; a los hombres dignos que a través de males horrorosos sostienen y defienden la libertad; a los que han muerto gloriosamente defendiendo su patriotismo o su gobierno.

    ¡Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente! el general Morillo: ¡A la unión y concordia entre los españoles de Europa y América. Que el armisticio y tratado que hemos acordado sea el preludio de una paz eterna, y que no vuelva a oírse el estampido del cañón! ¡Castigue el Cielo a los que no estén animados de los mismos sentimientos de paz y amistad que nosotros!

    El señor don Juan Rodríguez Toro: La muerte me es indiferente después de un día tan glorioso el coronel Briceño Méndez: Que la última página de la historia militar de Colombia termine en el 27 de noviembre.

    El brigadier Correa:

    Prefiero este día a todas las victorias de la tierra.

    El general Sucre:

    Boyacá produjo una reacción en la opinión de los españoles de allende los mares. Riego y Quiroga invocan la libertad y de allí nace un armisticio; que nos tratemos como hombres y fijemos la base de una amistad sincera. La firma que he puesto como comisionado de Colombia en los convenios me llena de honra y de placer.

    El general La Torre:

    Brindo por la prosperidad de todos los militares de ambos ejércitos. Si la mala suerte nos llevara otra vez al combate, será solamente cumpliendo cada cual su deber, sin pasiones ni venganzas. Yo espero que siendo todos amigos de la libertad no habrá más contienda.

    Hubo muchos otros brindis, todos en iguales términos, sobre la paz el general La Torre, tuvo, al concluirse la mesa, una conversación muy animada con el Libertador, y al terminar le dijo, transportado: -

    Descenderemos juntos a los infiernos en persecución de los tiranos el general Morillo propuso que se erigiese una columna en el sitio en que se habían abrazado el Libertador y él, en conmemoración de los convenios celebrados, para darles un carácter más augusto; y que ingenieros de ambos gobiernos dirigiesen la obra. Adoptó el general Bolívar el pensamiento, y en el momento llevaron al lugar mencionado la primera piedra, que se debía colocar en el cimiento de la columna. Colocada la piedra, se abrazaron de nuevo Bolívar y Morillo y todos los oficiales colombianos y españoles.

    En la noche, los generales Bolívar y Morillo tuvieron una conversación muy franca sobre las operaciones militares, en que se dieron mutuamente cuenta de los motivos y principios que los guiaron a ordenar ciertas operaciones. Debemos narrar algunos pasajes que nos comunicó el mismo Libertador, de los cuales tomamos nota para referir su contenido en estas Memorias, el general Morillo dijo al Libertador:

    -¿Qué motivo tuvo usted para mandar fusilar a Barreiro y 37 oficiales españoles, después de que fueron conservados como prisioneros de guerra? Yo he considerado este acto como cruel. el general Bolívar le contestó: -No solamente no lo he ordenado sino que improbé la conducta de Santander y le he obligado a que dé un manifiesto que explique su conducta. Quise situarlos en Sogamoso; pero Santander me ofreció conservarlos.

    He explicado a usted lo que desea saber, y a mi vez diré a usted que las ejecuciones que se han hecho últimamente en Portobelo daban derecho a retaliación. Por fortuna hemos puesto ya punto a esa guerra cruel que hemos hecho con mengua del crédito nacional de los dos pueblos que adoptan tales medidas.

    En Trujillo tuve que firmar el decreto de guerra a muerte en 1813, y en Trujillo hemos borrado en 1820, a los siete años, esa ley de retaliaciones. General, las generaciones que vengan nos harán justicia. En seguida le manifestó el general Bolívar a Morillo que la guerra se había encarnizado por esas ejecuciones impolíticas, como las que se hicieron en Cartagena, Bogotá y otros lugares, después de haberse terminado la guerra en toda la Nueva Granada, y le expresó que las ejecuciones del inmaculado Camilo Torres, del sabio Caldas, del humano general Cabal, de José Gregorio Gutiérrez, de Miguel Pombo y de tantos ciudadanos ilustres, no se podían justificar.

    Morillo le contestó que él no había creído en el saber de Caldas y que todos esos señores eran unos demagogos de la escuela francesa que si vivieran no le dejarían formar un gobierno. El Libertador contradijo el pensamiento de Morillo y le hizo una reseña del mérito de Torres y de Caldas. Le enseñó Morillo al Libertador una miniatura que tenía de un retrato suyo: -Ya usted ve que conservo su retrato.

    -Bien, general -le respondió Bolívar-, ¿y no se lo habrán dado a usted para comprobar la identidad de la persona? Se rieron ambos y continuaron la conversación muy variada. Preguntóle el Libertador por qué no le habían dado el título de Conde de Cartagena hasta 1818, juntamente con el de Marqués de la Puerta, y le manifestó Morillo que tenía un enemigo en la Corte, el señor Mosquera, del Consejo y Cámara de Indias, que le hacía la guerra por haber mandado que fuera ejecutado el señor García Toledo en

    Cartagena, que era cuñado de Mosquera; y si hubiera hecho lo mismo con el hermano de éste, que es uno de los más influyentes disidentes del sur del virreinato, me habría hecho más males, porque tiene gran concepto en el Consejo y en el ánimo del rey.

    -Desde entonces ─nos decía el Libertador─ quise conocer a su padre de usted, porque fue para mí una recomendación el concepto que tenía Morillo de él, para privar al país de aquellos hombres que serían una columna de la causa popular; y como usted sabe, le hago a su padre completa justicia. Así concluyó la entrevista de Santana. El Libertador se despidió de Morillo para no volverse a ver jamás en el mismo lugar en que plantaron la primera piedra de la columna mandada levantar, y que no se llevó a efecto.

    El Libertador mandó a su edecán, capitán Ibáñez, al oriente de Venezuela a comunicar el armisticio, acompañado de un oficial español, que llevaba la orden para los jefes de ese ejército. Regresó el Libertador a Sabanalarga, donde estaba el ejército, para hacerla retornar a Trujillo, y de allí siguió a Barinas.

    Desde que el Libertador marchó a Trujillo dio órdenes al general Valdés para que se moviese sobre Pasto, a fin de que Aymerich no pudiese concentrar sus fuerzas contra Guayaquil, pues acababa de recibir la noticia del desembarco de San Martín en las costas del norte del Perú, y de la revolución de Guayaquil. El general Santander le prevenía igualmente que importaba mucho que el armisticio le fuese notificado, si posible fuera, en Pasto.

    Cuando se recibieron estas órdenes habían llegado a Buenaventura la corbeta Alejandro y el bergantín Ana Bolívar, contratados por el teniente coronel Muñoz en Chile para servir a Colombia. Trajeron estos buques 2.560 fusiles, vestuarios, municiones y otros elementos de guerra, y se celebró en Cali un contrato con el señor Benjamín Halton, su dueño, para auxiliar a Guayaquil y aumentar el ejército del Sur. Muñoz dejó 700 fusiles de 1.700 que contrató en Chile, y condujo 1.000 a Buenaventura, porque lo que faltaba eran armas.

    El coronel Illingworth fue quien proporcionó un buque para que fuese Muñoz a Chile, y cuando regresó con los buques de que hablamos, trajo comunicaciones del general O'Higgins y del almirante Cochrane para el Libertador, con fechas de 24 de julio y 7 de agosto.

    Después de la marcha de Muñoz apareció la fragata Prueba, de 52 cañones, en solicitud de la corbeta Rosa; el 16 de mayo se trabó un combate entre los dos buques. La Rosa era muy inferior, pero trató de tomar al abordaje a la Prueba, y la herida del coronel Illingworth lo impidió no obstante los esfuerzos que hizo su segundo, Desereines.

    La Rosa se repuso del combate y tomó puerto en las bocas del río Tupaje, para entrar a Iscuandé a reparar sus averías y volver a salir en busca de la Prueba. Su tripulación, que estaba aterrada del combate, varó intencionalmente la corbeta en el caño que une el Tupaje con el Iscuandé, y se perdió este buque. el coronel Illingworth quedó con su gente prestando servicios en aquella costa y proporcionando medios para comunicarse con Guayaquil.

    La división Valdés marchó del Valle del Cauca en ejecución de las órdenes del Libertador, en diciembre de 1820, y se excusaba de seguir por falta de dinero: teníamos entonces el gobierno civil y militar de la ciudad de Popayán y su cantón, y le dimos 10.000 fuertes para que marchase, tomándolos de personas de nuestra familia, para que se cumplieran las órdenes del Libertador. Emprendió la marcha el 2 de enero de 1821 con los batallones Cauca, Cundinamarca, Albión y Neiva, y los escuadrones Guías y Lanceros de Oriente, fuerza de infantería de 856 hombres y 125 de caballería, quedando en Popayán 340 hombres en el hospital.

    Fuerza total del ejército del Sur, 1.311, a que quedó reducido por las varias contiendas durante la permanencia en los acantonamientos del Valle del Cauca, de 2.400 hombres que se retiraron de Popayán en agosto. Después se remitieron al general Valdés nuevas órdenes del Libertador, conducidas por un destacamento de 40 hombres, y el 16 de enero hicimos marchar 100 veteranos de los dados de alta en el hospital, para reforzar la infantería. El Libertador se trasladó a Barinas a organizar acantonamientos del ejército republicano.

    La división de los cuerpos de la guardia constaba de 5.000 hombres a órdenes del general Urdaneta, que se retiraron de Trujillo a Barinas teniendo por límite el río Bocana hasta su confluencia con el Apure. La división que regía Páez, de 4.000 hombres, la mayor parte de caballería, dispuso el Libertador que continuase a la derecha del río Apure hasta el Orinoco; que Monagas y Zaraza ocupasen los llanos al oriente de la provincia de Caracas, y Bermúdez, con los 3.000 hombres que tenía a sus órdenes, se situase a la izquierda del río Manapire.

    Hechos estos arreglos, marchó el general Bolívar para Bogotá, por San Cristóbal, en dirección a Popayán, para donde seguían los comisionados coronel Morales, por el Libertador, y teniente coronel Moles, por el general Morillo. A la costa fueron comisionados el coronel Justo Briceño y el capitán Manuel Landa. La marcha proyectada del Libertador hacia el sur tenía por objeto que la línea divisoria entre los ejércitos español y colombiano nos dejase franca la comunicación con Guayaquil y el Perú; le acompañaba el general Sucre para que reorganizara el ejército del sur, mientras llegaba el general Pedro León Torres, llamado al efecto, y que siguiese a Guayaquil a negociar la incorporación a Colombia y que tomase el mando de todas las fuerzas republicanas en aquella provincia para obrar contra Quito, ocupada por los españoles.

    Al salir para el Sur le llegaron comunicaciones al Libertador, de don José Sartorio, brigadier de Marina, y don Francisco Espelis, capitán de Fragata, que habían llegado a Venezuela con la división marítima compuesta de las fragatas Viva y Ligera, la corbeta Andar~ y 108 bergantines Hienco y Hércules, en que también vinieron comisionados para el Nuevo Reino de Granada, Perú y Chile, con proposiciones de paz de parte del gobierno constitucional de España.

    Consideró el general Bolívar que era más importante regresar al Norte para entenderse con estos comisionados, y como pidieron, entre otras cosas, que el Libertador mandase agentes a España, nombró al señor Rafael Revenga, Secretario de Hacienda, y al señor Tiburcio Echeverría, gobernador de Bogotá, disponiendo que el general Sucre continuase viaje a Popayán con el objeto y comisión que dejamos indicados.

    Al llegar el general Sucre con los comisionados que debían notificar el armisticio, le hicimos presente el estado de la división Valdés y la necesidad de que siguiesen los comisionados cuanto antes para salvar de una pérdida total todo el sur de Popayán; siguieron con una escolta de caballería, dejándonos instrucciones el general Sucre para obrar según las circunstancias, y se nos notificó el armisticio.

    El 12 de febrero de 1821 atacó el general Valdés a la división española situada en Genoy y fue derrotado por falta de conocimientos topográficos, atacando de frente una fuerte posición militar cuando por la izquierda de ella era flanqueable y no habría resistido el enemigo el arrojo de nuestros infantes. Allí murió el bravo teniente coronel Carvajal, de los vencedores de Vargas, Boyacá, Barbacoas y Pitayó.

    El general Valdés y su jefe de Estado Mayor, Murgueitio, reunieron la fuerza derrotada en Chaguarbamba para continuar la retirada, y en la ribera derecha del Juanambú recibió los 100 hombres que le mandamos desde Popayán para resistir a la fuerza que le perseguía, cuando llegaron Sucre y los comisionados españoles el 5 de febrero, y se salvó la fuerza que se retiraba, tomando el mando el general Sucre; los comisionados Morales y Moles siguieron para Pasto y Quito a cumplir su misión.

    El mismo día 2 de febrero una columna de 500 hombres, mandada por el teniente coronel Simón Muñoz, se acercó a Popayán con ánimo de atacar la ciudad. Nos pusimos en estado de defensa haciendo saber a los españoles que no los habíamos salido a atacar porque se nos había intimado el armisticio; pero que si nos atacaban serían responsables del derramamiento de sangre; después de una conferencia que tuvimos con dicho Jefe, firmó un convenio con nosotros suspendiendo las hostilidades y retirándose a ocho leguas de distancia, en donde esperaría órdenes de don Basilio García.

    En Pasto se había acordado entre el coronel Morales y los jefes españoles que si Popayán había sido ocupada, quedaría todo el cantón dependiente de las autoridades españolas; y si no, sería el río Mayo límite del cantón de Pasto.

    El coronel García improbó la conducta del teniente coronel Muñoz y le llamó a responder por su proceder, coronel Muñoz y le llamó a responder por su proceder, porque él no podía suspender las hostilidades sin recibir sus órdenes. Esta circunstancia nos proporcionó a traer a este jefe y otros oficiales colombianos a que tomasen servicio entre nosotros, y se pasaron a nuestras filas 2 jefes, 6 oficiales y 100 hombres de tropa de caballería.

    El general Sucre se retiró, con la división Valdés, de Juanambú al pueblo del Trapiche, hoy Villa de Bolívar, con la fuerza que se salvó en Genoy y los 100 hombres que se le habían incorporado al general Valdés, como hemos dicho, y regresó a Popayán, en donde con los batallones de reserva del Cauca y Bogotá se reorganizó la división.

    El general Sucre marchó con el batallón Albión y el escuadrón Lanceros de Oriente para Cali a arreglar allí una columna; con una fuerza de 800 infantes y 120 jinetes siguió a Guayaquil por Buenaventura a cumplir su misión. La división del Sur permaneció en Popayán y se pidieron reemplazos al Cauca y un cuerpo a Antioquia. El Libertador excitó a todos los diputados elegidos en el Departamento de Cundinamarca para que siguieran al Rosario de

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